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El éxtasis de Nati, la cachonda

en Trios

Nati había cumplido los 18 hacía sólo un mes. A pesar de ello, hacía más de tres años que seguía la misma senda que Remedios, su madre. Ésta tenía un control relativo de las actividades de su única hija. Más bien, se limitaba a surtirla de condones y vigilaba sus programas de vacunación.

Cuando la mocita alcanzó la pubertad, manifestó unas aptitudes amatorias tan precoces como desmesuradas.  Su madre sufrió algunos disgustos por las actividades de su retoña en el colegio, especialmente sus lavabos, en los vestuarios del pabellón deportivo, después de los entrenos del juvenil A de futbol sala masculino especialmente, en las excursiones y viajes de fin de curso, ya sabéis, hoteles, albergues, tiendas de campaña, autocares,..

Remedios se desesperó al principio ante el aluvión de quejas de profesoras y madres de alumnas, los alumnos no se quejaban, mira por dónde, y habló mucho con su hija empleando la persuasión y la amenaza, la reflexión y el miedo. Pero tuvo que aceptar que era superior a ella. Natividad se tiraba todo lo que se movía, aunque a su tierna edad, sus actividades amatorias eran mayormente inofensivas.

Esto cambió pronto cuando cumplió los dieciséis, gracias al contacto con lo que ella denominaba “chicos mayores”; diecisiete o dieciocho, era la edad promedio. Con la experiencia acumulada, Natividad se lanzó a las relaciones completas y se ganó justa fama de ardiente y zalamera en toda la contornada de su pueblo murciano, que no vamos a citar aquí para que nadie se moleste.

Siempre a la búsqueda de nuevas experiencias, hacía tiempo que Nati elucubraba sobre formar un trío, no musical, sino amatorio, con dos mocetones de buen ver. Y precisamente aquella noche, tras una sesión de discoteca movidita, en la que hizo equilibrios para mantener el interés y las expectativas de dos jovenzuelos robustos y dicharacheros, llegó la madrugada del sábado al domingo y, astuta, la chica consiguió que ambos la acompañaran al piso familiar, vacío ese fin de semana, ya que su madre negociaba en Madrid asuntos del sindicato, y su hermano Jonás y su novia pasaban unos días en Valencia, comiendo paella y visitando la obra magna de Santiago Calatrava. Cabe aclarar que aún no había empezado a caerse a trozos la cubierta del edificio real.

De este modo, al mismo tiempo que Remedios se despertaba con tremendo ardor en el ojete, fruto de las efusiones de Javier la noche anterior, su hija introducía en el domicilio familiar a los dos pajaritos, que se miraban con desconfianza y cierta euforia etílica. ¿Porqué les había invitado a subir a “echar la última copa” a los dos? Ellos habían insistido en que eligiera, pero la Jovencita se había hecho la ofendida. A ver qué se habían pensado. Cuando les invitaba a subir era para eso, hacerse unas risas juntos, mirar una serie o escuchar los últimos reguetones que se había bajado  con el Spotify. ..”Y luego, lo que surja …”, se dijo ella ilusionada.

Mientras Remedios introducía su dolorido ano en el bidé del lavabo del hotel en Madrid, su hija Natividad se excusaba con sus dos ligues para pasar al baño y darse una ducha y vestirse únicamente con un sugerente batín japonés que realzaba sus formas, ya de por sí rotundas y voluptuosas. Nati no era guapa precisamente, tampoco mucho más alta que su madre, pero tenía todo lo que hay que tener y sabía lucirlo y esconderlo con maestría. Sus ojos eran chiquitos, pero penetrantes y luminosos, tenía la nariz un poco grande, pero sabía mover las aletas con energía cuando inspiraba y parecía absorber todo el aire de la habitación. Su boca sí que era atractiva, con labios gorditos y dientes regulares y voraces, muy blancos en contraste con su piel oscura, ya que su padre era colombiano y algo se le había pegado.

