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Los dulces tormentos de Grace IV

en Dominación

“Es cierto, bonita mía. He caído en la tentación de entrar en la historia. Estoy asustado porque cada vez pienso más en el cuento y menos en la vida real. Hay momentos que la historia me parece más auténtica que mi familia, mi trabajo, el club de ajedrez,.. Claro que poder hacerte el amor, aunque fuera en un relato, fue la experiencia más fuerte de mi vida, te lo juro”

“Vaya, muchas gracias. Yo también lo pase bien, aunque te voy a pedir algunos cambios en tu aspecto si quieres repetir. ¡Bueno, como eres el autor, repetirás cuando quieras, ya lo sé! Pero a mí me gustaría que me hicieras caso. Así disfrutaremos más los dos. Y si vas con otras mujeres, que me parece bien, seguro que les gustarás mucho más si me escuchas y haces algunas… mejoras.”

“ Ay, Grace! Me temo que ya he repetido”

“¿Tan pronto?. ¡Mira el abuelo cebolleta! Y estás ahí quejándote que la tienes como una uva pasa. ¡Claro, si te pasas la vida follando..!”

“Es que Flor se lo ha tomado muy en serio. Le pedí consejo sobre si podía participar en sus movidas personalmente. Me dijo que sí, por eso fui a aquella cena contigo y los demás. Pero el domingo me llama y me dice que era una caña de macho dominante, que con los años y la sabiduría y no sé qué soplapolleces más. Total que quedamos que me llamaría si surgía algún otro trabajito especial.”

“¿Y con quién montaste la segunda incursión?”

“Bien, con una conocida: Desiré”

 

“¡No me digas!”

“Sí. Doña Flor tiene planes para su nuevo fichaje. Está muy satisfecha con ella. Había apuntado maneras de viciosa integral y decidió la señora dar el paso definitivo para ganársela de forma irreversible. Después de estimular sus apetitos era el momento de forzar la mano y hacerle experimentar sensaciones extremas. Había riesgos en lo que tenía pensado hacer, pero confiaba en saber mesurarlo hasta el punto de lograr sus objetivos sin perder el control ni espantar a su pupila excesivamente.

Desiré era feliz después de someter a su novio y gozar de su linda polla sin permitirle penetrarla. Doña Flor se había convertido en poco menos que una divinidad para la muchacha. Así que no vaciló en obedecer cuando recibió una llamada de la señora citándola a ella sola el martes por la tarde. Llegó a la casa hacia las seis después de caminar veinte minutos desde la parada del autobús. Venía excitada y nerviosa ya que se imaginaba que la convocaban para continuar con su instrucción. No se imaginaba lo que le iba a ocurrir.

Y ahora intervengo yo: Unas horas antes me había llamado Doña Flor para mandarme que fuera a otra sesión por la tarde. Me pareció demasiado después de la cena del sábado contigo y Karim y el matrimonio holandés. Pero insistió y me animé. Total, ayer por la tarde tenía taller de electrónica, así que me senté, pasé lista y distribuí el material. A las cinco, un cuatro por cuatro blanco paró en la esquina de la escuela industrial, justo bajo mi ventana. Fue la señal convenida. Salí de mi cáscara, dejando a Don Antonio López, el profesor cascarrabias al cuidado de mis jóvenes técnicos mientras mi yo literario, Toni el crápula, iba a conocer a mi compañero de actuación, que doña Flor me había descrito como un joven encantador, además de un rico empresario.

Así es. Alfredo es un tipo legal. No hace ostentación de nada, aunque tiene pasta para dar y tomar y su aspecto es muy agradable. Es de mi altura más o menos, muy moreno y con una sonrisa de anuncio de colgate . Debe pesar veinte kilos menos que yo, o sea, que está en forma, y le encantan los deportes. Es asiduo de doña Flor porque tuvo muchos desengaños amorosos, por ser tan rico piensa él. Ahora sólo busca experiencias sexuales, no personas ni afectos, que le hacen sufrir. Ya ves: Llegamos al mismo sitio yo por olvidar angustias y él por evitar tenerlas”

“Vale. Siempre te enrollas más de la cuenta. Dime lo que pasó.”baniza

“Por el camino a la urbanización, Alfredo me puso al día de las actividades del pequeño círculo íntimo de Flor. Son como una secta de Amos y Amas, con sus respectivos sumisos y sumisas y algunos invitados como yo, que no somos ni carne ni pescado, o sea, que podemos ser sometidos o someter. Somos viciosillos poco definidos.

