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El brujo

en Grandes Relatos

El brujo

Presurosa y malhumorada caminaba hacía el Metro cuando una voz –casi grito— a sus espaldas detuvo su paso: "¡Mita!..., Mita..., espera", si, era a ella, volteó al momento y descubrió a una mujer regordeta que se dirigía a su encuentro. Ya frente a frente, todavía no la reconoció, "soy yo, Elena!, no me recuerdas mujer, el liceo de monjas, estudiamos juntas todo el curso, hay mujer, pero si estas igualita, guapa y toda la cosa!".

Hasta ese momento recordó a su antigua amiga del colegio, Lena, su única amiga, la única chiquilla que la apoyaba cuando las demás la hacían motivo de burlas. Respondió al saludo y ambas se abrazaron recordando los viejos tiempos. De repente Carmen se sintió mejor, contenta, ambas se dirigieron a un cafetín cercano y continuaron la plática:

--"Pero dime Lena, ¿cómo estás?, ¿cómo te ha ido?".

--"Bien, muy bien Mita, felizmente casada, tengo dos hijos, ¡ya grandes!, los dos en carrera, sigo trabajando, soy secretaria de una empresa privada, gano muy bien y hasta..., bueno..., ¿sabes qué?, tengo un amante!...".

--"¡No me digas!, hay Lena!, quien te viera, ¡pero hay mujer!..., ¡las cosas que haces!".

--"Si, Mita, tengo un novio con el que salgo desde hace tiempo, soy feliz con mi marido, pero como podrás imaginar, al paso de los años llega el aburrimiento, el hastío..., así que le di el si a un viejo amigo, salimos cuando mi marido tiene trabajo en provincia, ¿él es agente viajero sabes?, así que me doy mis escapadas, pero a ver dime tú, ¡cómo estás!, ¿ya te casaste?...".

La cara que puso Carmen comunicó de inmediato a la amiga sus desventuras. Con 46 años Mita, profesionista exitosa, pocas veces había conocido el amor y de sus escasos encuentros sexuales sólo tenía malos recuerdos.

--"Hay mujer, ¿pero cómo?, vos eres abogada, independiente, con éxito, te vistes bien, conoces a mucha gente importante y ¿no te haz casado?..., ¿no?, ¿tampoco tienes novio?, ¿hay… no me digas?".

Un tanto avergonzada Mita tuvo que relatarle, en pocas palabras, que no..., ha novio no llegaba, menos a amante de planta y mucho menos a esposo.

--"¡Hay manita!, pero ¿por qué?, vos sos bella, muy atractiva, no lo entiendo...", dijo Elena.

Mita suspiró compungida, hasta sintió que las lágrimas la traicionaban.

--"Hay amiga..., no llores por favor..., lo menos que llegué a imaginar de vos es que te pasara esto, no se que decirte para consolarte..., ¡ah ya se!, mira, ¿tú crees en la astrología?, ¿te han leído alguna vez las cartas?"

--"¡Por supuesto que no mujer!, ¿qué cosas dices?, nunca he confiado en eso de las cartas, ¡ni siquiera se de que signo soy!...".

--"Pues deberías..., mira yo conozco a un señor, casi un anciano, muy buena gente. Una amiga me llevó cierto día cuando ya no aguantaba la depresión, y aunque no lo creas de inmediato me sentí mejor, vi mejor la vida, encontré que hay cosas que tú puedes componer con sólo proponértelo, mira, hasta me ayudó para decidirme a tener novio!, ¡aunque no lo creas!, ¡de verdad Mita!".

--"Hay Lena, ¿cómo voy a creer que tú vos estés en eso?, me asombra, pero bueno, cada quien es libre de creer en lo que sea".

--"Si Mita, de verdad, si quieres un día te llevo, nada pierdes mujer, total si no crees en eso y nada cambia de tu vida, pues ni modo, pero al menos haz el intento, ¡anda mujer!, acepta".

--"No lo se Lena, pero la verdad es que ya no se que hacer, parece que a los hombres los ahuyento en lugar de atraerlos, y pues..., a veces me siento triste, me encierro en mi cuarto y termino llorando..., no se que hacer".

--"Pues nada más dime cuándo tienes tiempo, un fin de semana te llevó, cobra poco, te lee las cartas y te dice más o menos que debes hacer, total si no te funciona pues no pierdes nada, no tengas desconfianza, yo voy contigo, ¿aceptas?".

El encuentro

Nunca supo Mita cómo fue que aceptó, pero el sábado siguiente ya estaba ahí, en la "sala de espera" de aquella casa, conoció al hombre, sintió escalofríos y apretó la mano de su amiga; el tipo se llamaba Jacinto, de edad indeterminada; parecía más viejo con aquellas barbas mal cuidadas y canosas. La mujer sintió como aquella mirada la traspasaba, no sólo se sonrojó, sino sintió que sus piernas la traicionaban, apenas escuchó su voz pausada:

--"Yo sé ha qué haz venido, vos hiciste bien en decidirte, ven, pasa, no tengas miedo, yo tengo la solución a todos tus pesares...".

Se sentó en una desvencijada silla, el brujo hizo lo mismo frente a ella, en medio de los dos una maltrecha mesa, desnuda, mugrosa, sin mantel, sólo la carcomida madera, y sobre ella el mazo de extrañas cartas. Con mano diestra el hombre barajó varias veces, luego pidió a Mita escoger algunas cartas y las fue desplegando una a una sobre la mesa, inició un monólogo que dejó fría a la mujer:

--"Vos sos una mujer con mucho éxito, te ha ido bien en estos años, no eres rica, pero vives bien. Cuidas de tu padre, que es pensionado, tu madre murió hace poco, y te sientes más sola aún porque ella era la única que te escuchaba y comprendía tus problemas. Tus males de amor se remontan a aquel novio que te hizo el amor a fuerzas, lo amabas, pero él a ti no, tenías ganas, estabas excitada, pero él era un patán que sólo pretendía desflorarte. Terminaste embarazada de aquel único encuentro. Te hiciste un legrado, tu hermana casada te ayudó. Desde entonces haz tenido miedo de los hombres. Luego, años después te enamoraste del socio de tu cuñado, con él hiciste el amor tirada sobre la alfombra de la oficina, tampoco aquella vez sentiste placer, de nuevo resultaste embarazada, volviste a hacerte un aborto. Malo muy malo, todo eso fue muy malo, desde entonces te haz sentido mal, tienes sentimientos de culpa por haberte sacado aquellos niños, si te hubieras decidido tal vez ahora vos serías una madre feliz, pero las hojas de la vida no dan vuelta atrás. Te llamas Carmen, te dicen Mita, estudiaste en un colegio de monjas y eras motivo de burlas por parte de tus compañeras, quienes envidiaban que tú fueras más inteligente y bella que muchas de ellas. ¿Voy bien?...".

Mita se sintió desnuda, no podía hablar. Todo lo dicho por el viejo era cierto. ¿Cómo era posible aquello?, se decía con aliento contenido. El hombre continuó:

--"Hace tiempo, en unas vacaciones, fuiste a visitar a tu hermana al extranjero, ahí conociste al único hombre que te ha hecho feliz, un hombre de color, alto, fuerte, musculoso, muy bien dotado sexualmente, eso te sorprendió, vos sentiste terror cuando lo viste desnudo frente a ti, quisiste escapar de ese hotel, pero él supo tratarte con ternura y te hizo el amor como nunca pensaste, nunca te imaginaste tener tal cantidad de orgasmos. Pero sólo lo tuviste unos días. Quedaron como amigos, pero nunca se repitió el encuentro planeado. Luego supiste que él había muerto en un accidente de tránsito..., ¿me equivoco?".

La voz trémula de Carmen apenas le alcanzó para decir un apagado "no".

--"Han pasado años de eso. Vives una existencia vacía, triste, solitaria, llena de temores y de represión, ahogas tu sexualidad pero al final la soledad te lleva a acariciar tú sexo, pero terminas en orgasmos llenos de culpabilidad. Varios hombres han intentado acercarse a ti, pero tu actitud los aleja, sienten que... eres rara..., tu sentido de independencia y tus temores ocultos los asustan, todo eso te ha llevado a llenar tu vida de cosas superfluas, inservibles, pero suspiras cuando en una mesa cercana ves que una pareja se besa, vos añoras el amor pero tienes miedo de buscarlo, anhelas sentirte penetrada por un hombre que te saque tus orgasmos reprimidos pero sientes terror cuando algún hombre intenta acercarse a ti. Eso debe terminar Mita, ¿entendés?, yo te puedo ayudar, pero vos sos quien debe aceptar mi ayuda, de forma real, sincera, honesta, de otra forma no servirá de nada que vengas. Sigue tu vida, piensa en lo que te he dicho, puedo poner fin a tu triste existencia, si te decides serás una mujer nueva, feliz, segura de si misma, con ansia de conocer gente, con ganas de aceptar una invitación de algún amigo a salir, ante todo sin temores. Cuando estés lista ven a verme, sola, ya no necesitarás que venga tu amiga, puedes comentar o no con ella lo que te he dicho, pero eres vos quien debe decidir, ¿entendés?".

Totalmente confundida por lo que había escuchado Mita no comentó nada con Lena. El regreso fue en silencio, la amiga lo comprendió, se despidieron quedando de llamarse en los próximos días.

Sueños raros

La noche la sorprendió refugiada en su recámara. Todavía no alcanzaba a comprender lo que le había ocurrido aquella tarde con aquel viejo hombre. Su mente estaba bloqueada, se sentía cansada, el cuerpo le dolía y una fuerte cefalea la atacaba. Sus pensamientos daban vueltas interminables sin encontrar a comprender que le había ocurrido, hasta que sin darse cuenta se quedó profundamente dormida, pero el pesado sueño se convirtió poco a poco en pesadilla.

