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Novia recatada o casi

en Sexo con maduros

Novia recatada, o casi

Todo iba bien hasta que entramos al cuarto. Cuando cerré la puerta Lila se sentó en el diminuto sillón y bajó la cabeza sin decir nada. Traté de controlar mis ansias y la acompañé, sentándome junto a ella pregunté:

--"¿Qué pasa?".

--"Nada… ¿qué quieres que pase?, ¿por qué me trajiste a este horrible lugar?".

--"Hummm, tu quisiste, no pusiste objeción, no te traje empujando, ni te metí a la fuerza al hotel, te deseo y quiero hacerte el amor, ¿tú no?".

--"Yo no quería entrar, nunca me preguntaste, tú me trajiste, no se para qué…".

--"¿Entonces?... ¿por qué no dijiste nada?, ¿por qué dejaste que llegáramos hasta aquí?".

--"Quería saber hasta donde eras capaz de llegar, nada más, no se tú… pero yo no quiero estar… a solas contigo, nunca he entrado a un hotel con un hombre, ¡nunca… lo oyes!, y ahora tú… ¡me tratas como una ramera!, ¡y no lo soy!, ¿entiendes?", y los pujidos como sollozos.

Me alejé unos pasos y me senté en la orilla de la cama, frente a ella que seguía con sus sollozos fingidos y pensando que tal vez había sido una mala idea llevar a la gordita Lila al hotel. Y recordé que de alguna forma ella se había insinuado, tenía poco tiempo de haber llegado con su madre, a ocupar el departamento dos, un piso debajo del mío; primero sus saludos al pasar, los "buenos días… los buenas tardes", luego las primeras pláticas, su sonrisa entre pícara y prometedora, sus caderas amplias, grandes, redondas, y sus senos pesados, suculentos aunque algo caídos, prometían mucho, aunque su gordura… pero tenía lindo rostro y labios carnosos, que besaban rico. Nos hicimos amigos, primero, luego la invité a tomar café y luego nos besamos sabroso dentro del auto, así en varias ocasiones, por todo ello… pensé que la gorda ya estaba lista para ir a la cama conmigo, pero ahora… y su voz apagada me sacó de mis cavilaciones:

--"¿Así eres con todas las chicas que conoces?".

Guardé silencio.

--"¿A todas las traes al hotel?, ¿para hacer qué… cosas?, ¿con cuántas te haz acostado eh?, dime, ¿qué cosas les haces?, ¿ellas se dejan?, ¿son unas… putas?", de nuevo los sollozos fingidos.

La gorda me estaba sacando de quicio.

--"Apenas hace unos días que nos conocemos y ya… me traes al hotel… ¡eres un descarado!, ¡nunca debí aceptar salir contigo!, pensé que eras un hombre decente y cariñoso, no un… fornicador… aprovechado", dijo alzando la voz y fijando sus ojos furiosos, o aparentemente furiosos.

Escuchar aquello de "fornicador aprovechado", casi me saca la risa, pero me contuve y tratando de sacar paciencia del fondo de mi ser me acerqué de nuevo a ella, busqué su cara escondida y: "humm, no te pongas así, no te enojes, si te ofendí… perdóname, no quise faltarte al respeto, la verdad… te deseo mucho, pero si tú no estás de acuerdo pues… nos vamos y asunto acabado, ¿de acuerdo?, aquí no pasó nada y punto… seguimos como amigos, anda… ya quita esa cara y dame un beso para quedar en paz".

La gordita se resistió pero alzó el rostro y me ofreció su boca carnosa como dudando, luego del primer beso abrió los labios y nos besamos jugando con las lenguas, pero ella se separó: "a ver dime… ¿a cuántas haz traído a este… lugar?". Acallé sus palabras con mi boca, y seguimos con los besos, hasta que ella se separó y volvió a clavar la mirada en la raída alfombra del hotelucho, diciendo en voz muy baja: "no quiero… hacerlo… perdona… ya sácame de aquí, por favor". Pensé que lo que la chica necesitaba era sentirse más a gusto, perder, quizá, el miedo:

--"Mira… si no quieres hacer el amor bien, como se supone debe ser, hay otras formas, no se… tal vez si nos besamos un poco más… si nos acariciamos un poco, te sientas mejor… por lo demás, si lo que hago no te gusta o te da miedo, no hacemos nada más… y ya… nos vamos, ¿cómo ves?, ¿qué piensas de eso?" y volví a besarla.

