Hola a todos.

Estaba escribiendo una experiencia para otro hilo,me he acordado de este episodio qué podría encajar bien aquí. Protagonizado por Raquel, una amiga de la adolescencia y de Juanjo, otro amigo de mi grupito de cuando era adolescente. Antes de contar lo que sucedió, una pequeña presentacion mediante una anecdota, para que conozcais a los protagonistas y pongais en situacion lo que sucedió años despues.

Raquel era una chica alta y delgada, con un trasero muy bien puesto, pero que sin ser muy voluptuoso, todos mirábamos como un culito perfecto. No era muy llamativa, había otras chicas más guapas en la pandilla, aunque a mí siempre me ha gustado su cara angulosa. Pero el rasgo que más resalta en ella, son sin duda alguna los dos pechos. Dos tetazas muy bien puestas que desafiaban a la ley de la gravedad.

Raquel se sentía a veces el centro de nuestras miradas, pero mientras que otras chicas buscaban esto mismo y trataban de aprovecharse de ello y disfrutarlo, ella se cabreaba cuando se percataba que le mirábamos las tetas y el culo. No llevaba nada bien ser el centro de atención y era bastante hosca en las relaciones personales. Pronto aprendimos a evitarla y esta actitud, provocó que siendo una de las chicas más interesantes de la pandilla, fuera sin embargo de las últimas en echarse novio.

Curiosamente el novio fue Juanjo, uno de los chicos, que no pegaban ni con cola con ella. Abierto, espontáneo, desenfadado y aparentemente más interesado en la cerveza y en las motos que en ligar dentro de nuestra pandilla.

Eran como la noche y el día. Solo el hecho de ser los últimos del grupo en tener novio/a, parecía justificar que acabaran juntos. El caso es que contra pronóstico han permanecido hasta hoy, cumpliendo sus bodas de plata, a pesar de qué siempre parece que se van a separar de un día para otro.

Yo los veo esporádicamente, sin perder del todo el contacto, pero pasando varios meses e incluso años enteros sin coincidir.

Fue después de un largo periodo cuándo sucedió lo que os voy a relatar.

Juanjo, a quién me encontré casi por casualidad, me invitó a subir un día con mi pareja al chalet de sus padres a bañarnos, tomándonos unas cervezas para ponernos al día y recordar viejos tiempos. Ese chalet ha sido testigo de muchas fiestas de verano cuando éramos adolescentes. Me encontré con una Raquel muy cambiada, de las que les le gustaba llamar la atención en contraposición con la hosquedad y el rechazo de aquella adolescente que se sentía observada por los chicos. Seguían manteniendo una relación extraña a pesar de tener ya una hija en común. Da la impresión de que de un día para otro se van a divorciar y seguían teniendo caracteres muy diferentes y prioridades muy distintas.

Raquel se conservaba con un tipo casi igual al que tenía de jovencita, salvando las lógicas distancias, aunque ya tenía algunas arrugas. Sigue siendo delgada y sus tetas aun llaman la atención, eso sí con un culito con algo más redondeado pero manteniendo la proporción. Hacía años que no la veía en bikini.

En un momento dado, mi mujer le comento que tenía un moreno de piel muy bonito, sin marcas de bañador y ella no dudó en decir que solía tomar el sol sin la parte de arriba, porque odiaba las marcas. Juanjo intervino rápido para indicar muy en su línea, que cuando iban a la playa no se ponía la parte de arriba en todo el tiempo que estaban allí. Y no solo la parte de arriba, sino que cuando estaban en alguna playa adecuada y discreta, se lo quitaba todo para ponerse morena hasta la raja del culo.