Aparcamos dentro del jardín, al lado de otro coche que ya estaba allí. Entramos y me presentaron a otra señora de mi edad que me pareció muy enrollada. En un aparte, doña Flor me comunicó que era una invitada como yo, ni esclava ni tirana dentro de la organización, pero muy activa y pieza clave de muchas reuniones.

Poca rato después, Desiré Llamó a la puerta del jardín y esperó hasta que se abrió. Avanzó entre los rosales y se sorprendió un poco al ver dos grandes coches de gama alta aparcados en el patio delantero. Había visitas.

Avanzó resuelta pero intrigada. Se miró antes de traspasar el umbral del chalé. Llevaba puesto un pantalón ceñido y unos zapatos verdes con mucho tacón. Arriba, una blusa holgada de color amarillo que  trasparentaba un poco el sostén negro y su apetitoso y abundante contenido. Doña Flor se ha propuesto renovarle la imagen inmediatamente.

Oyó voces y risas y avanzó decidida hacia el salón de la casa. Su dueña estaba sentada en un sillón. Junto a ella, una mujer más mayor, delgada, morena y miope, reía hasta la lágrima de algo que la dueña de la casa le estaba contando. Delante dos hombres, el primero de unos treinta años y cercano a la sesentena el segundo, bebían cerveza en grandes jarras y sonreían también siguiendo la conversación.

Se hizo el silencio al irrumpir la joven, pero inmediatamente doña Flor alargó la mano en su dirección para indicarle que se acercara. Lo hizo con timidez y sintiendo las miradas de todos los presentes sobre ella. Te estábamos esperando, cariño. Hoy será un gran día para ti. Doña Flor, tan agradable como siempre, pero ¿qué era lo que se traía entre manos?

Los dos hombres nos levantamos para besar afectuosos y educados a la recién llegada. La señora mayor también. Flor hizo sentarse a la muchacha en un sillón libre y le ofreció una copa de vino blanco como las que las otras dos mujeres sostenían entre los dedos. Todo parecía agradablemente convencional, pero Desiré sospechaba que se preparaba alguna terrible depravación y ella era la protagonista de lo que se fraguaba allí.

Al fin, doña Flor tomó la palabra para pronunciar un pequeño pero ilustrativo discurso:

Bueno, bonita: es el momento de tu iniciación. Estos amigos serán tus maestros y tus guías No será fácil para ti, ya te lo advierto, pero, si pasas las pruebas que te hemos preparado, serás una de las nuestras, entrarás en uno de los clubs más selectos de la ciudad. ¿Qué te parece?

La chica se encogió de hombros y preguntó qué pruebas eran esas.

De momento, queremos verte en ropa interior, cerdita mía. Vamos, fuera ese conjunto tan horroroso.

No pareció dispuesta a obedecer, aunque todos sonreíamos amigablemente animándola a hacerlo. Al contrario, se levantó indignada. Pero, ¿Qué se han creído? ¿Para esto me ha hecho venir?. Doña Flor cambió de expresión y acercó la boca al oído de la pequeña rebelde. Mira, tesoro, no me vas a hacer perder el tiempo. Tengo grabada toda tu fiestecita con tu novio y hay buenas ofertas para venderla a distribuidoras de internet. Si no quieres convertirte en la risa de toda Valencia y provincia obedece sin rechistar. A la pobre Desi se le mudó el rostro. No se esperaba un golpe tan bajo de su tutora.