Se vio a si misma acostada en su cama, desnuda, todo el cuerpo le palpitaba, miraba sus tetas diminutas y le parecía descubrir en sus pezones el anticipado placer, sentía su sexo viscoso y caliente. Parado frente a ella estaba un hombre, también desnudo, con aquella grandiosa erección apuntándola, la descomunal verga negra parecía apuntar directamente a sus ojos. Reconoció en seguida quien era el hombre, era Joseph, Pepito, --como ella misma lo bautizó-- el jamaiquino de color de quien se enamorara en Miami. Pero no alcanzaba a verle el rostro, su ansiosa mirada abarcaba todo aquel cuerpo, las musculosas piernas, el plano vientre negro y reluciente, y sobre todo la verga gruesa y larga, que tumefacta a causa de la excitación parecía apuntar hacía ella cual si fuera un arma amenazante. Su hombre la frotaba delicadamente con su mano derecha, como para lograr una mayor erección. Aquello te excitó, y en sueños escuchó su propia voz llamándolo: "ven, papito rico, méteme tu verga por favor".

El se contuvo unos minutos más, se vio a si misma abriendo el compás de sus piernas, llamando al macho. Para ella fue una eternidad hasta por fin lo tuvo montado entre sus piernas, cubriendo con su fuerte pecho su cuerpo, lo atenazó con sus muslos, y en su panocha abierta sintió el grueso glande luchando por entrar, el dolor de la penetración hizo que escapara de sus labios un doloroso "aaaay!", pero la verga fue penetrando, poco a poco. Era increíble, pero Mita siempre se asombraba de que le cupiera tal cantidad de carne. Mita –en el sueño-- vio a la pareja quedarse pegados mucho rato hasta que de pronto se inició una brutal cabalgata, que tras innumerables arremetidas de miembro le sacaba dos, tres, cuatro orgasmo, hasta que el negro eyaculó una enorme cantidad de semen, que cuando el hombre sacó la semi desfallecida verga de su caverna salió con tal fuerza alcanzó a salpicar el pecho de su amante.

Se vio a sí misma quedar con las piernas abiertas parcialmente recogidas; el sexo hinchado y distendido, viscoso; los castaños vellos de su vagina pegosteados y brillosos por el semen que escurría y sus propios jugos que desataban un penetrante aroma a sexo. El hombre que la miraba con ternura desde la orilla de la cama, poco a poco se fue desvaneciendo hasta desaparecer, en ese momento Mita despertó gritando: "¡no!, ¡no te vayas por favor!", estaba sudando a chorros, y cuando recuperó al fin la respiración se tocó el sexo y lo encontró mojado, tremendamente mojado y caliente, en la habitación reinaba un penetrante aroma a sexo, a semen. Esa noche ya no pudo conciliar el sueño.

La siguiente noche la pesadilla se repitió, pero ahora el negro le besaba el culo, ella acostada boca abajo, él con la cabeza entre sus nalgas, manteniéndolas abiertas con ambas manos. Mita sentía como la filosa lengua del negro titilaba su enrojecido culo, mientras deslizaba un dedo dentro de su vagina; en sueños la mujer sentía crecer y crecer su excitación, la lengua del hombre estaba distendiendo su culo, el conjunto de pliegues cedía y se iba abriendo poco a poco, hasta penetrarla con la puntiaguda legua, y hacerla gozar y gozar; los orgasmos se sucedieron uno tras otro, los dedos del macho hacían maravillas dentro de su sexo, en tanto que la lengua la penetraba por el culo. Pero cuando ahíta de tanto placer, Mita recobraba la tranquilidad, de nuevo el negro desaparecía entre una nube de humo blanquecino, la mujer despertó de inmediato para llamarlo, para suplicarle que no la abandonara, y entre gritos histéricos Mita creyó escuchar algunas palabras de su amante muerto que marcaban por fin un doloroso y definitivo adiós.

La cura milagrosa

Al día siguiente la mujer estaba decidida. Iría a ver al brujo Jacinto. Cuando por fin llegó al "consultorio" del viejo se sorprendió al oír que le decía "pasa, te estaba esperando, tengo preparada tu medicina".

Entró al cuarto que servía de consultorio llena de temor, pero al momento se sintió extrañamente tranquila, ahí se respiraba un raro perfume, mezcla de incienso y hiervas. En el centro del cuarto una gran tina metálica parcialmente llena de agua caliente y en la que flotaban hiervas extrañas. Mita no se sorprendió ante la petición del brujo:

--"Carmen tengo que bañarte en esa agua especial, debes aceptar, desnúdate mientras terminó de preparar la segunda parte de la curación".

Se sorprendió a si misma al aceptar la orden del brujo, como hipnotizada se fue quitando la ropa y cuando se despojaba de su pequeña tanga rosa de satén llegó el viejo para ordenarle que se metiera en la tina, eso hizo, sintió la calidez del agua que llegaba hasta sus pantorrillas, se fue sentando poco a poco hasta que el agua cubrió su bajo vientre. Con ambas manos Mita se cubrió pudorosamente las pequeñas y firmes chiches, sintiendo que todo su cuerpo era presa de una extraña excitación.

Sintió llegar a sus espaldas al brujo, que sentado en un pequeño banco de madera procedió a bañar su espalda con aquellas hiervas mientras entonada extraños cánticos, al momento la mujer sintió que se desvanecía.

Las sabias manos del viejo la fueron adormeciendo hasta que como entre sueños sintió esas mismas manos refregar sobre sus pechos las extrañas hiervas empapadas de esa agua perfumada, en tanto que todo su cuerpo fue presa de una calurosa sensación; era calor, era excitación y sentada dentro de la tina como sin querer sintió que sus piernas se abrían en compás hasta hacer que sus talones se colocaran en el borde de la tina, fue entonces que las huesudas manos del viejo fueron y vinieron a lo largo de sus muslos, vagaron por su bajo vientre; hasta que por fin una de esas manos se sumergió en su entrepierna.

Carmen miraba expectante la tarea del sabio brujo, nerviosa pero llena de excitación sintió la mano derecha del brujo llevar hasta su pubis el manojo de hiervas y refregar ahí, precisamente ahí, dónde sentía más calor, ahí donde en ese momento su carne estaba abierta y ardiendo; sintió perder la conciencia justo en el momento en el que aquellos hierbajos quedaban atrapados entre sus piernas y en ese momento, como entre sueños escuchó al viejo ordenarle "cierra las piernas", eso hizo, su respiración se cortó y el orgasmo la invadió de pronto, lo mismo que la inconciencia; se fue de este mundo sintiendo como su pepa palpitaba y sus gemidos llenaban la derruida habitación, hasta desvanecerse en un profundo sueño.

Cuando despertó Mita estaba sobre un desvencijado camastro, cubierta de un remedo de sábana, eso sí, limpia, olía a jabón corriente. Sintió su cuerpo desnudo bajo la sábana, lo comprobó, de nuevo se sintió nerviosa, desamparada, "¿qué habrá pasado?", se preguntaba. Todavía soñolienta escuchó la voz del viejito junto a ella: "bien Mita, ahora falta lo mejor, lo último para que quedes curada", lo vio acercarse a los pies de la cama y empezar a quitar parcialmente la manta, ella de inmediato se aferró a la manta y cerró con fuerza las piernas; oyó de nuevo la voz: "no Mita, no te resistas, es por tu bien, abre las piernas, voy a colocar algo dentro de ti, en tu vagina, algo que te va a transformar y a traer la felicidad que siempre haz deseado".

Ella protestó: "¿qué es eso?, dígame qué es por favor, tengo que saberlo", a la vez que trataba infructuosamente de mantener a buen recaudo su desnudo cuerpo.

--"Es algo similar a un tampax, o tampón como les llamen, sólo que el algodón lo he sumergido en hiervas, en plantas con poderes muy especiales, todo está limpio, es perfectamente higiénico, sólo que lleva mi receta especial para mujeres como tú, debes permitir que coloque esto dentro de ti, no tengas miedo, si hubiera querido hacer algo malo contigo hace tiempo que lo hubiera logrado, ¿no crees?, así que no te hagas la niña y déjame terminar mi trabajo".

Aquella orden autoritaria la dejó fría, helada, sin posibilidad de escape, "relájate y abre en compás tus muslos, no debes tener miedo, todo saldrá bien", escuchó aquello cuando descansó su cabeza sobre el camastro cerrando los ojos, imaginando al vejete fisgando, con ojos lujuriosos, su más secreta intimidad; tensa y alerta con la respiración contenida, sintió los rudos dedos del brujo abrir su cavidad vaginal, los carnosos bordes de su pucha abiertos; luego el extraño y tieso objeto al presionar sobre la entrada de su cuevita, que pese a la tensión la sentía húmeda y ardiendo; al momento tensó más el cuerpo, sus manos se aferraron al remedo de cama, contuvo un grito o gemido, entonces sintió que aquello la penetraba, lentamente, poco a poco, a la vez que la voz "calma, Mita, calma, ya falta poco" trataba de tranquilizarla, cuando por fin se percató de que el viejo erguía el cuerpo lo miró cerca de ella, a escasos centímetros de su rostro, diciéndole: "hemos terminado mujer, puedes reposar un poco si quieres o vestirte ya, como desees, pero antes que te vayas tenemos que hablar".

