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De niña a perra cap 3

en Grandes Series

Dedique el resto del día a revisar sus cosas. En la maleta a parte de su móvil encontré un diario. Empecé revisando las fotos por pura curiosidad y el diario lo leí por puro morbo primero, y porque pensaba utilizar para mi propio gozo cualquier cosa que encontrara dentro del mismo.

No volví a ver a mi perra hasta esa noche. La encontré hecha un ovillo en un rincón del sótano. Me miro con miedo. Había intentado lavarse la mancha de pis del vestido blanco, pero no había salido muy bien. Cerré la puerta y me dirigí directamente a dejar la comida que había traído en la nevera.

-Aquí tienes algo para que comas. Supongo que estarás hambrienta por el ejercicio físico del día.-No dijo nada. Le enseñe su diario.

Su rostro reflejaba ira, vergüenza y conocimiento. Me senté en la cama para observar mejor como asimilaba el hecho de que conocía toda su vida y sobretodo sus más íntimos secretos, aquellas cosas que nunca jamas le había contado a nadie, bien por vergüenza, bien por miedo o bien porque no tenía a nadie a quien contárselos.

-Sabía que lo leerías

-¿Quién ha dicho que lo he leído?

La mentira me salió natural. En mi trabajo 9 de cada diez palabras que digo son pura mentira. Su rostro se alegro, y reflejo una gran sorpresa y enorme alivio por su parte, pero solo duro un momento.

-Estas mintiendo. ¿Cual es tu juego?

-¿Qué me das a cambió de devolverte el diario sin leer?

La perra me entendió perfectamente. Quería que se humillase como ya lo hizo en el avión, solo que esta vez en lugar de ser yo quien llevara la voz cantante, fuese ella la escogiera escogiera como sería. Y no estaba dispuesta a pagar el precio aun

-No voy a darte nada por un diario que ya has leído

Miro hacía la ventana. Quería hacerme creer que no la importaba pero su cuerpo gritaba otra cosa. Había estirado las piernas y la mano que pensaba que no veía jugaba discretamente con el borde de su falda. Empecé a leer la primera página.

-”Hoy me ha venido la regla por primera vez”

-No sabes ni nombre, no sé porqué te interesa saber mi vida privada.

Me grito hecha una furia. Por un momento pensé que iba a levantarse y venir a golpearme, pero se contuvo

-Es cierto. No me interesa saber tu nombre y no me interesa saber de ti nada más que eres mi perra. Pero mal amo sería si no jugase con mi perra.- Volví a leer la fecha y la frase en voz alta. Ahora era consciente de que sabía cuando le había llegado su primera regla, la edad y el día, un secreto que solo conocían ella y sus padres, y ahora yo.- Esto me recuerda que debo comprarte anticonceptivos, no queremos que te salga barriga y desde luego no pienso utilizar preservativo jamas.

Se removió incomoda en el suelo. De un plumazo la estaba haciendo recordar algunos de sus más profundos temores. Unas cuantas de las entradas del diario hablaban sobre la posibilidad de quedarse embarazada muy temprano, de que el preservativo fallase, de practicar el sexo con desconocidos sin protección alguna.

Eran miedos completamente racionales. Según pude leer, conocía al menos a diez veinte que se habían quedado preñadas la primera vez que habían tenido sexo. Puede parecer un número exageradamente grande, pero en realidad no lo era. Mi perra había sido educada en un colegio de monjas y solo para señoritas. Conocía todos los casos habidos y por haber en lo referente a los embarazos, desde la chica a la que le practicaron un aborto, hasta la chica que decidió quedárselo y casarse con el padre, pero en ni uno solo de ellos el final era feliz. También había conocido a chicas que habían contraído enfermedades de los más variadas e incluso a chicas que habían sido infectadas con sida. Las monjas creían ciegamente en que si llevaban chicas enfermas por practicar sexo, o chicas que habían quedado embarazadas a la primera o muy jóvenes, a sus alumnas se les quitaran todas las ganas de andar jugando con chicos.

Estaba observando como entraba dentro de ella todos sus miedos juveniles al mismo tiempo, como se reprochaba a si misma haber hecho todo aquello que se juro una y mil veces no hacer jamas. Pero al mismo tiempo también estaba observando como se daba cuenta del enorme poder que tenía sobre ella ahora mismo. Y sabía que eso la excitaba. Ya me había dado muestras de que la gustaba que la humillasen, que la forzaran, que ejercieran cierto control sobre ella y la excitaba el miedo. La lectura completa de su diario no hizo más que venir a confirmarme todo esto. Y lo que es más importante, también me dijo las causas de todo eso.

Deje que mascara tranquilamente el plato que la acababa de ofrecer.

-¿De verdad no has leído has leído el diario? ¿Me das tu palabra?

-Si- Había esperanza en sus ojos. Pobre niña imbécil, pensé.- Te doy mi palabra de que no lo he leído.- Mi palabra no vale una mierda, pero no pensaba decírselo.- ¿Cual es el pago que piensas ofrecerme para que te lo devuelva?

