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Historia de Agustin y Lina 4

en Grandes Series

Agustín.

Agustín se sorprendió de lo fácil que fue conseguir que Lina aceptara ir al club.

Él mismo, había tardado más en verlo como una solución. Lo cierto es que Lina tenía razón al decir que su pasión por el sexo fuerte les estaba creando problemas. Y también que era imposible volver a estar como al principio. La pasión no se mantiene como la primera vez, evoluciona hacia un sexo más tranquilo, o al menos diferente. Estaba claro que no regresaría más, al menos como ellos la habían conocido.

Por eso creyó encontrar la solución en el tema liberal. Por un lado, la pasión novedosa en su relación, ya no volvería. Pero nada impedía sustituirla por otras prácticas igual de excitantes.

Y además en un ambiente controlado, que permitiera separar su vida en común de este tipo de juegos. Follar con ella normalmente y luego, una escapadita semanal a otros lugares donde todo estaba permitido.

No había para él muchas más opciones. No al menos sin ser infiel a Lina. Y eso era de lo que más orgulloso se sentía. Para él había sido un gran sacrificio resistir a la tentación de sexo fácil con otras chicas. Era la mejor prueba de que la amaba. Por eso buscaba una solución en pareja.

 Pero ¿era una solución, o solo una excusa? Decidió no darle vueltas a este asunto y seguir adelante.

Esta solución planteaba dos cuestiones. La primera referida a él.

¿Sería capaz de ver a su mujer en brazos de otro? Lo contrario no le suponía ningún problema, era capaz de follarse a cualquier chica. Estaba deseando volver a probar un coñito distinto. Pero si la cosa llegaba a buen puerto, ¿Cómo sería ver a Lina con un desconocido? Se puso en situación, y descubrió que en realidad la fantasía le excitaba más que producirle repulsa.

No dejo nada al azar: visitó sin que Lina lo supiera un par de locales liberales para conocer el ambiente y ponerse en situación. Como iba solo, no le permitían acceder más que a la zona de chicos y a la común en días de tríos. Esto le proporciono muchos momentos y situaciones en la que observar las reacciones de quienes compartían mujer.

Fue suficiente para hacerse con el lugar. Y para ponerse en la piel en vivo y en directo de los protagonistas. Resultó que llegó a la conclusión de que podría soportar el ver a su chica pasárselo bien con otro. Lo que no quiso reconocer, es que sentía cierto placer morboso en imaginarlo. No quiso considerar la posibilidad que en vez de ser una cosa en la que tenía que transigir para llevar su plan a delante y simplemente lo aceptaba, a lo mejor era algo que le iba a excitar.

Salvado ese obstáculo (o eso pensaba el al menos), quedaba el otro problema.

¿Cómo convencer a Lina?

Agustín ideó un plan de ataque en tres frentes. Tenía claro que había que ir despacio y sin dar pasos en falso.

No podía presentar la idea como un camino directo al intercambio ni a participar en orgias y juegos mayores. Así que lo presentaría como cuando iban al festival erótico o a algunas salas de espectáculos porno, que ya habían visitado. Solo era un sitio para ver y jugar solo si les apetecía. Para calentarse y luego funcionar ellos en casa.

El segundo frente seria explicar a Lina la necesidad de encauzar su adicción al sexo para evitar episodios como el del centro comercial. Así podrían llevar el plano de las “ideas” de Agustín si llegaba el caso, a un ambiente completamente separado y ajeno, viviendo su vida normal, sin interferencias. Se lo tenía que presentar a Lina como un avance, como una ventaja.

Y por último, había que volver a “despertar” el instinto sexual de la chica.

 Ellos nunca habían sido celosos, y se habían contado sus experiencias anteriores. Formaban parte también del juego e imaginación que los hacia ponerse calientes en algunas ocasiones.

Él sabía que Lina había sido un reflejo suyo pero en mujer. Follaba cuando le apetecía y con quien quería. Conocía sus métodos. El mismo los había experimentado. Y disfrutaba de ello. Le gustaba follar intensamente y luego adiós. No tenía previsto formar pareja hasta que sus destinos se cruzaron.