Cuando el brujo la dejó sola de inmediato Mita se bajó de la cama buscando su ropa, pero sintiendo dentro de su cuerpo esa cosa incómoda se contuvo; era extraño, pero sentía que algo raro le estaba ocurriendo, como pequeñas palpitaciones en su vagina, como cosquillitas; preguntándose qué le estaba pasando procedió a vestirse. Al terminar, ya el viejito la esperaba:

--"Bien Mita, hemos terminado, pero antes de que vos te vayas debes escucharme y seguir al pie de la letra lo que voy a decirte, ¿entendés?".

--"No, no entiendo nada, ni siquiera se por qué vine, menos aún por qué me hizo usted todas esas cosas, necesito saber…", arguyó la mujer.

--"Lo que vos necesitas es cambiar, ser diferente; necesitas abrirte al amor, conocer un hombre o varios hombres, necesitas buscar tu felicidad y ser una mujer completa, por eso viniste hoy; se de las pesadillas que haz tenido, se de los deseos que te atormentan y por ello vos estás aquí; luego de hoy serás por fin una mujer diferente, ahora debes prometer que cumplirás mis órdenes al pie de la letra, ¿quedó claro?".

Carmen asimiló la orden asintiendo con la cabeza; el brujo continuó:

--"A partir de este momento empezarás a sentir cosas raras en tu vagina, en tu cosa o como tú le llames; primero: no debes retirar de ti eso que introduje, por ningún motivo, ¿viste?, por ningún motivo; segundo: tampoco debes tocarte ni acariciarte, en otras palabras tienes prohibido masturbarte, ¿quedó claro?, aunque te asalten las ganas; tercero: conforme pasen las horas podrás controlar mejor esas sensaciones, puedes hacer todas tus actividades diarias, como ir a trabajar o todo lo que haces habitualmente, y hasta dentro de 72 horas podrás quitarte el tampón, que te quede claro".

La mujer, apretando las piernas en un inútil intento por aplacar las extrañas sensaciones que se posesionaban de su bajo vientre, se atrevió a decir: "pppeeero cómo hago para contenerme, si siento todo esto, no se, me siento mal, rara, no se siquiera si podré salir de aquí, caminando y sintiendo aquello..., de verdad no se si podré".

--"Tenés que poder, haz un esfuerzo, tienes que hacerlo".

--"Lo intentaré, al menos eso..., dígame ¿cuánto le debo?".

--"Espera a que veas y sientas los resultados, si todo resulta como espero, regresarás, entonces hablaremos del pago, antes no; ahora Mita puedes irte y que te vaya bien". Eso fue lo último que escuchó Mita antes de meterse entre las calles de aquel pobre caserío, ansiosa, buscando un taxi que la sacara de ese lugar.

Ya en un taxi, los gestos de Mita por tratar de mitigar lo que sentía fueron percibidos por el chofer del auto: "¿se siente mal señorita?, ¿le pasa algo?, vos tenés mal semblante ¿quiere que la lleve a un doctor?", ella apretando los labios como pudo le dijo que no, que todo estaba bien, que se apresurara a llevarla a su casa y le dio la dirección de su domicilio. Cuando por fin subía los escalones rumbo a su departamento, Mita sentía que las piernas la traicionaban, su frente se perlaba de sudor y su agitada respiración era muestra de lo que ocurría entre sus piernas, y cuando ya en el baño de su casa se bajó la tanga, la encontró mojada y olorosa a sexo; miró su gatita y la encontró inflamada, entreabierta, viscosa, con los pelitos pegosteados por los jugos y los bordes de la pucha inflamados, sintiendo las conocidas palpitaciones en su cueva, como si su vagina pidiera ser invadida por una verga erecta, como cuando se excitaba; iba a tocar sus secretas carnes cuando recordó al viejo: "por ningún motivo te toques..., no debes masturbarte". Eso la contuvo, sin embargo siguió sintiendo que la pucha le palpitaba, sensación que si bien se centraba en su sexo también la sentía en su culo, invadía todo su cuerpo. Procedió a desnudarse y meterse bajo la regadera, un baño de agua fría la podría calmar, se dijo.

Por la noche, bajo las sábanas, fue infructuoso conciliar el sueño y cuando por fin lo logró su sueño fue una constante pesadilla. Ya casi era media mañana cuando se despertó, furiosa consigo misma se levantó en el acto al recordar el cúmulo de actividades que tenía pendientes, pero al volver a sentir aquel objeto extraño lo meditó mejor: "quizá no sería buena idea salir de casa", se dijo. Por teléfono canceló sus citas de trabajo y se metió en la tina de baño, así estuvo, sumergida en la tibia agua, sintiendo en su entrepierna la persistente picazón y las tremendas ganas de darse dedo, al menos, pero la promesa hecha al viejo brujo la hizo contenerse. Así pasó el día, molesta y… caliente.

La vida cambia

Al siguiente día las molestias amainaron, parecía que su puchita se había acostumbrado al tampón metido hasta el fondo de su cuerpo, su sexo seguía un poco inflamado y caliente, pero en general se sentía mejor y ya cuando bañada se peinaba frente al espejo notó algo extraño, su rostro lucía hermoso; su mirada tenía algo nuevo, un brillo diferente; sus tetas estaban paraditas, frescas, bonitas; dio media vuelta y miró su espalda firme, la curva de sus carnosos glúteos y piernas, huummm, en fin, se veía diferente, hasta más joven, se dijo riendo. Aquel descubrimiento la animó a salir.

Ya en un restaurante, donde paró para almorzar, las miradas que dos o tres hombres le dispensaron vinieron a confirmarle que el tratamiento del brujo estaba haciendo efecto. Fue a los tribunales a atender asuntos pendientes y los asistentes habituales que la conocían de vista ahora volteaban a mirarla con detenimiento, era algo misterioso se dijo Mita, puesto que su arreglo personal no había variado; no era eso, era algo misterioso, como un magnetismo oculto o una fragancia apenas perceptible, pero los hombres le sonreían corteses, invitadores. Al principio se sintió incómoda, luego disfrutó de su oculto atractivo. Total que ese día recibió, por primera vez en su vida, tres invitaciones a comer por parte de colegas de profesión que antes ni se dignaban a saludarla, pero se contuvo quedando con ellos para posteriores días.

Con la llegada de otro día se cumplía el plazo establecido por el viejo brujo, ya podría sacarse el tampón, que por cierto ya no le molestaba. Antes de ducharse, y luego de orinar sentada en la taza del wc sus dedos buscaron en su entrepierna el hilo de algodón, lo encontró y jaló de él, el objeto fue saliendo causándole cosquillitas al resbalar por el canal vaginal y ya lo iba a soltar dentro del water pero cuando lo tuvo fuera lo alzó frente a su cara; los fuertes aromas de su propio sexo le llegaron insistentes a la nariz, observó con detenimiento el tubo de algodón que goteaba líquidos y no descubrió nada extraño, pero su pepita ahora lucía menos hinchada tal vez tenía más gruesos y carnosos los labios externos, pero al menos ya no sentía la insistente picazón en su vagina.

Sentirse libre de aquel objeto la tranquilizó, respiró aliviada y como para comprobar si en algo había su sexo se puso de pie y parcialmente desnuda se colocó frente al gran espejo que tenía frente a sí; miró con detenimiento su entrepierna y no encontró nada fuera de lo normal, pasó una de sus manos por su monte de venus y notó que esa zona estaba un poco más combada que antes, sintió su pepa más ´gordita´ o carnosa pero los labios vaginales estaban igual, plegados sobre sí, con la raja rosada; siguió con sus exploraciones y notó que los vellos castaños de su pepita ya estaban crecidos, pues tenía ya tres semanas de no ir la gimnasio y por tanto ya no se había depilado, por lo que aunque escasos sus vellos ya estaban bastante largos y algunos ya empezaban a invadir la zona que quedaba libre de su calzoncito, Mita no lo pensó dos veces: una buena depilada, aunque no tanto como dejar calva su pepa, se dijo sonriendo jalando los vellos más largos.

Con esa idea buscó en su buró unas pequeñas tijeras de depilar y en dos o tres cortadas los pelos quedaron cortados y su pepita con una rala mata de vellitos cortos; como para verificar que el sexo le hubiera quedado "presentable" se paró de nuevo ante el espejo y abriendo las piernas se examinó con detalle, si, estaba linda su pucha, gordita, depilada, los labios mayores pegados sobre si; en eso con atrevimiento los dedos de su mano formaron una V invertida sobre la raja y la abrieron desplegando la carne interna con aquellos dos labios menores rosados, flexibles y suaves: miró detenidamente la raja expuesta y notó el brillo provocado por su íntima humedad y en el inicio de la pepita el carnoso capuchón que cubría su clítoris, en ese momento tuvo el impulso de acariciar su puchis; se sentía excitada pero con la respiración contenida decidió que dejaría para otro día "hacerse la pajita".

De negocios

Ese día iniciaría tratos con un abogado alemán, enviado por la familia de su cuñado, para conocer los avances en varias causas que no parecían avanzar. Acudió al despacho y ya ante el maduro hombre en idioma inglés le fue explicando lo que él quería saber; pero algo incomodó a Mita, el tipo no le quitaba la vista de encima, con mirada escrutadora parecía querer comérsela, no obstante siguió con su trabajo, le entregó documentación que le requería y cuando ya pensaba haberse librado del insistente alemán, éste le propuso ir a comer para discutir sobre sus honorarios, tuvo que aceptar.

Más tarde regresaron al despacho para que el abogado le extendiera un cheque por sus labores, ella se sintió intranquila, sobre todo porque durante la comida el abogado no dejó de abordarla con halagos y comentarios invitadores, además el hombre a pesar de los años se veía interesante según ella que temía terminar cediendo a los halagos del alemán.

