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Ofelia

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Ofelia

"Carne buena y barata, la de gata", reza el famoso dicho y lo comprobé con Ofelia, la gatita que había llegado a trabajar a mi casa. Era una chica joven y bella, delgada y de piel muy blanca, pelo castaño tirando a rojizo y nalgas firmes, redondas y paraditas. Mi asedio sobre esa chiquilla como de 20 años fue más travesura que deseo, así fue que una tarde pasando junto a ella le agarré las nalgas, ella volteó a verme entre sorprendida y enojada y se metió a la cocina con pasitos rápidos. Otro día repetí la misma operación pero ahora palpando con suavidad los carnosos promontorios de su culo, como para comprobar que si, efectivamente, Ofelia, estaba bastante buena.

Pero en esa ocasión ella volteó a verme furiosa diciendo "si me sigues molestando, le voy a decir a tu señora", "¿ah, sí?, pues para que le digas con ganas", entonces la abracé fuertemente y mientras mis manos volvían a acariciar su delicioso nalgatorio la besé apasionadamente, ella al principio se resistió tratando de zafarse del beso, pero casi inmediatamente ya estaba respondiendo a mi juguetona boca, hasta que la solté, ella sonrió diciendo "eres un perfecto cabrón!, ya no me andes agarrando que te puede ver alguien y me corren", luego se volvió a meter a la cocina.

Esa noche Ofelia se estaba arreglando para salir a ver a su novio, y como en mi recámara estaba el único espejo grande se metió sabiendo que yo estaba ahí dentro. Empezó a peinarse viéndome por el espejo, desde la cama le mandé un besito que ella respondió, le pregunté "¿vas a ir a ver a tu novio?", "si, ya sabes", me dijo, "¿le vas a dar las nalgas?", pregunté.

--"Eso a ti no te importa".

--"Claro que me importa, tus nalgas son mías".

--"Estás loco, tu ya tienes nalgas que agarrar, las de tu señora, que ¿no te bastan?".

--"No, ya sabes, me gustas tú".

--"¿Por qué?, ¿qué tienen mis nalgas que no tengan las de tu esposa?".

--"Las tuyas se ven más sabrosas, más ricas".

--"¿Ah sí?, ¿eso crees?".

--"Si, las tienes muy firmes y redonditas, ay Ofelia!, oye ¿me enseñas tu culito?".

--"No, ¿cómo crees?".

--"Oye ¿qué calzón traes puesto?

--"El de siempre, como no tengo muchos..., es uno blanco, además tu no me compras".

--"¿Quieres que te compre calzones?".

--"Sería bueno, pero mejor no, no se que vayas a querer por comprarme calzones, eres un cabrón!".

--"Oye Ofelia, anda enséñame tus calzones, anda, y yo te enseño algo que te va a gustar".

Sin voltear, viéndome por el espejo preguntó "¿qué me enseñarás?" y diciéndole "esto", me saqué la verga erecta del pantalón, riéndose me dijo "¡ay tienes un huevote muy grande!, ¿todo eso le metes a tu señora?".

--"Y te lo voy a meter a ti, nomás que te dejes, anda súbete el vestido", le contesté.

Sin voltearse se subió un poco el vestido para enseñarme sus nalgas enfundadas en un coqueto calzón de algodón blanco, fue sólo un momento, pues inmediatamente salió del cuarto, pero antes de irse se detuvo en la puerta mandándome un besito diciendo "voy a caldear muy rico con mi novio, pensando en tu palote".

Al día siguiente la agarré por detrás mientras acomodaba una ropa en el closet, ella trató de zafarse diciendo "no, nos van a ver, quítate ya", pero ni madres, era mi oportunidad, y así como estaba, de espaldas a mi, le alcé el vestido y le bajé los calzones y un momento después mi verga erecta ya se deslizaba entre los cachetes de sus nalgas, ella siguió forcejeando, pero como la tenía bien atenazada no tuvo más remedio que dejar que terminara entre sus nalgas, mi eyaculación quedó embarrada entre sus nalgas y sobre los labios de su panochita.

