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Confesiones (7)

en Confesiones

Confesiones, Cap. VII

Séptima entrega de las confesiones de mis novias o amantes.

 

María del Carmen o un encuentro largamente esperado.

De cómo recordó Mita sus experiencias con el sexo anal con una pareja que conoció mediante internet:

--"Cuando por fin entramos al cuarto del hotel él estaba ansioso. Dos o tres veces trató de besarme en la boca, pero lo contuve. Para calmar sus ansias propuse abrir las maletas y arreglar la ropa, luego sentí ganas de una ducha caliente, y mientras él pedía bocadillos al restaurante del hotel me metí al baño, un rato después salí limpita y fresca vestida con un pequeño conjunto de playera gris y un calzoncito pequeño del mismo color, el efecto fue inmediato, mi amante quiso abrasarme y besarme la boca, lo esquivé ofreciéndole la mejilla, y me fui a la cama a recostarme. Inicié una plática sobre trivialidades mientras observaba que mi macho poco a poco se despojaba también de la ropa, primero la camisa y luego los zapatos y calcetas, hasta quedar con su truza blanca de algodón, ya estaba excitado, se notaba la erección de su miembro y yo de reojo lo miraba tratando de seguir la plática, hasta que recordé sobre una intervención quirúrgica que le habían practicado hacía meses y quise saber dónde tenía la cicatriz, él raudo se bajó levemente el calzoncillo y pude ver, además de la cicatriz en el bajo vientre, el inicio de sus vellos, negros, rizados, abundantes. En ese momento nos miramos y le comuniqué con los ojos que había llegado el momento, él entendió en seguida y se puso de pie acercándose a mi cama, su miembro se puso más erecto pues parecía querer salirse de su escondite bajo la truza, ya cuando estaba cerquita de mi bajó su calzón y pude ver su pene, grande, grueso, muy erecto y no pude resistir la tentación de tomarlo con la mano para comprobar su textura, era una pinga muy buena pues a pesar de la tremenda erección la piel del tronco y el prepucio eran muy suaves, una pielecita delicada color café que le cubría el glande, y presioné la mano sobre el tronco, rodeándolo con los dedos y comprobé que mientras más apretaba más dureza adquiría, era una verga muy rica y sería mía esa misma noche. Luego lo miré a los ojos y descubrí su lujuria y su deseo, eso me produjo una inesperada sensación de vergüenza, sentí que la cara se me ponía roja, bajé la mirada a su miembro y mis dedos fueron a la punta gruesa del miembro, buscando descubrir el glande que imaginaba ya húmedo, y así fue, deslicé con suavidad la delicada capucha del glande y ahí estaba la cabecita, redonda y gruesa, amoratada, jugosa, emanando esa rica fragancia, única y embriagadora en cada hombre, y pelé toda la cabeza dejando al descubierto el glande que parecía al momento crecer más y emanar más líquido, un líquido viscoso y fragante, y con los dedos quise tocar la cabecita pero él lo impidió. Se sentó junto a mi y buscó mi boca, que ahora si le ofrecí, y nos besamos de manera furiosa, ansiosa, llena de lujuria; no se cuantas veces refregamos las bocas y las lenguas, pero yo quería su verga, que todavía estaba en mi mano, mientras él hurgaba con ansia entre mis piernas metiendo su mano bajo mi calzoncito, y se lo pedí: "dame a vergi amor mío" y se levantó quitándose ya el canzoncillo y poniendo frente a mi cara la tremenda erección de su sexo, por momentos me sentí atemorizada, hacía tiempo que no besaba un miembro erecto, pero él fue acercando su verga parada hasta casi tocar mis labios, entonces cerré los ojos y abrí la boca que poco a poco se fue llenando de esa carne dura y tremenda; primero lo metió parcialmente, sólo el glande, y pude saborear sus cálidos jugos, lo sacó dos o tres veces y volvió a meterlo, yo quería comerlo todo, chuparlo, succionarlo, jugar con mi lengua sobre esa rica cabecita de carne, pero quizá me precipité y me contuvo: "suave, despacio, hazlo despacito, suavemente, tenemos toda la noche", y acaté su orden, me relajé y succioné suavemente hasta notar que casi la mitad de su miembro me llenaba la boca, luego la punta del miembro me llegó a la garganta y sorprendida abrí los ojos para descubrir que los vellos rizados casi tocaban mi nariz, al momento sentí un acceso de vómito y quise rechazar aquello que tenía metido, él entendió y prudentemente lo sacó poco a poco para volver a meterlo y yo a chupar y succionar. Así estuvimos por minutos, ya había aprendido a chuparla bien, y estuvimos jugando, a veces con metidas suaves, otras ponía el glande entre mis labios y yo jugaba con mi lengua rodeando los contornos de la cabeza, lamiendo su líquido pre seminal, hasta que suspirando me detuvo: "ya basta Mita, me sacas la leche"; "dámela, quiero tu leche, dame leche papaíto"; "¿la quieres así?"; "si papaíto quiero beber de ti, dámela toda"; y volvió a meter el miembro y lo sacó suavemente, de nueva cuenta lo sumergió y sentí la primera palpitación de su verga y al momento el primer chorro de semen me llenó la boca y luego otro y otro más, mientras él iba y venía con su verga en mi boca, tragué dos o tres chorros de leche, hasta que incapaz de seguir mamando sacó el miembro y un borbotón de semen manchó mi blusa gris, al momento lo miré a los ojos, tenía una mirada tierna y volví a besar su pene esparciendo en mis labios el resto de su leche entre blanca y rosada, luego se retiró un poco para permitir que me levantara, fui al sanitario a lavarme la cara y la boca, pero antes repasé con la lengua los últimos restos de semen y me supo delicioso, entre dulce y salado, oloroso, fragante a macho.

