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Los dulces tormentos de Grace III

en Dominación

"Hoy estoy cansada. Llevo una semana muy movida, la verdad. Voy a contarte lo que he hecho, pero no pienso tocarme ni ponerme caliente ahora. No hace falta que te inventes nada. ¿Tienes ganas de juerga, pillastre?"

"La verdad es que yo también estoy un poco alicaído. Pero si lo que cuentas es interesante, igual me animo"

"Pues te cuento:

Doña Flor me llamó al despacho y me pidió que fuera a su casa esa noche. Esto fue el sábado. Tenía ganas de ver esa casa, aunque ya casi me la sé de memoria por tus relatos. Me puse bien guerrera, con un vestidito corto i unas sandalias de tacón monísimas. Me presenté a las ocho, como me mandó, ya que había una cena con invitados y esperaba doña Flor mi colaboración. Mi jefa alabó mi modelito y me dio las primeras instrucciones para la movida que se preparaba. 

Estuvimos una horita cortando lechugas, friendo langostinos y haciendo montaditos de queso. A las nueve oímos ruido en el jardín y, majestuoso, hizo su aparición Karim. ¡Vaya tela de hombre, Anejo! Si lo has creado tú como dices, te has lucido, guapo. Me lo hubiera beneficiado allí mismo. Pero él no me hizo ni caso. Sólo miraba a doña Flor. Estaba atento a cada gesto de ella, a cada palabra y hasta a cada pensamiento, para anticiparse a cumplir sus deseos.

A las diez llamaron y Karim salió a abrir a los invitados. Eran tres, un matrimonio holandés, Hans i Herta y Toni que venía solo y me pareció que iba bastante despìstado. Hans es un hombre impresionante, alto, con cabellos cortos y sienes plateadas, moreno y bastante atlético, aunque no conseguía aparentar menos de los cincuenta que tenía. La señora Herta es en realidad alemana, creo, Está un poco gordita, la verdad, con dos buenas tetas. Es rubia de estas casi albinas y me parece que hace treinta años era una veinteañera de bandera. Bueno, la que tuvo, retuvo.

El otro, Toni, es un señor mayor, bastante guapo pero como ausente, con unas gafas de esas de cristales gordos. Lleva barba y bigote, como el abuelito de Heidi y me explicó que es profesor de no sé qué cosa técnica en una escuela industrial o algo así. Me pareció muy dulce y educado y, la verdad, no entendí muy bien qué pintaba allí.

 La cena, ligerita, fue bastante amena. Hablaban de política, de economía.. Karim y yo escuchábamos sin intervenir. En algún momento, Hans dio a entender que nos tenían situados a los de la península como "africanos de más al norte" y Toni se picó, aunque al final parece que tenía razón el holandés.

A los postres, doña Flor preguntó a Herta por un tal Ruppert y si estaba bien. Ella contestó que había tenido un accidente con el coche y, de pronto, se calló como si hubiera metido la pata. Creía que no habías vuelto a ver a ese individuo, soltó Hans más seco y más malcarado que un bacalao. Bueno,.. lo oí decir… No me mientas! No me mientas de nuevo!! Las voces se elevaron y los dos volvieron a su propio idioma. Herta empezó a llorar y Hans se levantó y le dio una torta que casi la tira de la silla.

Ya tenemos el numerito en marcha, pensé yo para mí. Claro, doña Flor no me hubiera hecho venir si no fuera porque aquí va a haber marro y del bueno.

Hans levanto a Herta cogiéndola del pelo y la empujo hacia la zona de los sillones de al lado. Desnúdate! le mandó con cara de furia, y la pobre empezó a obedecer haciendo pucheros, que a mí no me parecieron muy sinceros, la verdad.

 Cada uno desde su silla, todavía en torno a la mesa de la cena, vimos como la mujer se desabrochaba la falda y dejaba al descubierto dos muslos blancos como la leche pero muy bien formados. Luego le tocó a la blusa. Herta quedó en ropa interior en medio de la salita. Llevaba unas bragas de señora mayor y un sujetador reforzado del mismo color carne, claro que la carne de Herta era tan blanca que la ropa color carne parecía marrón oscura sobre su piel. No le dio tiempo a quitarse nada más, pues su marido volvió más encendido aún de la cocina, con un rollo de cuerda de tender la ropa.

 Hizo a Herta inclinarse sobre un sillón y le ató las manos a los brazos del mueble, dejando que se apoyara en ellos. Luego le quitó los zapatos para atarle los tobillos a las patas de atrás. Como el respaldo era alto, el culo le quedó bien salido y pudimos ver todos que lo tenía bastante gordo y un poco fofo. 