Reconoció que lo había llevado mucho mejor que él, pero en el fondo, sabía que ella también echaba de menos recorrer otros cuerpos, volver a sentirse deseada, centro de atención, “cazar” a otros chicos, sentir otras vergas en su interior…

Pues bien, al final resultó que había preparado bien el camino, porque no fue muy difícil convencer a Lina. Cuando apenas hacia un día, se lo propuso, ella primero dijo que no, temiendo una encerrona. Luego fue un “ya veremos” y por último, “vamos a ir a ver qué pasa, pero solo a ver”

Y allí estaban, con una copa en la mano y rodeados de otras parejas.

Tampoco el sitio ni el día habían sido elegidos al azar. Agustín eligió uno de los locales de más éxito, sabiendo que como tenían muchos clientes, trataban de cuidar las formas y no permitían a moscones ni gente que no supiera guardar las formas. Fue además, la noche de la fiesta romana. Con la entrada te regalaban un par de copas y te daban una sábana a modo de túnica, que una chica relaciones públicas, te ayudaba a poner. Él sabía que ese día habría mucha gente, además era sábado. No quería un local semivacío sin juegos programados y que en vez de una fiesta, pareciera una trampa para ella.

Lina estaba observándolo todo, pendiente de todo el mundo. Parecía relajada y con mucha curiosidad. Buen síntoma. La media de edad era bastante más alta, así que ellos (y particularmente su chica), fueron objeto de atención desde el primer momento. Una pareja joven, guapa y con buen físico, eran una perita en dulce allí, como les comentaron uno de los matrimonios que se les acercaron. Ser la chica más deseada del local pareció sentarle bien a Lina, aunque no lo demostraba. Pero él sabía que estaba excitándose.

Ellos contestaban que solo iban a la fiesta, que de momento nada más. Lo último que quería Agustín era precipitarse y espantar a su chica. Su único objetivo esa noche, es que ella estuviese cómoda y volver a casa a echar un buen polvo, los dos calientes por lo visto y vivido. No pensaba forzar ninguna otra cosa.

Así que decido concentrarse en disfrutar del ambiente y en observar las reacciones de Lina.

Aunque casi todo el mundo estaba desnudo bajo la sabana-túnica, Lina se había dejado puestas las braguitas. Unas de encaje negro, pequeñas y ajustadas por delante y por detrás, a medio cachete, que resaltaban aún más su culito. Sin ser un tanga, esas bragas ponían todavía más cachondo a Agustín. Que ella las hubiera elegido no le pasó desapercibido cuando la vio quitarse la ropa para meterla en la taquilla que les habían asignado. El escote que se había fabricado tampoco dejaba demasiado a la imaginación. Sus pechos y pezones se podían ver sin dificultad a poco que ella se inclinara.

El sí que estaba totalmente desnudo, y el roce de su miembro rozando libre la tela, lo excitaba aún más. Algunas mujeres ya se habían animado y enseñaban sin recato muslos, tetas y trasero. Consiguió ver un par de coñitos, de forma más o menos explícita. La primera vez que fue al servicio se encontró a una señora que le dio conversación mientras esperaban. En un momento dado, diciéndole el que era su primera fiesta y todavía no había visto mucho, ella sin ningún reparo se subió la sabana y enseñándole un coño depilado y abultado, le dijo que esa noche iba a ver muchos como ese. Y que si quería probarlo solo tenía que entrar con ella al servicio.

Agustín tuvo que hacer un auténtico esfuerzo para mantener su plan y no entrar con ella, ponerla contra la pared y meterle la polla hasta el fondo.

