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Historia de Agustin y Lina 3

en Grandes Relatos

Lina.

Lina recordaba la noche en que Agustín le había pedido que casaran. Habían pasado casi seis años, pero la tenía muy viva en su cabeza.

Esa noche tuvo que tomar una decisión, igual que la iba a tener que tomar hoy también.

No hubo matrimonio. Simplemente, habló con sus padres y se fue a vivir con él. Se convirtieron en pareja de hecho y hasta hacia un año todo había funcionado muy bien. O eso creía ella.

Agustín era insaciable en el sexo. Lo necesitaba. Ella también pero en menor medida. Controlaba sus impulsos y no se sentía tan atada a la necesidad de practicarlo. Ni tampoco de llevarlo constantemente al extremo. Ella sabía que la rutina mataba a su chico. Necesitaba siempre mayores estímulos. Por eso se doblegaba ante sus propuestas e ideas. Y también porque disfrutaba, claro.

Lina asumía que tras seis años de relación, tendrían que cambiar y relajarse un poco. No le importaba practicar un sexo más tranquilo y espaciado, eso sí, con sus picos de frenesí y ardor.

Pero él lo llevaba fatal. Si al principio de la relación, se veían cuando podían y las sesiones de follar terminaban con tres o cuatro orgasmos de la chica mínimo, ahora y viviendo juntos era absurdo plantearse ese nivel. Ella lo entendía y sabía que el disfrute sería más a diario pero menos intenso. Pero Agustín se empeñaba en otra cosa. Sin pretender mantener ese ritmo, quería pasión en cada encuentro y necesitaba que ella lo sintiera también.

Se empecinaba en que tuviera más de un orgasmo, hasta tal punto que lo sentía en tensión hasta que lo lograba. No daba por terminada ninguna sesión de sexo si ella no se corría al menos dos veces. Ahí cometió Lina su primer error.

Una noche, simuló un orgasmo y le salió bien. Su chico, obsesionado en hacerla llegar, no se dio cuenta.

Pero volvió a repetirlo y en otra ocasión, él se percató del tema. Fue demoledor para su orgullo y pasaron unos días enfadados. Solo a base de cariño consiguió reconducir la situación. No volvió a intentarlo y él, dejó de presionarla para que se corriera más de una vez.

Con el tema de los jueguecitos sexuales, también Agustín estaba llevando la cosa a extremos que a Lina no le gustaban.

Inventaba cosas cada vez más salidas de tono. A ella no le importaba todo lo que hicieran de puertas para adentro. Incluso algo de exhibicionismo controlado no estaba mal. Pero él improvisaba y tenía que ser en el momento y sitio que se le ocurriera.

Un día que fue a recogerla a un trabajo eventual que obtuvo en un centro comercial, se empeñó en follársela en el coche, en el aparcamiento. Era de noche, entre semana y estaba casi vacío. La tenía que llevar a su casa y no iban a tener tiempo de ir a otro sitio. Así que ella aceptó. En una zona oscura y apartada de las cámaras de seguridad.

Él estaba un poco tenso y frenético. Le costaba llegar. El coche era incómodo y para un polvo rápido estaba bien, pero no para hacer más virguerías. Lina notaba la tensión y también le costaba concentrarse. Agustín supo ponerla cachonda, sin embargo, hasta que la hizo olvidar donde estaban. En un momento dado, le dijo

- Salgamos fuera.

- ¿Fuera? Estás loco.

- Solo un momento, te voy a dar una follada desde atrás que en dos minutos nos hemos corrido.

- Pero…

- Venga, no te lo pienses.

Y así Lina, acabó echada sobre el capó del coche, sin bragas y con la falda en la cintura, mientras su chico la bombeaba desde atrás, agarrado a su talle y follándola con unos palmetazos que se oían por todo el aparcamiento.