--"Cuando salí el baño el estaba esperándome, todavía tenía el miembro erecto, yo me había quitado la blusa pues había quedado manchada de semen, nos abrasamos y me besó lleno de pasión recorriendo con sus manos mi espalda hasta bajar a mis nalgas y apretarlas con fuerza, sus dedos parecían de hierro amasando mis glúteos; luego bajó mi calzón y así como estábamos, de pie, metió su verga entre mis piernas, sentí su dureza al deslizarse entre los labios de mi sexo, mi pucha ardía y escurría de jugos de amor. Seguimos intercambiando besos y caricias hasta que sin querer llegamos hasta un mueble, un tocador con espejo, y tal vez sin querer me apoyé en el respaldo de una silla dándole a mi amante la espalda, él aprovechó la posición y le ofrecí mis nalgas arqueando la espalda, al momento sentí su miembro erecto deslizarse entre mis glúteos y penetrar mi pepa, al instante quise apartarme pues mi amor no se había puesto el condón, pero era demasiado tarde, su miembro taladraba mi pucha una y otra vez, entrando con violencia, produciendo el ruido acompasado de nuestros cuerpos al chocar, y así estuvo cogiéndome un rato hasta que sentí desfallecer, mi orgasmo llegaba impetuoso y mientras su verga entraba y salía me vine de una forma fascinante y deliciosa, sintiendo como mi vagina palpitaba y oleadas de placer invadían todo mi cuerpo y se concentraban en mi vientre y más abajo, hasta que creí perder el sentido, en ese momento el inesperado ruido de alguien que tocaba a la puerta nos sorprendió, yo corrí a refugiarme al baño y él se puso una bata para abrir, era el mesero que traía la orden de bocadillos y una botella de vino. Cuando el mesero se fue pude salir del baño y de la mano de mi amante fui con él hasta la cama, me acostó de espaldas y quiso acostarse encima de mi, volver a hacerme suya, miré su palo erecto y mojado, muy erecto, en ese momento me acordé de los condones y le pedí: "pone un condón, mi amor", me obedeció y ya con el preservativo puesto se montó encima mío, buscando con su miembro la entrada de mi pucha, pero algo ocurrió, no lograba penetrar, lo intentó una, dos, tres veces, pero por alguna razón mi vagina estaba cerrada, entonces recordé lo que me había ocurrido antes, hacía tiempo, años, dos o tres veces que quise hacer el amor con mi novio, él no lograba penetrarme y cuando lo lograba me producía un dolor inmenso, era como una enfermedad, algo extraño, de manera involuntaria mi vagina se cerraba para impedir la penetración, y en ese momento volvía a ocurrir, mi amante encima de mi, tratando de entrar en mi pucha, impaciente, excitado, pero su pene resbalaba una y otra vez hacia fuera; cambiamos de posición, yo de lado dándole la espalda, él tras de mi, apuntando a mi vagina con su pene erecto, y de nueva cuenta no logró entrar, me pedía, casi suplicaba que me dejara coger, yo trataba de explicarle que lo deseaba tanto como él, pero algo me pasaba pues mi sexo se negaba a dejarlo entrar; entonces se levantó parcialmente, me abrió las piernas y empezó a hacerme sexo oral, me besaba y chupaba la pucha, delicadamente primero, luego con ansia, succionando la raja de carne, titilando con su lengua el clítoris, yo sentía placer pero estaba nerviosa, de alguna forma sentía que sus intentos serían en vano, volvió a subirse encima mío para cogerme y de nueva cuenta todo falló, intentó de nuevo y nada, se impacientó, se enojó, de pie junto a la cama se quitó el condón de un jalón y mirándome casi con furia me pedía una explicación, sólo pude decirle "no se que me pasa, perdóname, por favor", no comprendió que era algo involuntario en mi cuerpo, minutos después se fue a la otra cama y se acostó, estuvo mucho rato dando vueltas sin poder dormir, igual que yo, pasamos la noche casi en vela, casi amanecía cuando me pidió que fuera junto a él, me abrazó por la espalda y juntamos los cuerpos, sentí su erección entre mis glúteos, pero no intentó nada, así nos sorprendió el sueño".