Entre tanto en Madrid, Remedios salía bien escocida hacia el hall del hotel donde ya le esperaban los colegas. Javier le dirigió una sonrisa disimulada con una interrogación en las cejas. Ella resopló levemente y movió la mano con disimulo indicando un “comme ci, comme ça”, ya que realmente el asalto culero de la noche anterior le estaba pasando factura.

Salieron todos en dirección a la sede corporativa en dos taxis. Reme y Javier no ocuparon el mismo vehículo, en su afán de hacer pasar desapercibido su “affaire”.

Nati emergió como una ninfa del lavabo, con su melena castaña al viento y haciendo babear un poquito a los dos galanes, que se miraban aún con cierta inquina, deseosos los dos de quedarse a solas con ella.

¿Qué vais a tomar, chicos? Se ofreció garbosa la moza, haciendo revolotear las faldas de su batín. Tengo cerveza, güisqui escocés y  licor de hierbas Esmeralda. ¿Qué? ¿Cerveza para todo el mundo? ¿Tú quieres, Diego? Diego era moreno y atlético, sin llegar a las dimensiones musculares de su amigo Antonio, que estaba hecho un Maciste y consumía botes de proteínas por docenas.

No, yo no quiero beber nada ahora, aseguró enfurruñado el primero. Lo que quiero, y éste también, es que te aclares. O se va él o me voy yo, o nos vamos los dos, pero no estamos para jueguecitos. ¿No, Toni?

Sí, sí. Elige tú, Nati. Nosotros nos queremos quedar los dos, pero…

Pero ¿qué dices, melón? Saltó Diego. ¿No hemos quedado que..?

A ver si me entiendes, que los dos nos queremos quedar, pero no los dos. ¡Ay, coño! Que cada uno se quiere quedar, pero el otro se ha de ir.. se iba liando el culturista, poco elocuente.

Nati había dejado que el batín se entreabriera, mostrando libremente el interior de sus dos voluminosas tetas y casi, casi, el nacimiento de su ansioso conejito. Esta circunstancia hacía balbucear a Antonio y desataba un tic en la cara de Diego, que era un poco hiperactivo.

Entonces, ¿no queréis venir los dos conmigo a la cama? Nati movía los deditos de sus pies descalzos como las uñas de una gata maula. Sois unos carcas, tíos. ¿Os da miedo veros el pito uno al otro? ¡Iros a la mierda! Y se tapó bruscamente las vergüenzas, frustrando el éxtasis de los mozos. Vosotros mismos. Me voy a la habitación; Si queréis venís y si no, ahí está la puerta. Y, con gesto garboso, Nati se dirigió hacia el cuarto de su madre. Conforme se alejaba, dejó escurrirse él batín de sus hombros y sus brazos; Finalmente también de sus caderas, de manera que antes de que se perdiera su silueta pasillo abajo, los dos amigos tuvieron una completa panorámica de la chica, incluido su rotundo y ondulante culo y sus piernas, algo menguadas, pero macizas y bien esculpidas, coronado todo por su exuberante cabellera castaña.

No extrañará al/la curtido/a lector/a saber que en menos de un minuto se tomara la decisión y los chavales se precipitaran corredor arriba. Al abrir la puerta, el espectáculo de la jovencita tumbada en la ancha cama de su madre, los brazos cruzados tras la nuca, las tetas grandes, firmes y morenas apuntando al techo y las piernas bien abiertas mostrando el frutal y ya húmedo tesoro, dejó en shock a los dos amigos, que no sabían por dónde empezar.

Diego se quitó los pantalones y los zapatos mientras se acercaba al lecho del placer. Antonio hizo lo mismo con la camiseta, aprovechando para mostrar sus poderosos músculos, bien resaltados gracias a una exhaustiva depilación.

¿Por cuál de los dos quieres empezar? Se interesó Diego, haciendo que su excitado pene se acomodara mejor dentro del eslip.

