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La muñeca de sus padres (3) fin

en Sadomaso

Cumplí mi promesa. En esa habitación dormía, comía, cagaba, la cagaban, la follaban y la pegaban. Si la primera vez se había convertido en un retrete humano para los excrementos de los tres machos de la casa, y la segunda vez había accedido a ser anillada, ahora estaba perdiendo su identidad y su libertad.

Accedió a que los perros pasaran tiempo con ella. Graso error. Los animales al verse encerrados durante horas en la habitación con una hembra tan deseable, hicieron lo único que podían hacer, desahogarse con ella durante todo el tiempo posible. De esta forma, empezó a entrar un buen dinero en mi casa.

Pero lo que aterrorizo de verdad es que ella misma se dio cuenta de que la era imposible físicamente correrse a ser que la diera permiso. Así que a pesar de las eternas y brutales sesiones de sexo anal perruno a la que era sometida, pues su coño todavía seguía grapado, al final siempre siempre suplicaba para que la dejara correrse.

Y yo me cobraba mi precio, claro. Accedió a ponerse una mascara todo el tiempo que yo quisiera que la levara puesta, y desde entonces no se la había quitado. Esta la mantenía a oscuras y sin poder hablar, así que toda comunicación conmigo se reducía a que yo decía algo y ella pataleaba el suelo una vez para Sí y dos veces para NO. De esta forma no la podía ver la cara, pero no tenía ninguna importancia, pues lo único que me importaba de su cara era su boca para poder follarmela, orinarla o cagarme en ella. Una de las veces, me dio curiosidad por ver la mierda en su boca y la ordene que no se la tragara. Efectivamente, parecía un retrete. Me dio tanto asco que vomite encima de ella. Ella no se movió. Se quedo ahí, quieta, mientras el vómito recorría todo su cuerpo.

-Masturbate hasta que te corras.

La di su trozo de cuerda y ella inmediatamente se la metió a través de las grapas que llevaba y comenzó a rozarse las carnes internas de su vagina. No tardo es correrse como la cerda en la que se había convertido, aunque durante el proceso se le cayo la mierda de la boca. Hice que la recogiera del suelo y se la tragara, y todo lo hizo de forma tan natural, que me alegre.

-¿Sabes lo qué acabas de hacer? -Ella golpeó el suelo una vez- ¿Sabes cuántos días llevas aquí? -Dio dos palmadas- Voy a atar a los perros a tus pezones.

Esto significaba sencillamente que ataba la correa de los perros a los aros que llevaba colgando de las tetas, y estos tiraban de ellos, y no siempre en la misma dirección. A veces me preguntaba como era posible que aún los conservara. También resultaba interesante observar como se movían cuando se la follaban.

-Y no te preocupes, el día en que vuelva a usar el coño esta cerca.

Ella dio una palmada en el suelo