Seguimos intercambiando besos y lenguas unos momentos más, luego como sin querer una de mis manos apresó un abundante seno, eso hizo reaccionar a Leticia: "no, espera, no, ¿qué me vas a hacer?, yo no quiero, no, por favor"; otro beso más y mi mano sobando la gorda teta, pero ella se separó: "es que yo… nunca, de verdad… nunca… ni siquiera sé como es eso del… sexo… de verdad, ¡creeme!".

Suspiré hondo y profundo para preguntarle: "¿qué no sabes?, ¿nunca haz tenido novio?, ¿nunca haz visto un hombre desnudo?, ¿qué desconoces?", dije con cierta impaciencia.

--"Nnnnnoooo, bueno si he tenido novio, pero nunca… he querido… hacer esas cosas, y… bueno… yo… se como son los hombres y… lo que hacen…con la mujer, cuando se acuestan… me han platicado… a veces... mis amigas o mis hermanas, pero nunca he visto… uno… esa cosa… que tienen", dijo escondiendo la cara como con vergüenza.

Aproveché para levantarme del sillón y a su lado empecé a quitarme la ropa, primero la camisa, luego el pantalón y los zapatos, hasta quedar en calzoncillos; el ruido hizo voltear a Lila y: "¿qué haces?, mira, no, deja, ¡ay tápate!, ¿por qué te quitas la ropa?, ¿qué va a hacer?, no, mira, por favor vístete", sin despegar su mirada de mi cuerpo semi desnudo.

--"Dices que no conoces un hombre desnudo… ni lo que tienen… pues ahora verás", y quitándome la trusa liberé mi verga erecta ante su mirada atónita y añadí: "a ver dime, ¿qué opinas?, esto es lo que tenemos los hombres entre las piernas, ¿ves?, ¿qué dices", sosteniendo mi verga con una mano y balanceándola lentamente frente a sus ojos muy abiertos.

La gordita se quedó muda sin saber que decir, hasta que balbuceó: "cúbrete, por favor, qué cosa… tan… horrible… y tan… ¿siempre estás así?, digo… ¿siempre lo tienes así… de grande?".

--"Cuando estoy excitado, como ahora, si, se me para y así se me pone… y cuando me lo acarician o hago el amor, me… crece más".

--"¡Mmmmáássss!", dijo Lila sorprendida sin quitar la vista de mi tronco erecto, dí un paso hacía ella para preguntarle: "¿no lo quieres tocar?".

--"Nnnnnoooo, ¿para qué?".

--"Para que aprendas más, para que lo sientas y me digas si te gusta o no".

--"Se ve… enorme… y tan duro… me da miedo… verlo y… ¡estás muy velludo de ahí!... y… la tienes muy cabezona… muy gruesota, ¡ay madre santa, qué cosa tan… fea!... pensar que eso… ¿le metes todo eso a las chicas con las que te… acuestas?, ¿sí?, no lo creo posible, pero siento… cosas… extrañas, casi estoy temblando, ya por favor cúbrete", dijo tapándose la cara con ambas manos.

Sin hacer caso de su pedido tomé una de sus renuentes manos y con lentitud se la llevé hasta el tronco endurecido, primero se resistió, luego sus dedos como dudando se posaron en la verga y con lentitud su mano rodeó la verga entumecida sin atreverse a mirar, luego de algunos segundos su mano se tornó activa, los dedos acariciaban el tronco con lentitud y suavidad, momentos después su cara giró lentamente para recrear su vista; la gordita se notaba nerviosa, su aliento agitado, casi podía percibir el temblor de su cuerpo, me atreví a preguntarle:

--"¿Sabes cuál es su nombre?, ¿qué palabras sabes de esta cosa?, ¿cómo le dices tú?".

