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Recuerdos del primer amor

en Grandes Relatos

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CAPITULO XXVIII

          -Cariño.

         -Dime cielo.

         -¿Cómo llevas lo de encontrar la habitación en donde me hagas tuya, y yo a ti mío?

         -He hablado con mi amigo Manolo...

         -¡Um! de Manolo no me fío...

         -Sí, mujer. Es un chaval formal, aunque amigo de la chanza y de la broma...

         -Por cierto, ¿Cómo vas a conseguir "las gomas"?

         -Ese es otro problema que por solucionarlo me desvelo. Cariño ¿Y si lo hacemos a pelo.?

         -Qué quieres que te diga. ¿Y si me haces una barriga?

         -¿Por qué no pides consejo a tu amiga?

         -A Maribel, ¿A esa?

         -Sí, ¿No está casada, y te da consejo cuando interesa?

         -Pero cariño, a pedirle consejo de este tema no me atrevo, igual me toma por una del sexo perversa. ¡Y no es eso!

         -¿Tu empresa no es  danesa?

         -Sí. ¿Por qué?

         -¿Y trabaja alguna chica soltera nativa?

         Quedó Cristina pensativa. Eran los puñeteros problemas que nos ponían en favor de la moral. Falsa moral, pues bastaba que tuvieras dinero o un cargo de relevancia, para ser "como gallo de corral". Pero los jóvenes sin recursos lo pasábamos muy mal en el tema sexual. ¡Aquella puñetera intolerancia..!

         Ya ven ustedes, mi novia y yo que nos profesamos un amor sincero y ambos muy formales, esa sociedad nos ponía en un brete que para poder echar "un polvete" .

         -¿Qué piensas cariño? Le pregunté al notarla como ausente.

         -Nada, que me acordaba de una compañera nativa de Copenhague. Hablando el otro día con ella decía que en Dinamarca el chico y la chica son igual ante el tema sexual. De ese tema, mucho sabe.

         -Seguro que en España algún día ha de llegar. Le dije convencido

         -¿El qué llegará? -Me dijo ella que no se había percibido.

         -¡Leches! Pues que sea normal el follar.

         -No seas guarro Amador, que esa palabra suena muy mal.

         -¿Ves? Si vosotras sois las primeras que ponéis peros a lo que es lo más natural.

         -No es así precisamente, pero a las chicas esa definición del sexo nos parece indecente. Nosotras, las decentes amamos, no follamos.

         -Lo siento cielo. Te juro que yo deseo amarte bajo las condiciones más sinceras que honra al amor; pero comprende que a los chicos cuando se nos hinchan los ... perdemos las razones... y algunos pierden hasta el honor.

         -¡Qué horror! -Volviendo al tema del preservativo. Lo haremos con goma, así lo he decidido. Me dijo Cristina, y añadió: - Hacerlo a pelo, prohibido. ¿Por qué no se las pides a tu amigo?

         -¡Es verdad! no había caído. Seguro que Manolo me los puede proporcionar o sabe donde se pueden  comprar. ¡Ya te digo!

         Dejamos el tema pendiente para ultimar los últimos detalles, y haber si Manolo nos conseguía los preservativos.

         -Amador.

         -Dime amor.

         -¿Te ha comentado algo José Luis sobre mi hermana?

         -Poca cosa.

         -Tú, ¿cómo los ves?

         -Creo que Roberta a algo mejor puede aspirar; te lo digo con sinceridad y decirlo no me apura. Y no es que menosprecie a mi amigo, pero hay bastante diferencia entres los dos, sobre todo en la cultura.

         -¿Y crees que eso será óbice?  Inquirió Cris.

         -Quizás lo que te diga tranquilice, pero creo que él con tu hermana simpatice. -De momento una relación de amistad no le asusta, quizás cuando esta amistad profundice, igual con el tiempo al temperamento de "Jose" se ajusta.

         -Te digo de antemano, que "Jose" es muy raro; tan pronto es delicado cómo de repente te da un palo.

         -Pues sí que es raro, sí. ¿No será un "chico malo"?

         -No, no es malo, te lo aseguro,  y si es preciso lo avalo, lo que pasa que las chicas le dan apuro; ese es su lado oscuro, en ese aspecto está algo inmaduro.

         -¿Y crees que mi hermana con él tendrá futuro?

         -Cariño, eso no lo aventuro, pero que pueden llegar a hacer una buena pareja, eso si que lo auguro.

         -Lo que sea, lo veremos en el futuro. Dispuso Cristina.

