CAPITULO III
Desperté después de un sueño profundo, pero confundido; no sabía si era Felipe o Sonia; me toqué la entrepierna y con gran desilusión comprobé que seguía siendo el Felipe de siempre. Isa dormía a mi lado plácidamente, y era ella, no el “Sergio” de anoche que me hizo sentir mujer.
-Buenos días “Sonia”. ¿O ya no eres mujer? Eres Felipe.
-Buenos días cariño. Estoy confundido Isabel, lo de anoche tanto me sorprendió que no consigo dar crédito, como tú, una de las mujeres más puritanas que he conocido en mi vida, pudo montar aquella escena, donde el erotismo y las bajas pasiones se desarrollaron en su máximo esplendor.
-Cariño, me dijo Isabel acariciándome el pelo. Hace tiempo que observo el fenómeno que se ha producido en tu mente, y he esperado pacientemente el desarrollo de tu síndrome, y al ver que va a más y más, que tu mente ya es más femenina que masculina, he decido ayudarte a realizar tu sueño de ser mujer. Por eso, para que te realices plenamente, si quieres, a partir de ahora en vez de ser matrimonio heterosexual, nos convertimos en un matrimonio de lesbianas en la intimidad. ¿Qué te parece la idea?
-La idea me excita cariño, pero yo quiero ser mujer no lesbiana, quiero ser “esa gatita sumisa” que espera “a su gatito” impaciente para que “la cubra en el tejado”. Pero al sentir mi pene como se hinchaba y mis testículos duros como el pedernal sentí una terrible desilusión. ¿Cómo voy ser mujer que este “pedazo de ..." y esos "dos huevos" que parecen dos pelotas de tenis”? Y me asaltó una terrible idea: cambiar de sexo.
Cómo si Isabel estuviera escudriñando mis pensamientos, tocándome entre las piernas comentó:
-Con “este paquete” malamente pasarás por mujer. ¡jo! Felipe, cada día los tienes más gordos.
No quise comentar con ella la idea de la operación de cambio de sexo, no hasta que estuviera seguro. ¡Para qué iba a levantar falsas expectativas! Pero ¡Coño! Otra vez Isabel fue la que levantó mis pensamientos.
-¿Has pensado en cambiar de sexo? En Marruecos o en Brasil hay especialistas que podrían hacer de ti una miss en poco más de un año.
-Disimulé y dije. –No sé Isabel, la operación es irreversible y hay que estar completamente seguro del cambio para dar ese paso. ¿Y tú sin hombre, qué harías? Pregunté con ironía.
-Eso no es problema. Lo que yo deseo es que tú seas lo que quieras ser, y seas hombre o mujer, siempre a tu lado estaré.
-Gracias cariño. No veas lo aliviado que me siento al saber que mi problema ya no es problema, porque tú eras mi dilema. Y ahora que eres mi cómplice y mi encubridora, has redimido esa pena que me condenaba y me tenía tan deprimido que mi mente enajenaba. ¡Qué feliz voy a ser a partir de ahora!
Sin perder la perspectiva de la realidad, ya que soy un hombre de un nivel profesional relevante, y director de una multinacional de productos farmacéuticos, la idea de convertirme en mujer había tomado forma; ahora sólo faltaba desarrollarla. Pero tiempo al tiempo.
El gran problema, que en España después de una férrea dictadura, y en una incipiente democracia, todavía gran parte de la sociedad consideraban enfermos a los que tenían mis mismas frustraciones que yo, ya que una ilusión sin poderse realizar no deja de ser una frustración; por lo que era un obstáculo caso insalvable. Pero si sabía que se podía hacer la transformación en otros países con larga experiencia del cambio de sexo de hombre a mujer. Por lo que tracé un plan a largo plazo para hacer las cosas muy bien.