Ese comentario en nuestros tiempos de pandilla, le hubiese costado una buena hostia a Juanjo, pero Raquel se limitó a sonreír y a confirmarlo. Ya me habían comentado que esta chica había cambiado. Según las malas lenguas, ahora ya no solo no se enfadaba por que la miraran y la rondaran los hombres, sino que era proactiva en ese sentido y le gustaba llamar la atención y tener a los tíos detrás de ella. Pronto pude comprobar ese mismo día hasta qué punto había cambiado Raquel. Decidimos cambiarnos de ropa y salir a tomarnos algo juntos. Para no molestar a los padres de Juanjo, que estaban a las habitaciones de arriba, nos duchamos en la misma piscina y nos cambiamos de ropa en una especie de garaje- salón de juegos- trastero, que tenían en la planta baja. Mi mujer, ya en confianza, se quitó la parte de arriba, quedando sus tetas al aire mientras se enjabonaba en la ducha de la piscina. Después fue a vestirse. Juanjo la acompañó. Ahora le tocó el turno a Raquel y para mi sorpresa, apenas nos quedamos solos, se deshizo el lazo de su bikini y sus dos tetazas quedaron delante de mis ojos.

¡! Cuántas veces había soñado yo de joven tenerlas a la vista y tan cerca ¡!

A pesar de los años transcurridos se mantenían aún erguidas con dos pezones puntiagudos, casi negros. Me quede hipnotizado mirándolas. En unos segundos, no sabiendo bien a qué atenerme todavía, gire la mirada porque aún no me creía que no se sintiese molesta en esa situación, a pesar de haberla provocado ella misma. Lo que siguió a continuación, ya no me dejo ninguna duda acerca del cambio experimentado por Raquel. Se puso a hablarme, haciéndome algunas preguntas, ni siquiera recuerdo ahora de que se trataba. La intención me pareció clara. Reclamaba mi atención, quería que me girara de nuevo hacia ella.

Cuando la volví a mirar, estaba enjabonándose. Las pompas y la espuma cubrían sus tetas y pezones, mientras se las frotaba. Ella no parecía cortada en absoluto. Me mantenía la conversación mirándome a la cara, como provocándome. Sus manos desaparecieron debajo del bikini en su culo e incluso en su coñito, que también se lo enjabonó, eso sí, poniéndose de espaldas, pero consciente de que yo no perdía detalle.

El agua de la ducha haciendo desaparecer la espuma, me brindó otro momento estelar, viendo sus tetas brillar bajo el sol y moverse de un lado a otro mientras se enjuagaba, grandes, temblonas y con los pezones erizados por el frescor.

Juanjo volvía y yo decidí cortar el contacto visual, aunque a él no pareció importarle lo más mínimo que su mujer estuviera de esa guisa delante mía. Típico de él. Nunca había sido celoso, ni fiel tampoco, como podréis comprobar cuando cuente la segunda parte de esta historia.

Pero la cosa no había acabado ahí. Cuando después de bañarme yo, me dirigí a cambiarme, estaba ella hablando con mi chica en la sala que daba a la piscina. Se había puesto un blusón blanco hasta las rodillas, que más parecía un camisón. La fina tela, dejaba entrever un matojo de pelo negro en sus ingles. Me situé entre ella y la claridad de la puerta, y era como si no llevase nada puesto. Si me hubiese enseñado directamente su culo y su coñito, no me habría puesto más caliente. Luego subió arriba a vestirse para salir.

Por la noche, un vestido largo pero ceñido a la cintura, marcaba sus caderas y el inicio del culo, pero el escote dejaba ver sus dos tetas cada vez que se inclinaba. El canalillo, apenas realzado por un sujetador, era espectacular. Vaya noche que me dio.

Para poner las cosas aún peores, Juanjo, que no se cortaba, me comentó en un aparte mientras ellas charlaban:

Tío, que tetas tiene tu mujer. Me encantan los pezones rosaditos y redondos.

Decía todas las cosas según le pasaban por la mente, como de joven.

Pues anda que te vas a quejar tú de tetas. Si tienes a Raquel, los mejores pechos de la pandilla.

Bueno, ya sabes, siempre quiere uno lo que no tiene…

Pero con esas tetas te habrá hecho unas cubanas espectaculares ¿no? Le provoqué.

Alguna ha caído si…Rió…Pero no es plato de su gusto. Eso de que le salpiquen el pelo o la cara no le mola…Jajajaaaa. Ahora casi me arrepiento de haber sido yo el primero. Tendría que haberla cogido antes un novio cabrón que me la hubiera dejado ya iniciada en todos los vicios. No sabes el carácter que tiene.

Sí que lo sé. Recuerda que yo también estaba en la pandilla.

Bueno hasta aquí la introduccion.

Sigo mas adelante.

Un saludo.