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Historia de Juanjo...II

en Hetero: Infidelidad

Bueno, si habéis leído la introduccion, ya sabréis qué Juanjo y Raquel son una de las últimas parejas que salió de mi pandilla de amigos adolescentes. y que ninguno de nosotros dábamos 1 € por su continuidad.

Para que os hagáis una idea de lo diferentes que eran, comentaros lo que sucedió al inicio de su relación.  Juanjo era todavía virgen aunque había tenido sus experiencias de tocamientos sexo oral, etc…y Raquel también lo era. Cuando llevaban dos semanas saliendo, nosotros le preguntamos a Juanjo sí ya habían hecho algo y él nos contó sin dudarlo, que el primer fin de semana habían follado. No nos lo creíamos porque teníamos a Raquel por una chica muy tradicional y un poco estrecha. Juanjo nos dijo que el planteamiento que le había hecho era muy claro.

Se echó una novia para follar y si ella no quería, pues muy bien, pero cortaban de inmediato. Iba a lo que iba, que para tener amiga no necesitaba salir con nadie.

 Lo que más nos sorprendió es que Raquel aceptó y a los pocos días de estar saliendo follaban sin ningún problema. Conocíamos bien a Juanjo y sabíamos que no nos mentía, lo que nos resultaba casi increíble es que Raquel lo hubiera aceptado.

Otro tema para ver hasta qué punto eran diferentes, era el de las vacaciones. Juanjo esperaba con ansia todo el año el poder escaparse con su moto en una ruta improvisada, parando donde le apetecía, durmiendo si es preciso sobre el césped en algún parque, comiendo con el dinero justo, parándose con el primero que conocía, en fin, yendo en plan vagabundo. Raquel le acompaño los primeros años pero acabo hasta el gorro de ese tipo de viajes. Cómo Juanjo no estaba dispuesto a renunciar (esto es lo que hay y si no te gusta no vengas) pues eso fue lo que hizo ella. Salvo algunos días que pasaban juntos en la playa, el resto de las vacaciones lo hacían por separado.

 En todos los demás aspectos de la vida era parecido. Tenían ámbitos separados para el trabajo, para las amistades, para salir a divertirse, etcétera. Además de que discutían con frecuencia, ninguno de los antiguos amigos nos podíamos creer que fueran la pareja más duradera de todo del grupo, porque siempre daban la impresión de estar a punto de divorciarse.

Bueno el caso es que hace un tiempo coincidí con Juanjo y con Óscar, otro viejo amigo. Ellos estaban haciendo una ruta en moto por el norte de España y dormían en un camping, justo muy cerca de donde yo me había tenido que desplazar por motivos laborales. Decidí quedarme a pasar el fin de semana con ellos.

El fin de semana resultó muy tranquilo. Cerveza, barbacoa, copas, mucha charla y…algunas confesiones…

Cómo había confianza lo primero que me contaron es que en el anterior camping que habían parado, se habían montado una fiesta con un par de maduritas que también estaban allí.

Pronto la conversación derivó hacia las parejas que habían dejado en casa. Juanjo era muy transparente y no tuvo ningún inconveniente en afirmar que aunque nunca habían hablado explícitamente de ese tema, estaba seguro que Raquel, que era muy lista, se tenía que imaginar que durante los viajes no desaprovechaba las ocasiones que se le pudieran presentar.

De la misma forma, comentaba que lo cierto, es que el resto del año le permanecía absolutamente fiel. Es más, que si ella estuviera dispuesta a acompañarle, preferiría follar con su mujer antes que con otras.

Óscar comento qué él, por el contrario, si viajaba solo era precisamente para salir de la rutina matrimonial en todos los sentidos. Lo que quería, además de viajar y pasárselo bien, era probar coñitos diferentes.

 Y ellas ¿qué? pregunté yo. ¿Creéis que se chupan el dedo?

