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Ciclos II

en Lésbicos

II

La voz de Kate para ofrecerme algo de cenar me saco de mis profundos recuerdos.

- No Kate, gracias. Es tarde, no deberías seguir aquí, ve a casa, ¡descansa!

Ella buscando descifrar mi mirar partió sin decir más.

- Raquel, la cantidad de dinero involucrada es considerable, no tomare un no por respuesta.

- Lo sé, pero este no es mi campo de trabajo Don Luis, lo mío es el plano corporativo, represento eso para el bufete.

- No voy a sacar a Sandra de su reposo para que lo resuelva, Mateo se fue, los demás tienen muy poca experiencia litigando, lo harás tú.

Tomaba impulso para argumentar algo más.

- No está abierto a discusión.

Y su mirada se tornó posesiva. Aquella conversación había terminado. Tendría yo que atender ese molesto asunto.

Partí a mi despacho con un latoso caso de divorcio en mis manos.

- Kate, necesito todo lo relacionado con el…

- Esta en su escritorio Licenciada – me interrumpió satisfecha. Ni su alegre jovialidad me sacaba de mis tribulaciones. Un par de días a la semana me levantaba con este ánimo, y solo me preguntaba qué diablos le había pasado a mi vida.

Como autómata viví ese día y el siguiente, recordaba que la audiencia de divorcio seria al próximo día y sinceramente no me importaba, ni si quiera me había tomado la molestia de leer el archivo.

- Licenciada disculpe.

Entro Kate agitando su hermosa cabellera rubia y perfecta. Se detuvo a mi lado, introdujo un pen drive en mi pc y su sonrisa iluminaba el lugar. Manteniendo esa expresión alegre ignoraba mis preguntas sobre su actitud.

Opte por guardar silencio y esperar paciente por el resultado de sus actos. Hipnotizada observe su silueta, el traje serio que debía usar como mi asistente le ajustaba perfecto, delineaba cada curva de su ser; los botones de la camisa presionados por su escote amenazaban con salir disparados a toda velocidad, sus ojos color miel fijos en la pantalla le ponían broche de oro a todos sus encantos. Un aroma a jazmín fresco descendió de su cuello y me embriago.

Aquel aroma me transporto a uno que solía usar Sarah, de expresiva delicadeza, delirante al saber que provenía de aquella mujer tan despampanante. Sonreí para mis adentros al recordar aquella época tan terrible y tan simple de su confusión y aceptación sexual.

La primera vez que estuvimos juntas fue tan agresiva e insaciable que me abrumo, no saque su imagen de mi mente en días, en meses, ¿Qué digo sacar? Aun lo recuerdo con la frescura de algo que acaba de acontecer.

El brillo de su piel pálida desnuda sobre mis sábanas blancas me dejo deslumbrada al instante. Por semanas insistió en mantener en secreto lo que teníamos. La buscaba a escondidas en altas horas de la noche cerca de los dormitorios universitarios, nos refugiábamos en mi departamento y en la mañana, huía de madrugada.

Eran mediados del ’98, llevábamos saliendo en secreto un par de meses. Pero desde el 10 de junio hasta el 12 de julio no había nada más en mi calendario que futbol, mundial de Francia, mi espera de 4 años llegaba a su fin; yo podría ver a lo mejor de lo mejor desde la comodidad de mi sofá y en compañía de mis amigos.

Fielmente creyente y seguidora de la selección de Brasil hasta mi último aliento de vida veía cada partido, apostaba por cualquier y cada cuestión referente a aquel evento que paralizaba mi mundo. El dinero, el licor, los corredores de apuestas, invitados, cigarrillos y bocadillos apestaban e inundaban mi departamento durante aquel mes maravilloso aún más que en el resto del año.

Reí recordando todo el dinero que había ganado en apuestas hasta que la final me lo arrebato todo en ese resultado sorpresivo, como pudo el mejor jugador del mundo sufrir un ataque de pánico y no estar al 100% para la final. Ese triste evento desgarro mi alma pero no fue todo lo malo que aconteció aquel día caluroso.