--"Ya de mañana me levanté para ir al sanitario y al regresar él estaba despierto, llegué junto a la cama y lentamente quité la sábana que lo cubría, miré su cuerpo desnudo y entre sus piernas el pene erecto, su sexo velludo, me senté junto a él y me preguntó "¿qué te ocurre?, ¿por qué no me dejas penetrarte?"; "no lo se, hace mucho que no tengo sexo, ayer todo empezó bien, ¿recuerdas?, luego me ocurrió de nuevo eso, no se por qué, así me pasó hace tiempo, lo consulté con un médico y me dijo que eran temores internos, algo que no lograba asimilar en mi mente y que me impedía, a veces, tener placer al hacer el sexo con mi pareja, luego lo olvidé, tuve dos o tres parejas, y no hubo problema, hasta ahora contigo, perdona, por favor", él, amoroso, pareció comprender, me acosté junto a él y nos besamos, poco a poco con mayor excitación, luego me acarició el sexo, su mano recorría los labios de mi pepa, sus dedos jugaban con los rizos de mi vello escaso, luego los deslizaba sobre los labios externos para jugar intentando meterlos entre ellos, sus besos y caricias despertaron mi excitación, mi sexo poco a poco reaccionó a sus caricias, me sentí húmeda y caliente, sus dedos resbalaban por la rajita de mi sexo, que se hinchó y se abrió a sus dedos que iban de arriba, en mi clítoris, hasta abajo en la entrada de la vagina, donde un dedito se metía parcialmente, mi excitación estaba al máximo y atrevida le pedí: "méteme el dedo papaito" y su dedo medio penetró todo en mi pucha viscosa y caliente, jugando en el interior; seguimos besándonos con pasión, en eso jaló mi cuerpo hasta lograr que yo me pusiera encima suyo, su pecho contra mis senos, mi vientre contra el suyo, su verga erecta entre mis piernas, juntito a mi pepa; ambos nos movíamos delicadamente, con suavidad sin despegar las bocas en un interminable beso, en eso sentí que su pito se deslizaba en la grieta del sexo, suspiré con excitación y la verga fue penetrando poco a poco, ahora si, sin dificultad, hasta que entró todo, mi pucha estaba llena de esa carne y mis ansias se desbordaron, moví mi pelvis arriba y abajo sintiendo como su pene entraba y salía, él cooperaba empujando hacia arriba, con fuerza, con pasión, así estuvimos varios minutos, en la cima del placer le dije: "ay papaito, te cabalgo, estoy cabalgando, nunca lo hice así, es delicioso cabalgar, jugar al caballito así, hummm", y me vino el orgasmo de una forma tumultuosa, pero él no se contuvo, siguió penetrando, haciendo brincar mi cuerpo sobre él, entrando con fuerza en mi, una y otra vez, de nuevo me vine, pero él seguía taladrando mi pucha que ahora estaba muy abierta, hinchada, floja, escurriendo jugos, yo quedé como muerta, suspirando apenas, mi cara sobre su pecho; él se detuvo y me dejó recuperar fuerzas unos minutos; deslicé mi cuerpo hasta quedar junto a él, pero no dejó que lo abrazara, se levantó y jalándome de una mano hizo que cambiara de posición, no entendí que quería hacer hasta que me hizo darle la espalda y quedar de rodillas sobre la orilla de la cama, me abandoné a sus deseos pegando mi cara sobre la cama hasta sentir que separaba mis nalgas carnosas y poner entre ellas su erecta pija que al momento empezó a entrar en mi vagina, lentamente, primero, hasta entrar toda y quedar pegados, con los sexos juntos, como los perros, entonces sus manos afianzaron mi cintura y se empezó a mover, adelante, atrás, adelante, atrás, metiendo y sacando la verga de ese cálido refugio que era mi sexo, con suavidad al principio, luego más rápido, con fuerza, haciendo chocar los cuerpos y justo cuando me invadía otro orgasmo sentí su pinga escupir su rica ofrenda en mis entrañas, las acompasadas palpitaciones del miembro al eyacular eran recompensadas con suaves apretones de mi vagina, eso aumento nuestro placer hasta quedar exhaustos y nos quedamos dormidos un rato sobre la cama, desmadejados, yo de boca abajo con las piernas muy abiertas, él junto a mi de espaldas suspirando satisfecho; cuando el sueño casi me vencía recordé el asunto de los condones y rogué al cielo para no quedar embarazada, pues según el médico todavía era yo fértil, y mi amor había terminado dentro mio.