         -Exacto cariño. No le pongamos al amor un muro.

       CAPITULO XXIX

          Mi gran problema (por no calificarlo de tragedia) que el hacer amor con Cristina me tenía tan absorbido el sexo, que más que persona juiciosa parecía un obseso. Y cuando a los veinticinco años no se piensa nada más que en follar, no se puede en la vida prosperar. Y menos si no tienes una base profesional donde te puedas apoyar.

         Y eso le pasaba a un servidor; me tenía tan absorbido aquella "muñeca güera", que a nada hacía oídos, sólo ver sus labios y sus ojos, de loco yo me volviera. Pero encima cómo era un chico decente, no un vividor que se dedica a estafar a la gente, por eso acabó nuestro noviazgo tan infelizmente.

         Parece difícil de entender, pero aseguro que en aquellos años de la Dictadura, donde la moral la marcaban los curas; el acostarse con la novia o llevar un ligue en una cama era una aventura cómo no tuvieras un "picadero" donde llevar sin problemas a tu dama. Y si además no tenías dinero, hacerlo a la intemperie te entraba "jindama", pues si te pillaba un guardia por los tobillos "la pana",  no se andaba por las ramas, te metía una multa que te "jodía el fin de semana".

         Aunque la habitación ya le tenía medio apalabrada, Manolo avisó por teléfono a doña Juana en que un amigo iría a ocupar una de sus habitaciones una tarde de cualquier día de la semana.

         -Manolo; tu amigo es de confianza, ¿verdad? Le pregunto doña Juana.

         -De absoluta confianza doña Juana. Es un chaval de lo más decente y prudente que circula por Madrid.

         -¿Y la chica?

         -De lo más bonita que vi.  Novia de casar, doña Juana.

         -¿Ya? Y quiere "el melón antes catar".  Respondió doña Juana con su ironía habitual. ¡Pero cómo le salga rana!

         -¡Bueno! Si le sale "rana, el que vaya por detrás se dará cuenta que otro antes se ha comido "la miel de su panal". Pero no es eso lo peor, lo peor es que la tome por una fulana. Ya sabe como somos los tíos, doña Juana: "mujer desvirgada, ya ha sido catada o es un lío.

         -¡Pero que machismo más atroz! Dijo doña Juana bastante airada y con tono de queja.

         -Comprenda doña Juana... Pero si a la novia de uno antes otro le haya comido "la almeja":novia pendeja.

         -Pero que golfo eres Manolo. Si no fueras tan simpático.¿Y cómo dices que se llama tu amigo?

         -Amador, se llama Amador.

         -Pues si tú le tienes que buscar el tálamo del amor, poco de las artes amatorias se le imaginan a ese buen señor.

         -Cierto que no es gran amante, puesto que es esas artes es un principiante, pero le echa mucho pundonor. Y lo más sublime, que lo hace por amor.

         -Vale Manolo. Y dile a Amador que me llame antes de venir, y que suban las escaleras separados; ya sabes, para evitar el cotilleo; que aunque estén enamorados, los vecinos saben que las parejas vienen aquí al folleteo.

         -No te preocupes Juana, que aunque se sabe que en tu casa hay puteo, se te respeta porque no se arma ningún jaleo.

         -Por eso me protege el comisario Mateo...

         -Y también porque también tienes con él de vez en cuando algún devaneo,  según creo.

         -Pero te juro que no es chuleo. Es un señor, por eso la hago algún que otro favor. Y adiós.

         -Adiós Juana.¡Ah! y gracias por el favor que me haces por Amador.

        

         Al día siguiente

         - Sí, dígame.

         -¿Está Amador?

         -¿Quién le llama?

         -Manolo, soy Manolo.

         -Hola Manolo, no te había conocido. Soy María.

         -Hola María. ¿Por dónde anda tu hermano?

         -Espera que le llamo. ¡Amador! que te llama Manolo.

         -Dime Lolo.

         -Qué ya tienes resuelto el tema del que hablamos el otro día.

         -Oye.

         -Dime.

         -Qué tengo otro problema, y no sé como resolverlo, porque "la titi" me dijo...

         -No querrá que también ponga yo el "pijo"...

         -Calla, no seas guasón, y no te lo tomes a broma; me ha dicho que no folla sin goma. ¿Y donde encuentro un preservativo?

         -Eso no es problema, mi amiga Paloma Mena trabaja en una farmacia cerca de donde vivo. ¿Cuántos necesitas para satisfacer a la nena?

