Agustín.

Tras la última escapada, Agustín consideró que la cosa estaba ya madura para ir un poco más lejos. Lina respondió mejor de lo que esperaba a las experiencias de visitar locales liberales. Hacía mucho que no la había visto como esa noche. Se puso terriblemente cachonda y pudo verla luchar contra su deseo de follarse a Luis. Estuvo a punto. La próxima vez podría ser cuando consumaran. Esta, habían estado muy cerca. Cuando salieron, ella se le ofreció como hacía mucho tiempo que no lo había hecho. La recordó abierta de piernas, agachada sobre una barandilla y ofreciéndole su culo. Deseosa de sentirla dentro.

Él tuvo que hacer un gran esfuerzo cuando estuvo con Ana. Se desconcentró solo un momento, mientras jugaban a restregarse sus sexos bajo la toalla. Estuvo a punto de olvidarse de todo y follársela allí mismo. La chica no era uno de sus estándares de belleza, pero era juguetona, descarada y muy lanzada. Era el primer coñito distinto que tocaba en mucho tiempo y sus melones voluptuosos, se movían de un lado a otro, imposibles de manejar y contener. En un momento dado, cuando simulaban la postura del misionero, la tensión alcanzo un punto máximo. Su polla recorría por fuera la rajita de Ana, que ya estaba muy mojada. Sus risitas y bromas se fueron entrecortando cada vez más y su cara dejo traslucir el deseo que sentía.

Ella cerró los ojos un momento, mientras su verga le masajeaba el clítoris. En una de las arremetidas, apunto un poco más bajo y su capullo entro de golpe en su coño, deslizándose el falo detrás de el por la húmeda vagina, casi hasta la mitad. Ana abrió de golpe los ojos y puso una cara como simulando regañarle, pero él sabía que le había gustado. Lina lo miraba y eso le hizo darse cuenta que no podía columpiarse demasiado. Mientras la observaba, tratando de escrutar en su rostro si se enfadaba o solo estaba excitada, sintió la mano de Ana por debajo de la toalla, buscando su miembro. Le agarro la verga y la recorrió a placer con sus dedos, recreándose en ella.

Luego la dirigió a la entrada de su coñito, situándola frente a su agujero y moviéndola, para que el glande se abriera paso entre sus labios vaginales. Ahora Lina parecía estar a lo suyo, con los ojos cerrados y concentrada en algún pensamiento al parecer muy excitante. Él sabía que debajo de la toalla Luis jugueteaba con la verga contra la entrepierna de su mujer, pero la conocía bien y sabía que no estaban pasando a mayores. Agustín aprovechó el momento de distracción y acabo de enfundarle la polla a Ana. Ambos mantenían una sonrisa ficticia pero si sus miradas pudiesen hablar, él la oiría decir

- Fóllame, fóllame…

Eso era lo que le pedían sus ojos. Y eso es lo que él hizo. Muy lentamente, su verga recorrió la vagina de Ana hasta el final. Y luego vuelta a empezar. Las risitas fueron espaciándose cada vez más. Asimismo, a Ana se le entrecortaba el aliento y apenas podía seguir disimulando. El empujaba despacio hasta que su polla tocaba fondo y durante unos segundos, la mantenía allí, presionado, sintiendo sus huevos tocar el perineo de la chica.

Apenas tuvo tiempo para tres o cuatro arremetidas más, cuando volvió la cara hacia Lina, justo a tiempo de ver como abría los ojos y con un pequeño empujón de las manos, ponía a Luis en su sitio. Se había acabado el juego.

Ella le lanzo una mirada como diciendo

- Hasta aquí hemos llegado por hoy.

Él salió de Ana, que contrariada al sentir que la polla abandonaba su vagina, emitió un gruñido de desaprobación. Sus uñas se clavaron en las caderas de Agustín, y sus piernas se cerraron sobre su culo en un intento de evitar que se fuera.

Pero él se separó, muy a su pesar. No obstante, recibió el regalo nada más salir, de una Lina entregada y cachonda, dispuesta a una follada salvaje.

Ahora, volvió a sorprender a su chica. Ella ya esperaba la salida del próximo fin de semana con ansia, aunque no quisiera reconocerlo. Pero esta vez, apostó por algo distinto. Casi siempre había alguna cosa que les impedía consumar el intercambio. Lina llegaba hasta el borde y cuando parecía que iba a cruzar la línea, encontraba un motivo para dar la vuelta. Pero cada vez le costaba más.

Había que buscar algo especial, algo que la hiciera decidirse.

En una de sus salidas se lo había comentado una pareja. Una especie de asociación de gente liberal. Un círculo solo para socios con acceso restringido.

- “Unos pijos” les habían comentado. Gente de pasta generalmente. Pero hablaban de oídas. No habían estado allí.

Austin había buscado el sitio por internet. Tenían página web. Llamo por tf y le informaron muy por encima. Tenían que acudir al local. No se le escapó que lo que querían era comprobar personalmente que tipo de gente era la que quería entrar como socio.

Acudió con Lina, lo que demostró ser un acierto. El encargado del sitio los recibió y les mostro el local. Nada que ver con los que habían estado antes, en cuanto a espacio, limpieza y decoración. Había dos salas con jacuzzis y otra tipo terma romana con una pequeña piscina. Varias habitaciones con divanes y camas tipo ibicenco, todo impoluto, sin manchas extrañas y sin olores raros. La decoración tenia gusto, sin posters, cuadros de todo a cien, ni iluminación inadecuada. Un poco recargada quizá.

En el espacio central, un salón con barra y escenario con pista de baile. Todo a varios niveles.

El hombre les explico en detalle, como todo estaba preparado para gozar de un lugar exclusivamente orientado a que las parejas desataran su fantasía, sin preocuparse de nada más. Les comento la policita del círculo, en cuanto a no permitir la entrada a prostitutas ni gigolós, ni gente que no tuviese clase o no supiese comportarse. El coste de la cuota y el nivel de los socios, facilitaba enormemente el que solo acudiera gente decidida y dispuesta al placer.

Precisamente el problema estaba en la cuota. El sitio era caro. Demasiado.

Pero la presencia de Lina les dio una oportunidad. Ahora estaba contento de haberla llevado a ver el local. El encargado, quedo encantado con la espontaneidad y juventud de los dos. No podía dejar fuera a una pareja que seguro que daría mucho juego en el círculo. La chica estaba realmente buena y tenía clase. Y él tampoco estaba nada mal. Así que les ofreció probar una vez como invitados. Luego ellos decidirían.

Les recomendó la noche del viernes. Era una noche que solía estar muy concurrida.

Y allí estaban ellos, vestidos como para ir a una cena de altos vuelos, dispuestos a probar algo nuevo.

Quizá ésa fuera la noche…