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Lo maravilloso de ser mujer. (Lo dice un hombre)

en Fantasías Eróticas

¡Qué maravilloso es ser mujer!

Primera parte. La operación

Madrid. Año 1998

Estoy en una edad, que vivir 30 o 40 años más sería muy normal conforme a las expectativas de vida del hombre; y hasta vendería mi alma al Diablo si me convirtiera en mujer sólo un año. ¡Eso sí! en una tía buena. Porque para ser como mi vecina Jacinta que no despierta pasiones en los hombres, no me merecería la pena.

Siento verdadera exaltación por el Mundo Femenino, y si tuviera 18 o 20 años me cambiaba el sexo, con extirpación de polla y huevos, que ya no me sirven nada más que para mear. Despertar de la operación y verme con un coño entre las piernas, seguro que de la emoción me moriría, por eso tendría que vérmelo poco a poco para evitar no desfallecer de la emoción.

¡Y las tetas! ¡Ay madre que de sólo pensarlo me da un infarto! Verme con un par de tetas hermosas con sus dos pezones como fresas, sería el máximo de felicidad.

Debo aclarar que mi mujer está al tanto de todo, y la que más me ha animado al cambio de sexo, ya que es tan complaciente que hasta me ha jurado que va a seguir queriéndome igual que antes. Y al final, (no sin cierto reparo) me ha dicho que hasta le da morbillo eso de tener a una mujer por marido. Y por esa razón, a mis cuarenta años he decidido hacerme mujer.

Ya soy mujer, no me lo creo. Pero me miro en el espejo y lo que veo me produce tal excitación que me voy a "hacer un dedo". Mi primera "paja femenina". Estoy tan nerviosa que me sudan y me tiemblan las manos. ¡Ah! me llamo Sonia, nombre de mujer que me gusta. Estaba dudando entre ponerme Laura, Esther o Silvia, pero al final opté por el de Sonia.

Le pido consejo a mi mujer, que me enseñe toda la parafernalia  femenina ¡Qué complicada es, cojones! Lo que me cuesta ponerme el sujetador. Eso de abrocharte los corchetes por la espalda, así al tacto que no puedo.

-Ten paciencia Sonia. Me dice mi mujer mirándome a los ojos con ternura, que ser mujer de la noche a la mañana es muy complicado. ¡Hay mujeres que han muerto en el intento!

-¡Coño Pilar! No me asustes.

-Tranquila cariño, que yo te enseñaré a ser una dama de categoría. ¡Por cierto! ¿Sabes que estás muy buena?

-Sí, ya me veo, han hecho conmigo una obra de arte. Pero prefiero que eso me lo digan los hombres, me quiero hinchar a follar, tío que me guste, tío que me lo follo.

-¿Y yo que sigo siendo tu mujercita... no me vas a dar placer?

-Leches Pili, que ya no tengo polla, que ya no te la puedo meter.

-Pero podemos hacer "la tijera". Ese pedazo de clítoris que te han dejado con "el capullo" da ganas de comerlo.

-¡Hosti tú! ¿Es que te van las tías? Jamás en ti he visto deseo de lesbiana. Cuando hacíamos el intercambio de parejas, bien que te gustaba follar con los tíos. Y aquella tía buena  ¿Te acuerdas? La mujer de aquel tal Jorge que te propuso "hacer un bollo" y tú no quisiste.

-Bueno, eso fue hace años, y aunque siempre he tenido fantasías "lesbis" no me atrevía por temor. Pero cómo tú sigues siendo mi marido... ¿O debo creer que ahora eres mi mujer?

-Bueno, eso ya no importa, imagina que somos pareja de lesbianas.

-Ya sabes cariño, que si me he hecho mujer es para follar con tíos, porque para seguir follando con tías, no me hubiera expuesto a tanto sufrimiento.

-¿Pero de veras que ya no te gustan las mujeres?

-Mira cariño: llevo años suspirando y soñando con la polla de un tío que me haga sentir por lo que casi he dado mi vida en ello; cuando te la metía a ti, y te retorcías de placer ¿recuerdas? me daba una envidia y pensaba: ¡Qué maravilloso debe ser mujer! Quiero ser mujer Pili, y sentir el mundo femenino hasta las entrañas. ¿Me ayudarás a ello cariño?

-Claro que sí Pepe... ¡Ay perdón! Sonia. Yo te ayudaré a que te sientas la mujer más realizada del mundo.

-Bueno. Vamos a empezar a que me enseñes a masturbarme; "hacerme un dedo" como decís vosotras.

-Pero ten en cuenta Sonia que tu clítoris es tu antiguo glande, y.. no sé yo..

