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El juguete del portero (2)

en Sadomaso

 El tiempo se nos estaba echando encima. Cuando salí del baño, vestido con las escasas ropas buenas que tenía en el armario, Sara estaba en el sofá, y solo llevaba encima las bragas negras, el sujetador negro, y las medias negras, a pesar de que no se había terminado de secar, mientras miraba indecisa el resto de su ropa. Yo me preguntaba si lo estaba haciendo a posta para ponerme cachondo de nuevo

-¿Por qué dudas tanto? Los vaqueros apestan, bien lo sabes. -A pesar de todos mis esfuerzos, había sido imposible que no terminaran manchados.

-Es lo que lleve ayer. -Sara era un coqueta, al parecer -Y los zapatos...

No se había atrevido ni a tocarlos. El juguete sexual aún seguía en la alcoba.

-También llevabas esa misma ropa interior -comente -y no te ha importado volvértela a poner.

Ella bajo la cabeza. La había vuelto a humillar, pero no sabía el porqué. Me acerque a ella y me senté a su lado. Sara se había puesto a jugar con su pie

-¿Quieres decirme que te pasa?

-Es la primera vez que estoy en... Pensé que te iba a gustar más que...

Las bragas blancas y el sujetados blanco que yo había elegido.

-No iba a ir a tu casa y escoger las bragas más guarras que encontrara, claro esta. -Ella no dijo nada- Pero no deberías estar así, ya deberías estar vestida. Ponte lo de ayer, es sólo hasta que lleguemos a tu casa y puedas elegir otra.

-No quiero entrar en la casa. Todavía no.

Me di cuenta que no dijo mi casa, sino la casa. ¿Por qué no la consideraría suya? Era la única propietaria

-Entonces tienes que ponerte esto -señale la ropa negra- Y los únicos zapatos que tienes.

-Pero los zapatos... -La agarre con fuerza del pelo y tire su cabeza para atrás -Me haces daño -No, no grito.

-La que quieres ir eres tú, no yo. ¿Quieres ir? Póntelos, pero no pienso comprarte otros.

-Esta bien -dijo ella.- Me pondré lo que tú quieras.

La perra se había vuelto a poner cachonda. Podía notarlo en su voz y en sus pezones marcados. Lo malo de esto es que yo también estaba duro como una piedra. Sabía lo que debía hacer.

-Quítate las bragas, guarra. -Ella lo hizo mucho más deprisa de lo que yo creía -Ponlas delante, sácame la poya y hazme una paja con esas manitas tuyas que Dios te ha dado.

-Yo pensaba qué...

La tire más fuerte del pelo. Ella emitió su gritito entre el dolor y el gemido

-Tú no piensas. Hazlo. -No tarde mucho en mancharlas con un goterón de semen y orina. La quite el sujetador y lo restregué por su vagina -Ahora póntelo, y vístete.

Fui al dormitorio mientras ella seguía mis instrucciones al pie de la letra. El detalle de los zapatos de tacón negros le dio lustre al conjunto. Sólo me faltaba un único detalle final, algo que no se notara mucho pero ambos supiéramos. La escupí en la cara.

-Rebózate el escupitajo por el pelo.

Cuando salimos de casa, nadie podía poner en duda que Sara era una auténtica dama, y yo desde luego no podía dudar de que era una auténtica guarra.

-Mira -Me dijo ella- Allí están mis...

Eran sus amigas y amigos, tres chicas y cuatro chicos. El que más deprisa venía corriendo tenía que ser su novio. Lo confirme cuando la abrazo con fuerza

-Te echado mucho de menos -declaro- No sabía que había pasado contigo. -Era alto, joven, guapo, con el cuerpo lleno de músculos... Un micropene y nada de cerebro. -¿Estás bien?

Sara no contesto, así que hable yo por ella.

-¿Te ha contado lo qué ha pasado?

-No, salió corriendo ayer y... ¿Quién eres tú?

-Soy su amigo -dije sin más. Los otros acababan de llegar. -Sara ¿estas bien?

