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El contrato, final del sengudo año

en Grandes Series

  1. Décimo mes

    Cuando acabe de tirármela fui a dejar las cosas claras con Ana. Evidentemente no podía dormir en su antigua habitación. Hay dormía mi mascota... la cara que puso Ana cuando me salió la palabra mascota fue tremenda. Me dijo que se llamaba Marta, que era una chica encantadora y muy madura para su edad. Y yo la conteste que efectivamente, que para tener 20 años era muy madura y que ya podía aprender ella a asumir sus responsabilidades. Ana quería decirme algo, pero mi mascota apareció por la puerta y se acabo la discusión. Así que la ayudamos a trasladar sus cosas a la habitación de la criada, donde dormiría por el momento.

    Y los días trascurrieron. Como había pensado, al principio no me movía con la misma seguridad que cuando mi hija no estaba allí. Seguía entrando en su habitación como un pervertido, si. Mi hija incluso me espiaba abiertamente en el pasillo y no se movía hasta que salía de ella. Le llegue a preguntar si lo que la repugnaba era que no me quedase o que entrase. En realidad, eran ambas cosas. Solo los cerdos entran a hurtadillas en las habitaciones de las chicas, y solo los cerdos se van porque saben que no pueden quedarse. No la partí la cara porque jamas he golpeado a una mujer. Y además llevaba razón.

    Pero había descubierto un nuevo juego. Obligaba a mi mascota a vestirse como una chica jovencita, bueno, lo que era. Con falda vaquera, zapatillas y camisa blanca parecía más joven de lo que estaba acostumbrado a verla. Y la besaba en largas sesiones como si fuéramos adolescentes que están descubriendo el amor y los primeros besos. Y lo hacíamos con mi hija mirándonos. Y lo hacíamos así porque no me atrevía a salir al parque a hacerlo. Dios santo, yo tenía 53 años a pesar de mi aspecto y mi mascota iba a cumplir 21. 30 años de diferencia eran demasiado para hacer esto en un lugar público. Igualmente, contra más me acostumbraba, más mano la metía. Es decir, pase de solo besarla, a besarla y tocarla, acariciar sus muslos, acariciar su clítoris. Parecíamos de verdad una pareja de enamorados. Esa noche, ante la mirada de mi hija, tome la decisión de no molestar a mi mascota en su cama.

 

  1. A falta de un mes para la visita del abogado

    No habíamos tenido relaciones sexuales de ningún tipo en tres semanas. Solo nos metíamos mano y nos besábamos. Parecíamos unos chiquillos y no una pareja que habíamos hecho casi de todo.

    Ahora me dedicaba a darla placer con el pie mientras cenábamos los tres juntos. Mi hija me regañaba, y me decía que me estuviera quieto, pero solo tenía que ver la cara de viciosa de Marta para darme cuenta de que quería más, que necesitaba más. Esa noche, mientras nos besábamos, ella tomo la iniciativa. Me cogió la polla, que llevaba tres semanas sin disfrutar de una buena hembra, y se la metió. Estaba caliente y húmeda, y con cara de viciosa necesitada. Hicimos el amor despacio, sin prisas, disfrutando los dos. Fue un magnífico orgasmo lo que termino alcanzando, pero por supuesto quería más. Y quería intimidad. Me llevo a la habitación y volvimos a hacer el amor. Dios mío, era preciosa. La verdad es que no sabía como era posible que cada año estuviese más bonita. En la cama, tapada por una sábana, con su cabellera roja desparramada por la almohada, era una imagen celestial.

    -¿Vas a volver a venir por las noches?

    -Nos va bien así.

    -Te echo mucho de menos.

    -La echas mucho de menos

    Asintió con la cabeza, medio avergonzada, medio viciosa. Era una preciosidad, toda una hembra hambrienta de sexo.

    -Esta bien- dije- volveré por las noches.

    -Gracias.

    Hicimos el amor, otra vez.

    La noche siguiente, Marta grito, gimió y disfruto como hacía mucho que no lo hacía. La pesada de mi hija desistió de vigilar más el pasillo. Habían trascurrido ya dos meses y seguía sin encontrar un trabajo.

  2. La visita del abogado.

    No hacía ninguna falta que el abogado nos visitara por cada aniversario, pero cuando se me ocurrió la idea me pareció simbólico. Hay estábamos los cuatro, el abogado, mi hija, Marta y yo. No había logrado encontrar trabajo y los últimos días eran de un tremendo estrés para ella. Yo la recordaba que un trato es un trato, que tres meses era suficiente y que sabía de sobra las condiciones. Que se volviese con la puta de madre, con unas amigas, o que se buscase un novio, o un hombre al que tirarse. Al final me dijo la verdad, que ya se había comportado como una puta para largarse de casa, y que el supuesto novio no era su novio, sino un hombre mucho mayor que ella que se la follaba y al final decidió dejarla porque la chica de la oficina de la que estaba enamorado termino fijándose en él gracias a ella. Y le pego la patada en el culo. Vamos, que no era capaz de mantener a un hombre a su lado. Y cuando la pregunte que qué hacían, me respondió que lo normal, follar con condón en posición misionero. ¿Sólo? ¿Y de verdad pensaba ser una mantenida follando así de aburrido? Y ni si quiera se la había metido en la boca...