-Pero si ahí es donde tienen los hombres el gusto, en el capullo. Mira vamos a hacer una cosa. ¿Te acuerdas cuando me comías la polla, como me lamías el capullo?

-Claro que lo recuerdo. Y bien que te gustaba.

-Pues ahora cómeme el clítoris, a ver si da el mismo gusto.

-¿Hacemos el sesenta y nueve?

-Vale, pero yo arriba, y tú desde abajo que te pilla más a boca, y me lo lames.

-Vale.

No pusimos en posición. Me dijo Pilar mirando mi culo.

-¡Jo Sonia! hasta el culo te lo han dejado precioso; antes lo tenías picudo, ahora redondo.

-Milagro de las hormonas. ¡Anda calla y chupa!

Los lametones de Pilar en mi "clitoris" (antes glande) eran terroríficos.

-¡Joder que placer! Se me estremecía el cuerpo, y cuando sus manos dejaron de sobar mis glúteos, y por debajo me asía ambas tetas, casi me desmayo. A la vez que lamía "mi fresa" pellizcaba mis pezones con las yemas de sus dedos índice y pulgar.

-Qué me corro, que me corro...! Y me corrí.

Fue un orgasmo de mujer, sin eyaculación. Ya me lo advirtió la enfermera del doctor que me operó.

-Sus orgasmos serán igual que antes pero secos, sin eyacular, y más intensos.

Y así sucedió. El orgasmo fue intenso y me envolvió todo el cuerpo. Antes, de hombre, el placer parecía que me sobrevenía de los testículos, ahora de mujer, parece que el placer me viene del alma.

Lo que pasa que no pude satisfacer a Pilar, estaba tan metido en mi nuevo sexo que descuidé el de ella, cosa que de hombre jamás sucedió, pues nunca me corrí sin que ella tuviera sus orgasmos.

-No te preocupes Sonia. Dijo al ver mi cara de preocupación. Es normal que en tu nuevo estado hayas perdido el rumbo de hombre.

-Gracias Pilar eres un sol.

 Segunda parte.

Aprendiendo a ser mujer

 Ya he dicho que me habían quitado todo rastro de hombre, la operación fue de tal perfección, que hasta el cirujano se maravilló de su obra. Pero mi mentalidad seguía siendo masculina, gay, pero la de un hombre. Se notaba en ciertos detalles cotidianos; como por ejemplo la mala costumbre de tirarme pedos en la cama, o en otra parte de la casa, etc.

-Una señora no se tira pedos nada más que en el baño, y con suma delicadeza. Me decía Pilar.

-Ya lo sé cariño, pero comprende: 40 años siendo hombre y con todas sus malas artes, que me cueste ser una señora.

-Una dama pareces de verdad por fuera, pero ahora tienes que parecerlo también por dentro.

-Para eso te tengo a ti. ¿Verdad que me vas a ayudar?

-Ya te dije que sí, pero tienes que hacerme caso en todo lo que te diga.

-Seguiré todas tus instrucciones son rechistar.

-Lo primero que debes aprender son los gestos femeninos; pero no te preocupes porque como tienes cuerpo de mujer, te será muy fácil adaptarte a ellos.

- Oye cariño.

-Dime.

-Lo que noto frío por las piernas y muslos son las faldas, me entra corriente.

-No te preocupes que cuando te pongas los pantys  o medias se te quitará el frío.

-Ay que emoción! pantys. ¿Y si me compras un liguero? que a los tíos les mola cantidad.

-¿De qué color?

-Tres, tres, rojo, negro y malva.

-Mira, mañana vamos al "Corta Ingles" y te compras toda la topa interior que necesitas.

-¡Sí, sí! y muchas bragas, de todos los colores, ya sabes que si antes era de calzoncillo diario, ahora seré de braga diaria.

-Si cariño, las mujeres tenemos que ser muy limpias.

-Ay qué pena... qué pena más grande.

-¿Qué te pasa ahora corazón, si estabas muy contenta?

-Que no me vendrá el periodo y no me podré poner compresas ni tampones.

-¿Y por qué no? Aunque no tengas periodo te los pones y notas la misma sensación como si los tuvieras.

-Ya, ya, pero no es lo mismo, eso de no ver la muestra de mi periodo me pone triste.

-Pues si supieras lo engorroso que es para las mujeres... Te alegrarías de no tenerlo.

Al día siguiente. Sábado

 

-Pilar.

-Dime Pep... ¡Ay disculpa! Hasta que me acostumbre a llamarte Sonia me costará un tiempo.

-Tranquila. Te decía que vamos a ir de compras tal cómo quedamos ayer, ¿Verdad? Que digo yo, que me puedes dejar una de tus bragas y un sujetador hasta que me haga mi ajuar.

