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Historia de Agustin y Lina 5

en Grandes Relatos

Lina.

- ¿Te queda mucho? Preguntó Agustín.

- Solo ponerme el vestido, contestó Lina.

- ¡Vaya! exclamó él. Estas guapísima. Casi me dan ganas de quedarnos aquí y montarnos la fiesta solos.

- Pues tú verás…

- Bueno ya que nos han invitado, deberíamos ir… es una buena oportunidad…

- Si, pensó Lina, una oportunidad de acceder a un sitio exclusivo.

Hacía ya dos meses de su primera incursión en el mundo liberal y se vio obligada a reconocer que el resultado era bastante mejor de lo esperado.

El primer día solo había ido para tener motivos para poder negar a Agustín esa nueva idea de acudir a sitios de ambiente. Pero sorprendentemente, la velada había sido respetuosa y excitante a la vez. El tiro le salió por la culata, ya que solo tuvo razones para repetir.

En todo lo demás, resultó que Agustín tenía razón. Se habían divertido, su sexo había mejorado, él estaba menos tenso y la dejaba bastante tranquila entre semana, sin montarle numeritos. Y sobre todo, nadie la había forzado a hacer nada que no quisiera. El comportamiento del resto de gente fue en general respetuoso y lo más importante es que su chico, nunca la había presionado. Todo lo contrario. Siempre pendiente de ella, buscando con su mirada la aprobación antes de cada paso, de aceptar cada invitación, sin discutir ni cuestionarle nada.

Estaba ciertamente sorprendida. Y no solo por él, sino también por cómo se sentía ella.

Descubrió que esperaba cada salida de fin de semana con escepticismo al principio, con interés más adelante, y finalmente, con expectación.

Habían recorrido un circuito de varios locales, pero al final acabaron volviendo al primero, el más serio y que más les había gustado. Había habido mucho flirteo pero poca acción. Apenas habían participado en ningún juego y mucho menos en intercambios, pero el ambiente dejó de ser extraño para ellos. No les provocaba ningún rechazo lo que veían, ni lo que los demás hacían. Otra cosa es que estuvieran listos para dar más pasos hacia adelante.

La prueba de esto último era la última experiencia que habían tenido en el local. Les había provocado (especialmente a Lina) un cierto conflicto interior.

Recordó esa noche, pasando revista a lo que había sentido.

Habían conocido a una pareja joven como ellos. Ella (Ana), bajita y regordeta, bien servida de tetas y culo. Muy simpática y habladora. Estaba claro que era la que llevaba la voz cantante.

El (Luis), alto y fuerte, no muy guapo pero agradable a la vista. Mas callado, dejándose llevar y un poco simple. Su cara era un cristal a través del cual se podía leer todo lo que pasaba por su mente.

Habían congeniado bien, hasta tal punto, que esta vez Lina no se opuso a participar en un juego erótico. Tenían una copa de más y se divertían con esos chicos que parecían asumir las mismas ideas y precauciones que ellos.

Las parejas en la sala, debían intercambiarse y usar una única toalla. En el momento, parecía algo inofensivo, pero para cuando Lina se dio cuenta que allí nada era inocente, ya estaba metida de lleno en el juego.

Poco a poco, el animador pidió que se fueran quitando prendas, hasta quedar desnudos y usando una única y gran toalla para taparse cada pareja. Ella no se quitó Las braguitas, fiel a su costumbre, pero Luis sí que se quedó en pelota. Desde arriba pudo ver un miembro que inevitablemente comparó con el de su chico. Era como el resto del cuerpo. Agustín era más alto y mejor formado, Luis más corpulento y con un cuerpo menos definido, más en bruto.

La polla era igual. Luis tenía una verga no más larga que su chico, pero si más gruesa. No le pareció bonita, pero el grosor y la sensación de que parecía una herramienta tosca pero efectiva, no concebida para armonizar, sino solo para follar duro, la pusieron ciertamente cachonda.

Las ideas se iban asociando y formando en su mente, distrayéndola y llevándola a imágenes que no pensó que pudiera visualizar. Imágenes sucias y excitantes. Solo eran pensamientos, no había nada de malo en imaginar, pensó.

Miró a su lado y vio que Ana no tenía ningún problema en quedarse totalmente desnuda bajo la toalla. Sus bragas, más grandes, volaron hacia el sofá donde dejaban la ropa.

Ahora Agustín y ella, estaban desnudos completamente bajo la toalla. Muy cerca uno del otro. Demasiado…

Si Lina pensaba que el juego iba a terminar ahí, estaba equivocada.

Nada era tan inocente en estos lugares…el animador pidió que las chicas abrazaran por detrás a los hombres. Mientras Luis sujetaba la toalla, aprovechando para ceñirla a sus cinturas, ella se pegó al culo del chico, sintiendo como se le erizaba el vello al sentir el contacto con las nalgas de él.

Luego el animador anunció media vuelta, y las parejas cambiaron de posición. Lina sintió claramente en su culo el miembro de Luis. Pudo notar como crecía hasta ponerse completamente dura. Como presionaba contra sus nalgas y se acomodaba finalmente entre ellas, justo sobre su raja.

