CAPÍTULO XIII
Quedamos con Montse y Jordi para el próximo fin de semana; las conversaciones que mantuvimos por teléfono afianzaron la creencia que eran la pareja ideal para realizar nuestras fogosidades.
Después de la confesión de Isa ... ¡Cómo pudo llevarlo en secreto tantos años..! Entendí lo que me dijo sobre las normas sociales. Y esas normas para las mujeres habían sido más rígidas todavía.
Pero la mente del ser humano está abierta a todo tipo de sensaciones, es inagotable, y siempre buscando sensaciones nuevas cada día. Si hace tan sólo hace diez años que mi mente iba a dar ese cambio tan radical, no me lo hubiera creído. Aunque recuerdo de niño, que ya me gustaban las pollas. A Miguel le hacía pajitas y me sentía niña, pero a esas edades yo creo que todos los niños y niñas realizan en sus juegos esas cosas.
Llegamos a Barcelona el viernes por la tarde, y en el aeropuerto del Prat, Montse y Jordi nos estaban esperando. Previamente por teléfono nos dieron una imagen de como eran y como irían vestidos, y nada más verlos supimos que eran ellos: altos, guapísimos y con clase; se les notaba a la legua personas distinguidas.
Yo quedé no sé si paralizado o anonadado, pero sí estupefacto. Jordi era aquel morenazo que en el café de París me echó miradas arrebatadoras. ¡Qué pequeño es el Mudo! Sentí tal cúmulo de sensaciones tan excitantes, que el corazón no me cabía en el pecho.
Por las miradas que Isa y Montse se cruzaron, supe que las dos estaban encantadas de conocerse.
Jordi me guiñó un ojo a la vez que me daba la mano. Ese gesto evidenciaba que me había reconoció. ¡Cómo no, coño! Si en el café de París me hizo el escáner completo.
Las dos féminas de cogieron de la mano como si se conocieran de toda la vida. La expresión de Isabel era luminosa, refulgente, como si un rayo de sol hubiera invadido sus sentidos. Montse la miraba con cara de enamorada.
Jordi y yo, íbamos a unos metros detrás de las chicas.
-El Mundo es un pañuelo, ¿Eh Felipe?
-Y que lo digas, Jordi.
-¿Y qué hacías en París con aquel "bombón" de nena?
-Es mi secretaria; y estábamos en un viaje de negocios.
-Pero... ¿Secretaria también de cama?
-Cuidado no te oiga mi mujer, que no sabe nada. Y tú, ¿Qué hacías tan bien acompañado?
-Más o menos lo mimo que tú, represento para Cataluña una firma de cosmético francesa con sede en París. -Por lo que intuyo Felipe "haces a pelo y a pluma", es qué eres bisex. Dijo Jordi cambiado de conversación.
-Ya hablaremos de eso cuando estemos a solas.
-Vale, sí mejor lo hablamos en la cama.
-O sea Jordi, que por tu parte va a ver cama.
-Por mi parte sí. ¿Y por la tuya?
-También, sólo pude decir. "Me sentía ya hembra paseando con mi macho", y no me agarré su brazo porque no procedía, el lugar y el momento no lo requería. ¡Pero qué mujer me sentía!
Pensábamos alojarnos en un hotel del Paseo de Gracia, pero dijo Montse: de ninguna de las maneras, en casa hay habitaciones de sobra, además con dos son suficientes; una para Isa y para mí, y la otra para vosotros. ¿Verdad Isa? Dijo guiñando el ojo.
-¡Claro que sí Montse! Tú y yo juntitas! Dijo Isa a la vez que se apretaba a ella.
-¡Joder con mi mujer! Si no lo veo no lo creo. Pero que fuera mi cómplice en algo tan problemático como lo mío, me daba fuerzas para llevarlo sin tapujos. Seguro que otras mujeres en estas mismas circunstancias, ya me habrían pedido el divorcio.
CAPÍTULO XIV
Viven en un piso de unos 200 m2 cerca de la Diagonal, muy luminoso y amueblado, en el séptimo piso de un edificio de doce plantas.
-Queridos amigos Isabel y Felipe, esta es vuestra casa. Dijo Montse con toda la buena voluntad que se desprendía de sus atenciones.
En un alarde no sé si de imprudencia o de agradecimiento, Isabel plasmó sus labios en los de Montse, (beso que Montse recibió con agrado, hasta el punto que le dio la lengua) a la vez que le decía:
-Gracias Montse. Seguro que vas a ser mi segunda mejor amiga.
-¡Y quién es la primera! Dijo Montse sorprendida.
