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Peticion pepe1

en Sadomaso

A mis 18 años solo pensaba en chicas, alcohol, chicas, fiestas, chicas, hachís y ¿lo habéis adivinado? Mas chicas, chicas que me leéis, tened un rato erótico pensando en mi.

Era un viva la virgen, pero mis padres tenían que ir al extranjero a trabajar, pero en vez de obligarme a ir con ellos abandonando a mis amigos, me llevaron a algo peor, me dejaron al cuidado de mi tía Ester.

Mi tía tiene 30 años, se peina con un moño castaño, gafas de institutriz y lleva una vida muy disciplinada (y aburrida)

Ella aceptó de mala gana tenerme a su cuidado, pero sabia que para ella era un dolor de muelas.

Desde el principio ella estuvo controlando mi vida ¡todo! Con quien hablo en el móvil, que hora he de estar en casa, solo le faltaba ponerme hilos.

Y la casa, cielos, la casa era antigua, bien conservada pero antigua, mi tía presumía que nuestra familia burguesa se la compró a unos nobles adeudados, era grande, con una sala con cuatro armaduras (los llamo sardina, atún, escabeche y percebe con sus apellidos enlatados) y lo peor de todo.

¡no tenia tele!

No, no digo que no tenga una pantalla plana es que ni siquiera tenia una tele en blanco y negro, gracias a dios que tenia electricidad, el problema es que no permitía que escuchase música y cuando se bañaba o se aseaba, me encerraba en el otro extremo de la casa.

La hubiera puesto en su sitio, pero tenia una mirada que… me acojonaba.

Un día mi tía se fue a ver a una amiga (seguro que a Egipto a charlar con las momias) en un principio quería organizar una fiesta de escándalo, de esas de que si no te protestan los vecinos o destrozan la casa, no es una fiesta.

Pero al ver la casa, se me ocurrió algo distinto.

Una amiga mía le gustaban las historias medievales, de modo que le dije que viniera de princesa.

Yo me puse la armadura de “percebe enlatado” la verdad es que para ir a la guerra con eso tenían que tener ganas, esa armadura pesaba cincuenta kilos, era difícil de poner y no transpiraba, pero con ella puesta, recibí a mi princesa.

Sus ojos llenos de brillo al ver la casa y mi atuendo solo me indicaba una cosa.

Esta noche, mojo fijo.

Tomamos pastas, la alague como una princesa, la llevé a la cama de mi tía, las palabras de mi chica que me pedían que me despoje de mi armadura indicaba que estaba en su punto.

Y joder, que difícil era quitarla y más difícil cuando la chica se quitaba sensualmente su disfraz de princesa.

Cuando ya estaba libre de “percebe enlatado” y con la espada lista para mi princesa.

Llega la bruja piruja.

Si, mi tía, blanca como un fantasma, viendo como su cama la ocupaban dos adolescentes, una chica desnuda y con las piernas abiertas y un apuesto, atractivo y maravillosamente dotado joven con su arma cargada y lista para ensartar.

Los gritos de mi tía resonaron por la casa, cogió una zapatilla y me puso boca abajo en la cama golpeándome con ella en las nalgas, mientras la chica, en vez, de ayudarme, se largó como alma que lleva el diablo, eso si, alegro la vista de la calle.

El caso es que, no se, esos azotes me gustaron mucho, los golpes que me daba con la suela recorrían mi sistema nervioso llenándome de placer, tanto que para mayor disgusto de mi tía, me corrí en las sabanas.

Esa noche dormí extrañado, que mi tía me pegase, no se… me encantó, desde aquel momento intentaba disgustar a mi tía todo lo que podía, bailaba con los “enlatados” fumaba porros, esto ultimo funcionaba de puta madre para atraer los zapatillazos.

Un día, pude salir de mi habitación de donde estaba encerrado, quería pintar un grafiti en la habitación de mi ría, pero al escuchar la ducha, miré por el ojo de la cerradura.