Gracias a una dura jornada de resolver asuntos profesionales, dejé de “pensar en mi sueño”. Mi secretaria Lola, ajena totalmente a mis anhelos, se notaba a la legua que quería ligar conmigo, sus insinuaciones hasta un ciego las vería. Y de repente… fue como un flash.. Una idea acudió a mi mente: ¿Y si cambio de mujer? Debo aclarar, que, desde que me casé jamás estuve con otra ¡Lo juro! Ya de soltero me follé a tantas, que, gracias a Isa, como dije antes, encontré la diferencia entre hace el amor y el follar. Pero… ¿y si “cambiando de burra” (como dice ni amigo Alfonso), me reencuentro con el “macho” que siempre he sido?
Solía viajar con asiduidad acompañado por algún alto ejecutivo de la empresa bien masculino o femenino, y con Isa casi siempre, que aunque a ella le aburrían mis viajes, yo la animaba a que me acompañara, ¡claro! Seduciéndola con el regalito que le iba a comprar en la ciudad de turno. Y empecé a fraguar el plan. Pero antes tenía que asegurarme que Isa no vendría esta vez conmigo al viaje a París que tenía concertado para dentro de diez días.
Llegué a casa sobre las 20 horas, había almorzado con unos clientes. (Previo aviso a Isa)
-¿Qué tal cariño? ¿Qué tal el día y la comida? Me dijo Isa a la vez que rodeaba mi cuello con sus brazos y me besaba en la boca. ¡Coño! Que me acorde del “bigote de Sergio” y de las cosquillitas que me hacía por todos “mis morritos”, y que me gustaban más los besos “con bigote” ¡Joder pensé! Cada día soy más maricón.
-Un día muy duro cariño, muy duro. Y para el colmo el viaje a Paris dentro de unos días.
-A propósito Felipe, no te disguste, pero en ese viaje no puedo acompañarte.
-¿Y eso? Dije haciendo un mohín de disgusto, pero más alegre que “unas castañuelas”.
-Por que actúa en “El Real” la Sinfónica de Londres, precisamente los días del viaje a París.
-Vaya, qué contrariedad. Otra vez con cara disgusto pero contento por dentro. ¿Y con quién vas a ir?
-Con Roberto. ¿Te disgusta?
-No mujer. Roberto es un gran chico, melómano empedernido, y además un caballero. Me alegra que sea tu acompañante sinfónico.
-Pero sabes que fuimos “novietes” de jóvenes, y a lo mejor…
-¡Va Isa! Sabes muy bien que mi confianza en ti es absoluta.
No me gusta nada Roberto. Un gilipollas que se cree el más guapo del Universo, y que dejó a Isa de jóvenes por la hija de no sé si duque o marqués. Pero que la música clásica les sigue uniendo. Y también me sentía un tanto aliviado por engañarla en mis intenciones del viaje a Paris. ¡Pero que cabrón soy! (Además de maricón) Pensé para mis adentros.
CAPITULO IV
Cuando le dije a Lola (ya saben, mi secretaria) que tendría que acompañarme a París, se le pusieron los ojos como platos.
-Lola, necesito que esta viaje a Paris me acompañes, tu francés es más fluido que el mío. ¿Pondrá algún reparo tu novio?
-Y si los pone “ya le pueden ir dando”. A París volvería aunque fuera andando.
Lola es una chica de veinticuatro años, y lleva en la Empresa desde los dieciséis. Y si nunca me he atrevido a “tirar los tejos” es porque era menor de edad, pero “la tía está más buena que un queso”. (Antes de menor, y ahora más de mayor)
Nieta de un exiliado a Francia por culpa de la Guerra Civil, y en París nació y vivió hasta que en 1978, la ley de amnistía regularizó la situación de todos los que lucharon por la Segunda República y los que pudieron exiliarse. Tiene la doble nacionalidad.
-¿Cuándo salimos, don Felipe? Me dijo con una carita que denota ansiedad y contento.
-Hoy es martes, el próximo viernes. Dentro de tres días, y volveremos el domingo, en el vuelo de las 17:30 horas.
-¡Qué bien don Felipe! Dos días y medio en París.
-Pero no hagas muchos planes que sólo dispondremos el sábado por la noche para “Di ver tir nos”. Esta palabra la dejé caer con la intención que llevaba, y la muy lagarta lo pilló al vuelo.
