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Ciclos III

en Lésbicos

III

Junte mis cosas y me prepare para mi salida al atardecer.

Detestaba la idea de volar, desde siempre lo he despreciado, tener los pies sobre la tierra es tan maravilloso, no entiendo como nuestra civilización siempre busca derrotar a la gravedad en vez de agradecer su existencia.

Tratando de obviar mis ansias subí al pequeño avión que nos llevaría para la isla de margarita.

Solo serían un par de horas, pero los nervios trepaban mi torrente sanguíneo, dificultándome con cada turbulencia ocultárselo a Kate que ocupaba el asiento de al lado.

Un fuerte viento tambaleo el armatoste ese, transpiraba y respiraba con dificultad; sin notarlo la mano de Kate, fría y suave se ajustó a la mía, la tomo con firmeza, gire mi rostro para verla, me sonrió.

- Falta poco – susurro a mi oído con un aliento mentolado. Erizó mi cuello, desee aquel gesto pasara inadvertido, un síntoma más de mi ansiedad.

Llegamos al hotel, Kate deslumbrada admiraba cada detalle, quiso registrarnos, yo la deje seguir observando, yo misma me acerque a hacerlo.

Para las ocho de la noche ya estábamos más que instaladas. Baje a tomar un trago y leer un poco cerca de la piscina.

Mi whisky estaba delicioso, la piscina desplegaba un aroma de libertad, la iluminación del lugar era perfecta, la música suave y clásica del restaurante contiguo brindaba a la escena una pincelada de elegancia y solemnidad.

Leía y bebía, sin distracciones, pero aquella concentración duro poco; una silueta perfecta subía la escalera de la piscina, húmeda y brillante se elevaba del agua con hechizante gracia.

Las gotas chorreaban y se escurrían por su larga cabellera, bajando su espalda, el agua emulaba mí más oscuro deseo recorriendo la figura de mi dulce asistente. Trate de evitarlo, de no enfocarme en ese bello bikini azul que resaltaba la redondez de sus nalgas tan firmes. Los muslos tersos y perfectos, claros como la luna reflectaban la luz del ambiente y magnetizaban mi mirar aún más hacia su cuerpo.

Huyendo de la tentación continué mi lectura.

“En realidad, la joven era de una belleza exquisita. Pertenecía a aquel tipo de mujeres placidas que parecen hechas de miel oscura, tersas, dulces y melosas, que con un gesto apacible, un movimiento de la caballera, un solo y lento destello de la mirada dominan el espacio y permanecen tranquilas como en el centro de un ciclón, al parecer ignorantes de la propia fuerza de atracción, que arrastra hacia ella de modo irresistible los anhelos y las almas tanto de hombres como de mujeres. Y era joven, muy joven, aún no había perdido en la madurez incipiente el encanto de su tipo.”

Alce mi vista sobre aquel libro, furtivamente la espié, ella aun secaba su cabello con un paño, de pie solo atraía miradas hacia ella, absorbía de ellas cualquier energía que se dirigiese, bien sea buena, mala, tenebrosa o perversamente morbosa, cuales fueran las vibras que los presentes le ofertaran ella solo las convertía en una radiante luminosidad que nos opacaba a todos los seres circundantes, un destello de su sonrisa era capaz de ensombrecer la mismísima luz del sol tan solo si ella así lo quisiera.

Cerré de golpe el libro, bebí lo que quedaba en mi vaso y me retire a mis aposentos. Busque en mis sueños olvidarme de todo aquello. La repetí una y más veces en mis alucinaciones inconscientes, había almacenado en mi mente cada detalle de su cuerpo y eso estremecía mi alma, yaciera ésta en mi cuerpo dormido o no.

La mañana siguiente, falta de valentía no pude verla a los ojos hasta que ya no tuve más remedio que hacerlo; comenzaba a notar que algo sucedía conmigo.

Pasamos el día de un auditorio a otro, en mis notas solo habían dibujos y frases aisladas. Estaba orbitando fuera de mi ser, alejada a miles de kilómetros de mis funciones y obligaciones. Nada me importaba ya.

- Licenciada… Licenciada Raquel

Salí de mi encantamiento, observe a Kate mirándome preocupada, rápidamente eche un vistazo a mi alrededor, el auditorio se encontraba casi vacío.

