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Crisis de los Siete Años (III)

en Lésbicos

III

 

El calor y la sed me despertaron temprano, me duche y arregle, la observe dormida, siempre le gusto hacerlo hasta medio día así que opte por no despertarla.

Salí a buscar el auto y un par de pasteles para desayunar.

Pase directo a la cocina para preparar café.

- Buenos días – dijo con el cabello enmarañado y voz baja.

- ¿Te desperté? ¡Lo siento!

- No, la verdad ya tenía rato despierta.

- Traje desayuno – le dije señalando la bolsa de papel repleta.

- ¿De la parroquia?

- Por supuesto – le sonreí, jamás olvidare todo lo que le encantan.

- Fui por el auto – comente mientras iniciábamos la comida.

- ¿Si? ¿Qué tenía?

- Nada, ¡necio ese! – Se rió – asumo con lo prendida que estaba no intente lo suficiente - asintió – bueno de igual manera le pediré a Gaby que lo revise.

Me miro confusa.

- Vive al final de la calle, trabaja con autos, mecánica en general.

Ella prosiguió con el tema, conversándome un par de fallas que han ocurrido a su auto que podían semejarse a lo que ocurría con el mío y para mí era insoportablemente inevitable recordar nuestra vida juntas, estas cotidianas conversaciones mañaneras, cuales claro en ese entonces tenían una tónica totalmente diferente, con derecho de acercarnos, acariciarnos; al mirar atrás se me dificulta tanto entender qué demonios nos pasó.

Masoquistamente le dije para ir al cine luego en la noche, a lo que ella tranquilamente accedió.

Fui a buscarla en aquella dirección que tan bien me conocía, la casa de mi ex suegra, afuera, aun dentro del carro observaba los edificios y los múltiples recuerdos que escondían para mí, Karen salió de las residencias al tiempo que su mama con el pequeño nieto en brazos se asomaba por el balcón, mirándome con intriga, preguntándose, tal vez, porque estoy de vuelta en sus vidas.

Llegamos al cine, veríamos una película animada, ¡claro está!, tengo que admitir las ventajas de salir con alguien al que conoces tan bien, compre palomitas, chocolate y nestea de durazno para ambas.

 Entramos a la sala, sin perder tiempo se inició la película.

Desde que salimos hacia acá me sentía distraída, hasta torpe podría decir, iba a coger palomitas y chocaba mi mano con la suya, iba a tomar jugo y lo agarrábamos al mismo tiempo; sentía un cosquilleo infernal cada vez que la rozaba, a ratos se acercaba a susurrarme algo de la película y sentir su aliento en mi oído me estaba enloqueciendo, había comprendido entonces que venir al cine fue la peor actividad que pude escoger.

Casi al finalizar la película llego el momento de abrir el chocolate, partí un pedazo para dárselo, en vez de ofrecerme su mano entreabrió un poco su boca, actuando por plena inercia, recordando el cómo solíamos consentirnos. Introduje el pedazo de chocolate entre sus labios, mis ojos se fijaron en los suyos mientras ellos apenas se percataban de que yo la observaba distinto, atenazo el dulce y me evadió con cierto nerviosismo.

La película al fin culmino, tras la horda de gente íbamos nosotras, con un lento caminar, sin mezclarnos con la multitud, observándonos a segundos, encontrándonos envueltas en un risueño mirar.

La gran mayoría prefirió usar las escaleras que esperar el ascensor. Tras un minuto se abrieron las puertas; el grupo de chamos que esperaba a nuestro lado se subieron al primer ascensor, nosotras al segundo. Marcó el botón de sótano, guardábamos silencio, al fin estábamos procesando que ser amigas tras tantas cosas juntas no es para nada fácil.

Sonrientes pero aun silenciosas subimos al auto.

