miprimita.com

El juguete del portero (1)

en Sadomaso

-¿Os vais? -No hacía falta preguntarlo. Las maletas en la calzada no dejaba lugar a dudas, pero siempre se pregunta esto o alguna memez parecida.

-Vamos a pasar las fiestas esquiando. Toda la familia, menos la mayor. Ella se queda aquí, con sus amigas... Y su novio.

-Ya es una mujer -respondí con la mejor de las sonrisas.

-Sí -respondió el resignado. -Ya es toda una mujer

Pude escuchar perfectamente la bronca que mantuvieron la noche anterior. Sara sólo tenía planes desde hacía dos días, pero para ella eran los suficientemente importantes como para dejarlo todo por ellos. Mire a mi alrededor.

-¿Ni si quiera va a despedirse?

-No.

El padre cerró de un portazo el maletero y se metió dentro del coche. Su esposa y su otra hija, un adolescente de quince años, salieron al poco. Iba de morros, sin entender porque su hermana podía quedarse y ella no.

-Ya es una mujer. -Respondió la madre. -Y actúa como tal.

-Sólo quiere follarse al imbécil de su novio.

Me reí ante el comentario de la pequeña, diciendo en voz alta lo que todos los adultos pensábamos. La madre hizo caso omiso del comentario.

-No creo que le moleste en todas las fiestas, pero si surge algún problema...

-Aquí estaré, vecina, no se preocupe. No tengo ningún otro sitio al que ir. -El padre dio un bocinazo y la madre reviso las cosas. Volvió de nuevo al chalet. -Siempre hay olvidos de última hora -Comente con la pequeña.

-Aún no lo han hecho.

-¿Hacer qué?

-Follar. Mi hermana aún es virgen.

-¿Cómo lo sabes? -pregunte para seguirla el juego.

-La tengo prohibido incluso que se toque-respondió sin más -Mi hermana es mi esclava. Es una perra de lo más sumisa. -No podía creerme lo que la niña me estaba diciendo- No va a estar con ningún novio, porque no hay ningún novio. La he ordenado que espere a su nuevo amo sin salir de casa. ¿Y a qué no adivinas quién es?

Si esa chica mentía, que se dedicara a jugar al póquer. Ni si quiera pestañeaba mientras me miraba a los ojos

-¿Y por qué harías algo así? -Pregunte incrédulo

- Podría entregarla a cualquier desconocido, a un vagabundo o un sidoso -declaro sin miramientos. -Follatela, escupela, pegala, azotala, orínate encima de ella... Me da igual lo que hagas con ella -Se sacó del bolsillo y me dio el mando a distancia de un consolador -Las llaves que abren sus piernas -Me dijo con una sonrisa.- Ella me pidió que la entregara a un hombre, cualquier hombre. Lleva tres años comiéndome el coño y ahora quiere comer poya.

La madre ya salía de su casa cuando murió la conversación. Nunca me habían importado mucho mis vecinos. Nuestra relación se limitaba simplemente a un hola y adiós cada vez que nos encontrábamos y pedirlos sal de vez en cuando. No tenía ni la menor idea de como se llevaban las hermanas, pero me todo escuchar semejantes palabras de una niña de 15 años. Me quede para verlos partir, y aunque completamente descreído, debo reconocer que eche un vistazo al reloj y al interior de su casa. Dentro estaba la mujer más bonita de toda la ciudad, completamente sola. Como un gilipollas, camine hacía su casa mientras acaricia el mando

Sara no tardó mucho en abrir la puerta. Era pelirroja, de melena larga y suelta, con los ojos azules, alta y esbelta, de buenos y generosos pechos naturales, pero no demasiado exagerados. Y lo más importante, con 18 años recién cumplidos. Estaba vestida con una camisa y un pantalón negros, y cubría sus pies con unas zapatillas de andar por casa.

-Supongo que tu madre ya te lo ha dicho, pero si necesitas cualquier cosa, estoy ahí.

-Si, lo ha hecho.

Asentí.

-Esta bien. Pero supongo que no nos vamos a ver durante todas estas fiestas.

-No...

-Estarás en casa de tu novio y todo eso. -Sara no movió un músculo -Esta bien, feliz Navidad.