    Me quede alucinado, evidentemente. Y así habíamos llegado a nuestra reunión anual con el abogado.

    Lo primero que me llamo la atención fue que mi abogado conocía muy bien a mi hija. De hecho, yo diría que la conocía íntimamente. La verdad es que no sabía nada sobre su vida personal, pero esa manera de mirarla no podía significar otra cosa. Por cierto, mi abogado tenía 35 años. Había trabajado con su padre, y ahora trabajaba con él pues su padre estaba ya jubilado. Era como tenía que ser un abogado, un cabronazo, un tío que se burlaba de la ley pero nunca la traspasaba, y lo que era mejor, siempre defendía los intereses de quien le pagase.

    Lo segundo fue que saco un nuevo contrato y lo puso encima de la mesa

    -Puedes firmar aquí, Marta. Ahora que ya eres mayor de edad, tu matrimonio queda anulado y pasas a ser de su propiedad.

    -¿Cómo mayor de edad? ¿De que estás hablando?

    -Hoy cumple 18 años. Hace dos años cumplía 16 años y por ello la pudimos sacar de la ESO, y la casamos contigo pues evidentemente no podía firmar el contrato que esta firmando ahora. La señorita esta de acuerdo en...

    -¿16 años?

    -Por eso era virgen y no había besado aun a nadie.

    Me contesto sin más Marta. ¿Me había estado tirando a una chica de 16 años? El mundo se me cayo encima.

    -No pienso firmar esa mierda.

    -Claro que la vas a firmar, porque sino la firmas seguirá casada contigo y por tanto se puede divorciar. ¿Y sabes lo...?

    Firme a toda pastilla

    -Con esto, ya todo es legal. A partir de ahora es toda tuya para poder hacer con ella lo que te venga en gana durante los próximos 30 años.

    -¿Cómo has podido hacerme esto?

    -Tú la querías, y ellos querían dártela. La verdad es que su padre se sorprendió mucho cuando supo que te hacías pajas pensando en su hija de 15 años.

    -¿Pero cómo, cómo...?

    No me salían las palabras. ¿Cómo diablos iba a vender su padre a una hija de 15 años? Y entonces me di cuenta. No era su padre, fue su madre. Como leyendo mi mente, Marta empezó

    -Fueron los dos. Llore, suplique, mi padre no quería, pero mi madre es otra historia. Eres un buen hombre, solo, divorciado, con recursos económicos, y que seguro que eso de sexo sin límites era solo una gilipollez. Que la mayor parte de los hombres se conforman con poca cosa y más con una chica tan bonita como yo. La dije que era virgen, que ni siquiera había estado con un chico que me gustase, y me dijo que era así como había que llegar al matrimonio. Y cuando le conté lo de los 30 años, me dijo que no me preocupara, que al final te amaría como tantas y tantas en la historia.

    No supe que decir. Pero mi abogado si.

    -Entonces, ahora queda la otra cuestión. -Miro a Ana- El contrato es prácticamente el mismo, con una excepción, es hasta que encuentres trabajo remunerado.

    -Pero soy su hija, no puede hacerme esto. Además, ya la tiene a ella para follarla como quiera.

    -Bueno, eso de que eres su hija...

    -¿De qué estás hablando? -pregunte- Ella es mi hija.

    -En realidad no. Según las pruebas de ADN que he mandado efectuar, ella es no es hija tuya, es hija del capullo que esta con tu mujer.

    Tiro los papeles encima de la mesa.

    -Lo mejor siempre para tu cliente.

    -Por supuesto. Fue lo que utilice para que no pagases un duro más, pero no me pareció conveniente decírtelo por recomendación de mi padre.

    -Hiciste bien, yo en el fondo los quería. Si me hubiera enterado de que ya me engañaba desde tan temprano. Ahora ya da igual. -Dije. La verdad es que me sentía sin fuerzas

    -Entonces- siguió el abogado mirando a Ana- ¿Vas a firmar, o no?

    -No quiero firmar.

    -Me parece bien- continuo- También he redactado un contrato en que pasas a ser de mi propiedad por si te interesaba.

    -No quiero ser la propiedad de nadie.

    -Entonces te espera la puta calle. -Dije. O mía, o suya.

    -¿Pero es hasta que encuentre trabajo, verdad? No como ella, sino hasta que encuentre trabajo.

    -Si -dijo mi abogado- Es hasta que encuentres trabajo.

    Mi ex hija firmo el contrato.

    -Pero, no esta estipulado por ninguna parte que te deje buscarlo. Puede sencillamente atarte con una correa y no dejarte volver a ver la luz del sol, o cagarte encima y obligarte a salir así a la calle. Puedes firmar aquí y todo esta bien.

    -Eres el mayor hijo de puta que conozco.

    -Lo hago lo mejor que puedo para mi cliente. -Firme el contrato- Y no tema, todo esta en perfecto orden ahora.

    Cuando el abogado se marcho, era el propietario en exclusiva de dos jovencitas. A una, creía que la conocía en profundidad, y realmente aun sabía muy poco sobre ella. A la otra, sinceramente es que no me importaba conocerla más allá de su coño, su culo, su boca...