-Lo que pasa, Sonia, que te han dejado más pecho que lo que tengo yo, y te vendrán algo estrechos.

-Mejor, así se me marcará mejor el canalillo.

-Qué manía la tuya de marcar, cuando eras hombre te gustaba "marcar paquete" y ahora que eres mujer te gusta "marcar tetas" ¡Jo! Sonia, llevas dos días de mujer y ya eres más presumida que yo.

-Y más puta que voy a ser.

-¡Oye! Qué yo no soy puta.

-No mujer, no me refiero a las putas que follan por dinero, me refiero a las tías que os gustan más las pollas que a un tonto una tiza.

-¡Oye, oye! Matiza, que a mí sólo me gustan las pollas de los tíos guapos,

-Ya, cómo la de aquel tal Ramón que te follaste en Valladolid.

-¡Anda! y tú a su mujer.

Bueno vamos a arreglarnos que ya sabes que me gusta ir de compras pronto, que me joden las aglomeraciones.

-¡Joder Pilar...!

-Otra cosa que tienes que afinar es tu vocabulario de carretero. Las mujeres no decimos esas palabrotas.

-Seréis las cuarentonas, porque las chavalas de hoy dicen más tacos que yo. Qué te decía cuando me has cortado, que me ayudes a ponerme el sostén, ¡coño! que no atino con éste enganche  de los cojones.

-Pero que bruta eres Sonia; ande ven que te lo abrocho. Es verdad cariño, cómo te realza el pecho mi sujetador, estás que te sales. Venga, has pis que nos vamos.

-No, aquí no meo, me reservo para hacerlo en los servicios de señoras del "Corta Ingles" ¡Que emoción! Entrar por primera vez en unos servicios femeninos... ¡Qué morbo... qué morbo!

Anduvimos de compra por la sección de lencería del "Corta Ingles" y me compré unas bragas monísimas y tres ligueros de marca. ¡Qué feliz me sentía con mi ropa interior! Iba a deslumbrar a los hombres. ¡Qué ganas tenía de sentir la hermosa polla de un tío guapo por mi coño!

Al entrar en los servicios, por la fuerza de la costumbre entré en los de caballeros. Un viejo meando...

-¡Señora! Qué es el servicio de los hombres ¿Es que no sabe leer?

-¡Ay! Disculpe, disculpe... Es que no llevo las gafas de cerca.

Qué alegría, me había llamado señora... ¡Señora! No cabía en mí de gozo.

Cuando entre en el de señoras... ¡Qué diferencia con el de los hombres! El olor a limpio y las paredes inmaculadas denotaban que la  mujer es infinitamente más limpia que el hombre. Detalles que nunca había visto en los servicios de caballeros, tales como los espejos decorados con cenefas a cual más bellas; jaboneras y utensilios de baño que nunca observé en los de caballeros. También es cierto que estaba en los servicios del "Corta Ingles" los almacenes más prestigiosos de España.

Entré a mear... ¡Perdón! a hacer pis en uno de los inodoros. Llevaba una falda a gusto de Pilar, porque dice que tengo las piernas muy torneadas y bonitas. ¡Qué emoción hacer pis sentada! Sentía como por mi coñito salía la agüita amarilla y como al romper con el fondo del inodoro hacía el ruido tan característico que tan cachondo me ponía cuando era hombre el sentirlo a una mujer.

Una vez aliviada de tanto aguantar, salí con la intención de lavarme las manos y arreglarme un poco el pelo: una chavala de unos dieciocho o veinte años estaba en el contiguo pintándose los labios. Con algo de descaro (ya sabemos como son las chicas de hoy) me dijo.

-Hola "tía". ¿Me puedes decir la marca de tu maquillaje? porque te hace unos reflejos preciosos.

Me quedé parada, ya que era obra de mi mujer el maquillaje que llevaba. Menos mal, que en ese momento entraba Pilar.

-Sonia, que te estaba buscando.

-Pero si te dije que iba al baño. Oye, que me ha preguntado esta chica la marca del maquillaje que llevo, y como es el tuyo, no sé la marca.

-Son productos de Mary Kay. Le dijo Pilar a la chica que preguntaba.

-Gracias, pero disculpa que te lo diga, pero para el óvalo de la cara le favorecen más a tu amiga Sonia que a ti. Tiene un óvalo de cara perfecto tu amiga ¿Has dicho que se llama Sonia, verdad?

¡Joder que alegría! Los rasgos de macho habían desaparecido de mi faz totalmente, y la niña me veía más guapa que a Pilar. Y eso que Pilar es guapísima.

-Si se llama Sonia y es mi amiga, pero debo decirte que yo soy quien la ha maquillado, ya que soy esteticista. (Mentira y gorda)

-Pues ¡enhorabuena! La has dejado preciosa.

