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Mis Microrelatos 11

en MicroRelatos

Carol siente las gotas de sudor correr desde su frente hacia su nariz y también resbalar por sus mejillas. Cierra los ojos y se deja sumir en el dulce sopor que le provoca la bajada de tensión, debido a la alta temperatura y la humedad de la sauna.

 

Nota un cosquilleo entre sus muslos cuando sus fantasías acuden a la mente, en ese estado parecido al duermevela. Fantasías muy concretas a las que lleva tiempo dándole vueltas.

 

Esta mañana ha tomado un primer café con Felipe. Sonríe al recordar la cara de sorpresa que puso cuando ella le dijo:

- Bueno, vas a invitarme a ese desayuno por fin ¿o no?

 

Los dos solos, en una pequeña confitería, alejada de donde se reúnen habitualmente los padres del cole para desayunar. Algo en aspecto muy formal que no deja traslucir la guerra subterránea que se libraba bajo las apariencias: Felipe intentando poner la directa y ella parándole los pies.

Hace mucho tiempo que no hacía algo así, de manera que ahora no tiene prisa. Quiere marcar bien el terreno; quiere dejar claras las reglas del juego; pone sus condiciones y Felipe las acepta, y todo esto, sin decir apenas una palabra al respecto. Conversación intrascendente pero llena de propuestas veladas.

 

A Carol no le importaría follárselo esa misma mañana. En vez de irse al gimnasio, montarlo en el coche y llevárselo ella misma a un motel de carretera que conoce, apenas a quince minutos de allí. Discreto, fuera de la vista. Dónde suelen ir habitualmente parejas que buscan intimidad, como bien sabe por alguna de sus amigas y conocidas.

 

Felipe es el jefe de su propio negocio. No tendría ningún problema en justificar un retraso de dos o tres horas. Sexo intenso, calmando todas sus ganas, sacando fuera todos sus demonios, gritando como una perra en celo para ponerlo aún más caliente…

 

Pero como acaba de pensar, prefiere que las cosas vayan pausadas para que salgan bien, que es tanto como decir “como ella quiere”.

 

No hay prisa. Puede esperar y además, así Felipe estará más caliente y desesperado. Lo quiere enfebrecido, ansioso. El primer encuentro tiene que ser brutal. Un cuerpo a cuerpo desenfrenado. Y también lo quiere manejable. Después de eso, rendido y agotado, hará su voluntad. Ella será la que marque el ritmo y las condiciones de la relación. Carol sabe que esa es la clave. Un primer destello cegador de placer sin límite, y ya será suyo, siempre que sepa jugar sus cartas. Lo difícil no es manejarlos al inicio, sino hacerlo una vez que han obtenido lo que quieren.

 

Vuelve a sonreír. Una vez más le viene a la memoria la cara con la que lo ha dejado, cuándo él le ha propuesto una cena.

 

- Si te portas bien tal vez... Pero yo decidiré cuando. Tú vete buscando las excusas que le vas a poner a tu mujer… le dice descarada.

 

Quizás es la única frase directa que se permite. Todos los demás se sobreentiende. Y los dos lo saben.

 

Carol lleva la mano a su entrepierna.

 

Sus dedos se meten debajo de la tela del bañador y recorren su rajita. Se siente húmeda. Aumenta el cosquilleo conforme se acerca a su clítoris, que está duro como un garbanzo. Lo pellizca lentamente haciendo pinza con dos dedos. Una arcada de placer le sube desde el vientre.

 

Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, retira la mano.

 

En cualquier momento puede entrar alguien a la sauna. Quizás años atrás, a la otra Carol no le hubiera importado, incluso le hubiera parecido divertido. Pero a la Carol actual, casada y con dos hijos, no le apetece ponerse en evidencia. Ahora la provocación tiene un límite para ella.

 

Está dispuesta a resarcirse. Tiempo tendrá de dar rienda suelta a sus fantasías cuando se quede a solas con Felipe.

 

Se va al vestuario y se ducha ¿Quizás en la intimidad de la cabina? No. Se aguanta hasta llegar a casa. Le apetece un orgasmo fuerte, salvaje…está muy caliente. No de pie en la incomodidad de la ducha y ahogando los gemidos para que no la oigan.

 

Mientras se dirige a su hogar, excita su propio morbo pensando de qué manera se va a masturbar. Tiene varios juguetitos que puede utilizar.

 

Finalmente se le ocurre cómo. Dispone de mucho tiempo así que llenará la bañera de hidromasaje. Apagará la luz y encenderá unas velas olorosas. Y luego...

 

Veinte minutos después, Carol se sumerge en el agua caliente. Siente como se abren los poros de su piel y como el calor penetra dentro de su cuerpo. Se deja flotar un rato, aprovechando para desconectar de todo lo demás y concentrarse en imaginar cómo será ese primer encuentro con Felipe. Su primera aventura desde que está casada.