Sarah ansiosa esperaba que aquellos días pasaran pronto, detestaba verme bebiendo, fumando y apostando, como cualquier hombre vulgar solía decir, yo solo reía y buscaba hacerla reír. Pero con prontitud, apenas terminada la primera ronda de fase de grupos decidió que no me vería mas hasta el día de la final; “cuando hayas superado esta locura volveré” me aseguro tras pasar la noche en mi casa. Yo la extrañaba pero a decir verdad poco note su ausencia.

Mis amigos ocupaban mi sillón, chicas llegaron a acompañarnos, amantes de ellos, ex amantes mías, conocidas, amistades, había de todo en aquel lugar esa tarde.

La mayoría sufrimos con alguna ilusión viva en nuestro ser a los 27 min de juego con el primer gol de Zidane, al segundo cerca del descanso vi mi dinero tirado por la borda de aquel barco que se hundía sin posibilidades de rescates, aquel barco llamado Penta-campeonato, y para cuando llego el tercer gol de Francia no existía ni la mínima llama de esperanza en nuestros espíritus.

Procedimos a embriagarnos, si ya había perdido dinero en aquel juego, podía perder un tanto más malogrando mi hígado como de costumbre. Poco a poco mis invitados partieron hasta que solo quedamos Mateo, yo y un par de chicas hermosas, una era novia de Mateo, la otra era hermana de ella y mi amiga con derecho a arrumacos casuales.

Aún recuerdo con claridad la sensación de perdición que sentía mi organismo, tome asiento con la cerveza en mi mano, fría helando mi tacto y casi inmediatamente de sentarme Fabiola tomo su lugar sobre mí, juguetona y ebria me besaba, yo seguía el juego de sus labios al tiempo que Mateo le hacía lo mismo a María en el sofá del frente. Inconsciente de la hora dejaba que su mano se escurriera bajo la playera de mi equipo, provocándome.

Sarah entro por esa puerta sin que yo si quiera me enterase, no detuve a Fabiola, ni busque disimular mis actos. La reacción pavorosa de Mateo fue lo que me trajo a la realidad.

- ¡Sarah! ¡No te esperábamos! – torpemente y tropezando su lengua con las palabras afirmo él, aterrorizado como si fuese ella su novia en vez de mía, si es que cabía el uso del término. Yo me gire a ver el rostro de ella – ya nos íbamos, ¿cierto chicas?

Mateo tomo la mano de María y con agilidad y rapidez alejo a Fabiola de mi lecho. En menos de dos segundos ya había desaparecido de nuestra vista. En un silencio torpe solo espere alguna reacción de ella, que me insultara, que me odiara por “engañarla”. Pero no pasó nada, y con el sentimiento de fracaso recorriendo mis venas en competencia con el vigoroso licor comencé a hablar.

- ¿No dirás nada?

- Debo decir algo acaso – me observo desafiante, no dio un paso adelante ni retrocedió, controlaba sus gestos, como de costumbre no me mostraba nada de ella. Tome aliento y un buen trago de aquella cerveza que buscaba calentarse.

- No te haría mal ser humana de vez en cuando sabes. Nadie sabrá que estas celosa, ¡lo prometo! – exprese con cierto tono de burla.

Me dedico una mirada que no supe entender y se dio media vuelta, me arrepentí al instante.

- Sé que lo nuestro no es exclusivo pero no debí… lo sien…

- ¡Exclusivo! – Interrumpió mi torpe disculpa - ¿exclusivo? – se giró y quedo a mi frente de nuevo, sus ojos rojos me asustaron por la ira tan real que por primera vez vi en ellos - ¿para que querría yo algo exclusivo contigo? – con toda calificación despectiva en su mirar me observo de arriba abajo.

- No hagas esto Sarah.