Lila la gorda dudó, enmudecida miraba la tranca que tenía agarrada con su mano derecha, hasta que: "mmmm, no se, ¿quién sabe?, es un… pene, el miembro del hombre… no se mucho de eso… la gente vulgar dice cosas feas… como ¿verga?, si, creo que eso dicen, apenas se que significa, mi prima Ofelia, la casada, una vez dijo la palabra "huevote", o pájaro, ¡ay no se!, ¡tú debes saber más!, ¿por qué me preguntas esas cosas feas?", y siguió acariciando como sin querer mi tranca erecta.

Mientras, para darle confianza, le pasaba la mano sobre el cabello, acariciando su teñida cabellera, mirando como Lila mantenía fijos los ojos sobre la enorme pinga y luego de acariciar unos segundos más el miembro lo soltó para volver a esconder la cara, mirando hacia la puerta de la habitación, para luego levantarse con prontitud diciendo: "¡ya basta!, ¡me voy, si no quieres salir conmigo, aquí te quedas yo me largo!". Apenas la alcancé en la escalera mientras ella bajaba corriendo, buscando la salida del hotel. No cruzamos palabra en el camino de regreso.

Sobra decir que en los días siguientes evitamos cruzarnos al entrar o salir del edificio, yo me sentía frustrado, quizá ella avergonzada, no lo supe, en eso llegó el sábado, día de quehaceres hogareños y más cuando vi el enorme bulto de ropa sucia por lavar en el cesto. Resignado cargué el bulto y la bolsa de detergente rumbo a la azotea, donde están las jaulas de lavado y las maquinas de lavar de quienes tenemos la fortuna de contar con tales artilugios de la modernidad, y justo cuando iba por la escalera me crucé con Lila, apenas nos miramos sin decir palabra y seguí mi camino. Un rato después, mientras sacaba la ropa de la lavadora para tenderla, noté que la gordita también había subido con ropa para lavar, y desde su "jaula" de tendido me enviaba miraditas, hasta que se acercó un poco para decir: "¿sigues enojado?, si, ¿verdad?, ¿ya no somos novios?, ¿verdad?, y todo por… aquella vez del… hotel, pero yo… la verdad… no quería… eso, no se si me entiendas, pero…".

La miré de reojo y: "humm, pues… no, no estoy enojado, pero creo que tú y yo no vamos a seguir… somos diferentes, pensamos diferente, hummm, no se, mejor como amigos y ya".

La gorda se acercó hasta la malla metálica que nos separaba: "¡ay, cómo eres malo!, no me entiendes, tenemos poco tiempo de andar juntos y… creo que debes darme tiempo, pero ya no te enojes por favor".

Seguí colgando la ropa en el tendedero. Instantes después ella estaba detrás de mi, rodeando mi cintura con sus brazos, giré el cuerpo y nos abrazamos, juntamos las bocas en un largo y ensalivado beso, el cálido aliento de la gordita y su voz entrecortada "no te enojes, papi, dame tiempo, déjame controlar mis temores". Seguimos con las caricias y los besos, mis manos ya le palpaban los carnosos glúteos y ella suspiraba, hasta que excitaba se separó: "ya no, puede subir alguien y… encontrarnos haciendo… cosas", no le contesté, dejé que se fuera por las escaleras.

Pasé la tarde mirando el futbol y tomando cerveza, sin nada mejor que hacer, en eso leves toquidos en la puerta distrajeron mi atención, miré por la ventana y era Lila, que llevaba en los brazos mi ropa limpia y ya seca, "ya está seca, te la traje para que no tengas que subir por ella más tarde", recibí el envoltorio y la invité a pasar.

--"Hummm, no se si deba, alguien de los otros departamentos puede verme entrando y pensar mal…", dijo ella apenada.

--"A esta hora no hay nadie, los vecinos llegan por la noche, ya sabes, anda pasa".

Dudando, Lila entró a la sala, "nunca había entrado a tu depa, lo tienes bien arreglado y limpio, ¿quién te hace el aseo?".

--"Doña Isabel viene entre semana, una o dos veces".

--"Si… creo que la he visto".

