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Butch Femme II

en Lésbicos

Butch Femme

II

En la mañana el sol me despertó, busque moverme sin brusquedad pues así como me había dormido, habíamos amanecido y no quise despertarla.

Salí a buscarle un chocolate caliente, creí que le gustaría, tomando en cuenta lo fría que se encontraba la mañana.

Fue uno de los sueños más profundos de mi vida, a pesar de la situación estaba segura y tranquila en sus brazos.

Entre a la habitación, estaba de pie, colocándose el saco.

- ¡Iba a ir por ti! ¿Estás bien? – pregunto apresurada.

- Lo siento, no quise asustarte, quería traerte un poco de chocolate – sonreí tímidamente al tiempo que ella me miraba un tanto aturdida. Se acercó a la ventana y yo a la mesa para coger una charola para los panes y el chocolate.

- ¡Es riesgoso!, ¿Te han visto?

- Solo ha sido un momento y he sido cautelosa – sostuvo mi mirada con intensidad – por favor – le pedí señalando la mesa.

Se llevó la mano al abdomen, a su herida. Pensativa tomo asiento, cogió un pan y antes de comerlo me miro con intensidad de nuevo.

- ¿Cómo sabias que hacer? – yo sonreí levemente, no recibiendo lo mismo de su parte, si parecía haberse enojado por mi salida.

- Mi padre solía perder apuestas y volver muy golpeado a la casa, no teníamos dinero para médicos...

Deje la frase sobre entendida mientras ella meditaba.

- Gracias – me regalo una pequeña sonrisa.

Volvió a tomar el pan en sus manos y se detuvo de nuevo, se levantó, busco la vasija de metal de beber agua. Dividió el chocolate a la mitad y me dio el pocillo más bonito a mí.

- ¡A ti también te debe gustar el chocolate! – alce mi mirada sorprendida y lo cogí con pena.

La sentía detallándome a momentos.

- ¿Cómo compraste las vendas y el café?

- Así como usted, yo también puedo resolver – sonreí. Me miró fijamente para culminar su chocolate y levantarse. Solo quise ser un poco jocosa pero ahora temía haber sido torpe y haberla ofendido de algún modo.

Tome el frasquito de antibiótico y le pedí lo tomara, me agradeció y se dirigió hacia el baño. Se detuvo antes de entrar al lavabo y se giró hacia mí.

- Por favor no salgas sola, no sabemos si nos siguen aún.

- ¡Lo siento!

- Gracias.

Me sonrió.

En un par de minutos salió arreglada, y se fue, no sin antes pedirme de nuevo que no deje la habitación y espere a su regreso.

A eso de las cuatro, tal vez, regreso. Me entrego unos panes y una botella de leche.

Fue al baño a cambiarse de nuevo, ahora traía una camisa blanca, un saco negro y un pantalón de tela marrón. Comíamos y se me hacía imposible dejar de mirarla, dejar de sentirme curiosa respecto a ella.

Sus rasgos eran finos y delicados si los detallabas bien, su mirada era de un sincero color chocolate, su complexión alta y menos robusta de lo que su ropa lo hacía parecer, asumo esa es la intención si te haces pasar por un chico.

En una bolsa había traído un vestido, me pidió usarlo. Me intrigaba como obtenía todo lo que me daba y el por qué seguía haciéndolo.

- Ya es hora de irnos – dijo al verme salir del baño.

- ¿A dónde iremos? – pregunte cautelosa.

- Saldremos de Inglaterra – no dije más, y me llene de mil dudas una vez más.

Tras caminar un par de calles llegamos a un puerto, “George’s Dock” <>, decía un viejo letrero. Yo iba colgada de su brazo, siguiendo su paso y entendiendo poco a poco cual era el plan.

- Es una nave de carga – me soltó de pronto, cerca de la rampa de subida de un buque rojo – pero he acordado con el capitán y nos llevara sin problemas. Si te preguntan, eres mi joven esposa, no hará falta más.

La mire y asentí. Tenía miles de mariposas en el estómago.

¿Cuál sería nuestro destino?

Era abismante el modo en el que mi panorama había cambiado.