         -Hombre no sé mi rendimiento en el catre, pero por lo menos tres, no quiero que "viva se me escape".

         -No creo que en tres horas puedas echar tres; mucha potencia has de tener.

         -Al menos lo intentaré.

         -Para cuando los quieres.

         -A partir de ya, cuando puedas. ¡Oye! una pregunta.

         -Dime.

         -¿Hay tallas? Ya sabes que yo "calzo tralla".

         -No hombre, no. Es como un calcetín, se adapta perfectamente "al colín", sea corto o no tenga fin.

         -¡Vaya!

         -Nos vemos Amador.

         -Gracias Manolo por ser mi mentor en "el tema".

         -Ayuda a un amigo cuanto te necesite. Ese es mi lema.

         Llamando por teléfono a Cristina inmediatamente después de hablar con Manolo

        

         -Hola Roberta. ¿Esta Cristina?

         -No, hoy tiene clase de italiano.

         -¡Ah! si es verdad, no me acordaba.

         -¿Quieres que le de algún recado?

         -Llamaré sobre las diez, a la hora que suele volver.

         -Amador.

         -Dime Roberta.

         -¿Has visto a José Luis?

         -No, no le he visto desde el otro día. Ya sabes que tiene un horario comercial muy chungo. -¿No te ha llamado por teléfono?

         -Me figuro que andará por ahí dando tumbos. Sois muy amigos, ¿verdad?

         -Somos como hermanos, pues hemos convivido juntos desde muy corta edad.

         -Ya me di cuenta. ¿Habéis hablado algo sobre lo del otro día?

         -Ya te he dicho que no le he visto; pero si te puedo decir que te ve con buenos ojos. ¿Y tú a él?

         -Me parece un poco retraído, y tímido y poco comunicativo, y se nota que con pocas chicas ha salido; aunque si parece intuitivo y reflexivo. ¿Crees cierto lo que digo?

         -¡Jo! Roberta, le has clavado, ¿Es que estudias sicología?

         -Ja, ja, ja. Intuición femenina.

         -Definirle tan bien yo no podría. Tu opinión de José Luis en la diana atina.

         -Otra cosa Amador.

         -Dime Roberta.

         -¿Qué tal tú con mi hermana?

         -Te puedo asegurar que me une a ella una actitud muy sana, y que lucho por su amor con muchas ganas. Pero...

         -¿Pero?

         -No sé... pero desde que trabaja en esa empresa danesa, no es conmigo tan campechana.

         -Pues te aseguro Amador, que creo que igual o más que te antes te ama. Yo no le noto hacia ti ninguna desgana.

         -Serán quizás que mi mente haga filigranas.

         -O que ya peinas canas.

         -Chao Amador.

         -Un beso, "cuñada".  Qué eres un primor.

CAPITULO XXX

 

         Preparando el encuentro

 

         Llamé a doña Juana con más miedo que vergüenza, ya que esta situación me superaba; eso de tener que depender de una señora para poder amar a mi Cristina en la intimidad, me parecía una profanación al amor puro y verdadero. Y otra vez me plantee lo precario de mi situación profesional: si hubiera estudiado o aprendido un buen oficio, fontanero por ejemplo, a mis veinte y cuatro años ya estaría situado y proyectando la boda con mi amadísima novia. Esta reflexión me trasladó a un estado tan deprimente, que colgué el auricular antes de que respondieran.

         -¡Pero que haces! Me dijo Cristina que se hallaba a mi lado, en la cafetería desde donde llamaba. ¿Por qué cuelgas?

         -Porque nadie responde.

         -Pero cómo van a responder si has colgado en unos segundos.

         -Cristina.

         -¡Pero que te pasa! Tienes la cara lívida.

         -¿Estas segura de lo que queremos hacer? Esto para mí es como una reválida. Le dije a Cristina con la tez pálida.

         -¡Ah! ¿Pero tú no estás seguro a estas alturas? Mi decisión ante esta situación nadie la invalida; sigo igual de cálida.

         -De lo que estoy seguro es que te amo con toda mi alma, pero hacer el amor así, de esta manera tan furtiva... ¿No crees que es una locura, mi mariposa crisálida?

         -Déjate de poemas ahora Amador. Ya veo que la situación te da frío, y no te atreves a "cruzar el río".

         -¿Y a ti te da calor?

         -Anda cariño, vuelve a llamar que estoy deseando hacerte mío; y que me apagues este ardor que me da escalofríos.

