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La niñata 4

en Sadomaso

Seguí registrando su móvil para comprobar que no me había mentido, sólo aparecían fotos de chicas. Eso me alegro y al mismo tiempo... Bah, me eche un trago, no quería pensar mucho en eso. Mire la carpeta de fotos que ponía familia. Un padre más joven que yo, madre, una hermana mayor y que estaba cañón. No tan buena como la chica de la dispensa, pero no me miraría ni en cien años.

Seguí mirando fotos más recientes. Sólo aparecían amigas y tonterías varias. Hasta que al fin llego la foto con su coche, y algo que me libro de golpe de todas mis preocupaciones... La muy hija de puta se hizo un selfie justo antes de atropellar y matar a mi querida esposa.

Al fin decidí sacarla del encierro al que la había sometido. Vi con agrado que la muy perra no había podido aguantarse y se había hecho todas sus necesidades encima. La dispensa apestaba como nunca. La lave y adecente un poco el sito y a ella con la fregona y el cubo que había traído para la ocasión.

-Tengo muchísima sed.

-Hay tienes agua. Bebe lo que quieras. -Dudo- Vamos, te has metido en la boca ya cosas peores. O quizás lo que quieras sea...

Me saque la polla y ella de forma casi inmediata se la metió en la boca como una glotona.

-Lo siento, el grifo esta seco. -Ella me miro sin terminar de entender. Yo la mostré de nuevo el cubo de fregar los suelos. -O quizás prefieras hacerlo directamente del retrete, a mi me da igual.

Escogió el retrete. La hice caminar a cuatro patas usando su pelo como correa hasta un pequeño aseo donde había un retrete maloliente. De todas formas, estaba tan sedienta que metió su linda cabeza dentro y se puso a beber. La di un poco de placer rozando sus labios vaginales mientras lo hacía. Se habían vuelto muy sensibles, por lo que puede comprobar. Note que la gustaba que metiera mis dedos en ella a pesar de lo embarazoso de la situación. Pensé que no pasaba nada porque se corriera de gusto estando como estaba, así que la masturbé fuertemente hasta que lo hizo al cabo de un rato. Limpie los jugos de su corrida con papel higiénico, y me dispuse a hacer la primera transformación a mi perra, depilar su coño. No es que lo tuviera muy peludo, pero se lo deje sin un sólo pelo. Ella dio un respingo de sorpresa. No lo entendía. Tenía un coño limpio y muy bien cuidado. Trato de explicarme inútilmente que se pasaba horas a la semana para tenerlo así.

La metí la escobilla que utilizaba para limpiar el retrete, de buen mango, y la moví un poco por su interior para asegurarme de que quedara bien resbaladiza. A continuación, se la clave en el culo y coloque un peine redondo y eléctrico en su coño.

Volvimos a caminar. La diferencia esta vez es que tenía que llevar las piernas bien abiertas para que las púas del peine no la hicieran daño en sus delicados muslos. En la habitación, había una bata rosa, y unas zapatillas de andar por casa que habían pertenecido a mi mujer.

-Pontelo. Y no te quites nada de lo que te he puesto. -A mi mujer jamas le sentó también aquella bata. Como era mucho más alta que mi esposa, dejaba sus rodillas al descubierto y con el peine clavado en su vagina parecía que tenía más rabo que yo- Vamos.

-¿Dónde vamos?

-A fuera.

-¿Así? No... No puedo salir así.

-Claro que puedes. Y vas hacerlo.

Me acerque a ella y se defendió de forma instintiva, pero su resistencia duro entre poco y nada. La quite el nudo de la bata y le enseñe en el espejo lo que llevaba clavado en el culo.

-No eres una mujer, eres algo menos que una mierda.

La obligue a que sujetara la bata y mirara mientras magreaba sus pechos a mi antojo. Técnicamente era como si me estuviera ofreciendo su cuerpo para usarlo como me diera la gana, cosa que ya había hecho, pero se lo estaba demostrando. La coloque de manera que se viera reflejada en el espejo mientras continuaba el maltrato a sus pechos. Y lo hice desde atrás, de forma que sólo viera mis manos, la cara de perra que estaba poniendo y la enorme polla negra que tenía entre sus piernas. La conecte y los fluidos de su coño no tardaron mucho en gotear y poner pedido el suelo. En ese momento acerque unas tijeras abiertas a uno de sus pezones

-Harás lo que yo te ordene, por las buenas, o por las malas.

Estaba tiritando de miedo mientras su coño no paraba de ponerlo todo perdido. Se había corrido otra vez. Comencé a chupar y mordisquearla los pezones, y tan fuerte tire que aún no entiendo como no se lo arranque. Ella únicamente contestaba con jadeos. Recorte las muy cuidadas uñas que tenía, tanto de sus manos como de sus pies y al fin cerré de nuevo la bata. Quizá esto parezca poca cosa, pero para una dama como ella fue un golpe durísimo a su orgullo, y aún más duro a su feminidad

-Lo harás. -La dije mientras la acariciaba el cabello. Ella, por toda respuesta, se volvió a correr.

Salió por la puerta principal de mi domicilio, tal y como estaba, con dos bolsas de basura, una a cada mano. No era muy tarde, y había algo de gente en la calle. Lo que mi perra no sabía era que salir con una bata puesta en mi vecindario es algo común. Pero eso lo suelen hacer las viejas y mujeres más maduras, no chiquillas de 18 años con un cuerpo de escándalo. Irremediablemente, atrajo las miradas de los pocos que pasaban por ahí.