- ¿Se encuentra bien?

- Perdona Kate, estos días han sido extraños.

Me sonrió sin decir más.

Baje a cenar tras una larga ducha, recordando mi última visita médica evite las proteínas grasas para consumir tan solo una insípida ensalada que culminaba por pisotear aún más mi ego y la memoria de lo que alguna vez fui.

No sé si lo hice a propósito o de manera inconsciente pero mi silla dirigía su vista hacia la piscina, casi en el mismo ángulo que la noche anterior, ella volvió a relucir su flamante figura frente a mis ojos curiosos. Culpable deje mi ensalada a medias y corrí a encerrarme a mi habitación. Llame a Sarah, su buzón de voz me atendió en su lugar. ¡Esto no tiene sentido!

La mañana del sábado transcurrió de igual manera, yo hacía dibujitos mientras los ponentes daban un uso lento y tedioso de mi tiempo. Notaba a Kate inquieta, observaba su reloj cada cierto tiempo, ansiosa golpeteaba con la punta de su lapicero su libro de notas, no me aguante y le pregunte que sucedía.

Sonrojada no quiso responderme, durante el almuerzo su actitud fue la misma.

- Ya Kate, me tienes nerviosa ¿Qué rayos sucede?

- Licenciada no puedo decirle es demasiado penoso – sus mejillas repletas de sangre lucían apetecibles y hermosas.

- Nada es tan penoso como mi falta de ética en los últimos días, - aleje la ensalada y la comida desabrida de mi sin haberla probado, observo mi gesto - ¡dime!

- En dos horas comienza el juego, no quiero perdérmelo.

- ¡La final de la Champions! – Sonreí complacida – por eso dudaste cuando te pedí venir. No tenía idea de que te gustara el futbol.

- No soy la típica chica futbol, lo sé, pero la sangre merengue recorre mis venas.

Llame al mesero.

- Caballero en que bar podemos ver el juego – me observo sorprendida mientras yo hacia la pregunta con naturalidad, entregando la libreta con el dinero para pagar la cuenta dentro de ella.

Recibí indicaciones del joven, Kate lucia expectante, - ¡Vamos pues!

- Licenciada pero el congreso.

Solo le expresé mi total y completo desinterés con una mirada.

- Entonces déjeme cambiarme.

Asentí, no me parecía para nada mala idea. Imite su acción y colocándome un short playero y una blusa más casual ya estaba lista afuera de su habitación para irnos. Ella salió con un jean cortico que dejaba muy poco para imaginar y una camiseta del real Madrid ceñida a su cuerpo, con el número 3, Roberto Carlos. No solo veía futbol, era conocedora.

Un par de baldes de cervezas me hizo obviar el hecho de que desentonaba con su compañía y con la juventud del lugar. Al principio nos manejamos con pasividad en las mesas, padeciendo la lesión de M. Salah por el Liverpool, lamentando el cambio de tono en el juego, celebramos el primer gol, de Benzema. Para el gol del empate del Liverpool comenzó a saltarnos los nervios, desinhibidas por el licor hablábamos sin tanto protocolo.

- ¡Oh diablos mi apuesta! – tomo asiento con un puchero inocente en sus labios. Reí.

- ¿Qué has apostado?

- Un tatuaje, ¡oh rayos! – sonrojada espero con pena a mi reacción.

- Aun hay mucho tiempo, es más, te apuesto 3 cervezas a pecho que el Real gana 2 a 1.

Sus ojos brillaron y la vergüenza huyo de su rostro para no volver ya.

- 3 a 1 – y estiro su mano para estrecharla con la mía. Cerramos el pacto con una sonrisa.

Min ’63, gol de Bale, celebramos aquello con gran algarabía, al unísono en todo el bar, a excepción claro de algún que otro culé envidioso. Una mesa cercana se nos había unido, el licor saltaba de mano en mano, pasamos de cervezas a algún que otro trago de vodka para volver a la cerveza, a instantes posaba sus ojos en mi leyendo en ellos la malicia que sentía por verla beber esas 3 cervezas a pecho.

Min ’83, segundo gol del Bale, tercero del Real Madrid, lo celebre en el arrebato del instante y al segundo siguiente choque con su mirar, ahora ella era quien se encontraba maliciosa.