 Doña Flor asistió impasible al altercado y Toni se puso tan nervioso que tiró una copa y la rompió, pero ninguno de los dos hizo ningún gesto para ayudar a la pobre alemana o holandesa o lo que sea. 

 Karim estaba más serio que la pata un banco y yo disimulaba, pero me estaba indignando que trataran así a la pobre mujer. Que fue a peor la cosa, no te creas, porque el bestia de Hans le bajó las bragas, haciendo que lanzara un gemido y nos dejó el culo al descubierto y en primer plano. Entonces empezó a zurrarle con las dos manos abiertas, pero le pegaba unos guantazos que las nalgas saltaban y cambiaron de color en un minuto, que parecían tomates maduros. La señora gritaba en su idioma o maldecía en arameo, no lo sé, pero el castigo siguió un buen rato por los muslos y la parte baja de la espalda.

 Ahora, dijo el hombre rojo de la ira y del esfuerzo de la zurra, Quiero que os aprovechéis de esta puta. Es lo que se merece. Tomadla así por detrás, quiero oírle gritar.

 Doña Flor hizo un gesto a Toni y éste se levantó de un salto. Ya vi que estaba esperando la señal  porque no pidió más explicaciones y se fue de cara al culo bajándose la bragueta. Hans se sentó delante de Herta en un sofá, para divertirse mirando a su esposa atada y follada en el sillón. Lo malo es que doña Flor me hizo otro gesto a mí para que fuera a sentarme al lado del violento señor Hans.

 Antes de sentarme, el holandés me dijo sin mirarme, quítate los zapatos y las bragas, ¿Llevas sostenes? Le dije que sí y me mandó que me los quitara también pero que me dejara el vestidito corto.

 El tío  se me vino encima y empezó a sobarme por debajo. A éste tampoco le hacían asco los pelos. Me bajó el escote para besarme las tetas y lamérmelas. Luego se subió a la boca y me dio un beso con lengua para flipar. A mí el hombre me daba repelús por lo que le estaba haciendo a Herta, pero he de reconocer que sabe cómo tocar a una mujer. Me puso a cien. Y el caso es que parecía que él no estaba del todo en lo que hacía. Lo que sí que procuraba era que su mujer viera bien cómo me metía mano y me morreaba. Al final se decidió a sacarse el pito de la bragueta y a colocarme a mí encima. Se puso un condón azul de pitufín y me levanto el vestido para que la otra no se perdiera detalle de cómo me taladraba la almeja. Con las piernas abiertas encima de él y el culo desnudo, le dimos un buen espectáculo a la pobre cautiva.

Yo no veía qué le hacían pero oía resoplar al abuelito follando a la pobre mujer. Al final me giré y pude verlo. La expresión de la señora era indefinida. O se estaba corriendo como una perra o estaba maldiciendo a todos nuestros antepasados. El profesor estaba en trance, con las gafas torcidas y metiendo unos meneos que hacían temblar el trasero blanco de la mujer. Se corrió aparatosamente con un sollozo muy cómico. Ella cloqueaba como gallina encelada, pero no sé si de gusto o de rabia. Son herméticos los teutones. Y hablando de teutones, no veas los temblores que le hacían a la pobre Herta las ubres en la posición tan forzada que tenía.

Toni acabó y abandonó el coño cautivo con un blop. Hans me apartó amablemente y salió de mí quitándose el preservativo. Sin más preámbulo, le clavó la polla en la boca a Herta exigiendo una mamada, no de reconciliación sino de castigo.

Me quedé un poco vacía, claro y busqué alrededor una solución. Karim llevaba rato practicando su afición favorita, hacer de comecoños de su ama. Toni había caído rendido en un sofá, pero era el mejor remedio que tenía a mano yo, así que le  llamé y él vino a mí con cara de preocupación. Era un desafío a la naturaleza. Yo estoy para levantársela a un muerto, ya lo sabes, pero el pobre hombre no está ya para muchos trotes y su rabito era lo más parecido a un cadáver que he visto, te lo juro.

Así y todo probé. Me quité el vestido y me enganché a él como lapa, restregándole el coño peludo por el muslo y frotando mis pechos contra su tronco y el barrigón, que está gordito además. Con un buen morreo, empecé a notar que su rabo volvía a la vida y sin entretenerme me lo apunté a la raja, sin goma ni nada, que este señor parecía muy limpio y de fiar.

Hans se corrió en la boca de su mujer pero no le sacó la polla hasta que ella se lo hubo tragado todo, todo, todo. Entonces le quitó el sostén color carne y dejo colgar las tetas de su esposa, que parecían dos estalactitas. Sorpresa, sorpresa. La mujer tenía dos piercings en los pezones. Estos eran espectaculares de grandes y rosados. Una vaquita viciosa.