John saludaba caballerosa y adecuadamente, con su voz forzadamente ronca y engañando totalmente a cuanto tripulante se cruzaba a nuestro paso. Nos acercamos al capitán, quien lejos de lucir un traje costoso, se encontraba en camiseta y pantalón, sucios por las labores que llevaba a cabo.

Estrecho la mano de John.

- Así que esta es su joven señora.

- Así es. – respondió “él”.

- Un placer señorita - me extendió su mano y le correspondí sonriente pero silenciosa.

- Síganme, los llevare a su lugar de estadía.

Alejándonos de la superficie de carga bajamos un piso.

 - Estos son los camarotes de los oficiales – comento mientras abría la puerta de uno de ellos. Con una pequeña seña John me indico que entrase a la habitación, eso hice.

El capitán le susurro algo a John, éste último sonrió y busco en su bolsillo; saco un pequeño paquete de billetes y se lo entrego. Deje de observar para no lucir indiscreta.

- Si necesitan algo estaré arriba o allá – señalo hacia el final del pasillo – en mi camarote.

- Gracias – le expreso John cerrando la puerta.

Echo un vistazo a la habitación. Era algo pequeña, con una litera y baño privado.

- Todo es un tanto pequeño – me dijo al salir de revisar el baño – pero hay agua y donde dormir ¡Estaremos bien! – me dijo sonriente, inevitable no devolverle el mismo gesto. Le notaba distinta, la sentía tranquila, hasta alegre me atrevería a decir.

- Esta nave está llena de hombres, por favor no salgas sin mí – me pidió, en ese momento me pregunte que sentiría ella al saber que yo sé que es una chica. – gracias.

Atontada guarde silencio, quería agradecerle todo lo que ha hecho por mí pero me quede muda sin saber cómo expresarle lo mucho en que ha, bondadosamente, cambiado mi vida.

Por la noche, ya habiendo zarpado de Liverpool, fue a la cocina a buscarnos un poco de arroz y frijoles para cenar, estaban sorpresivamente deliciosos.

- ¿Qué altura de la litera deseas? – me pregunto sacándome de lo profundo de mis pensamientos.

- Quien tiene derecho a escoger eso es usted – respondí con respeto.

- Tu también puedes escoger, además no me trates de usted, dime John, no me hagas sentir mayor.

- Lo siento – dije sonrojándome, me sonrió con una ternura cautivante.

- Entonces ¿Cuál prefieres?

- Abajo, si te parece bien.

- Perfecto. Trata de descansar – me pidió antes de subirse ágil y velozmente a su cama – ya todo estará bien.

Asentí y fui a acostarme.

La noche era supremamente fría. Yo no podía conciliar el sueño, quería saber todo lo que nos esperaba, a donde iríamos y lo más importante, si ella seguiría conmigo.

En la mañana desperté y observe un libro a mi lado, “Alice's Adventures in Wonderland<>. Busque ver a John y no se hallaba en ningún lado.  Había también algo de comida en la mesita cercana a la litera.

Me asee y me quede allí como me había pedido. Tome el libro y comencé a leerlo, me concentre tanto en el que no escuche a John llegar sino hasta que me hablo.

- No sabía si te gustaba leer, pero pensé que podía servirte de distracción.

- ¡Sí!, lo ha sido, ¡gracias! – me sonrió; era una muy bella persona y yo seguía preguntándome como me merecía tantos detalles y atenciones.

- ¿Has comido?

- Si, gracias.

Entro al baño y salió impecable de nuevo.

Estiro su mano hacia mí, me ofrecía su palma abierta.

- Ven – me dijo entusiasta – vamos a dar un pequeño paseo.

Tome su mano y la seguí, me llevo a arriba, la nave tenia muchísima más carga de la que recordaba.

Se recostó a una baranda en la proa, la oscura noche no nos permitía ver mucho, una media luna en el cielo trataba de iluminarnos; el mar oscuro y tenebroso me llenaba de temor e impotencia.

Pasamos allí varios minutos, sintiendo la brisa y observando la noche en silencio. Me gire a verla, tenía sus ojos cerrados y respiraba profundamente.

- ¿A dónde nos dirigimos? – pregunte suave, abrió sus ojos para verme, me sonrió.

- Vamos hacia América, - la mire muy sorprendida – Europa ya no es un lugar seguro.

- ¿Por qué buscan por mí? – me miro con ternura.