-No -afirmo -No estoy nada bien. Sácame de aquí por favor.

-Lo siento, pero no quiere veros, al menos por el momento.

-¿Pero por qué? -Pregunto una de las chicas.

-No me corresponde a mi decirlo. -Mire un momento a Sara con su novio, y tuve que contener las nauseas -Sara, llevamos prisa. Tenemos que irnos ya.

El abrazo se rompió y el novio la cogió de las manos.

-¿Por qué? ¿Qué pasa?

Sara siguió sin contestar.

-Lo van a saber tarde o temprano, así que ármate de valor y díselo. -Sara no terminaba de hablar, así que me acerque a ella y le pase el brazo por el cuello. El novio soltó sus manos enseguida.- No pasa nada -Volví a repetirla.

-Os presentó a mi esposo. -Dijo mientras me cogía de la mano. Si un rayo hubiera caído en ese momento entre nosotros, ni nos hubiéramos enterado- Ahora mismo vamos a firmar los papeles. No tengo más que deciros.

Supe exactamente lo que la chica intentaba, ahorrarlos el conocimiento y el dolor de la verdad. No me parecía bien, pero no era asunto mío. Los chicos se empezaron a reír, todos menos el novio, claro

-¿Con este vejestorio? -pregunto el novio

-No te consiento que le faltes al respeto, Carlos.

-¿Cómo? ¿Qué no me consientes que...? ¿Llevamos un año saliendo y ahora me vienes con esas?

-Ni si quiera nos hemos besado, Carlos. Piensa en ello. ¿Por qué crees que era?

Las risotadas eran tremendas

-No me lo puedo creer. Entonces, ¿Todo lo nuestro?

-Una farsa para engañar a mis padres. Lo siento. Tenerte de novio era la única manera de que me dejaran quedarme aquí y...

-Y la llame para que viniese a pasar la noche conmigo, como esta planeado. -termine la frase por ella. -Hemos estado toda la noche juntos, tú ya me entiendes.

El hecho de que Sara vistiera exactamente igual que la noche anterior ayudaba bastante a entender la situación.

-Te la ha dado bien -dijo uno de ellos -Será mejor que nos vayamos.

-Yo no me voy a ninguna parte hasta saber que esta pasando.

-Que tengo una poya así de grande y se usarla -Anuncie.- Y tú no tienes ni los huevos necesarios para besarla.

-Estaba esperando, como ella me pidió.

La bese delante de todos. No un pico, un beso con lengua y baboso. Sara se derritió en mis brazos.

-Tenemos que irnos.

-Si -dijo ella.

-Te ha quitado a la chica, chacho.

-Nunca fue su chica- Le corregí.

Monte a mi “mujer” en el coche y arrancamos el viaje.

-Gracias -me dijo al cabo de un rato -Por seguirme el juego.

-No hay de que, pero van a terminar enterándose.

-Son amigos de él, no míos. No quiero volver a verlos nunca más.

-Pues a la rubia no me importaría volver a verla.

-¿Vanessa?

¿Eso era celos?

-¿Así se llama?

-Sí -Confirmo

-¿Te gustaría comerte su coño? -No dijo nada -Creo que debe de saber de pu...

-No soy lesbiana -dijo con más firmeza de la que me hubiera imaginado- Por si no te has dado cuenta me gustan las... poyas. Y lo que los hombres hacen con ellas.

-¿Te gusta que te empalen, he? -Ella no contesto. Eso me dio una idea -¿Que tal tu trasero?

-Aún me duele. -Reconoció -Más que mi vagina

-Pues será mejor que te acostumbres pronto, no pienso dejar de darte por culo simplemente porque te duela un poco. Me lo he pasado bien esta mañana y se que tú también. La esponja estaba llena, como si te hubieras orinado.

-Creo que me he orinado -dijo al poco.