-Feliz Navidad

Active el vibrador a toda potencia sin la menor esperanza. Nada ocurrió. Estaba claro que la hermana me había gastado algún tipo de broma macabra. Me despedí de mi objeto de deseo y seguí con mis quehaceres, odiando con toda mi alma al hijo puta de su novio y a la desgraciada de su hermana. La ira me consumía mientras comía a solas en mi casa, y pensaba que ella estaba abriéndose de piernas para un otro. Y decidí vender mi alma al demonio para tener esa misma oportunidad. Fue un pensamiento frugal, algo que se me paso por la mente y nada más, y a lo que no le di demasiada importancia.

Ya me había ido a la cama cuando los timbrazos me despertaron. Sara estaba aporreando mi puerta. Algo había sucedido, un accidente de tráfico por lo que pude entender, en las montañas. Algo sobre niebla y hielo, y el coche caído por un acantilado. La chica no paraba de llorar. La abrece para consolarla y me alegre, con toda mi no alma. No quería ir corriendo a ninguna parte en mitad de la noche. Entendía que Sara lo deseara, pero yo tenía otros planes para ella

-Eso es lo que me han dicho mis amigas y mi novio. -me grito- Por eso he venido corriendo aquí.

-Yo no soy ninguna de las dos cosas. ¿Quieres ir? Pues que te lleven ellos, sus padres, o llama a un taxi. Yo no voy ahora porque no es el mejor momento para ir.

-Le prometiste a mis padres...

-Que si había algún problema, aquí estaba. Y aquí estoy, pero no pienso hacer las cosas como te salga de lo ovarios.

Esto la molesto de manera visible.

-No puedes dejarme ir sola. -me dijo con un hilo de voz

-Ya eres una mujer, y las mujeres toman sus propias decisiones. Como quedarse en casa, por ejemplo, en lugar de ir a pasar las vacaciones con su familia. -Hizo un intento patético por abofetearme. Agarre su delicada mano con la mía -Iremos mañana. -Comente- Es eso o te vas tú sola.

-Por favor, se lo suplico. No me deje sola. Yo... No tengo a nadie más.

-No voy a dejarte sola. Pero ahora no es el momento.

-¿Y no hay alguna manera de qué una mujer... pueda convencerte?

Sara estaba mirando al suelo cuando lo dijo. Yo tarde unos segundos en reaccionar, preguntándome porque no me había ofrecido dinero alguno, o si simplemente tenía la mente trastornada.

-¿De verdad crees qué voy a estar en condiciones de ir contigo a ninguna parte tras echarte un polvo?

-Yo no quería decir eso... yo...

-¿De verdad? -La retorcí el brazo, entonces caí en la cuenta- ¿Qué otra cosa tienes que ofrecer si no tienes que tener un euro en tu casa?

-Me haces daño -Solté su brazo y ella se lo acarició para aliviar el dolor

-Será mejor que vuelvas a tu casa, en la mía no hay sitió para los dos.

-No puedo volver a mi casa... Por favor, déjeme pasar la noche aquí.

La deje pasar. Mi casa era pequeña, una habitación para dormir, una pequeña para los trastos, una cocina, un baño, una especie de salón y para de contar. Se entraba directamente de la calle al salón, y de este a las habitaciones y al patio Sara se quito el abrigo largo que llevaba y los zapatos de tacón. Seguía vistiendo la misma ropa que por la mañana.

-Supongo que querrás darte un baño antes de dormir. Y cambiarte de ropa. Dame las llaves, iré a tu casa a por ello.

Me las dio sin la menor vacilación y me fui derecho a su casa. Se me hizo curioso pasar a una de las casas más grandes de la ciudad sin el menor esfuerzo. No tuve demasiados problemas para encontrar su habitación. Un ordenador, peluches por aquí y por allí, un color rosado en las paredes. Escogí una camisa, unos vaqueros, también un pijama negro y luego vino lo difícil, su ropa interior. Hurgar en los cajones de la ropa interior de una jovencita me la puso dura. Quería hacerme una paja en sus bragas de algodón y luego entregárselas. Entonces pensé un momento. ¿Había vendido mi alma para esta mierda? ¿Por qué no había aceptado su ofrecimiento? Cuando volví a mi casa, espere pacientemente a que Sara terminara su baño. Había dejado toda su ropa fuera. Me fije que se había puesto un conjunto interior negro, muy bonito. Era lógico, estaba preparada para perder la virginidad esta misma noche. Salió cubierta con mi albornoz.

-Aquí tienes, tu ropa. Para hoy y para mañana. -Ella la cogió -¿Sigue aún en pie la propuesta?