- Si, ya es hora de hacerlo, pues tú tienes una idea errónea de lo que esto es. Mejor dicho fue. Sexo y solo eso. Divertida para su fin, pero una mujer sin futuro eres, - echo un vistazo a la mesa repleta de licor y desperdicios, como si eso hiciera evidencia perfecta de su punto – no creas ni por un segundo que mereces aspirar a algo “exclusivo” conmigo. No trabajas, ni tienes profesión, apuestas y bebes bajo cualquier excusa, en cualquier día, no tienes disciplina ni talento alguno. No eres nadie.

- Sé que estas herida y lo siento pero no hay necesidad para que digas cosas de las cuales te arrepentirás Sarah, ¡ser vulnerable por una vez no te hará daño carajo! ¡Demostrarme que me quieres no te matará!

Su risa busco herirme y lo logro, podía ser tan pedante y tan desgraciada cuando lo deseaba.

- Está de más decirte que no sabrás más de mí, pero por si se te dificulta procesarlo ya que no hay ninguna apuesta en ello te lo digo fuerte y claro, no me busques ni me llames. Ya no existo para ti.

Dejo mi casa. Yo ciertamente no pude entender nada de aquello hasta el día siguiente en un estado sobrio.

- Licenciada ¿se encuentra bien?

- Si Kate lo siento, ¿me decías?

Un video se reproducía en mi computador, la cámara de seguridad de un café, una mujer muy, digamos, cariñosa con un hombre.

- ¿Qué es esto Kate? – pregunte aturdida por lo que observaba.

- Es la futura ex mujer de su cliente Licenciada, la fecha de este video es previa a cualquier falta comprobada de su cliente, es la prueba con la que ganará.

Me sentí culpable de ni siquiera haber leído el archivo de aquel caso.

- ¿Dónde hallaste esto?

Coloco un C’D sobre mi escritorio.

- Este es más explícito – la mire curiosa, ella solo sonreía satisfecha.

- Solo quería ayudar.

Guiño uno de sus ojos hacia mí y salió.

La audiencia fluyo perfecto partiendo del hecho que ni tuve que hablar, con mostrarle el video a la protagonista fue suficiente para que firmara el divorcio sin exigir mayor compensación monetaria.

Don Luis extasiado extendió un cheque generoso en recompensa, sin si quiera detallarlo se lo cedi a Kate.

- Te lo has ganado. Afirme antes de pedirle no ser molestada por el resto del día.

Busque en mi repisa cerrada del despacho un vaso para whisky y una pastilla para el dolor de cabeza. Con un cigarro en mi boca tome asiento cerca de la ventana.

¡Como odiaba estas temporadas de aburrimiento laboral! ¡Algunos días simplemente detestaba estar aquí! Siempre tuve dificultad para entender porque diablos estudie derecho y mejor aún, porque rayos lo ejerzo.

Sarah cumplió su palabra y por un año no supe nada de ella, no fue sino por casualidades del destino que la reencontré en mi camino.

Carmen recién había llegado a mi vida, la conocí en un juego de baloncesto en mi urbanización, mi intención inicial fue ligármela pero tuvimos tan buena conexión espiritual que cualquier clase de implicación física solo tendría consecuencias contraproducentes.

Su presencia logro calmar mis ansias y mi alma, en vez de pasar noches bebiendo o buscándome problemas; los pasaba conversando con ella, hasta logro convencerme de asistir a un curso de cocina en el Hotel escuela, jamás imagine que aquello calmaría mis ímpetus ni si quiera sospeche que llamaría mi atención y le cogería gustico.

En el primer día del segundo nivel, orgullosas ya habíamos aprobado el primero, llego Sarah. Hizo entrada en el lugar algo desaliñada y con un retraso de 15 minutos, todo en mi cuerpo se aceleró y se detuvo si cabe la posibilidad de que algo así suceda.

Carmen lo noto al instante.

- ¿Es ella?

- Si - afirme tratando de lucir indiferente, esforzándome por no volver a ver en su dirección.

Culminamos la preparación, la tutora con algo de coquetería halago mi plato. Limpiamos cocinas y tras despedirme partí hacia la puerta con Carmen a mi lado. Lamentablemente para lograr salir debía pasar frente a ella, inevitablemente nos veríamos.

