miprimita.com

La joven ama (2)

en Sadomaso

Los harapos apenas cubrían las partes más indecentes del cuerpo de Bella, pero Bestia no permitía que llevara nada más a pesar de las múltiples suplicas por parte de esta. También la habían descalzado, y lo único que indicaba que era una dama de alta cuna era su hermoso cabello largo y negro.

Y el color de su piel, blanca como la leche.

Por lo demás, tenía todo el aspecto de una esclava. Peor que una esclava. Tenía argollas ahora perfectamente visibles de las que no se podían quitar en sus tobillos, muñecas y en su cuello. Todo ello por supuesto era tapado por el elegante vestido que lucía antes.

Bestia fue enseñando todos estos detalles poco a poco a las seis esclavas negras que tenía su cargo. Mostrar a su esclava blanca era uno de los dos mayores placeres de su vida. El otro era por supuesto mostrar que hacía con ella.

Ahora mismo le apetecía que Bella actuase como una perra, como le podía haber apetecido cualquier otra cosa. La tenía encadenada por la argolla del cuello y no la permitía ponerse de pie. La tenía a sus pies y no paraba de acariciarla el pelo mientras decidía a cual de seis esclavas se iba a follar primero.

-¿Alguna de vosotras es virgen? -Las seis levantaron la mano.- Lo preguntó en serio. A la única hembra que he desvirgado personalmente fue a esta perra de aquí, y lo hice con la mano. ¿Os lo podéis imaginar? Toda una señorita blanca entregó su preciada virginidad a las manos de un negro.

No, no podían. A todas ellas les fue arrebatada su virginidad por las manos de un blanco y no podían imaginar que ninguna blanca de mierda la entregase así como así. Bella no podía mirarlas, claro, había muchas partes de su pasado de las que no se sentía especialmente satisfecha. Bestia no se lo permitió, y de un fuerte tirón la obligó a mirarlas a la cara. Las anillas de las argollas tintinearon al chocar metal con metal.

-Bien, ahí fuera hay un montón de negros que os pueden hacer el favor. Es sólo cuestión de buscarlos.

-Estamos aquí para tener hijos tuyos. -dijo una muy dignamente.

Bestia fijo sus ojos en ella.

-Hay un problema. - Apretó uno de los pechos de Bella con su enorme mano -Esta es la única hembra que me follo a gusto, la única que deja que se la meta entera sin quejarse. Y estamos hablando de que me he acuesto con verdaderas putas. Vosotras no sois vírgenes ninguna, pero eso no significa que estéis preparadas para mí.

-Eso no es justo. -Miró a los ojos de Bella -Tú le has prometido a nuestro amo que él nos preñaría.

Ese comentario sacó una sonora carcajada de Bestia.

-Bella haría cualquier cosa para que no me acueste con una hembra. ¿Veis su cuerpo?

Dio un tirón tan fuerte que prácticamente la puso de pie, arrancó los harapos que cubrían su cuerpo dejándola completamente desnuda delante de ellas. Bella se llevó los brazos a la espalda, fijo los ojos en el suelo y abrió un poco las piernas, como una esclava bien entrenada. A pesar de ello, Bestia se dio el gustazo de coger un candado para inmovilizar sus manos. En cuanto se apartó para dejarla expuesta, las seis negras pudieron ver que aparte de las argollas ya visibles, tenía dos aros gruesos en los pezones y multitud de anillas muy finas en el coño, así como en otras partes de su cuerpo. La obligó a abrir la boca y las esclavas comprobaron horrorizadas que también tenía anillas en la lengua.

-Cada uno de los aros y marcas que lleva es una mujer a la que he tenido que renunciar. -Explicó Bestia mientras pasaba su enorme dedo por las zonas más sensibles de su propiedad. Las negras se fijaron sobretodo en su coño. Lo tenía sin un pelo y lleno de anillas. No sabrían decir cuantas. - Por eso le pidió 10.000 dolares por cabeza a vuestro amo, estaba segura de que se echaría para atrás.

La dio la vuelta.

-No, por favor, eso no- suplicó Bella.

Bestia apartó su hermoso pelo negro y las seis esclavas pudieron ver nitidamente las marcas del látigo en su blanca piel. Algunas era cicatrices viejas, otras recientes. También tenía un marcado de hierro que dejaba bien claro quien era su dueño.

