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Mis cuentos inmorales (Entrega 12)

en Grandes Relatos

Si alguien desea que les envíe "Mis Cuentos Inmorales" me dé su dirección de correo. Consta de 576 páginas A5

 

Como la mujer del brigada me abrió la cabeza con un palo

 La madre, que se olía nuestra relación furtiva, estaba al acecho de lo que su hija hacía; no le quitaba ojo. Lo que no sé cómo Sara no se percato esa tarde, seguramente creyó que su mamá hacía la siesta, ¡pero sí, si! La muy "lagarta" (la madre, no Sara)seguro que se hizo la dormida con un ojo abierto, y la siguió.

Estábamos retozando (como ya he contado antes) a la sombra de un árbol haciendo planes. Yo, la verdad no tenía plena conciencia de lo que hacía, pero si sabía que ver a Sara era empalmarme. Era tan inexperto de las cosas importantes de la vida, que pensaba que ésta era un continuo idilio; que lo  importante era amar y ser amado.

De repente, el estacazo que me arreó la por la espalda en la cabeza fue de órdago. Allí me dejó tirado sin saber lo que me había pasado.

Cuando tomé conciencia de lo sucedido, y no deseando moverlo ni elevarlo a la superioridad, acepté lo que me propuso su padre el brigada: trasladarme a Madrid, lo cual acepté sin poner ninguna objeción, al fin y al cabo era mi deseo.

Tuve que abandonar el cuartel por razones obvias durante los quince día que tardó en llegar la orden de mi traslado, y me fui a la fonda de Nicasio también a dormir, alegando que iban a hacer obras en el pabellón de solteros del cuartel. La cara de alegría que puso Estibaliz al saber la noticia no la pudo disimular.

-¿Y cómo es que no viene a dormir también Teo? Me preguntó Nicasio con cierta sorna.

-Pues no lo sé señor Nicasio, pregúnteselo a él cuando venga a comer.

Obvio decir, que, convine con Teo la excusa que iba a dar en la fonda, para que estuviera prevenido. Lo sucedido, no debía de trascender fuera del cuartel.

Esa noche estuvo Estíbaliz pendiente de mí; éramos sólo dos los que cenábamos; el señor Nicasio estaba en un salón contiguo al lado de la lumbre del hogar, y la madre zascandileaba de aquí para allá con sus labores, seguro que los papás de la nena no sospechaban nada de lo que iba a pasar tres horas después, sobre la una de la madrugada. Si ni yo mismo lo sabía, ¿cómo lo iban a saber ellos?

Estaba dando vueltas a la cabeza de lo acaecido, y la tenía hecha un lío. (mi cabeza, no Sara)

También me sentía culpable de lo sucedido, ya que me temí haber arruinado su noviazgo y su futuro. ¡Nunca debí permitir su acercamiento! ¡Y mira qué me lo dijo mi padre! Hijo: Nunca hagas daño en los cuarteles que vivas.

-¡Pero coño! a los veinte años se te pone como el pedernal a cada momento. ¡Cómo un chaval de esa edad se va a resistir a un coñito que se lo ponen en bandeja!

Estaba fumando un cigarrillo, formando con el humo figuras en el aire; sobre todo aros que se iban diluyendo en el espacio; imaginaba que eran el coñito de Sara. Sólo sabía que su imagen me ponía cachondo, y sus recuerdos más todavía; ¿Era amor o lujuria? No estaba seguro, la verdad, pero no le apartaba de mi cabeza.

Abracé mis 18 centímetros con una de mis manos con la intención de masturbarme a su salud, cuando de repente escuché unos pasos sigilosos y unos golpecitos muy suaves en la puerta de mi habitación. Me sobresalté.

-¡Pero coño! Quien será a esta hora. Miré al reloj que siempre dejo en la mesilla; eran la 01:20 horas.

Antes de que me levantara para saber quien era, Estíbaliz estaba entrando en la habitación, ya que no había echado la falleba.