La excitación aumentó. Ella sabía lo que venía después. Les ordenarían situarse frente a frente y aunque con la braguita de por medio, la polla del hombre entraría en contacto con su pubis.

Aun se estaba pensando si lo haría, cuando Luis ya estaba abrazándola por la cintura y presionando su verga contra su entrepierna. Ensimismada, ni siquiera había oído la orden.

Ya era tarde y no pudo evitar sentir como una ráfaga de electricidad la recorría entera. Podía notar el pene de Luis a través de sus finas braguitas, restregándose por su monte de venus. No pudo evitar mojarse.

De repente se acordó de su chico y lo busco con la mirada. El y Ana se reían, mientras ella movía su cintura de un lado a otro. Era ella la que estaba provocando el roce. Estaban desnudos completamente y supo que la polla de Agustín estaba en contacto directo con su coñito. Ana jugaba a restregársela. Su chico debía tenerla totalmente hinchada.

Tuvo sentimientos contradictorios. Por un lado, quiso poner fin aquello, pero no le pareció correcto montar un espectáculo o quedar como una estrecha y una exagerada. Luego se preguntó si lo que sucedía es que no quería dejar de sentir de nuevo una polla grande, gruesa y distinta en contacto con su coño.

En fin, ya el juego terminaba y no pasaría nada más.

Pero de nuevo se equivocaba. El animador propuso la última postura. Las parejas debían simular, tapada la cintura con la toalla, que follaban en la postura del misionero. La que mejor lo hiciera, tendría premio.

Austin y Ana, no lo dudaron. Él ya estaba lanzado. Lina se cabreó un poco y decidió que entonces ella también.

Luis se puso entre sus piernas y ella sintió que su verga le recorría el coñito resbalando sobre sus bragas. De nuevo el placer. El cosquilleo. La mente se le fue a otro sitio. Esa polla dura y voluminosa, le repasaba la rajita arriba y abajo.  La notaba contra su clítoris. Empezaba a sentir gusto, a ponerse muy cachonda. Quizás había llegado el momento de poner fin a esto.

Miró a su chico y vio que Ana tenia las piernas muy abiertas, mientras el movía las caderas. Estaba sin duda, restregando también su polla por el coño de la chica. Estaría, seguro, ya húmedo. Ella reía y le decía cosas muy bajito. De repente, abrió mucho los ojos y la boca, como para lanzar un grito. Pero solo un jadeo salió de sus labios. Tan rápido como sucedió, desapareció el gesto de su cara. Quedo una mueca de sorpresa que dio paso a otra risita queda. Lina supo lo que había sucedido tan bien como si hubiese estado debajo de esa toalla. La verga de Agustín había encontrado el agujero del coño de Ana. Y había entrado. Brevemente, pero se la había metido. Quizás solo la punta. Y ella, tras un gesto como de regañarle, en el fondo estaba encantada.

Curiosamente (y luego se sintió mal por ello), en ese momento, en vez de pensar en parar todo, lo que imaginó fue que también ella debería disfrutar. Si él quería juego, pues jugarían de verdad. Sería muy fácil meter la mano bajo la toalla y separar un poco la braguita para dejar su coñito libre. Estaba mojada y Luis no tendría problema en metérsela hasta el fondo. Sentiría aquella verga penetrándola. Una y otra vez.  Como si él hubiese leído sus pensamientos, empezó a acometer con furia, intentando traspasar las bragas con su ariete.

Una mezcla de dolor y placer sobresalto a Lina. ¿Y se le rompía las bragas? Estaba acometiéndola ciegamente. Y brutalmente. Algo iba a pasar. El chico se estaba acelerando.

Era el momento de frenar.

- Detente por favor. ¡Para!

Tuvo que repetirlo varias veces y hasta que no empujó a Luis con las manos, este no se enteró.

El chaval recupero la cordura y obedientemente se separó de ella.

Esta vez Agustín se comportó. Había ido muy lejos pero seguía pendiente de Lina. Y cuando la vio incorporarse supo que debía detenerse él también.

A ella no se le escapo el gesto de contrariedad de Ana, que trato de retenerlo cerrando los muslos en torno a su cintura.

- ¿Estás bien? pregunto él.

- Sí, sí. No te preocupes.

Ana la miro con cara de decir

- ¡Menuda cortarrollos y calientapollas estas hecha!

Pero no perdió la sonrisa ni ninguna palabra malsonante salió de su boca.

Todos parecían despertar de un trance. Se palpaba cierta incomodidad. Pero pronto una imagen les hizo redirigir la atención de la situación que acababan de vivir, a otra cosa.

De entre las varias parejas que continuaban, había dos que acaparaban la atención de todos.

Eran dos matrimonios mayores. Con las parejas intercambiadas claro está.