Óscar comentó, que prefería no saber lo que hacía su mujer mientras él estaba fuera, o cuando ella se iba de vacaciones, o con las amigas.

Soy más feliz sin saberlo. Así no tengo que pedir explicaciones y no tengo que darlas, si ella no me las pide a mí.

Pero vuestras mujeres no tienen nada de tontas, comenté. Si han renunciado a pedir explicaciones conociéndoos como os conocen, es que, o bien asumen sin más que podéis tener alguna aventura, o es que no dicen nada porque también dejan la puerta abierta ellas.

Yo a la mía, comentó Juanjo, le dije una vez que se puso un poco pesada, que si quería saber lo que yo hacía cuando me iba de viaje, que se viniera conmigo y si nó, que dejara de preguntar.

Muy en tu línea comenté… y conociendo el carácter de Raquel ¿ella se conformó?

Bueno, no. Siguió un tiempo dándome la paliza pero desde hace un par de años ya no me dice nada.

Hasta ahí llegó la conversación ese día. Estábamos cansados y nos acostamos pronto para lo que era habitual en nosotros. El tema que os quería relatar sucedió al día siguiente. Habíamos estado de copas y llegamos en un estado realmente lamentable al camping. Óscar se metió rápidamente en el saco de dormir. Juanjo y yo que estábamos más enteros, aún tuvimos cuerpo para tomarnos la última, sentados al fresco delante de la tienda de campaña. Ahí fue donde retomamos la conversación. Juanjo me comentó respecto a lo que habíamos hablado el día anterior, que Raquel sabía casi con seguridad qué es la había puesto los cuernos varias veces.  Él no lo admitía pero tampoco lo negaba con énfasis. Se limitaba a dar una contestación cortante o a desviar el tema. 

¿Entonces? pregunté yo.

Ella también se ha buscado la vida. Al menos en una ocasión.

Cómo estás tan seguro le pregunté.

Porque la pillé, me dijo Juanjo.

Me quedé boquiabierto. No quise preguntar más para no molestar, pero Juanjo quería compartirlo y fue el que me lo relató.

El siguiente relato es una narración libre de lo que mi amigo me explicó esa noche, complementado con varias conversaciones posteriores. He puesto un poco de orden, complementado algunas lagunas con lo que yo pienso que pudo ser, enfocando la narración para que resulte más excitante y no quede solo en un relato plano de los acontecimientos. No obstante, el resultado creo que se aproxima bastante a lo que realmente sucedió.

Bueno resulta que Juanjo se había ido a pasar unos días a la playa. Su hermano alquilaba una casa y se llevaba a sus padres. Cómo había sitio de sobra, Juanjo se fue allí con la cría. Raquel tenía que trabajar, pero la idea era, que él subiera el viernes a recogerla. Tenía que aprovechar para tomar unas cosas de casa de sus padres y hacer un par de gestiones, así que volverían el sábado y pasarían la semana siguiente todos juntos en la playa.

El caso es que Juanjo decidió adelantar un día la vuelta. Quería hacer varias cosas y pensó que solo el viernes por la tarde no tendría tiempo, así que se fue el jueves dejando la niña al cuidado de su hermano y cuñada. Conociendo el carácter de Juanjo y que solía ir bastante por libre, no me extraña nada que no avisara a Raquel y que decidiera simplemente darle una sorpresa, sin saber que el que se va a llevar la sorpresa era él.

Al llegar a casa decidió pasar primero por el chalet de sus padres, para recoger lo que le habían encargado y darle una vuelta a la casa. Así se quitaba eso del medio. Al llegar se encontró con el coche de su mujer y otro que no conocía allí aparcados. Le extraño muchísimo, porque Raquel no tenía ningún motivo para subir a la casa de sus padres.  De hecho no recordaba ninguna vez que hubiera subido sola, por propia iniciativa. Siempre con él o para que la niña se bañara.

Dejó su propio vehículo fuera y se asomó a la piscina. Ningún rastro de toalla o tumbona.