Pero reaccionó con presteza. Sabía que doña Flor era capaz de joderle la vida si no cooperaba, así que se quitó el pantalón y la blusa conservando los zapatos ¿Qué quieren de mí?.¿Qué más tengo que hacer? Hubo un murmullo de admiración a la vista de las impresionantes tetas de la muchacha y doña Flor tomó de nuevo la palabra.

He visto que tienes talento, cielo. Pero hay que hacerlo salir. Estos amigos van a ayudarte a descubrirte tal y como eres. Y tenemos una sorpresa para ti y para Mohammed.  Alfredo es un hombre de negocios. Alfredo, seguro que en alguna empresa conocida puedes colocar a un electricista joven. ¿No es así?. Él asintió cordialmente. Y tu Toni, ¿verdad que le darás clases a Desi y le ayudarás con sus deberes, a ver si acaba el bachillerato?.  Cómo no. Por supuesto que lo haré, dije yo sonriendo de oreja a oreja.

Ya ves, amor. Si nos sigues el rollo todo van a ser ventajas para ti, y si no…  Desiré empezó a animarse con el plan. Le daba miedo lo que pudiéramos hacerle, pero los incentivos expuestos la motivaban. Y realmente le iba la marcha como había intuido Flor desde el primer día.

Vamos a remodelarte, por dentro y por fuera. Tú eres una golfa, no una reprimida, y nosotros haremos salir a la ninfómana que llevas dentro. ¿Qué te parece?. La pobrecilla dijo que no sabía qué quería decir con ninfómana y la dueña de la casa dio la señal para empezar los preparativos.

No me imaginaba que todo fuera tan ritual en estas reuniones. Parecía una ceremonia religiosa. Una especie de sacrificio, ya ves. La vestal medio desnuda se entregó resignada a su suerte, aunque sabiendo que sacaría partido de la situación. ¡Madre mía!, Pensé. La que me ha caído encima. A mí que nunca me ha gustado dar clases de repaso. Pero cuando Desiré hinchaba el pecho poniendo a prueba la solidez de las telas de su sostén, me daba la impresión de que valía la pena el esfuerzo de aleccionarla a cambio de lo que íbamos a vivir a continuación.

Como soy novato total en esto, dejé a Alfredo dirigir las operaciones. Fuimos juntos a su coche y empezamos a bajar una gran maleta y otras cajas pequeñas. Mientras tanto, Doña Flor i Hortensia, que así se llama la señora miope y morena, se llevaron a la muchacha al baño para empezar los arreglos. Hortensia es esteticista, estilista, maquilladora, tatuadora y experta en piercing. Es un personaje clave de los montajes de doña Flor con Alfredo.

Volvieron al cabo de treinta minutos con Desiré sorprendentemente transformada, por obra de un corte de pelo y la aplicación de una especie de fijador de tonos oscuros, casi azabache. Su cuello era ahora más visible y seductor y sus rasgos, un poco orientales, lucían más con aquel cabello. Sus aparatosos senos parecían haber crecido unos centímetros por contraste con la menguada cabellera. Estaba seria pero no del todo disgustada.

Vamos a ver, Desiré. ¿sabes lo que es el Bondage? Preguntó Alfredo ordenando cuerdas, esposas, cadenas y otros enseres delante de la muchacha.

¿Es eso de los árboles enanos chinos? Lo dijo con toda la inocencia y si no hubiera  sido por los nervios me hubiera echado a reír bien a gusto. 

Es parecido, admitió Alfredo. Los japoneses, no los chinos, ponen ataduras a los árboles jóvenes y los modelan a su capricho, dejándolos enanitos para decorar sus casas y jardines. Nosotros vamos a atarte a ti, preciosa, pero no para que no crezcas, sino al contrario, para convertirte en la más grande de todas las viciosas del reino.

