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El juguete del portero (4)

en Sadomaso

Mi dueño que ha pedido que cuente los hechos ocurridos aquel día con todo lujo de detalles, así como otras cuestiones de interés.

Ahora soy un mero objeto que solo existe para ser usado. No me queda ni una pizca de orgullo ni de personalidad. Lo primero me lo quitaron a base de golpes y lo segundo creo que jamas lo he tenido.

Era una adolescente coqueta y acomplejada que un día, por pasarme de lista, se puso cachonda perdida cuando un borracho abuso de ella. No entre en su casa por orden de mi hermana, lo hice para reírme de él. Para calentarlo y dejarlo. Pero ocurrió lo que ocurrió. Y desde ese día, solo desee que volviera a hacerlo. Para ello mentí, engañe y manipule a todo lo que me rodeaba.

Esa noche me había dejado atada en mi cama, en mi habitación, con toda la cara meada. No pude pegar ojo en toda la noche. Me asaltaron las dudas sobre lo que estaba haciendo, sobretodo porque lo estaba haciendo. ¿Era esta mierda lo qué quería de verdad? Pero todas las dudas desaparecieron cuando escuche la puerta y mi cuerpo se preparo para recibir a su legítimo dueño.

Él no lo ha dicho, pero se paso media noche durmiendo y media noche bebiendo. Estuvo salvaje y brutal. Y no paraba de llamarme Rosa. Yo me moría de celos cada vez que lo decía. De hecho celos es una de las pocas cosas que siguen conmigo. Tras contestarle se dio de donde estaba y lo que estaba haciendo. Pero no le importo.

-No ha sido una violación. Soy tu dueño y puedo hacer contigo lo que quiera -Dijo cuando terminó. -No quiero problemas en ese aspecto.

-¿Quién es Rosa? -Me comían los celos

-Eso a ti no te importa.

-Me has llamado Rosa. ¿quién? ¿También le haces lo mismo? -Le grite

-Es... el nombre que le he puesto a mi muñeca hinchable

-¿Una muñeca hinchable? ¿Me has confundido con una muñeca hinchable? -Mi dueño no dijo -Me muero de celos por una muñeca hinchable.

-Así de patético soy.

-No quiero que vuelvas a tocarla nunca más.

Iba a abofetearme la cara, pero se lo pensó. Terminó ensañándose con mis pechos, golpeándolos, sobándolos, apretándolos con fuerza, tirándome de los pezones, mordiéndolos diciéndome que no era nada, que no era nadie, y que desde luego no le decía lo que podía o no podía hacer. Y yo me corrí como la perra que era. Me dejo allí olvidada todo el día. Me orine y me cague encima. Estaba sedienta y hambrienta cuando regreso a mi habitación. Traía comida y agua en un plato para perros.

Me soltó y mi cuerpo supo lo que debía hacer. Le bese los pies. Lo primero era mi dueño. Siempre mi dueño. Yo, no era nada

-Puedes comer ahora.

Cuando recupere las fuerzas, lo hicimos en la cama de mis difuntos padres. Me follo el culo como se lo follaba a Rosa, es decir, sin contemplaciones de ningún tipo. Atada de pies y manos, formando una cruz. Y tirándome del pelo.

Al fin pude bañarme y apañarme. El agua caliente me sentó de maravilla. Apañarme, asearme, cuidar de todas y cada una de las partes de mi cuerpo. Salí del baño únicamente con mi albornoz puesto y unas zapatillas. Mi dueño estaba en el piso de abajo, hablando con su jefe.

-¿Sara, puedes venir? -Baje por las escaleras mientras ambos me observaban. Mi dueño me tendió la mano y yo la acepte inmediatamente. Me pegue a su cuerpo.- Todo va estupendamente, como puedes ver.

-¿Es eso cierto, Sara?

-Sí -Conteste sin la menor pizca de duda en la voz- Todo va bien.

-Nos vamos a casar.

-¿De verdad? Sara, te saca cuarenta años.

Nos besamos delante de él. Un beso de tornillo. Mi dueño me metió la lengua hasta el fondo.

-Ha estado ahí cuando le he necesitado. Para mi eso es suficiente.

-Esta bien -dijo al finalmente-Que seáis felices.

Se marchó por la puerta.

-Nos vamos.

Ni si quiera replique que estaba en albornoz. Subí al coche sin hacer preguntas. Me llevo hasta el sex shop. No estaba vacío, un par de hombres estaban allí.

-Bonita perra llevas contigo. -gritaron

Me pusieron delante un contrato. Pasaba a ser un mero objeto, sin más. Me explicaron que no tenía validez legal, que solo era un pacto entre mi conciencia, yo y mi nuevo señor. Lo firme

-Desde ahora puedes hacer con ella lo que te de la gana, muchacho.

-Ya lo hago, amigo mío, ya lo hago.

Me follaron entre los dos y luego se unieron a la fiesta los dos hombres que había en la tienda. Utilizaron indistintamente mi boca, mi ano y mi vagina. Alternaron posiciones e incluso llegaron a penetrarme tres de ellos al tiempo.

Ese fue el inicio de mi nueva vida.

Y ya esta. Recordar que todo esto es pura ficción.  Seguramente lo deje aquí porque he llegado más lejos de lo que quería en un principio y ya no voy a tner tanto tiempo libre, pero si queréis que lo continue cuando pueda, no tengo problema con ello.