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Morbo en el fin de semana de playa

en Hetero: General

Este verano, estuve pasando un fin de semana con los críos y mi compañera en la playa. El apartamento tenía una cabina de ducha que dio mucho juego, ya que era el único sitio donde realmente podíamos tener intimidad, pero lo que más me gusto de estos días, curiosamente fue una sesión de sexo matutina sin penetración.

 

Nos habíamos levantado con la espalda hecha polvo, por culpa de unos colchones no muy buenos y unas almohadas aún peores.

 

Ella me dio un masaje en el cuello con crema hidratante, que me dejó bastante bien.

 

Yo le dije:

 

Túmbate boca abajo.

 

Localizando la zona que más le dolía, extendí un poco de crema sobre mis palmas, y comencé a masajear. Presionando suavemente al principio y luego más fuerte. Con movimientos circulares por la espalda poco a poco mis dedos fueron recorriendo su columna, primero hacia el cuello y hombros. Luego bajando hacia su cintura.

 

Sus glúteos y muslos, también fueron objeto de la presión de mis manos. Pasado un rato, las caricias sustituyeron al masaje. La punta de mis dedos fue rozando su espalda, convergiendo hacia sus vertebras, y luego bajando hasta el inicio de la raja de su culo.

 

Para entonces, estaba ya relajada. No existía nada más allá de la puerta cerrada de nuestro cuarto. Los críos parecían aun dormidos.

 

Froté cada vez más cerca de su ano. Mis manos se acercaron hasta casi tocar su coñito, recorriendo la cara interior de sus muslos. Sin llegar a tocar ninguna de sus partes sensibles, continué pasando de nuevo, de las caricias al masaje. Ella comenzó un leve ronroneo que indicaba que estaba cruzando del relax a la excitación.

 

Volví a poner crema, y mi dedo anular resbaló hasta encontrar la raja de su culito, recorriéndola desde la espalda hacia abajo. Me detuve un momento en el ano, haciendo movimientos circulares con mi dedo, pero sin intentar penetrarlo. Yo sabía que no era plato de gusto de mi chica y salvo contadas excepciones, no quería sustos por esa puerta. No quise romper la magia y mi dedo continuó abriéndose paso entre sus cachetes, por el fondo de su raja hasta llegar a su chochito.

 

De nuevo, el frote fue sobre el interior de sus muslos, acercándome esta vez hasta masajear los labios exteriores del coño. La notaba ya en tensión. Estaba cachonda, pero aunque yo sabía que quería mis dedos en su vagina, aun la hice sufrir un poco más. La quería deseosa y entregada. Quería que me lo pidiera, llevarla hasta el punto que estuviese tan caliente, que se corriera apenas tocarla.

 

Le cogí la vulva con los cuatro dedos, le roce el clítoris, y ella levanto su culo siguiendo el movimiento de mi mano. Sin decírmelo me pedía que la penetrara. Mi chica buscaba ya el contacto directo de mis dedos y algo más. Por eso empinaba el trasero tratando de que su coño fuera a mis dedos ya que yo la evitaba.

 

Finalmente mi dedo corazón entró entre sus pliegues. El coñito estaba muy mojado y penetró sin dificultad alguna. Mi dedo pulgar se apretó contra su ano, pero sin entrar, solo ejerciendo una presión que yo sabía que sería muy placentera. Mi anular recorrió la vagina llegando a todos los rincones que pudo. Acto seguido, sume también el índice. Mi mujer, con dos dedos dentro y otro a la puerta de su culo, ya no disimuló sus gemidos. Trataba de contenerse, no nos fueran a oír, pero cuando comencé a follarla con los dedos muy fuerte, no pudo callarse.

 

Así, así, no pares que me corro…

 

Su mano desapareció bajo su vientre, por lo que supe que se iba a tocar el clítoris para acabar.

 

Pensé en darle la vuelta y estimulárselo, como ya había hecho muchas veces, haciéndola correrse yo mismo. O quizás meterle la polla, como ella me solía pedir llegada a ese punto.

 

Pero viendo que tenía clara la forma y postura para el orgasmo, se me ocurrió otra variante, quizás un poco arriesgada, pero que podría gustarle.

 

Retiré mi pulgar de su culo y lo sustituí por el dedo índice de mi otra mano, convenientemente lubricado con crema. Seguía follándola con los dedos y ella ya se estaba tocando. La calentura era máxima. Volví a presionar la entrada a su ano y como vi que pegaba un pequeño estremecimiento pero no me decía nada, le metí el dedo muy poco a poco. Cuando solo había entrado la primera falange, ella ya empezó a convulsionar. El mismo movimiento de su trasero buscando sentir mejor los dedos que tenía metidos en el coño, hizo que el otro entrara hasta que mis nudillos dieron contra la carne.

 

Follada así por los dos agujeros, tan cachonda que no puso reparos a nada, se corrió en un orgasmo fuerte y prolongado. Con una mano me tiró y se sacó el del culo, pero estuvo casi cinco minutos aprisionándome los dedos que tenía en la vagina. Cualquier movimiento le provocaba un cosquilleo electrizante. Hasta que no se calmó, no pude retirarlos, completamente empapados.

 

Cuando se recuperó, me miro con expresión extraviada.

 

Ahora me meterá prisa para que me corra yo pensé.

 

Que los niños están ya despiertos… o algo así. No sería la primera vez, que tras contenerme y centrarme en su placer, luego se le pasa la excitación y me urge a que me corra de cualquier manera. Abriéndose bien de piernas para que entre hasta el fondo o se pone a cuatro ofreciéndome su culo. Sabe que cuando la follo a perrito me cuesta muy poco vaciarme en su coñito.

 

Pero en esta ocasión no fue así. Yo me puse de pie para estirar los músculos, contraídos de mantener una posición incómoda.

 

Ella se sentó en la cama y su cara quedó a la altura de mi verga. No me preguntó si quería que me la chupara, o como quería yo llegar. Simplemente tomó la iniciativa y se la metió en la boca. De una vez y hasta el fondo. Tras varias chupadas en profundidad y con mi falo completamente ensalivado, me hizo una paja apretando la punta entre sus labios.

 

Yo a estas alturas también estaba muy caliente. Hacía mucho que no le ponía estas ganas y pasión. Cuando me fui a correr la avisé. Sé que no es muy fan de recibir leche en la boca.

 

Pero ella aguantó justo hasta que noto el primer chorro de semen salir. Luego, sin dejar de pajearme, dirigió mi polla hacia abajo, para evitar que le cayera en la cara. Podéis imaginar cómo le puse el cuello y las tetas.

 

Cuando acabé, todavía me regaló un lametón en el glande, antes de meterse en el cuarto de baño.

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