¿Qué podría estar haciendo Raquel allí y con quién estaba? Algo no cuadraba y cuando entro en la casa y vio que la parte de arriba estaba desierta, su inquietud aumentó.

Sin saber aún porqué, como si presintiera que no le iba a gustar lo que se iba a encontrar, se movió en silencio y despacio. Oyó ruidos que provenían del piso de abajo, dónde estaba un salón que hacía las veces de sala de estar y de juegos para la piscina, con un pequeño aseo.

No tuve que bajar demasiado me comentó, antes de verlos ya sabía que estaban follando.

¿Y eso? le pregunté.

Lo que pasa es que Raquel tiene un jadeo muy característico cuando folla. Sólo lo hace cuando está follando, por eso supe lo que me iba a encontrar si continuaba bajando la escalera.

Juanjo apenas pisó el tercer escalón cuando entre los sonidos que le llegaban identificó claramente una respiración entrecortada, acabada en una especie de gritito, que conocía demasiado bien. Su mujer lo hacía cuando practicaban sexo y solo entonces. Otra respiración más grave y ronca, le indicó que no estaba sola.

Se quedó parado, impactado y dudaba si continuar bajando. Tenía que asimilarlo. Estaba bloqueado y los jadeos de su mujer le impedían pensar. No sabía qué hacer.

Y ¿bajaste? le pregunté intrigado.

Sí,  tenía que verlo con mis propios ojos.

Finalmente se decidió. Tenía que verlo. Bajo unos escalones más y se sentó sobre uno de ellos, tratando de enfocar la visión.

Raquel estaba sentada a horcajadas sobre un tipo. Un tío que parecía más joven. Él, sentado a su vez en el sofá, se dejaba follar mientras le agarraba el culo con las dos manos.

Pero ¿los sorprendiste?

No. No se dieron cuenta. Desde donde yo estaba no me podían ver y además estaban a lo suyo. Cuando uno está follando no se da cuenta de nada de lo que pasa alrededor.

Mentalmente viajé a ese sitio que yo conocía bien. Era cierto. Con la luz apagada y desde abajo, ese tramo de escalera quedaba en la penumbra. El sofá estaba situado de forma que ellos debieron quedar de lado a la vista de Juanjo. El contraste con la claridad que entraba por los ventanales que daban al jardín, les impediría ver a mi amigo si este no se movía. Eso suponiendo que giraran la cabeza a un lado y además hacia arriba, donde estaba situado.

 Y ¿qué hiciste entonces?

Me quedé allí en unos 15 minutos, observando, callado…

Juanjo no sabía qué decisión tomar. Su primer impulso era bajar y montar un espectáculo, pero luego se calmó. Esto tenía que hablarlo con Raquel y tenían que hacerlo los dos a solas, sin nadie en medio estorbando. Si bajaba y aquel tipo hacia otra cosa que no fuera salir corriendo, se podría liar parda, porque estaba muy nervioso.

En un par de minutos, decidí irme. Necesitaba ganar tiempo.

Juanjo sabía que si bajaba, sería imposible tomar decisiones correctas. No en ese momento. No solo se temía a sí mismo. Conocía a su mujer. Si sorprendía a Raquel de esa guisa, es más que probable que la empujara a tomar decisiones en caliente. La vergüenza podría empujarla a una ruptura sin pensar. Todo esto bullía en su cabeza.

 Mi amigo me comentó, que alguna que otra vez, había pensado que sea que su chica podía pagarle con la misma moneda. Ella no es tonta y seguro qué tendría sospechas más que fundadas, de que alguna canita al aire habría echado. Siempre que se tratara de una pequeña ventura, como la suya, podría perdonarla. No sería justo que esperara que le perdonara si algún día le pillaba y mantuviera su matrimonio en vez de romperlo por una aventura sin más, y que él no hiciera lo mismo en caso de que fuera ella.