"Cuando despertamos era ya medio día y teníamos hambre, descubrí el platón con bocadillos que había traído el mesero la noche anterior, se había quedado intacto, propuse que comiéramos eso, además en la habitación había una cafetera y todo lo necesario para prepararlo, cortesía del hotel. Devoramos la comida y tomamos café, al terminar volvimos a la cama y nos recostamos, él se quedó dormido y yo, juguetona, me acosté entre sus piernas, con su miembro a centímetros de mi cara, sentía curiosidad: su miembro a pesar de no estar completamente erecto se mantenía duro, el prepucio formaba un curioso "gorro" sobre el glande, pero era suave esa piel, con mi mano tomé su verga y con lentitud extrema recorrí el prepucio para dejar expuesto el glande, amoratado, y mis ojos lo recorrieron casi con mirada científica, era hermoso, por su forma que semejaba al caso que usan los soldados en las guerras, por su textura suave, por su olor a macho, con esa diminuta boca, la uretra, similar a la pequeña boca de un pececillo, era curioso, pero al pelar todo el palo la piel del prepucio formaba, en la parte baja del glande una especie de freno, que al jalar la piel provocaba que la cabeza de la verga se doblara parcialmente, así estuve por minutos provocando involuntariamente que la pija volviera a ponerse muy dura y erecta, en eso descubrí que mi amor estaba despierto, mirando en silencio mis juegos con su miembro y su mirada me confirmó que podía seguir acariciando esa carne dura y lo que hice fue tomar su palo como si fuera un puro: con las puntas de mis dedos pulgar, índice y medio y llevarlos desde arriba hasta abajo, haciendo que toda la pinga quedara pelona, así varias veces hasta que el glande se fue llenando de humedad, luego puse mis labios sobre la mojada cabecita para lamer el lujo que escapaba por la pequeña boquita del glande, me supo delicioso, y me di a lamer y a chupar hasta provocar una intensa erección y que mi amorcito gimiera de placer y con su mirada me suplicara que parara; contuve mis ansias de seguir comiéndome su verga y fue él quien empezó a comerse mi puchita, que estaba ya hinchada y jugosa, me lamió con maestría, con estudiada experiencia: apartando los labios con los dedos de ambas manos, haciendo que la pucha se abriera al máximo para luego recorrer con la lengua la raja rosada de arriba a abajo, succionando, lamiendo el capuchón del clítoris, titilando innumerables veces en ese lugar para luego recorrer la pepa hasta abajo, donde iniciaba el canal, la entrada, de la pucha, ahí pegó sus labios y succionó delicadamente, llevándome aprisa al orgasmo, pero cuando sentía que estaba por venir se detenía y aminoraba sus caricias, así varias veces hasta que entre gemidos le supliqué: "ya papaíto, déjame venir por favor" y reanudó sus lamidas y chupadas en el clítoris que estaba ya durísimo y sensible, al momento el orgasmo se posesionó de mi de una manera increíble, pues mis gemidos se hicieron gritos y las oleadas de placer me hacían brincar en la cama, cuando mis quejidos amainaron me montó y su penetración fue suave y delicada, lo mismo que sus primeras arremetidas, con el miembro bien adentro se empezó a mover de lado, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, frotando su pelvis contra la mía, refregando su verga dentro de mi, hasta que poco a poco volví a venirme, no una, sino dos veces. Volvimos a dormir un largo rato.

