miprimita.com

Recuerdos del barrio (13)

en Grandes Series

Recuerdos del barrio, 13

Décima tercera entrega

XLV

La partida de don James. "El perdón de los pecados, la comunión de la carne… la bondad del mundo", y los "perdónalo señor", repetidos una y otra vez por el grupo de mujeres que vestidas de negro rezan el rosario en honor del viejo don Jaime. Y yo ahí, sin saber que hacer o decir, no se por qué, pero no siento ninguna emoción en particular, pienso que don James ya estaba harto de la vida, quizás por ello su alcoholismo irredento, beber un día sí y el otro también, perder familia, esposa, trabajo, posesiones y dinero, todo por una grave decepción, en la inútil búsqueda de que todo se acabe por fin.

Doña Paz encabeza el rezo, parece tener bastante experiencia rezándole a los muertos. El grupo se completa con mi hermana; Ludy, mi novia, acompañada de su madre y su hermana, que me mira enojada; doña miss Ana que ya parió, pues su enorme barriga trajo al mundo un bebé al que nadie conoce; doña Rosita, casi anciana a quien atribuyen dotes de curandera y bruja, pero demasiado chismosa, además de varias de las viejas "doble filo" de la colonia doña Teté que desentona, pues su vestido colorido y lleno de flores no corresponde a la ceremonia de un velorio, pero en fin, ella cumplió con asistir, además puso dinero para el sepelio.

Varios buscan mi mirada que yo evado, me siento raro, me extraña que de alguna manera me vinculen con el viejo borracho, que ya descansa en su caja de pino, una pobre caja de muerto para un muerto pobre, bastante pobre. De alguna manera pienso que esta desgracia es una más de las que se han ido acumulando en estos pinches días.

Doña Teté se acerca, desatando las furiosas miradas de mi novia, Ludy la gordita. "Dicen que a ti te quería mucho, que siempre te buscaba para platicar de cosas", pregunta la frondosa doña Esther.

--"¿A mí?, cabrón viejo, me buscaba, si, pero para que le diera dinero pa´la cruda, eso es todo, fuimos como amigos, quizás, pero no supe mucho de él ni de su vida".

--"Pues dicen los vagos que siempre platicaba cosas de ti con ellos, que eras un chico bueno y estudioso, que tenías mucho futuro, te ponía de ejemplo con los demás, sentía admiración por ti", insiste doña Teté.

Ludivina con la mirada furiosa, queriendo venir corriendo y apartar a madrazos a la madura que insiste en seguir platicando y yo que trato de cortar la conversación.

--"Pues dicen que te tenía afecto porque don Jaime fue amigo de tu papá".

Al momento me siento confundido, extraño, y recuerdo a mi padre y su funeral, su muerte prematura debido a una complicación por una enfermedad mal atendida, pero no recuerdo a don Jaime en aquellos años, siento que lo que dice Teté es mentira, no lo se bien pero no replico, más bien guardo silencio, me invade de pronto una profunda tristeza.

Mientras las mujeres siguen rezando, otras acomodan ramos de flores ajadas que han ido llegando poco a poco al improvisado velatorio del edificio donde vivo, en la planta baja donde antes era estacionamiento; otras más encienden veladoras y cirios. Todos aparentan sentirse afectados por la muerte del viejo alcohólico y los "santa maría… ruega por nosotros…, santa… ruega por él…", y el nombrado desfile de santos quizás recibiendo las plegarias de las rezanderas.

El Tupi insiste en ir a comprar un "pomo": "pa´l velorio, ¿no?, con cafecito y su piquete, ¿no?", y quiere que yo ponga el dinero pero lo ignoro, y mientras recuerdo cómo me enteré de la muerte de don James se acerca Ludy, tímida como dudando: "hola, ¿cómo estás?, ¿bien?, ¿sigues enojado?, ¿si, verdad?".

Quisiera decirle que me deje en paz, que me siento triste y confundido, sin saber qué hacer, más ahora que ni yo ni mi hermana tenemos trabajo; pero ella, ahí, junto a mi insistiendo: "pero es que… me dio coraje saber que tú y doña Mita andan… en cosas… pero ya no, ¿verdad?, con eso de que ella se fue, ¿verdad?", y su mirada busca mis ojos como preguntando.