¿Es que tú no entiendes lo que digo? Se enfadó un poco la ninfa. Quiero hacérmelo con los dos. ¡Los dos A LA VEZ!

Así, según sus deseos, los amigos, con sus herramientas aún enfundadas y mirándose con cierta confusión, se vinieron a acostar a diestra y siniestra de Natividad, que los acogió amorosa con un largo y lenguaraz beso a cada uno. Después tomó las dos bellas cabezas masculinas y las dirigió hacia cada uno de los meloncitos. Voy a alimentar a mis dos cachorritos, anunció ella con voz melosa. Venga; hartaros de carne. Y así fue. No había bastantes labios, lenguas y dientes para abarcar las dos masas morenas y firmes.

Sin necesidad de indicaciones, los dos chicos dirigieron sus manos vientre abajo, llegando a tocarse en el camino. Tras corta y muda negociación llegaron a un acuerdo tácito y Toni se hizo cargo de estimular el coño ya bastante mojado con su mano izquierda, mientras Diego utilizaba la misma mano para magrear con fiereza las ansiadas nalgas femeninas, metiéndola por detrás.

Con sus manos libres, los amigos seguían acariciando el vientre y, ocasionalmente, pellizcaban las tetas entre lamida y mordisco,

Nati empezó a descontrolarse con tanta efusión. Aquello era la Gloria que ella se había imaginado. Cuatro manos y dos bocas ansiosas y, muy pronto, ya los estaba acariciando a través de la tela, dos tremendos cipotes dentro de ella.

Eran las nueve menos cuarto cuando el grupo de sindicalistas entró en el desierto e imponente edificio de la Castellana. Reme caminaba algo retrasada, preocupada por la sensación de flojera que afectaba su ojete. La sesión de sexo anal había hecho mella en su trasero y ahora no se fiaba mucho de la competencia de su esfínter.

Disculpadme un momento. ¿Es la dieciocho, no? Ahora subo. Anunció a sus colegas. Los lavabos de la planta baja estaban justo al lado del ascensor. Tras cinco minutos en la taza, Reme comprobó que las sensaciones que percibía no se correspondían con escapes no controlados de líquidos o sólidos. De vuelta al ascensor se dispuso a subir a reunirse con el resto del grupo. Un repiqueteo de tacones la hizo volver la cabeza.

Buenos días, Reme, saludó Lucía que llegaba muy peripuesta con su dos piezas de ejecutiva y su plateada cabellera recogida y sujeta con una sencilla diadema negra.

Hola jefa, ¿Subes? Repuso la mujer.

Claro.

Se introdujeron en la amplia cabina sin mirarse de frente. Lucía habló entonces, girando levemente la cabeza. Es una pena lo que pasa, Reme. Yo creo que si el comité hubiera aceptado una reducción de plantilla hace un año, podría haber planteado una remodelación parecida a la de la planta de Alicante, pero fueron demasiado inflexibles y yo me quedé sin argumentos… Remedios ¿Qué te pasa?

La murciana estaba en trance, atónita, con la mirada exorbitada fija en su directora. La puerta se abrió pero no hizo gesto de salir

¿Te encuentras bien?

Sí, sí. Tranquila, repuso atravesando el umbral del ascensor. Ahora voy. Y se quedó clavada en el pasillo mientras la rubia se alejaba intrigada en dirección a la sala de reuniones.

¡Aquel perfume! ¡Pues claro que lo había olido antes! Era el peculiar aroma de su jefa. No recordaba que nadie conocido lo usara menos ella. ¿Cómo demonios había llegado a la entrepierna de Javier la tarde anterior? Le vino a la memoria la nota de las narices. “Fuente de Cibeles a las 19,00”. ¿Era posible que Lucía…? Si pudiera ver algo escrito de su puño y letra, podría salir de dudas. Echó a andar vacilante. Era muy difícil conseguir una muestra de la letra. Hoy en día casi nadie escribe a mano las notas. Mails, whatsapps, SMS,.. Volvió a parase en seco. ¡Ella tenía una muestra de esa letra! En su casa, bien guardada en su mesilla de noche había un tarjetón de felicitación dirigida a ella. Si no le fallaba la memoria, Lucía le había escrito una corta frase en ese tarjetón. Pero ¿Cómo recuperar aquel documento? Había una única posibilidad.

