Caty.

- Será esta noche.

Caty no dijo nada. Sabía que Fran nunca se equivocaba. Si él decía que la fruta ya estaba madura, es que esa noche caería del árbol con total seguridad. Ella también lo percibía.

Llevaban tres meses saliendo juntos con Agustín y Lina, desde aquella tarde en el pub. Recordó como su marido fijó la vista en ellos nada más verlos. Como siempre, observaba más allá que los demás. No sabía el qué, pero algo vio. Caty lo supo enseguida. Adopto el gesto serio y la concentración lo hizo desconectar solo un segundo del mundo que lo rodeaba. Ella lo conocía bien y eso solo podía significar que se había fijado un nuevo reto.

A partir de ahí, solo tuvo que seguirlo y hacer su papel mientras él se ganaba a los dos chicos. Ella era una muchacha que prometía. Joven, buen cuerpo y posiblemente un diamante en bruto en el sexo.

El chico guapo y bien formado. De buena conversación, agradable y simpático, con don de gentes. Seguro que apasionado en la cama. Sería un placer follárselo.

Alabó a Fran por su gusto. El siempre decidía y ella nunca le discutía.

Su marido, actuó como siempre. Analizando a las personas que tenía enfrente. Detectando que es lo que realmente querían y convenciéndolos de que solo él, podría dárselo. Que sus intereses estaban unidos. Igual que en los negocios. Tanto si se trataba de comprar como de vender, él era la mejor opción, la única opción.

El chico solo quería sexo, nada más. Se le veía a la legua cuál era su gran pasión. Sus únicas prevenciones eran tener el control y que no afectara a su relación de pareja. La promesa de un nuevo panorama de relaciones sin más limites que los que ellos pusieran y la evidencia del cuerpazo de Caty, un regalo para los sentidos, fueron suficientes para convencer a Agustín. Con él, sería fácil jugar. Otra cosa era Lina, que es quien realmente interesaba a Fran. Había que ganársela. Y él supo hacerlo. Despacio, dándole el tiempo que necesitaba, y sobre todo, causándole una profunda impresión más allá de la pura atracción física. Fran se presentó ante sus ojos no solo como un caballero atractivo y protector, capaz de darle buen sexo. Supo reconocer y despertar en ella instintos apagados hacía tiempo. Y combinarlos con la deslumbrante entrada a un mundo nuevo de dinero, posibilidades laborales y alto standing.

Lina se dejó impresionar y seducir. De repente ocupó el puesto de hembra codiciada y deseada, que podía llevar a cabo sus fantasías, aparentemente de acuerdo con su marido. Y para remate, sus nuevos e influyentes amigos le abrían su casa y el acceso al cumplimiento de sus sueños profesionales.

¡Bien sabia ella de lo que Fran podía llegar a seducir y convencer! Caty misma, había sido atrapada por su magia años atrás. Recién salida de una relación que la había destrozado, dejándola incapaz de volver a amar y de valerse por sí misma. Sin recursos, acostumbrada a vivir una vida regalada y sin haber trabajado nunca. Pero lo peor era el vacío interior, el sentirse primero repudiada por su marido, cuando tras varios años de intentos, descubrieron que era estéril, y luego, traicionada cuando éste inicio una cadena de infidelidades que acabaron cuando dejo embarazada a una chica mucho más joven y decidió casarse con ella.

Tenía que haber cedido el paso a la inteligencia y no a la pasión. Pero se enrocó en el despecho, en insultar y pelear con ese marido tan injusto. Siguió el alcohol y las pastillas, el último refugio. Pero la elección de la pena y el reproche fue una mala opción, frente a la de un buen abogado, que le dio la vuelta a la tortilla y presento a su hombre como la víctima y a ella como la culpable. Apenas obtuvo nada del divorcio.

Incapaz de rehacerse, Fran la descubrió y ella se volcó en el sexo, sacando todo el deseo contenido, rompiendo convencionalismos que ya no le importaban nada y dejándose arrastrar no ya por el amor, que era incapaz de volver a sentir, sino por la pasión de lo prohibido y de ir más allá. Si su marido la rechazaba ella follaría como nunca lo había hecho con él. Sería una puta libre de perjuicios. Con quien le prestara la atención y la ayuda que merecía.

Pero Fran no la trató como tal. Fue capaz de ver en el fondo de su alma. De detectar lo que escondía, lo bueno y lo malo. Supo que sería una gran compañera en el sexo. Y también una buena esposa. Ella le explico que nunca podría darle hijos, pero eso a él no le importaba. No era ninguna prioridad en su vida. No se planteaba ser padre. Él quería, no una madre, sino una amante. Entregada, adicta al sexo y dispuesta a vivir sin miedo una experiencia abierta a los demás, en todos los sentidos.

Caty lo comprendió de inmediato. Le prometía respetarla y darle siempre todo lo necesario, pero quería una compañera de juegos sexuales y una amante.

Ella no tuvo ningún inconveniente. Y ahora no se arrepentía. Fran había mantenido su palabra. Siempre la respetó, la quiso a su manera, y aunque pronto comenzaron prácticas que incluían tríos, intercambios y mucho más, jamás le dio de lado ni se planteó el dejarla por otra.

Su vida se había estabilizado. Ahora estaba bien y todo lo feliz que podía sentirse.

Así que sería esta noche… bueno, estaba de acuerdo. Ella también creía que darían el paso con casi toda seguridad. Caty solo tendría que jugar el papel que le correspondía. Encandilar a Agustín, excitarlo y hacerlo disfrutar. Evitar que se comiera la cabeza. Que tuviera tiempo de pensar. Incitarlo a actuar….y pasárselo bien. Después, ya no habría vuelta atrás.