Intento ocultar mi sorpresa, "¿qué?, ¿qué se fue Mita?, ¿a dónde?", y yo sin saber, "¿cuándo?", me pregunto, tratando de ignorar a la gorda que ahí sigue, pegada a mi, por más que su madre y su hermana le echan "tremendos ojotes" y añade como sentencia:

--"Mi mamá ya se va, pero le voy a decir que yo me quedo contigo un rato, que tengo que consolarte y luego tú me llevas a la casa, ¿sí?", y se va meneando las caderas levemente, con la cabeza gacha arropada por una mascada negra.

Cuando alzo los ojos veo a Chuperto, que parece interpretar mis dudas y se acerca: "¿qué?, ¿ya vino la gorda con el chisme?, ¿verdad?, vieja mañosa…".

--"¿Qué chisme?", le pregunto mirando a la gente, parece que todos me miran de reojo, como preguntando cosas que no se.

--"No te hagas, lo de Mita, dicen que salió de viaje, otros que no, que tenía que irse o la deportaban, que le cayó Migración y que se la sentenciaron desde hace semanas, quien sabe, no se bien… pero que te dejó una carta, ahí en el edificio, con alguien, no se bien, ¿quieres que pregunte?".

Guardo silencio, mientras trato de recordar el último encuentro con la argentina y sus palabras: "¡nunca te olvidaré bebito, nunca, siempre estarás en mi mente!" y reconstruir a la vez cómo supe de la muerte del viejo Jaime.

Fue la otra noche. Llegó a la casa doña Isabel, la vieja que había sido su amante y dado asilo a don James en los últimos tiempos; llorosa tocó a la puerta y cuando abrí sólo dijo "vine a decirte que Jaime ya se fue"; en ese momento sonreí pensando "viejo cabrón, ya volvió a hacer de las suyas" y le dije a la doña "¿cómo que se fue?, ¿para dónde?" y la señora llorando "no, pus, ya se fue, nomás se fue" y soltó el llanto doloroso, y entre lloridos y sonadas de mocos estruendosos "hoy de madrugada se desmayó y lo llevé al doctor en un taxi, ahí lo internaron y luego parecía que se componía, pero un rato después le vinieron unas convulsiones espantosas y… se murió… vine contigo porque eras su amigo y porque… no tengo con qué enterrarlo" y volvió a llorar ruidosamente.

Un rato después habíamos juntado mil 500 pesos entre los vecinos y los teporochos amigos de don James, luego llegó Teté con otra lana y fuimos a despertar a don Vito, el enterrador, y nos habrá visto muy dolidos o enojados, porque nos fió lo que faltaba de dinero y se apuró a hacer los trámites para el entierro de don Jaime en el panteón de Iztapalapa.

Eso recuerdo, mientras regresa Ludy, amorosa y sonriente, trata de abrazarme y me mantengo tenso e indiferente, tal vez tratando de interpretar la mirada de mi hermana que parece decirme: "¿y esa pinche vieja qué?, ¡cálmala, esto es un velorio!".

Como sea acepto salir un rato a la calle, Ludy abrazada trata de consolarme: "no llores mi amor, don Jaime ya está con dios, descansando".

--"Pinche vieja, ¿tú qué sabes?, ni lloro ni me importa el viejo muerto, me encabrona que pasen estas chingaderas, eso es todo", pienso mientras la gordita me lleva de la mano por la banqueta, sorteando las mierdas de los perros.

Cuando me doy cuenta estamos cerca del baldío, de reojo veo el edificio de Mita, donde vive, o ¿vivía?, no lo sabía entonces, y Ludy amorosa me besa "hace mucho que no me besas papito, y… yo te quiero mucho Beto, anda ven dame besitos, quiero consolarte…", y nos sentamos en la vieja banca de cemento, yo pensando que "Ludy lo que quiere es coger no acompañar a los deudos en el velorio del viejo Jaime".