Estaba (la habitación), iluminada con la luz tibia que desprendía la bombilla de la lámpara de la mesilla, pero suficiente para ver sus muslos a través de su camisón trasparente (seguro que se lo había puesto para la ocasión)

-¡Joder! Que impresión Aquello no eran muslos. Yo que soy delgadito de piernas aquello me parecía dos columnas; pero no sé porqué me excitaron. Quizás porque lo que me faltaba a mí de cintura para abajo lo tenía ella; o porque estaba caliente; el caso es, que sobrepuesto del susto le dije:

-¡Jo! Estibaliz Que susto me has dado. -¿Qué haces aquí? Pregunté poniendo cara de lelo, seguramente.

-¿Tú que crees? Pero si quieres me voy.

-¡No, no, por favor! Pero comprende que no te esperaba, y...

-¿Me haces un lado? Te he dado esta habitación porque la cama es de matrimonio.

-¡Anda! Pues es verdad. Dije por decir algo.

Y sin decirle nada más, se acostó a mi lado, a mi derecha.

Estaba totalmente abrumado, pues en aquella época (e incluso hoy) que una tía se te meta en la cama sin previo aviso, no era ni es muy normal que digamos.

-Félix.

-Dime.

-Sé que te vas de aquí.

-¡Coño! ¿Y cómo lo sabes?

-Ya sabes las noticias vuelan. Pero no te preocupes y no se hable más del tema. A mí no me importan tus líos con la hija del brigada; lo que quiero es otra cosa.

Repuesto de la sorpresa y la moza a mi lado, rozando su muslamen con los míos, la verdad que me empalmé a tope; mis neuronas no la rechazaron a pesar de que a la sazón era muy especial a la hora de estar con una mujer. Cosa rara en mí, ya que en Madrid había desestimado muchas insinuaciones de chicas que no eran de mi agrado. ¡Joder! si las pillara hoy.

Quizás el estar solo allí, y sin mas mujeres donde poder elegir, pudo ser el detonante que decidió el que antes de hacerme "un pajote" a la salud de Sara, la metiera en el chochito de Estibaliz, que dicho sea de paso, la muy puñetera ardía.

-Félix. Me dijo otra vez.

-Dime, le dije al unísono que mi brazo derecho lo pasaba por debajo de su cuello abrazándola, y mi mano izquierda buscaba sus zonas húmedas por debajo de su camisola.

-Soy virgen.

-¡Eh! Dije pasmado. ¿Virgen a tus años?

-Voy a cumplir treinta años próximamente, desde niña ayudando a mis padres en el hostal, y ningún chico me ha pretendido.

Al ver su rostro compungido entendí, y la verdad que me dio algo de pena. ¡Desde luego! que más bien era feilla, añadido a su carita siempre colorada, no era precisamente una muñeca que deslumbrara a los tíos. Por eso ninguno se habían acercado a ella. Pero cuando se levantó de la cama para quitarse el camisón de espaldas a mí, casi me da untelele. -¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! ¡Qué corpachón!

Lo primero que me llegó a mis ojos fue su tafanario tan redondo y bien colocado que me impresionó. ¡Qué pedazo de culo! Era lo más hermoso que había visto en mi vida.

Los muslos, torneados y firmes como las columnas del Templo de Venus, que tapaban el defecto de sus pantorrillas gruesas y sin labrar.

Pero cuando se dio la vuelta y la vi toda ella por delante, aluciné. ¡Qué pechos más firmes y erguidos! Parecían dos ánforas, dos cántaros, dos botijos con sus pitorros y todo.

-¿Te gusta mi cuerpo? Félix.

No supe que decir, y añadió:

-Sé, que vestida no me has hecho caso a pesar de mis insinuaciones, pero desnuda, espero que si me lo hagas.

Se volvió a acostar a mi lado y pegó sus enormes tetas junto a mi pecho. Su mano izquierda se posó sobre mi pene; entornó los ojos y dijo:

-Es el primer "pito" que tengo entre mis manos.

-Me cuesta creerte Estíbaliz, y perdona si te ofendo.

-Me voy Félix, yo no he venido a ti para conquistarte con mi virginidad, es la pura verdad y no me avergüenza decirlo.

-Espera, por favor... Espera. No te vayas. Pero reconoce al menos mi incertidumbre; serás virgen y ahora lo comprobaremos si tu quieres, pero la entrada en mi habitación ha sido más propia de una puta que de una virgen.

-¡Menos mal que le dio por reirse!