La lleve a mi cama. Allí la quite el cinto y deje al descubierto su impresionante cuerpo desnudo. Lastima que las luces estuvieran apagadas y no se viera un carajo.

-No esperes grandes cosas. Soy nueva en esto.

Me desnude y y la penetre sin más. Una y otra vez. Estaba descargando mi lujuria de años en ella. Tenía la sensación de que me estaba tirando una muñeca hinchable, pero no me importo. Era el coño más deliciosamente estrecho que había probado nunca. No voy a mentir, disfrute como un cerdo. Era la primera vez que me acostaba con una mujer sin importarme una mierda si disfrutaba o no, y me sentó de maravilla.

-Y ahora vamos a dormir. -dije -Puedes hacerlo en el sofá

-Pero yo creía... El trato era...

-Te advertí que no iba a estar en condiciones tras esto.

-Eres un...

La pegue una bofetada.

-Puedes irte con tu novio, a mi no me importa.

-No puedo verles la cara nunca más... maldita sea -me dijo llorando.

-Entonces vete a dormir y déjame en paz.

-¿Podemos... al menos dormir juntos esta noche?

-¿Quieres dormir junto al hombre que te ha tomado?

-¿Tan difícil te resulta entender que no quiero pasar la noche sola, maldito hijo de puta?

Volví a pegarla, esta vez una bofetada de verdad.

-Haz lo que quieras, pero que sepas que duermo desnudo

No tuvo ningún impedimento. Vino al poco, vestida con el pijama que había escogido para ella y se metió en la cama, dándome la espalda. Y yo di rienda suelta a mi ritual antes de dormir...

-¿Qué haces?

-Masturbándome -aclare

-Pero si acabas de...

-Vivo aquí sólo desde hace años. Me pajeo unas doce veces al día.

-Eso no me la habías contado... -estaba indignada

-¿Y qué voy a decirte? Oye, voy a pajearme antes de dormir. Si, si, ya sé que te he echado un polvo, pero lo voy a hacer de todas formas.

-He estado horrible, ¿Verdad?

-Se aprende con la práctica. -dije de forma indulgente.

-¿Quieres... volver a hacerlo?

-¿Hacer qué?

-Acostarte conmigo. -me soltó algo molesta

-Ya estamos acostados.

-Sabes de sobra a lo que me estoy refiriendo

-Dilo, no pasa nada

-¿Quieres volver a... follarme?

-Si, al fin y al cabo es un poco mejor que hacerse una paja.

La di la vuelta con suavidad, no era cuestión de tener prisas, y me puse encima de ella.

-Vuelve a pedírmelo

-Follame -dijo sin titubeos- Haz conmigo lo que quieras.

Baje un poco sus pantalones y entre en ella. Este segundo polvo fue mucho más suave. Y ahí me quede hasta que decidí salir para volver a entrar. Me gustaba sentir su carne rodeando mi poya. Al final decidí avivar un poco el ritmo hasta que supe que ella se había corrido.

-¿Quieres otro?

-Sí, no te pares.

Volví a clavársela hasta el fondo. Sara necesitaba follar, no pensar en lo que había ocurrido durante el día. Perdí la cuenta de cuantas veces me la tire esa noche.

Nos despertamos cuando un idiota aporreo la puerta por la mañana temprano. Sara se asusto en un primer momento. Y se asqueo. Pude verlo reflejado en su rostro. No me he descrito, tengo sobre unos 50 años muy mal llevados de todo lo que he trabajado. No tengo ningún tipo de atractivo y trabajo de portero en la urbanización. No era precisamente lo mejor para ver por la mañana. No pude aguantarlo, pero tenía cosas más importantes que hacer. Me puse unos calzoncillos y unos pantalones mientras ella me miraba y fui a abrir la puerta. Era mi jefe, el presidente de la comunidad para la que trabajaba. Me echo un vistazo de arriba abajo.

-No te has presentado al trabajo.

-Se me ha olvidado poner el despertador. -Era mentira, lo había apagado durante la noche de pasión- De todas formas voy a tener que pedirle dos días libres. Tengo asuntos privados que atender.

-¿Y se puede saber que asuntos son esos? -Echo un vistazo y se fijo en los zapatos de tacón -¿Alguna mujer?