Intento bajar el vidrio y el botón no le obedecía, intente con el mío y tampoco, seguro se había atascado, cruce mi brazo a través de ella para tratar el botón con algo más de rudeza y así funciono, comenzó a descender automáticamente; a un impulso de alejarme note lo cerca que estaba de su rostro, de sus labios.

Perseguí mi deseo y me arriesgue en busca de un beso, sentía su aliento mezclarse con el mío en un acto delicioso y mucho más receptivo de lo que pude haber imaginado. Me aleje, esperando me mandara al diablo, toque la llave para encender el motor.

- Te llevo a tu casa me imagino – pregunte suave, sin querer decirlo.

- No – gire a verla, miraba hacia al frente, al infinito - ¡Quiero que me lleves a la tuya!

Me apresure a llegar a mi casa, buscando evitar que ella se arrepintiera, llenándome de un nerviosismo de colegiala en el camino.

- ¿Quieres algo de beber? – le ofrecí al cruzar el umbral de la entrada.

- No – me dijo con seriedad. Comenzó a moverse, se adentró al pasillo que la llevaba a mi habitación, como boba la seguí, con mis manos sudorosas, con mis ansias a millón.

Tomo asiento en el borde de mi cama, observándome fijamente a los ojos, lentamente me acerque a ella, en busca de esos carnosos labios. Con lentitud la lleve a recostarse de lleno, la deje recobrar el aliento tras una exquisita tanda de besos, me moví hasta llegar a su cuello y recrearme en el, su piel ardiente se erizaba con mi tacto sobre su silueta aun cubierta. Con lentitud, disfrutándolo, desataba cada botón de su blusa, admirando y re-descubriendo ese bello territorio que durante tanto tiempo fue mío.

A medida que avanzaba mi nerviosismo cedía hasta desaparecer; estaba disfrutando sin precedentes de mi conocimiento de su cuerpo, de sus gustos, de todo aquello que la enloquecía.

Exhausta y rendida cayó en mi pecho, sin decirnos una palabra más nos quedamos dormidas, emulando a la perfección cualquiera de nuestras antiguas mejores noches.

La sentí levantarse, no sabía qué hora era, escuche la ducha, en un par de minutos salió y comenzó a vestirse, aun no se había dado cuenta de que yo ya estaba despierta, ¿planeaba huir en silencio?

Tome asiento observándola, ella solo me sonreía.

- ¿Dónde estabas esa noche? – su rostro se tornó serio, comprendiendo de inmediato a cual noche me refería.

- Con Fernando, me invito a cenar esa noche.

Me imagine mil cosas, quise preguntar diez mil más, tras una pausa ella prosiguió.

- Él quería algo conmigo, pero yo no lo acepte porque yo estaba contigo, o al menos eso creía – tomo asiento a mi lado – luego de comer me fui a casa de Sarah, me sentía deprimida, porque el tenia atenciones conmigo que yo solo deseaba que tuvieses tú, que volvieses a tener tú, como lo fue siempre. Intente llamarte para avisarte que me quedaría allí, pero tu celular estaba apagado. Sarah no logro bajo ningún concepto distraerme del vacío que sentía en el pecho, lo sabía, estabas con otra.

Agache la cabeza – estaba con Rebeca.

- Te dije que le gustabas – mi mente perdida en el inframundo de la realidad con la que me acababa de topar. Jamás había recordado que era cierto, en risas me decía que una de las empleadas del café me observaba mucho cuando íbamos a allá. ¡Qué ironía!

Me sonrió levemente. Hicimos una larga pausa con un silencio incómodo y tenebroso. Sus dedos delicadamente jugueteaban en mi espalda, generándome ardor al recorrer los aruños que la noche me había dejado, y los muchos otros de nuestro pasado.

- ¡Esto no puede repetirse! – afirmo levantándose y alejándose de mí.

Termino de arreglarse, se dirigió a la puerta, yo por mera inercia cubrí mi cuerpo y la seguí para despedirme. Se acercó, sentí sus labios rozar los míos fugazmente para culminar yéndose sin decir más.