- ¡Beberás esas 3 cervezas! ¡Prepárate!

- ¡Joder! – fue lo único que atine a expresar, ya me encontraba algo elevabada gracias al licor, y esas 3 cervezas me volarían los tapones.

Pitazo final ni se detuvo a celebrar, ella junto algún grupo que fortuitamente se nos había unido comenzaron a auparme y a formar un bullicio. Kate me paso las 3 cervezas destapadas y hermosamente frías para beberlas de golpe. No decepcione y pague mi apuesta, y de allí en adelante todo fue una estrepitosa bajada por la ladera de la borrachera.

Permanecimos allí un par de horas más, luego nos recomendaron otro sitio, con costillitas de cerdo asadas y papas fritas, solo eso basto para convencerme. Cenamos, mejor dicho, nos atiborramos de costillas, papas y cervezas. Daban las 10 cuando Kate me arrastro a la playa, una fiesta alrededor de una fogata.

Tambores, bailes, gente desconocida, bebidas, aquello era un desastre. Recordé la sensación de mover la cadera, meneándome al ritmo de los tambores siguiéndola a ella, olvide todas mis tribulaciones y todo lo que implicaba mi vida hasta esa mañana. Me libere.

Abrí los ojos y mi mundo dio vueltas, el techo giraba en una dirección y yo en otra. Tras mucho cerrar los ojos y volver a abrirlos a ver si ya la rotación de la tierra en mi cabeza era estable logre tomar asiento. Un bikini cubría mi zona sur, una blusa casi transparente que no era de mi propiedad intentaba hacerlo con mi pecho. Gire mi cabeza hacia un lado, Kate con la espalda descubierta y boca abajo dormía plácidamente.

- ¡Demonios! ¡Rayos! ¡Mateo arderas en el infierno, imbécil! – blasfeme un par de cosas más, mientras con paso sigiloso buscaba mi ropa para huir de su habitación.

Cerrando la puerta recordé estar echada sobre la arena, ella sentada a mi lado y la lluvia cayendo sobre nosotras. Trataba de recordar más y no lo lograba, me dolía mucho la cabeza, no podía ni unir dos recuerdos de forma coherente.

Mareada volví a recostarme pero esta vez en mi cama, sentía náuseas y una vergüenza pateando mi trasero. ¿Qué carajos había hecho?

Una siesta de media hora espanto mis nauseas, la ducha caliente me devolvió un par de recuerdos más. Recordé tomarme las 3 cervezas de golpe, recordé las costillas y eso logro abrirme el apetito, pedí un servicio de huevos revueltos y salchichas a la habitación, el cual ni si quiera pude comer en su totalidad. Bebí café, nada recordaba, bebí un poco más.

Kate se agacho para rozar mis labios suave y fugazmente mientras yo yacía sobre la arena. Ya para que recordar más, era obvio lo que había pasado.

Eran las 11 am ya no tenía a donde huir, no tenía manera de no verla, era nuestra hora de salida, ya debíamos ir al aeropuerto. Me detuve en el lobby y me hele al verla recorrer la distancia que nos separaba, su sonrisa fresca y radiante me llevo a otra escena de la noche anterior, el ascensor, ambas empapadas por la lluvia, yo estaba prácticamente sobre ella, pero algo me detenía de besarla, todo aquello lo presenciaba como un leve y tenue espejismo en el desierto, no podía asegurar que era cierto que había pasado.

Kate con facilidad noto mi seriedad, mi ceño fruncido delataba el cómo me sentía, confundida ajusto su sonrisa, ocultándola de mi e imitando de inmediato mi seriedad me dio un frio “buenos días”.

- Kate, por favor haz el check out – le ordene con mayor autoridad de la que había usado en todo el tiempo que llevaba trabajando conmigo. Tomó las llaves de mi mano y en silencio se fue.

Subí las cosas al taxi, me sentía culpable, los nervios me estaban consumiendo, ella concentrada miraba a través de la ventana del auto. No sabía que decirle.

Subimos al avión. La turbulencia inicial, las náuseas recurrentes, el dolor de cabeza y la cobardía me tenían transpirando y al borde de un ataque de ansiedad.