La chica escuchó encandilada la perorata de mi nuevo amigo que es un piquito de oro, mientras veía como empezaba a anudarle una cuerda por los antebrazos, que fueron quedando unidos de la muñeca al codo. Yo estaba mientras tanto montando una especie de tabla con patas de forma curvada, como un pequeño tobogán. Alfredo condujo a la joven bien atada de brazos a la plataforma y la tendió sobre ella. Su cabeza quedó más baja que su culo, apoyado en el extremo contrario del extraño banco. Alfredo levantó los brazos atados de Desiré y los sujetó por encima de su cabeza. Tiró con fuerza hacia atrás  y los hombros se tensaron, proyectando las tetas hacia arriba como dos misiles tierra-aire sujetos por las copas del sujetador.

Desiré gimió de dolor y empezó a protestar, pero Alfredo la hizo callar enseguida, por el procedimiento de meterle en la boca una especie de protector dental de boxeo que se sacó del bolsillo. Con mucha destreza, hizo girar unas palancas dejando boquiabierta a Desi, no de asombro sino de verdad, ya que las mandíbulas se separaron irresistiblemente y la chica quedo impedida de articular palabra, aunque siguió emitiendo sonidos de protesta.

Cuidando de no recibir una patada, le quitamos los zapatos y conseguimos sujetarle las piernas hasta atarlas fijando la parte posterior del muslo a la pantorrilla con una cuerda bien ceñida. Entonces bastó pasar otro cabo por las rodillas y estirar con unos cables que tiene el banco, para dejar a la muchacha con las piernas bien abiertas y los pies separados lo suficiente para dejarnos acceder a sus intimidades sin que pudiera presentar la más mínima resistencia. Hortensia se acercó y, con unas pequeñas tijeras, corto las cintas de la braguita, dejando al aire el coño chiquito de Desiré con sus deliciosos pelillos castaños y el ano, muy pigmentado de oscuro, en medio de unas nalgas redondas pero poco voluminosas, quizás para compensar lo de las tetas.

Ahora, Antonio, quiero que te esmeres en mimar el chochito de la nena, ordenó la dueña de la casa. Caricias, lamidas, chupetones, pero nada de penetraciones profundas. Quiero que le pases el glande por los labios y lo metas sólo un poquito. Fíjate, hasta aquí. Y doña Flor señaló con su dedo índice los límites de la profanación, fijados a apenas cinco centímetros de la entrada.

Desiré se desgañitaba sin poder hacerse entender con la boca dilatada. Sólo se podía expresar moviendo sus veinte deditos, pero generaba un montón de babas que pronto empezaron a caer por sus mejillas hacia arriba, recorriendo las sienes y el cabello, ya que estaba prácticamente cabeza abajo. Alfredo se abrió la bragueta y extrajo una polla de mediano calibre que hundió en la boca líquida de la joven. Vamos, cielo. Haz vibrar esa lengua de gatita, le conminó estirándole de las orejas y del nacimiento del cabello hasta que la pobre obedeció a su entera satisfacción.

Yo había iniciado mi misión exploradora con labios y dedos. El sabor de aquella vagina adolescente me trajo recuerdos juveniles y se me empañaron los ojos, recordando cunnilingus menos bizarros pero mucho más apasionados de mis años mozos. Me hipnotizaban los deditos de los pies que estaban indefensos pero agitados delante de mis narices. Los besé cariñosamente mientras frotaba el chumino haciendo emerger el botoncito rosado. Finalmente me decidí a abrir mi bragueta y sacar a tomar el aire al pajarito, que estaba ya revuelto e hinchado por las sensaciones vividas. Froté la entrada, el introito creo que se llama técnicamente, y noté que estaba más mojado ya que mi propio glande. Doña Flor me miró severa para advertirme de mis límites, pero no hacía falta. Yo estaba disfrutando del juego mucho más de lo que podía gozar de un mete – saca salvaje. Desi Gemía con la boca llena de carne. Las dos señoras se lanzaron a recortarle los tirantes del sostén y a dejar al aire los prodigiosos melones. Luego se aplicaron a amasarlos, usando dos manos cada una y haciéndose cargo de una mama por cabeza, y diría que faltaban manos.