Antonio iba un poco agobiado por el atracón de almeja que le estaba brindando Nati. Prácticamente sentada sobre la cara del macizo muchacho, la chica se relajaba con la lengua del mozo bien hundida en su grieta, el labio inferior rozándole el clítoris y la nariz temerariamente enterrada entre sus nalgas, aspirando los perfumes del pecado capital.

Sin perder el control, la muchacha se aplicaba a estimular con boca y manos el soberbio carajo de Diego, que permanecía de pie sobre la cama, con los ojos en blanco y sujetando la cabeza de la mamadora, en parte para mantener el equilibrio, en parte para evitar que detuviera sus manipulaciones que le estaban transportando al séptimo cielo.

Ella procuraba no perder el ritmo de la felación, pero también ponía la mitad de los sentidos en las caricias que Toni le estaba proporcionando en sus partes bajas. Las manos potentes del culturista, acostumbradas a manejar hierros y barras, se aventuraban a ciegas en busca de las magnéticas tetas, tan suaves y firmes, sensibles y duras a la vez. Aunque intentaba ser cariñoso, el deseo le hacía perder la medida y los pezones de la jovencita recibían pellizcos excesivos, que la excitaban de tal modo que sus dientes descontrolados se hundían brevemente en el tallo carnoso del pene de Diego, que miraba de frenar la voracidad de la moza con pequeños tirones de pelo.

Advirtiendo lo injusto del circuito, Nati decidió cerrarlo, de forma que todos recibieran su cuota de placer y apartó con los dedos el eslip de Antonio, dejando saltar su polla fuera del habitáculo. Era un miembro algo corto pero de un grosor que daba escalofríos si pensabas en que pronto lo ibas a tener dentro y removiéndose como toro en el redil.

En aquel momento álgido en que el carajo de Diego estaba a punto de estallar en la boca femenina, ella empezaba a estremecerse con las oleadas del orgasmo y Toni se arqueó isométricamente buscando el full contact de su polla entre las manos de la experta muchacha, en aquel preciso, jodido momento, sonó el móvil de Nati en el comedor.

Nadie hizo caso de las doce llamadas. Eyaculó el afortunado que podía hacerlo en el fondo de aquella garganta profunda, se corrió ella amenazando con asfixiar innoblemente a Toni con su ano y su vulva actuando de mordazas carnosas y apetecibles y derramó éste último un torrente de semen, que saltó por los aires bajo el empuje de las manos femeninas, regando tetas y cabellos, muslos y testículos y todo lo que se le puso por delante.

Apenas recuperados de tan compenetrado placer, el teléfono de la mesilla lanzó un timbrazo sorpresivo y desagradable. Se apartaron los mozos exhaustos y ella descolgó el auricular con la leche de Diego derramada haciendo graciosas burbujitas entre sus labios y la de Toni, densa y abundante, dando brillo a sus tetas.

¿Sí? ¿Hien esh? Articuló con dificultad

¿Nati? Soy la mamá. Qué te pasa en la boca, ¿estabas dormida?

¡Coñ..! Digo ¡qué sorpresa, mami! Ya se había tragado media ración de crema y escupido la otra mitad.

¿Estás estudiando? ¿No habrás salido de fiesta, verdad?

No, no. Estoy aquí estudiando toda la noche. Ahora me iba a ir a la cama y me he hecho un vaso de leche.