Momentos después la gordita inclinada sobre mi entrepierna trata de abrir el pantalón y sacar mi verga, que todavía no se para, "tengo cosas que pensar y esta vieja con sus calenturas", me digo mientras Ludy ya me acaricia la pinga medio dormida, luego la besa amorosa suspirando y "ay Beto, ¡no sabes cómo me gusta tu miembro!, te adoro", y su boca abierta rodea la pinga y ya, se pone a mamar en forma, siempre inclinada sobre mi, las lamidas y chupadas hacen despertar mi verga que ya le llena la boca y dejo que mi novia tetona me haga la mamada, no se pero o Ludy ya sabía cómo mamar verga desde antes o aprendió bastante rápido, pienso mientras le acaricio el cabello bajo la mascada negra que no se ha quitado.

Y cuando siento que la leche me viene, intento sacarle la verga, pero ella se aferra pidiendo: "no Beto, la quiero así, dame la leche en la boca, la quiero así papito chulo", y su boca aprieta la pinga que empieza a palpitar, suspiro complacido y le suelto el semen, Lucy suspira y sigue mamando, siento que le leche no le cabrá en la boca, pero ella sigue mamando, exprimiendo la verga que sigue eyaculando, succionando poseída de placer, sin soltar el pito que tiene metido casi todo en la boca caliente.

Minutos después regresamos al velorio, la gente nos mira, Ludy disimula, pero yo siento la reprobación en los ojos de las viejas rezanderas, mi hermana menea la cabeza reprobando, como si supiera que la gorda acaba de sacarme los mocos.

Dicen que nadie es más parecido a uno que su propio cadáver, así vi al viejo teporocho: el mismo rostro desencajado y marchito, la barba crecida de varios días, las arrugas invadiendo su cara, su cuello y sus flacos brazos; algunas mujeres, santiguándose antes de verlo en la caja mortuoria, decían que se miraba más cachetón, lo cierto era que los enterradores lo habían puesto "guapo" llenando sus mejillas de algodón, para que no se viera tan mal, tan muerto, sino que pareciera que estaba dormido; yo lo ví apenas unos momentos y estremecido me alejé, lo recordé de días antes, borracho cuando no crudo, pero feliz, o al menos lo aparentaba bien, tratando de arrebatarle a la vida los últimos días o semanas en lo único que lo llenaba: el alcohol.

Al día siguiente, cuando la caja de pino, con don Jaime dentro, bajaba a la tumba, la gente del barrio estaba reunida, frente a mi, en medio de la gente; cerca los vagos del barrio que caguama en mano se emborrachaban dando el último adiós al viejo alcohólico, acompañados por un trío de norteños que entonaban canciones –como aquella de "Los dos amigos" y … no te pongas amarillo…--, además los compañeros de AA de don Jaime, silenciosos y fumando desesperadamente.

Ahí estaba Ludy llorando compungida y vestida de negro abrazada a su madre; era curioso pero la gordita llevaba un rebozo oscuro que le cubría el rostro y unas feas gafas negras; varias veces busqué su mirada pero ella escondía la cara llorando, me pareció que tenía la cara hinchada, creí que era por el llanto, luego supe la verdadera razón.

Mientras las paladas de tierra caían sobre el ataúd volví a pensar que estos serían días negros, y que de alguna forma mi vida había cambiado para siempre.

 

XLVI

"La araña", o trabajo extra. Mientras como, luego de regresar de la escuela, mi hermana me comenta como no queriendo: "oye… fíjate que doña Paz se va a cambiar a un departamento de aquí abajo… y anda buscando quien le ayude a pintar y arreglar los cuartos… ¿por qué no vas y le preguntas cuanto paga por la pintada?, digo… si te interesa… así tendrás algo de dinero para tus gastos…", entonces recuerdo que ella se quedó sin trabajo y que yo… también, no le contesto, más bien al terminar de comer voy a buscar a la señora Paz.

Respecto a esa señora recuerdo que llegó hace años a la colonia, puso un puesto en el tianguis y junto con su marido vendían chicharrones de cerdo, que tuvieron una amplia aceptación entre la clientela; su precaria economía mejoró, pero como el marido bebía un día si y otro también, pronto doña Paz tuvo que hacerse cargo de vender los chicharrones y atender a su familia de seis chamacos mugrosos, moquientos y desnutridos, hasta que un buen día, para su fortuna, el marido amaneció borracho y muerto tirado junto al cazo de metal donde asaban los cueros de cerdo.