Apretaba el respaldar de mi asiento tratando de hallarle estabilidad a mi respiración, Kate volvió, al igual que en el viaje de ida, a notar mi estado inquieto. Al igual que entonces, tomo mi mano entre la suya, la tome al principio, relajándome por un instante y no pude tragármelo más, solté su mano.

- Kate lamento haber traspasado los límites de nuestra relación laboral.

Aturdida me observo, ¿Qué estupidez dijiste? Me recrimine para mí misma.

- “Lamento haber traspasado los límites de nuestra relación laboral”, - me cito ella, con tono calmado y repleto de decepción – ni si quiera recuerdas que sucedió.

Fijo su mirada al frente, su rostro enrojeció.

- Es decir tu y yo – poso su mirar en mi de nuevo, esta vez con enojo, guarde silencio de inmediato.

- ¿Tu y yo pasamos un día y noche geniales, hablamos y nos divertimos a mas no poder?, sí; ¿Tu y yo nos besamos?, sí; - trague grueso - ¿Tu y yo tuvimos sexo? – apenada mire a mi alrededor, ella se sonrió con burla ante mi gesto ridículo – no, - algo en mí se alivió – respetaste a Sarah, así que tranquila.

Sus palabras estaban remojadas en desdén. Entonces recordé que tras salir del ascensor la escolte hasta la puerta de su habitación, ella abrió, yo solo espere y tras un par de minutos de despedida incomoda bese sus labios. La textura de ellos en el recuerdo me abrumo.

No volvió a dirigirme la palabra ni en el avión, ni en el aeropuerto al llegar, de hecho se fue sin si quiera voltear a verme. Me urgía recordar.

Se me ocurrió mi viejo departamento, nunca lo deseche y fui a refugiarme en el.

Tras meditar toda la tarde halle las respuestas a todo lo que me acongojaba. Redacte un par de cartas y el lunes temprano partí a mi casa con Sarah, me apresure para llegar justo antes de que se fuese.

Tome asiento en el respaldar de los muebles de nuestra sala. Sorprendida se detuvo a verme.

- ¿Tienes un segundo? – le pedí. Asintió aun abrumada por la sorpresa.

- Creí que llegarías ayer.

- Así fue.

- ¡Llego el momento entonces! – afirmo tras un segundo diciéndonos todo con solo vernos a los ojos.

- ¿Por qué esperar a que yo terminase con todo?

- Porque yo no tengo urgencia de hacerlo, tu sí.

- ¿Estás viendo a alguien más?

- No. Dude y me negué a creerlo, para mi cerebro hubiese sido más fácil de entender un engaño. ¡Estamos acabadas!

- Con mayor razón, ¿Por qué no lo terminaste antes?

- Te repito que yo no tengo urgencia para hacerlo, no me molesta tu presencia, es solo que para mí, ya no significas lo mismo.

Exigí mayor explicación con mi mirar. Tomo asiento frente a mí.

- Tenemos una vida juntas Raquel, esto ya no tiene novedad ni excitación alguna, has cambiado, te convertiste en algo ¿Cómo decirlo?

- Aburrido – complete su frase con ironía en mi sonrisa. Su silencio acepto ese adjetivo con satisfacción.

- Ya no tienes nada nuevo que ofrecerme – bajo su mirada hasta su dedo anular y ese anillo, sin mayores lamentos lo saco de su lugar – me temo que ya solo representa costumbre y monotonía.

Me lo ofreció, lo tome de vuelta, saque el mío, y deje ambos sobre la mesa de vidrio. En un gesto silencioso me despedí de ella, con una  nostalgia enorme recorriendo mi ser pero siendo perseguida ésta y pronto dominada por una tranquilidad cegadora. Al fin había culminado mi tortura y me encontraba tranquila con ello.

Llegue muy temprano a mi despacho, una carta de renuncia se quedó en la oficina de mi jefe, recogí todas mis cosas y deje otra carta en el que, tras mi salida se convertiría en mi antiguo escritorio, una en la cual intente ser lo más sincera posible con Kate, me disculpaba sin poder darle mayor explicación sobre mi comportamiento.

