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Pedro II: Julia

en Hetero: General

Hola de nuevo.

Retomo la historia donde la dejé, para contaros la experiencia con la hermana de Víctor. Como siempre, ya sabeis que me gusta recrearme y contar la historia completa, asi que el que quiera ir al meollo del asunto, puede ir la parte del relato donde empieza “la acción”.

Antes de nada, recordaros lo que ya conté de ella:

Por otro lado, su hermana que nos sacaba ocho años de ventaja, en esa época estaba poco menos que metida en una movida entre Hippy y progre, que la hacía ver las cosas de una forma muy liberal. Ella se montaba también sus moviditas con los amigos y nos veían a nosotros como poco más que chicos traviesos, dejando a Víctor hacer a su antojo, siempre que no les complicara a ellos la vida.

Ahora añado como veía yo por entonces a julia (así la llamare, obviamente no es su nombre verdadero).

Julia tenía pinta de atleta, ya que no era muy alta, pero sí que tenía unos muslos y piernas fuertes y compactas. Tenía el pelo corto, morena y unas tetas no muy grandes, pero sí muy bien puestas. Como solía ir casi siempre sin sujetador, yo no dejaba de observar sus pezones cuando tenía la menor oportunidad. Cualquier blusa o transparencia, una camiseta pegada, un gesto al agacharse, eran suficientes para que me fijara en sus tetas, y sobre todo, en sus pezones, casi siempre erectos por el roce con la tela, en mi imaginación al menos.

Capítulo aparte merecía su culo. Como el resto de su cuerpo, rotundo y compacto. Cuando llevaba vaqueros ajustados, a mí se me iba la mirada. Mejor no hablar cuando la veía en bikini, entonces me quedaba con la boca abierta y casi sin respirar. Todos se daban cuenta y me gastaban bromas.

No era muy guapa, tenía unas facciones más bien recias, pero a mí me parecía muy atractiva.

Los demás no lo veían así, quizá, porque yo la tenía idealizada, pero todos estábamos de acuerdo en que tenía un polvazo, y en que debía ser una fiera en la cama.

Mi primer contacto con ella fue cuando su hermano nos comentó que la ayudáramos en unos test que estaba realizando para un trabajo de su carrera (magisterio). Tenía que entrevistar a 100 adolescentes y hacerle un pequeño test a cada uno. Cuando a mí me toco subir con ella, me recibió con unos vaqueros cortados por los  muslos y con una camisa amplia, pero escotada, de forma que al agacharse sobre los papeles le pude ver por primera vez las tetas aunque solo fugazmente.

Enseguida me gustó, no era ninguna pija como cabría esperar y a pesar de la diferencia de edad, me trato como un igual, no como la hermana mayor de mi amigo.

A partir de ahí, ya no le quite ojo de encima.

Recuerdo en concreto una situación, aunque fueron infinidad de veces las que la pude observar en distintas circunstancias, en la que me puso especialmente cachondo.

Un día estábamos en la piscina bañándonos mientras ella estaba en las escaleras que bajaban desde la casa. Leía un libro sentada en los escalones para evitar que la salpicáramos.  Estaba vestida con un vestido tipo hippy, muy amplio por abajo. Nosotros estábamos haciendo el ganso en la piscina y bebiendo cerveza. Como siempre que estaba ella presente, yo no le quitaba vista de encima.

Pasado un rato nos sentamos a jugar a las cartas en el césped, justo al pie de la escalera.  Me senté frente a ella para poder mirarla y sin proponérmelo me situé en el ángulo justo.

En un momento dado levanto las rodillas apoyando los pies en el escalón con las piernas abiertas. Era un gesto mecánico, buscando su propia comodidad, pero ante mis ojos aparecieron sus dos muslos macizos, que se unían en unas braguitas blancas muy finas. Llevaba lencería y eso se notaba en que se le marcaban los labios del coño casi como si no llevara nada puesto.  Algún pelo rizado salía de entre las braguitas, que no alcanzaban a cubrir todo su vello.

Mi me atrevía a mirar porque estaba seguro que todos lo iban a notarlo en mi cara.

Apenas duro un par de minutos, pero esa imagen se me quedo grabada a fuego. La de pajas que me habré hecho recordándola.

El caso es que pasaron los años y unas amistades continuaron y otras se fueron perdiendo. Apenas he vuelto a ver a Víctor desde que empezó a trabajar en serio. Él se fue a estudiar fuera y salió de nuestro círculo de amistades.

Al no tener contacto con él, deje de ver a su hermana, que además se fue también fuera de Madrid a vivir, salvo algún encuentro esporádico y casi siempre desde lejos.