La doña se liberó de la pesada carga del marido y se dedicó en cuerpo y alma a su puesto en el mercado, los hijos crecieron y poco a poco cada quien fue agarrando su camino, sólo le quedó Lulú mejor conocida como "La Araña", la menor, a quien por sus fachas desaliñadas, la flaqueza de su cuerpo y su pelo enmarañado la banda de chamacos le apodó La Araña, que cuando la volví a ver tendría 13 o 14 años, más o menos y seguía igual de flaca y medio fea, aunque ya le estaban saliendo formas de mujer.

Cosa curiosa la de esa familia, pues no obstante que ya tenían años viviendo en la ciudad, ninguno había abandonado su forma de hablar, su lenguaje lleno de modismos hablando cantadito, además de que no eran muy afectos al baño diario, y así era La araña, quien además masticaba chicle todo el santo día.

Busqué a doña Paz, que cada día estaba más vieja, y llegamos a un arreglo: pintar y resanar con yeso tres piezas medianas, hacer algunos arreglos de electricidad y destapar el wc, todo por 450 pesos; hice cuentas y pues… eso era más de lo que pagaba el maldito español de la mueblería en una semana, cerramos el trato. Al día siguiente, por la tarde, ahí estaba yo resanando y pintando las viejas paredes de un color rosa encendido, aplicándome en dos tardes terminaría, me decía, cuando en eso oigo una voz:

--"Me dijo mi mamá que viniera a ver si necesitabas algo o que te ayudara", bajo la mirada desde arriba de la escalera y ahí estaba, la Araña, le digo que no… gracias, pero para no dejar corrijo: "mira, pásame el bote de pintura, ese que está allá" y de pronto el estruendo, tablas que se caen, una escalera improvisada, y Lulú tirada en medio de ese caos.

Desde la escalera veo que se levanta sacudiéndose el polvo de su falda mugrosa, pero eso sí a media pierna, y sigo con lo mío y escucho: "por tu culpa ya me rasguñé la pierna", la Araña alza la falda un poco y enseña algo que no veo en la parte posterior de su muslo izquierdo, no hago caso.

Sigo pintando e insiste: "me va a quedar cicatriz, y todo por tu culpa, ¿ves?" y vuelve a alzar la falda; me decido a bajar y le preguntó: "¿a ver, dónde tienes el rasguño?"; "mira bien, aquí" y señala con el dedo de una mano una herida invisible, no veo nada más que piel morena, paso un dedo por esa zona en particular y nada, Lulú miente, endereza el cuerpo y antes de salir añade: "voy a ponerme un "curita" y regreso".

Vuelvo a la escalera, me apura ganarme ese dinero, más tarde ahí está de nuevo la Araña: "ya vine, me puse una "vendita", ¿quieres ver?", se voltea y alza de nuevo la falda, "esta pinche chamaca anda ganosa", pienso, y ella mirándome con cierta coquetería, doy tres o cuatro brochazos más a la pared y me decido a bajar.

--"A ver ven aquí, te voy a revisar la herida", la araña obediente se acerca, hago que se recargue en la escalera, de frente a mi, me inclino un poco y levanto su falda de mezclilla.

Dice: "el raspón es atrás", no le hago caso, con las manos le empiezo a bajar el calzón e insiste: "ahí no está el rasguño", en ese momento descubro su entrepierna y me sorprendo: "válgame, ¡qué peluda está!, esta pelambrera no es de una chiquilla de 13 o 14 años".

Y es que los vellos tupidos y negros y rebeldes le cubren la entrepierna, suben hacia arriba, poco más abajo del ombligo, e invaden el inicio de las flacas piernas; me quedó quieto mirando la tupida pelambre y escucho su voz temblorosa.

--"¿Ves?, ahí no está la herida, ¿ya me puedo subir el calzón?".

--"¡No, tengo que ver la herida!, abre más las piernas", le ordeno y obediente La Araña se despatarra y vuelve a sorprenderme: la raja carnosa tampoco es de una niña de 14 años, es una pepa morena y gorda, con los labios menores que no tienen nada de "menores", sobre salen groseros hacia fuera, renegridos y obscenos y así estoy mirando la tremenda pepa de La Araña y no puedo evitar poner mis dedos sobre esa carne tan crecida, miro hacia arriba y veo la cara de la chica con los ojos cerrados, como esperando, mientras el olor de la desmesurada panocha me pega en la nariz, la pucha huele a mujer, a vieja caliente.