Cuando Ofelia sintió que mi pito había dejado de echarle moquitos entre las nalgas, se volteó hacía mi, nuestras bocas se juntaron en un rico beso de lengüita y al separarse dijo "¿sentiste rico?, bueno ya te di lo que querías, para que se te quite la curiosidad, ahora por favor ya no quiero que me andes tentando, júralo!".

--"No mamacita, ahora más que nunca quiero hacerte mía, tengo que meterte la verga!", le dije volviendo a abrazarla.

--"Eso si que no!, además ¿por qué lo quieres hacer conmigo?, me puedes embarazar y meterme en un gran problema, anda ya no seas maldito y déjame en paz!".

--"Te quiero Ofelia, de veras, entiéndeme!, podríamos hacer algo para que no te embaraces".

--"Tu sabes que eso no está bien, no puede haber nada entre nosotros, si sigues insistiendo voy a dejar el trabajo y ya nunca volverás a verme, ya déjame en paz", dijo la gatita antes de salir corriendo del cuarto.

Al día siguiente volví a agarrarla junto al closet, pero ahora ella cooperó: primero nos besamos y me la fajé, agarrándole sus duras nalgas y sus pechitos sabrosos; luego la voltee y subiéndole el vestido por una orilla de su calzón le dejé ir la verga. Ella se estuvo quietecita, dejando que le frotara la pinga entre las nalgas, luego se empezó a mover acompañando las metidas de miembro, cosa que aproveché para empinarla un poco, así mi pito frotaba su pepa, ahora mojada y caliente, y seguimos cogiendo; en eso mi verga se deslizó de pronto dentro de su vagina, se le fue completa, ella reaccionó de inmediato: "no, eso no, me vas a embarazar, sácalo por favor, termina afuera, sácalo, te digo", pero no, ya la tenía bien cogida e iba a ser mía, así que atenacé mis brazos en torno a su cintura y me la seguí cogiendo; ella se dejó hacer, pues ya la tenía bien metida y en el momento justo de la venida se la saqué para venirme fuera de su pucha, ambos suspiramos y Ofelia volteó su rostro para ofrecerme su boca; nos besamos mientras mi verga seguía palpitando entre los labios de su mojada panocha.

Momentos después se separó y bajándose el vestido se fue, no sin antes decirme: "eres un cabrón, no quería que lo metieras, te aprovechaste de mi, yo no quería hacerlo, me forzaste".

--"Pero te gustó ¿o no?". No dijo nada, sonrió y salió del cuarto.

Los días siguientes Ofelia se negó a volver a coger, de hecho me evitaba para que no estuviéramos solos, hasta que por fin tuve otra oportunidad, ella se defendió: "no mi amor, no puede haber nada entre nosotros, entiende, tu eres casado, no podemos hacerle esto a tu mujer, merece respeto, entiende, me gustas mucho papito, pero no debemos hacer nada, será mejor que me vaya de aquí y ya no me veas".

Traté de convencerla, y le propuse que utilizáramos algún método de protección, se me ocurrió que podíamos usar óvulos anticonceptivos; al principio se opuso, pero luego de algunos besos aceptó: "bueno, compra eso, no se como se usa, tú me dices, pero al menos no me andes agarrando a cada rato y por toda la casa, alguien puede vernos o sospechar, debes ser precavido", volvimos a besarnos, la abracé y sintió el duro garrote erecto: "eres muy caliente, ¿mira cómo tienes el huevote?, todo parado, ay, mira nada más, ¿qué no te puedes controlar?"; "no mamacita, tengo mucha ganas de metértelo, anda acepta"; "no, así no, mañana compras los óvulos y si se puede vengo a tu cuarto cuando no haya nadie en casa ¿si?", me besó para convencerme pero me negué; ella con mirada pícara aceptó y se bajó el calzón diciendo: "nomás tantito, pero no te vengas adentro ¿eh?, promételo".