Sarah alzo su mirar como si el diablo le avisara que justamente en ese momento yo pasaba por su frente. Sonriente y sorprendida dejo lo que hacía para acercarse a saludarme. Pretendí saludarla con la misma alegría.

- Raquel, ¿Cómo estás?

Simpática me saludo y respondí con la misma emoción, le presente a Carmen, quien le sonrió con malicia, no entendí ese gesto hasta algunos instantes luego.

- ¡Jamás me hubiese imaginado toparme contigo aquí!

Reí ante aquello – Créeme que yo mucho menos.

- No sabía que te interesara la cocina.

Preparaba mi respuesta cuando una compañera poco conocida para mí se nos acercó.

- Licenciada por favor recuerde darme el número de su despacho – observe de reojo el rostro complacido de Carmen, ¿en qué momento había logrado planear aquello?, nunca lo supe – me urge ayuda con mi divorcio.

- Claro – seguí la charada y saque de mi bolsillo una cajita plateada llena de tarjetas con mi dirección y teléfono. No solía usar aquellas tarjetas pero me divertía llevarlas conmigo, eran elegantes y durante una buena época me sirvieron para conquistar chicas – mi asistente le atenderá y le dará cita.

Escrute el rostro sorprendido de Sarah, podía ver que el objetivo de Carmen había sido alcanzado con total éxito, la compañera falsamente agradecida se alejó y Carmen se excusó para adelantarse y dejarnos a solas.

Un segundo Sarah solo poso sus bellos ojos azules en los míos. Me carcajeaba sin control dentro de mí ser.

- ¿Licenciada?

- ¿Te sorprende el darte cuenta de que no te tomaste la molestia ni de conocer lo mínimo sobre mí? – sonreí satisfecha y maliciosa ante su aturdimiento. Tome paso victorioso hacia adelante sin decirle más.

Me había graduado de derecho tres años antes de conocerla, ejercía modestamente mi profesión, sin verme inmersa en ella porque siempre me ha parecido tediosa, como les digo, no sé porque rayos la estudie pero ahora sé porque la ejerzo.

Tomaba un par de casos al mes, cuyos cuales no requerían mayor empeño ni conocimiento jurídico, más que todo procesos que ameritaban mi firma y ser notariados, pura burocracia de mi país.

Entrada la noche llegue a casa, Sarah en su despacho preparaba algo para su junta del día siguiente, en algún momento de nuestra historia me habría acercado y le habría preguntado de que se trataba la nueva expansión comercial que preparaba la empresa con la cual trabajaba, o como le había ido en su día como consultora administrativa de la firma que la había contratado, pero ya no tenía esfuerzo en aquello, ni yo para interrogarla ni ella para contarme. Bese fugaz sus labios, su mirada me reprobó por el sabor a whisky en ellos y partí a acostarme.

Kate me llamaba al día siguiente, apenas note la hora cuando le atendí, eran pasadas las nueve, no llegaba tarde a ningún lugar desde el principio de este siglo. Tranquila note que no me importaba en lo más mínimo.

Una invitación había llegado. A un congreso de leyes corporativas, lo nuevo, lo viejo y como siempre, lo aburrido. Fantasee con la idea de no asistir, de renunciar. Aspire profundo, olvide por un instante mi matrimonio, a veces me resultaba fácil, el amanecer sola ayudaba bastante.

- Rocky me estas desesperando si tan inconforme estas con todo ¡déjalo! ¡Manda todo al diablo! – sigue mi ejemplo, bebía un par de cervezas en un bar de deportes con Mateo, me había tomado el día en el despacho con la excusa de prepararme para el viaje. - ¿Dónde están tus cojones?

Con desgano lo observaba, sabía que tenía razón, ¿Qué había pasado conmigo, con mis ímpetus, mi juventud?

- Hmm, estas galletas están deliciosas Rocky – la tutora ya había tomado confianza conmigo en aquel curso de cocina, y por lo visto creía que yo poseía algún talento pues siempre disfrutaba de mis creaciones – tienen el toque ideal de canela.