         -Vaya paradoja, ¿ardor y frío a la vez? Cada día entiendo menos a la mujer. ¿Me estaré volviendo "panoja"?

         -Seguro, porque se te está poniendo la cara roja.

         -Cariño, es que la situación me da congoja.

         -¿Pero vas a llamar, o no vas a llamar?

         -No me atrevo.

         -Déjame que llamo yo. Que a mí llamar me importa un bledo.

        

         Con decisión tomó el auricular y el número marco de una forma singular.

         -Sí, dígame.

         -Doña Juana, por favor.

         -Soy yo. ¿Quién llama?

         -Me llamo Puri y llamo de parte de Manolo.

         -¿De qué Manolo? ¿De Manolo Segura?

         -Un segundo por favor.

         -Amador, ¿Cómo se apellida Manolo?

         -Segura, Manuel Segura.

         -Sí, sí, de Manolo Segura.

         -Pues dígame lo que desea.

         -Bueno... verá... mi novio es amigo de Manolo, se llama Amador, y creo que ya ha hablado con usted...

         -Ya...ya... ya sé de que va el asunto ¿Y cuando quieras puedes venir con tu trasunto?

         -Mañana por la tarde ¿Puede ser? A partir de las cinco.

         -¿Os puso Manolo en antecedentes?

         -Si señora, no se preocupe que somos personas de confianza, actuaremos como mandan las ordenanzas.

         -Entra tú primero, pero antes te aseguras que del portal no entra ni gente sale.

         -Vale. Delo por hecho señora, somos personas prudentes. ¿Es el piso bajo?

         -Sí, el bajo D.

         -Bajo de. Mañana tarde a las cinco estaremos a la disposición de usted.

         -Muchas gracias señora. Hasta luego.

         -Hasta luego.

         -¡Ves! ya esta solucionado el problema. No sé porqué has tenido tanto miedo.

         No es miedo cariño, son los nervios que me hacen tartamudear, pero estoy deseando contigo estar. Mira como me pongo sólo en ello pensar.

         Cristina miró hacia mi bragueta, creyendo que a lo que refería en el cómo me pongo, "era lo que hay debajo del mondongo".

         -No cariño, a eso no me refiero, me refiero a mis ojos. Que cuando me entran los nervios ante situaciones que no controlo, me aturullo y me descontrolo, y no doy pie con bolo y me extrapolo. ¡Jo chica! en ciertos protocolos me virolo.

         -¡Jolín Amador! Ni que fueras un pipiolo.

         -Lo que me has dejado anonadado es con tu desenvoltura. ¡Qué cara más dura! Has estado tan tranquila y segura, que cualquiera diría que dominas esta asignatura.

         -¡Qué insinúas, criatura..!

         -No te mosquees mujer. Me refiero a tu tesitura, has brillado a gran altura. ¡Ojala! yo pudiera adoptar ante todas las situaciones esa postura.

         -Ya está la suerte echada.

         -Mañana por la tarde, te prometo, que todo que tengo te lo meto...

         -Menos retos Amador. 

         -Me refería a que todo lo que tengo es la consecuencia de mi amor, porque tu eres mi razón, y es lo entrará todo en tu corazón.

         -Por cierto: ¿Y el tema de los profilácticos?

         -A los condones te refieres... ¿no? Qué lenguaje más poco sintáctico.

         -A veces hay que usar un lenguaje menos práctico y más extático y menos didáctico. No te das cuenta aquel fulano que nos observa con mirada de tísico.

         -Es verdad, ¿Le conoces de algo?

         -De nada. Pero igual es un metafísico.

         -O un astrofísico. Ve a saber.

         -Yo creo que es un músico que observa tu carita de sinfonía.

         -O un místico. No ves al verte la cara que ponía.

         Pero era un pobre paralítico, que sentado junto al pórtico de la cafetería, se dedicaba a mirar a toda la gente que entraba y salía; y a las guapas como Cristina con más porfía. Lo supimos al ver que al levantarse dos muletas cogía del rincón donde las tenía.

CAPITULO XXXI

 

                   ¡Por fin llegó el momento!

 

                    A las cinco empezará la "corrida",

                   toreará Amador "El Maletilla";

                   en su alma lleva una rosa prendida

                   y dos claveles en la taleguilla.

 

                   Capote bordado de azul y grana.

                   Muleta de la sangre de sus venas,

                   espada pura de la raza hispana

                   que trasmite a "Cristinas" y agarenas.