-Si don Felipe, verá como nos “di ver ti re mos”. La “nena” me devolvió la palabra con la misma intención. Por lo que “la cosa” estaba muy clara.
-¡Ah! Toma. Para que te compres lo que te haga falta. Y si no necesitas ropa, te lo gastas en lo que quieras.
-¿De qué color le gustan, don Felipe?
Me estaba “jodiendo” con tanto “don”, pero estábamos en mi despacho y las formas había que guardarlas. -Pongas el color que te pongas te caerán monísima en tu culito respingón, pero “malvas” me encantan.
-Pues me las compraré malvas, que de ese color no las tengo.
-El plan estaba hecho. Ahora faltaba ver mi reacción a la hora de la verdad.
Tomamos el vuelo de las 16,45. Recogí Loli a la 13.15 en su casa, pensaba que comiéramos en el aeropuerto. La niña salía del portal espectacular. Un vestido de punto, negro y pegado al cuerpo que parecía su segunda piel, sujeto por el hombro derecho por un tira de unos cinco centímetros, con un escote que le llegaba en diagonal hasta el segundo espacio intercostal del lado izquierdo del tórax, dejando al descubierto medio plexo solar, por lo que el seno izquierdo estaba “casi a la intemperie”, y la unión de ambos (el canalillo) semejaba a dos protuberantes montañas que parecían querer alcanzar lo más alto del firmamento.
El pelo, “rubio radiante” le caía en cascada hasta los hombros, ligeramente ondulado por las puntas; y cuando los ojos me hicieron chiribitas fue al reparar en sus muslos, que desde unos quince centímetros más arriba de las rodillas, donde el vestido “ponía fin””, estaban más que moldeados, tallados como por el más atrevido escultor. Estaba maravillado, alucinado, pasmado viendo aquella imagen más de diosa que de mujer. De pronto dije para mí.
-¡Pero leches! Si creo que soy medio maricón, ¿Cómo es que me impresiona esta mujer? ¡A ver si va a ser verdad lo que dice mi amigo Alfonso!, que “cambiando de burra” sexualmente se vuelve a la pubertad, y se disipan todos “los fantasmas” de la mente.
Arribamos a París a las 18:40. Tomamos un taxi directo al hotel The Península Paris de la avenida Kieber. La Torre Eiffel enfrente de la habitación de matrimonio había reservado, cómo “símbolo fálico” de las erecciones que pensaba tener esas dos noches.
-He reservado dos habitaciones. –Le dije en el trayecto, mintiendo para ver su reacción, pero lo malo, que están en diferentes pisos y apartadas, y necesito tenerte cerca para el trabajo.
-¿Cómo me tienes ahora? Me dijo mientras en el asiento del taxi se arrimaba a mí y pegaba su cara a la mía.
-¡Joder con Isa! Y tan modosita que parece en el despacho. Pensé para mí. Mejor así “muñequita linda”, te tendré tan cerca de mí… tan cerca que me voy fundir en ti.
-¡Qué cosas más bonitas dice! Don Felipe.
-Nada de don. Mientras estemos solos, Felipe a secas. ¿A ver cómo suena en tus labios mi nombre?
-Fe li… Antes de decir mi nombre, ya le había plantado mis labios en su boca. ¡Joder! Cómo besa la niña, se aferró a mi cabeza con los dos brazos y estiró el cuello para llegar hasta “el cielo de mi boca” con la punta de su lengua. ¡Hostias! Nunca me habían besado de esa manera; tintineaba en mi paladar como un badajo, y las cosquillitas eran irresistibles. Me echó mano a la bragueta y se encontró con un “mástil de proa” enarbolado a plena altura.
El taxista nos miraba por el espejo retrovisor como diciendo: “Baiser avec ces quarantaine ! Espagnols , comme ils montent avec les filles. Por lo que aparté a Isa, no soy de los que dan espectáculos gratis a los taxistas.
Próxima entrega: capítulos 5º 6º