Sé muy bien que muchos hombres infieles (me meto en el grupo) usamos esta excusa para acallarnos la conciencias. Pero no quise ponerle mal cuerpo y asentí.

 ! Es lógico claro ¡

Sólo es una aventura, es solo sexo y muy puntual, si ella hiciera lo mismo yo también la perdonaría, pensaba Juanjo…

Pero una cosa es pensarlo y otra cosa es verse en la situación y hacerlo. Ninguno sabemos realmente cómo vamos a reaccionar hasta que no nos vemos en ese trance.

Pero entonces ¿qué hiciste el resto del tiempo? Me acabas de decir que estuviste unos 15 minutos.

 Juanjo me miró sorprendido. No esperaba que le hiciera esa pregunta.

Bueno, tenía curiosidad. Por eso me quede más rato. Tenía que saber si era alguien conocido. Decidí que tenía que observarlos para ver si había muestras de cariño entre ellos. No es igual hablar de echar una cana al aire, que una aventura sentimental. Debía saber si estaban liados de verdad, ver si había gestos de complicidad. Sí Raquel le permitía hacer cosas que a mí no me dejaba, por ejemplo.

No me fue difícil imaginar a Juanjo conteniendo el aliento. Podría ver desde una posición privilegiada a su mujer, de lado y desde arriba, viendo como cabalgaba a ese desconocido. Las tetazas moviéndose a un lado y otro delante de la cara de ese tipo. Haciendo un movimiento circular con la cintura, como sabía que le gustaba a Raquel para sentir más la polla. Pronto ese movimiento dejó paso a otro en el que culeaba adelante y atrás. Mi amigo sabía lo que eso significaba. Esa era una de las posturas que más le gustaban a su chica para correrse. Y ahora se estaba follando ella la polla para darse gusto. Pronto aceleraría el ritmo hasta que el frote le hiciera llegar al orgasmo, abriendo mucho la boca y emitiendo un sonido agudo, tras lo cual cesarían de una vez esos jadeos característicos suyos.

Todo siguió el guion establecido. Raquel se corrió exactamente así, como Juanjo había previsto. Con los ojos cerrados, aun tensa por el esfuerzo, permanecía con la verga aun clavada, con la espalda recta y la cabeza hacia atrás. Enseguida se levantó, sacándosela y sentándose al lado del hombre.

La mirada de Juanjo fue hacia el tipo que se estaba cepillando a su mujer. Ahora podía verlo bien. Confirmó que no era nadie conocido. No lo había visto nunca. Esperaba y deseaba que no fuera nadie cercano, algún viejo amigo desconocido para él, o alguien del pueblo de su mujer. Se fijó en que era algo más alto, mas musculado y más joven que él mismo. Normal, su mujer se mantenía bien y suscitaba el morbo suficiente para follarse a individuos diez veces más guapos que ese. No iba a buscarse a alguien peor que su marido. Por último, su mirada se fijó en la verga.

Por qué los hombres somos tan gilipollas, pensó.

Mi mujer poniéndome los cuernos y yo preocupado de comparar nabos…

A esa distancia no podía medir bien, pero le pareció que el cipote del chaval, era más grueso aunque de largo similar al suyo.

Raquel trataba de recuperar el resuello. Pero el amante no se había corrido, y no le dio tregua.

Juanjo observó que se situaba entre las piernas de su mujer, de rodillas en el suelo, y como pasando los brazos por debajo de las piernas, agarró sus nalgas y muslos y la atrajo hacia sí. El culo quedo al borde del sofá y las piernas abiertas con su coño totalmente expuesto a lo que ese hombre quisiera disponer.

Se colocó bien el preservativo, y no tardo en aprovechar que el coño estaba abierto para él, metiéndosela de nuevo. Juanjo escrutó la cara de su esposa, viendo en ella una expresión que no supo interpretar bien. A medias del placer de tener su vagina otra vez llena de verga y de la molestia del roce de su coñito aun sensible e hinchado.

