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La hija del juez

en Sadomaso

Era un día importante para ambos, pues por fin había llegado el día en el que Babas iba a ser presentada en sociedad. Estaba ansioso por llegar, pero paseábamos sin prisa por una calle medio vacía. En cierta forma, me gustaba lucirla, aunque ninguna de las personas que nos vieran podría pensar que a mi lado caminaba poco más que un desecho humano. Para notar eso, había que acercarse un poco más, tocarla.

Por ejemplo, acariciando su pelo se podía notar la cantidad de veces que me había corrido en él, que me había orinado encima de él, o que simplemente lo había utilizado para limpiarme el culo después de cagar. O mirando dentro de su bonita boca, pues mi semen y el de mi perro inundaban el interior de su bonita boca. O fijándose en que el colar de cuero que adornaba su lindo cuello no ere precisamente de los que se pondrían los humanos. O notando las dos argollas que colgaban de sus pechos y que el vestido a duras penas podía disimular. O simplemente dándose cuenta de que las piezas de metal de sus finísimos tobillos y muñecas servían para algo más adornar.

El escenario que había escogido para su presentación era un pequeño retrete público en una estación de metro. Sentada en él encadene su mano a la barra, me orine encima del vestido amarillo que llevaba puesto y la obligue a derramar encima de ella el semen que tenía en la boca. La amordace con un juguetito especial para que no pudiera hablar, pero de tal forma que si alguien quería mearse dentro de ella o follarse su boca, pudiera hacerlo con total libertad. La deje lista para que la usaran como quisieran. Y así lo hicieron, como pude luego comprobar con gran satisfacción.

Pero empezaré por el principio. Hace unos años yo era un hombre con ciertos problemas y una habitación para alquilar en un edificio medio abandonado que a nadie parecía interesarle. Y ella era una chica con ciertos problemas y sin ningún sitio para reguardarse. Me ofreció el uso de su cuerpo como pago.

  • Sólo hasta que encuentre trabajo.

  • ¿No estarás enferma?

Ella respondió con una sonrisa. No, no lo estaba. Era una chica preciosa, morena y joven, más alta que yo y de magníficos pechos. Pero no me dejo tocarlos. Ni una caricia, ni un beso. Sólo metérsela. Y yo, tonto de mi, lo hacía dulce y suavemente Así estuvimos durante unos días todas las noches. Se iba por la mañana y regresaba por la noche. Yo la preguntaba si había encontrado trabajo y ella negaba con la cabeza. Y la hacía el amor en la cama que la había prestado. No hacíamos más y me iba con una sensación de vacío difícil de explicar. La razón de por qué huyo de su casa no tardó en hacerse clara. Fue el tercer domingo que pasamos juntos cuando note sus vómitos matutinos. La chica estaba embarazada del maldito bastardo que la había desvirgado.

  • Es mi hijo y mi hermano.

No nos dijimos nada en todo el día, no hacía falta. A duras penas podía asimilar lo que me acaba de decir. Pero cuando volví a su habitación por la noche le pregunte lo que me estaba comiendo desde la mañana.

  • ¿Por qué yo?

  • No creo que él vuelva a tocarme tras entregarme a ti.

Fui especialmente despiadado con su coño. Era la primera vez que sentía la necesidad de hacer daño a una mujer mientras me la estaba follando. Y también fue la primera vez que ella gimió de verdadero placer mientras estaba debajo de mi.

  • ¿Vas a tenerlo?

  • No creo en el aborto.

Esa noche nos cambió un poco a los dos. Al fin supe como hacerla disfrutar. No la gustaba delicado, suave y lento. La gustaba duro, fuerte y rápido. Y note que todo iba bien porque ahora me recibía por las noches completamente empapada y preparada. Y también me dejaba quedarme algo más de tiempo tras terminar de follarmela. Y me entere de más cosas. No salía buscar trabajo, encontrarlo nunca había sido su intención. Salía de casa todas las mañanas y se escondía arriba, en el trastero. Y no salía hasta que llegaba la tarde para volver a mi de nuevo.

  • A partir de mañana quiero usar tu boca, y tus pechos, y tu culo, y tus piernas... Quiero usar todo de ti.

  • No. No pienso darte más de lo que ya tienes.

  • Entonces no vengo más.

Durante el tiempo que estuvimos sin hacerlo, note que intentaba seducirme, llamar mi atención. No era demasiado sutil en sus formas. Insinuaciones de que se iba a su habitación, miradas mientras estábamos cenando, salir con un albornoz tapando su hermoso cuerpo del cuarto de baño...

  • Necesito que me folles.

  • Ya conoces las condiciones. Quiero disfrutar de tu cuerpo.

  • ¿No te basta simplemente con lo que te doy hasta ahora?

  • Te quiero completa. Soy un hombre ambicioso.

  • No puedo darte lo que me pides.

  • Lo harás. Lo estás deseando. Esto – La dije mientras metía mis dedos en su húmedo coño – lo esta deseando.