Cuando ya estoy de pie La Araña sigue recargada sobre la escalera con las piernas abiertas, y mis dedos recorren esas carnosidades exageradas que me contagian de humedad, me abro la bragueta del pantalón, y siento como mis dedos se llenan de esa pucha viscosa.

Me acercó a ella verga en ristre, y la Araña me vuelve a sorprender: "no la metas toda, sólo la punta, sólo eso ¿sí?" y abre más las piernas. Con el pito busco donde meterla y ella alza una pierna, se la sostengo con una mano, encuentro el canal resbaloso y empujo, ¡y ya está!, la verga empieza a entrar; la Araña parece suplicar: "sólo la puntita, ¿sí?, lo prometiste, sólo la punta, ¿eh?", pero mi verga ya resbala entrando en ella hasta que nuestros vellos se pegan.

Repego los cuerpos y Lulú gime y empuja la pelvis, entro más en ella que sigue pidiendo "sólo la punta, nada más, ¿eh?" y mi verga ya entra y sale con facilidad de esa panocha engañosa y suave y caliente que se traga toda la pinga erecta y gruesa a más no poder; seguimos arremetiendo, los olorosos flujos de La Araña empiezan a resbalar por sus flacas piernas y yo me la sigo cogiendo hasta ella suspira "aaaahhhhh, sólo la puntita… más… aaaaahhhh, ¡la punta, dame la punta!, mássssss, aaaaaaaahhhh, ¡quiero más… la puntita, sólo la punta!, aarrrggggg" y se viene de modo estruendoso, gritando, temblando y haciendo crujir la escalera, tengo que sostenerla pues sus piernas se doblan, en eso siento que los mocos se me salen y le saco la verga para salpicar de semen su barbudo sexo, ambos contagiados de delicioso placer; cuando mi palo deja de palpitar me separo y dejo que la Araña se suba los calzones comentando en voz baja "¡cuánta leche!, te salió bastante, hijolé", se acomode la falda y sin decir nada… se vaya.

Luego me guardo el pito en el pantalón y me subo a la escalera a seguir pintando, tratando de tatarear una canción de Blades: "¡sorpresas te la vida, la vida te da sorpresas!".

Esa noche me acompañó el Ruperto a casa de Mita, un extraño temblor me anticipaba la mala noticia, "vamos con doña Rosita, a ella le dejó tu vieja una carta para ti", dice el amigo.

--"¿Y tú como sabes?".

--"¡Oh, chingá!, tú me dijiste que investigara".

El Ruper miente, nunca le dije que fuera de chismoso a averiguar qué había pasado con Carmen, prefiero buscar su mirada que evade. En eso llegamos con la señora Rosa, curandera de los pobres del barrio y santera, dicen que hace "limpias" contra los malos espíritus, y no se, quizás la Rosita ya nos esperaba, porque cuando salió traía un sobre blanco en la mano y:

--"Ten, dijo Mita que te entregara esto, y que… la disculparas, qué ojala algún día la pudieras perdonar, --me miró a los ojos--, ya ves jovencito… los amores torcidos terminan mal, nunca debiste acercarte a esa mujer, Mita era… una mujer que no te correspondía, una mujer que te quedaba grande, tú un chiquillo y ella una vieja de casi 50, además ya está muy corrida y lo malo fue que se enamoro de ti… ella me lo dijo, cuando intento alejarse de ti, pero me confesó que te quería mucho, que era capaz de hacer todo lo que tú quisieras y todo por ti, pero… ya ves, el destino da sus vueltas, ahora ella se fue… llorando, pero se tuvo que ir…, mañana van a sacar sus muebles que regaló… y".

Y no dejo que la vieja santera siga con sus dichos, le doy la espalda y empiezo a bajar la vieja escalera de madera apolillada que rechina, siento profundas ganas de llorar, coraje e impotencia, tristeza, todo ello junto. Tras de mi va el Chuperto que guarda silencio, guardo el sobre blanco en la bolsa del pantalón sin decidirme a abrirlo y enterarme el por qué de la partida de Mita, mi adorada Mita, su adorable cuerpo, sus piernas perfectas, sus nalgas grandiosas y firmes, su piel tersa y delicada, sin mancha, su deliciosa forma de coger, su insaciable lujuria al mamar el pito, al dejarse encular…, en eso pienso mientras estamos en la calle, que curiosamente parece silenciosa, como respetando mi luto por Mita.