Aunque la situación no le gustaba, Lina no pudo por menos que comenzar a sentir un placer que nacía en sus entrañas, cada vez que su chico la penetraba hasta el fondo. El gusto previo al orgasmo le empezaba ya a nublar la vista. Con los codos apoyados en el capó del vehículo, cerró los ojos y dejo caer su cabeza sobre los brazos mientras Agustín la seguía empalando, cada vez más intensamente. En medio de espasmos de gusto, entreabrió brevemente los parpados y para su sorpresa, vio una figura recortada sobre una de las puertas de servicio. Era el chico de mantenimiento, que con un cigarro aun sin encender en la mano, había hecho acto de presencia a menos de 15 metros de ellos.

Lina se llevó las manos atrás, para intentar separarse de Agustín, tratando de avisarle de que tenían compañía, pero él se las cogió por las muñecas y no solo no se detuvo, sino que intensificó sus acometidas. Una nueva oleada de placer, muy a pesar suyo, invadió a Lina, que fue incapaz de incorporarse ni de emitir ninguna palabra. El calor que le transmitía la chapa del vehículo en su vientre, se juntaba con el que producía el roce de la verga en su coñito.

De pronto fue consciente que su amante había visto al chico y que no solo no le importaba en absoluto, sino que además la situación lo ponía aún más cachondo.

No iba a parar. Y ella, a pesar de que no le gustaba aquello, no podía hacer nada más que abandonarse al orgasmo que ya llegaba. No podía articular palabra ni moverse, tensa ya por el placer y porque Agustín la tenía cogida de las muñecas y atrapada entre el coche y él mismo.

Cerró de nuevo los ojos y solo los abrió una vez que ya se había corrido completamente. Un orgasmo fuerte y prolongado en el que su chico no dejo de follarla ni un momento. De hecho, seguía haciéndolo, embistiéndola con fuerza. Entre el cabeceo que le provocaban sus arremetidas, pudo ver que el muchacho aún seguía en el mismo sitio observándolos, sin perder detalle. Agustín, que había sentido como Lina se mojaba de gusto y luego se corría, llego a un estado de excitación que ya no pudo contener. Este tipo de situaciones eran lo que realmente buscaba. Lo que le hacía sentirse de nuevo vivo y alcanzaba para satisfacer su sed de sexo y su exigencia de elevar el listón del morbo.

Apretó la polla tan fuerte contra su culo, que el vientre de Lina resbaló un poco más arriba en el capo del vehículo y sus pies apenas ya tocaban el suelo. Se vació completamente dentro de ella. Pasaron unos instantes casi eternos, hasta que Lina se recuperó lo suficiente para apartarlo con la mano y que su polla saliera de su interior.

No quería dar más espectáculo del necesario, así que renunció a ponerse las bragas y a limpiarse la corrida que ya chorreaba por sus muslos. Pero al incorporarse para bajarse la falda, no pudo evitar que su coñito quedara completamente a la vista del chaval de mantenimiento.

Se metió rápido en el coche, cabreada porque Agustín se recreó todavía en subirse los pantalones y entrar en el vehículo.

La bronca fue grande. Él le reprocho que ella se había corrido de gusto, así que tampoco pasaba nada.

Lina le dijo que era la última vez que le consentía algo así y que a ver con qué cara volvía mañana al trabajo.

Agustín le restó importancia, pero Lina sabía que estas cosas al final siempre se acababan comentando y no la tenía todas consigo.

Sus temores parecieron confirmarse cuando tuvieron que avisar unos días después a mantenimiento, y fue precisamente este chico el que apareció.

Afortunadamente fue prudente. Aunque por la mirada que le echó, quedaba claro que la había reconocido, no hizo el menor comentario. Lina tampoco tuvo constancia de que nadie más lo supiera. Internamente daba las gracias porque el chico pareció ser muy discreto. Pero por como la miraba mientras ella le indicaba que luces estaban fundidas y en que sitios de la tienda, le quedó muy claro que él no estaba viendo a la dependienta, sino la imagen de una chica mientras se la follaban en un aparcamiento, su cara de gusto cuando le daban cachetadas y la penetraban desde atrás, y durante apenas un par de segundos, su coñito hinchado comenzando a expulsar la leche de su novio.

Pero si la rutina comenzó a ser un problema y la obsesión por romperla de Agustín también, otro tema preocupaba a Lina. Las cosas no habían salido como ella esperaba.