-Pase, al fin y al cabo te vas a terminar enterando. Sara, tenemos visita. - Ella estaba en el sofá. La había dado tiempo a vestirse, pero despeinada como estaba y con sus lindos pies al aire, dejaba bien claro que había pasado la noche en mi casa. -Anoche la llamaron. Sus padres han... Ha pasado la noche conmigo, como puede ver, y hoy pienso acompañarla.

-¿Ha dormido aquí? -pregunto el presi, para dejarlo claro

-No quería ir a su casa -respondí. -Ha dormido en la cama y yo en el sofá.

-¿Con los vaqueros puestos y sin mantas? -Comento el presi mientras miraba el salón -Y además...

Estaba haciendo gestos raros con la nariz. Los dos apestábamos a sexo salvaje, seamos claros. Sara había tenido la precaución de cerrar la puerta, pero eso no significa que el presidente no metiera sus narices en la misma. Apestaba a coño. Yo me había sentado junto a ella, y de una manera extraña terminamos cogidos de la mano.

-Te has aprovechado de ella -Afirmo sin ni siquiera mirarnos

-Sara no podía parar de llorar, fui a consolarla y paso lo que paso. -Comente- Ya es mayor de edad, por si no lo recuerdas.

-¿Por qué viniste aquí, Sara? -pregunto el presi.

-Es el único hombre soltero que conozco -Esta declaración la hizo parecer una auténtica perra en celo ante nuestros ojos. -No quería ver a ninguna familia y no tengo familiares cercanos -dijo deprisa y corriendo.

Pero había algo bueno de todo esto. El pulso de Sara se acelero y sus manos comenzaron a sudar. Pero no estaba enfurecida. Me agarro la mano con más determinación. Estaba pasando una vergüenza tremenda, no por mi, si no por que nos habían descubierto.

-Ya, y te abriste de piernas para él.

A veces se me olvidaba lo hijo de puta que podía ser este hombre. Quería partirle la cara a hostias, pero era mi jefe. Y para Sara estaba representando el papel de padre.

-Disculpe, la chica no quería pensar en nada la pasada noche, no hay más. Estar conmigo fue lo mejor que la pudo pasar, pues mientras follábamos, no creo que pensara en nada. Al fin y al cabo, con una poya así de grande entrando y saliendo de su cuerpo no se puede pensar en nada. Díselo Sara, dile lo bien que te lo pasaste. Al fin y al cabo lo esta oliendo. -Me tome un momento de descanso- Nunca pensé que una chica tan guapa como tú pudiera soltar semejante peste. Estoy convencido de que si abro esa ventana todo el vecindario podrá olerlo.

No estaba dispuesto a representar el papel de novio. Yo era su amo y señor, y ella no era nada más que un juguete para mi. Si quería follarla, humillarla o degradarla era asunto mío y de nadie más. Por cierto, me di cuenta en seguida que los halagos a sus fluidos más íntimos fueron la peor parte de todas. Caí inmediatamente que debía tener un complejo enorme con ello

-¿Es eso cierto, Sara? -Preguntó el hijo de puta. -¿Querías simplemente pasar un buen rato para no recordar?

Sara se tomo su tiempo en contestar.

-Sí. Eso es lo que quería y...

-Adelante Sara, díselo. -la anime.

-Me lo pase muy bien. -Termino diciendo.

Esto dejaba a Sara como una guarra total. Sus padres recién muertos y ella disfrutando como una perra del sexo, con un hombre al que apenas conocía y que la triplicaba la edad.

-De acuerdo entonces -dijo mi jefe- Pero no vas a ir con ella a ningún sitio. Ahora estoy de vacaciones y puedo llevarla yo mismo. Sara esta ahora mismo muy impresionable, y no creo que lo mejor para ella sea estar contigo por muy bien que se lo haya pasado contigo.

-¿Y cuándo tengas que consolarla, qué piensas hacer? ¿Dejar que llore? ¿Follártela? Te recuerdo que estás casado.

-Y yo que su padre era íntimo amigo mío. No pienso dejar a Sara con un degenerado como tú que solo piensa en acostarse con ella.

Lo de íntimo lo había exagerado, pero bueno.

-Cualquier tío en 10 kilómetros a la redonda sólo piensa en acostarse con ella. De todas formas, no eres su padre, porque su padre esta muerto. -Sara apretó aún más fuerte mi mano- ¿Qué es lo que quieres hacer?

-Esto no es una democracia. Se viene conmigo.

