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La primera vez en un pub liberal….1

en Intercambios

La primera vez en un pub liberal….

Voy a relatar en primera persona, una experiencia que me fue contada por un compañero de otro foro. Me he permitido ciertas licencias para hacer más interesante la historia y más dinámica, pero básicamente, así fue como me lo relataron.

Hola, quizás mi historia no se ajuste estrictamente al título “mi primera vez en un local de intercambio”, ya que no fue la primera vez que fui a uno, pero si la primera vez que realmente disfruté de una experiencia amateur.

Yo había intentado varias veces la experiencia, ya que una de mis fantasías era lograr hacer un trio o un intercambio, pero ninguna de mis parejas estuvo por la labor aunque algunos tonteos tuvimos. A la mayoría, conociéndolas como las conocía, ni siquiera se me ocurrió plantearles la posibilidad, ya sabía la respuesta. Con una de las chicas con las que salí, conseguí llevarla una vez a “ver el ambiente” pero se sintió muy incómoda y nos fuimos del local.

 

Así pues, solo me quedaba la opción del trio, pero pronto aprendí que para un hombre solo era una pérdida de tiempo y dinero acudir a locales de intercambio. Tenías que ir muchas veces para conocer a las parejas y conseguir su confianza, o tener mucha suerte. Los precios de entrada y copas tampoco son baratos.

Como me quería asegurar una experiencia (soy de ideas fijas, cuando se me mete un deseo en esto del sexo trato de cumplirlo) acudí a fiestas de pago que garantizaban el intercambio en algunos pisos y locales de Madrid en tres ocasiones, pero allí siempre había profesionales (chicas) y aunque era morboso y diferente, no era la experiencia que yo deseaba. Asimismo, la posibilidad de contratar una chica se me antojaba muy costosa y además no creí que funcionara bien, en la mayoría de estos locales huelen a las profesionales a kilometro y la gente normal suele rechazar el encuentro ya que resulta evidente a poco que entablas conversación, que no somos pareja.

Así que decidí dejar de intentarlo, pero la fantasía no se me acababa de ir de la cabeza, y de vez en cuando volvía a mi mente.

Finalmente, la ocasión se me presento de una forma no esperada.

 

Pero para contároslo os tengo que presentar primero a Ana (el nombre lógicamente no es el original).

 

Yo tengo una sexualidad muy activa y en los periodos donde no tenía pareja, necesitaba follar al menos un par de veces al mes para desahogarme. Siempre solía buscarme la vida con alguna chica conocida, lio, etc... Pero a veces la sequía de contactos me desesperaba. Así que en alguna ocasión recurrí a la prostitución, aunque esta opción no me satisfacía. El saber que una chica estaba conmigo solo porque le iba a pagar me echaba para atrás. También rehuía a las chicas que veía tristes, con apariencia de estar controladas por mafias o con adicciones, por lo que me pasaba varias visitas hasta que encontraba alguna chica con la que congeniara. Y aun así, pocas veces salía satisfecho.

Así que pensé una solución, que pasaba por las conocidas como “pseudolumis”, chicas que se dedican a esto de forma no profesional y por voluntad propia, sin nadie que las controle y que habitualmente pueden elegir y decidir con que clientes se relacionan y cuales descartan.

Era una solución más cara y un poco más complicada (requería intercambio de mensajes o conversaciones en chats) pero a mí me dio buen resultado.

 

Contacte con algunas mujeres y tras varios correos y conversaciones me decidí a quedar con Ana.

 

Ana tenía las cosas muy claras y eso me gustaba ya que estaba claro que nadie la manipulaba.

 

Trabajaba de forma eventual y tenía problemas para llegar a final de mes algunas veces.

No quería pareja fija, ya había tenido un novio y acabo la cosa en embarazo no deseado y ella sola con un hijo que mantener. Así que como le gustaba el sexo, al igual que yo buscaba desahogo ocasional algún fin de semana que tenía libre. Ella no quería irse de Madrid para volver a casa de sus padres, así que pronto pensó en una solución que sería cobrar por lo que antes hacía gratis.

Solo quedaba tras un intercambio de correos y de asegurarse que eras “normal”. Si en la primera cita no le gustabas no seguía adelante y te daba plantón allí mismo. Lo habitual es que tuviese un par de chicos o tres habituales, con los que estaba a gusto y solo buscaba un nuevo cliente si uno de estos le fallaba. Prefería ganar solo lo que necesitaba pero contactar con gente que también la satisficiera a ella y fiable. Nunca pensó en dedicarse a esto de forma profesional.

La primera vez que quedamos, quedo inmediatamente claro que nos íbamos a entender muy bien. Físicamente era una chica que no llamaba en absoluto la atención. Más bien bajita, un poco ancha de caderas y delgada por arriba. Muy normal de cara, con un semblante muy serio que solo suavizaba con alguna sonrisa cuando conseguías traspasar su muro de desconfianza inicial. No se sacaba provecho con pinturas ni con una vestimenta atrevida.