Hortensia dejó su presa para abrir una caja que traía preparada y extraer unas planchas perforadas con muelles, parecidas a pinzas. Las colocaron por debajo de los pezones de la muchacha comprimiendo ferozmente las puntas de las tetas. La presión era bárbara y facilitó mucho que, con un gesto rápido, Hortensia perforara la mama derecha atravesándola por el borde de la areola. Yo me esmeré más a frotar, sobre todo cuando noté unos reveladores espasmos dentro de la gruta prohibida. El otro pezón corrió idéntica suerte y en un minuto, Hortensia había podido colocar unas grandes anillas de oro adornando aquellas maravillas de la naturaleza dignas de un documental. Con gran habilidad pasó una cadenita por los aros y tiró de los extremos hasta unirlos con un pasador. Alfredo acentuó la inclinación del banco y las mamas cayeron hacia atrás bien sujetas entre sí, poniendo a su alcance un valle profundo pero fuertemente comprimido por los aros pezoneros.

La saliva de la cautiva había dejado la polla de Alfredo hecha una sopa que entró por el valle como cuchillo en la mantequilla. Esta acción tensó los pezones y se oyó el grito de la chica, no supimos si de gusto o de rabia. Yo me inclino por lo primero, pues cuando se inició el vaivén de la gorda polla de Alfredo en medio de las tetas unidas, los tirones inevitables de los pezones perforados por las argollas se acompañaban de espasmos vaginales que la punta de mi capullo detectaba gozoso.

De vez en cuando, Alfredo sacaba el alfanje de su vaina y lo hundía en la boca dilatada para ensalivarlo bien. Otras veces eran los huevos los que entraban en la boca encharcada a disfrutar de unos lengüetazos desesperados. Yo no sabía dónde descargar toda la excitación acumulada, pero Hortensia vino en mi ayuda. Se había quitado el pantalón y las bragas dejando a la vista un culete moreno de nudista nada despreciable. Ven aquí depravado, no vayas a taladrar la almeja prohibida ordenó poniéndose a cuatro patas debajo de mí, Hortensia me permitía comerle el coño a la jovencita y clavarle a ella la polla en un ojete veterano pero tan experimentado que pareció abrirse como una boca para engullirla.

Poco duré yo en esta posición. El esfínter me estrujó con deleite vaciando mis huevos sin misericordia y un chorro de líquidos emergió también como una erupción volcánica del cráter hirviente de la muchacha. Coincidió esto con la descarga de Alfredo, que se convirtió en bíblico río de leche corriendo entre las peñas de carne.

Hortensia disfruto de su enculada tanto como yo, aunque  ella siguió tocándose al acabar. Doña Flor empezó a liberar a la novicia. Primero retiro la cadena de las anillas i los pechos cayeron a los lados dejando a la vista un auténtico charco de semen que empapaba la parte interna de los dos repletos melones. Alfredo aflojó la tensión del abre-bocas y lo retiró, sin que Desi articulara palabra. Entre los dos la incorporaron y cortaron las ligaduras.

Depositada sobre el sofá, los cuatro nos afanamos en frotar sus extremidades y tranquilizarla con dulces palabras. Al fin ella rompió a llorar abrazando a doña Flor.

Al cabo de un rato todos estábamos vestidos y charlando en torno a una mesita baja en la que se habían servido algunos aperitivos, cervezas y unos emparedados. Desiré estaba roja de excitación y hablaba y reía por los codos. La iniciación había sido un éxito.”

“Bueno. Es una historia divertida. No te has atrevido a hacer que la violaran pura y llanamente y luego la echaran a patadas. Tienes prejuicios, como me pasa a mí.”

 

“Sois todos hijos míos, mis creaciones. No me gusta veros sufrir, la verdad”

“Por eso creo que eres un encanto. No te conviertas en un sádico violador en tus relatos. Es mucho mejor que vengas a follar con nosotras, tus personajes. A nosotras siempre nos va a apetecer,.. y si no tú harás que nos guste, claro.”

“Oye. ¿Y si creo a alguien tan perverso que no me importe darle su merecido y saciar mis bajos instintos?”

“Inténtalo si crees que te va a excitar, pero no creo que te salgas con la tuya.”

“Quizás en el próximo relato…”