Salí de los servicios más contenta que unas castañuelas. No cabía en mí de gozo; en un momento un hombre me llamó señora y una mujer dice que mi óvalo de cara era perfecto.

Seis meses después

Mi primera relación con Raúl

Pilar, me había enseñado tan bien las formas femeninas, que ya no suponía ningún inconveniente abrocharme el sujetador. Maquillarme, peinarme y pintarme las uñas era "coser y cantar". Lo único que no había dominado del todo era andar con los zapatos de tacón de aguja. Pero estaba preocupada, y ya me lo avisó el cirujano que hizo en mí este milagro.

-Seguramente engordarás un poco, es el resultado de las hormonas que debes seguir tomando durante al menos un año.

Efectivamente, había engordado casi diez kilos y se me fueron a las caderas, pecho y glúteos, pero lo bueno, es que si había perdido estética, esos kilos de más habían potenciado mi figura de mujer cuarentona. Nadie, salvo los que sabían de mi transformación podrían decir que fue hombre. Y lo que pasó aquel sábado noche en la sala de fiestas (para gente de mi edad) de un famoso hotel de cinco estrellas, me dejo maravillada.

Fuimos (Pilar y yo) a esa discoteca para gente mayor, no para jovencitos. Era finales de Septiembre y me puse para la ocasión un vestido de cóctel color verde hierba, ligeramente por debajo de las rodillas, de seda y sin mangas; con una especie de cinturón ancho de la misma tela y escote de pico marcando de una forma agresiva la intersección de mis pechos. No llevaba sujetador.

-Estás que arrebatas Sonia. Me dijo Pilar con mirada que denotaba cierta envidia. Los tíos te miran más que a mí.

Efectivamente, cuatro me habían pedido bailar y a Pilar sólo uno. Pero a los cuatro les dije que no por bajitos. No he dicho que mido 1,78 mt

Enfrente de nuestra mesa había dos hombres que no cesaban de mirarnos. Uno de ellos se levantó, y por lo menos mediría 1.90 ¡Qué bien! Y guapo en cantidad. Se dirigía a nuestra mesa con clara intención de sacarnos a bailar. ¿Pero a quién? ¿A Pilar o a mí?

-¿Bailamos? me dijo a mí, a mí, a mí... Y yo le dije SÍ.

Menos mal que Pilar me había enseñado a dejarme saber llevar bailando. Bastante me costó y más de un pisotón le di, pero al fin aprendí.

Tocaba la orquesta una canción lenta, de las que me gustaba bailar cuando era hombre para "restregar la cebolleta". ¿Me dejaría ahora que me la restregara? ¿Pues claro que sí? Para eso iba, a ligar un tío guapo para follar. Pero antes me acordé de los consejos de Pilar con respecto a los hombres.

-Recuerda Sonia, que ahora eres mujer, y ser mujer obliga a mantener una conducta muy distinta al del hombre, has valer tu condición y que ninguno crea o sepa que eres "una chica fácil".

-Me llamo Raúl me dijo a la vez que me abrazaba.

-Yo Sonia, Encantada Raúl.

-Yo más encantado Sonia, porque se te advierte una mujer con mucha clase además de una belleza exquisita.

Me volví a acordar de otro de los consejos de Pilar.

-Los hombres te halagarán y te lanzarán flores al oído, son artes de seducción.

Pero ¡que coño! Pensé para mis adentros. Yo no vengo a buscar novio ni marido, lo que quiero es follar, y este tío está "que cruje" de bueno me lo voy a cepillar.

Raúl que me tenía bien asida por la cintura, apretó más el cerco como esperando mi reacción. Y mi reacción fue pegar mi vientre a su polla, que ya la notaba dura, y mi mejilla a su mejilla.

Joder que emoción, sentir la polla de Raúl mi vientre, dura como el pedernal, me trasladaba a edenes desconocidos; jamás como hombre había sentido tal cúmulo de emociones en cadenas. Me sentía mujer ¡Muy mujer! en los brazos de Raúl, y supe lo grandioso que es ser hembra. Se vive el amor y el sexo de una manera tan extraña y a la vez maravillosa que parece que flotas sobre nubes de algodón.

Sabía por la actitud de Raúl que me iba a besar, ya que hizo dos amagos para ver la mía, (mi actitud). Y cómo lo estaba deseando le ofrecí la boca para que la besara. ¡Joder que emoción! Sus labios en acompasados movimientos se entrelazaban entre los míos. Abrí la boca para que buscara las mieles de mi paladar con su lengua, y hasta allí llegó con la punta. Creí desfallecer, y las bragas chorreando por el líquido prostático que se deslizaba por mis muslos como gotas de roció de madrugadas de primavera.