-Mira Félix, me dijo muy seria. -No tienes ni idea lo que supone para una mujer como yo. Desde los trece años que me vino la menstruación con deseos sexuales reprimidos, en este pueblo, con mis padres, y guardando mi honra.

Aquí hizo un inciso para esbozar una mueca que pretendía ser una sonrisa.

-¡Mi honra! ¿Para qué? Para que se la coman los gusanos. Me ha costado Dios y ayuda dar este paso, y todavía no me lo puedo creer, pero al saber que te ibas, me he arriesgado a darlo aún a sabiendas de lo que me jugaba. He preferido ser considerada por una puta por ti, a que me veas siendo una mujer decente.

La callé con un beso en los labios. Vi tanta amargura y a la vez tanta sinceridad en su rostro y en sus palabras, que me emocioné.

-Estibaliz. No sigas por favor, que me enterneces. Por mi puedes estar segura que lo que pase aquí, sólo las paredes y esta cama podrán proclamarlo al viento; porque yo te juro que de mis labios nunca saldrán las emociones que deseo vivir contigo esta noche.

No había soltado mi pene durante su alocución, lo tenía asido a su mano de tal modo, que parecía que se le podía escapar en cualquier momento.

-No soy un experto amante, pero voy a hacer que tu primera noche de amor se incruste en tu cerebro para que nunca la olvides.

 La noche mágica, y el virgo de Estíbaliz

 Estibaliz no me gustaba como mujer, pero su ternura y su sinceridad me cautivaron. Unido a ese cuerpo tan hermoso, decidí que su primera noche de amor, como dije antes la iba a recordar de por vida.

-Cariño, le dije poniendo la voz más dulce que podía. Sé, que te gustaría que esta fuera tu noche de bodas, y que yo sea ese hombre con el que te acabas de desposar. Cierra los ojos, y vívela como si fuera realidad.

Cerró los ojos y se dispuso a consumar lo que durante tantos años había soñado despierta.

-Sí, mi amor, despósame, mi honra la he estado guardando durante treinta años para ti.

Tenía curiosidad por saber como es un virgo; en un revista extranjera, no de sexo, trataba sobre ginecología y  todos los órganos sexuales de la mujer venían reproducidos, incluido un himen intacto.

Abrí de piernas a Estíbaliz para ver su virgo; no es que desconfiara de ella, pero tenía curiosidad por comprobar si el himen es igual que el que vi en la revista.

-¿Qué me vas a hacer "esposo mío"? Me dijo con voz trémula; se palpaba que la emoción le sobrepasaba.

-Hacer que tu noche de bodas, "esposa mía", sea inolvidable.

-¡Dios mío! ¡Qué muslos! Abierta de piernas todo el ángulo que daban de si sus caderas, alucinaba ante tanta abundancia de mujer. ¡Con el hambre sexual que pasábamos en aquellos años los solteros!

Decidí hartarme de hembra, aparqué mis prejuicios espirituales basados en el amor puro, esta vez pudo el materialismo: lo refrendaban mis dieciocho centímetros de "macho" que amenazaban romper el frenillo que le une con el glande.

Abrí muy suavemente los labios mayores de su vulva, y... ¡Efectivamente! la entrada de su vagina totalmente cubierta por una especie de tela rosada. Estaba presenciando un espectáculo grandioso que muy pocos hombres se han molestado en contemplar.

-Cariño. Voy a preparar tu coñito antes de desflorarte.

Sus muslos temblaban, quizás de la emoción ¿o de la impaciencia? Porque emanaban de aquella fuente dos arroyuelos de agua que serpenteando por ambas laderas de sus piernas se perdían por el valle que las formaban.

Sumergido en la contemplación de su virgo inmaculado no reparé en su floresta. Alrededor de la vulva, invadiendo ambas ingles y ocultando el monte de venus, una mata de vellos negros y muy rizados formaban aquella selvainexplorada por varón alguno. Iba a ser el primero en mancillar aquel rincón sagrado que toda mujer decente lleva al matrimonio.

Entre el follaje emergía un clítoris que me causó impresión. No es que hubiera visto muchos, pero el de Estibaliz me parecía excepcional. Al instante de posar mi lengua, la portadora de tan delicado manjar dio un respingo con el culo que casi me parte los labios; menos mal que los coños no tienen dientes. ¡Qué si no!

