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Para Pearly Garcia

en Dominación

En el metro, notas que alguien te observa, que lentamente se acerca a ti, a medida que para en cada estacion, el tren se llena más y estais más apretados el extraño y tu.

El extraño aspira el olor de tu cuello, la multitud es tal que estais pegados el uno al otro.

Miras los ojos del extraño, un azul celeste, pero con una mirada de depredador, el te observa, te juzga.

Te sonrie.

Una parada bruzca hace que os abraceis, el aprobecha a besar tu cuello, agarrar tu trasero y sentir tus pechos en su pecho.

Un pecho fuerte y robusto.

Pero sus manos no se detienen ahí, acarician tus caderas, tu cintura, sabes que ese hombre está abusando de ti.

Pero entonces ¿Por qué no haces nada para impedirlo?

Una pregunta sin respuesta.

El te introduce las manos bajo la falda y baja despacio tus bragas, uno de sus dedos entra dentro de ti.

Tu miras preocupada a tu alrededor, el vagon está como el metro de tokio, lleno de gente, pero que esta demasiado agobiada como para darse cuenta de lo que te hace el extraño.

Te introduce otro dedo.

Sientes como te explora el interior, como cartografia las zonas más sensibles de tu intimidad con los dedos, el extraño te sonrie.

Se baja la bragueta y saca su simbolo de hombre.

Miras su pene y le miras a los ojos, unos ojos que esperan tu decision.

Sonrojada, subes tu falda y metes su instrumento dentro de ti y os abrazais.

No hace falta moverse, el traqueteo del metro, los empujones y el continuo movimiento del pasaje hacen ese trabajo, notas el vaiven excitada pero con miedo a ser descubierta ¿Cuántas paradas han sido? No lo sabes, solo notabas la carne del extraño en tu interior, sus labios recorriendo tus labios y tu cuello, sus brazos abrazandote con fuerza.

Un abrazo que se volvió más fuerte y notas como te llena de su esencia.

El te da un beso y se separa de ti y se va con una multitud a su parada, dejandote sola, de pie y con su esencia recorriendo tus piernas hasta bajar a tus intimas prendas bajadas en los tobillos.

Al salir del metro, intentas coger el movil, pero ves que hay una tarjeta.

Una tarjeta con un numero de telefono.

Durante el resto del dia te sientes inquieta, lo que ha sucedido, lo que aquel hombre te hizo.

Al recordarlo, te mueres de vergüenza, pero al mismo tiempo te excitas, en tu bolso todavia conservas la tarjeta del extraño, una tarjeta que no te atreves a tocar, como si fuera algo prohibido.

Durante el trabajo, tu mente es invadida por el extraño, casi sientes su verga abriendose paso por tu utero haciendo arder tu interior.

Si, tu concha arde de deseo, un deseo dificil de apagar ¿o no?

Tocas la tarjeta de tu bolso, como si tocases el glande de un hombre.

Pero ¿Quién es el? ¿un angel o un demonio? ¿alguien peligroso o excitante? Tienes que taparte con la blusa para que no se noten tus pezones erectos.

Al llegar a casa, no puedes concentrarte, vas a la ducha, pero al quedarte desnuda te sientes observada.

El no está pero le sientes, sientes que sus ojos te observan, una mirada con un deseo.

Tomarte.

La calida agua recorre tu cuerpo, pero eso te excita más, imaginas que son tus manos que acarician cada centimetro de tu piel, enjabonas tu cuerpo imaginandote que aquel extraño arranca la cortina del baño y se abalanza sobre ti para profanar tu ardiente cuerpo embistiendote con fuerza mientras tu, sumisa, le abrazas y le dejas hacerte lo que quieras.

Tu esponja acaricia tu concha y el clitoris, la dejas caer y te metes los dedos mientras acaricias y chupeteas tus pezones, te tocas cada vez más fuerte y profundo hasta que estallas.

Caes cansada mientras el agua de la ducha te golpea, pero no estas satisfecha, te falta algo ¿Qué?

En la noche, no puedes dormir, piensas todo el tiempo en el traqueteo del tren, en esos ojos que te desnudaban, piensas que está contigo, acariciandote, preparandote para una nueva penetracion.