  • No lo entiendes. No puedo dártelo. Tienes que tomarlo. Tienes que hacerme tuya.

  • Ya eres mía.

  • Pertenezco a mi padre.

  • Pero yo...

  • No me ames... No necesito que me ames. Papa ya me amaba demasiado.

No estaba demasiado seguro de que significaba exactamente lo que me acaba de decir, así que retire mi mano de ella. Nuestra respiración estaba acelerada y era plenamente consciente de que lo que ocurriera a continuación era crucial para la vida de ambos. Comencé a deshacer el nudo del cinto que tenía el albornoz.

  • No, espera, no puedes...

Cruce su cara de una hostia y su labio comenzó a sangrar. Nunca jamas había pegado antes a una mujer. Pero mi polla palpitaba demasiado como para sentir cualquier otra cosa que no fuera la urgencia de ver su cuerpo desnudo al fin. Se notaba perfectamente el estado en que se encontraba, pues ya estaba de seis meses. Puse mis manos sobre sus hermosos pechos y empece a sobarlos sin ningún tipo de consideración hacía su propietaria.

  • ¿Esto lo que quieres

No respondió, pero no hacía falta. Su cuerpo lo hacía por ella. Tenía los pezones increíblemente duros. Pero no iba a conseguir lo que quería de ella con simplemente esto. Agarre su pelo y no pare de tirar de él hasta que la tire al suelo. Y me pajee encima de ella. Mi semen salpico su cara y sus hermosos pechos. Una parte de él se mancho con la sangre que aún corría por su labio

  • ¿Es esto lo que quieres? ¿Qué te trate como una mierda?

  • Mi padre ya me trataba como una reina. Si quisiera eso, seguiría con él. Cada vez que entrabas en mi habitación al principio me recordabas a él.

  • ¿Y después?

  • Al amo que necesito tener.

No hablamos más y durante un tiempo yo reprimí todos mis instintos. Fue la llamada de mi ex la que nos despertó de nuevo.

  • Viene la hija puta de mi ex con los niños.

  • ¿Van a quedarse aquí?

  • Nadie en su sano juicio se quedaría aquí.

Fue una reunión rara. Ella venía para presentarme a su nuevo marido, un hombre que había decidido que los críos, ya no tan críos, le estorbaban. Un hombre al que se le caía la baba cada vez que miraba a mi inquilina.

  • No puedo quedarme con ellos. No sería justo para ella.

  • Son tus hijos. Ella sólo es una extraña

  • Hace tanto tiempo que no los veo que ya son extraños ante mis ojos.

  • Ya les dije una vez que jamas contaran con su padre para nada, y veo que tuve razón.

  • No soy yo el que quiere echarlos de casa por un baboso que no para de mirar a mi inquilina.

  • Esa es otra... ¿De dónde has sacado a esta... ramera?

  • Es una mujer con problemas.

  • ¿Y vas a criar a sus problemas?

  • No lo va a criar, piensa darlo en adopción

  • ¿Y cómo has conseguido convencerlo para que te ayude con tu problema?

  • Sexo – Replique – A base se sexo – Me gusto la cara de envidia del baboso – Ella me deja disponer de su cuerpo libremente – Puse mi mano encima de su muslo descubierto a causa del vestido que había escogido para la ocasión – y yo a cambió la doy un lugar donde no la van a encontrar.

Sólo fueron unos pocos segundos los que pude demostrar hasta donde llegaba mi poder y su sumisión hacía mi, pero fue suficiente para que ella saliera asqueada y él empalmado.

  • ¿Así que querías que te tratara como una mierda?

La lance contra la mesa, la arranque las bragas y se la metí por detrás. Tampoco era territorio virgen, como pude comprobar. Pero no importaba. Estaba decidido a dejar de hacer el imbécil. Y cada gemido de verdadero placer que ella emitía reforzaba mis convicciones. Volví a tirarla del pelo para lograr que se arrodillara, pero esta vez no quería correrme encima de ella. Quería que usara su boquita y su lengua para limpiar la suciedad de mi polla. Lo hizo. Demasiado bien. Era una perra muy bien amaestrada. Ni si quiera note un gesto de asco en su cara. No tarde mucho en correrme dentro de su boquita. Pero no había terminado de jugar con ella. Algo en lo que no se me iba a poder adelantar ese bastardo. Use su pelo como si de una correa se tratara para llevarla hasta mi habitación y lo ate a uno de los barrotes de mi cama. La amordacé con un trapo que tenía por ahí y empecé a practicar la salvajada que se me había ocurrido. Fue difícil, pero al final logre meter mis manos completas en sus agujeros. (Nota del autor: No tengo ni la menor idea de si esto se puede hacer, así que mejor que no lo intentéis en casa :-). En ese momento, fue cuando al fin la sentí como mía, que al fin me pertenecía completamente para hacer con ella lo que quisiera.

  • Límpiame la sangre y la mierda.

Lo hizo con la mayor dulzura del mundo.