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Mis micro relatos 4 Lo que a ella le gusta mas

en MicroRelatos

Damián sonrió al subir al taxi que le llevaba de la estación a casa. Después de unos días fuera por motivos laborales tenía razones para estar contento

 

Sabía que su mujer le esperaba en casa y que como siempre que viajaba y estaban varios días sin verse, habría sorpresa.

 

Le había propuesto salir a cenar juntos, pero ella le había dicho que no, que ya haría algo de picar en casa. Rechazar una invitación a cenar solo podía significar una cosa y es que le había preparado una buena bienvenida.

 

Seguramente le recibiría como la última vez: en lencería de encaje y con un camisón semitransparente encima. No lo dejaría ni soltar la maleta. Lo llevaría de la mano al dormitorio y de allí no saldrían hasta un par de horas después, para cenar algo frío y descansar antes de continuar. Sería una de esas noches que dejan sensación de Jet Lag, que empalman una tarde con un nuevo día. De las que te dejan cansado y desubicado, como si no hubieses dormido y tu cuerpo siguiera un ritmo diferente al del momento en que vives.

Charo lo exprimiría al máximo, intensa e incansable, reclamando para si toda su esencia y vigor, hasta dejarlo agotado. Como siempre que estaban unos días sin verse. Damián volvió a sonreír. Quien la ha visto y quien la ve ahora. Recordó lo cerca que estuvo de dejar pasar al amor de su vida. Ella todavía se ríe al acordase de la cara que puso cuando le soltó que estaba dispuesta a llegar virgen al matrimonio.

Era su segunda cita. Habían conectado perfectamente. Se gustaron desde el primer momento y Damián se las prometía muy felices. Tras un primer encuentro de cortesía y de tanteo, creyó llegada la hora de apostar fuerte. Al principio, cuando ella se lo soltó con toda la tranquilidad del mundo, pensó que bromeaba. No podía ser.

Aquella chica inteligente, decidida y picara, no podía estar hablando en serio. ¿Nada de sexo hasta el matrimonio?

Es mi decisión, creí que debías saberlo antes de continuar con esto…

No lo entiendo…

¿Qué no entiendes? Son mis principios y es mi deseo. La que sea mi pareja debe respetarme y ser capaz de pasar esta prueba conmigo.

Lo que no se atrevió entonces a decirle es que hoy en día, algo así le resultaba increíble, a menos que fueras una friki, una fanática o una chica manipulada y sometida por su entorno. Y ella no tenía pinta de ser nada de eso. Tampoco se decidió a levantarse y a decirle: bueno guapa, hasta aquí hemos llegado. Ni de coña me echo una novia que no quiera tener sexo conmigo hasta la boda, que es lo que le pedía el cuerpo.

Algo le impulsó a quedarse todavía un rato más con ella. Le pareció fuera de lugar plantarla sin más. Esperaría a terminar la cita.

Pero el rato se convirtió en toda una noche juntos. Y la cita terminó, pero llegó otra. Y la cuarta vez que se vieron, Damián tuvo que admitir que estaba pillado. Se había enamorado, aunque no podía consumar esa pasión.

No podía creérselo. Él había sido un picaflor perenne, siempre dispuesto a la aventura y huyendo del compromiso. Tenía éxito con las chicas y sabía elegir. Rara era la vez que no conseguía sexo en las primeras citas. Y Charo no era ni mucho menos la más guapa con la que había estado, pero tenía algo…que la hacía distinta. Si cualquier otra le hubiese dicho lo que ella, habría salido por pies sin ni siquiera mirar atrás.

La única victoria que se pudo atribuir Damián al respecto, fue que una vez formalizada la relación, Charo consintió en tener sexo sin penetración. El límite era introducir su miembro en el cuerpo de su novia. Ni follar, ni sexo oral. Para él, solo masturbación. Y para ella…bueno, con Charo no habría problema en que le hiciera sexo oral. Al fin y al cabo, no la iba a desflorar con la lengua. Así que toda la calentura y excitación se la quitaban a base de masturbaciones mutuas y cunnilingus a su novia.