-¡Uf! Félix. ¡Pero qué me has hecho, ahí!

-¿Es qué no te ha gustado? Le pregunté mientras apartaba mis labios de tan delicada fresa.

-¡Jolín! cariño Es que no he podido resistir el gusto que me ha dado.

-Pero mi amor... Si esto es sólo el principio.

 Sigue, sigue, "esposo mío". Dame más placer como el de antes; y si no lo puedo resistirlo y me muero, di a todos que he preferido morir siendo puta una noche, que decente toda una vida.

 He resaltado esta frase en negrilla, porque fue sublime, y siempre la recordaré como la expresión de amor y pasión más grande que de mujer emanó de sus sentimientos hacia mí.

Tuve que ponerle mis calzoncillos en la boca a forma de tapón (es lo primero que encontré a mano) porque no podía aguantarse el no gritar; pero se conoce que con mis labios mamando de su vulva, y mi slip en su boca, (oliendo a macho), la enervó tanto que entró en tal estado de excitación que me asusté, y presto dejé de succionar su clítroris y ninfas, y quitarle los calzoncillos de la boca para que tuviera que tomar aire. Estaba más colorada que una Sandía de Lanzahíta

-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! no cesaba de repetir.

-No me asustes Estibaliz ¡Coño! Qué me arruinas.

¡Joder! lo que faltaba, que después del affaire con la hija del Brigada, otro lío con la hija del señor Nicasio. Para salir del pueblo a hostias.

-¡Ya! ¡Ya! Ya se me pasa el soponcio.

Respiré aliviado. Es que había que verla, ella que de por si es de piel coloradita, en ese momento era pura candela.

-¡Joder! que susto.

Ya serena y tranquila, se arrimó a mí; sus dientes jugueteaban con el lóbulo de mi oreja derecha.

-Mi amor: el momento que me acabas de hacer vivir, es lo más grandioso que he sentido en mi vida. ¡Jamás pude suponer que esto daría tanto gusto!

-Pero. ¿No te masturbas?

-¿El qué?

-No me digas que no sabes lo que es masturbarse

-Pues no, la verdad que no.

-Pero ¿es qué no hablas con tu hermana y amigas de estas cosas del sexo?

-No, no. Nos da vergüenza.

-¿Y cuándo te confiesas, el cura no te hace preguntas de estas cosas?

-Me dice el Párroco don Senén, que si cometo actos impuros, pero como yo no fumo ni bebo, le digo que no.

No me estaba vacilando; era totalmente clara y sincera. El prototipo de aldeana sin más visión de la vida que su limitado entorno, y sus cortitas entendederas le señalaban; que unido a la represión sexual de principios de los años sesenta, y al no tener hermanos; no era de extrañar su ignorancia en estos temas.

-¿Pero tampoco te tocas el chichi cuando estás excitada?

-Sí, pero no siento nada. ¡Bueno! alguna vez me da cosquillas, pero no el gusto que he sentido contigo.

-Pues esto sólo ha sido el preludio, ahora vendrá la verdadera obra del arte del amor. Prepara una toalla.

-¡Una toalla! ¿Para qué?

-Para no manchar las sábanas.

-No te preocupes, soy yo la que se encarga de la limpieza de las habitaciones.

-Pero puedes sangrar bastante, convendría que te pusieras una toalla debajo.

-¡Ay! sí. Que tonta soy, no había caído en ello.

-¿Estás preparada, "esposa mía"?

-Sípreparada y totalmente entregada a ti, "esposo mío".

Eso de desvirgar a una mujer, me parecía algo totalmente fuera de mi alcance, y menos fuera del matrimonio, pero ahí estaba el virgo de Estibaliz esperando ser desflorado por mí.

Me miró con tanta dulzura esa carita coloradita y fea, que me pereció la flor más hermosa de la rosaleda, y por un momento viví esa maravillosa sensación que dicen que concede la noche de bodas.

La estampa era para ser pintada por Rubens, y haber incluido a Estibaliz en su obra pictórica "las tres gracias", porque su cuerpo sobrepasaba en hermosura a las otras tres.