-Me encantas Sonia. ¡Ojala seas libre!

-Libre soy Raúl.

-Me refiero a que no tengas compromisos de pareja.

-No, no, estoy separada desde hace dos años.

Decir esto, y su polla que casi me taladra.

Me alegró que Pilar estuviera hablando con un chico sentado en la mesa.

-Es Ricardo, mi amigo, el que habla con tu amiga. Dijo Raúl al darse cuenta del detalle. ¿Tú amiga también está separada?

-No, la pobre es viuda, su marido a "pasado a mejor vida".

-Pobre... Le acompaño en el sentimiento.

Los "cuatro polvos" que me echaron Raúl y Ricardo

Raúl es director de una empresa de Barcelona, y Ricardo su director financiero, y se hallan en Madrid en una gestión inmobiliaria. Me dijo que está casado pero que no es feliz. (Lo que decimos los hombres casados para follar con otras) y que se ha enamorado fulminantemente de mí.

Volvimos a la mesa, y parecía que Pilar (que quiera o no, sigue siendo mi mujer) estaba a gusto con Ricardo. ¡Joder! que me molestó. ¡Pero es que voy a tener celos porque Pilar folle con otro! Pues sí me molestó. Pero entendí que no era lo correcto ni oportuno, si yo iba a follar con Raúl, que ella follara con Ricardo, si es que le apetecía. Y parecía que sí, que si estaba dispuesta a abrirse se piernas.

Le presenté a Raúl a Pilar.

-Encantado Pilar. Ya me ha dicho Sonia que tu marido ha pasado a mejor vida.

Pilar que las pilla al vuelo. Dijo.

-Sí, el pobre me ha abandonado por una transformación.

-¿Qué se ha muerto por una transformación? Preguntó Raúl asombrado.

-El hombre era "ilusionista" y se quiso transformar en diosa y quedó en esa cosa. Dijo la muy asquerosa mirándome.

Raúl no entendía ni "papa" y cerró el tema cambiando de idem.

-Estamos hospedados en el Hotel, ¿Y vosotras? Preguntó Raúl.

-No, nosotras vivimos en un piso cada una. Dije yo.

-¿Os apetece tomar unas copas?

-Lo que diga Sonia. Replicó Pilar.

-Por mí me encantada Pilar. Unas copas de champagne me apetecen. Me figuro que las tomaremos en vuestras habitaciones.

Pilar me fulminó con una mirada. No estaba siguiendo sus consejos de mujer. Pero yo lo que quería era follar, y ¡ya!

-Sois unos chicos muy majos. Soltó de sopetón Pilar, pero yo esta noche no estoy receptiva "al macho". Tú Sonia haz lo que quieras.

Ricardo puso cara de circunstancias, ya que suponía ser su pareja.

-Lo siento Ricardo, pero problemas que nada tiene que ver con la situación, me lo impiden, otra vez será. Y os dejo que yo me voy para casa.

Me di cuenta de la actitud de Pilar, había pillado un rebote. Eso de ver a su marido más puta que las gallinas le había soliviantado.  Pero no por celos, sino por las formas. A ella le gustan las situaciones románticas; eso de ir a la cama a las primeras de cambio no entra en sus conceptos sexuales. Pero mi mentalidad aunque no lo quisiera seguía siendo de hombre, y la excitación de  estrenar mi coño, unido a que Raúl me gustaba a rabiar, mi comportamiento no fue como el de la dama que se hace desear sin mostrar sus deseos.

-¿Me vas a dejar sola. Pilar?

-¡Sola! Anda que no estás bien acompañada.

-Vale como quieras. Mañana no vemos.

´-Tomamos la última copa en la cafetería del Hotel, y hablamos. Dijo Raúl.

-Bueno. Asentí yo.

-Con la excusa de que iban al servicio me dejaron sola unos minutos, pero fueron a hacer planes.

-Sonia. ¿Te importaría estar con los dos? me dijo Raúl un poco cortado.

Hice que lo pensaba, pero la idea me excitaba a tope: dos pollas para mí, y además de dos tíos "cachas" y guapos.

-Bueno, pero espero que me tratéis como a una princesa.

-Más, cómo a un reina.

Subimos a la habitación de Raúl, un doble con cama de matrimonio. Habitación de hotel cinco estrellas.

La emoción me embargaba, habían pasado más de medio año de la operación, y cómo me dijo la enfermera del cirujano que me operó, que no tuviera relaciones sexuales durante por los menos cinco meses, (hasta que la vagina artificial se asentara y se ajustara), no me preocupa, ya que en la última revisión de hace quince días, me dieron el alta definitiva. Todo estaba perfecto.