A la vuelta, la animación en la sala aumentaba. El calor y el alcohol hacían ya efecto. El primer juego de la noche consistió en un concurso de striptease. Solo había que quitarse la túnica. Ellos asistieron divertidos al espectáculo de dos mujeres que compitieron por llevarse la botella de champan de premio. Con más o menos arte, fueron deshaciéndose de la túnica y bailando frente a todos los demás. El animador les prometió que si se besaban habría doble regalo para las dos, y ellas, sin cortarse demasiado, no solo se besaron en la boca, sino que sus manos acariciaron mutuamente los pechos y culito. Se ve que eran veteranas, porque ante los aplausos y una vez obtenidas las dos botellas, al despedirse, una de ellas le pasó la mano por el chichi a la otra. En un movimiento suave, desde abajo arriba, acabando en el clítoris. Esto acabo de enardecer a todos, incluido Agustín, mientras Lina miraba más divertida que excitada (no le iban en absoluto las chicas).

El no pidió que participara, pero le dijo que si lo hubiese hecho, se llevaba el premio seguro. Era más guapa, hermosa y joven que ellas y sabia menearse mucho mejor. Las braguitas que aun llevaba puestas, habrían causado sensación y los habría vuelto locos a todos, antes de quedar desnuda.

Lo siguiente ya fue diferente. Ahora pasaron a un juego más fuerte. Pidieron una voluntaria capaz de reconocer la polla de su marido estaba entre varias, con los ojos vendados.

Otra mujer se prestó al concurso. Sonriente, subió con su marido. El animador le pidió a el que se quitara la túnica. Quería observar si era circunciso, tenía algún piercing u otra peculiaridad que lo hiciera reconocible solo al tacto. Cuando vio que poseía una polla normal, dio el visto bueno.

A la chica le vendaron los ojos y el que manejaba el espectáculo le dijo que si se desnudaba, ya tendría un obsequio (botella de champan), además del premio que se llevara. Ella no lo dudo y al igual que su marido, se soltó la túnica, quedando todo su cuerpo a la vista. Sobre los cuarenta pero con un tipo agradable. Muy bronceada.

Ahora pidieron cinco voluntarios, presentándose más de veinte entre los que hubo que elegir.

Situaron al marido entre los cinco y la pusieron a ella frente al primero, diciéndole, que su hombre podía estar o no en el grupo.

Ella fue recorriendo uno a uno a los machos, sobándoles el pene. Alguno la tenía morcillona, otros erecta. Ahora comprendieron porque le habían pedido a la mujer que se desnudara. No solo ella tocaba, sino que los voluntarios aprovechaban para acariciarle las tetas, el culo, o incluso el coñito cuando se paraba junto a ellos.

A ella no parecía molestarle. Cuando llego a la altura del cuarto, se paró mucho más. Todos pudieron ver que tenía una polla de gran tamaño, tanto de larga como de gruesa. La mujer soltó una risita y agarro ese pene con las dos manos, recreándose un rato y haciéndole algo parecido a una paja. Estaba claro que no era la de su marido, pero ella sintió ese tronco entre las manos y comenzó a dar juego. Disfrutaba claramente.

Su marido parecía divertido y en absoluto molesto. De repente se arrodilló y dijo algo así como que tenía dudas y había que probarla. Casi con delectación, introdujo la punta en su boca, y desde ahí, fue haciéndole un traje de saliva hasta donde pudo metérsela.

Lina y su chico miraban embobados como se la mamaba a riesgo de provocar una arcada.

Cuando se la sacó y paso al siguiente, todos aplaudieron. La mujer supo acertar al final cuál era su polla.

Lina sintió una excitación que llevaba tiempo sin recorrer su cuerpo. Un poco temblorosa llevó la copa a sus labios. Leve temblor que no pasó desapercibido para su chico. Por un instante se había olvidado de todo, hipnotizada por la escena. Y se había visto como protagonista. Rodeada de vergas, libre para hacer lo que quisiera y siendo el centro de atención. La fantasía la hizo mojarse.

Luego, otros juegos siguieron, y ellos recorrieron el local viendo como las distintas habitaciones se iban llenando de parejas que pasaban ya a mayores. Se detuvieron brevemente a mirar en cada una de ellas. El efecto en Agustín fue inmediato. Su mujer estaba más hermética, pero supo que por dentro tenía que estar muy caliente.