Pues muy bien me viene que estés despierta. Nati, mira en el segundo cajón de la mesilla de noche. Hay un paquete negro. Eso no lo abras que es un tema mío. Debajo hay una carpeta azul. ¿La ves?

Sí, claro.

Dentro hay un tarjetón con una tarta o algo así, Hay unas velas y dice..

Felicidades a la más marchosa..” Ya lo veo

Tienes que hacerme una foto de las dedicatorias que hay dentro y enviarlas por el móvil.

Sí, hombre ¿Y qué más? Tengo ganas de irme a la cama, mami. ¿Qué leches es esto del tarjetón?

¡Nati, hostia! ¡Que es muy importante! Hazlo ahora mismo! Cuando Reme se cabreaba era temible aunque estuviera a cuatrocientos kilómetros. Vale, vale. Ahora te lo envío

¿Qué pasa, tía? ¿Nos vestimos y nos vamos? Diego protestó rascándose los huevos con fruición para eliminar los residuos seminales de su compañero.

He de hacer lo que me pide mi madre, garrulo. ¿Sabes qué? Mientras, os vais a duchar los dos, que oléis a tigre que apestáis.

¡Joder! Qué forma de cortar el rollo a la gente. ¡Suda de tu madre, coño, que es una pesada! Insistió Diego mientras Toni ya se alejaba hacia la ducha. Venga a ducharse, tío, apuntó el cachas, Bueno, después que yo, ¿eh? Que no hace falta tanto roce.

Desnuda, Nati salió bamboleando sus esferas carnosas en dirección al comedor. Apenas tenía batería y estaba ansiosa por volver a la cama con sus dos compinches, así que fue al grano. Había hasta catorce dedicatorias en el tarjetón. Lo puso sobre la mesa y empezó a registrar fotos. “Eres la mejor, Reme. 45 es tu número de la suerte”; ”El tiempo pasa para todo el mundo, pero tú pasas de él. Te queremos” y así hasta catorce mensajes chorras, casi todos escritos con letras femeninas y rudimentarias, de amigas, compañeras de curro…

Uno de los textos le llamó la atención por la caligrafía enérgica y cultivada ; Era más corto y original: “Feliz aniversario, Reme. Que podamos seguir discutiendo muchos años… Lucia” Echó la foto y apretó “enviar” por enésima vez. “Ya está” guaseó su madre “Es el que busco”.

De vuelta al dormitorio, un aroma de moussel envolvió a Nati. Como dos perros traviesos, los muchachos agitaban las cabelleras mojadas recostados en la cama tras la ducha, con sus colas descansando relajadamente entre sus ingles.

La chica recuperó de un salto su puesto preferente en medio de la pareja y empezó a repartir achuchones a derecha e izquierda, hasta que ellos se los devolvieron en forma de cosquillas. Las axilas y el vientre, las tetas, los pies, a todas partes llegaban las manos de los dos rapaces.

Se había roto el hielo y Nati era la muchacha más feliz de toda la comarca, con sus dos galanes empezando a mostrar signos de recuperación de la función eréctil, en un tiempo récord. La edad, es lo que tiene.

Reme observó atentamente cada detalle de la dedicatoria. Todo coincidía. La letra firme y elegante, propia de persona culta y enérgica, ligera separación de consonantes y sobre todo, aquella esferita perfecta del punto de la “i” de “Feliz”, elevándose majestuosa sobre las otras letras, más alta que la “l” misma. No había duda. Javier y Lucía. ¿Pero por qué? ¿Qué mierda de secreto se traían entre manos? y, sobre todo, ¿qué intenciones tenían?

Reme no sintió celos, no le importaba compartir a un amante, pero se sintió engañada, es decir, estafada por aquella pareja de tunantes. En modo zombi, subió hasta la planta dieciocho y se topó precisamente con Javier, que la iba buscando.

¿Dónde te metes, tía? Que estamos reunidos ya.

¿Con la empresa? Preguntó ella en tono neutro