Entonces me dio la espalda y se apoyó sobre la cama, yo nomás le levanté un poco el vestido y le dejé ir la verga, dentro, por completo dentro de su panocha; me agarré a sus nalgas mientras miraba como entraba y salía mi garrote de su panochita; miraba extasiado los pelitos largos y castaños de su sexo y los pliegues requemados de su culo, entonces me surgió la idea: venirme en su culo, si no dentro, en la entrada. No tardé mucho tiempo, la condenada chamaca estaba super apretada de la pucha y apretaba muy rico, sus nalgas brincaban con cada metida y ella suspiraba quedo y justo cuando sentía que me venía la leche se la saqué y apuntando mi verga sobre su cerrado culito le empecé a echar los mocos, mientras le apretaba el garrote sobre su apretadísimo ano; ella lo sintió: "¿qué haces?, en la cola no, duele mucho, ya termina, siento tus moquitos, ya vente, termina, ya nos tardamos mucho, alguien puede venir", momentos después ya mi pito daba sus últimos estremecimientos y su colita lucía los chorros de semen.

Cuando la dejé levantar y mientras se limpiaba las nalgas con su pentaleta se pegó a mi boca diciendo de forma entrecortada: "qué rico coges papacito, eres un cabrón cogelón, te sentí muy rico, me sacaste el orgasmo, y cuando te viniste en mi cola sentí los chorritos de semen ahí, en mi colita, sabes coger muy bien, te quiero mucho". Volvimos a besarnos.

Ya cuando se iba me dijo: "por cierto, tu eres el primero, me desvirgaste, te di mi quinto, fuiste el primero ¿eh?". No quise sacarla de su error, pues era evidente que eso era mentira, su pucha ya no era virgen, tal vez su culo si, pero su panocha de ninguna manera.

Ya con los óvulos tuve mayor libertad: me la cogía en el lavadero, en el cuarto de planchado, en el baño, sobre la alfombra de la sala, en mi recámara, en todas partes. Por cierto, en este último lugar le gustaba meterse bajo las sábanas y mientras le zambutía el garrote decía: "así papy, fuerte, lo quiero más fuerte, me gusta mucho hacerlo aquí, en la misma cama que donde te coges a tu vieja… anda más fuerte, así, más rápido, que me vengo, me vengo en la cama de tu mujer, hummm papacito me vengo".

Por supuesto que le enseñé a mamar, tal vez ya supiera, pero al menos perfeccionó su técnica. Un día me pidió que la llevara a casa de unos parientes, pues su madre le había enviado desde su pueblo un paquete para ella y tenía que ir a recogerlo. Aprovechamos el viaje para meternos a un hotel por primera vez. Ahí hicimos el primer 69, fue fascinante, pues mientras succionaba con urgencia mi verga ella se removía sobre mi al sentir que se venía por efecto de mi boca y mi lengua sobre su abiertísimo panocha. Ella se vino primero y luego se bajó, poniéndose junto a mi para seguir mamando; me sacó la leche casi de inmediato, y cosa rara: dejó que le echara los mocos en la boca dejándome terminar, para por último escupir el semen dentro del bote de la basura sin tragárselo, luego le dio los últimos lengüetazos al garrote mientras decía: "ay amor, te vienes muchísimo, me llenaste la boca de mocos, saben muy rico, son como tú, muy sabrosos, me gusta que te vengas en mi boca". Así, Ofelia se hizo adicta a la mamada, pues cuando no teníamos oportunidad de coger, en la casa, o ir a un hotel, ella antes de salir a ver a su novio, me daba una mamadita para compensar. Una vez me dijo con la boca llena de mocos: "voy a besar a mi novio muy rico, pensando que te viniste ya aquí, donde él pone sus labios, ¿no te excita eso?, a mi sí".

--"Oye Ofelia, a ver dime, y con tu novio no coges, ¿no le has dado la verija?".