Ya en la oficina cuando la mujer guardaba en su bolso el ansiado cheque sintió por la espalda que las manos del hombre rodeaban su cintura, quiso evitarlo pero sólo logró caer en el sofá, al momento el tipo se sentó junto a ella e intento besarla, Mita se resistió, pero poco, pues momentos después ya con las bocas juntas las manos del hombre le jalaban la tanga blanca de algodón mientras que ella tomaba posesión del abultado pene erecto que ya el abogado había sacado del pantalón. Total que minutos después el hombre bufaba sobre ella al arremeter con su miembro en su caliente pucha, ella resintió la falta de cariño pero se compensó al sentir las fieras arremetidas de esa pinga, de regulares dimensiones dijo para sí, pero erecta, bien dura. Mita incrementó su placer al subir sus pantorrillas en los hombros del abogado, que así metía más profundamente su verga, momentos después ambos llegaban al clímax, la venida fue simultánea, luego volvieron a besarse con pasión, el hombre quiso repetir, pero Mita atajó el intentó mamándole la verga semi erecta hasta que, ya bien excitado, el tipo se vino abundantemente en su boca, la mujer le sacó hasta la última gota de semen apretando los labios sobre el duro garrote y tragando los chorros de semen. Ya vestidos el hombre le confesó su repentino enamoramiento.

Al siguiente día Mita tuvo que soportar otra ola de asedios por parte del alemán hasta que aceptó ir a un hotel con él; ya en el lugar ella puso sus condiciones: lo obligó a usar condón y lo montó casi media hora, tiempo durante el cual ella se vino de manera tumultuosa varias veces, lo mismo que el maduro hombre, quien casi le suplicó que aceptara casarse con él, ella prometió pensarlo, pues si bien el tipo no era un adonis cuando menos cogía bien, dijo la mujer para sí. Cuando se despidieron en el aeropuerto el tipo insistió en que le permitiera regresar en un mes para saber personalmente sobre la propuesta de matrimonio, ella aceptó.

 

Ayudando a Juanito

Durante el trayecto de regreso a su casa, Mita volvió a comprobar que su suerte con los hombres había cambiado: al caminar por los pasillos del aeropuerto; mientras esperaba un taxi; cuando tomaba un café, en todos esos lugares fue centro de miradas, unas llenas de curiosidad otras más bien cargadas de lujuria; era un olor misterioso, como el silencioso llamado de la hembra en celo en busca del macho; volvió a sentirse incómoda, avergonzada y hasta temerosa, pero el sentimiento fue pasajero y contra su natural comportamiento hasta se atrevió a devolver algunas de esas miradas, como diciendo "si, aquí estoy y soy una hembra hambrienta de sexo, quiero un macho, un hombre que me monte y me haga feliz", como calibrando cada uno de esos prospectos, aspirantes o suspirantes que anhelaban secretamente la señal de aceptación de esa madura mujer, al parecer simple o normal pero que tenía ese "algo" atrayente y misterioso.

Cuando por fin llegó a su casa Mita se entretuvo en preparar la comida para su padre, comió cualquier cosa y se refugió en su cuarto con la extraña sensación de que era otra mujer la que entrara en esa habitación; como si entrara a un espacio desconocido y no aquel en el que cotidianamente, durante años, llegara a llorar sus desventuras y sinsabores; no, ahora estaba conciente de su nuevo y recién adquirido poder: el de atraer a los hombres. Era como si de la noche a la mañana si hubiera llenado de confianza en sí misma, con poder de decisión, con el control sobre su vida, sobre todo satisfecha como mujer, sin aquella conocida frustración, sin esa vieja convicción de que no servía como hembra. Con esos sentimientos se sintió a sus anchas, plena, llena, contenta y feliz; todo eso la hacía sentirse diferente, hasta el atardecer se miraba diferente por la ventana; se percató de ello y suspiró pensando: "de ahora en adelante sólo será cuestión de encontrar una buena pareja que me ame y una su destino al mío, voy a encontrar un marido que me quiera y que me llene de leche a todas horas, todas las noches, todos los días, todas las horas de lo que quede de mi vida…".

Y sin darse cuenta llegó hasta el ventanal de su balcón, desde ahí el atardecer, algunas veces, era espectacular, y así ocurría esa tarde: las nubes aborregadas resaltaban sus blancos y grises, y entre ellas los rayos amarillos y anaranjados del sol, y sobre todo el limpio azul del cielo; se animó a salir al balcón, abrió la puerta que daba acceso a esa área común del edificio donde una decena de familias vivía y se apoyó sobre el barandal metálico para gozar de esa hermosa vista, y así estuvo varios minutos, disfrutando de ese momento íntimo y mirando el sol desaparecer lentamente en el horizonte, en eso un leve gemido la sacó de sus pensamientos, procedía del balcón vecino, donde vivía una familia formada por una pareja entrada en años y su único hijo, un joven que andaba por sus veintes, que por cierto en ocasiones le mandaba miradas llenas de deseo. Aquello extrañó a Carmen y su sexto sentido le avisó que sería mejor regresar a su cuarto, pero se contuvo y aguzó el oído; sí, era como un apagado gemido gutural.

La curiosidad la empujó a tratar de mirar más allá de la malla metálica que separaba los balcones de ambos departamentos; creyó ver ahí a alguien acostado sobre un camastro, se asustó pero nerviosa siguió inspeccionando, buscó una rendija y al encontrarla descubrió a Juan, su joven vecino acostado sobre una tumbona de plástico blanco, como descansando, pues estaba sólo con una playera y un calzoncillo de colores. Ese descubrimiento la llenó de nervios y pena, pero no pudo apartarse de ese lugar y respetar la intimidad de esa persona; por el contrario, miró con detenimiento y vio al joven hombre con los ojos cerrados, como dormido; pero eso no era todo: tenía la mano derecha metida en el short a la altura del sexo, y en esa zona una protuberancia, un curioso bulto. En ese momento todo el organismo de Mita reaccionó: como una corriente eléctrica sintió el deseo naciendo desde su entrepierna y erizando toda su piel, como el llamado del sexo, pues al momento sintió su pucha palpitar ansiosa.

Mita siguió curiosa lo que hacía Juanito, parecía manipular su pinga guardada en el calzón, con lentitud, con suavidad, como gozando el placentero momento; ella miraba con detenimiento como la mano manipulada aquel bulto bajo la tela de colores chillantes. El saberse espectadora anónima de aquel inusual espectáculo incrementó su naciente excitación, Mita se sintió caliente y para comprobarlo metió la mano entre sus piernas para percatarse de la caliente humedad que invadía su entrepierna y siguió con ojo ansioso la lenta masturbación de su vecino pensando: "que se quite el pantaloncito, que se lo quite", mientras su mano derecha frotaba ansiosa su panochita ya caliente y hambrienta; y como si el vecino leyera su pensamiento Mita expectante y con los labios secos vio como aquél se despojaba parcialmente de la prenda que estorbaba para dejar a la vista una pinga erecta, rosada, gruesa, no muy larga, pero en plena exhibición de poderío sexual; una potente joven verga con el carnoso prepucio cubriendo el redondo glande, pero gruesa y, al según Carmen, bien puesta para el ejercicio copular.

Llena de expectación la mujer siguió mirando los secretos placeres de su vecinito Juan, que antaño le causara hastío y rechazo con sus miradas lujuriosas; era como si aquel se esmerara en manipular su poronga erecta con delectación y placer para el pleno goce de ella, que miraba como la mano derecha recorría con suavidad el lomo de la verga erecta, pelando para descubrir el amoratado glande recorriendo la suave piel que lo cubría; luego vio como los dedos se cerraban sobre la cabezota para rodearla delicadamente y Mita quiso ser quien hiciera aquello; quiso estar junto a Juan y masturbarlo así como se lo hacía él. Para entonces ya la manita de Carmen estaba bajo su panty recorriendo la raja viscosa de su puchis, como ella llamaba a su sexo, e imitando los placenteros masajes de Juan sincronizó los movimientos de sus dedos sobre los hinchados labios de su panocha con los de su inesperado cómplice, hasta que incapaz de contenerse su frente golpeó la malla metálica, el inesperado sonido suspendió su propia dedeada y la masturbación de Juanito, quien alcanzó a escuchar el ruido; como pudo Mita contuvo el grito o gemido que anunciaba su orgasmo y con paso vacilante se retiró de ese lugar, pero de repente se detuvo ante el inesperado pensamiento: "¡oirá mis pasos, descubrirá que lo estuve mirando!, ¿qué hago?", tratando de recuperar la respiración optó por la opción más fácil: fingir que apenas había salido al balcón, apoyó sus brazos sobre el barandal metálico y fijó la vista en el horizonte, donde hacía tiempo había desaparecido el sol del atardecer, ahí se quedó por minutos que se le hicieron siglos, en eso un ruido venido de donde estaba el vecino le indicó que él todavía estaba cerca.

Conteniendo el aliento Mita giró su cabeza hacía el departamento de al lado y su sorpresa casi la hizo gritar al descubrir a Juanito mirándola también, no le quedó más remedio que saludar: "¡hola Juan!, ¡me asustas!, ¿qué hacés?".

--"Hola señorita Carmen ¿cómo está?, ¿qué hace?"

--"Nada, nada, salí a respirar aire fresco, pero no me des ese tratamiento de ´señorita´ que te conozco desde que eras un chiquillo, ¿y tú que hacés?, dime"

--"Estaba tomando un poco de sol, estoy solo en casa y salí aquí, y Mita.. ¿puedo hacerte una pregunta?".

--"Claro hombre, ¿qué queres saber?".