Como sin querer llegamos al sofá y nos sentamos, de pasada apago la tv, ella me mira extrañada mientras la atraigo para besar su boca carnosa, Lila se deja, permite que mi boca golosa le recorra el cuello y añade… "bueno, nomás un ratito, no tarda en llegar mi mamá y puede buscarme", sigo besando su cuello y su cara bonita, mis manos le recorren el cuerpo, una apresando un seno abundante y algo flojo, la otra bajo su falda; Lila intenta mantener cerradas las piernas, pero momentos después las abre poco dejando que mi mano explore su entrepierna, siendo la panocha velluda que le abulta la pantaleta de algodón y me contento con acariciarle la comba del sexo, percibiendo las rugosidades de los vellos y sin dejar de besarla, la excitación de Lila va en aumento, los suspiros calientes se convierten en apagados gemidos placenteros, creo que poco a poco vamos llegando a lo inevitable, pero:

--"No, ya no... detente, no sigas por favor".

Mis dedos han traspasado la barrera de tela y juegan delicados sobre la gorda raja sexual, Lila vuelve a bufar gustosa y mis dedos se le meten dentro de la raja contagiándose de líquidos viscosos, en tanto que mi otra mano ha liberado los senos del sostén y mi boca golosa le chupa una, la derecha; Lila tiene enormes chiches, pesadas y mullidas, y muerdo con delicadeza la teta, juego con el pezón oscuro y erecto y Lila gime de placer, pero: "no, ya no, por favor, ya no sigas, ya me tardé mucho aquí, mi madre llega en cualquier momento, mejor… otro día… ¿sí?".

--"No mamacita, ya estoy muy excitado, quiero terminar, quiero que me dejes… acabar en tu… sexo".

--"Ppppppeeeeero no quiero que me penetres, lo tienes muy… grande… y yo… nunca, además ya se hizo tarde…".

--"No mamacita… te deseo, si quieres no lo meto, lo pongo en tu cosita y jugamos un poquito, hasta terminar, ¿sí?, anda acepta", le propuse.

Lila dejó que me sacara la verga del pantalón, sus ojos sorprendidos se posaron en la tremenda erección, todavía me tomé mi tiempo luciendo ante ella mi tranca erecta, luego trató de evadir la mirada pero al momento atenta miró como le bajaba el calzón, alzó un poco su cuerpo y pude alzarle el vestido y casi a jalones fui deslizando su pantaleta hasta sacarla de sus pies, la asustada chica estaba peluda, su pepa carnosa cubierta por la tupida mata de pelos negros, su vientre abultado y sin dejar de ver la amenazante verga, cuando el glande se deslizaba sobre la pepa velluda, ella aclaró "pero no… lo metas… por favor". Y cerrando los ojos dejó que le abriera los gordos muslos blancos y con venitas azules, la aspereza de los vellos me causaba cosquillas en el húmedo glande, empero seguí deslizando el tronco sobre la gorda raja, varias veces, de forma delicada y suave; era curioso pero luego de varias frotadas ya la panocha se abría amigable, suave, húmeda; el tronco causaba sus efectos en Lila que suspiraba, en cierto momento acaricié su clítoris con la punta de la verga y ella gimió quedo, suspirando, "¿qué haces?, ¡ay!, ¿qué siento?, hummmm, ya… por favor termina que… yo… siento cosas, anda… apúrate".

Entonces cambié de táctica, cuando la verga se deslizaba hacia abajo como sin querer le apuntaba la verga en la entrada de la cueva viscosas, Lila gimió más fuerte "no… no… ya no… por favor, ¿qué siento?, ¿qué haces?, termina por amor de dios, termina", pero yo seguí con mis juegos, presionando un poco el duro glande sobre la entrada de la panocha, sólo un poco, y la cueva flexible me dio cobijo, la suave carne húmeda y caliente rodeó amorosa la cabeza de la verga y así la sostuve, Lila suspirando, removiendo su vientre, alzando sin querer el cuerpo como buscando la deliciosa caricia, y presioné otro poco, y los gemidos se hicieron más fuertes y las suplica "no, por favor, no lo metas, ya, por favor, ya… que… siento cosas… siento… siento, ¡ay!, qué siento… hummm, ya por favor no lo metas que… voy a… hummm, voy a…" y en ese momento el orgasmo delicioso se posesionó de la gorda que agitada perdía la respiración y se mordía una mano para acallar su placer, yo sólo me contuve con seguir jugando con su abierta panocha que palpitaba, hasta que poco a poco se fue recuperando se la venida, en ese momento coloqué la verga sobre su barbudo sexo, contagiándome de sus olorosos líquidos y me froté el tronco con la mano para acelerar mi eyaculación y en el momento en que los chorros de semen embarraban la gloriosa panocha barbuda, Lila abrió los ojos para presenciar con ojos sorprendidos mi venida, contempló extática como salía cada chorro, cómo su panocha quedaba anegada de mocos, yo disfrutando, ella al parecer también.