--"No, cariño, mi único amor eres tú, sólo te lo doy a ti, mi pepa es todita tuya, él me la ha pedido, se lo prometí hasta que nos casemos, porque a la mejor me voy a casar".

--"Y entonces ¿qué haces cando estás con él?".

--"Nos besamos y me agarra las chiches, me ha pedido que cuando menos le agarre el huevote, pero me he negado, a veces me agarra las pompas y se frota contra mi cuando está muy caliente, quiero que se case conmigo".

--"¿Ah sí?, y ¿qué vas a hacer cuando ya casada se de cuenta de que no eres quinto?".

--"Voy a gritar mucho, como si me estuviera matando. A lo mejor hago coincidir las fechas con mi regla, así el pobre al menos verá sangre", luego se rió de manera descarada.

Una tarde llegué del trabajo excitado y con la verga como fierro, busqué a la gata y la encontré planchando ropa; quise apresurar una cogida en ese lugar y ella mirándome a los ojos tomó una de mis manos para llevarla a su entrepierna dónde noté la protuberancia de una toalla sanitaria, ella sonriendo me dijo: "hoy no puedo cariño", nos besamos intercambiando lengua insistiendo ella en que me tenía que esperar. Pero yo tenía bien duro el palo y necesitaba metérselo a Ofelia. Traté de hacer que se pusiera de espaldas y dejársela ir con todo y su regla, pero ella necia: "que no papito, además allá abajo anda tu suegra, capaz que se le ocurre venir para acá y nos descubre".

--"Tengo que meterte la pinga mamacita, ando bien caliente, mira ponte de cara a la ventana, así ves si la vieja viene, yo mientras yo me vengo en tus nalgas".

--"No insistas cariñito, yo también quiero, cuando me baja la regla es cuando me pongo como perra en celo, pero así no debemos, además te vas a manchar todo de sangre, y huele muy feo, no, ya te dije, espérate unos días, tres o cuatro, y luego nos desquitamos papacito lindo", alegó Ofelia.

Pero ya estaba tras ella arremangándole el amplio vestido y al bajarle el calzón noté adherido a él la gruesa toalla de algodón manchada de sangre, se lo bajé también embistiendo ya sus nalgas con mi garrote parado y haciendo que Ofelia doblara su cuerpo hasta casi quedar apoyada en la ventana, mirando hacía afuera; "anda apúrate cochinón, termina rápido, mira que yo no quería así, está muy sucia mi pucha, anda, ya termina"; yo no tenía prisa, ya mi verga se deslizaba entre sus duras nalgas pero sin entrar en su vagina; en eso se me ocurrió una idea y agarrando mi verga se la apunté en la cola; ella: "¿qué haces?, no tonto, me va a doler, mira que no, por ahí no".

--"Ponte flojita, suelta tu cuerpo, no pongas dura la cola"; presioné más y como sin querer su colita se fue abriendo, primero poco, muy poco, sintiendo sobre la cabeza de mi palo la dolorosa presión de su culo, luego ya fue más fácil, mi pito estaba a medias en su cola y ahí se lo dejé, pese a los "mmmm, no, eso no, duele, sácalo, duele, mmmmummm"; así me la empecé a coger, metiéndole media verga, de adelante a atrás, sin dejárselo ir todo, hasta que su culo se puso flojo y ya el pito entraba y salía solito o casi solito, suavemente, entrando y saliendo, hasta que el semen me ganó y al llegarme los chorros me repegué a sus nalgas; ella sintió mi venida y volteó la cara ofreciéndome su boca; nos besamos por largo rato hasta que mi verga dejó de palpitar, al terminar ella me preguntó: "¿te gustó papy?, ¿mi cola es rica?, ¿te viniste sabroso cariñito lindo?, ¿mmmmmjummm?, anda ya sácalo y vete a lavar el huevote".