                  

                   Su amada en la barrera con mantilla

                   le envía un ósculo que le enajena.

                   ¡Pero qué preciosa está mi chiquilla!

                   Hoy haré la mejor de mis faenas.

 

                   Lances de dolor doblan su testuz,

                   pases de pecho y por bajo de asombro,

                   estocada en el centro de la cruz.

                   Salida por la puerta grande a hombros.

                  

         A las cinco en punto nos presentamos en la avenida de Donostiarra. Me asombraba Cristina por lo tranquila que estaba. Fuimos en un taxi, y durante el trayecto no para de hablar.

         -Cariño. ¿No estás un poco nerviosa? Porque no paras de darme la tabarra.

         -Pues no cielo. Lo que estoy es más bien impaciente y un poco recelosa. Espero que los nervios no te hagan una mala pasada, y se te estropee "la cosa".

         -Por eso no te preocupes, tú, arrímate bien a mi regazo y verás como no habrá amenaza de "gatillazo".

         Con disimulo le llevé su mano a mi bragueta para que comprobara que había debajo "un buen pedazo".

         -¡Jo Amador! Pero si parece un brazo.

         -Tanto como un brazo, no. Pero si que es un buen badajo. Ya te darás cuenta cuando estés debajo.

         Llegamos a la casa de citas a la hora acordada.

         -Mi vida. Ha llegado la hora. ¿Ya sabes cómo lo debemos hacer?

         -Sí, como dijo la señora. Yo entro primero, y tú después.

         -Pero que no te vea nadie, asegúrate.

         A dos metros del portal, Cristina miró para delante y para atrás, y al ver el sitio despejado entró.

         Para acceder a la casa, había que traspasar el portal; de unos seis metros de recorrido y diez peldaños después había que subir para llegar al rellano.

         Desde la acera de enfrente observaba como mi niña entraba; y es cuando me di perfecta cuenta, quizás por la perspectiva de lo buena que estaba. Sin duda era mi diva.

         Se había puesto para la ocasión un falda de esas que llaman de tubo. ¡Joder! cómo se le marcaba el culo. Y aunque para Cristina era un "calvario", para mí era como la campana de un campanario. Y aunque no tengo fama de perdulario, (decirlo no es necesario) y si de penitencia me echa el cura rezar diez rosarios, voy a idolatrar con el máximo fervor a su hermoso tafanario.

         Cuando a Cristina dejé de ver, supuse que ya había llegado al "bajo de". Y entonces yo entré, y a la puerta llamé.

         -Hola Amador.

         -Buenas tardes doña Juana. Me manda Manolo sus respetos.

         -Buen chico Manolo, aunque un poco pillo. Su amiga ya está en la habitación del fondo del pasillo.

         Saqué la cartera del bolsillo. -¿Le abono ahora doña Juana?

         -Sí, mejor que abone ahora; así se despreocupa, no sea  "que en pleno rodaje se acuerde que tiene que paga el peaje, y se le baje".

         -Me dijo Manolo que cobra veinte duros. ¿Verdad señora?

         -Sí, pero ya sabe: tres horas.

         -No se preocupe, a las ocho la habitación desocupe.

         -Qué lo disfrute.

         -Gracias doña Juana. Y ahora le dejo, que me espera "un buen tute".

        

         Era una rosa temprana

         cual aura pura encendida

         que a mis anhelos reclama.

 

         Aún estaba vestida,

         pero sus ojos radiantes

         me daban la bienvenida.

 

         Yo, sentimental infante

         me aposenté junto a ella

         con mis manos inquietantes.

 

         ¡Cristina! igual que una estrella

         desnuda cual virgen druida

         ¡Dios! es la mujer más bella.

 

         Dijo con vista perdida:

         hazme para siempre tuya

         eternamente... una vida.

 

         La hice mía, yo fui suyo;

         fue el amor en su esplendor

         de una "rosa y un capullo".

         Fue una gran tarde de amor.

 

CAPITULO XXXII

         Fumando un cigarrillo a medias entre las sábanas, (seguro que de algodón) entre mis brazos rezagada, me sentía un campeón antes de librar la primera batalla. A pesar de que no esperaba la sorpresa de la toalla.

         -Cariño: ¿Para que traes ella toalla? Le pregunté  con sorpresa al sacarla de la de bolsa que llevaba.

         -Qué poca imaginación tienes Amador. Es para recoger los restos de nuestro amor. ¿O es que pretendes que queden impregnados entre estas sábanas? ¡Qué horror!