Conforme fue aumentando el ritmo y la intensidad, lo que era un placentero vaivén de falo dentro de la aun húmeda vagina, se convirtió en una serie de embestidas contra el coño de Raquel, que la hicieron abrir los ojos de nuevo. La mirada tensa indicaba que esas penetraciones fuertes, hasta el fondo y con los huevos golpeando el culo, no le hacían gracia.

Ella se soltó con una de las embestidas del cuello del tipo, dando contra el respaldo del sofá. Al inclinarse hacia atrás, su culo sobresalió un poco más sobre el borde, favoreciendo que la pudieran empalar aún mejor. Las tetas dejaron de estar ingrávidas y cayeron hacia los lados del pecho de Raquel. Abultando y con los pezones tiesos a pesar de aplastarse un poco. Con cada golpe de polla, temblaban, excitando más al amante y provocando embestidas todavía más violentas.

La cara de su esposa era un poema, estaba abierta y sin defensa contra los pollazos, el pelo pegado a su rostro y pecho por el sudor, que corría por el canalillo de las tetas y las hacia brillar. Juanjo no quiso ni imaginarse lo que estaría sudando el culo y la rajita de su chica, donde se estarían mezclando flujo y sudor.

Pero ella no dijo nada. Solo su cara y sus manos con los puños cerrados indicaban que estaba empezando a dejar de disfrutar.

A estas alturas, a mí ya me habría dicho que parara, o incluso se la habría sacado del coño, y a este no le dice nada, pensó Juanjo. Pero sabía que no lo hacía por placer, la conocía bien y esa forma de follar y esa cara que estaba poniendo, indicaban que no estaba a gusto. Solo quería acabar ya. Ella había obtenido su goce y quería que el tío se corriera pronto. A veces, a él le hacía lo mismo.

Así pues, no se extrañó cuando Raquel empujo con la mano sobre el vientre del amante, para que se separara, y luego, poniéndose de rodillas sobre el sofá, le ofreció su culo. En esa postura sabía que se correría mucho más rápido. El tipo no rechazó el regalo. Es más, se recreó pasando la polla por la raja de su culito y su coñito. Disfrutaba del momento previo a metérsela para correrse dentro de esta madura, con unas tetazas que volvían a caer bajo su peso, y que le daba todo lo que debía reservar para su esposo.

Llevo la mano hasta la base del falo, y pareció dirigirlo a un sitio concreto.

Una sospecha hizo que volviera a subirle a mi amigo una ola de calor desde las entrañas hacia arriba. ¿No iría a follarle el culo?

A él jamás le había dejado Raquel. Era terreno vedado y una guarrería según ella. Esto sí que sería una autentica afrenta, casi más dolorosa que los cuernos recién descubiertos.

Las intenciones del tipo se confirmaron cuando Raquel dio un respingo y volvió la cabeza con fiereza. Había intentado meterle  la punta de la polla en el ano.

¿Qué haces? Por ahí no.

Vale, vale, reculó el amante, preocupado no fuera a jodérsele el polvo casi al final.

Esta vez la verga entro por donde debía. Su esposa levantó un poco el culo, ofreciéndose más, lo que provocó la lujuria de su amante. La agarró por las caderas y volvió a follarla sin contemplaciones. La visión de esta mujer casada, a cuatro patas, abierta para él, y esas tetas que se adivinaban dando bandazos de un lado a otro, surtieron el efecto deseado, y el tipo se corrió lanzando un gruñido ronco. Raquel aguantó la última embestida, pero casi enseguida se separó, dejándose caer de lado en el sofá. Dándole el culo sudoroso a Juanjo, que ya no pudo ver la cara de alivio de su mujer. Él, se sentó también, resoplando y con el condón aun puesto.