--"Pues… luces diferente… ¿cambiaste de peinado?, te ves… muy… atractiva, muy… linda…".

--"Anda deja tus piropos para tus novias, no tengo nada, soy la misma, ¿viste?, mi peinado es el mismo, nada, no me he hecho nada, soy la misma, déjate de pavadas tonto…".

--"Disculpa si te incomodé, pero es cierto, bueno, y dime ¿ya tenías tiempo en el balcón?".

Sonriendo para sí contestó: "no tonto, que acabo de llegar, estuve preparando la comida de papá y me sentí acalorada, apenas hace un minuto que salí, a ver ¿por qué preguntas?, por cierto te noto triste y pensativo, ¿qué te pasa Juan?, se puede saber…"

--"Ah!, nada, no es nada", dijo suspirando el jovencito.

--"Anda dime, hombre, tal vez te pueda ayudar, a tu edad todos los chicos solo piensan en chicas, ¿me equivoco?", dijo Carmen mirando fijamente a su vecino.

Juan volvió a suspirar diciendo "pues bueno, tu sabes, esas cosas de las chicas…, extraño a mi novia, tiene semanas que no la veo".

--"¿Viste?, sólo chicas, todo con ustedes los hombres es cuestión de chicas…, y digo si la extrañas es por que la querés, a ver dime, ¿o la extrañas por otras cosas", dijo la mujer notando la turbación en Juan que se tardó en contestar.

--"Pues si, la extraño, tu sabes…, se fue con sus parientes a la provincia, me dijo que sólo unos días y ya van tres semanas, le he llamado y no la encuentro, que cosas con ustedes las mujeres ¿viste?, pero si la extraño…", dijo por fin el jovenzuelo suspirando, como midiendo las reacciones de Mita.

--"Pero Juan, si vos eres joven y guapo, te deben sobrar las novias, que te preocupas.

--"No tanto que me sobren, pero tú sabes, cuando hay ciertas cosas entre dos, pues tú sabes…".

--"No se, mejor dime…".

--"Pues si mujer, hacer el amor y eso…".

--"¡Ah, sexo!, extrañas el sexo con tu novia, no a ella misma, entonces no la amas, sólo quieres sexo, hay los chicos de hoy!, sexo, sólo sexo!".

--"No pienses mal, no sólo es eso, quiero a la chica, la quiero mucho y pues ya son casi tres semanas que no la veo y que…, pues…, no estoy con nadie y bueno…, pero aparte hay otro problema".

--"No Juan, no pienso mal de ti, también yo fui joven y me enamoré, y pues… cuando hay amor y se dan las relaciones íntimas entre la pareja, yo sé ¿viste?, pero me dices de otro problema, ¿qué tenés?".

--"No te lo puedo decir, es algo, digamos, muy personal…", dijo el jovenzuelo y en eso el timbre del teléfono de Mita sonó.

--"Deja que contesto, espera un momento", dijo Carmen y fue a contestar. Era su padre avisando que no llegaría a cenar y que lo más seguro es que llegaría tarde a casa.

Cuando Mita colgó el teléfono se convenció de que algo podría hacer por los problemas de su acongojado vecinito. Regresó hasta el balcón y ahí estaba Juan, Mita lo miró sonriendo, como invitándolo:

--"Nada que era mi padre avisando que no vendrá a cenar, seguro se ira de juerga con sus amigos y llegará de madrugada como hace a veces, pero a ver Juan sigamos con tus cosas qué tenés?".

--"No Carmen, cosas de hombres, me avergüenza, no se si podría decirte algo, es algo que me preocupa, pero es muy, muy personal".

--"¿Algo referente a tu salud?, ¿qué podrá ser?, mira soy una mujer madura, de edad, hasta digamos, no se, digamos como una tía tuya o algún familiar cercano, yo podría escucharte y tal vez darte un consejo, anda Juan no seas niño, ¿qué pasa?", la mujer lo miró a los ojos y lo cierto es que el muchacho lucía apenado, se animó a dar el siguiente paso…

--"Mira por qué no venis a casa, tomamos café y platicamos, si no te sientes en confianza, no me dices nada y te quedas con tu problema, ¿viste?, ¿qué dices?".

El joven permaneció unos segundos en silencio, tal vez imaginando las verdaderas intenciones de la mujer; según recordaba él Mita siempre lo trató de manera distante, sobre todo por las apasionadas miradas que le dirigía cuando la veía salir y llegar a su casa; Mita siempre contestó con mirada severa sus intentos de acercamiento; pero si ahora ella lo invitaba a su casa entonces… ¿qué había cambiado en Carmen?, ¿por qué ahora se mostraba diferente?, se preguntaba Juan, entonces se animó:

--Es que…, no se, hoy es el primer día que hablamos, antes nunca me permitiste siquiera el saludo, siempre estabas como enojada, seria, y ahora…".

--"No hagas caso, ¿viste?, posiblemente andaba yo con problemas, seguro que no fue por ti, pero bueno, ya deja esas cosas atrás, entonces ¿nos tomamos ese café en casa?", dijo ella lanzando su última carta y por la sonrisa del chamaco supo de inmediato que esa noche descubriría de que estaba hecho Juanito.

Bastó media hora y una taza de café para que Mita lo hiciera sentirse a sus anchas; él por su parte estaba convencido ya que Mita algo quería con él, por ello la miró a los ojos como invitándola a que siguiera la plática, ella intuyó la invitación:

--"¿Y bien, me dirás o no qué te pasa?".

--"¿Prometes no enojarte?".

--"¡Claro que no tonto!, ambos somos personas adultas, podemos hablar claro".

Y ante los ojos atentos de la mujer empezó él con su confesión: --"Bueno… como te dije tengo semanas de no ver a mi chica y pues…, ya me había acostumbrado a estar con ella… a solas, hacíamos el sexo, con alguna frecuencia, digamos dos o tres veces por semana –Mita abrió los ojos momentáneamente al imaginar la activa vida sexual de su vecino--, y pues en estos días he pensado en ella ¿viste?, y pues… me excito, disculpa, es la vedad. Antes de conocerla cuando me pasaba eso, tú sabes, lo arreglaba… tú sabes cómo…

--"No se, dime cómo…", dijo ella como para animar al joven.

--"Si, tú sabes…, me… masturbaba, no muy seguido, pero si algunas veces, eso era antes –dijo él ante la mirada expectante de la mujer--, pero ahora eso no me funciona… ¿me entendés?...

--"¡¡¡Ah!!!, más o menos, anda sigue, no te apenes".

--"Pues, ese el problema, desde la primera semana que ella se fue lo intenté, si me excitaba, ¿me sigues?, bueno, pues… lograba la erección, como siempre, pero no pude terminar por más que lo intenté, luego dejé pasar unos días y volví a tratar, de nuevo lo tuve erecto al momento, pero nada, y así ha sido varias veces, eso me tiene preocupado, anda dime ¿qué pensás?".

Carmen suspiró para tratar de encontrar las palabras precisas, luego dijo: "bueno hombre, eso no es problema, tal vez te acostumbraste tanto a tu novia que ahora no podés masturbarte, tal vez tu cuerpo, tu organismo esta muy… digamos, habituado a ella y la extrañas, debe ser algo pasajero, sobre todo si hacían sexo tan seguido… cuando ella regrese podés solucionarlo, haciéndolo, como antes –lo miró a los ojos y continuó--, también puede pasar que… no se… tal vez no te lo acaricias… digamos… de la forma correcta, no se, ustedes los chicos saben más de esas cosas, yo no; pero se me ocurre que no tienes la motivación correcta, ¿estoy en lo cierto?".

--"Tal vez estás en lo cierto, pero me preocupa ¿y si me quedé impotente?, ¿y si ahora ya no puedo tener relaciones?, no se…, ¿te digo algo?, bueno, precisamente hace un rato, antes de encontrarte en el balcón lo intenté una vez más, me acosté en el camastro del pasillo y como estaba solo en casa lo intenté de nuevo –Mita sonrió para sus adentros al recordar que lo había descubierto en su placentera afición— y pues tampoco pude ¿me entendés?, ¿qué hago?".

Ella se mantuvo pensativa un momento, calibrando sus palabras y al mismo tiempo incrementando los deseos del chico, pues ella imaginaba que esa confesión había despertado la excitación de Juanito y estaba en lo cierto.

--"Bueno Juan, no se mucho de esas cosas ¿viste? Soy soltera y no tengo amigos o novio desde hace bastante tiempo, así que mi experiencia en eso del sexo es casi nula ¿viste?, pero no se… algo te podría recomendar, o al menos intentarlo, si como dices andas muy… preocupado… algo se podría hacer…

--"¿Tú crees, Carmen, que tenga remedio?".

Con la mirada fija en él, dijo: "Pues si, digo si queres intentar algo…, ven vamos a la sala…". Juan la siguió detrás mirando de pasada la redondez de sus carnosas nalgas bajo ese amplio vestido rosa. Al llegar a aquel sitio ella lo invitó a sentarse en el sillón, luego mirándolo se lanzó a fondo:

--"Mira Juan, nos conocemos de tiempo atrás, nunca antes hemos hablado, pero eso no quiere decir que no podamos ser amigos, pero como comprenderás somos diferentes, al menos en edades, no es conveniente que alguien sepa nada, vamos ni siquiera que estuviste en mi casa hoy, ¿entendés?, bueno, además tenemos nuestras propias vidas, vos tenés novia y yo mi trabajo, cada quien tiene sus propios intereses, ¿viste?, pero bueno, me pareces buen chico, el sincerarte hoy me da a entender que eres un buen joven, de buenos pensamientos, por ello no quiero que pienses mal de mi si te digo algo respecto a tu problema, quiero que eso quede claro".