Por dos meses desaparecí del mapa, volví a mi antiguo departamento y a mi estatus de matar tigres con mi licenciatura, solo veía a Carmen y a Mateo; alejada, meditaba, hallaba mi camino y me cuidaba de curtirme de la sociedad hasta no estar segura de que rumbo tomaría mi vida.

Cuando creí estar lista, me acerque al despacho. Con facilidad supe que Kate pasó a ser asistente de Sandra tras mi renuncia, sigilosa, como una sombra anduve por los pasillos de aquel, mi antiguo trabajo.

- No puedo creer que aún me llame Katy pedante hija de… - la oí susurrar enojada, despotricando contra su nueva y actual jefa, tras escapársele una difícil cliente que se introdujo al despacho de Sandra sin autorización previa. Sonreí ante su mirar sorprendido, me observo de arriba abajo y algo en mi comenzó a tambalearse, no creí que todo en mi cuerpo reaccionaria tan fácil con tan solo saberla cerca.

- Te dije que después de esa noche ya no sería tu jefe. – utilice como apertura.

- Así que al fin recuerdas – continuó juntando documentos con brusquedad, tratando de ignorarme.

- También dije, que sería libre de llevarte a cenar.

- Dijiste muchas tonterías esa noche.

Tomo unos papeles en sus manos y se dirigió al cuarto de la fotocopiadora, claramente buscando evadirme.

- La cuestión es… - hice una pausa buscando enfocar esos ojos dulces con los míos – si aún estas dispuesta a oír esas tonterías.

Poso su mirar en mí con cansancio desdeñoso. Detuvo su accionar.

- No puedo creer que vengas después de tanto a decirme esto…- me llene de seriedad – es ofensivo.

Asentí. Tienes razón – dije, paso por mi lado, saliendo del cuarto de fotocopiado, dejando mis palabras colgadas.

- No me interesa.

Exclamo dándome la espalda. Partí derrotada ese día, pero volví al siguiente, y al siguiente luego de ese, y cada día de esa semana fui a buscarla. Siempre obteniendo la misma respuesta.

El viernes no fui en el transcurso del día como venía haciendo los días previos, llegue en la tarde, espere a la entrada del edificio, recostada a mi auto, mis manos sostenían una botella de vino. La vi salir, me detuve frente a ella.

- ¡Ten!, es para que me lo regales – confundida trato de ignorarme.

- Kate, tomate un segundo para escucharme.

- ¿Cómo podrás adornar que soy el premio de consolación? O crees que por aquí no oímos la noticia, que Sarah te dejo.

- Yo la deje a ella, pero ese no es el punto; Kate la cosa es que yo necesitaba organizar mi vida y huir de todo para saber bien que hacer.

- Lo sé, yo fui una de esas cosas de las cuales huiste.

Una vez más paso por mi lado, dejándome con los brazos estirados y los planes frustrados. Di un par de pasos con prontitud para alcanzarla.

- Déjame llevarte a casa.

- Yo sé mi camino gracias.

- Déjame acompañarte.

- No es necesario.

- Déjame perseguirte entonces – un aire jocoso escapo de mí en esa frase. Se detuvo.

- ¿Tu como imaginaste que esto sería? ¿Qué volverías y yo estaría ilusa y ansiosa esperándote?

- Si quieres saber la verdad, me imagine que ni me dirigirías la palabra, o tal vez me insultarías pero valía la pena porque la ilusa y ansiosa era yo, anhelaba verte.

Di un paso para acercarme, ella retrocedió dos, la noche ya había oscurecido la ciudad y la poca gente que transitaba por esa calle nos miraba curiosa. Negó con un gesto de su cabeza y siguió caminando.

- Te apuesto tres cervezas a pecho a que Francia gana este mundial – se detuvo sin girarse, acorte la distancia entre ambas, ella termino por girarse molesta.

- ¡Claro que va a ganar!, la pobre Croacia no pu… interrumpí su disputa con un beso, no me tomo nada de esfuerzo que sus labios se doblegaran a los míos, su labial impregno mi sentido del gusto, una cereza suave, dulce y artificial.

- Preferiría que gane Croacia – me susurro sin alejarse de mí, mi nariz rozaba la suya, me reí antes de besarla de nuevo.

Fin.

Como siempre ha sido un placer compartir mis humildes escritos con ustedes. Agradecida les envio un abrazo y mis mejores deseos.