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Mis Micro relatos 5 Erasmus...

en MicroRelatos

María!! María !! La cena se enfría... Joder con esta niña que hay que llamarla siempre tres o cuatro veces para comer... A ver si termina ya la carrera y se va un año de Erasmus al extranjero como su amiga Laura y así se espabila…

 

 

La madre de María entró a la habitación, pero la encontró vacía... María!!!!

 

Desde el pasillo llegó una voz: ¡Estoy en el cuarto de baño mamá! Acabando de ducharme ¡ya voy!

 

Pues no tardes. Ya podías haberte duchado antes. Y no a la hora de la cena.

 

Estefanía oyó una notificación del portátil de su hija, que estaba encima de la cama. Un mensaje de su amiga Laura. No pudo evitar curiosear. Laura estaba de Erasmus en un país del norte de Europa. Aún le costaba creer que las nenas hicieran ya tres años con la mayoría de edad. Las había visto crecer juntas, a veces a la gresca pero inseparables, compartiendo juegos, sueños, colegios…en fin.

 

No decía en broma lo de mandarla a al extranjero. Estaba convencida que era una experiencia que la haría madurar. Los padres de Laura habían confirmado el cambio que había pegado su hija después de unos meses fuera, teniendo que buscarse la vida por sí misma.

 

María no le contaba demasiado, así que sintió curiosidad y cómo conocía la clave del ordenador, no tuvo problema en desbloquearlo.

 

Apenas leyó el mensaje, supo que no tenía que haber entrado en el chat de las dos amigas.

 

¿Cómo la tiene de grande? preguntaba María

 

Joder tía, que fijación tienes con el tamaño.

 

Es que me gustan grandes y gruesas, ya sabes...caballo grande ande o no ande...

 

Y una serie de Cáritas riéndose

 

Sí, me acuerdo de cuando dijiste por primera vez esa frase…jajajjaaa…

 

Qué risa tía ¿te acuerdas?

 

Claro... Menuda cara que pusieron cuando le dijiste que te follarías al que la tuviera más grande.

 

Y conseguí que los tres me la enseñaran, así, puestecitos en fila.

 

Si serás guarra…

 

Bueno ya sabes, habíamos bebido mucho esa noche, nosotras y ellos…

 

¡Venga! que yo creo que lo hubieras hecho igual. A ti te gustaba Martín y ya sabías por su hermana que estaba muy bien armado. Era un rumor que todas las chicas conocíamos. El puntazo fue el teatro que le echaste y conseguir que los otros también se bajaran los pantalones

 

¡Dios! la madre de María no sabía si seguir leyendo. Empezaba a arrepentirse de su curiosidad. Intentó recordar al chico del que hablaban pero no lo consiguió. Sabía que su hija había salido un par de meses con un tal Martín nada más empezar el primer año de universidad, pero no le podía poner cara.

 

Joder con su hija. Si eso hacía tres años atrás, no quería saber las cosas que se le podrían ocurrir ahora…

 

Continuó leyendo el chat. Ya puestos ¿qué cosa más fuerte podrían poner?

 

Bueno tía lo importante es que sepan currárselo. Una polla grande pegada a un inútil no vale para nada...

 

Que sí, que sí, pero contéstame: a ver… ¿ese noviete vikingo que te has echado da la talla?

 

La da de sobra, loca, jajajaaaa…

 

No me lo creo, eso tengo yo que verlo.

 

Espera un momento que se me ha ocurrido una cosa. Voy a preguntarle…

 

Ostia, ¿Esta ahí contigo?

 

Claro, acabamos de terminar el primer asalto y estamos descansando.

 

¡Venga ya! ¿Él sabe que estás hablando conmigo?

 

Claro loca... Lo que pasa es que no entiende ni papa de español. Dame un par de minutos.

 

¿Qué dices que vas a preguntarle?

 

Tú déjame.

 

Bueno voy a ducharme mientras. Ahora seguimos.

 

Ok.

 

La conversación se interrumpía en ese momento. Estefanía suspiró. Vaya tela con las niñas de esta generación. Que diferente había resultado su juventud. Pero en el fondo, ni se extrañaba de lo que se acababa de enterar (demasiado bien conocía a estas dos), ni se lo podía recriminar. Ya eran mayorcitas y, hasta ahora, habían demostrado que sabían hacer las cosas con cabeza, sin llevarse sustos y discretamente. Si tuviese ahora su edad, sin duda disfrutaría igual que ellas de la vida.

En ese momento se oyó un sonido de notificación al cargar un archivo adjunto.

 

La madre de María suspiro y decidió abrirlo. Ya iría hasta el final

 

¿Qué te parece? ¿No está mal verdad? Preguntaba Laura

 

A la madre de María se le abrieron los ojos hasta quedar como platos.

 

La foto estaba recortada pero reconocía perfectamente a la amiga de su hija, tumbada boca arriba y desnuda, con un inconfundible tatuaje de rosas bajo sus pechos.