Lo que me preocupaba un poco era la forma de mi vulva; sí, es una rajita como todos los coños, pero cualquier experto notaría que es artificial, pero pensé: no creo que se vayan a dedicar a mirarlo con lupa, pues anda que no hay coños raros, yo los he visto de muchas formas, y mira que son feos, pero que vuelve loco a los tíos.

Entre al baño para darme una ducha.

-¿Nos duchamos los tres juntos? Dijo Ricardo que no había hablado apenas palabra en toda la noche.

-Por mí no problema. Dije emocionada.

-Por mí tampoco, dijo Raúl

Joder que escena. Creo haber dicho que Raúl es muy alto y bien formado, pero Ricardo no le va a la zaga: unos centímetros más bajo pero lo que portaba entre las piernas era de impresión;  el pene que aún estaba "morcillón" casi le llegaba a las rodillas.

El de Raúl era un pene normal, como era el mío de unos 18 centímetros, porque el muy cabrón estaba empalmado a tope.

-¿Qué cuerpo más hermoso tienes Sonia? Me dijo Raúl mientras me bajaba la braga.

- Pues si le ves hace años, "te asustas". Dije con una ironía que no captó, Sólo dijo.

-Seguro que sí.

Dentro de la bañera me emparedaron. Raúl frente a mi, Ricardo por mi espalda me achuchaba con su enorme falo que ya estaba más tieso que un garrote.

Raúl buscaba con su lengua los adentros de mi boca. Su mano izquierda se deslizó entre mis muslos buscando "mi fresa roja".

-Ummm ¡Qué clítoris tan hermoso tienes! Me dijo mientras lo palpaba con los dedos.

-¿No te gusta?

-Me encanta, lamer un coño con el clítoris prominente es uno de mis mayores placeres.

La poya de Ricardo parecía un más bien una puya, repicaba entre mis nalgas como la de un picador en el morrillo de un toro.

-¡Qué vas a hacer! Grité al creer que me la iba a meter por el recto.

-Nada mujer, nada no te preocupes.

El pene de Raúl pegado en mi vientre y su boca seguía buscando las mieles de la mía. ¡Pero que mujer me sentía! Ya no me importaba morir. Morir un hombre sin saber lo que siente una mujer, es uno de los peores castigo de la Naturaleza. Todos los hombres deberían apreciar aunque sólo fuera el último día de su vida, lo que yo estoy sintiendo ahora. ¡Qué maravilloso es ser mujer!

Raúl secaba la piel de mis muslos y pecho con tanto amor que me embriagaba. Ricardo, menos sensible, secaba mi espalda y glúteos. Volví  sentirme como una Cleopatra, adorada por Cesar y Marco Antonio.

Me llevó en volandas al tálamo del amor Raúl. Yo abrazada a su cuello. Y allí me deposito con tanta delicadeza que me parecía que era el dios Eros.

-Pongamos una luz tenue. Dije con el fin de que no repararan mucho en mi vulva. Es más romántico hacer el amor entre luces rosadas. ¿Verdad chicos?

Raúl se situó frente a mi vientre y me separa las piernas por las rodillas. Allí quede, bien abierta para que su boca pudiera acceder bien a "la fuente de donde iba a beber". Y recordé lo que me dijo la enfermera:

No tendrá flujos vaginales cuando se excite, pero si tendrá liquido prostático que le lubrique la vagina artificial, por lo que podrá ser penetrada sin dificultad. Y en caso de que le falle, lleve un tubo de lubricante para que pueda ser penetrada.

No hizo falta, estaba muy mojada.

Raúl lamía mi capullo ¡Ay perdón! mi clítoris de tal forma, que me daba tanto place como cuando me comía la polla una mujer.

-Sigue, sigue... corazón. ¡Pero que bien lo lames..!

De repente, la enorme polla de Ricardo, me la plantó en la boca. No lo pensé dos veces, la tomé con las manos y me la metí entre mis fauces, mamando de aquella verga que me atragantaba. Era la primera polla que mamaba, y la verdad que es excitante. Con ambas manos amasaba "los huevos" de Ricardo que los tenía casi pegados a mis labios, y fueron tantos los lametones que le pegué con un chorro de semen como cataratas salía con tanta presión que me llenó la boca de "esa leche calentita". Y supe a que sabe el semen, ya que ninguna de las mujeres que saboreó el mío tiempo atrás, no supieron explicarme bien a que sabe. A mí me supo a "leche condensada". ¡Pero que putón me estaba volviendo!

Raúl seguía lamiendo mi vulva cono tanta delicadeza y fruición como el que degusta una docena de ostras de Carril, que me retorcía de placer. Cerré los muslos y le aprisioné su cabeza entre ellos con el fin de que lamiera más profundo. Hasta que me corrí. Fue mi primer orgasmo de mujer con un hombre.

