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La primera vez

en Hetero: Infidelidad

Ellos andan delante de ti por el pasillo oscuro y enmoquetado. No sabes si es el ruido apagado de sus pasos sobre la alfombra, o los latidos sordos de tu corazón, lo que te golpea en las sienes. Tú no caminas, sino que pareces levitar apenas a un palmo del suelo.

 

Un ligero mareo te embarga. Estas en tensión y una leve nausea te sube por la garganta. El, la lleva cogida por la cintura, tomando por anticipado posesión de lo que ya entiende como suyo. Guiándola hasta la puerta de la habitación. Evitando dudas e indecisiones por su parte. Dando ya por consumado el trato.

 

Ella no le toca. Sus brazos caen a los lados y acompañan el movimiento de sus caderas. La sabes nerviosa. Aunque trata de aparentar seguridad, aun duda.

Piensas en echarte atrás, aún hay tiempo. No habéis cruzado la puerta. Todavía es posible un “vamos a dejarlo para otra ocasión, no estamos preparados”…pero sabes que él tiene razón. O lo estáis ahora o no lo estaréis nunca. Solo hay una forma de saber si este es el camino correcto. Hay que ser valientes. Hay que hacer realidad las fantasías.

 

Tiene experiencia, ha conseguido que sus palabras os empujen escaleras arriba, y no ha necesitado repetirlas para que aun resuenen en vuestros oídos, dándoos ánimos para traspasar esa puerta que os acaba de abrir.

 

Tu esposa duda un instante, y luego, sin volver la vista hacia ti, entra en la habitación.

 

Una botella de champan descorchada, una última copa tiembla en la mano de tu mujer que se la bebe de golpe, tratando de darse ánimos.

 

Vamos a lo que hemos venido ¿No os parece?...dice él mientras la agarra por la cintura y la lleva hasta la cama. Con estas palabras lo ha dicho todo. Te vuelve a dejar fuera de juego, dominando la situación, como corresponde su rol de macho dominante. Abajo, en el restaurante, no has hecho sino hablar y hablar sin decir nada. Tratando de romper el hielo inútilmente; de crear una atmosfera de complicidad sin conseguirlo; de rebajar la tensión para poder concentraros en disfrutar, pero ésta, no ha hecho sino aumentar. Y sin embargo, él con una sola frase pone las cosas en su sitio. No solo con palabras, son también sus movimientos, estudiados y seguros. Sin apelación posible. Los dos estáis como hipnotizados y le dejáis hacer.

 

Ella se deja quitar un tirante del vestido. Luego el otro. La ves estremecerse, inquieta, mientras le besa el cuello y lo recorre con sus labios. El sostén de encaje blanco queda al descubierto.

 

Te desquicias. Estas perdiendo el control. Tienes la horrible sospecha de que quizás nunca lo has tenido.

 

Una caricia deja al aire sus pechos. Los pezones como dos pitones, furiosos, asustados y excitados, apuntan al cielo… si lo hubiera. Pero no hay cielo, solo un infierno preñado de lujuria, deseo y duda. El vestido cae a sus pies con solo unos movimientos de cadera. Manos expertas desaparecen entre sus muslos y buscan el tesoro bajo las braguitas blancas.

 

Ella se deja hacer, al principio indiferente, luego obediente y mas tarde, empieza a mover su pelvis, acompañando suavemente las caricias. La mirada se le vuelve turbia, te mira y cierra los ojos. La respiracion se le acelera casi a su pesar.

 

Pasado un rato, cae de rodillas entre temblores, y se aferra a una verga que roza provocadora su cara. El no le ha pedido que la tome, ha sido iniciativa suya, quiza un acto reflejo.

 

Cada suspiro, cada jadeo, se te clava en la mente. Luego baja formando un nudo por tu garganta y cae en el estómago, provocando un leve mareo que te hace tambalear. Finalmente un cosquilleo atraviesa el vientre y se trasforma en una gran erección, dura y palpitante. Renuncias a hablar, ya es tarde para decir o hacer nada. Te dejas caer en un sofá…y miras…

 

Parece que apenas ha pasado un instante, pero no sabes cuánto tiempo llevan entrelazados en la cama. El que él ha considerado necesario para derribar sus defensas, para hacerla abstraerse de tu presencia, para que olvide la situación y se centre en el placer.

 

La vista se te nubla, te cuesta enfocar en la penumbra.

 

Crees que la has oído gemir. Piensas que se aferra a su carne con deseo. Sospechas que ha pronunciado su nombre mientras la penetra. Ves que cierra los ojos cuando llega al clímax y se corre entre convulsiones. ¿O eres tú el que los ha cerrado? Todo es como un sueño y luego, no sabrás con seguridad distinguir la realidad de lo imaginado.

 

Quizás lo único cierto será la mancha de semen en tu pantalón. Te has corrido solo frotándote, sin llegar a sacar la verga de su escondite. No eres apenas consciente de que ha sucedido. Notas la humedad pegajosa, incrédulo, mientras la mancha se extiende.

 

Y como una alucinación lo ves salir de ella y levantarse de la cama. Se sitúa desnudo frente a ti, para que puedas ver bien su polla aun erecta y con un goterón de esperma que deja un hilo transparente al caer. Se mueve a los lados y el hilo se abraza a su falo, dejando un rastro brillante. Es curioso cómo te fijas en esos detalles y todo pasa a cámara lenta. Y también como ya estás tranquilo, una extraña paz te invade. De alguna forma sientes que ya no hay dudas porque ya es irreversible. Que la suerte está echada.

 

Esto ha sido solo el principio, afirma…Pronto habrá más…

 

Él, cumple el pacto y se viste. Debe dejaros ahora solos. Tenéis que digerir todo lo que ha sucedido, el paso que habéis dado y sus consecuencias.

 

Te acercas a la cama y recorres con la mirada el cuerpo de tu mujer. Las marcas en sus caderas, justo donde sus manos la han aferrado para embestirla; su vientre palpitante aun; su sexo depilado y húmedo de Dios sabe qué; sus pechos pequeños y arañados en el fragor del polvo…y por fin su cara. Ahí debe estar la respuesta.

El sudor cae por su frente, sus labios son un borrón de carmín, la expresión serena. No ves odio, ni arrepentimiento, ni rechazo. Solo brillar un destello de lujuria que parece ir apagándose poco a poco.

 

Y no habláis.

 

Te quitas la ropa y observas una nueva erección mientras te colocas entre sus muslos, que ella abre ahora para ti. Notas como el calor invade tu falo a medida que entra sin dificultad en sus entrañas. Ella exhala un sonoro suspiro y ves que de nuevo la luz de la lujuria vuelve a sus ojos.

 

Todo está bien, piensas mientras hacéis el amor…

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