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Chelo, recuerdos de juventud 2

en Voyerismo

Así que a pesar de la papa que tenía encima cuando llegue al cuarto de mi prima y me metí en la cama, cayó una paja de campeonato.

 

Cuando me desperté era casi mediodía. Oí ruido en la cocina y pegué un brinco de la cama. No me había acordado de llamar a casa. Mi prima estaba haciéndose un café. Me dijo: no te preocupes que ya he llamado yo.

 

¿Qué tal la noche?

 

Pues nada, una hora dando vueltas hasta que la llevé al baño y pudo echar la pota. Desde entonces hasta ahora ¿Desayunas algo?

 

Sí, pero voy primero al servicio.

 

Pues anda, a ver si tú eres capaz de levantarla.

 

Agradecido por la oportunidad que me daba mi prima, asome con cuidado la cabeza por la puerta de la habitación, sin saber cómo me la iba a encontrar. La llame una primera vez bajito, pero no me contestó.

 

Cumplido el trámite me colé hasta el fondo. Estaba tirada boca abajo en la cama. Se ve que se le había secado la garganta, porque emitía pequeños ronquidos y de vez en cuando, se le aceleraba un poco la respiración. Tenía el pantalón de pijama puesto, con las perneras remangadas casi hasta las rodillas, testigo de la lucha nocturna consigo misma. Mi prima había subido la persiana a ver si la despertaba, así que había suficiente luz. Chelo se había tapado la cabeza con la almohada.

 

Yo ya sabía que no había debajo del pijama nada, que estaba sin bragas. Lo que pasa es que este era lo suficientemente opaco para no dejar transparentar nada. Lo bueno es que hacía calor y se había quitado la parte de arriba. Todo me pareció muy excitante, no tanto por la imagen, que no tenía mucho de glamour, sino por la situación.

 

A mí Chelo me agradaba, aunque no tenía un tipazo. Era muy guapa para mí gusto, con unos ojos preciosos, y la cara de melancolía que siempre tenía, la hacía más atractiva aún para mí. Era un poco ancha de caderas pero no tenía formas muy redondas ni exuberantes, sino más bien rectas. Sus pechos tampoco destacaban por su tamaño. A pesar de todo, para mí, sí que su cuerpo guardaba una extraña armonía y sobre todo me excitaba por ser quién era y por lo que sabía de ella. Por ser la mejor amiga de mi prima y por haber compartido tantos ratos juntos. Eso le daba un plus de morbo a una chica que en otra situación, no me hubiera fijado demasiado en ella.

 

Le toque un hombro y la moví un poco mientras la llamaba. Ella se negaba a abrir los ojos.

Estoy fatal…

 

Venga levántate y te echas algo al estómago ya verás cómo se te va a pasar.

 

Nooo… yo solo quiero dormir.

 

Ella sabía perfectamente que hablaba conmigo, pero yo creo que no era muy consciente su situación semidesnuda. Giró y se recostó de lado dejándome ver sus tetas a placer.

 

Resultaron no ser tan pequeñas como yo pensaba y en forma de pera. Puntiagudas, cómo las negritas que había visto en documentales. La verdad es que no me las imaginaba así. Los pezones, muy rosaditos, en contrate con el resto del pecho muy blanco, eran gruesos y le cubrían prácticamente las puntas.

Yo estaba como hipnotizado. Solo cuando se giró al otro lado y se abrazó a la almohada, salí de la habitación. Me fui de allí una hora después y ella aún seguía dormida.

Bueno, el epilogo de esto, es que no fue la última vez que vi a Chelo en una situación erótica. A partir de ese día, lo cierto es que ella pareció tener más familiaridad. No sé exactamente que clic se activó en su forma de relacionarse conmigo, pero entré en su círculo de confianza. No al nivel de mi prima, lógicamente, pero si más que cualquier otro chico de su entorno. Las dos siguientes escenas que me regaló más adelante, antes de que nos distanciáramos, fueron un topless en una playa fluvial a la que fuimos los tres a bañarnos, y un paseíto en bragas por su piso.

El primero, fue al inicio de un verano, en una excursión a la montaña a un arroyo que conocíamos bien. Íbamos con otra pareja y nos paramos en una zona donde el torrente formaba pozas aptas para el baño, algunas de ellas rodeadas de piedras y arenal donde se podía tomar el sol cómodamente. Comimos y la otra pareja decidió continuar hasta arriba del todo, a una pequeña cascada donde empezaba el arroyo. Era una hora más andando y como ya conocíamos el sitio, nosotros tres decidimos quedarnos a tomar el sol y descansar.

En un momento, desaparecieron las camisetas y los pantalones cortos y aparecieron los biquinis. La primera tanda de miradas me la pusieron fácil. Se pusieron boca abajo y mi prima se relió la tela del biquini, para dejar la mayor parte de sus nalgas al aire, con objeto que le quedaran las menores marcas posibles. Como si llevara un tanga de los actuales. Chelo la imitó casi al instante, y allí estaba yo, imaginándome barbaridades mientras escudado tras unos cristales ahumados, no perdía detalle.

Pasado un rato, mi prima se volvió, y dándose crema por delante, se bajó el sostén hasta casi los pezones. Solo estos quedaban ocultos, el resto de las tetas, se mostraban casi al completo. Pero la sorpresa vino con nuestra amiga, de nuevo. Chelo se quitó completamente la parte de arriba y pidió que le pasáramos la crema.

Mi prima hizo ademan de lanzársela, pero yo le dije que no, no se fuera a estampar el bote contra las rocas y se rompiera. Se lo alargue a ella, que me lo agradeció con una sonrisa. Luego, volviendo a lo suyo, como si yo no estuviera, se aplicó a darse crema en las tetas. Me sorprendió, que en vez de tratar de extenderla sin más, ella se aplicó un masaje en sus “peras”, apretando desde la parte más gruesa hacia la punta de los pezones, como si se estuviese ordeñando. Era muy cuidadosa con su piel, eso ya lo había observado yo antes, y se ve que quería que la crema penetrara bien, para evitar lunares o manchas en una parte tan delicada (y llamativa) de su cuerpo. A pesar del calor, el agua no estaba para bañarse aun. Demasiado fría, pero yo tuve que meterme hasta que rozó mis huevos, por el calentón que había pillado. Seguía mirándola disimuladamente, pero sus tetas quietas y hacia los lados mientras estaba boca arriba, ya no me llamaban la atención. Es que no podía quitarme de la mente la imagen de ella esparciendo la leche solar y masajeándose hasta la punta de los pezones.

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