El muchacho estaba mudo, no sabía que decir, por ello Mita siguió sintiendo que ya tenía a su disposición al vecino: "buen chico, mira quedate ahí sentado, relájate, respira profundo, procura sentirte bien, a tus anchas, como si estuvieras… no se… en tu recámara, yo me quedo acá, frente a ti, en el otro sillón, ¿viste?, bien, ahora cierra los ojos, descansa tu cabeza sobre el respaldo, no abras los ojos, no mires, piensa en algo excitante, en tu chica si quieres ¿entendés?, ¿estás listo?".

Balbuceante él contestó con apagado "Si". Ella continuó:

--"Bien, supongo que ya estarás excitado ¿me equivocó?, ¿no?, bien, muy bien, ahora ábrete el pantaloncillo, sin pena, tranquilo, así, muy bien, todo tranquilo, como si no estuviera contigo aquí ¿si?, bien así, eso es, por lo que veo marcha bien la cosa, tu slip luce bien, guarda algo interesante, algo que ha crecido ¿me equivoco?, ¿no?, por lo que veo supongo que no; ahora desliza tu calzoncito, mejor quítatelo y deja libre tu miembro, no pasa nada, no estás haciendo nada malo, hacerse la paja no es malo, todos los chicos se lo hacen ¿verdad?, bien, ahora dime ¿en qué queres pensar mientras te haces la pajita?

--"¿Te digo, Mita?"; --"Si dime, anda no te apenes"; --"En vos, ¿puedo?"; lanzando una risa Mita preguntó: --"Ay Juanito!, ¿en mi?, ¿queres hacerte la paja pensando en mi?, me apena pero a la vez me excita, pues anda, tonto hacete la pajita pensando en Mita", dijo la mujer que con mirada expectante seguía la lenta manipulación de chico sobre su verga erecta; lo miró atenta tomar el miembro con la mano derecha, de forma suave y delicada, rodeando con todos los dedos el lomo de la pinga erecta, para luego iniciar una lenta manipulación de arriba a abajo, al momento Mita sintió los labios resecos y más abajo, pequeñas palpitaciones en su puchis, indicadoras de que también ella se estaba calentando; Juan por su parte tomaba desde la base su pinga para luego irla estirando lentamente hasta que sus dedos llegaban al glande; Mita siguió instruyendo a su inesperado alumno:

--"Suave, suavecito, Juan, peláte la cabecita, jala esa pielecita que la cubre, así, lento, disfruta, suave, tócate el glande con un dedito, así poquito a poquito, no corre prisa, anda Juanito dime que sientes y que piensas".

--"Siento muy rico, sobre todo sabiendo que vos estás aquí conmigo, mirando como me hago la paja… y pienso en vos, en aquella vez…, hace tiempo, varios años, te miré sin querer, desde el balcón, saliste del baño cubierta con una toalla, me impresionaste desde entonces, luego caminaste hasta tu espejo y te despojaste de la toalla, te vi las tetitas, ricas, muy firmes, y sobre todo tus glúteos, tan carnosos y redondos, tus muslos, largos y bien formados, ahí te quedaste mirándote de cuerpo entero, luego caminaste rodeando la cama y entonces pude ver tus pelitos que tapaban la raja de tu panochita, que linda estabas Mita, hummm, desde esa vez me hice muchas pajas pensando en vos, perdona, pero ahora aquí… contigo… que me ves la poronga y como me lo hago, humm Mita, dime ¿tu que hacés?".

La mujer que no podía permanecer insensible ante lo que estaba pasando, ya había deslizado su mano entre sus piernas y haciendo un lado su calzoncito de tela gris para acariciar la raja húmeda de su puchita: --"Te miro Juan, tienes una linda pinga, grande, muy grande, siento que no corresponde a tu estatura, la tienes gruesa y bien erecta, me excita verte y sobre todo saber que te hacías pajitas pensando en mí, estoy excitada Juanito, muy caliente de verte así como estás y como te lo haces, de hecho también me estoy tocando la cosita, pero no veas por favor, la siento caliente y muy mojada, con mucho juguito y olor… quisiera… ayudarte un poquito, pero me apena, no me atrevo, ¿qué pensás?".

--"Yo también deseo hacerlo, te deseo Mita, no sabes cuánto, quisiera que estuvieras aquí a mi lado y los dos disfrutáramos, anda veni, quiero tu sexo…, quiero penetrarte… anda…".

Carmen ya no respondió, caminó hasta donde estaba Juan y sin quitarle la mirada a la erecta verga se sentó junto a él, de lado colocando sus piernas dobladas sobre el sillón; y luego estirando la mano derecha de forma delicada tomó el garrote, lo rodeó con toda la mano, sintiendo lo caliente y duro que estaba y luego, para sorpresa de Juan, se la empezó a menear yendo desde el glande pelado hasta la base de la verga, hasta ese lugar donde sus dedos pegaban con los huevos duros y peludos de su vecino; eso hizo por momentos que al chico le parecieron horas, hasta que la mujer sintió una inesperada palpitación en la pinga, indicadora de la pronta eyaculación del joven, el se lo anunció:

--"Ay Mita de mi vida que me viene la leche, anda Carmen dejame hacerte el amor, quiero meterte la pija en tu conchita, anda Mita, quiero, dame tu rica pucha, anda!".

--"No, eso no, calla, por favor no me lo pidas, no podemos hacerlo, deja que te acaricie la pinga, así podés terminar, anda, calla y dejame a mi".

Y la mujer sin soltar la gruesa verga fue acercando su rostro hasta casi tocar la cabeza de la verga, sus labios llegaron a milímetros del glande y a su nariz llegó el delicioso aroma del sexo de Juan, Mita ya no se pudo contener y formando un anillo con sus labios los posó sobre el redondo y húmedo glande. La inesperada caricia hizo que Juan alzara el cuerpo y sin querer metiera casi media verga dentro de la cálida boquita de su vecina; Mita resintió la inesperada penetración y corrigió para volver a colocar su boca sobre el húmedo glande y luego para disfrute de Juanito succionó delicadamente a la vez que su manita se activaba sobre el lomo de la verga para ir de arriba para abajo, muy suavemente, apenas tocando con sus labios la carnosa cabeza de la verda; repitió dos o tres veces más hasta que las convulsiones en el cuerpo del vecino le anunciaron que él estaba por eyacular, entonces apretó la boca sobre el erecto miembro a la vez que presionaba más su mano sobre la verga, al momento Juan suspiró hondo para decir "me vengooo, me sacas la leche" y un instante después sintió Mita la inesperada palpitación en el miembro junto con el primer espeso chorro de semen, quiso quitar su boca de la verga pero la mano firme de Juan sobre su cabeza lo impidió; así las cosas la mujer siguió succionando y chupando, dejando que su boca se llenara de leche espesa y caliente, y cuando no pudo más abrió la boca para dejar que el viscoso líquido escapara y resbalara, pero el miembro siguió eyaculando y palpitando, y Mita chupando y repasando labios y lengua sobre la verga palpitante de Juan, a la vez que pensaba: "qué leche, cuánta leche tiene Juanito ¿así será siempre?, dios, ¡qué cantidad!", hasta que por fin lentamente las pulsaciones amainaron y ella pudo por fin alzar el rostro y descubrir que estaba casi bañada de mocos; su rostro y su mano, además la parte superior de su vestido estaba manchados por largos chorros de líquido blanquecino; Mita se sintió de pronto avergonzada y de forma intempestiva se levantó y corrió a su recámara donde con una toalla se limpió las huellas de los excesos eróticos que acababa de vivir con su vecino.

Al regresar encontró a Juan de pie, junto al sofá, ambos permanecieron en silencio: ella con cierta vergüenza por lo que acababa de hacer con Juan; él imaginando cómo hacerle para terminar de meterle la pinga a Mita; los dos queriendo lo mismo pero sin atreverse a manifestarlo. Por fin fue Carmen la que se atrevió a hablar:

--"Disculpa Juan, pero ya tienes que irte, por favor comprende que esto que hicimos fue algo anormal, vergonzoso para mi, nunca –y mintió-- antes me había atrevido tanto con un hombre y todo esto fue una locura, cómo viste tú estás sano, a tu cuerpo no le ocurre nada y yo soy una loca por haber permitido que ocurrieran tantas cosas indebidas, perdona, pero tienes que irte y prometer que nunca dirás nada de lo ocurrido aquí, promételo anda…".

El chico salió de su aturdimiento y prudentemente volvió la vista, pues Mita estaba arreglando su vestido, más bien poniéndose su calzoncito rosa, en esa posición se atrevió a decir: "yo también siento que fue una locura y prometo guardar el secreto, nunca diré a nadie lo que hicimos, y te agradezco todo lo que hiciste, me hiciste feliz, gocé como nunca antes y creo que tú también, por ello no debes sentirte culpable, los dos somos adultos, tú lo dijiste, y llegamos hasta donde los dos quisimos, por todo ello siempre te viviré agradecido y si quieres que me vaya, pues, me voy, ¿viste?, si te avergüenza haber estado conmigo, vale, hasta la vista…", y procedió a subirse el pantaloncito y su slip.

