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M.i.l.f (2)

en Lésbicos

M.I.L.F

II

Me fui a la casa, a colocarme algún antiséptico en la aruñada, ardía pero el recuerdo de su cuerpo dominaba toda mi anatomía, no había espacio para más. La única duda, ¿la vería de nuevo?

Jueves en la tarde, estoy en el trabajo durante mi día libre, Cintia seriamente me llamo para cubrir a alguien más, no tenía planes así que no me negué.

6 pm, de nuevo en el vestidor, distraída, observando el aruño de mi pecho en el espejo ni si quiera note que la puerta se cerró con Cintia tras ella. Me observaba de nuevo.

Me acerque, no perdí tiempo e introduje mi mano en su pantalón, me desesperaba no poder besarla pero a la vez me excitaba, la penetre con prontitud, aquello era un rapidito después de todo.

Instantes antes de llegar al clímax dio un salto brusco y me alejo.

- ¿Qué tienes en el pecho?

- Aruño.

Me aleje, fui a lavarme las manos, ella me observo, asumo que molesta y salió.

Viernes, mini fiesta de cumpleaños en el trabajo, media hora de par de copas suaves de licor y una breve picada de torta en honor a la jefa de personal.

Este licor para niñas no me hacía ni cosquillas, a Cintia por el contrario parecía marearla, la vi caminar con algo de gracia hacia el baño, dado que me hallaba sin más planes para la noche, la seguí.

- Ya no deberías beber. Exprese al verla recostar su peso en el lavamanos, observándose en el espejo.

- Deberíamos ir a tu casa.

- ¡Vamos!

- ¿Ya?

- Tú dudas mucho, mujer.

Abrí la puerta, no trataría de convencerla.

- Espera – pensó un segundo – le diré a mi hermano que me voy en taxi. No me siento bien.

- Como gustes.

Genuinamente pensé que no lo haría, para cuando lo note la vi escoltada por su hermano a un taxi. Fui a buscar mi casco, la seguiría a ver si es verdad que sabe a dónde carajos va.

Alberto me atajo tomando mi casco.

- ¿A dónde vas? Apenas comienza esto.

- Cuando se coman la torta se irán, lo sabes, voy a hacer algo más rico – le dedique un guiño de broma.

- Cintia acaba de irse.

- Y a mí me importa porque… oh no es cierto, no me importa.

Detallo mis ojos.

- ¡Desgraciada la estás follando verdad!

- Shhh calla – se fue en risas.

- Eres una cerda.

- Ya cállate.

Partí, ciertamente la loca sabía dónde estaba mi casa.

Entro dando pequeños tumbos, en la cartera llevaba licor así que venía en el taxi bebiendo.

Paso derecho a mi cuarto, arrojando prendas por doquier, la deje desnudarse, la observe y me acerque, la hice sudar cada gota de licor, tras un par de tandas ya se encontraba totalmente sobria.

Se levantó de la cama, tomo su celular – es tarde – dijo, no la escuche, me senté en la orilla de la cama y la atraje hacia mí, la obligue a sentarse sobre mí, sus piernas abiertas me dieron permiso de penetrarla con mi mano izquierda, estaba tan cerca su cuerpo del mío que éramos uno solo, moviéndose al mismo ritmo, emanando el mismo calor.

Mi cadera acoplada al ritmo de mi mano la ayudaba a internarse más en ella, arrancaba gemidos de su boca, tome en mi mano derecha su cuello, la tomaba con cierta rudeza al acercarse el clímax, nuestros ojos no se evadían sin importar que.

- ¡Diablos quiero besarte! – balbuceo entre gemidos.

Con mi mano aun en su cuello la atraje hacia mí, saque un poco mi lengua y lamí sus labios, sentí como un torrente de fluidos estallaba en mi mano, se movía con mayor fervor y me beso, nuestras lenguas jugaban mientras el ritmo bajaba y recuperábamos lentamente el aliento.