Mis compañeros se acercaron a probarlas, de último vino Sarah a tomar una de las galletas.

- ¿No es demasiada confiancita llamarte por tu sobrenombre?

Me encogí de hombros.

- ¿Jamás me dirás porque te llaman así?

- Es porque mis padres me concibieron en un auto cinema en el estreno de la primera película.

- Raquel si naciste en el ’72, la primera película de Rocky se estrenó en el ’76.

Asombrada no supe que decir ante aquello. Aturdida por delatar que recordaba algo de mí se replegó de nuevo a su cocina. Carmen a mi lado solo reía.

- Tal vez podamos ir a cenar o a comer más de esas galletas.

La tutora coqueteaba conmigo, yo amablemente no tenía que pensármelo dos veces; era hermosa y yo soltera.

- Claro, te parece bien el…

- ¿Raquel puedo hablar contigo un momento?

Sarah llamo mi atención con seriedad. Me disculpe con Adriana y me aleje para hablar con Sarah; ella decepcionada por el desaire, abandonó el lugar algo molesta.

- Dime Sarah.

- Quiero ir a beber un café contigo, ¡vamos!

- Tengo planes.

- Estás molesta por lo que sucedió, lo sé.

- ¿Es tu mejor disculpa?

- ¿Ameritas una? ¿En serio?

Exhale con cansancio y me fui de allí.

Kate llego al bar para traerme el boleto de viaje, mi billetera y algunos documentos que había dejado en el despacho.

Mateo se levantó a saludarla y la invito a tomar asiento con nosotros, apenada no supo que responder, busco aprobación en mis gestos y se la di de inmediato.

- Toma asiento Kate, te mereces una cerveza si aguantas todo mi despiste de estos días.

Conversamos por poco más de una hora y Mateo decidió partir, tenía clases de waterpolo o algo así.

Observe mi boleto y recordé.

- Kate sé que te había dicho que podrías disfrutar de este fin de semana, pero crees que podrías, bueno solo si quieres, ven al congreso conmigo.

Atenta escudriñó mis ojos.

- Olvídalo, mereces descansar.

- No me molesta ir – sonrió con sinceridad y naturalidad, aquel gesto me mostro el poco maquillaje que llevaba, su piel joven y tersa no necesitaba adorno alguno.

- No debí pedírtelo, es que ando fuera de mí estos días. Me vendría bien tu ayuda es todo.

- Iré. Está bien, un hotel todo pagado en margarita suena muy bien.

Sonreí.

- ¿Puedo preguntarle algo Licenciada?

- Claro, ataca – reí bebiendo lo último de mi cerveza.

- ¿Por qué el Licenciado Mateo le llama “Rocky”?

- Sonreí - Tuve una disputa en el bachillerato, golpee a uno de mis compañeros tan fuerte que lo derrumbe, es por eso.

Sorprendida sonrió, bajo la mirada imaginándose aquello.

- Ven te llevo, debemos hacer maletas.

Kate compraría el boleto faltante y nos veríamos en el aeropuerto a las 6pm del día siguiente, jueves. Estaríamos viernes y sábado inmersas en charlas y discusiones del congreso, volveríamos el domingo a mitad de mañana.

Tuve una noche inquieta, a eso de las 2 am me levante, con cuidado de no levantar a Sarah. En realidad ni se inmuto con mi ausencia.

Me serví un trago, últimamente estaba retomando mi fascinación por la bebida.

Daban las 9 de la noche en mi departamento aquella noche, aun no cenaba, la pereza me consumía. ¿Qué haría?; unas buenas arepas tal vez, un arroz chino o simplemente pedir pizza. Hasta llamar al servicio me daba flojera, fui por una cerveza, bebí sedienta de ella, fría y deliciosa, amarillita y perfecta polarcita.

Oí el timbre sonar, acaricie la idea de fingir mi ausencia, el solo hecho de tener que dirigirme hasta la puerta para abrir me inspiraba cansancio. Por la mirilla percibí la silueta de Sarah. ¡Vaina lo que hace una licenciatura! – Pensé – ahora si regresa.