En resumen, era la típica chica que pasa desapercibida y nunca te vuelves a mirar cuando pasa a tu lado. Pero yo ya soy perro viejo, y de sobra sé que el pasártelo bien con el sexo no depende en absoluto del físico, sino de la actitud, el morbo y el deseo. He tenido la suerte de poder follar con algunas chicas de bandera, pero cuando miro hacia atrás, con alguna excepción, los recuerdos que me hacen empalmarme de forma inmediata, corresponden a experiencias con chicas de los más normal físicamente hablando.

En la primera cita, no la trate como un cliente ni ella se comportó como una prostituta. Merendamos juntos, nos tomamos unas copas y paseamos como un par de amigos. Ella agradeció que no cayera en los dos errores que más detestaba, que eran mostrar decepción (muchos a pesar de buscar una amateur esperan encontrar una diosa en lo físico) y prisa por ir a la cama. Quería conocerme ya que ella ponía las reglas y le gustaba llevar la iniciativa.

A cambio de eso encontré aquello que yo ya intuía cuando la conocí, una chica que no actuaba solo por dinero, sino que buscaba también su propio placer, a veces incluso egoístamente, anteponiéndolo al mío. Me pedía que le hiciera sexo oral o que la masturbara, me decía que posiciones prefería y la mayoría de las veces hasta que no se corría la primera vez, no prestaba atención a mi propio placer.

A mí todo esto me ponía mucho, pero había aún más. Ella no se cortaba un pelo y podías proponerle cualquier tipo de experiencia. Desde el primer día se mostró abierta a probar casi cualquier fantasía que no implicara daño físico o vejación (yo tampoco soy de ese estilo). Si le gustaba la incorporábamos a nuestro repertorio, si no, quedaba rechazada (por ejemplo, a diferencia de la mayoría de mis otras chicas, Ana practicaba sexo oral hasta el final, sexo anal, hemos follado en sitios públicos como un cine o un aparcamiento, etc…).

También decir que para mí, ganaba mucho desnuda. Aunque sus piernas no eran muy largas, cuando recordaba sus muslos, acabando en un coño abultado, que se le marcaba perfectamente cuando usaba legguins, su culo un poco ancho pero que a mí me ponía a cien, y sus tetas pequeñas pero muy redondas y que desafiaban la ley de la gravedad, con un par de pezones que se ponían duros y tiesos como si de puntas de flecha se tratara, yo me tenía que pajear a la espera de la próxima cita.

Mi relación con Ana duro un año y medio hasta que finalmente tuvo que irse de Madrid. La falta de trabajo estable no le permitía vivir adecuadamente y finalmente opto por volver a casa de sus padres que le ofrecían un curro seguro en el negocio familiar y todo lo necesario para sacar adelante a su hijo.

Ella dio por cerrada su aventura madrileña a todos los efectos y cuando le propuse que yo fuera a su pueblo a verla alguna vez se negó en redondo. Esta parte de su vida debía quedar atrás y desconocida para su entorno. En todo caso, si volvía a Madrid a alguna visita me llamaría para quedar y recordar viejos tiempos. No obstante al poco de llegar a su pueblo conoció a un chico e inicio una relación, pidiéndome que dejáramos de llamarnos y enviarnos e-mails. Como siempre, tenía las cosas muy claras y no quería que el pasado interfiriera en su futuro.

Pero bueno, de momento vamos a lo que es la experiencia que deseo contar.

Como despedida decidimos salir a cenar una noche de viernes. Esta vez seria ella la que me invitaría. A la cena ya llegamos con algunas copas tomadas, a las que añadimos un buen vino y brindis final con cava. Yo no hacía más que decirle lo que la iba a echar de menos y que a ver quién encontraba que le gustase follar como ella. Ana en un momento determinado me dijo que ella también había estado muy a gusto conmigo y que se sentía muy agradecida por mi amistad y el trato que le había dado (en los últimos meses, yo era el único chico con quien mantenía relaciones). Con el alcohol subiendo la temperatura, me pregunto qué fantasía tenía aun por cumplir. Me dijo que esa noche era especial por ser posiblemente la última que quedábamos y que podía pedirle lo que quisiera.

Yo no soy muy de desviaciones sexuales como he dicho antes, así que lo pensé un momento y no se me ocurría nada especial, pero casi sin pensarlo y de forma inconsciente le dije:

¡Si ya hemos hecho de todo lo que nos gusta a los dos ¡ ¡ cómo no sea que vayamos a un local de intercambio de parejas¡

Os juro que no fue deliberado ni realmente iba con eso en mente, pero de golpe y sin pensarlo mi vieja fantasía se había puesto encima de la mesa.

Creí que la había cagado y ya iba a empezar a disculparme cuando Ana me contesto:

¿Quieres follarte a otra? ¿Te pone el ir a un bar liberal? Bueno, si quieres lo hacemos.

Yo me puse serio e inicie una disculpa, pero ella me dijo que no tenía que disimular mis deseos. A lo largo de más de un año había quedado claro que me gustaba y que yo la respetaba, pero había sido ella la que me había propuesto que pidiera algo que me excitara mucho y que no se cortaría por llevarlo a cabo.

Decidimos acudir pues a un pub muy conocido en Madrid, de los que yo había frecuentado en solitario, siempre pensando que si se nos bajaba un poco el colocón y Ana quería echarse atrás, nos íbamos y punto.

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