Cuando todo terminó nuestros ojos se cruzaron y pude distinguir la lujuria en su rostro, pero al momento evadió la mirada sonrojándose y suplicando en voz baja: "ya, por favor, ya me hiciste lo que querías, ahora déjame ir, te lo suplico", le acerqué una toalla para que se limpiara el semen y su propia venida y luego se arregló la ropa; ya en la puerta nos besamos apasionadamente, ella alcanzó a decir: "¡qué cosas me hiciste hacer!, yo no quería, ¿eh?", y se fue por el pasillo con pasos titubeantes.

Al verla subir los escalones rumbo a su departamento confirmé que mi novia la gordita no tardaría mucho en soltarme las nalgas por completo, ya había sentido el poder de la pinga y seguro regresaría por más, de eso estaba yo seguro.

Al día siguiente, por la mañana me dí a la tarea de lavar mi auto, y así estaba, en la cochera del edificio, en plena tarea, tan ensimismado que no sentí cuando ella llegó por atrás y "¡hola mi amor!, ¿qué haces?, ¡ah vaya, ya le hacia falta el baño a tu coche!". Y amorosa se ofreció al beso, pegamos las bocas para jugar con las lenguas y "no, ya, ya, para, que luego luego te calientas y ayer… me hiciste cosas indebidas".

--"Pero te gustó ¿o no?".

--"Calla no digas tonterías, bueno ya me voy a comprar cosas para el desayuno… este… ¿qué vas a hacer más tarde?".

--"Hummm, no tengo planes, ¿por qué?".

--"Porque mi mamá va a visitar a una tía, le voy a decir que yo me quedo, con cualquier pretexto y…", dijo entornando los ojos.

--"Bueno… subes a mi depa, cuando se vaya tu mamá".

--"Es que… no se… me puede ver alguien entrando a tu casa e ir con el chisme con mi mamá, capaz que me mata de la golpiza, no se… yo te aviso, o primero veo si no hay nadie por los pasillos, con eso de que tus vecinos del piso son muy… fisgones… bueno nos vemos", y se fue la gordita, meneando sus sabrosas caderas.

En el inter salí a almorzar, compré mi dotación de cerveza y de nueva cuenta me dispuse a ver televisión, en eso tocaron a la puerta, vi el reloj de pared y ¡apenas era la una de la tarde!, lo dicho: la gordita andaba ardiendo, y lo confirmé cuando la vi parada junto a la puerta, esperando nerviosa a que le abriera.

En cuanto Lila entró cerró de inmediato la puerta, sofocada y nerviosa: "es que… alguien puede verme entrando a tu departamento y pensar cosas indebidas y yo… no… ¿sí, entiendes?".

--"Si, no te preocupes, pero si quieres podríamos ir a un… hotel, ¿qué dices?".

--"No, no me atrevería… me da miedo eso de… los hoteles, trata de entender, ¿sí?".

--"No te preocupes, no pasa nada, además los vecinos de junto casi no salen y yo me llevo bien con ellos, así que…".

--"Es que… trata de entender… tú… un hombre mayor, ¿sí?, y yo… una chica de 22… van a pensar que tú… me estás… pervirtiendo, ¿sí?, entiende, no te enojes por favor, pero… es que… lo nuestro, no se… pero puede terminar mal… además ni siquiera me haz dicho si seguimos siendo novios… es que… eso para mi es muy… importante", dijo Lila apenada.