-Ponte de rodillas -Ordenó Bestia.

Las plantas de sus pies no eran los que esperaban encontrarse en una señorita. Estaban llenos de heridas y cicatrices que dejaban bien claro que la chica llevaba tiempo yendo descalza por tierras, caminos y vete a saber que más. También distinguieron marcas de cigarrillos.

Bestia encadeno sus pies al suelo. Amordazó su boca e hizo lo mismo la argolla de su cuello. Bella no podía mover ni defenderse. El negro salió de la cabaña.

Las seis negras no sabían que hacer. Estaba claro que la señorita, Bella, la blanca, había pasado por un auténtico infierno, y aunque sentían curiosidad, no se movieron del sitio. Bestia no tardó en llegar trayendo consigo un gigantesco Mastín. La bestia, muy acostumbrada, saltó encima de Bella, clavó sus garras en ella, y se la follo como si fuera su hembra ante el espanto de las seis negras presentes.

-Yo no soy tan amable -Aseguro Bestia- Así que buscaros a un buen negro para que os meta un bebé en la barriga.

 

 

Bella apenas pudo dormir en la enorme cama de su habitación. Se pasó toda la noche dando vueltas, intentando lidiar con el dolor que sentía en su joven cuerpo y comiéndose la cabeza. Su entrepierna la ardía y el simple roza de la ropa en sus pezones le permitía ver las estrellas. Recordar que la habían orinado encima la daba tanto asco que tenía que aguantar como podía las ganas de vomitar, aunque se decía una y otra vez que había sido su culpa por no estar a a la altura de lo que pedían de ella como hembra. Quizá por ser demasiado joven... Quizá por ser una blanca. No lo sabía.

La noche se hizo eterna pero al fin los primeros rayos del sol se hicieron paso por las persianas de su habitación.

Estaba deseando ir a la cabaña. De eso era de lo único que estaba totalmente segura. No quería quedarse embarazada, eso era todo, el único motivo real que tenía para visitarlo. No quería quedarse embarazada.

Saltó de la cama y se dirigió a su enorme armario ropero. Selecciono un precioso vestido azul muy atrevido, pues dejaba los hombros al aire. Nunca hasta ahora en los seis meses que lo tenía guardado se había sentido segura para usarlo, pero ya no era la misma del día anterior.

Se preguntó cuánto tiempo tardaría Bestia en arrancárselo y su entrepierna se mojó. Sólo había que tirar un poco par dejar los pechos que tanto le habían gustado al aire. La imagen que reflejaba el espejo con sus pechos al aire no era exactamente de una señorita, pero no pensaba ponerse ropa interior. Así se lo había ordenado Bestia. No sabía muy bien que relación había entre no el tratamiento para no quedarse embarazada y no llevar ropa interior, pero no estaba dispuesta a desobedecer. Se tapo y selecciono medias y unos bonitos zapatos de tacón a juego con el vestido y que realzaban sus piernas dando la apariencia de que era más alta de lo que en realidad era.

Se pintó los labios de rojo, se puso algo de colorete, y se comenzó a cepillarse el pelo. Normalmente tendría la ayuda de las esclavas de la casa para estas cosas, pero esas cotillas hacían preguntas, y a estas alturas Bella se había dado cuenta de que no se estaba vistiendo para ir a la cabaña de un negro, si no para ir al encuentro de un amante. Su amante.

Ese pensamiento la mojó y al mismo tiempo la entristeció. Llevaba un año viendo como su... amante... (le costaba mucho pensar de forma consciente en Bestia como su amante) se acostaba con una negra detrás de otra en el granero. Negras todas ellas mayores que ella, con más pecho que ella, con más... experiencia que ella en hacer disfrutar a un negro. Agarró uno de sus botes de maquillaje y lo estampó contra el espejo, haciéndolo mil añicos.

Conocía de sobra las costumbres matutinas de todos los miembros de la casa. Su familia, compuesta de sus tres hermanos mayores y su padre, pues su madre murió al poco de darla a luz, estaban desayunando en el gran salón. Las esclavas negras estaban desayunando en la cocina o limpiando las habitaciones de los sus hermanos y señor padre. Los pocos esclavos que tenían permitido vivir en la casa hacía tiempo que estaban atareados con las tareas externas de mantenimiento.