Sentía unas ganas tremendas de disculparme, de corregirlo; creo que no me había pesado tanto lo sucedido hasta ese día. Yo sola me había cargado nuestra relación.

Los días silenciosos se esfumaban dentro de la neblina de la rutina. Me sentía pura y casta, reencontrándome con las ganas de estar en casa, de ver televisión, de compartir con mi familia.

El destino parecía estar empeñado en reunirme con ella, por la tarde me fui a comprar un par de cafés para Tonny y para mí, era un día bastante frio y yo me moría de sueño en la licorería.

Conversaba con la dueña de la panadería mientras esperaba mi pedido, a mi salida Sarah y Karen estaban internándose en el lugar, a regañadientes salude a Sarah, nunca nos llevamos muy bien la verdad, le di un beso en la mejilla a Karen y continué mi camino, tratando que todo en mi actuar resultase natural, engañar a mi cuerpo, ¡aquí no ha pasado nada!

Tonny insistía en que buscase a alguien más, alguien que me distrajese de todo lo acontecido, pero yo me hallaba muy escéptica ante la idea. Lo único que me hacía falta era convencerme de que no la necesitaba a ella.

Los días esa semana se mantuvieron con un clima deliciosamente frio por lo cual Tonny decidió irse a un pequeño campamento con su novia por el fin de semana, así que trabajaba sola ese sábado. Al cerrar me cambie y me fui a trotar con Gaby y lobo.

Regresábamos conversando con gatorade en mano cuando nos topamos con un auto estacionado fuera de mi casa, Karen estaba recostada a el con un par de bolsas sobre la maletera.

La salude, le presente a Gaby quien antes de partir me hizo un gesto de picardía, sonreí.

- Y ¿eso? ¿Qué haces por estos lados de la ciudad?

Me señalo las bolsas – me excedí comprando la cena ¿quieres ayudarme?

La mire confusa y la invite a pasar.

- ¿Tienes mucha hambre? – pregunte dejando las bolsas sobre la mesa.

- Normal ¿Por qué?

- Para ducharme antes, si no te molesta.

- Claro, te espero.

Me adentre a mis aposentos, pensativa me libere de toda prenda.

¿Qué carajos hace Karen aquí?, no paraba de preguntarme justo al instante que oigo la puerta corrediza de la ducha abriéndose, me gire a ver, Karen hacia una maravillosa entrada con nada más que una panty cubriendo su cuerpo, mi mente quedando en blanco, cayendo directo al piloto automático, a dejar que mi calentura actuase por mí.

En un instante la hacía “mía” en mi ducha, en el otro cenábamos, riendo, alimentándonos mutuamente, jugando a no sé qué y al otro estábamos de nuevo sobre mi cama, ella en gemidos disfrazados de susurros, pidiéndome hacerle trucos de magia que recuerdo tan bien y al siguiente yacía en mi pecho, durmiendo al tiempo que yo pensaba que diablos estábamos haciendo, que diablos estaba haciendo ella.

La mañana llego, la oí levantarse, yo tranquilamente me mantenía bajo la dulce espera para escuchar que frase me diría esta vez, ¿sería un “esto ha sido un error” o un “lo lamento, no debí haber venido a verte”?

Pero me equivocaba, no ocurrió nada de lo que me imagine, ella simplemente beso mis labios y partió, dejándome con tranquilidad una frase al aire, “¡espero verte pronto!”

…Y ciertamente nos vimos pronto, cada quince días, los sábados cuando el pobre de Fernando estaba de viaje y mi suegra cuidaba al pequeño. Yo tenía miles de sentimientos encontrados, actuábamos como si no estuviese ocurriendo nada, supongo que ese es el truco para una conciencia moderadamente tranquila.

Tres meses llevamos en este rollo, la verdad que el tiempo ha pasado desgraciadamente rápido al estar juntas, y tortuosamente lento mientras pasa la espera de los quince días.