Se podía sentir la vergüenza que estaba pasando, era algo físico. No mostraba nada ni se la notaba nada, de hecho cualquier chica que se cruzara con ella iba con mucha menos ropa y mostrando mucho más, y por supuesto, la había dejado el coño y culo libres. Era el hecho de ir con ropa no usual lo que la estaba avergonzando.

No sólo tenía que ir a tirar la basura al otro lado de la calle. También tenía que ir a un abierto 24 horas, a comprar cerveza, algo de fruta, como zanahorias, pepinos y demás, algunos llaveros, revistas guarras, a la farmacia a comprar condones, una prueba del embarazo, a la tienda de animales, a comprar un collar de perra y otros utensilios de adiestramiento, y a una tienda de bricolaje para comprar pinturas y demás utensilios útiles.

Podía haberse escapado, ir a la policía, volver a su casa, pero el sentimiento de culpa que tenía encima era demasiado grande. Regreso en un par de horas. Había recorrido todo el barrio tal y como estaba para disfrute de todos los hombres y escándalo de todas las mujeres. No podía imaginar como se había sentido ni que la habían dicho, pero por la cara que traía, no lo había pasado nada bien. Según entró la casa, soltó la compra y se hizo un ovillo en el sofá. Pero no había acabado con ella. Me acerque a ella.

La agarre del pelo. Ella grito. La puse la mano en la boca y utilice mi fuerza para llevarla hasta la mesa poniéndome encima de ella mientras ella no paraba de patalear. Ate su pelo a los barrotes de la escalera para que no se me escapara.

-Ábrete la bata y sácame la polla.

Sus manos no paraban de temblar mientras abría mis pantalones y bajaba mis calzoncillos. Yo estaba duro como una piedra. A continuación, deshizo el nudo de la bata y me mostró su increíble cuerpo desnudo.

-Agárrate a los barrotes de las escalera, esto va a doler.

Lo hizo con calma, despacio. Tan despacio que pensaba que nunca iba a llegar el momento. Al fin entre dentro de ella. Se corrió como una cochina en cuanto sintió mi polla dentro. Yo me reí y la humille todo lo que pude mientras me la follaba salvajemente. La dije que normalmente cuando las mujeres eran violadas, no se corrían al sentirla polla de su violador dentro, que eso sólo lo hacían las perturbadas y las muy guarras. También la dije que las damas y las jovencitas no disfrutan siendo violadas ni entregándose a viejos degenerados. Ella no contesto nada. Estaba siendo forzada y su cuerpo lo estaba disfrutando, pero no podía abandonarse al placer. Lloraba y me suplicaba que parase. Como respuesta, cambié de agujero. Su culo había dilatado un poco, pero seguía siendo increíblemente estrecho. También la dije que a partir de ese momento su nuevo nombre iba ser Comemierda. La bautice corriéndome y orinándome en su cara. Ah, y viole la boca de Comemierda a placer. La obligue a masturbarse mientras lo hacía.

Me fui a beber un poco de cerveza fría mientras Comemierda trataba de asimilar lo que la había pasado. Se había tapado con la bata y seguía sentada en la misma mesa que había pasado todo. La acaban de violar por los tres agujeros de su cuerpo y tenía que quedarse al lado del hombre que lo había hecho. Es más, lo había disfrutado.

-¿Quién te ha dicho que te puedes tapar, comemierda?

La pegue y metí mi mano en la bata para manosear de nuevo sus pechos. Por un instante, me pareció atisbar algo de odio en su mirada. Pero en seguida fue superado. Se abrió la bata y me puse a manosearla ambos pechos. La empuje de nuevo contra la mesa y ella se agarro a los barrotes de la escalera.

-Veo que sabes perfectamente quien es tu amo. -La metí la lata de cerveza fría en la vagina. El líquido inundo su coño y en seguida reboso.- Mira que te gusta meterte cosas grandes. Es increíble como te corres, Comemierda

La coloque la correa que ella misma había comprado y la lleve a cuatro patas hasta el garaje. Allí la volví a desnudar, la corte su largo cabello hasta el punto de que parecía un chiquillo, y la teñi el pelo de rubio. Con la pintura negra escribí sobre su estómago su nuevo nombre, así como deposito de semen en el coño. Perfore sus pezones y vagina con una aguja para poder colgar los llaveros todo cutres y horteras que había comprado, aunque sólo me interesaban las anillas, a decir verdad. A continuación la lleve de nuevo a la habitación para que se viera ante el espejo. Fue incapaz de reconocerse.

-Vamos, Comemierda, deja de mirarte y vente a la cama.

Ella dudo, pero termino haciéndolo. Se tumbo encima de mi y sin decirla nada, se metió mi polla. Se corrió de puro gusto en cuanto la sintió dentro, y eso que ni si quiera la tenía dura.

-¿Te gusta?

-Me encanta.

-Pues si quieres más hazte una paja, que yo ya no estoy para trotes hoy.

Ella no lo entendió así. Se puso a comerme la polla. La abofetee para que me dejara en paz, pero eso sólo logro que me la chupara con más ganas. Volví a pegarla, ella se detuvo, subió por todo mi cuerpo y pensé que iba a volver a besarme. Se introdujo mi polla flácida en su coño y empezó a follarse lentamente. Poco a poco me fui reanimando, el polvo se volvió más intenso, esta vez sí, nos besamos como dos malditos enamorados.