Ella no era ninguna mojigata, y la promesa de futuros placeres no hacía más que enervar a Damián. Y sus expectativas se vieron confirmadas. No tanto su noche de bodas, en que el cansancio y el alcohol recomendaron aguantar un día más. Una buena masturbación, ducha y a dormir, no era cuestión de desaprovechar esa tan esperada primera vez con un polvo cualquiera. Pero los días siguientes…madre mía. Él no recordaba jamás haber follado con esa intensidad, con ese deseo. Hasta la extenuación. Sin límites ni pegas. Charo se entregaba hasta el final. No había cosa que no probaran. Se corrió en todas las posturas posibles y penetró todos los orificios que la naturaleza dejaba penetrar. Fue el inicio de una nueva etapa, en la que quedó claro que también se entendían a la perfección en la cama. Había merecido la pena. Una apuesta arriesgada pero que había funcionado.

La única secuela que le había quedado a Damián, era su falta interés por la masturbación. De todas las practicas (y eran muchas) que le gustaba hacer con su mujer, que le sacara la leche manualmente era la que menos le atraía. Habían sido tantas pajas, que prefería gozar de otras formas.

En cambio Charo, sí que había desarrollado durante su corto noviazgo una gran afición a que le comieran el coño. Su novio se había convertido en un experto. No había llegado a depurar la técnica de masturbarla solo frotando su clítoris. Tenía tendencia a acabar introduciendo un dedo en su rajita, y eso la hacía dar un respingo y retirarse, cortando el rollo a ambos, por lo que siempre acababa lamiéndole el sexo. Era increíble lo que había aprendido a hacer con la lengua, la sensibilidad que había desarrollado para detectar donde, cuando y como tenía que lamer y chupar. Charo se volvía loca y era rara la vez que no lo practicaban. Normalmente, uno de sus orgasmos estaba reservado para ese tipo de placer. Frecuentemente, el único, si no había posibilidad o ganas de extenderse más.

Fin de trayecto. Había llegado a la puerta de casa. Un breve timbrazo. A Charo le gustaba que la avisara antes de entrar, cuando volvía después de viajar. Le daba tiempo a prepararse. Esta vez no tuvo que esperar apenas. Ella abrió enseguida y le hizo pasar.

Llevaba su bata de estar por casa y sus cómodas zapatillas de paño, nada morboso por cierto…nada de pintura en la cara y el pelo suelto, aunque cepillado y liso.

Si Damián sintió alguna decepción, no lo dejo traslucir. Estaba ahí y eso era lo que importaba. Una sonrisa le iluminó la cara mientras se acercaba a darle un beso. Ella le puso una mano en el pecho impidiéndole acercarse, mientras le sonreía a su vez.

Dio un paso hacia atrás y se quitó la bata, dejándola caer a sus pies. Estaba completamente desnuda. Sin bragas, sujetador, encajes o medias…simplemente sus pechos con los pezones ya erectos por la excitación, un vientre terso, que se agitaba con cada respiración, ansioso por el contacto… y un sexo totalmente depilado que ya dejaba entrever el brillo de alguna humedad.

Damián dejó caer la maleta al suelo. Lo había vuelto a sorprender. Qué maravilla de chica. La cogió en brazos y la llevo directamente al dormitorio, mientras se comían la boca por el camino con la ansiedad y desesperación de las ganas contenidas durante días.

En la cama, más besos, lametones, mordiscos y caricias que progresivamente iban dejando de ser tiernas, para convertirse en contactos directos y furiosos: de su boca en los pezones de Charo; de sus dedos hurgando entre las piernas de su mujer; de su polla presionando contra su vientre…

Ella casi le arrancó la ropa, reclamando lo que era suyo y necesitaba desde hacía tiempo.  Con la mirada turbia y directa se lo decía todo. Damián estuvo tentado de entrar directamente en ella sin más preámbulos, pero sabía que se correría apenas lo hiciera. Desde que estaba con Charo, nunca pensaba primero en él. Todo su afán era satisfacerla y sabia, que ella necesitaba un primer orgasmo antes de que el la llenara de improviso, de una catarata de semen caliente.