Lo que pasó inmediatamente después en la cama es muy difícil de narrar porque yo no estaba en la Tierra, estaba en el Cielo, y para narrar los acontecimientos celestiales hay que ser un poeta como Virgilio, por lo menos.

Ricardo fue al mueble bar y se sentó en un sofá de la salita inmediata a la cama con una copa; seguro que para reponerse de "la lamida" que le acaba de hacer. Me alegró quedarme sola en la cama con Raúl. ¡Qué finura y delicadeza de hombre.. Por Dios! ¡Y cómo me hacía sentir hembra...!

Me tomó por la cintura con sus brazos y así, presa de sus sentidos empezó a "mamar" de mis pechos turgentes como alas de mariposas en vuelo con una maestría que me recorrían oleadas de placer desde la nuca hasta la zona lumbar. ¡Qué me matas Raúl, que me matas! Pero no pares, sigue mamando.

Cómo estaba extasiada y arrebatada por la situación, no reparé que Ricardo se había levantado hasta que noté que algo duro y gordo perforaba mis entrañas. Bajé mi mano derecha "al lugar" y sólo palpé los cojones de Ricardo. "lo otro" lo tenía metido hasta "los mismísimos".

Las embestidas eran brutales; el pene de Ricardo bombeaba mis "profundidades" con un ritmo frenético. Menos mal que echó otro chorreón de semen en un plis plas, de lo contrario me hubiera destrozado el coño. Pero aún así lo sentía como si hubiera pasado un tren de mercancías.

Quedamos otra vez solos en la cama Raúl y yo. ¡Qué diferencia! Me besaba con una ternura que me embriagaba.

-Sonia.

-Dime Raúl.

-Sé que somos un sueño imposible, pero quiero que te queda tal recuerdo de mí, que jamás podrás olvidarme.

-Seguro que sí Raúl, que te recordaré mientras viva.

Con el pretexto de ir al baño, me limpié en el bidé "las esencias" que me dejó Ricardo, para que Raúl lo encontrara sin los restos de otro amor.

-Cariño... Permite que entre en tu cuerpo a través de tu alma. Dijo Raúl con tan énfasis que me emocionó. Aquí si que tocó mis fibras femeninas.

-¡Uy! Qué frase tan bonita. ¿De dónde la has sacado?

-De tus ojos. De tus ojos claros como paisaje celestial.

Pensé: pero métemela ya, y deja la poesía para otras ocasiones.

¡Coño! parece que lo intuyó, porque al momento me la metió hasta los c......

Entraba y salía de una forma tan sutil que la sentía en todo su recorrido por mis entrañas, milímetro a milímetro los sentía transitar por el "túnel de mis delicias" tan intensamente que el alma me araña y el corazón de gozo me baña.

-¿Gozas, mi amor?

-Gozo Raúl, Gozo. ¿Y tú en mi pozo?

-Gozo. Y al no llevar embozo (preservativo) como un niño en la en la lluvia sin paraguas retozo.

-Tres empujones descontrolados anunciaron su orgasmo. Sentí su semen como inundaba mis entrañas. Y a la vez también yo "me corrí".  

Desperté abrazada a Raúl. Ricardo no estaba, seguramente se habría ido a dormir a su habitación. Eran las siete de la mañana.

Raúl dormía. Baje mi mano a su pene para ver como lo tenía, y empalmado estaba. ¡Qué alegría! Que otra vez me la metiera me apetecía.

Y otra vez me la metió, y tanto, tanto "este polvo" duró, que amanecía; y metida hasta el fondo de mi alma estaba. Las estrellas y todo el firmamento yo veía. ¡Cómo gozaba!

Esta vez me monté yo encima de él, y sobre su vientre cabalgué al paso, al trote y al galope. Raúl de placer se retorcía. Sus manos amasaban mis tetas de tal forma que me dolía. Pero que dolor más grato, mezclado con el placer es gloria bendita que hay que padecer. ¡Bendita algarabía! Allí quedamos en la cama... Boca arriba, extasiados, rendidos.. Enamorados.

Nos duchamos. Los restos de nuestro amor seguro que en las paredes quedaron grabados con letras de oro que decían:

"Aquí Sonia y Raúl tanto se amaron, que en estas paredes sus orgasmos  encriptado quedaron."

De vuelta a casa

 

Sobre las once de la mañana llegué a casa. Desayunamos en la cama, como dos recién casados que profundamente se aman. Pero llegó la despedida, la inevitable despedida. Y fue una despedida tan emotiva, que quedamos en vernos en el próximo viaje a Madrid, o que yo fuera a Barcelona, tenía un piso de soltero (un picadero). Piso que pensaba visitar muy pronto, pero antes tendría que hablar con Pilar. Que todavía seguía siendo mi esposa.