-Pero tú estas casado. -comentó Sara. -¿Y si nos pasa algo?

-No va a pasar nada.

Pero la chica estaba aterrada, como era natural. Temblaba de miedo mientras abrazaba con fuerza mi cuerpo. Incluso había puesto sus piernas encima de mi.

-Ya has hecho suficiente- Le dije- Estas casado, tienes una familia que depende de ti. Nosotros solo nos tenemos al uno al otro.

-Te doy esos dos días de descanso, Víctor.

-No los quiero, quédate con tu maldito trabajo de mierda.

-¿Y dónde vas a ir, si no tienes donde caerte muerto?- Mi jefe sería un hijo de puta, pero no era ningún imbécil. - Sara es joven y guapa, y sus padres tenían dinero. Trátala como tu perra particular durante unos días, porque pronto pasara de ti, y yo te tendré donde quiero, bajo la suela de mi zapato.

El muy hijo puta se fue y nos quedamos solos. Sara todavía temblaba de miedo.

-No pasa nada. -Comencé a acariciarla el pelo- El coco ya se ha ido.

-Me estoy comportando como una niña.

-Es normal, eres una niña aún. -Aproveche para acariciar sus delicados pies desnudos. En seguida descubrí que tenía cosquillas.-Una niña de lo más guapa.

-Las niñas no hacen lo que hice anoche -me dijo por lo bajo y se separo un poco de mi. Se había puesto en una posición interesante, a cuatro patas con las piernas recogidas y encima del sillón, con los pechos colgando – Era mi primera vez y... ¿De verdad apesto?

-Tanto como disfrutaste cada vez que entraba y salía de ti. -Es decir, una barbaridad.

-Yo... Lo he intentado todo, pero huelo. -ahora la estaba acariciando la cara, los labios... -¿Seguro que quieres seguir acostándote... conmigo?

No fue capaz de mirarme a los ojos. Estaba desabrochando el primer botón de la camisa y el segundo, y el tercero...

-¿Es eso lo que de verdad te preocupa, qué si quiero seguir follándote?

Y el cuarto y el quinto, y metí la mano por debajo de su camisa para sobar sus magníficos pechos. Ella asintió con la cabeza.

-Eres una guarra a la que la encanta que la follen y abusen de ella -La retorcí el endurecido pezón y de su boca salió un sonido entre un gemido y un grito de dolor. Seguí sobando su pecho mientras sacaba mi poya al aire. La agarre del pelo y puse su cara encima.- Mira como apesta. ¿Sabes de quién es la culpa? De la guarra que me tire ayer.

Mientras me comía la poya, palpe su entrepierna. Estaba empapada. Puse dos dedos horizontales en la entrada y Sara comenzó a mover sus caderas de forma instintiva. Entonces me di cuenta de que algo no iba bien. La tire al suelo.

-No quiero que también me apestes el salón, guarra. -Ella estaba jadeando, mirándome, sorprendida. La abofetee fuertemente por su impertinencia -No vuelvas a mirarme así ¿Lo comprendes?

-Si - dijo ella.

-Bien, ¿Y lo otro?

-También.

-Acompáñame, vamos a un sitio más adecuado. Y espero que no haga falta que te diga como caminan las perras.

Cuando se puso a cuatro patas en el suelo la baje los pantalones, dejando su culo al aire. No íbamos a la habitación. La llevaba a la puerta de salida. Ella me seguía a cuatro patas complemente dócil. Cogí uno de sus zapatos de tacón y se lo coloque en la vagina, de forma tal que iba recogiendo todos los líquidos de esta-

-Para que no me manches el suelo con tu peste.

El otro se lo clave en el culo a tapón anal. Sara dio el mismo grito que con el pezón, solo que aumentado. Ahora íbamos a la habitación. Fue fácil para ella no tirar el zapato pues solo tenía que arrastrar las piernas. Cuando llegamos, el líquido que había recogido era abundante. La obligue a que se lo bebiera. A continuación decidí romperla el culo, y para ello coloque una esponja en su vagina, no era cuestión de apestar aún más la habitación. Por supuesto, derrame hasta la última gota en su boca. Terminamos los dos agotados en la cama, abrazados.

-¿De verdad le comías el coño a tu hermana? -pregunte en ese momento tan íntimo

-Olía y sabía estupendamente -declaro con toda la sinceridad del mundo- Ni te llegas a imaginar lo que llegue a hacer para que me dejara hacerlo.