Pídeme lo que quieras cariño…

A Charo se le iluminó la mirada…ya sabes lo que me gusta amor…

Sonrió y se situó entre sus piernas. Al principio, sus dedos acariciaban la cara interna de los muslos, anticipando el recorrido que luego haría su lengua, que avanzaba tras ellos. Cuando llego al sexo, ella suspiró con impaciencia. Deseaba ya que su boca se cerrara sobre su clítoris, succionándolo, a la vez que un par de dedos entraban en su vagina. Pero Damián decidió castigarla todavía un poco. El orgasmo más esperado, era el más intenso.

Para desesperación de Charo, se entretuvo en sus labios mayores, besándolos y mordisqueando levemente, para luego abrirse paso con la lengua, hasta donde pudo llegar en su húmedo coñito. Solo cuando su barbilla ya chorreaba de saliva y flujos, su boca busco el clítoris y se cerró sobre él, lamiéndolo primero, y succionando suavemente después, sabiendo que era la llave que abriría el placer de su chica.

Como un ladrón de guante blanco, seguía tomándose su tiempo en forzar la cerradura, con movimientos suaves y un contacto preciso, con una coreografía estudiada y ensayada de forma cuasi profesional.

Un dedo se introdujo sin ninguna oposición ni dificultad en la húmeda vagina. Los movimientos se acompasaron con los chupetones de su botón del placer. Charo comenzó a gemir de forma cada vez más descontrolada. Su pelvis se movía arriba y abajo. Deseaba ya un ataque en toda regla, esto iba demasiado lento para la calentura que la estaba poseyendo.

Mas…mas….fuerte….más rápido….suplicó.

Pero Damián no se dejó convencer, con una risita apagada siguió jugando sin querer entrar a matar…

Oh…venga ya!!!!! Eres maloooooo!!!! Quiero correrme ya!!!!

Todavía un poco más, pensó él…

Entonces, su mujer se retiró bruscamente, y con una fuerza insospechada, le obligó a girarse y quedar boca arriba tumbado. Luego se situó a horcajadas, con el coñito directamente en su cara. Empezó a frotárselo por la boca, reclamando que empezara a lamer de nuevo. La lengua se introdujo en su vagina y desde dentro a fuera, estimuló otra vez los centros de placer. Ahora ella dirigía, y él solo tenía que concentrarse en chupar y chupar.

Damián reconoció el sabor inconfundible del coño de Charo. Estaba seguro que podría distinguirlo entre otros mil que probara a ciegas. Se lo había comido tantas veces, que reconocía el flujo y los olores característicos del sexo de Charo perfectamente. Era el olor y el sabor que siempre le venían a la cabeza cuando la echaba de menos. Mientras que otros novios recordaban el perfume preferido de su chica, el recordaba a que sabía su chocho, aunque se guardaba mucho de contarlo, claro. Antes de ella, ya se lo había hecho a otras chicas, pero nunca se detuvo a pensar en eso, y por supuesto, no habría sido capaz de recordar a ninguna por el olor o sabor.

Ella se movía cada vez más dislocada sobre su boca. Estaba empezando a perder el control. Damián sabía lo que significaba. Charo le presentaba su clítoris justo en los labios, suplicando que aumentara el ritmo. Tenía la boca llena, intentando abarcar sus labios mayores a la vez que concentraba su lengua en el punto preciso. Llenándosela de flujo y saliva, que resbalaban mezclados por su barbilla, formando una humedad considerable en su pecho.

Cuando empezó su mujer a contraerse, en la antesala del clímax, aferró sus dos nalgas, para evitar que se moviera y se perdiera el contacto. Ella se desbocó, rompiendo a correrse. Cuando estalló en su boca, un chorro de líquido salió de su coñito, pudiendo notarlo perfectamente, como si de una pequeña eyaculación se tratara. Eso también distinguía a su chica. Era de las que tenían un pequeño squirting al llegar al orgasmo.

Aguantó casi asfixiado a que ella dejara de temblar. Un pequeño chupetón a su clítoris, hizo que diera un salto y se dejara caer de lado. Ahora lo tenía hipersensible y pasarían unos minutos antes de que pudiera siquiera tocarlo o rozar alrededor. No le importaba, sabía que en breve tendría su merecido premio, así que sonrió satisfecho mientras Charo, aún continuaba en otro mundo y con los ojos cerrados.

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