- No, eso ya no es algo de qué preocuparse – tomo un mechón de mi cabello y lo llevo detrás de mí oreja, la mire confusa y  a la vez helada por su tacto – la hostilidad de Alemania provocara una gran guerra, es solo cuestión de tiempo.

Dejo de verme y miro hacia el mar de nuevo.

- ¡América! – balbucee tratando de procesar esa información, en realidad no tenía conocimiento de lo que ocurría con Alemania, mas allá de aquel encabezado de periódico que leí y de lo que ella me decía.

- Allí tendrás un nuevo comienzo, serás lo que quieras.

“Tendrás un nuevo comienzo”, me aterraba esa oración, ¿Cómo comenzar?, ¿significaba eso que se alejaría de mí?

- Ellie, ven, volvamos, ya hace frio.

Me ofreció su brazo de nuevo para entrelazar el mío.

Entramos al camarote, y después de un par de minutos dudosa al fin le pude preguntar cómo se sentía.

- ¡Muy bien!, deberías ser enfermera – sonreí, ocultando mis ansias por ver que fuese cierto, que su herida estuviese cicatrizando bien. Quería darle un poco del cuidado que ella me ha ofrecido.

- Feliz noche – me deseo antes de subirse a dormir.

El día siguiente paso más o menos igual, pero esta vez paso el día en el camarote, estaba en la silla al lado de la mesita de madera, leía un libro sobre la primera guerra mundial, “The secret battle” <>; ya era muy obvio que le gustaba mucho los conflictos bélicos.

- John  - lo llame apenada, alzo su mirada hasta a mí, la calidez de su mirar paciente me parecía encantadora.

- Dime

- Disculpa que te interrumpa

- No te preocupes, ¿Qué necesitas?

- Es que quería pedirte – hice una pausa, dudando, me miraba ansiosa – subir a la cubierta – me sonrió – me gustaría ver el mar antes de que oscurezca.

- Me parece perfecto – cerro su libro y lo dejo a un lado.

Subimos y se recostó en la misma baranda del día anterior, pero esta vez era yo quien cerraba los ojos para sentir la brisa.

Permanecimos allí. Mi fijación por el azul del mar, el tenue sol del ocaso y la deliciosa brisa no me permitieron darme cuenta de que ella me observaba, me gire a ver que hacía y me encontré con su mirada chocolate sobre mí, la frescura de la brisa se desvaneció ante la acalentura de mis mejillas, con una velocidad abismal me sonrojaba ante su mirada.

El mechón se atravesó ante mis ojos de nuevo, ella lo tomo y lo llevo detrás de mí oreja, permanecí muda mientras sus ojos profundos invadían los míos.

- Te has sonrojado – me regalo una linda sonrisa y yo perdí el aliento, en un segundo perdí la noción del tiempo y del espacio, solo fui capaz de sentir sus labios sobre los míos, la textura suave de su piel en la mía, la delicadeza del movimiento y al otro segundo la sentí alejarse de mi bruscamente, nos observamos otro instante.

- Lo siento, no debí hacerlo – balbucee un par de tonterías que ni yo entendí y me pidió volver al camarote. Me llevaba colgada de su brazo como ya era costumbre; su rostro serio y fijo mirando hacia el frente.

Nos buscó algo de cenar y continuamos en silencio, no volví a oírla hablar hasta que me arrojo un frio “buenas noches”. Quería decirle que no me había molestado, que me había agradado, pero no sabía cómo hacerlo y mi propia mente se atropellaba con todas las sensaciones, ¿significaba esto que yo era como ella?

Pase la noche en vela, reviviendo a cada instante sus labios en los míos.

Otro día mas, nos buscó alimento y paso el día leyendo, en silencio; yo fingía leer cuando en realidad solo la observaba y pensaba mil cosas. Deseaba que me hablara, en mi egoísmo aun anhelaba más de ella.

La noche fue igual a la anterior para mí.

Al día siguiente, luego de la cena, no resistí más y tuve que preguntarle.

- John – alzo su mirada y la poso sobre mí – has estado muy callado este par de días, y no paro de preguntarme si he hecho algo malo  – frunció el ceño – lo siento – culmine.