Bueno, pues hace un par de meses, tuve unas de esas situaciones que hacen que uno pueda pensar que el karma realmente existe y se cumple, aunque yo soy bastante escéptico para estas cosas.

En unas jornadas de formación en mi pueblo, en las que yo participaba, pude ver a una chica entre el público que me resultaba familiar, aunque no sabía porque.

Tras mi intervención, ella se acercó directamente a mí y me saludo.

Hola Luis, ¿Qué tal?

Me quede un poco cortado y ella me dijo:

¿Tan mayor estoy que no me reconoces?

Entonces caí en la cuenta. Era julia. Hacía casi 20 años que no la veía y casi 30 que no teníamos relación.

Lo cierto es que estaba muy cambiada. Ronda los 50 años.  Fiel a sí misma, continuaba sin usar maquillaje, con lo que sus arrugas eran evidentes y tenía el pelo cano y salvaje. No se teñía y tampoco pasaba mucho por la peluquería por lo visto.

Estaba con algunos kilos de más, aunque sin estar gorda, y seguía vistiendo ropas holgadas y cómodas, que no le acababan de favorecer.

No obstante, no deje traslucir ninguna de estas apreciaciones y le dije:

No, solo es que hace muchos años que no nos vemos y lo ultimo que esperaba era encontrarte hoy aquí. Por favor toma un café conmigo.

Por supuesto que sí, me comento ella.

El café se alargó dos horas. Nos pusimos al día comentándonos mutuamente nuestras separaciones respectivas. Ella estaba divorciada desde unos tres o cuatro años atrás. Cuando le propuse cenar juntos me dijo que era imposible, tenía que ver a familia y amigos, ya que solo iba a estar un par de días más en Madrid. Me dijo que si podía, me llamaría antes de volverse al sur, donde vivía ahora.

La llamada llego el último día, justo antes de volver a su provincia, cuando yo ya pensaba que no volvería a saber de ella.

Quedamos para cenar, y yo me dirigí a la cita con las cosas muy claras. Es cierto que físicamente  ya no era la musa que me había vuelto loco en mi juventud, pero yo tampoco tenía ya 16 años. Para mí el físico no importa tanto como poner pasión, interés y morbo en el sexo. Julia pese a todo era un icono para mí, así que si tenía la más mínima posibilidad de follar con ella, no la dejaría escapar.

Por eso, tras una buena cena, regada con abundante vino y unas copas después en una terraza de verano, me lancé sin importarme las consecuencias. De todas formas no tenía nada que perder.

La conversación fue más o menos en los siguientes términos:

Julia, perdona pero es que no se si voy a tardar otros 25 años en hablar contigo asi que aunque me tomes por loco hay una cosa que tengo que decirte.

Pues tú dirás.

Mira, los años que tu hermano y yo estuvimos como amigos, bueno, es difícil pero tengo que decirte que me gustabas mucho, tanto que eras mi chica de referencia. Durante mucho tiempo siempre que conocía alguna chavala la comparaba contigo. Y casi ninguna me gustaba como tú. Entonces no me atreví a decirte nada, pero quiero que ahora lo sepas. Tarde mucho en sacudirme tu sombra de encima.

Ella sonrío y me contesto

Bueno ya lo sabía.

¿Cómo dices? Me había dejado de piedra.

Pues eso que se te notaba a kilómetro. Mis amigas me decían que me iban a condenar por perversión de menores, porque me había salido un novio de 16 años. Los tíos no se daban cuenta de nada pero las chicas lo vieron de inmediato y no dejaban de hacerme bromas.

¿Y porque no me dijiste nunca nada?

Pues porque me sobraban los pretendientes, era mayor que tú y tenía claro que no eras el chico con el que me iba a liar. Estábamos a años de diferencia, yo me sentía mucho mas madura. Eras un crio.

Llegado a este punto decidí jugármela del todo.

¿Y ahora? ¿Qué opinas de mi tanto tiempo después?

Ya no tengo pretendientes. Ahora se han dado la vuelta las cosas. Eres tu el que me impresiono gratamente el otro día en las jornadas.

Ahora soy yo la que esta mayor y tú el que aun te conservas de buen ver. Parezco tu madre.

Mira Julia yo sigo viendo en ti a la misma mujer, créeme si te digo que lo demás me da igual. Y algo supongo que también habras visto tu en mi cuando has venido esta noche a cenar.

Si eso también ha cambiado.

¿El qué? Pregunté

Que ahora si estaría dispuesta a estar contigo. Aunque solo fuera esta noche, ya sabes que mañana me voy. Pero ahora a lo mejor eres tu el que no quiere saber nada de eso.

¿En tu casa o en la mía? Dije tomándole la palabra y provocando una risa suya.

En la tuya por supuesto.  Me contesto riendo.

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