Con cierta perturbación se sentó sobre la cama, me levante sin decirle nada, no creí que fuese gran cosa el besarnos, asumí no quería compartir gérmenes y ya, pero no podía imaginar que pasaba por su mente.

Fui por una ducha y ella seguía mirando al infinito, creo que la que debería estar perturbada por su actitud soy yo pero bueno, fui por una cerveza, la bebía cuando su suave voz me hizo dar un sobre salto.

- Es tarde, debes llevarme a casa.

- Son la una, quédate.

- Pero…

- Te llevo temprano a tu casa, tu hermano te lleva al trabajo, yo me voy por mi lado, todo normal, nadie se entera. Relájate.

Termine de beber mi cerveza. Fui a la cama y ella a bañarse.

Durmió de espaldas a mí, desnuda, pues me negué a darle una piyama, ¡sí, me pidió una piyama!, hay mujeres impredecibles y luego esta ella.

Me desperté un poco antes de que la alarma sonase, observe su espalda desnuda frente a mí, sus tímidos glúteos me incitaban a tocarlos, acaricie sus pechos, baje mi mano a su clítoris, su respiración leve se transformó en gemidos, había despertado.

Se giró para quedar a mi frente, elevo su pierna para dejarla sobre mi cadera, ella misma guio mi mano dentro de ella, sosteniéndola la introdujo de golpe arrancándose un gemido, se mantuvo firme en mi muñeca sin dejarme moverme, ella movía magistralmente su cadera sin apartar la mirada de la mía, me enloquecía lo que hacía, aceleraba y frenaba a propio gusto hasta que cumplió su cometido y soltó mi mano. Con picardía se alejó de mí y se fue a duchar.

Había algo distinto en su mirar y me encantaba.

La deje en su casa, me beso como si nada, dejándome estática partió.

Fui a desayunar y de ahí al trabajo. Llegue a mi turno de las nueve y me sorprendió no verla por ningún lado, solo estaba su hermano. Estuve pensando en ella buena parte del día.

Regrese del descanso del almuerzo. Todos los cajeros inoficiosos miraban hacia atrás, yo no sabía que observaban hasta que esa área entro en mi campo visual. Cintia estaba de pie dándole la espalda a ellos, conversando con un hombre que no había visto antes, también asiático, pero lo que sorprendía no era aquello, era que estuviese usando un pantalón tan ceñido a su cuerpo, redondeaba y alzaba más sus glúteos, una blusa muy femenina y escotaba dejaba ver sus pequeños senos, sin logos de la empresa, el chalequito sobre la blusa le realzaba el pecho, el rostro mínimamente maquillado, sonriente y sin gafas.

Casi choque con una silla por mantenerme observándola, el ruido de la colisión atrajo la mirada de mis compañeros y por su puesto la de ella. Observo el reloj.

- Cinco minutos tarde Alexandra.

- Lo…lo… lo siento – pude balbucear después de aclararme la garganta.

Tome mi lugar en la caja contigua a la de Alberto, como siempre.

- “Lo…lo… lo siento” jajaja ¿qué rayos te pasa Alex?

- Marico, ¿la viste?

- Si, jajaja por lo visto tienes buena mano

- ¡Cállate!

No podía apartar mí vista de ella, y ella ni si quiera se dignaba a mirarme, la serena y callada supervisora estaba jugando conmigo.

No cruzo más palabra conmigo que la necesaria en un par de días.

Otro texto misterioso.

“Venetur, hab 15, 11 pm”

Como reloj suizo llegue puntual. Otra llave, otro sobre, otra nota, “Ya sé que estas preparada”

Frente a la habitación, ansiosa de nuevo, ¿Qué sorpresa me esperaba esta vez?

Un sobre en el suelo.

“Veamos que trucos tienes”

Sonreí.

Me abrí paso en la habitación, se encontraba a media luz, un tanto más oscura que la anterior.