Se levantó y se acercó hasta mí; se agacho frente a mí, yo permanecí sentada en mi cama. Su mano se posó en mi mejilla y me sonrió.

- He sido yo quien ha hecho algo malo, quiero que sepas que no te traje conmigo para aprovecharme de ti en ninguna manera, y me disculpo de nuevo.

Perdida en su mirada, mi mano busco encontrarse con la suya aun sobre mi mejilla, ella observo el gesto y me sonrió tímidamente.

Alejo su mano de mí y se separó, fue a buscar algo en su bolso, curiosa seguía sus movimientos.

Regreso y se colocó en la misma posición anterior.

Abrió su mano y me ofreció la cadena de oro, aquella que había vendido para poder ayudarla.

- ¿Cómo? – balbucee, me observaba sonriente.

- No fue muy difícil para mí darme cuenta como habías logrado “resolver” mi situación; desde que salimos de Manchester note que la tocabas con mucha frecuencia, cada vez que te sentías ansiosa o nerviosa me atrevería a decir, asumí que era muy importante para ti y quise recuperarla.

- ¡Era de mi madre! – dije observando la cadena, mis ojos se inundaron; no podría describir como me sentía ante tan hermoso gesto. Con la delicadeza de su mano derecha limpio el par de lágrimas que caían por mi mejilla.

- ¡Me alegra haberla recuperado para ti!

- ¡No sé cómo agradecerte tanto! – me fije en su mirada.

Sus dedos delicadamente acariciaban mis mejillas y apartaban la humedad de las lágrimas.

- ¡Eres muy bella! – me soltó luego de un momento en silencio.

La sentí acercarse y aluciné por la ansiedad de saborear sus labios de nuevo.

La sentí besarme y deje escapar un suspiro, entregándome a sentir; pase mis brazos a sus costados para abrazar su espalda, acercarme más a ella.

Sin darme cuenta, me hallaba recostada a mi cama, con ella sobre mí y al culminar esa serie de besos demenciales, se alejó para verme a los ojos y de inmediato intento alejarse, pero olvidando donde nos hallábamos se golpeó la cabeza con la cama de arriba; reímos.

Note su intención de retirarse y la mía de detenerla, sin pensar volví a besarla.

Su mano recorría mi brazo y culminaba tomando con suavidad mi cuello, buscaba ir a besar esa zona, mi piel se erizaba, suspiraba sin poder controlarlo; a paso lento y temblorosa llevaba mis manos a su piel, buscaba sentir su espalda, trataba de meter mis manos bajo su camisa y ella lo evitaba.

Nos besábamos con fluidez y continuamente cuando me decidí a actuar un poco más; con cautela iba desabotonando su camisa, para cuando ella se dio cuenta, yo ya había arribado hasta la mitad de su prenda. Sostuvo mis manos y se alejó de mí.

- ¡Tranquila! – Dije de inmediato, su rostro palideció en sorpresa - ¡ya lo sé! – confesé detallando su mirar asustadizo; la miraba con ternura, dejándome dominar por las sensaciones que despertaba en mí y buscando tranquilizarla.

Alce un poco mi cuerpo para reencontrarme con sus labios. Libero mis manos y continúe mi labor al momento que ella besaba suavemente mi cuello y quijada.

Sus labios descubrían cada parte de mi cuerpo, sus manos contorneaban mi modesta figura; yo la desnude lo más que pude hasta que comencé a distraerme con la magia de su tacto, la temperatura fría de la noche no impedía que su sudor cayera sobre mi anatomía, sentía el calor de su cuerpo arropar el mío mientras yo no tenían opción alguna más que dejarme llevar y sentir las delicias de estar con ella, mis gemidos a la altura de su oído le mostraban lo fascinada que me tenían sus dedos internos en mi ser. La ternura con la que llevo todo a cabo, lo mágico del momento, su habilidad, su resistencia, su finura, simplemente todo fue maravilloso.

En un par de minutos se quedó dormida a mi lado, yo cautelosa para no despertarla termine de quitarle la venda que cubría su pecho, quería verla toda, así como ella me había visto a mí, deseaba conocerla y saciar mi mirada con su cuerpo, sentir su piel libre; me recosté a su pecho y lo acariciaba suavemente, la detallaba indiscreta y curiosa al tiempo que ella dormía plácidamente.