Llegamos a la tienda y encontramos a los vagos que rodean al Mudo Fermín, parece festejar con los demás, y al acercarnos nos enteramos que festeja el nacimiento de su "hijo" con la miss Ana. El falso sordomudo reparte cervezas y brinda por su "hijo", aunque las lenguas de doble filo insistan en que doña Ana anda ofreciendo al hijo del mudo en adopción, otras que no, que la doña ya tuvo al hijo, pero que ella se hará cargo del fruto de su desliz erótico con Fermín, el sordomudo del Eje 2 norte.

Yo acepto apesadumbrado la cerveza y doy unos tragos, luego me voy sin hacer ruido.

XLVII

"La Araña", II. A la tarde siguiente de nuevo entra La Araña, mientras sigo pintando lo que será su casa, se queda en la puerta y dice mustia "ayer me desvirgaste".

--"Mentira, tú ya no eras virgen", le digo sin dejar de pintar el techo de la habitación.

--"No es cierto, yo no quería, te dije que sólo la puntita y me la metiste toda, hasta dentro, por tu culpa ya no soy virgen", dice fingiendo pesadumbre.

Siento que ni ella cree en semejante mentira; le sigo el cuento: "no, niñita, tú ya cogías y desde hace bastantito, además tienes una pepa que no corresponde a una chiquilla".

Lulú se alza un poco el vestido y veo que la maraña de vellos le abulta el calzón, se lo baja un poco y dice: "¿qué tiene de malo mi gatita?, ¿no te gusta?".

--"La tienes muy crecida, tienes panocha de vieja ya muy corrida, muy crecida, además estás muy peluda, ¿así fuiste siempre?".

--"No sé, mi pepa así se hizo y los pelos me crecen mucho, los corto un poco porque cuando traigo pantalón se me nota el bulto de los vellos, pero mi pepita se hizo así, cuando me dí cuenta ya la tenía así, gorda y llena de carne por fuera".

La miro que se contempla la peluda pucha y digo: "¿a poco así son en tu familia?, ¿tus hermanas?, ¿tu mamá?, se me hace que te creció porque te chaqueteas mucho".

--"Pues fíjate que no, mi hermana Ofelia la tiene diferente, ella es blanquita y la tiene pequeña y con los labios juntitos y no es tan peluda, de mi mamá, quien sabe, y… ¿qué es eso de chaquetearse?", pregunta:

--"Que te metas el dedo, que te masturbes, eso es hacerse chaquetas, ¿a poco no lo haces?".

La Araña parece sonrojarse y le gana una risita luego dice: "pues si… me entran ganas y me hago el dedito, a veces todos los días, a veces no… mi mamá nos decía que no debíamos tocarnos, que eso era pecado, pero mis hermanas y yo siempre lo hicimos… ¿te cuento algo?... bueno, como nos bañábamos juntas las tres, nos hacíamos el dedo en el baño, antes de meternos a la regadera, jugábamos a ver quien terminaba primero… casi siempre les gané… otras veces por la noche espiábamos cuando mi papá montaba a mi mamá… se ponían unas… que la cama rechinaba y mi madre pujaba, eso nos calentaba y nos frotábamos la cosita, nomás que teníamos que guardar silencio… luego Ofelia se embarazó y se tuvo que casar, Nelia se fue con el novio y me quedé sola… con mi mamá".

Veo a Lulú que se ha quedado callada y se acomoda el calzón, le preguntó "a ver niñita, ¿quién te montó la primera vez?, ¿quién te desquintó?".

La chica mira hacia otro lado y añade: "te digo con una condición…", y me mira con malicia.

--"¿Qué condición?".

--"Que me enseñes el "huevote", dice pícara.

--"¿Para qué?".

--"Lo quiero ver, ayer lo sentí muy… grande, gordote, quiero ver que cosota me metiste en la gatita".