-¿En serio? Pues te lo has bebido con gusto. -Volvió a agachar la cabeza. - De todas formas, creo que debemos de comprar un tapón anal para que lo lleves puesto para que sea más fácil. Ni si quiera a las prostitutas de pago me dejan que se la meta entera por detrás, y yo te la metí hasta el fondo. -Ella guardo silencio- Eso solo lo puedo hacer contigo y con Rosa.

-¿Rosa? -Salto en seguida. Sí, eran celos

-Mi amiguita. Follamos regularmente y solo porque este casado no voy a dejar de verla.

Empezó a jugar con sus manitas. Estaba celosa perdida, y no sabía que hacer.

-No sabía que estuvieras saliendo con nadie

-¿Qué sabes de mi? Que soy el portero y que estoy soltero, nada más. Ni si quiera sabías que existía.

-Si lo sabía. -la mire un momento -Sí sabía que existías. -Reafirmo

-Nunca hemos hablado hasta ayer por la mañana. Si tenías algún tipo de interés en mi, podías habérmelo dicho en cualquier momento.

Seguía jugando con sus manitas.

-Sí, si que lo hemos hablado una vez antes.

-Me acordaría.

-Hace un año y medio mi hermana y yo te vimos entrar borracho en tu casa. -Esta vez el que guarde silencio fui yo- Ella me reto a que llamara a tu puerta y entrara si quería... Así que llame y me abriste la puerta.

-¿Y qué hice?

-Me dejaste pasar y... Me besaste como hoy... Y...

-Te sobe los pechos -dije- y la entrepierna. Llevabas minifalda. Me llenaste toda la mano de pringue con solo tocarte.

De eso sí que me acordaba muy bien. Sí, ahora recordaba la escena. Sara vestía una minifalda y una camiseta, y yo estaba borracho perdido. Hice algo más que besarla y sobarla un poco. También me había corrido en sus manitas y obligado a que se lo tragara

-Eras el primer hombre que lo hacía. Eres el único hombre que lo ha hecho.

Ahora entendía el porqué su hermana me había dado el mando.

-¿Cuándo ayer por la mañana llame a tu puerta...?

-El corazón me iba a mil. Deseaba que entraras y me lo hicieras tuya en mi cama.

-Y me lo dices ahora... -dije enfadado de verdad

-¿Cómo es ella? -comento ella al cabo de un rato

-¿Rosa? Un encanto de mujer, te va a encantar. Vais a ser muy buenas amigas.

-¿No te basto yo? -Era un ataque de celos- Es por que... No sé follar, ¿Verdad? Aprenderé

-¿Y acostarme sólo con una mujer que apesta cuando se corre mucho? No gracias.

Esto la hirió en su amor propio y se calló. En realidad, casi todas las mujeres que me había tirado tenían mucho peor olor, pero ya sabemos como son las adolescentes con sus complejos.

-Ya hemos llegado a nuestra primera parada del viaje

El Sex shop estaba un poco apartado, pero era el mejor sitio que conocía para ir a por material cochino. Además, el dueño era amigo mío de muchos años y tenía confianza con él. Camine con la mano puesta en el culo de Sara. Cuando me vio entrar con semejante mujer, se alegró de verdad por mi.

-Hombre, Benito. Cuanto tiempo. Y acompañado

-Pasa tío. Jorge, mi perra

-Me alegro por ti. Pero voy a echar de menos venderte vaginas de plástico.

-Ya, claro. Estoy buscando un collar para ella, una correa, un consolador y un vibrador con mando a distancia.

-Y un lubricante, supongo. Te gastas mucha polla. Mira como tienes a la pobre Rosa, ¿No querrás que ella termine igual?

-Por el momento nada de lubricantes.- anuncie.

Escogimos un collar de cuero pequeño y discreto, que no se podía quitar a menos que yo quisiera, un tapón que tenía la cola de una perra y un consolador pequeño y discreto con 5 velocidades, pinza para el clítoris y capacidad para descargas eléctricas de pequeño voltaje . Ni que decir tiene que se instalo todos los complementos delante de nosotros.