Esa fue la señal para que Mita siguiera su plan para empiernarse con su vecino, lo deseaba, pero a la vez sentía la culpa de haber accedido a tanto en su primera entrevista con el chico que desde hacía tiempo la deseaba:

--"Es que… comprende, somos tan diferentes… soy mayor que tú, eres casi un chiquillo, no nos une nada, hasta hoy nos atrevimos a hablarnos… y luego tu plática, tu supuesto problema, y yo accediendo, me siento mal, compréndelo, por favor, trata de entender. Mañana o pasado verás a tu novia y yo quedaré en el olvido, siento que eso no debe ser así. Por lo demás yo también me excité y me gustó todo… eso que hicimos, tenía tiempo que yo no… --volvió a mentir, pero a la vez fue sincera— pero deseo todo eso, soy mujer, ¿viste?, pero no debemos seguir, no insistas…", dijo ella poniendo cara más de suplica que de arrepentimiento.

Juan entendió el juego: Mita se hacía la difícil, su mirada decía quiero, aunque sus palabras dijeran lo contrario, por ello se fue acercando a ella, con una actitud diferente, más osada o atrevida y cuando la tomó de la mano ella agachó la vista como tratando de ocultar el deseo que sentía; y el vecino al sentir que la mujer no hacía nada por evitarlo se acercó hasta abrazarla y buscar la carnosa boca de Mita con la suya, momentos después se besaban con ardor y luego de un beso que pareció durar una eternidad Juan se acercó al oído de Mita para decirle: "te voy a hacer mía Carmen, te voy a coger, a meterte la pinga", a lo que la mujer contestó:

--"No, no se si pueda, hace tanto tiempo que no…, además no tenemos ninguna protección, puedo quedar embarazada, imaginate…

--"No importa, ahora lo que quiero es poseerte, toda, te quiero toda mía, ¿no quieres tú?...

--"Si, también te deseo, pero tengo miedo, tú aquí en mi casa, mi padre puede llegar en cualquier momento, no lo se… además tu miembro… está muy grande, no se si podré…

--"Si podrás, entrará todo, lo tendrás todo, tuyo, todo tuyo…

--"No lo se… tengo miedo… pero lo deseo, mejor llevame a tu casa, dices que estás solo…, pero espera, mejor tú sal primero, yo te sigo después…

--"¿Lo prometes?...

--"Claro tonto, ya estoy decidida a ser tuya, aunque mañana me dejes por tu novia, hoy quiero sentir esa cosa dura dentro mío… anda, vete, deja la puerta abierta, te sigo en minutos…

Cuando el joven salió Carmen suspiró de excitación contenida, y antes salir de su casa se despojó de su panty rosa, estaba decidida a entregarse al jovencito. Luego se sentó a esperar algunos minutos. La mujer espero lo suficiente, armada de valor caminó hasta el departamento de la familia de Juan, encontró la puerta abierta y dentro la solitaria penumbra. Caminó con pasos indecisos, nerviosa, excitada a la vez; llegó hasta la amplia sala y sobre el sofá a su amigo, sentado, sin ropa. Momentos después ambos estaban abrazados con las bocas pegadas en un largo y apasionado beso, Mita agarrando la pinga del muchacho con la mano, Juan recorriendo con su mano las nalgas firmes de la mujer a la vez que jalaba el calzoncito hacia abajo; luego ella se acostó sobre el sofá y Juan presuroso se montó entre sus piernas dirigiendo la punta de la verga erecta a la raja viscosa de Carmen, que con el aliento contenido se apuró a decir: "espera, no la metas toda, sólo la puntita, poco a poco por favor"; y el obediente chico agarró el falo con su mano y delicadamente empezó a acariciar con el la pepa entreabierta de Mita, separando los labios, llevando el garrote hasta el nacimiento de la raja para luego deslizarla suavemente hasta la entrada de la vagina, la madura empezó a gemir, a disfrutar de ese placer exquisito, hasta que sin darse cuenta ya la verga entraba parcialmente en ella, el glande traspasando la entrada de la pucha mojada y caliente; y se dejó llevar abriendo más sus muslos, deseando que el enorme garrote la penetrara por completo, no se atrevió a pedirlo, sólo se dejó hacer; Juan inició un metisaca acompasado, metiendo media verga y sacándola casi toda, hasta que el glande quedara aprisionado en la entrada viscosa de la pucha para luego arremeter suavemente, provocando sensaciones de indescriptible placer en Carmen, que con los ojos cerrados dejaba escapar apagados gemidos; momentos después ya la pinga del joven resbalaba entera en la vagina de la madura, entrando por completo, quedando los cuerpos pegados, los vellos entrelazados, la viscosa humedad de la pepa contagiando los testículos de Juan que cambió el ritmo de sus arremetidas, más rápidas, más fuertes, haciendo brincar el cuerpo de la mujer sobre el sillón, así una y otra vez, hasta que en el clímax del placer Mita se abrazó del chiquillo gimiendo, casi gritando "si, Juan, más, hazlo fuerte, más, así, más, todo, dámelo todo, lo quiero entero, todo, todito dentro mío, más", removiendo su pelvis sobre la base de la verga que brincaba dentro de ella, hasta que con un ruidoso "yaaaaa, hhaaaa", Mita anunció su orgasmo; y así siguieron cogiendo con lujuria desefrenada hasta que Juanito eyaculó dos veces y Mita tuvo tres orgasmos más.

Cuando el acto amoroso terminó y ambos recuperaron fuerzas, una gran mancha de líquido viscoso quedó sobre el sillón y entre besos se despidieron: "ya Juan, debes dejarme ir, estoy agotada… fue una locura hacerlo contigo… pero fue delicioso, maravilloso, Juan, me volviste a hacer mujer", dijo la madura sintiendo dichosa.

--"También fue maravilloso para mi. Mita te deseo, quiero seguir contigo, quiero ser tu hombre y hacerte el amor muchas veces, acepta, anda", dijo ansioso el chico.

Sorprendida contestó: --"Si, lo deseo, pero debemos pensar muy bien en lo que vamos a hacer, es una locura, una hermosa locura, pero debemos ser prudentes y meditar sobre lo nuestro, prometo pensar bien en que será lo mejor para ambos, pero desde hoy siempre estarás en mi mente, pronto te daré una respuesta, pero ahora debes guardar el secreto, nadie se debe enterar sobre lo que hicimos, ¿entendés?", y besándolo amorosa en la mejilla se despidió de él. Cuando caminaba rumbo a su casa, Mita sentía los chorros de semen resbalar por sus piernas, pero no hacía caso, se sentía dichosa y satisfecha pensando en su nuevo amor, su vecino Juan.

Pagando la deuda

Apenas había pasado dos semanas y Mita era una mujer completamente feliz: tenía una propuesta formal de matrimonio; había conocido el más completo placer sexual con varios hombres; y lo más importante: su futuro parecía más que promisorio, pero tenía una deuda pendiente: visitar al viejo brujo. Y por más que se resistía una mañana decidió visitar al hombre para saldar su cuenta.

No hizo falta que se anunciara, el brujo ya esperaba su llegada: "hola Mita, luces radiante, por lo que se te ha ido muy bien ¿o me equivoco?".

--"No don Jacinto, usted sabe mejor que yo que todo ha cambiado en mi vida".

--"¿Verdad que sí?, que bueno mujer, espero que sea para bien, y bien dime ¿cuál es el motivo de tu visita?".

--"Bueno señor, usted sabe, tengo algo pendiente, ¿qué le debo?".

--"No se trata de dinero Mita, pero sería bueno que dejaras un poco para mis gastos cuando te vayas, más bien quisiera me complacieras con algo muy personal…".

Al momento Carmen se sintió nerviosa, algo intuyó y no supo que decir; oyó al brujo: "ven acompáñame, quiero algo de tu personita, algo que también te traerá placer, anda ven, no temas".

La mujer se quedó quieta, el viejo le estaba pidiendo algo impropio, pensó; su nerviosismo aumentó, se sintió atrapada en aquella casucha, pero al mismo tiempo algo dentro de su ser la empujaba a acceder. Con paso vacilante se puso de pie y siguió al viejo hasta entrar en otro cuarto donde apenas había una desvencijada cama, todo en penumbras o casi. Mita se quedó quieta a merced de lo que quisiera hacer el vejete; lo sintió a sus espaldas, cerca, muy cerca de ella, casi podía sentir su respiración junto a la nuca: quiso escapar pero sus pies chocaron con la orilla de la cama, de nuevo lo sintió cerca de ella que pensaba "me quiere coger, no quiero, por favor que no lo haga", en eso escuchó su voz juntito a su oído:

--"No tiene caso que te resistas, aunque digas que no, lo deseas, yo lo se, anda dime, gozaste en estos días, ¿te lo hicieron rico?".

--"Siiii", dijo ella con voz apagada.

--"¿Qué faltó que te hicieran tus recientes conquistas".

--"No se".

--"Si lo sabes, dime".

--"Que me besaran… el… ano, que me excitaran de esa forma y me penetraran así…

--"¿Eso quieres ahora?...

--"No lo se, me dolerá…

--"Pero lo deseas ¿o no?".

--"Tengo miedo… pero… si… quiero… que me… culees, pero trátame bien, con cuidado, despacio, hazme sentir, desear tu… pinga…

--"¿Sí?, pues así será, ¿cómo te gusta la pinga?...

--"Dura, grande, gruesa, con leche, con mucha leche".

--"¿Así?", le dijo el viejo al momento que le mostraba su enorme carajo. La atónita mirada de la mujer no podía dar crédito a lo que veía: la más grande verga vista por ella en su corta vida sexual, se quedó petrificada hasta que el brujo depositó en su mano izquierda la descomunal pinga, Mita la sintió dura, durísima, y muy larga y tan gruesa que su mano apenas podía abarcar su circunferencia; a su pesar pudo exclamar: "nunca me cabrá".

--"¡Claro que si Mita!, ya lo verás, además mi poronga da mucha leche, te gustará mucho, ya verás".