Comprendí su actitud y la tomé amoroso entre mis brazos, ella intentaba gimotear diciendo en voz baja: "y es que… si me entrego a ti… si me haces tuya… ¿qué va a hacer de mi?... te imaginas que me… embaraces, o que se sepa que ando contigo, un hombre maduro y experimentado… y yo, casi una chiquilla… no se… creo que no aceptarías casarte conmigo… ¿o sí?".

Sonreí para mis adentros pensando "sí… cómo no chiquita… espérate tantito", pero me contuve y seguí abrazándola amoroso y comprensivo, "cálmate, todavía no lo hacemos y tú… ya te adelantas a los hechos, no te preocupes… trataré de no embarazarte, podrías tomar anticonceptivos o yo usar condones, no pasa nada, todo está bien, anda ven dame un beso, ¿sì?, y además sigues siendo mi novia, mi noviecita linda y primorosa, ya quita esa cara", tratando a la vez de llevarla a la recámara, pero ella se contuvo.

--"No, espera, mejor aquí en la sala, me da miedo entrar a tu cuarto, podrías hacerme cosas que yo no quiero".

Tolerante la llevé hasta el sillón y creo que ella percibió mi impaciencia, pues me propuso:

--"Oye… ¿puedes hacer una cosita?... ¿sí?, quiero que te desnudes para mi, ¿sí?".

La propuesta me encantó y puse manos a la obra, en segundos quedé en cueros ante ella, luciendo la hermosa erección de mi rabo que ya pedía pelea. Sus ojos ansiosos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo, luego pidió darle la espalda, y yo, ahí enseñándole las nalgas, escuché un suspiro y "es que… estás bien bueno… te cuidas mucho, tienes unas caderas bien… bonitas, y tus piernas velludas, fuertes y bien formadas… ¿me dejas tocarlas?".

Y ahí estoy, dejando que la gorda me tortee, sus manos nerviosas recorriendo mis nalgas y mis piernas, su respiración que se agita y me doy vuelta y la asusto: "¡vágame el cielo, qué cosa tan… fea y parada!, la tienes bien… grande… nunca imaginé que los hombres tuvieran esa cosa así… de enorme!" y sus ojos que no alcanzaban a abarcar la grandiosidad de mi erección. Yo sonriendo satisfecho

Lali se contuvo por momentos, hasta que no pudo evitar agarrar la pinga con su mano derecha, rodeándola como si tratara de evitar que se escapara, que saliera corriendo por el corredor, la vista fija, bien prendida del garrote duro y bien erecto, volví a escuchar sus suspiros y le propuse: "si quieres puedes darle besitos… es lo normal en los novios, ¿quieres?".

--"¿Qué, que te bese la cosa?, ¡ay no!, que el cielo no lo permita!, ¿a qué sabrá?, ¿a poco las chicas le besan el miembro a sus novios?, no lo creo".

--"Hummm, es lo normal… las chicas a veces prefieren hacer sexo oral antes que entregarse, a veces sucede y con mucha frecuencia".

Lali se quedó callada, pensativa y "¿a poco te lo han hecho?, ¿quiénes te han besado la… picha?, ¿muchas?, ¿y les gustó?", dijo inquisitiva.

Sólo alcé los hombros. La gordita se quedó pensativa mirando el tronco que tenía frente a su cara, su mano acariciaba la verga con cierta ternura, los dedos jugaban con los vellos, luego curiosa entremetía la mano más abajo, buscando los huevos, ella extática, mirando, gozando con la vista de aquello erecto; en cierto momento los dedos bajaron más abajo rodeando el paquete de huevos y jugando curiosa, todo ello sin dejar de ver la pinga que se balanceaba frente a su rostro y luego de forma espontánea ocurrió, miré sorprendido como Lali besó el tronco, un beso breve y suave, luego colocó entre sus carnoso labios el tronco erecto y lamió y de repente:

--"¿Sabes?, tengo que confesarte algo… prohibido… ¿sí?, es que… una vez… tuve un novio y… le besé el miembro… no se… creo que me obligó y… no me gustó… a fuerza quiso meterlo en mi boca y me dio miedo… pero tú… eres diferente… tu… palo se ve tan grande, pero tú… no me obligas a… eso, me parece tan… lindo todo esto que…", y suspiró.