Allí estaba, esos largos cabellos castaños, esa carita angelical que ahora esas gafas no afeaban, ese cuerpo escultural que siempre estaba metido en esas ropas anticuadas y feas, tenia un buen pecho y unas buenas caderas.

Que buena estaba, me estaba haciendo una paja en su honor, gírate tía querida, quiero verte ese conejito, si, así, frótate esos pechos, despacio, así.

Cuando ella abrió la puerta después de haber terminado su aseo, yo descargué mis huevos, con tanta puntería que le di en su cara, ella se la tocó y vio el fluido blanco y denso.

Menudo chillido pegó.

Iba a darme con la zapatilla cuando de repente se paró.

Creo que mis ojos llenos de ilusión me traicionaron.

Ella me miró, luego miró su zapatilla.

-¿te gusta que te golpee con ella?

Yo asentí con la cabeza, entonces ella me pidió que me fuera a mi habitación.

Joder, debió ser un shock fuerte para ella.

Los días siguientes ella estaba pensativa, yo me portaba bien todo lo que pude, hacia las tareas del hogar, estudiaba como un burro, cosas de esas, daba cosa el silencio que había en esta casa, sentía tanta soledad.

Pero un día, por una torpeza “atún enlatado” desequilibró y cayó al suelo, mi tía me llamó con un bramido.

Yo me presente pidiéndole perdón, pero ella me dio una orden.

-desnúdate.

Yo obedecí, temblando, no de miedo, no se por que, me desabroché los pantalones, dejándomelos caer, luego me quité mi camisa, quedándome solo en calzoncillos.

-todo – dijo mi tía.

Dios mío, como temblaba, apenas atinaba a bajarme los slips mi tía me miraba, me observaba, se quitó la bata, estaba totalmente desnuda.

-¿sabes lo valiosa que es esa armadura? ¿no? ¿Que voy a hacer contigo?

Sentía el tacto de la suela de la zapatilla acariciándome el trasero, eso me provocó una erección.

-Vaya vaya vaya, veo que tienes incluso energías para mancillar jovencitas ¿Cuántas mancillaste? ¿Cuántas les arrebataste su virtud?

-d-doce – dije nervioso.

-doce chicas que han dejado de ser honradas, doce chicas que no podrán vestir de blanco ni casarse, las has tratado como carne, voy a castigarte por cada chica que has mancillado – dijo mi tía mientras me levantaba el rabo con la zapatilla.

-¿Quién fue la primera? – preguntó

-M-Maite.

Sentí como la suela de la zapatilla me golpeó el glande.

-¿la segunda?

-Evaaaahhh

Otro golpe.

-¿la tercera?

-Terrresaaaahh

Otro golpe.

-¿la cuarta?

-Juliaaah

Otro golpe.

-¿la quinta?

-S-silviaaahh

Al golpearme, no pude evitar correrme sobre el felpudo de mi tía ella me dijo que era un sucio y me ordenó que lo limpiara con la lengua.

Yo me puse a cuatro patas y lamí mi lechada de ese felpudo, ella aprovechó para golpearme las nalgas con la zapatillas, sin ninguna piedad, hasta que mis nalgas su pusieron rojas, casi sangrantes.

Casi caigo agotado por el placer, ella me levantó de la barbilla con la zapatilla y me dirigió la boca a su coño, un coño bien limpio que no dude en comérselo mientras ella me acariciaba las mejillas con la zapatilla.

Ella debía disfrutar, porque suspiraba de placer, hasta llegar al orgasmo.

-¿Cómo te has atrevido a mancillar a tu tía de esa manera?

-por que soy malo, tía querida.

Ella me golpeó las mejillas con la zapatilla mientras que su pie descalzo me masturbaba.

-eres un niño malo que debería ser disciplinado, no te bastan las chicas de tu clase, sino que a mi también me ves como carne.

En ese momento el pie de mi tía pisó con fuerza mi polla.

Ahí me corrí de placer.

Ella me dejó y me ordenó que limpiase lo que había ensuciado.

Desde aquel día, no me interesaron las chicas, ya tenia todo el sexo que necesitaba con mi tía castigadora.

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