 

Un cuerpo distinto, un nuevo deseo, un amante diferente, perdiendo la cabeza por estar con ella, una nueva verga... Sonríe...Jorge no está mal dotado pero Felipe es más alto y corpulento. Esto promete...se dice para sí misma.

 

Se le va la mano a la entrepierna y comienza a acariciarse. Está muy caliente. Lleva así toda la mañana, desde su encuentro con Felipe. Pero ahora está en casa sola y puede dar rienda suelta a su deseo. Cuando nota que su clítoris hinchado comienza a emitir destellos de placer se detiene.

- Vamos a innovar un poco… se dice a sí misma, recordando lo que le ha venido a la cabeza de camino a casa.

 

Coge un consolador que simula perfectamente un pene. Últimamente ese dildo le ha dado muchas alegrías. Le pone lubricante. Aúpa un poco el culo para sacar su pubis del agua. Se pasa la punta por la rajita. La recorre a todo lo largo, deteniéndose en el clítoris para frotarlo. Repite el movimiento varias veces. Se siente mojada por dentro y por fuera.

 

Luego, busca la entrada a su sexo y coloca el falo de látex. Empuja suavemente y nota cómo va entrando sin demasiada dificultad.

 

Se imagina que es la verga de Felipe follándola al fin, acoplándose a cada rincón de su vagina y llenándola. Cuando llega al fondo, nota un pequeño pinchazo que rápidamente se transforma en placer. Durante un rato repite, sacándose y metiéndose el consolador. Con los ojos cerrados, se imagina que su nuevo amante la jode fuerte y acelera el ritmo.

 

La mano libre aprieta las tetas, pellizcando uno de los pezones. Se siente muy guarra. Necesita sexo fuerte y sucio. Sabe que Felipe se lo dará. No lo intuye, está segura. Todavía conoce muy bien a los hombres y piensa que no se puede equivocar con este.

 

De repente abre las piernas poniendo cada una a un lado de la bañera. Se mueve hacia el grifo y se coloca de forma que el chorro de agua caiga directamente en su clítoris. Va regulando la temperatura hasta que alcanza la idónea para sentir calor, pero sin quemarse. Luego lo abre a tope. El chorro de agua impactando contra su botón del placer, le hace sentir un cosquilleo al principio un poco molesto, pero luego, poco a poco, siente como pequeños calambres de placer.

 

Ella nunca se había masturbado así. Se lo ha oído contar a dos niñatas del gimnasio, mientras se cambiaban en el vestuario. Una dijo que lo hacía con mucha frecuencia y que alcanzaba unos buenos orgasmos. Que lo practicaba desde muy jovencita porque cuando era adolescente, no quería perder la virginidad. Y si se masturbaba con los dedos al final siempre intentaba meterse alguno.

 

Fuera verdad o una chorrada que se había inventado la nena, excitó su curiosidad.

 

Y claro, en cuanto tuvo oportunidad probó. Eso requería tener tiempo para montar toda la parafernalia, así que no era una forma fácil de desahogo. A ella no le resultaba fácil llegar así. Tenía que estar relajada y muy caliente. Tardaba, pero al final el orgasmo llegaba. Y quizás por ese tiempo de espera y por haberlo trabajado de menos a más, descubrió que además de diferente era intenso.

 

Y ahí estaba ahora, con la innovación que se le había ocurrido. Simultanear el falo dentro de ella, con el chorro de agua por fuera.

 

Y ciertamente estaba dando muy buen resultado. Porque si cerraba los ojos, lo que sentía dentro era la polla de Felipe. Imaginaba que el impacto contra su clítoris era el roce del pubis de su amante. Empezó a sentir contracciones de placer y una oleada de gusto la sofocó. El orgasmo nació de muy dentro, propagándose por su vagina y subiendo desde su vientre hacia arriba. Como si fuera una corriente eléctrica que pugnaba por salir a través de sus pezones, duros como piedras.

 

Fue dilatado y vivo. Aún siguió moviéndose un rato, apartando su coño del chorro de agua porque le hacía unas cosquillas insufribles de lo sensible que lo tenía, pero permitiendo que siguiera impactando sobre sus labios vaginales y sobre su pubis. Se imaginó a Felipe sudoroso dejando caer su peso sobre ella, después de haberse vaciado dentro. Lentamente se sacó el consolador, imaginando que era su amante retirando por fin su verga de dentro.

 

La infidelidad ya estaba consumada en su mente. Ya tocaba llevarla a cabo físicamente.

 

Carol sale a la terraza. El pelo cubierto con la toalla. Solo el albornoz tapa su cuerpo. No suele beber a esas horas, pero se permite el lujo de ponerse una copa de frizzante de manzana bien frío, para equilibrar la temperatura de su cuerpo tras el baño caliente y el orgasmo más caliente aún.

 

Se tumba en la hamaca y se entreabre un poco el albornoz dejando que el sol llegué a sus piernas y al inicio de sus pechos. Definitivamente ha sido una buena mañana.

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