Me pareció tan tierna la actitud de Lila que apunté la cabeza de la verga sobre sus labios, ella todavía dudó unos momentos antes de decir. "pero… promete que no me echarás la leche en la boca, ¿sí?", asentí con la cabeza. Todavía dudo por instantes para luego tomar la verga con la mano y apretar fuerte, como para evitar que la leche le brincara en la cara, para luego en silencio y con los ojos cerrados abrir sus delicados y ricos labios para rodear el grande húmedo de mi verga, la boca se cerró sobre la cabezota tumefacta y así se quedó por instantes, suspirando con satisfacción, luego alzó la cara y me miró con lujuria, no dijo nada, pero sus ojos me dijeron mucho: a Lila le gustaba la verga, la disfrutaba, le gustaba mamar y no era la primera vez que lo hacía; luego entornó los ojos y se fue comiendo parte del tronco, siempre entre suspiros, girando levemente la cara al mamar la verga, su rica lengua le hacia cariños a mi garrote y yo… disfrutando, en cierto momento quise apurar la mamada arremetiendo la tranca en su rica boca, pero ella se la sacó al instante diciendo en voz amorosa: "dijimos que no ibas a insistir, sólo lo que yo quiera, ¿sí?", y volvió a meterse media tranca en la boca golosa y a seguir suspirando, sólo me abandoné a la deliciosa mamada de Lila, que luego ya intentaba meterse casi toda la verga, pero temerosa se mantenía a tres cuartos de tranca, lamiendo, succionando, chupando con fuerza y delicadeza a la vez, fue entonces que propuse:

--"Oye mamita… yo también quiero chuparte la cosa".

Alzó su mirada llena de lujuria asintiendo. Nos acostamos en el tapeta de la sala, ella medio vestida y yo desnudo, ambos de lado, al principio, cuando logré quitarle la panti y pegarme a la gorda carne peluda de su sexo enorme; luego ella quedó encima de mi, ambos en contrasentido, los dos pegados al sexo del otro, mamando, succionando, lamiendo; Lali succionando con ansia el tronco y suspirando ansiosa por la mamada que yo le daba en su peludo conejo, el orgasmo le llegó enseguida, bufó, gritó, suspiro, me apresó con sus piernas la cara cuando mi lengua le titilaba el clítoris y ella con la tranca metida en su boca, traté de contenerme pero fue inútil, cuando ella sintió la palpitación en mi verga se la sacó de la boca y dejó que eyaculara, salpicando su blusa blanca, y su cara y el tapete, mientras ella seguía viniéndose.

Por largos minutos nos quedamos desfallecidos sobre el tapete, adormecidos y laxos, satisfechos. Luego ella se levantó para ir al sanitario y aproveché para sacar una chela del refri y tomarla a tragos pausados recargado en el sofá. Cuando regresó la gordita ya no traía blusa, ni vestido, ni sostén ni… pantaleta. Estaba desnuda, totalmente desnuda, su mirada entre apenada y sumisa, diciendo dudosa: "todavía no quiero que me penetres, pero quiero sentirte, que me hagas cosas", dijo temerosa.

--"¿Qué cosas?", pregunté.

--"No se… tú sabrás", dijo ella dándome la espalda para mostrarme su sabroso trasero.

Al instante entendí y mi verga cobró fuerza, no hizo falta que la colocara de rodillas sobre el sillón, ella solita se puso a tiro, y cuando quedé tras ella, Lila amorosa se abrió los cachetes del culo, enseñando el rico conjunto de pliegues rosados del ano estrellado, la visión maravillosa de su culo apretado hizo que de inmediato le pusiera la punta de la verga en el sitio exacto, ella suspirando y en voz muy baja: "despacio, poco a poco, no me lastimes".