El señor Antonio ponía mucha voluntad pero poca dureza y me estaba bajando el rollo por momentos. Le tumbé en el sofá y me fui por su pepinillo maduro, a ver si lo ponía zanahoria fresca a mordiscos. Se le puso, sí. Se le puso, pero fue sobre todo porque al aproximarle mi grupa a la cara, le di oportunidad de besarme el culo, las ingles y la vulva, y eso le puso más palote que todas las chupaditas y los lametones que yo le estaba dando.

No sé de dónde sacó Hans dos cascabeles de gato, pero cuando volví a levantar la cabeza del regazo de Toni, estaba prendiéndolos en los piercings mamarios de Herta. Le propinó dos buenos guantazos en cada teta y las campanillas repicaron alegremente.

Volví a introducirme la polla vetusta de Toni, ahora reverdecida, y me puse a observar lo que pasaba con Herta. Doña Flor le indicó a Karim que entrara en acción y el morito de mis sueños se quitó los pantalones y la camisa dejando al descubierto un pedazo de tranca como no se gastan ni los mandingas. Iba ya un poco empalmado, pero Hans insistió en que le follara un ratito la boca a su mujer, cosa que él aceptó sin reparos.

Con el vaivén, los cascabeles sonaban flojito. Sólo engullía medio carajo, pero abría una boca como un pozo de ancha. Cuando la polla creció hasta parecer casi inhumana, Karim la sacó y se fue a buscar la retaguardia.

Ahora sabrás lo que es sufrir, cerda, exclamó el holandés. Vamos, amigo. Quiero que la encules. ¿Podrás? No parecía posible que pudiera, pero intentarlo, lo iba a intentar.

El cuadro que montaron era un poema. Hans le separaba las nalgas a su esposa y doña Flor le embadurnaba de manteca el ojete. Luego le puso una buena porción en la punta del nabo a Karim y lo extendió y frotó con ganas.

Por fin el enculador se animó a apuntar al ojete con el reluciente glande. El primer intento falló, pero al segundo, el orifició se abrió engullendo el cabezón rosado con un grito de dolor de Herta, que empezó a hacer sonar las campanillas al ritmo de la enculada del amigo marroquí. Poco a poco el tallo se fue hundiendo más y más entre las dos colinas blancas, gruta adentro sin pausa, aunque sin prisa.

Los gemidos se volvieron berridos y casi alaridos cuando los huevos golpearon victoriosos la vulva germánica. Me daba miedo abrir los ojos, pero lo hice. Y me corrí como una loca, tío. La tranquilla del profesor era una broma comparada con la del moro, pero no me hubiera cambiado yo por la presa por nada del mundo. Una cosa es la excitación de ver como aquella monstruosidad encula a una pobre chica y otra es ser tú la pobre chica sodomizada. Mirar es mejor que participar en algunos casos.”

“Caray, vaya historia, nena. Qué vicioso el tío y ella qué complaciente”

“Ja! Y una mierda, macho! ¿Tú sabes qué? Nada más acabar, el maridito se precipitó a liberar a su compañera y la tomó en sus brazos para llevarla a la habitación de los invitados. Y doña Flor nos miró con media sonrisa y nos felicitó por la performance, sea eso lo que sea. Y nos aclaró que era ELLA, Herta quien obligaba a su marido a montar aquellos numeritos de vez en cuando”

“¿Vaya tela, no? Que orgías os montáis.”

“Bueno, en tu honor, supongo. ¿Tú eres el que creas todo esto, no?”

“Pues no del todo, la verdad. ¿Te gusto el vejete, eh?”

“Si. Me cayó de puta madre. Espero volverlo a ver pronto.”

“Y ¿tuviste algún orgasmo con él?”

“Si. Al menos dos, creo”

“¿Seguro que no fueron tres?”

“Quizás sí. Sí, al final tres, pero… Pero oye ¿Tú cómo lo sabes?. ¿No dices que no controlas esta parte de la historia?. ¡Ay, ay, ay! No me digas que el viejales, quiero decir, el señor mayor… Al final lo has hecho. ¡Te has metido en tu historia para follar conmigo! ¡Qué rico! Oye, me lo hiciste muy bien, de verdad. ¿Te gustó a ti?”

 

“¡Coño! Creía que me daba algo. Estás más buena de lo que yo había imaginado. Y eres especial. Una chica increíble, toda optimismo, irradias felicidad y sexualidad. Eres un sueño hecho realidad. Bueno, no del todo claro está, pero a mí me lo pareció.”

“Sabía que entrarías en la historia. Tarde o temprano habías de venir a mi encuentro.”