Así estuvimos cogiendo por varios meses, luego la gente empezó a sospechar, Ofelia me lo confirmó y quedamos que mejor se fuera para su pueblo por un tiempo. Además estaba el asunto de su novio, el fulano estaba empeñado en casarse con ella. Por fin se fue la gatita, y la extrañé bastante, tanto que un fin de semana fui hasta donde estaba viviendo. Era un polvoriento y caluroso poblado de Michoacán. Preguntando llegué a su pobre casa: muros de adobe y techo de cartón, estaba con su madre haciendo comida en una cocina improvisada al aire libre.

Claro que le dio gusto de verme, me platicó que su novio había ido a pedir su mano y que se casarían en dos meses; yo lo que quería era coger. Ella lo entendió, mandó a su madre por unas cervezas y en lo que llegaba nos metimos a un cuartucho y se empinó en una cama y me la cogí nomás bajándole los calzones. Luego de un rato y de que ella se viniera dos veces me dijo: "por favor no termines dentro, mira que ya soy de otro, me puedes embarazar", pero yo estaba ciego de placer taladrando ese rico y viscoso agujero que era su panocha cuando ella estaba bien caliente. No le hice caso y me vine dentro de ella. Al terminar apenas tuvimos tiempo de componernos la ropa pues su madre había llegado; más tarde nos despedimos con besos y promesas de que en cuanto se casara regresaría a la ciudad y me haría saber su dirección para vernos y seguir parchando.

Al tiempo en casa empezaron a comentar sobre el casorio de Ofelia, algunos parientes de mi mujer hasta serían padrinos de boda, pero comentaban también que ella estaba panzona, que se casaría porque el novio –o alguien más— la había premiado, aquello me inquietó, hice mis cuentas y de la cogida a la fecha había bastantes probabilidades de que Ofelia estuviera embarazada de mi.

Los preparativos siguieron y el día de la boda llegó, por supuesto que fui invitado. Todo transcurrió bien, Ofelia se casó con un tipo prieto, flaco y feo, y al salir de la iglesia ella se desmayó, más tarde la llevaron con un médico y a la hora de la fiesta empezó a correr el rumor de que ella había abortado tomándose algunas yerbas, pero que no había expulsado todo, sino que a la hora de la boda los restos del aborto se le salieron y por eso se había desmayado.

Como sea la fiesta siguió. Ofelia lucía bastante pálida y demacrada, pero al fin se había casado; durante el festejo evadió mis insistentes miradas y a su salud me emborraché. A la hora del vals de bodas me le acerqué, bailamos y nuestras miradas se encontraron, la mía como preguntándole qué onda, ella al oído me dijo: "no te preocupes…, no era tuyo…, pero tampoco del que ahora es mi esposo" y sonrió. De momento sentí alivio, pero a la vez coraje: "¿a quién más le había dado las nalgas mi Ofelia querida?", quien sabe.

Pasaron los años, ya me había divorciado; un fin de semana que fui a recoger a mis hijas para llevarlas al cine la vi salir de la tienda, lucía más mujer, igual de linda pero delgada; sonreímos y platicamos. Su historia se limitaba a que luego de casarse se fue con su marido a los EU, ahí su viejo trabajaba en una maderería, todo iba bien, tuvieron dos hijos, pero luego vino la tragedia: su marido sufrió un accidente en su trabajo, quedó debajo de una maquinaría que componía y se murió, a partir de entonces recibía una pensión de la compañía donde trabajara su difundo esposo y luego se vino de nuevo a México a vivir en casa de sus suegros, que quedaba cerca de dónde la encontré, pero ya se quería salir de ahí pues uno de sus cuñados se la quería empinar, ella juró que desde la muerte de su marido no le había dado las nalgas a nadie.

Una semana después ella me visitó en mi departamento y se quedó a vivir varios días, pues a su suegra le había dicho que iría a visitar a su madre, allá en su pueblo. Cogimos como locos, como antes, y lo seguimos haciendo por varios meses más, hasta que Ofelia terminó todo, pues el insistente cuñado le había propuesto matrimonio. Así dejé de ver a esa mujer que de sirvienta se convirtió en mi amante.

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