Sábado, suave “toc - toc” a mi puerta, alce la mirada con sorpresa, ¡esta semana no toca! – pensé; estaba agotadísima, enojada, frustrada, había tenido una semana atropellada y un día aún más desagradable, discusiones con Tonny, repartir los pedidos a Paola, el carro dándome guerra; en fin mi agotamiento abarcaba lo físico y mental. En medio de mis tribulaciones, camino a la puerta me di cuenta que no quería ver a Karen, no quería verla sabiendo que es prestada, o mejor dicho, robada.

- ¿Qué tienes? – pregunto de inmediato, cruzando el umbral de mi puerta.

- Creo que hoy no es un buen día para esto.

Dije seco y sincero.

- ¡Yo sé lo que tú necesitas! – exclamo halando de mi mano, sonriente, guiándome hacia mi habitación.

- No Karen, la verdad no creo conveniente nada de esto.

Me ignoro terminando de adentrarme a mi cuarto, me beso fugaz y me despojo de la camisa y el brasier – acuéstate – ordenó.

Le hice caso solo para estar al fin horizontal, mi espalda anhelaba la cama.

- ¡Gírate! – seguí su juego quedando boca-abajo. La sentí alejarse y volver casi de inmediato. Se posiciono sobre mí, percibí una crema fría en mi espalda que me genero cosquilleo, sus manos comenzaron a masajear mis brazos, espalda y un poco mis glúteos, todo lo que mi pantalón aun puesto le permitía alcanzar, poco a poco mi respiración tensa cedía, recuerdo oír su voz suave pero no tengo memoria de que era lo que me decía, yo rápidamente me quedaba dormida.

En un par de segundos perdí toda conciencia de mí. Desperté, asustada, creyendo que ya había amanecido, que ya se había ido.

Observe mi cuarto a mediana luz por el tv encendido, ella a mi lado mirándome con ternura.

- ¡Me dormí! – susurre apenada.

- ¡Te dormiste! – se acurruco en mi pecho y yo abrazándola pregunte la hora.

- Dos am.

- Dormí mucho – afirme casi disculpándome.

- Necesitas descansar – acariciaba mi pecho, dando círculos en el con la uña de su índice, esto de conocernos tan bien es la tortura más deliciosa que he vivido.

Pasamos la noche envueltas en conversaciones y caricias tiernas, besos suaves, disfrutándonos.

Sentir mi corazón acelerarse con pensarla, con sentir su aroma, su piel cerca de mí me hizo comprender, estaba perdida, jamás podría disfrazar lo enamorada que estoy de ella.

Vaya predicamento en el que me hallaba envuelta.

Después de esa noche, rindiéndome totalmente ante mis instintos perdí por completo cualquier residuo de orgullo. Las ansias por verla me consumían con mayor rapidez cada vez, pase de esperar en silencio por que ella hiciera aparición en mis aposentos a perder toda dignidad y preguntar, llena de ilusión, “¿hoy vendrás?”

Me convertí en un típico y bizarro cliché, la amante que espera ansiosa por ese par de horas de alquiler. A veces al darme cuenta de que solo me falta que ella me diga que está en un matrimonio sin amor, que pronto se separara para tragarme de lleno esta farsa, solo me provoca reír de la vida, del karma traicionero y sobre todo de mi inocencia porque aunque lo plasme bajo estas torpes letras será la primera y única vez que conscientemente lo admita, admita que espero deseosa por ese momento en el que me diga que todo en su hogar esta de cabeza, que no resiste más, que se divorciará y será totalmente mía, de nuevo, como siempre ha debido ser.

Par de semanas más y se ha hecho imposible vernos, Fernando ha decaído en su trabajo y ya no viaja tanto, caí en crisis de no saber lo que pasaría, ni si quiera podía hablar bien con ella, algunos días me enviaba un texto, otros no sabía nada de ella, no puedo llamarla, no puedo buscarla, ¿sería este el final?