Lo que hice fue retardar mucho el momento de la culeada, primero me deleité mirando sus nalgas carnosas y suaves, gordas, y el culo apretado y de un rosa encendido; luego acerqué mi boca a esa carne y lamí suavemente ahí, donde olía feo, pero que me atraía de una forma desconocida, y mis dedos ayudaron a que el culo se hiciera amigable y suave, y mi lengua ayudara titilando y la gordita alzando la cola para que le besara más rico, hasta que le puse la tranca sobre el culo, ella aflojó el cuerpo y apreté un poco ahí mismo, ella gimió dolorida y seguí apretando, ella volvió a gemir quejosa y mi verga a penetrar, el anillo de su culo me rodeó el glande, apretando fuerte, y se la seguí metiendo, poco a poco, luego más, ella "no, todo no, por favor, todo no, por favor", pero ya la tenía bien cogida y no había marcha atrás, se la seguí metiendo, poco a poco, hasta que sus cachetes quedaron pegados a mi y así nos quedamos, yo todo dentro de ella, ella gimoteando, suspirando, "no, ya no, por favor ya no".

Los minutos que siguieron fueron de un placer indescriptible, de un delicioso y laxo placer que nos hacían gemir, que Lila gritara sumisa y placentera, y que yo arremetiera con furia, con fuerza, con rapidez contra su culo suave ahora, contra sus nalgas que brincaban presurosas, y que ella pidiera "más, sí, quiero más, más, sí, más, ay, más, más" y yo obediente arremetiendo contra la gorda que me daba las nalgas, que me ofrecía su culo ahora suave y flexible y caliente, luego de muchas arremetidas ella alcanzó el orgasmo a gritos y yo a pausas, echándole los mocos con fuerza, uno tras otro; ella apretando a pausas la verga que le inyectaba el semen, los dos gozando del antinatural rapto, los gritos quizás se escuchaban por el pasillo, pero ambos estábamos posesionados del placer de la cogida.

Un rato después, ambos bajo la regadera, limpiando los cuerpos y alejando los humores a sexo, todavía intercambiábamos besos y lenguas y saliva, ella amorosa me lavaba el pito y yo le sobaba sus enormes ubres, un rato después ella se fue prometiendo "la próxima vez me lo das por la pucha, ¿sí?".

En las semanas siguientes la gordita cumplió a cabalidad su promesa, por fin le dejé ir el pito por la panocha y resultó que no era virgen ni nada parecido, como sea gozamos de manera intensa las cogidas que nos poníamos en mi departamento, pues Lali insistía en no entrar en un hotel. Luego de tres, cuatro o diez cogidas algo sucedió: la gorda y su madre tuvieron una visita intempestiva: un tipo que regresaba de los EU reclamando sus derechos, era el antiguo novio o amante o marido de la gorda; hubo gritos y reclamos, platos y vasos rotos e insultos, al final el tipo se fue llevando agarrada de la mano, y al parecer a la fuerza, a Lali que lloraba y gimoteaba tratando de evitar el secuestro o cosa parecida, en fin, se la llevó. Por esos días me enteré por fin del nombre de la gordita: Laurenciana, y por diminutivo, Lali, Luego de aquellos sucesos ya no supe de ella.

 

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Mi sobrino me ama

La aventura de Carmen

Paola y su mamá

Ofelia o Señora con bebé

Confesiones (09)

Mariana

La mamá de Benito

Esther, la benefactora

Confesiones (8)

Esther, los inicios

Confesiones (7)

Confesiones (6)

Confesiones

Marlene

La Cajera

Ahí te encargo a la comadre

Sexo con mi ex mujer

Ofelia

Mi tía favorita (04)

La turista (2)

Lucero

Trini (1)

Alicia

Atrapada

Isabel

La tía Bety

Mi tía favorita (03)

Mi tía favorita (02)

Madre consentidora (III)

Chico malo

Lolita

La Nana Francisca

Relatos de Mita (IV)

Relatos de Mita (III)

Relatos de Mita (II)

Relatos de Mita (I: Inicio de serie)

El difunto Evodio

Cristina

Leonor

La turista

Susana

Rebeca, la tetona

En el cine

Amanda, adicta al sexo

Karina

Lucero y Toby

Admirador secreto

Madre consentidora (II)

Madre consentidora (I)

La suegra

Juanita

Amante furtivo

Amada

La maestra Chayo

Lanita (I)

Peluquero

Mi tía favorita (01)

El chantaje

Eva y los hombres

Trio