-¿No lleva el coño depilado? -Comentó Jorge

-Es mi perra desde ayer, aún no me ha dado tiempo a esos detalles

Cuando noto la pinza, lanzo ese grito que también conocía

-Esta buenísima.

-¿Te has empalmado? Sara, pon las manos así, en forma de cuenco.

Nos masturnamos los dos encima de sus manitas y vimos como luego se las limpiaba con la lengua.

-Es dócil -Afirmo Jorge -Y joven. Una gran perra.

-Sí. -Iba a pagar y de repente se me ocurrió -¿Tienes tarjeta de crédito, Sara?

Si, si que tenía. Compre a capricho por primera vez en mi vida hasta agotar el crédito.

-¿Una perra rica?

-¿No se nota? -dije entregando la tarjeta de crédito.

Volvimos al coche y arranque. Al cabo de un rato puse el vibrador al cinco.

-Para, por favor. Me voy a correr.

-¿Aquí? ¿En la cuneta?

-No -estaba desesperada- El vibra.

-¿En serio? Creo que te gusta.

-Si -Reconoció -Pero no puedo...

-¿Y qué me das a cambió de no verte como te corres en la cuneta?

-Lo que quieras. Te lo prometo. Pero por favor, para.

Lo pare. La siguiente parada del viaje fue en un restaurante de mala muerte en mitad de ninguna parte. Éramos los únicos clientes. Puse el vibrador al 3 durante la comida. Eso la puso cachonda, pero no la terminaba de correrse. El camarero notaba algo raro cada vez que hablaba con ella, pues solo se expresaba con monosílabos y yo hablaba por ella. Tampoco la dejaba de ir al baño a darse gusto. Entonces me entraron ganas de orinar.

-Ponte debajo de la mesa -ordene

-¿Aquí?

-Sí. Sólo esta el camarero y el mantel es muy largo.

-Por favor, no. Se va a dar cuenta. -me suplico

-Me lo debes. -La recordé -¿O eres una perra sin palabra? Puedo dejarte aquí.

Sara termino debajo de la mesa. Yo abrí bien mis piernas y enseguida note su boca trabajándome la poya. Cuando paso el camarero, la metí una pequeña descarga eléctrica. Se dio un cabezazo contra la mesa. Este se acerco para contemplar el espectáculo.

-Se la ven las piernas -comento

Pero yo tenía agarrada a Sara por la cabeza. Puse el vibrador al cinco y pase unas servilletas de papel debajo de la mesa. Eche una larga meada mientras la perra se corría como una loca. Abrí el mantel y el camarero, un joven imberbe, se puso en mi sitio. Y el cocinero, su padre y un gordo asqueroso, también. Sara no quiso salir de debajo de la mesa hasta que no se aseguro de que estábamos solos dos.

No había mucho que ver. Su madre estaba muerta, su padre muerto y su hermana había muerto. No tenían ningún seguro, ni de vida ni de entierro. No había casi dinero en la cuenta corriente y la casa estaba sin pagar.

-No puedo pagar los entierros. -Aclare. -Pondremos tu casa la venta, tampoco puedo con la hipoteca. Pasamos noche en el hotel y luego regresamos a casa.

Me metí en la cama doble donde deberían estar sus padres durmiendo. Sara dormía donde su hermana. No tenía ganas ni fuerzas de jugar con ella. No después de lo que había visto y ella no.

Sara vino en mitad de la noche. Llevaba el pelo suelto, el collar, la camisa abierta, el sujetador, medias y los zapatos de tacón. No llevaba bragas, así que pude ver que se había depilado el coño y la larga cola del tapón anal se veía bien (no era el inicial, era el gordo).

-Seré tu mujer -comenzó a decir- tu puta, tu perra, tu mascota, tu esclava, tu retrete o lo que tu quieras que sea. Follare contigo, tus amigos, sus perros... Haré lo que sea, incluso me prostituiré por ti. Sólo te pido que no me dejes nunca.

Ven, la dije simplemente. La habitación del hotel apestaba cuando la dejamos.