Juanjo se sintió algo reconfortado al ver que no se besaban, ni se acariciaban. No había muestras de cariño. Había sido un polvo buscando solo sexo. Y Raquel no parecía buscar otra cosa que follar con alguien diferente, porque no había visto ninguna postura nueva, ni que ella buscara otra cosa en aquel tipo distinta a lo que hacía con su marido.

Solo que le había consentido ir más allá en la intensidad del polvo. Pero ¿Por qué?

Pensándolo detenidamente, entendió que posiblemente no había confianza entre ambos, y ella prefirió aguantarse. Y más aún si estaban solos allí y lo había provocado para follar. Estaba encendido. ¿Cómo reaccionaría si ella, en ese estado le ponía pegas? Una vez obtenido su placer, lo más seguro es que quisiera evitar problemas y acabar cuanto antes. Un signo más de que era un encuentro casual y no un amante fijo.

Raquel se levantó y buscó sus bragas por el sofá. Eran unas braguitas verdes de encaje, que le hacían muy buen culito y remarcaban su pubis, pero viejas y desde luego nada de lencería fina. Ella no se había arreglado especialmente para la ocasión. Llevaba una camiseta y unas bermudas vaqueras. Todo indicaba un momento atrapado al vuelo y sin pensar demasiado. Nada premeditado.

Todo había sucedido en apenas veinte minutos. Juanjo se sobresaltó al ver levantarse también al chico. Había estado demasiado tiempo allí. Ahora ya no estaban concentrados en el polvo y cualquier ruido o movimiento podría delatar su presencia, así que desandó el camino hacia la parte de arriba con todo el cuidado del mundo, salió al exterior. Montándose en el coche, se dirigió a su casa.

Y ¿Qué sacaste en conclusión?

¿Cómo?

Juanjo, llevas un rato ido. Me acabas de decir que te quedaste para tratar de saber si era un conocido, si eran amantes habituales y que tipo de relación tenían.

Si, perdona es que estaba recordando…no, no era nadie de su entorno. Nadie del trabajo ni ningún conocido por mí. Creo que era desconocido para ella también. Un aquí te pillo - aquí te mato.

¿Estás seguro?

Creo que sí. Tomé una foto de la matricula al salir y más tarde hice mis averiguaciones. No era ni de Madrid. Además hubo un detalle muy significativo.

¿Cuál? Pregunté con curiosidad.

Usaron condón. Raquel tiene puesto un DIU. Odia los preservativos. Hasta que se lo puso, teníamos que comprar siempre una marca especial, porque los lubricantes habituales le irritan la piel. Si hubiese sido alguien de confianza, habría follado a pelo, como a ella le gusta. Pero sabiendo que no se podía quedar embarazada, si no se arriesgó, es porque era un desconocido. Además, no parecía haber entre ellos mucha afinidad. Estaban allí solo para follar y nada más. Eso es lo que me pareció.

¿Hablaste con ella en casa?

Juanjo desvió la mirada. Entraba en un terreno muy personal, más aun.

No. No lo hice.

¿Y entonces?

Pues hasta hoy.

Juanjo abrió la boca como si fuera a contarme algo más, pero se quedó callado.

Demasiado para esa noche. Yo no quise insistir, a pesar de que me olía que el tema no acababa aquí. Solo trataba de entenderlo y dejarle también la puerta abierta, por si más adelante quería continuar desahogándose. Juanjo, a pesar de estar bebido, no me había elegido a mí simplemente por estar ahí, en ese momento. Sabía lo que hacía. Me conocía bien. Teníamos confianza y sabía que yo no le juzgaría, ni diría comentarios hirientes al respecto. También conocía mis ideas liberales en cuanto al sexo, aunque ni él, ni nadie de mi entorno, estaban al tanto mis andanzas en temas de tríos y locales liberales.

Creo que me voy a acostar. Estoy que me caigo.

Claro, ya es hora. Mañana vamos a estar muertos. Oye Juanjo…

Dime.

Si quieres seguir hablando de esto más adelante, puedes contar conmigo.

Seguro que sí, gracias.

Continuará....

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