La mujer se sintió empujada contra la cama, de manera amable el viejo la recostaba sobre el camastro, ella cerró los ojos mientras sentía como el hombre le subía el vestido y la despojaba de su diminuta tanga rosa de perlitas; luego el cierre de su vestido fue abierto con lentitud hasta que él se lo quitó.

Para entonces el nerviosismo de Mita era excitación, unas ganas intensas de coger, de ser penetrada por aquella enorme verga; suspiró cuando el brujo le besó la espalda; Mita arqueó su cuerpo al sentir la sensual caricia; sintió la lengua filosa recorrer su piel sensible desde los hombros hasta el nacimiento de sus nalgas; gimió, suspiró, percibió la humedad en su puchis, pero el viejo siguió con sus ardientes juegos, una y otra vez recorrió la espalda de la mujer, ora con besos delicados, ora con lengüetazos largos y ensalivados, hasta que esa filosa lengua empezó a jugar entre sus glúteos, yendo por el valle que las separaba, o bien chupando los carnosos cachetes de las nalgas; hasta que el hombre con ambas manos le separó las nalgas temblorosas y la lengua bajó lentamente hasta dar con el ano, el conjunto de pliegues apretados y duros, entonces Mita dejó escapar un profundo "aaaaaaahhhhh" que resonó en aquella habitación, sin pedirlo ella reculó, paró el culo diciendo: "más, quiero más", el viejo pegó su boca al sensible orificio haciendo círculos con la lengua sobre el diminuto hoyo.

Mita creyó perder el sentido, la cabeza le daba vueltas, las sensaciones provocadas por el viejo recorrían todo su cuerpo, desde la punta de sus pies hasta su cabeza; el intenso placer se posesionaba de ella, deseaba esa pinga, la quería; en eso la boca succionante se separó de su culo y un dedo del hombre hizo redondeles sobre su culo, presionó delicadamente, Mita sintió que su secreta boca daba de sí y disfrutó de ese largo dedo que se le metía en las entrañas, luego el viejo volvió a lengüetear sobre su orificio que se distendía; ya la filosa lengua casi penetraba su culo; la mujer casi gritaba de placer: "ay ¿qué siento?, ¿Qué me haces?, por todos los cielos ya… por favor dame pinga, quiero tu verga en… el culo, dámelo ya por lo que más quieras, mi colita es tuya, mi cola sólo tuya, no me hagas esperar más…".

Jacinto se separó por momentos, hizo que Mita se arrodillara en la cama, le separó levemente las piernas, para luego apuntar el miembro entre las nalgas palpitantes de Mita, le pidió: "ponte suavecita, afloja el cuerpo, allá voy, te la meteré despacio por tu chiquito, como quieres".

--"Si quiero, quiero pinga en la cola, dámela despacio, ay, espera, lento, aprieta…, hummm, ya… casi la tengo, duele, ay…, es muy grande tu… verga, hummm, yaaaa!", gritó Mita cuando el grueso glande traspasó el anillo de su ano, se sintió desfallecer, pero mordiéndose los labios contuvo el doloroso grito, parecía que un hierro ardiente le traspasaba el cuerpo y así era, pues el viejo seguía empujando el duro miembro, sepultándolo en el intestino de la mujer quien sentía como aquella larga y gruesa poronga la traspasaba, se le metía cada vez más en su cola, le destrozaba los pliegues; la mujer contuvo el aliento cuando por fin los cuerpos chocaron anunciándole que ya la tenía bien cogida.

Mita mordió las sábanas cuando el viejo se la empezó a coger con furia, entrando y saliendo de manera violenta del distendido agujero anal, que cuando la verga salía parecía llevarse sus tripas y cuando entraba hasta el fondo parecía llenarle los intestinos de calor y dolor ardiente, pero placentero. La cogida se hizo larga y lenta, Mita desfalleció de placer varias veces, por sus piernas escurrían los jugos de su venida, hasta que el viejo le preguntó: "¿quieres lechita?".

--"Quiero leche, dame tu leche, la quiero, dame leche en mi cola…

En ese momento la mujer sintió en sus entrañas los chorros pausados, violentos, de semen, pero no fueron dos o tres chorritos, sino diez o más, casi no llegó a contarlos, pues la verga parecía una inagotable jeringa de semen, Mita sentía como palpitaba la pinga del brujo cuando expulsaba nueva leche, grito "ayyyy cuánta leche, viejito de mi vida, dame más semen, lléname la cola de leche", hasta que poco la venida del viejo amainó y la verga fue perdiendo dureza, el brujo se la empezó a sacar del culo, Mita aguantó el dolor de la desenculada y cuando la verga abandono su cálido albergue el culo de Mita se quedó abierto, como anhelando el descomunal miembro de casi 30 centímetros.

La vista de aquel miembro que momentos antes la sodomizara despertó de nuevo la lujuria de Mita, se acercó a ella lentamente; la tomó entre sus manos y acercó el rostro, percibió los secretos olores, los propios, los de su culito, el olor a excremento, y el sensual olor del semen, olor a macho, a hombre. No pudo contenerse, sus labios se depositaron amorosamente sobre el morado glande, besó el miembro con devoción casi religiosa, luego abrió su boca para comerse ese glande lustroso a sexo, los labios rodearon la ancha cabezota, luego la lengua hizo caricias ahí mismo, hasta que sin darse cuenta la mujer se descubrió mamándole el miembro al brujo, la excitación se posesionó de ella conforme insistía en comerse toda la pinga, pero se refrenó al descubrir que menos de la mitad de verga era lo que admitía su boca abierta al máximo, no se amilanó, sus labios cubrieron el glande chupando con fuerza mientras que sus manos frotaban el lomo del tremendo pito ya duro y erecto de nuevo, minutos después su boca era inundada de semen espeso y caliente, la pinga siguió eyaculando tal cantidad que ella tuvo que soltar la verga y dejar que su cara quedara bañada de semen.

Luego el hombre se acostó a su lado, la mujer –mientras quitaba con la sábana el semen de su rostro-- con mirada ansiosa miraba aquella verga pensando: "es enorme!, y me la metió toda, todita!". El viejo notó esa actitud pensativa en la mujer y la sorprendió:

--"Dime que piensas Mita".

--"Nnno se, me siento confundida".

--"¿Por qué?".

--"Creo que he vivido más en estos días que en todos los años que llevo encima…

--"¿Y eso te asusta?, ¿por qué?"

--"Me confunde, siento que estoy haciendo mal, que las cosas no son así… de normales…

--"¿Te sientes culpable, sientes culpa?"

--"Hasta eso que no, sólo me siento confundida, no me sentía capaz de tantas cosas…

--"¿Cómo cuáles?".

--"Como hacer el amor tan seguido… con personas diferentes, luego con… usted… digo contigo. Acabamos de tener sexo… de esta forma, creo que no tiene caso llamarte de usted…

--"Si mujer, tienes razón, ¿qué más? Dime".

--"Me siento extraña, es eso, pero contenta, muy feliz, el sexo me gusta, me gusta mucho…

--"¿Te gusto hacerlo conmigo?".

--"Mucho, pero tenía miedo, mucho miedo, además nunca pensé que fueras asi… de potente, con ese miembro tan enorme…

--"¿Te gustó mi pinga?".

--"Es deliciosa, fenomenal, increíble, tan grande, tan gruesa, con esa cantidad de leche, nunca había probado algo así… y nunca imaginé que tú fueras así de… macho".

--"¿Quieres más?".

--"Siiii, pero… no se si podré… aguantarla por la puchis…

--"Si pudiste por la colita, ¿por qué haz de poder por tu gatita…

Asombrada la madura se percató de la nueva erección del brujo; dejó que el viejo la acostara de espaldas y abriera sus piernas, momentos después la mujer sintió sobre la raja de su sexo la dura cabeza del miembro de Jacinto, luego la sintió entrar con lentitud, resintió la penetración pero aguantó el dolor mordiéndose los labios hasta que el viejo quedó pegado a su cuerpo, entonces preguntó: "¿ya?".

--"Mira tu misma, te la comiste toda, completa".

La mujer no pudo soportar la curiosidad y alzó el cuerpo de la cama y se sorprendió al descubrir su pepa totalmente distendida, grotesca, con aquel garrote enorme metido hasta el fondo de sus entrañas, en eso el brujo empezó a trajinar con su grandioso miembro y Mita vio como toda aquella carne salía de ella para luego quedar sumida en su panochota generando en ella oleadas de sensaciones más que placenteras que no pudo soportar y su orgasmo la hizo gritar de placer una y otra vez, a la vez que suplicaba: "dame leche, quiero tu leche macho, lléname de semen, lo quiero…, ¡anda macho!".

Pero el viejo no tenía prisa, le sacó varios orgasmos más, hasta que la mujer casi perdió el sentido y en ese momento se percató que el miembro eyaculaba chorros y chorros de semen en su vagina, ella sin quererlo aumentó el placer al dispensarle ricos apretones a la verga que en esos momentos echaba leche cual si fuera un continuo surtidor, luego se quedó dormida un rato hasta que Jacinto la levantó y la condujo a la regadera donde amorosamente la bañó, ella se dejó hacer sonriendo satisfecha.

Más tarde Mita, a su pesar, se vistió, y ya para despedirse le preguntó al viejo: "¿puedo venir a visitarte otro día?".

--"Cuando quieras Mita, ya sabes el camino, puedes venir las veces que quieras".

Y ya en la puerta se atrevió a preguntarle: "oye, ¿a Elena le aplicaste el mismo tratamiento que a mi?", el viejo sólo sonrió.

 

Comentarios: micifuz6@yahoo.com, micifuz66@starmedia.com

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