-Esta es mi mejor amiga. Dijo señalando con el dedo a Felipe.
-Jordi y Montse se echaron a reí, entendiendo la intención. Porque Isabel ya le había puesto en antecedentes a Montse de las intenciones del cambio de sexo de Felipe.
-Seguro que cuando seas mujer estarás guapísima. Dijo Montse, y añadió: ¿No te importará que hagamos "un bollo" las tres?
-¡Joder! Estaba un poco cortado por el desparpajo de Montse. Pero me caía muy bien, y basta que con Isa hubiera conectado, para que mi satisfacción fuera doble.
-Y yo me follaré a las tres. Dijo Jordi soltando una risotada.
Todos reímos de la salida de Jordi.
Montse e Isabel pasaron a una de las habitaciones; Jordi y Felipe a otra contigua con una puerta interior, por lo que se podía pasar de una habitación a la otra sin salir al distribuidor.
Una vez solas, me dice Montse abrazándome por la cintura.
-Eres preciosa Isabel, mucho más de lo que te imaginaba.
-Tú también eres preciosa Montse. Me dijiste por teléfono que eres pasiva ¿verdad?
-Prefiero que me hagan más que yo hacer, pero eso no quita para que esta noche "te pueda comer".
Reímos a la vez que nos besábamos.
-Ahora me quiero duchar y cambiar, que me encuentro sucia del viaje.
-¿Nos duchamos juntas, Isa?
-Estupendo, así nos enjabonamos una a otra.
¡Chicos que nos vamos a la ducha. Dijo Montse en voz alta para que les oyeran.
Diosas de Lesbos sonreían (9A)
al ver aquellas dos mujeres (9B)
como en el agua se querían; (9A)
y disfrutaban los placeres (9B)
que el amor a sus pies ponían (9A)
En la habitación contigua, Felipe se desnudaba; Jordi no apartaba los ojos de aquel prominente lugar que comenzaba donde terminaba la espalda.
-Me miras como en París; pero ahora en vez de la cara me miras el culo ¿Tanto te impresiono?
-Me excitas, Felipe, me excitas de tal manera ese culo que se te marca entre el pantalón, tan sugerente y respingón, ahora mismo me lo comiera.
Estaba con el toroso desnudo, y con los zapatos quitados, solo me faltaba quitarme los pantalones, y Jordi esperando que me los quitara. Sabedor de su impaciencia por verme en pelotas, me porté como esa dama que a su amante le hace sufrir la espera. Y cómo esa dama altanera dejé que un poco sufriera.
Me acordé de mi noche de bodas; de como Isabel, mi mujer, no sé si por pudor o para excitarme, montó aquel numerito de mujer que va por vez primera al tálamo del amor y que se hace esperar fingiendo o por vergüenza, el momento del ayuntamiento.
Debo explicar, que, nuestro noviazgo fue fugaz, y se desarrolló más por teléfono que por bis a bis por culpa de mis numerosos viajes de trabajo, por lo que no hicimos en el amor durante ese periodo tan corto de tiempo.
Me acordaba como Isabel me hizo esperar minutos y minutos en aquella habitación del hotel de cinco estrellas en donde pasamos la noche de bodas; y yo impaciente y nervioso, tal como veía ahora a Jordi, y me sugirió la idea de portarme como una novia que llega a la mágica noche como una novicia que va al sacrificio se ser desflorada.
-Vamos Felipe, ¿a que esperas para despelotarte? me dijo cuando él ya estaba como su madre le parió.
Quedé paralizado, anonadado. ¡Joder! que pedazo de polla; estaba tan empalmado que le llegaba hasta el ombligo. ¡Y el glande! Aquello no era un capullo, era un clavel encendido a punto de reventar.
-Espera un poco cariño, que he de hacer antes un pis.
-Voy contigo y lo hacemos juntos.
-No cielo, no, que me da vergüenza que me veas.
-Vamos Felipe, no me seas cursi, ni te hagas "la estrecha".
Se arrodilló ante mis pies, y de un tirón me bajó los pantalones.
-Vaya, vaya, ¡Qué sorpresa más agradable! Decía Jordi mientras observaba las bragas rojas que me dejó Isabel. Me recomendó que si se producía el encuentro, seguro que le encantaría ver mi culo cubierto con sus bragas rojas. Y así fue.
-Ven mi amor. Y así de la forma que estaba, sólo con las bragas, me tomó en volandas, como se toma a las recién desposadas, y me llevó a la cama de colchas de lana y sábanas de seda.
Próxima entrega: capítulos 15º 16º