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El vestuario

en Lésbicos

EL VESTUARIO

Desde que descubrí por donde podía observar a mis compañeras del colegio en las duchas no faltaba a la cita diaria, yo no podía entrenar pues en la última práctica me había lesionado un tobillo, llegue como todos los días, unos minutos antes de las tres al edificio donde otras chicas de otro salón de mi colegio entrenaban haciendo voleibol. El vestuario de las chicas tenía una puerta trasera que no se usaba desde hacía años y cuya cerradura había desaparecido, así que poniendo el ojo allí, podía ver cómo ellas se desnudaban, se duchaban y se vestían sin que ellas lo supieran. Como siempre, a las tres al terminar las practicas, las chicas, sudorosas empezaron a entrar en el vestuario. Ya el solo hecho de verlas con sus uniformes mojados por el sudor, sus caras encendidas y sus pechos demarcados bajo las ceñidas camisetas me excitaban mucho, pero cuando se desnudaban, uhmmmmmmmmmmmm, aquel lugar se convertía en un festín de carne joven y apetecible: pechos, nalgas, caderas, vientres, piernas y conchas deliciosas sobre los que el tiempo aún no hacía estragos. Muy excitada, me coloque en mi sitio a observar arrodillada, llevaba mi uniforme escolar, levante mi falda escocesa y metí mi mano derecha en mis braguitas y, tras notar que estaba mojada, empecé a juguetear pasándome el dedo medio por encima de mí depilada vagina y, a veces, rozando el clítoris, jugando con él, sin perder de vistas aquellos hermosos cuerpos.

Observaba cada uno de aquellos cuerpos, de diferentes tamaños, algunas chicas para su corta edad poseían unos senos fenomenales y alguna que otra un precioso matorral en su entrepierna, habían 2 o 3 chicas de color como yo, no perdía detalle de la forma en que se desnudaban y pasaban a la ducha donde el agua acariciaba aquellos apetecibles cuerpos. Cada vez que una de ellas se rozaba un pecho o se pasaba la esponja por su sexo, yo me estremecía. Me empecé a introducir el dedo en la rajita, cada vez más, hasta que sentí que el nudillo me llegaba a los labios, jadeando de rodillas ante la puerta metálica cuya inexistente cerradura me daba mi dosis de placer diaria. Metí la mano izquierda dentro de mis braguitas y empecé a acariciarme las nalgas: me gusta mi culo, tengo la piel tersa y la forma perfecta: no es muy grande, pero sí redondeado. Mientras me masajeaba las nalgas, y en medio de una gran excitación, decidí probar a introducirme el dedo medio de aquella mano en el ano mientras me masturbaba. Me lo introduje en la boca y, tras ensalivarlo bastante, lo pasaba suavemente por mi ojete, hasta que me lo metí entero en el culo sin problemas. Empecé a moverlo dentro de mí y casi podían tocarse mis dos dedos, el efecto de la doble masturbación me volvía loca, cada vez me frotaba más rápido, pues quería disfrutar de los hermosos cuerpos desnudos de las chicas antes de que se vistieran, cosa que algunas de ellas ya estaban haciendo. Mientras mis jadeos se aceleraban, oí como muchas de las chicas ya iban saliendo por la puerta principal: no temía que me vieran, pues todas ellas iban en sentido contrario a la parte donde estaba, así que se seguí masturbándome, mientras veía a Mariana, la chica que más me gustaba, desnuda ante mí. Decidí penetrarme el ano con el dedo medio de la mano derecha mientras me introducía el pulgar en mi húmeda vagina y me acariciaba el clítoris, para poder, con la mano izquierda acariciarme los senos que sentía que reventarían mi brasier y mis dedos tocaron mis negros pezones, que se me habían puesto duros como el hierro.

Me acariciaba los pechos, me los estrujaba, me los pellizcaba, cada vez más y más excitada, mientras mi dedo medio entraba y salía violentamente de mi ano, hasta que, ardiendo de placer, alcancé el orgasmo, manchándome mi propia mano con mis fluidos.

Durante unos momentos, respiré, recreándome en mi gloria, para calmarme. A continuación, miré por la cerradura otra vez y ya no había nadie. Miré hacia atrás y, viendo a Mariana detrás de mí, me di cuenta de que ella había salido del vestuario cuando deje de mirar y me había visto. Estaba allí, frente a ella, vestida sólo con una camiseta y unas braguitas. Me puse en pie un poco apenada y Mariana, sin mediar palabra, me cogió del cuello y me dio un largo beso en la boca, saboreando sus labios, su lengua ardiente buscaba la mía que respondió de inmediato a su deliciosa lamida. Me llevó dentro del vestuario y, allí, coloque mi boca donde se notaba el erecto pezón de Marianita y, a pesar de la camiseta, empecé a chuparlo y mamarlo. Mariana me cogió la mano, aún manchada por mi pasión y se la lamió entera, saboreaba mis dedos llenos de mis jugos. A continuación, se quitó la braguitas y dirigió mi mano, introduciendo mi dedo corazón en su rajita y empezó a moverlo masturbándose con ella, contoneaba sus caderas sobre mi dedo, enterrándoselo en su húmeda y hermosa vagina que tantas veces e saboreado. Le quité la camiseta y dejé al aire sus pechos de mujer, suaves, redondos y firmes.

No eran muy grandes ni muy pequeños, con pezones rosados, hermosos y erectos. Mariana se introdujo mi dedo, bañado en sus propios flujos y lo lamió de una manera insoportablemente sensual, los puso en mis labios y saboree la mezcla de sus jugos y su saliva. Me hizo ponerme a cuatro patas sobre un banco y, tras levantar mi falda se quedó admirándome las nalgas por unos instantes.

Marianita además de ser guapa, tiene un cuerpo magnífico. Se colocó detrás mío y me bajo el panty, empezando a lamerme las nalgas, sentía su lengua ensalivando mi vagina y mi ano, la sensación era demasiado placentera. Viendo mi sexo excitado entreabierto, pidiendo acción, empezó a frotar sus pezones contra mi ano y mi vagina, penetrándola con sus pechos, mientras con su mano izquierda se masturbaba.

Entonces me tumbó y empecé a acariciarme los pechos; Mariana dejó lo que estaba haciendo y, tras colocar su sexo pegado al mío, empezamos a frotarnos la una contra la otra, aplastando Mariana sus pechos contra los míos, mientras me lamía el cuello, el omoplato y la cara con pasión, fue bajando deteniéndose en mis erectos pezones, mordiéndolos suavemente y posando la punta de su lengua en ellos, continuo con su delicioso recorrido y como estaba boca arriba sobre el banco con las piernas totalmente abiertas, se arrodillo y hundió su cabeza en mi sexo, proporcionándome una de las mejores lamidas a mi concha, mientras devoraba mi clítoris ella continuaba masturbándose, se abalanzo sobre mi ofreciéndome sus labios, separe mis piernas y atenazándola por sus caderas deje que nuestras húmedas vaginas hicieran contacto, la tome por el cuello y y mi boca se abrió para devorar su lengua, sentía su concha fundida con la mía, nuestros alientos eran uno solo, chupe su lengua y aceleramos nuestros movimientos, mis manos se aferraban a sus nalgas pegando su sudoroso cuerpo contra el mío hasta que ambas estallamos de placer, alcanzando el más delirante orgasmo que nos llevó al cielo.

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