Miras tu reloj, las 3:48, dudas mucho de que puedas dormir.

Vas a tu bolso y encuentras la tarjeta.

¿deberias llamarlo tan tarde?

Tecleas su telefono, después de todo es culpa suya que te haya dejado asi.

Oyes como pita el movil, cada tuuuuu te parece eterno.

Al cuarto tuuuu.

-has llamado ¿deseas ser mia?

Esas palabras te hacen temblar, pero tu sexo arde, respondes si de forma timida.

-bien, me perteneces, ve ahora mismo a la estacion del metro, te doy un cuarto de hora.

Ha colgado, no te da tiempo a arreglarte, bajas por el ascensor con lo puesto y coges tu coche para conducir hacia la estacion del metro.

Llegas enseguida, ya que nadie conduce a estas horas.

Llegas y esperas, el frio de la calle contrasta con el ardiente calor de tu cuerpo excitado, esperas una hora hasta que una venda envuelve tus ojos y te susurran al oido.

-tranquila, esclava, voy a llevarte a mi pequeño reino – decia el extraño abrazandote y tocandote.

En ese momento, te arranca el pijama que llevas puesto, acariciando tus pechos con pericia mientras te está devorando el cuello.

Tu le acaricias, notas su cuerpo lleno de deseo, cubierto por la ropa, en ese momento notas la mano del extraño acariciando tu clitoris, empiezas a jadear fuerte, tus piernas pierden fuerza, pero los brazos del extraño te sostienen, estás a punto de alcanzar el climax.

Pero el retira la mano de tu clitoris.

Suplicas para que puedas acabar, pero el te susurra al oido que llegaras al orgasmo cuando el quiera.

Te mete en el maletero y te lleva en su coche.

En el maletero estas atada con las manos a la espalda, deseas tocarte, pero no puedes, tu cuerpo arde desesperadamente por un orgasmo, buscas algo del maletero que te frote la concha, que te penetre duro.

Pero no encuentras nada, tu sexo arde como el infierno y no encuentras nada que lo aplaque.

-mi señor, por favor, tomeme, violeme, hagame su puta se lo suplico – gritas llorando.

Notas como el coche se para, eso te desespera más, ahora que sabes que te sacará para darte uso los segundos parecen horas, le oyes hablar con otras personas, al final, oyes el maletero abrirse.

Tu señor te saca y te exibe ante todas tus miradas, tu cuerpo es mostrado ante todos ante tu impotencia, pero solo te interesa una cosa.

Que tu amo te tome con ganas.

Una mujer te derrama miel en tu cara, la miel resbala por tu barbilla, recorriendo tu cuello y tus pechos, recorriendo tu abdomen hasta tu concha.

Y desde allí, recorriendo tus piernas.

La miel recorriendo tu clitoris te excita de sobremanera, lloras, suplicas por que te hagan mujer entre todos, pero tu amo te tira de los cabellos y te hace una sola pregunta.

-¿Cuándo te follaran?

-c-cuando usted lo desee mi señor – dices sumisamente.

-bien – dice tu amo antes de tirarte al suelo.

Las chicas te rodean y lamen la miel de tu cuerpo mientras los hombres sonrien, notas las manos de las feminas acariciandote, sus lenguas lamiendote, sus dientes mordientote.

Después de que ellas terminasen contigo, tu amo te agarra y te pone boca abajo en el capó del coche, en ese momento lo notas, notas como entra violentamente en ti, como te bombea con fuerza, gritas de placer.

Sientes como te llena, esa fuerza, esa virilidad, como si quisiera destrozar tu interior, recibes cada golpe en tu matriz con una sonrisa, cada embestida con un jadeo.

Cuando el te llena de su simiente, notas el orgasmo que te llega, un orgasmo tan potente que te hace desmayar.

Cuando despiertas, estas atada, notas que alguien te penetra, pero ves frente a ti a tu amo, mirando como usan tu cuerpo para tu placer.

Tu le miras con deseo mientras uno a uno te usa para alcanzar el climax.

Cuando el ultimo acaba, os quedais solos tu amo y tu, el te alza la barbilla sonriendote y te pone algo en el cuello.

Un collar de perro.

-bien esclava, te llevaré a casa – dice tu amo.

Tu sonries.

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