Se preguntó si estaría dispuesta a follar allí con él, delante de todos. Sería un síntoma de que las cosas avanzaban. El hacerlo al lado de otros, el gozar sintiendo a mas cuerpos cerca, disfrutando de la visión de otras parejas chupando, acariciando, corriéndose…Agustín pensó que a pesar de todas sus aventuras nunca habían follado a la vista de los demás.

¿Nunca? Una imagen llego rápida a su mente.

Lina sobre el capo de su coche mientras él la embestía, a la vista del chico de mantenimiento.

¡Es cierto! Recordó esa noche que fue a recogerla. Estaba frenético. Varios días sin follar por distintas circunstancias, cosa del todo inhabitual en ellos.

Quiso hacerlo en el coche, pero estaba tan excitado y caliente, que no podía concentrarse. Aquello le venía pequeño y era incomodo, pero un polvo convencional era aún más des motivante. Consiguió que ella accediese a salir fuera. Era entre semana y el lugar estaba apartado, junto a los almacenes y muelles de carga, ahora cerrados.

El chico apareció justo cuando estaban en lo más interesante. O mejor dicho, lo más interesante empezó justo entonces. Agustín estuvo a punto de detenerse, pero el muchacho no hizo ningún gesto, ni intento acercarse. Lina con el culo en pompa, con la cabeza entre los brazos y el dándole fuerte, penetrándola hasta el fondo mientras otro observaba con la boca abierta. De repente, la situación había pasado de un polvo al aire libre a toda una aventura morbosa.

No habían vuelto a hablar de aquello porque la cosa había acabado en una gran bronca, pero él sabía lo que pasó. Ella intento parar cuando se percató de que los observaban. Pero él le cogió las muñecas e intensifico sus arremetidas. Lina ya estaba a punto de caramelo y aunque le riñó después por sujetarla, Agustín supo que ella no había tenido la voluntad de zafarse. Si hubiese querido, a pesar de tenerle las manos agarradas y tenerla entre él mismo y el coche atrapada, seguro que se hubiera soltado. El tema es que estaba llegando al orgasmo. Y quien sabe. Quizás la situación también le ponía a ella.

Sintió como se mojaba, como el coño empezó a chorrearle y eso fue ya lo que lo puso cardiaco. El pene se le inflo de sangre hasta casi dolerle y tras correrse Lina, después de quedarse desmadejada sobre la chapa del vehículo, aun sintiendo las punzadas del placer, él empujo hasta el fondo su polla, casi levantándola del suelo, resbalando su vientre sobre el capó y perdiendo contacto sus pies con el suelo. En la segunda o tercera arremetida, ya se fue, llenándola de semen mientras Lina se dejaba hacer, sin fuerzas ni voluntad para resistirse a que la colmara de leche, borbotón tras borbotón, en una corrida como hacía mucho tiempo que Agustín no tenía…

El chico no se movió un milímetro del sitio, mientras Lina desaparecía dentro del coche sin detenerse en vestirse.

Él se regodeó guardándose el miembro y subiéndose los pantalones, como queriendo apurar la sensación de éxtasis que había tenido.

La mirada del chico se desvió hacia el coche, la buscaba con la mirada, pero no podía ver a través de los reflejos en los cristales. Cuando Agustín se subió ella solo dijo

- Arranca y vámonos ya.

Hasta que no salieron a la carretera, ella no se abrió de piernas y subiendo las rodillas se limpió el semen con las bragas. Los muslos también estaban manchados. Otra imagen para el recuerdo antes que se desencadenara la tormenta de reproches.

Estaba seguro de que en un ambiente propicio, ella disfrutaría follando a la vista de los demás. Allí no habría problema por practicar el sexo, ni porque la reconocieran, como en el centro comercial, y ella se dejaría arrastrar a la lujuria.

 Pero no sería el quien se lo propusiera en la primera noche. Todo a su tiempo. Despacio y dejándola madurar, acostumbrarse a la situación y a las nuevas posibilidades que se abrían.

Forzar la máquina, solo le haría perder la ocasión.

Ya volverían otro día. Para ser la primera noche todo había salido a pedir de boca.

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