La chica se levanto, se arreglo el vestido, se quito las zapatillas y camino hacía mi hasta estar al alcance de mis manos. Se bajo las bragas delante de mi. Se agacho para abrir mi bragueta y saco mi polla al aire. Empezó a follarla hasta que se puso dura como una piedra. Y se clavo la polla en el culo al tiempo que se sentaba en mi regazo. No pudo reprimir un pequeño gemido de dolor. Era normal, hacía muy poco que le habían desvirgado por detrás, y ahora solo tenía un poco de saliva como lubricante. Coloco una mis manos en su pecho y la otra en su coño. Me había concedido por pura voluntad el control total sobre su cuerpo.

Esta vez no fue suave como en el avión o en mi cama, fue duro y salvaje. Tenía a la perra agarrada de abajo y la subía y bajaba como si se tratara de una puta muy bien entrenada. Sabía de sobra porque estaba haciendo lo que estaba haciendo. Se había prometido a si misma que nunca iba a practicar el sexo anal con ningún hombre, así como que jamas se iba a masturbar delante de nadie, o por lo menos, no se iba a dejar masturbar por nadie. En realidad la lista de cosas que pensaba hacer en temas sexuales era el coito con su marido y a oscuras, y la felación solo si su marido se lavaba la polla delante de sus ojos y con muchos reparos.

Y ahora la tenía encima de mi gimiendo de dolor. Estuvimos así un buen rato. Ella se corrió primera, pude notar sus fluidos corriendo por mi mano y por mis muslos muslos. Hay fue cuando se inclino un poco hacía mi. Quería que la besara. En cierto modo también era una humillación, pues las putas no besan a nadie, pero conocía otra mejor. La escupí a la cara mientras la seguía dando por culo. El escupitajo no tardo en manchar su vestido blanco, cerca de la mancha de pis. Cuando sentí que iba a correrme la tire al suelo y me mire la polla. Estaba llena de sangre y mierda.

-Mira como me has puesto la polla, guarra. Vas a tener que aprender a limpiarte el culo mejor. -Ella me miro con odio pero sabía que estaba más caliente que un volcán en plena erupción. - ¿Vas a dejar la polla de tu amo así, perra de mierda?

Dicho y hecho gateo un poco y se la metió en la boca. Comenzó a Lamer y succionar como si es fuera el único propósito para el que había venido a este miserable mundo. Yo no había terminado aun con su coño. Me quite el zapato y empecé a acariciarlo con el calcetín puesto y todo. Cuando me corrí, ella retiro su boca, pero no se movió hasta que le llego un nuevo orgasmo. Retire mi pie de debajo de su falda. Cogí el diario y arranque de él la página que había leído delante de ella.

-Esto no era el trato

-Te he dicho que te iba a devolver el diario, no como te lo voy a devolver. -Me miro con ira infinita pero yo me fije en sus pies. Los estaba acariciando uno con el otro, con mucho disimulo. Eso significaba sencillamente que estaba cachonda perdida ante la decisión que había tomado.- No me mires de esa forma, perra. - La di una hostia que la tire al suelo. Grito de dolor.- Abre la maldita boca.

La orine encima de nuevo, pero esta vez apunte a su boca y a su pelo. La perra dio arcadas y movió la cabeza de un lado para otro, como haciendo ver que no tragaba una mierda. Pero sus pies se acariciaban con mucho menos disimulo que antes y en ningún momento intento rodar para ningún lado. Estaba convencido de que la paja que se iba a hacer cuando saliera por la puerta iba a ser descomunal. Cogí las zapatillas y las bragas y me las lleve conmigo.

La deje a solas con sus cosas, pues yo tenía mucho en que pensar. La lectura de su diario me había abierto los ojos en muchas cosas con respecto a ella que acababa de poner en práctica. Siempre había sido una perra en busca de amo, por decirlo de alguna manera y al fin lo había encontrado.

Su diario era mucho más que una sucesión de hechos. Contaba con todo lujo de detalles todas sus travesuras, sus pensamientos y sus más perversas fantasías, al mismo tiempo que la culpa, el miedo, el asco y su educación la impedían disfrutar de ellas. Según contaba , una de las primeras ocurrencias que tuvo después de tener la primera regla era ir descalza por la escuela. Me imagine el uniforme del colegio de monjas. Faldas largas, camisas largas, ocultando todos sus atributos femeninos. Así que mi perra se acostumbro a ir descalza de aquí para allá, porque quería dejar algo al aire. Y lo que era más, se acostumbro a darse placer placer con ellos. Se acariciaba la pierna y los acariciaba entre si. Las monjas solo se fijaban en lo que hacía con sus manos, y ella se daba placer con los pies a la vista de ellas. Muy lista mi perra. Pero lo contaba como algo degradante, asqueroso y sucio, un vicio que tenía que quitarse. Así que cada vez que se descubría así misma haciendo, se azotaba un poco por las noches. Por supuesto, azotarse llego a producirla placer, así que intento pellizcarse, golpearse y unos cuantos remedios más. Pero no solo no había conseguido quitarse el vicio, sino que le habían salido unos cuantos más por el camino.