 

Unas tetas no excesivamente abundantes pero bonitas y bien colocadas, con dos pezones entre rosados y marrones.

 

Sentados a horcajadas sobre ella, aparecían unos muslos blancos y totalmente depilados. En medio de ellos, asomado, una verga erecta que ella sostenía aproximadamente por la mitad. En la parte de arriba, sobresalía de sus dedos un glande circuncidado. En la parte que restaba por abajo, se apreciaba el nacimiento de un falo empalmado sobre un par de testículos, todo ello sin un solo pelo.

 

La polla le llegaba la chica desde su pubis hasta más arriba del ombligo. El tamaño era considerable.

 

¡Joder qué pedazo de verga se iba a meter Laura! Sintió una punzada en su entrepierna y un sentimiento de envidia hacia la joven se apoderó de ella. Quien tuviera ahora 23 años…Y un chaval así en la cama.

 

En ese instante, oyó abrir la puerta del cuarto baño, así que cerró la imagen y dejó el chat tal y como estaba.

 

En el pasillo se cruzó con su hija: venga, no tardes que la comida se enfría.

Ya voy mamá.

 

Tuvo que soportar toda la cena las risitas de María.

 

¿Qué pasa hija?

Nada, cosas de Paula…

¿Cómo le va?

Bien mamá, bien (mas risas)…

 

Esa noche, Estefanía no pudo dormir. Después de varias vueltas en la cama, se giró hacia su marido, pegándose a él y buscándole la entrepierna con la mano.

 

Le cogió el pene, acariciándoselo por encima de pijama. No hubo reacción, seguía blando y enroscado sobre sí mismo. Metió la mano dentro del slip, apretando la verga ya directamente, piel sobre piel, y obtuvo un tímido movimiento. Se puso morcillona pero sin adquirir la dureza necesaria. Comenzó a masturbarle, pero él se removió inquieto y (aun en duermevela) le retiró la mano. Sin apenas intervalo, continuó roncando.

 

En fin… suspiro ella.

 

Se levantó y rebuscó a oscuras en uno de los cajones de su mesita de noche. Al tacto, reconoció su consolador de cabecera. Pulido y cilíndrico, de color negro. Hacía tiempo que se le habían agotado las pilas, pero la madre de María no se había molestado en sustituirlas. El movimiento vibrante no la hacía llegar al orgasmo. Más bien le provocaba cosquillas que la distraían del asunto…así que no eran necesarias. Lo que a ella le gustaba, era frotárselo por su clítoris, gordo como un garbanzo y luego llenarse la vagina con él, simulando una verga dura y grande, que la penetrara sin descanso. Sus dedos, ya sabios y conocedores de estas lides, hacían el resto.

Se tumbó de nuevo en la cama, esta vez sobre las sabanas. Chupó el falo cilíndrico hasta humedecerlo. La imagen de esa polla vikinga, como la había llamado su hija, venia nítida a su mente. Se imaginó que la tenía en la boca. La verga dura y tiesa de un joven de 25 años, rubio y depilado. Se abrió completamente de piernas y el consolador rozó sus labios vaginales. Unas caricias y después, empujó hacia dentro. Era de nuevo la verga de la foto, que penetraba en sus entrañas sin apenas dificultad. Notó como se mojaba a la par, que un jadeo escapaba de su boca.

No intentó siquiera reprimirse. Sabía que su marido ni se iba a enterar, aunque un tren de mercancías pasara a su lado. Experiencia que tiene una ya…uhmmmm…que gusto…

María acababa de terminar de hablar con Laura: Te dejo que vamos a follar otra vez. Que cabrona. Ya le gustaría a ella estar ahora en su lugar. Sabía que no todo eran parabienes. Su amiga no se hacía al clima ni a la comida de allí. Madrugones y curro por un tubo. Pero mira, la cosa tenía sus compensaciones. Ella no cambiaba su casa por aquello, pero un par de meses follando con un rubio de ojos azules, tampoco estaría mal. Volvió a mirar la foto de su Laura y se imaginó que a estas alturas, esas tetas estarían ya botando mientras el pollón que sostenía en la mano la penetraba. Casi podía oír sus jadeos de placer…

¡Un momento! ¡Es que los estaba oyendo!

Aguzó el oído. Unos quejidos sordos y apagados, pero inconfundibles. Estaba desconcertada.

Cálmate tía. Piensa un poco. No puede ser.

Pronto comprendió. Venían del otro lado del tabique, precisamente de la habitación de su madre. Así que era eso. Pego la oreja a la pared. Solo se la escuchaba a ella. Y la cama apenas sonaba. No estaban follando, su madre se aliviaba sola. Y ella sabía con qué. Hacía ya mucho tiempo que había descubierto el consolador que guardaba en su mesita de noche.

Sonrió para sí misma. Un grito ahogado le indicó que se estaba ya corriendo.

Buenas noches mamá, pensó divertida. Y apagó a su vez la luz…

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