Debo aclarar, que, no tenemos hijos, lo cual a pesar de ser una desgracia, hoy me alegraba ¡cómo los hijos iban a aceptar esta situación mía! Ni lo sé, ni nunca lo sabré.

-¿Te parece bonito lo que hiciste anoche? Fue lo primero que me espetó Pilar nada más verme?

-Cariño, comprende, ¿Pero porqué no te quedaste con nosotros?

-Pues porque no me gustaba Ricardo ¡Cóño! y yo no follo como tú, con el primero que se lo propone.

-No cielo, no. Me gustaba tanto Raúl que hemos quedado en repetir.

-Ya te vi, muy enamorada se te notaba.

-Es que es un cielo de hombre, Pilar. ¡Un cielo!

-¿Y qué tal tu primera experiencia de mujer?

-Genial, Pilar, simplemente genial.

-Se te nota. Sí.

-Cariño. Yo no puedo olvidar que he sido tu marido durante estos años... Pero...

-¿Pero qué? Mirándome a los ojos angustiada.

-Qué necesito vivir con un hombre, un hombre como Raúl. No quiero convertirme en una vulgar ramera en busca de machos, no, quiero ser una esposa fiel. Tengo 40 años y puedo ofrecer a un hombre mucho amor y mucha ternura.

-Pero te has dado cuenta los problemas que se te van a plantear. Qué hombre serio y responsable se va a casar contigo cuando sepa toda la verdad.

-Problemas que gracias a la Democracia se están superando. Dije no muy convencida, sabedora de las dificultades que entraña mi nuevo estado.

-Que afortunadamente en España la homofobia se contemple socialmente como una agresión al mundo homosexual, no quita que seas aceptado.... disculpa.... aceptada como una mujer con todas sus capacidades físicas.  Me dijo Pilar muy resolutiva.

Quedé pensativa, una cosa es el sexo entre personas de distintas opciones sexuales, y otra el formalizar una relación de matrimonio.

-Además, siguió diciendo Pilar- Tenemos que arreglar nuestra situación fiscal. ¿No has pensado que también yo necesito un hombre? O es que tú eres un hombre. Y rehacer mi vida, como tú quieres rehacer la tuya.

Callé. Tenía más razón que un santo. Por lo que opté por no seguir insistiendo en el tema. El tiempo aclararía la situación.

Y el tiempo lo aclaró: Pilar y Sonia  anularon su matrimonio como hombre y mujer. Pilar se volvió a casar con un industrial muy majo y serio, llamado Conrado de 58 años, viudo y con dos hijas de 19 y 25 años. Y al no tener descendencia con Pepe (Sonia) las acogió como una verdadera madre.

Sonia se fue a Barcelona y se puso a trabajar como secretaria de la inmobiliaria que regentaba Raúl, ya que mantuvo tan estrecha relación con él, que se divorcio con la intención de casarse con Sonia, pero ésta, todavía no ha tenido el valor suficiente para decirle la verdad. Y aunque en todos sus documentos figura como Sonia del Valle Díez, sigue pensando que es mejor dejar las cosas como están. Tiene ya 48 años cumplidos y Raúl 56. Y cómo se aman como aquella noche del hotel de Madrid, teme que la verdad, su verdad, rompa el encanto.

Pilar y Sonia mantienen una maravillosa relación y un final feliz. Resulta que Conrado, el marido de Pilar le ha pedido hacer el cambio de parejas, tan de moda en España últimamente; y que uno de sus caprichos es además de verla follar con un hombre, verla con una mujer haciendo "un bollo".

Pilar le expuso la situación a Sonia por teléfono, y Sonia daba saltos de alegría. Convenció a Raúl para hacer el intercambio. Cuando conoció a Pilar lo acepto de una forma radiante, cosa que estaba segura Sonia que aceptaría. Y Conrado al ver a Sonia aplaudía hasta con las orejas.

Todos los meses se reúnen un "finde" en Madrid o en Barcelona y hacen unas fiestas llenas de morbo y fantasías.

Sonia folla con Conrado y hace "la tijera" (y más cosas) con Pilar.

Pilar folla con Raúl (ya le dijo un día a Sonia que entendía su enamoramiento) Raúl es "un príncipe azul en la cama y fuera de ella"

Y los cuatro viven tan felices y contentos sin problemas ni falsos prejuicios.

NOTA: ni Febarsal, autor de este relato, sabe si Sonia le dijo la verdad, (su verdad) a Raúl

 

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