También me gusto la parte que relataba como perdió la inocencia, que no la virginidad, con un hombre. Puse la foto en su móvil para hacerme a la idea. Ella tenía 14 años y medio y era una preciosidad. El anciano tendría 64 y era el jardinero de su casa.

 

“Hoy he sufrido uno de los mayores accidentes de mi patética vida. Estaba caminando descalza por el césped de mi jardín cuando he visto como me miraba el cochino del jardinero. No me quitaba los ojos de encima el muy puerco. El degenerado me recorría con su mirada de mierda y llena de lujuria de arriba abajo. Y mi maldito cuerpo, lejos de ayudarme, se ha puesto cachondo. Soy una maldita puta. Me he corrido como una puta porque un hombre que podría ser mi abuelo me estaba mirando. Me he tirado inmediatamente a la piscina en cuanto lo he notado para disimularlo, le rezo a Dios para que el muy cochino no se halla dado cuenta”

 

“El muy hijo de puta se dio cuenta perfectamente de lo que me paso ayer. Hoy, cuando me he atrevido a ir a la piscina, se ha acercado para decir que tenemos que charlar. Le he contestado que no tengo nada que hablar con él, y él me ha dicho que conoce mi secreto y que si quiere, se lo puede contar a mis padres. Así que he accedido a ir con él y me ha obligado a hacerle una puta paja”

 

“Ya es la tercera paja que le hago y el muy puerco asegura que cada día que pasa las hago mejor. Yo la verdad es que no se que pensar, simplemente le agarro la polla, se corre casi al instante, y me dice que me valla que ya hemos terminado por hoy. ¿Es eso una mejora? Pero para empeorar las cosas, me he tocado pensando en él y que lo hacíamos y me he puesto perdida. Tiene 64 años y estoy pensando seriamente en tener relaciones carnales con él en caso de que me lo pida. Maldita sea, tengo que librarme de él antes de que se convierta en un vicio que no pueda quitarme como lo de los pies y los azotes”

 

“Hoy el muy puerco me ha obligado a quitarme el bikini y se ha corrido encima de mis tetas. Debería de haber sentido algo, asco, furia, indignación, placer, lo que sea, pero me ha resultado completamente indiferente. Simplemente me he limpiado el semen de mis pechos con la mano y lo he restregado contra la pared”

 

“El muy asqueroso del jardinero me ha dicho que hoy me lo tenía que tragar, que estaba harto de correrse fuera de mi. Le he contestado que no es lo suficientemente hombre para obligarme a tragar su puta mierda. La verdad es que no sé de dónde he sacado las fuerzas para decírselo, pero se lo he dicho. Él ha amenazado con pegarme y contárselo a mis padres, pero por alguna extraña razón no era yo la que estaba allí, sino la otra, la puta guarra que se corrió viendo como la observaba el jardinero y que había decidido que no era lo bastante para ella. Le he soltado que se lo cuente, total, yo solo me corrí, pero el me ha obligado a hacerle pajas. Se ha quedado blanco del susto”

El jardinero se equivoco completamente, la tenía que haber tomado y se acabo, pero no tuvo el valor suficiente para ello y nunca lo tendría, y en cuanto mi perra lo supo, se acabo todo para él.

A la mañana siguiente me levante un poco más temprano de lo habitual. Quería hacer realidad una de mis grandes fantasías y que diablos, ahora tenía a una perra para poder llevar a cabo lo que me diera la gana . Baje desnudo al sótano

Estaba durmiendo en el catre que tenía por cama. El vestido blanco y las pocas cosas que la pertenecían estaban recogidas a un lado del mismo, así como los restos de la comida que había devorado en la noche. Me gusto ver que comía, era muy mala señal si no me comiera saludablemente. Me acerque a verla. Dormía como un ángel.

La despoje muy despacio de la sábana que cubría su hermoso cuerpo para comprobar que la chica dormía como dios la trajo al mundo, pues ese era mi propósito inicial. Me puse con cuidado encima de la cama y la desperté de un hostión.

La perra aulló de dolor y antes de que pudiera entender que estaba sucediendo, me tenía encima y penetrándola a la fuerza.

-No, por favor, así no... Para, para, por favor...

Solo necesitaba un brazo para agarrar los dos suyos, así que tenía la mano libre para abofetearla libremente.

-Calla, maldita perra. Ya sabes cual es tu lugar en esta casa.- La solté una hostia

-Haré todo lo que tu quieras, pero no me violes, por favor, por lo que más quieras... AAAaaaaaahh

Estaba al borde del llanto mientras la penetraba una y otra vez. Finalmente me corrí de nuevo dentro de ella y la deje libre. Ni que decir tiene que mi polla estaba llena de sangre, jugos vaginales y restos de semen. Cuando se sintió libre se acurruco como si fuera una niña pequeña. Estaba tiritando de miedo y sangraba por el labio y la vagina.

Empecé a acariciarle los pies, a darles un pequeño masaje, con lo que mi perra se fue calmando poco a poco.

-Claro que vas a hacer todo lo que yo quiera, perra. ¿Y sabes lo que quiero que hagas ahora?

La perra sintió y metió su cabeza entre mis muslos