Bajó de la escalera y desabrocho el pantalón para sacarme el pito ya erecto, La Araña abre los ojos con sorpresa "¡huy… que huevote tan grande!", y me pelo la pinga para que la flaca inspeccione a plenitud, "¡huy y qué cabezota… y te sale el juguito, hummm", al terminar de inspeccionarlo con ojos atentos me guardo el pito y cuenta:

--"Ya ves que hace como dos años se murió mi papá… pues lo llevamos a enterrar al pueblo… nos quedamos en casa de una tía y la noche del velorio… un primo se metió al cuarto… yo creo que se equivocó pues andaba queriendo con Ofelia… se subió a la cama y se puso sobre mi… cuando le dije que no era Ofelia, pero como ya estaba encima de mi… me bajó el calzón y puso su huevote en mi puchita, yo no quería… pero lo metió… todo, su palote estaba duro y muy caliente… me dolió algo, pero cuando se empezó a mover sentí bien sabroso… me echó los mocos en la pepa, luego se siguió moviendo… yo sentía muy rico… me faltaba el aire y algo sabroso por todo el cuerpo… se vino tres veces y yo también, creo… luego de eso lo hicimos varias veces, andaba muy caliente y… yo también, hasta que… nos regresamos a la ciudad… ya no lo vi", dice triste.

El relato de Lulú me ha excitado, nos miramos y adivina mis intenciones: "espera, voy a ver si mi mamá no ha llegado, y… regreso"; la flaca cumplió su promesa, me miró y se metió en el baño, cuando entré estaba inclinada recargada en la taza del baño, con el vestido subido y sin calzones; miró atenta cómo me saqué el pito parado y advirtió: "pero no me eches los mocos adentro, ¿sí?"; cogimos sabroso, la condenada flaca apretaba bien con su panocha desmesurada, al terminar eyaculé sobre sus nalgas morenas y flacas, ella suspiraba con los ojos cerrados; cuando me limpiaba el pito con papel higiénico le pregunté:

--"¿Y quién más te ha metido el huevote?, como dices", su risa pícara suena en el cuarto y dice.

--"A veces en la escuela… nos metemos en el baño dos o tres chicas y dejamos que alguno de los compañeros nos la meta… pero no lo dejamos que se venga adentro… pero ahora ya no… el prefecto nos descubrió y llamaron a las mamás… mi madre me puso una golpiza… que para que te cuento… dice que soy muy verraca, caliente…". Le doy la razón y me voy a seguir pintando.

El sábado por la mañana entregué "la obra" a doña Paz, que con ojo atento revisó la pintada de los cuartos, que los focos encendieran y que el WC funcionara; satisfecha me entregó el dinero acordado, detrás de ella La Araña que me miraba con ojos ansiosos.

Doña Paz añadió "¿quieres ganarte otro dinero?, es que… los domingos en el tianguis, cuando termino de vender no tengo quien me ayude con las cosas del puesto, si quieres… este… podrías ayudarme a cargar las cosas… traerlas en un "diablo" y guardarlas en la entrada del edificio, te daría ¿50… 60 pesos o un poco más?, además si quieres manteca o chicharrón… te lo regalo, ¿qué dices?", veo tras ella la mirada invitadora de la Araña, como una promesa o algo más, acordamos que yo le avisaba.

Al subir al departamento encuentro a mi hermana enojada, peleándose con los trastes de la cocina y al punto del llanto, con ella está "Chole", Soledad, una amiga de siempre. Intento preguntarle qué le pasa y nada contesta, sólo friega los trastos con agua y jabón, como tratando de destrozarlos; en eso Chole, que aún se mantiene bastante buena a pesar de tres embarazos me dice: "es que la invité a una fiesta, pero no quiere ir, dice que no tiene zapatos", y siento que mis 450 pesos abandonan mi ser, me resigno, me acercó a ella y le doy el dinero "ten, cómprate los zapatos y vete a la fiesta", ella gimoteando un poco los toma y se quita el delantal apurada para salir.