Lo que sucedía debajo de las toallas no ofrecía lugar a dudas. Estaban follando de verdad. Especialmente en una de ellas, resultaba más que evidente, escandaloso. Ella gemía sin contenerse. Movía la cabeza de un lado a otro y tenía ya la respiración entrecortada. La cara muy colorada y la cabeza acompañaban el ritmo de los empellones del macho que la poseía. Cada vez más fuerte. Todos observaban tan atentos que en el silencio se podía oír incluso el chapoteo de la polla entrando en un coño húmedo y chorreante.

¿Lo estaban haciendo a pelo? La duda excito todavía más a Lina. Seguramente serian conocidos. Por eso follaban sin vergüenza y sin poner medios. ¿O quizás no? Todo era tan morboso…

La chica hizo desaparecer una de sus manos debajo de la toalla y por los movimientos frenéticos de su brazo supo que se estaba masturbando mientras la follaban. Cuando el hombre sintió que se preparaba para el orgasmo, no pudo aguantar y se corrió dentro de ella. Su cadera indicaba que apretaba contra el fondo su polla.

Ella llego poco después, gritando sin poder contenerse. Sus jadeos se perdieron entre una nube de aplausos y felicitaciones de todos los que estaban en el local. El hombre se quedó sobre ella un rato, recuperando el aliento. La otra pareja ya había acabado o lo habían dejado. Nadie lo supo.

Cuando se separaron, ella se metió la toalla entre las piernas, para evitar que la corrida se le saliera y resbalase por sus muslos.

Lina estaba muy confusa. Demasiadas tentaciones. Demasiada tensión sexual. Demasiados sentimientos encontrados. Se tapó con una toalla mientras se sentaban. Su mano toco sus braguitas y vio que estaban chorreando. Oyó como Ana hablaba proponiendo no sabía muy bien que cosa.

No podían seguir. No en aquel estado. Iba a acabar pasando algo que ella no podría controlar.

- Vámonos.

- Pero Lina.

- Lo siento, no quiero parecer una borde, pero tenemos que irnos.

- Claro cariño.

Se despidieron de Luis y Ana, que solo dijo un “hasta luego” bastante desdeñoso.

- Mira, que le den por el culo a esta, pensó Lina.

Al salir a la calle, a altas horas de la madrugada y sin un alma a la vista, Lina aún estaba algo enfadada, aunque no sabía muy bien con quién. Algo le quemaba en la entrepierna.

Necesitaba follar. Esta vez fue ella la que tomo la iniciativa, frente a un sorprendido Agustín. Al pasar por unos soportales, lo cogió de la mano y casi tiro de él hasta debajo de unas escaleras, en la parte más oscura.

- ¡Fóllame! ¡Ahora!

Se quitó las bragas mojadas y con ellas en la mano se apoyó en una barandilla. Separo las piernas y se agacho un poco para ofrecer su culo a Agustín, todo lo abierto y en pompa que pudo. Ya no le importaba nada. Ni que estuvieran prácticamente en la calle ni que pudiesen verlos. Solo sentía como su vagina se llenaba de carne y por fin aplacaba su sed de placer. Imágenes de otras pollas, otras manos, otros cuerpos poseyéndola, llenaban su mente. Se vio en el suelo rodeada de gente mientras Luis se la follaba. Igual que la otra pareja. Pero ahora ella era la protagonista. La verga dura y áspera la penetraba sin cesar. Ana la miraba mientras Agustín se la follaba también, pero ella no disfrutaba. Se había quedado con la boca abierta viendo como su marido le pegaba un polvazo descomunal a Lina.

No tuvo que tocarse. Se corrió tanto que se le doblaron las rodillas y amenazó con caer al suelo. Al bajar un poco, sintió que la verga de su chico se le clavaba aún más. Agustín exploto en su coño. Aferrado a sus caderas convulsionó varias veces. Ella sentía como con cada sacudida, salía un chorro de semen caliente y pegajoso.

Cuando la sacó de su interior, no tuvo fuerzas para soltarse de la baranda. Dejo que la leche corriera por sus muslos y varios goterones cayeran en el suelo. Se abrió otro poco de piernas para vaciar todavía mejor su vagina.

De camino al coche, sus sienes seguían latiendo y su coñito estaba dolorido, pero un sentimiento de satisfacción recorría todo su cuerpo.

Si Agustín pensó que algo había ido mal, sus dudas se disiparon cuando conducía de vuelta a casa. Lina se dejó caer sobre su hombro y lo besó en la cara.

- ¿Estas ya?

Lina se miró en el espejo. El traje ceñido le hacía muy buena figura. Hubiese podido pasar por una adolescente. Las medias a medio muslo sujetas por un liguero negro, contrastaban con el blanco de su piel. El vestido era muy elegante pero corto. A poco que se agachara o cruzara las piernas, el liguero quedaría a la vista. La combinación entre elegancia y morbo estaba servida.

Ya estoy, vamos.

Miró a Agustín. Él también iba muy elegante. Y muy guapo. Consideró la posibilidad de efectivamente, montarse la fiesta los dos solos. Pero él tenía razón. Era una buena oportunidad y aunque no quisiera reconocerlo abiertamente, ella no se la iba a perder.

El último avance en su carrera hacia lo liberal, había sido conseguir que los invitaran a una fiesta en un círculo privado.

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