Quería independencia y tenía planes que no se acababan de realizar. No consiguió el trabajo estable y bien remunerado que había soñado al acabar su carrera. No podía disfrutar del nivel de vida que había esperado. Seguían viviendo en un pequeño apartamento, sin problema para llegar a final de mes, pero eso quedaba muy por debajo de sus expectativas. Entre otras cosas, por eso aún no había querido tener hijos. No renunciaba a sus sueños.

Pero había algo más.

Ella era una “cazadora” como Agustín. Antes de conocerlo, follaba porque le gustaba y con quien le apetecía. Igual que él, antes de caer en la fuerte atracción mutua que le hizo formar pareja, su única expectativa era follar cuando lo deseara y con distintos chicos cada vez.

Usaba la misma técnica que le sirvió para conquistarlo.

Observaba, seleccionaba y luego, con falsa discreción, se exhibía ante ellos como una presa fácil, cuando en realidad era ella quien había escogido al chico y la que iba a marcar el ritmo de la relación.

Lo normal era ponerlos muy cachondos, dándoles esperanzas claras de follar y luego pararles los pies para desorientarlos. Vuelta a empezar y al final ofrecerse de golpe para que ellos descargasen de una sola vez todas sus ganas y pasión sobre su cuerpo.

Así fue, con Agustín, aunque en este caso, él también la conquisto a ella. Por eso tardó varios días en un proceso que habitualmente le llevaba unas pocas horas, una sola noche.

Ese chico le resulto muy especial. Tanto que acabo liada con él. Aun recordaba como lo tenía completamente loco la primera noche que follaron. Como a pesar de ser un experto, lo vio completamente ido y excitado, sin saber aun si se la podía follar cuando llegaron a su apartamento.

Conmemoró cómo se abrió para él, que la penetró casi con desesperación y furia contenida. Y por fin, como ella sintió que se derramaba dentro de su vientre, en una fuente interminable de esperma caliente, incapaz de controlarse. Lo que dio pie a su orgasmo posterior, subida sobre la verga aun tiesa y empapada, dominándolo desde arriba mientras se corría.

Durante seis años había contenido sus impulsos de probar otras vergas y otros hombres, porque había llegado a quererlo y porque tenía suficiente. Pero últimamente, sobre todo a partir de las broncas por los orgasmos fingidos y por las ideas que se le ocurrían a Agustín, estos deseos largo tiempo reprimidos, le habían vuelto a la cabeza.

Sexo fácil, como antaño. Sin preocuparse de otra cosa que de su propio placer. Sin comeduras de tarro ni tener que pensar en lo que le molestaba a ella o a su chico. Sin fichar como si fuera un trabajo. Sin la presión de que cada polvo tenía que ser mejor que el anterior. Volver a sentirse deseada por otros, pero no solo con la mirada, sino con la excitación que solo da el saber que se va a llevar a cabo la fantasía.

Pero tal y como estaba la situación, lo último que se le ocurriría, seria compartir estas inquietudes con Agustín. No quería añadir otro motivo de preocupación a su relación.

Además era consciente, lo conocía muy bien, de que él se había mantenido fiel todo el tiempo.

Volviendo al inicio, al tema de la decisión que tenía que tomar esa noche, a ella no dejó de sorprenderle la propuesta que su chico le había hecho.

Cuando le comento el acudir a un local de intercambio de parejas, se quedó descolocada.

El aclaró que no era con intención de llegar a practicarlo, solo de ponerse cachondos en un ambiente controlado, para evitar situaciones como las vividas en el centro comercial. Ya habían asistido a espectáculos porno antes y debía ser algo similar. Había juegos eróticos, espectáculos, toda una gama de diversión orientada al sexo.

No harían nada más que divertirse y excitarse. Y en un ambiente que no les causaría problemas.

Ella intuyo que algo más se tenía que esconder tras de ello. Agustín miraba más lejos, quizá hacia el intercambio final. Pero fue tanto lo que insistió, que a ella estaba pareciéndole que podría ser una solución. Si eso lo satisfacía y lo calmaba un poco, mejor.

Y además… que narices… lo mismo le gustaba a ella también…

Decidió que probarían…

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