Me acerque a la cama. Me sorprendí y maraville al ver su cuerpo desnudo de nuevo, atado sobre la cama, cegado por un antifaz, tal cual estuve yo, las llaves de las esposas sobre la mesa y mi pregunta ¿Cómo logro amarrarse ella sola?, luego pensaría sobre aquello.

Sobre una mesa varios juguetes que podría usar, incluyendo el fuete, no necesitaba de aquello por ahora, ella quería ver mis trucos y eso iba a mostrarle.

- ¿Te tomaras tu tiempo? – Preguntó ansiosa, me mantuve en silencio - ¡Oh! Ya entiendo – afirmó mordiendo divinamente su labio carnoso.

Tome la champaña que estaba sobre otra mesa, la destape, vacié un poco de espumoso liquido sobre su cuerpo, dio un brinco, su respiración se aceleró. Me acerqué a lamer su labio antes de sacarme la ropa. De forma regalada abrió sus piernas.

De rodillas frente a su sexo invitándome, la admire un instante, mis manos fueron sin que yo les ordenase a su pecho, cogí un hielo, lo pase en círculos por sus pezones rosados y erizados, baje el trozo de hielo por su abdomen, su propio calor lo asesinaba al tiempo que yo lo dejaba caer en su clítoris, resolló con suavidad.

Contraje sus piernas, las abrí aún más, pase mi lengua traviesa por sus labios.

- ¡Así! – suplicó.

Con mi mano aparte sus labios, deje su clítoris al descubierto y a mi merced, lo lamia, lo succionaba, lo halaba y le daba leves mordiscos. Ella gemía y cerraba sus manos, haciéndolas puños. Alejé mi boca de su vagina solo para escucharla suplicar por mi regreso.

La tome por la parte baja, cerca de sus glúteos, para mientras la mantenía abierta de par en par, alzar su cadera y permitirle a mi lengua rozar el rincón escondido de su ano, al hacerlo su vagina chorreó envidiosa. Volví a ella, la lamí de nuevo y penetré con mi lengua, me recree en ella un par de minutos, lo suficiente como para sentirla acabar en mi boca.

Sin darle espacio a recuperarse la penetre rudamente con dos de mis dedos, su vagina contraída regresaba a la normalidad tras el orgasmo y yo no le daba tregua, inicie un mete y saca violento, empapaba la sabana y mi mano con sus jugos. Subí a besarla, aun penetrándola, introduje mi lengua en su boca, la suya siguió mi juego.

Le quite el antifaz sin liberarla aun, su mirar buscó ansioso el mío, mordía su pezón al tiempo que mis dedos alcanzaban los recónditos espacios de su cielo vaginal. No tardo en venirse de nuevo.

Libere sus manos, mientras se recuperaba del segundo orgasmo. De nuevo, sin tregua, la gire rudamente, quedo acostada boca abajo, yo quería disfrutar de esas bellas nalgas.

Mi lengua exploraba su puerta trasera, me interne en ella de nuevo, su vagina caliente no paraba de palpitar. Esta vez mantenía mi mano en lo profundo de su ser, la muñeca inmóvil, sin mete y saca, solo mis dedos hacían su magia, los movía con rapidez y en distintas direcciones, su manos estiradas a los lados agarraban la sabana dentro de sus puños. Gritaba a ratos, mordía la almohada, gemía, suplicaba por más, serpenteaba su cuerpo y yo mordía sus glúteos, le daba nalgadas con mi mano libre. Solo un par de minutos le tomo llegar al cielo de nuevo. Salí de ella de la misma forma que entre, de un solo tirón, gimió, pase mi mano húmeda por su nalga, la apreté tan fuerte que le deje una mojada marca.

Aun sin girarse a verme fui a lavarme la mano y mis fluidos propios. Me vestí. Ella se giró.

Sonreímos sin decirnos nada. Satisfecha deje el lugar.