El único que siempre comía sólo y apartado de todos era Bob el negro, el viejo mayordomo de la casa. Se comentaba que se acostaba con todas las criadas de la casa. Bella no lo comentaba, lo sabía seguro. Su padre así se lo aseguró, o por lo menos, lo hacía antes de la llegada a la edad adulta de Bestia. No era de extrañar, a pesar de su elevada edad, seguía robusto como un roble y fuerte como un toro. También se comentaba que era el verdadero padre de Bestia, pero eso nadie lo sabía seguro, ni si quiera su señor padre.

Bella llamó a la puerta de la habitación de Bob el negro. Nunca en toda su vida había estado más nerviosa. Ni más hermosa.

-¿Señorita? ¿Qué la trae por aquí?

Lo preguntó como si no lo supiera. La dulce fragancia, el vestido, el maquillaje. La joven ama iba a reunirse a escondidas con un amante. Y sabía de sobra que amante. Él conocía el secreto de Bella. La había visto con sus propios ojos espiando varias tardes en el granero a Tres piernas con sus furcias mientras se tocaba pensando inocentemente que estaba alejada de la vista de todos. De todos, menos de él, que iba todas las tardes a hacer exactamente lo mismo.

-Necesito un favor, Bob. ¿Puedo entrar?

Inmediatamente se sintió como una estúpida. Esas cosas se ordenaban, no se pedían.

-Claro -dijo Bob- Esta en su casa.

Bob cerró la puerta cuando pasó la joven ama y se deleito la vista mientras la joven ama se sentaba en su cama.

-He roto el espejo de mi habitación, Bob.

-Su señor padre se va a disgustar cuando se entere, señorita. Ese espejo perteneció a su madre. -Bella guardó silencio. Bob no se preguntó porque no le echaba la culpa a una de las esclavas negras de la casa, conocía bien a la joven ama. -¿Por qué lo has roto?

-No me gustaba lo que se reflejaba en él.

Lo entendía. Era demasiado joven y demasiado blanca para Bestia. Podía vestirse y maquillarse, pero esa era la realidad por mucho que intentara esconderla.

-Sé donde podemos encontrar otro igual. -Comentó Bob el negro restando importancia a lo que la señorita acababa de hacer- El único problema es el dinero.

-Tengo algo dinero ahorrado y...

Se quedaron callados los dos como tontos. Bob se situó delante de ella al cabo de un rato. Tenía que reconocer que Bella olía estupendamente, y hacía tanto tiempo que no había una mujer en su habitación. Y más aún la última adolescente que pudo disfrutar.

-Puedes decirme claramente porque estás aquí, Bella.

-Quiero que me lleves a un sitio...

-A un sitio sin que se entere nadie, salvo nosotros dos.

-Yo puedo pagarte y...

Bob se acercó a la joven dama y tiró de la fina tela de su vestido para dejar sus jóvenes y hermosos pechos al descubierto.

-Claro que me vas a pagar. -mencionó con una sonrisa en la cara.

Se la follo con las ganas de un hombre al que invitan a un gran banquete después de llevar meses, años a pan y agua. Era el coño más delicioso en el que había entrado nunca. Al contrario que Bestia, o Tres pierna, él no tenía ningún problema en que fuera una cría. Al contrario, esa eso precisamente lo que le gustaba por encima de todo.

Y que la chica no dijera ni mu. Tenía que reconocer que Bestia la había enseñado bien. Se la estaba follando con toda la dureza del mundo y la joven no había emitido sonido alguno. Se corrió tres veces dentro de ella antes de darse por satisfecho. Bob no tenía tantos escrúpulos como Tres piernas.

Bella sabía que algo no estaba bien, que la sustancia viscosa y blanquecina que rebosa de su coño no debería de estar ahí. Pasó un dedo por su coñito y lo saboreo. Tenía el mismo sabor que la pasada tarde inundó su boca. Exactamente el mismo.

-No pasa nada. En cuanto la vieja bruja te trate, no te vas a quedar embarazada por mucho que nos corramos Tres piernas y yo dentro de ti.

Bella sólo puedo sonréir.