Abrí, de manera chocante mire a los lados – creí haber solicitado una pizza no una “Sarah”.

- ¡Muy graciosa!

- No eres lo que esperaba comer, pero puedo conformarme. – sonreí, cruzándome de brazos y recostándome del marco.

Ofuscada, analizo en un segundo si valía la pena darme gusto o solo debía irse, seguí sonriente saboreando ese placentero momento de su regreso. La mire, note su duda.

- Traía unos ingredientes para – el brillo en mi mirar la estaba irritando mucho más de lo que pudo sospechar, risueña esperaba que argumentara un poco más por su presencia.

- Ésta es mejor excusa que invitarte a ver una película. Me carcajee. Ella enrojeció.

- Pasa pues enojona.

Abrí paso, dudó un instante para terminar de introducirse al departamento.

- Supongo que toda la noche tendré que soportar este aire de superioridad que te traes – enarco su ceja con orgullo ante mi rostro gozoso.

- ¿Toda la noche? – la mire sugerentemente, no aguanto, se giró para irse. Ataje la bolsa que traía su mano.

- A ver que traes allí.

Husmee en la bolsa camino a la cocina, ella me siguió silenciosa.

- ¿Quieres replicar las galletas de la clase de hoy? ¿En serio?

- Esto fue mala idea.

- Tomando en cuenta que tus galletas quedaron horribles no es tan mala idea que busques algo de conocimiento en mí.

- No te recuerdo tan imbécil.

- ¡Ah!, pero si me recuerdas.

Sonreímos y relaje mi postura, me concentre en disfrutar de su compañía. Dimos inicio a la preparación, despreciaba verme sacar cervezas del refri hasta que le ofrecí vino, que es lo único que toma, inclusive hasta el día de hoy es así.

Previniendo y deseando un poco lo que vendría, observaba su silueta mientras seguía mis indicaciones para la mezcla. Las metimos al horno y todo marchaba genial, conversábamos sin mayor eventualidad. Dando inicio al proceso de limpieza decidió recorrer con su dedo índice, adornado por una perfecta y femenina manicure por el bol de mezclas, y lo llevo a su boca para degustar el sabor de nuestra obra, sin reparo me hipnotice ante el gesto. Su mirada tornándose malévola se fijaba en mi embelesamiento. Repitió el movimiento recorriendo el bol, me acerque a su cuerpo, pegándome de lleno a ella, tomando su cintura con posesión, la yema de su dedo acaricio mi labio inferior untando la mezcla en ellos. Asome un tanto mi lengua para probar, volvió a acercarme su índice, esta vez lo introdujo con delicadeza en mi boca, succione de allí la dulce sustancia.

Un instante nos detuvimos a vernos a los ojos y no necesite más, con un beso, fije mis manos a su cintura, la alce para dejarla sobre el mesón de mi cocina, aleje con brusquedad todos los objetos que sobre esa área yacían, en un arranque pasional ostenté su cuerpo, refrescándome con el aroma de su piel y las sensaciones que durante el acto liberaban su cuerpo. Aquella noche sello nuestro destino, sin decirnos nada habíamos vuelto, unos meses luego vivíamos juntas, un par de años luego atenace un simbólico anillo en su dedo y ahora henos aquí, en un presente lleno de confusión y desilusiones totalmente desconocidas para mí.

Volví a la habitación, admire su rubia cabellera, por Dios que continuamente ha sido tan hermosa, esos ojos azules, esa piel tan clara como la leche, siempre la halle muy semejante Michelle Pfeiffer en los ’90, deliciosa, elegante y sensual.

Dormí con prontitud tras esos tragos. Envuelta en un delirio mañanero decidí despertarla con aquellas galletas que nos habían reencontrado. El aroma la levanto, besos mis labios condescendientemente, comió una galleta, se ducho y se despidió de mí deseándome un provechoso viaje.

No sé por qué para ese momento se me antojo recordar la frase de Nietzsche, “Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado.”