Esa noche sin nada que hacer busco a mis amigos en la tienda, pero cosa rara no encuentro a ninguno, compro una caguama y regreso a casa a tomar cerveza, pongo un acetato: "Robert Johnson, Love In Vain" que me regaló el tío Aurelio y mientras escuchó al tipo contar dolorosamente como él está con sus maletas esperando al tren que llega, rasgo el sobre que me dejó Mita, sin importar que mis lágrimas caigan y salpiquen la página con garabatos de Mita:

 

--"Beto querido, nunca sabrás qué dolor siento al dejarte, nunca podré explicarte por qué llegué a tu ciudad, a tu barrio, y jamás encontraré palabras para hacerte saber cómo me hice tu mujer y tu amante, fue quizás algo mágico y maravilloso, y lo disfruté papaíto de mi vida como ninguna mujer pudo hacerlo. Me arrepiento por no haberte conocido antes, pero, siempre te amaré, siempre estarás en mi mente, siempre chiquito precioso, ¡mi bebé! Ahora tengo que partir y no sé si volveré, pero si algún día vuelvo, te buscaré y ¡te amaré siempre! Siempre para ti. MITA".

Para entonces Johnson lloraba con su guitarra porque el amor se había ido para siempre y mis lágrimas habían borroneado las palabras de Mita en tinta china sobre la página. Sentí qué era el fin.

 

 

micifuz6@yahoo.com

Mas de Micifuz6

Una prima un poco puta...

Renta congelada

Los pelos de la tía Celia

Memorias del Martí (4)

Laura por detrás (2)

La casa de los suspiros (1)

Hijo querido (10)

Las tetas de Paola

Manualidades (2)

Madre consentidora (4)

Memorias del Martí (3)

Hijo querido (9)

Cuidando a la tía Chofi, 2

Cuidando a la tía Chofi

Una tarde desolada y lluviosa

Hijo querido (8)

Hijo querido (7)

Novia recatada o casi

Recuerdos del barrio (12)

Hijo querido (6)

Los empeños de Griselda (1)

Recuerdos del barrio (11)

Todo... a un precio o nalgas a plazos

Curiosidad científica

Laura por detrás

La Chiquis y su tío

Hijo querido (5)

Recuerdos del barrio. Décima Entrega

Recuerdos del barrio. Novena Entrega

Recuerdos del barrio. Novena Entrega

Una experiencia zoofílica

Hijo querido (4)

Hijo querido (3)

Recuerdos del barrio. Octava Entrega

Recuerdos del barrio. Séptima Entrega

Recuerdos del barrio. Sexta Entrega

Recuerdos del barrio. Quinta Entrega

Hijo querido (2)

Recuerdos del barrio. Cuarta Entrega

Recuerdos del barrio. Tercera Entrega

Recuerdos del barrio. Segunda Entrega

Recuerdos del barrio. Primera Entrega

Hijo querido

Y a tu mamá... también

Mara o Rosita

Memorias del Martí (2)

El brujo

La vecina

Memorias del Martí (1)

Perrito

Jenny

Mirando la tele con papá

Una noche con papá

Nadie se debe enterar

El chiquito de Carmen

La Venganza

Anny, la mamadora

Secretaria eficiente

Manualidades

Reencuentro con Ana

La mamadora

Tina

Ana, la mamadora

Confesiones (10)

Mi sobrino me ama

La aventura de Carmen

Paola y su mamá

Ofelia o Señora con bebé

Confesiones (09)

Mariana

La mamá de Benito

Esther, la benefactora

Confesiones (8)

Esther, los inicios

Confesiones (7)

Confesiones (6)

Confesiones

Marlene

La Cajera

Ahí te encargo a la comadre

Sexo con mi ex mujer

Ofelia

Mi tía favorita (04)

La turista (2)

Lucero

Trini (1)

Alicia

Atrapada

Isabel

La tía Bety

Mi tía favorita (03)

Mi tía favorita (02)

Madre consentidora (III)

Chico malo

Lolita

La Nana Francisca

Relatos de Mita (IV)

Relatos de Mita (III)

Relatos de Mita (II)

Relatos de Mita (I: Inicio de serie)

El difunto Evodio

Cristina

Leonor

La turista

Susana

Rebeca, la tetona

En el cine

Amanda, adicta al sexo

Karina

Lucero y Toby

Admirador secreto

Madre consentidora (II)

Madre consentidora (I)

La suegra

Juanita

Amante furtivo

Amada

La maestra Chayo

Lanita (I)

Peluquero

Mi tía favorita (01)

El chantaje

Eva y los hombres

Trio