Ahora fui yo el que entró en un estado que no puedo explicar; aunque un amigo estudiante de psiquiatría me dijo después, cuando se le conté, que era "el síndrome de saturación de los elementos a mi alcance". Ni puñetera idea que es ese síndrome, pero el caso que debió ser cierto, porque me quede totalmente paralizado y sin saber que hacer.

Estíbaliz esperaba con las piernas totalmente abiertas que "su marido" consumara el acto de pasar de doncella a esposa, pero yo seguía sin saber por donde coño empezar. Y mira que la cosa estaba clara: por su coño.

-Cariño. La turbación me embarga, es tanta la emoción que tengo en esta nuestra noche de bodas, que tu hermosura me ha paralizado. Le dije para salir del paso de ese trance.

-No te preocupes mi amor, ven a mi lado y abrázame; y esperemos que tu corazón se reponga de la impresión. Toma.

Su hermoso seno izquierdo me lo puso en la boca, que la llenó totalmente con su areola y su pezón. Mamando de su hermoso pedúnculo, fue tranquilizando los ímpetus descontrolados mientras ella me acariciaba mis cabellos rizados color del azabache.

No era un noche de bodas; pero ¡Cuántas novias y novios quisieran vivirlas como nosotros la estábamos viviendo!

Miré la reloj de la mesilla, y daba las tres y veinte horas. Me quedé medio dormido en su regazo al roce de las yemas de sus dedos en mis bozos.

Desperté a las cinco y cinco, había dormido poco más de hora y media; el aroma de los exudados de Estíbaliz inundaron mis fosas nasales, y mi pene se alzaba formando una especie de alcor en la sábana, había llegado el momento.

Me subí delicadamente al cuerpo de mi amada que ya estaba preparado para tan delicada operación. Con los dedos de mi mano derecha, observé la lubricación de su rosa, estaba totalmente dispuesta para ser cortada. No pudo evitar un profundo suspiro.

-Tranquila amor mío, tranquila...

-Lo estoy corazón mío, lo estoy...

Lleve mi pene con una de mis manos a la embocadura de aquel puerto, quedando allí quieta...

-¿Te duele, amor mío?

-No mi vida, traspasa sin piedad ese telón, y llega hasta el fondo de mi corazón.

 

Y traspasé aquella malla

que custodiaba su tesoro...

Quedando en aquella toalla

lo que guardaba el decoro.

Te juro, que allá donde vaya

guardaré como un tesoro,

lo que te robó este canalla,,,

Aquel que se fue a "su Foro".

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Lo que la Naturaleza confundió. Capítulo 26

Lo que la Naturaleza confundió. Capítulo 19º 20º

Lo que la Naturaleza confundió. Capítulos 13º 14º

Lo que la Naturaleza confundió. Capítulos 3º 4º

Lo que la Naturaleza confundió. Capítulos 5º 6º

Treinta días de sexo en el hotel. (Día tres)

Sexo a tope en el hotel nudista

La suerte de tener un marido “cabrón”

Lo maravilloso de ser mujer. (Lo dice un hombre)

Mi bautismo sexual

Mis escritos proscritos. Capítulo I

Recuerdos del primer amor

Mis tocamientos con Isabelita

Recodando al primer amor. Cap, 3,4 y 5

Recordando al primer amor

¿Me estaré volviendo Gay?

Las pajas que me hice a la salud de mi prima.

Mi primer polvo

Mi hija es lesbiana

La pipa de la Venancia

La primera vez que a mi novia follé

Mis aventuras sexuales en aquel lugar

El trío con Josefa y Celia

Follar de soltero no era difícil..¡Era un milagro!

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La enorme polla de Adolfo

El macho que quiso ser hembra. Cap. I y II

El Diario de un consentidor

Mi hija es lesbiana

Ayudé a mamá a que recuperara su sexualidad

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulos: 1. 2. 3.

Recordando a mi primer amor

El macho que quiso ser hembra. Segunda parte

Arrepentidos los quiere Dios. Cap. XIX y XX

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo XV

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo IX

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo VIII

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo V y VI

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo VII

Arrepentidos los quiere Dios. Capítulo IV

Arrepentidos los quieres Dios. Capítulo 3º

Arrepentidos los quiere Dios. Novela de 68 cap.