         -Es verdad.  "Si al cortarte la flor"; lo que se derrame, que no quede en este nido. Porque ante doña Juana como unos guarros nos hubiera definido.

         -Pues por eso he traído esta toalla de lino. -¿Y cómo empezamos? me preguntó con carita de preocupación. Pues hacerte muy feliz quisiera... ¿Y si mi deseo no atina?

         -Mi felicidad eres tú Cristina: tus ojos, tus labios... tus caderas... Le tome su mano con mi mano y llevándola a donde se "izaba mi bandera" le dije: empieza de esta manera, verás que cosa más divina.

         No tuve el valor de pedirle "que me la comiera". Me pareció que la primera vez hacer eso no debiera. Pero mi sorpresa fue cuando me dijo cómo si ya de siempre se conociesen:

         -¿Te importa que la bese?

         Y pese a quien le pese, Cristina no besaba aquel rosáceo glande que cada vez se hacía más grande; lo devoraba como si estuviera muerta de hambre.

         -Para cariño... para.  Como sigas "comiendo sin tara", tendré dificultades para que luego en su sitio entrara...Para... para.

         -¿Te ha gustado?

         -¿Me ha encantado? Nunca nadie así jamás me la había besado?

         Con suma delicadeza con el dedo pulgar de mi mano derecha limpié de la comisura de sus labios un hilito que prendía; seguro que de los exudados que quedaron allí estancados, seducidos por la dulzura de la miel que de ellos se extraía. Y posé mis labios sobre los suyos para poder yo también degustar aquellos belfos que de puro amor se habían impregnados con los efusiones emanadas de aquel lugar.

         El beso fue interminable por la postura adoptada: ambos tumbados de costado; frente con frente, pero con las narices hacia un lado para que aquel beso por nada se viera perturbado.

         -Ahora te lo hago yo a ti, ¡vida mía!

         -¿El qué me vas a hacer? Dijo al captar lo que ella se temía.

         -Una cosa que te va a estremecer. Tú cierra los ojos y calla.

         -Espera que ponga la toalla.

         -Ahora no cielo. No voy a "cortar tu flor".

         -¿Entonces que vas a hacer?

         -Una cosa que he hará desfallecer.

         -¿De pena, de dolor?

         -No mi amor, de placer. Pero colocarte de esta forma es menester para que sin problemas a tu jardín pueda acceder.

         Se abrió de piernas todo lo que daba de si sus caderas. Diciendo:

         -¿Así, de esta manera?

         -¡Dioses del amor! ¡Eros, Cupido, Venus o Minerva! Aquel cuadro que ante mis ojos se presentaba, a mi alma enerva. Su contemplación me extasía. Y es sólo ¡mía... mía... mía!

           Con inusitada ansía, como un reloj parado al que no se le da cuerda, me suicidé en aquel pozo negro donde mi boca y mi lengua se pierdan. Y en mi alma quedaron impregnados los aromas y sabores que hoy todavía recuerdan.

         -Para ahora tú Amador. Me dijo mientras con sus manos retiraba mi cabeza con cierto estupor. -Que de tanto placer me da dolor. Fumemos otro pitillo mientras se me pasa el sopor.

         Una hora había pasado en el preliminar... Yo parecía un río... ella parecía el mar. Océano donde mi corriente muy pronto iba a desembocar.

         -Mi vida... ¿Estás preparada para afrontar lo más subliminal? Le decía con los ojos del enamorado que le toma, mientras me colocaba la goma.

         -Sí, mi amor. Ya puedes cortar la rosa de mi rosal; y a todo el mundo diré donde vaya, que Amador fue el primer jardinero que traspasó de mi parterre la valla. Y a continuación debajo de sus posaderas se colocó la toalla.

         Y allí en ese tarde del once de Junio de mil novecientos sesenta y cinco, dejé constancia con ahínco, que no fue uno, ni dos, que fueron tres los "jacintos" que planté en el sagrado recinto de mi amada Cristina, con el amor más puro surgido de la fuente del amor más cristalina.

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Arrepentidos los quiere Dios. Capítulos: 1. 2. 3.

Recordando a mi primer amor

El macho que quiso ser hembra. Segunda parte

Arrepentidos los quiere Dios. Cap. XIX y XX

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo XV

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo IX

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo VIII

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo V y VI

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo VII

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo IV

Arrepentidos los quieres Dios. Capítulo 3º

Arrepentidos los quiere Dios. Novela de 68 cap.