"Ya de noche fuimos a cenar a un restaurante de comida española y celebramos con vino nuestro encuentro. En el hotel, ya en el cuarto, recordé que en varios emails habíamos comentado acerca de tener sexo anal en nuestro primer encuentro, yo me negué argumentando mis temores, aunque le comentaba que nunca lo había practicado, pero lo cierto es que uno de mis primeros novios me lo hizo varias veces pero siempre me provocó dolor, por aquellas experiencias que le ocultaba, le decía que lo mejor era dejar ese tema por la paz. Con esos pensamientos decidí darle una agradable sorpresa. Primero me di un gratificante baño, no quería que mi colita fuera a oler mal, al salir del baño mi amante estaba en la otra cama mirando el televisor distraído; me coloqué de rodillas en la cama ofreciéndole la cola, miró mi obscena posición y vino hacia mi, se colocó detrás mío y con delicadeza acarició mis glúteos, que pese a la edad se mantienen firmes y carnosos, los estrujo con ambas manos y con su boca me daba besos y chupadas primero en uno y luego en otro, luego su atrevida lengua recorrió mis nalgas en medio, en el delicado caminito que las separa, sus manos abrieron más mis nalgas y sus besos se hicieron más y más atrevidos, hasta que llegó a lamer ahí, en mi rincón más íntimo y privado, mi ano, mi culito, que esa noche le ofrecería a él; todo mi cuerpo se fue posesionando de un placer intenso, sus besos y caricias en mi culo generaban en mi oleadas de un placer diferente, pues cada lamida provocaba que las sensaciones nacieran desde las plantas de mis pies, recorrieran mis muslos y se concentraran en mis nalgas y en mi vientre, si sería suya por ahí, por ese camino prohibido; sentía como mi cola poco a poco se abría, se ofrecía a sus labios y a su lengua, y aflojé el cuerpo, que hiciera lo que quisiera con mi culo, era suyo, totalmente suyo, de hecho al ofrecerme de esa manera sentía que era completamente suya, tal vez por primera vez me sentía ligada a ese hombre casi desconocido para mi; en eso mi amor no sólo me besaba la cola sino que con sus dedos recorría mi puchita jugosa, acariciando la raja y deslizándolos hacia el interior, eso incrementó mi placer, sentía que me desmayaba de las intensas sensaciones, y así por minutos eternos, hasta que casi me venía un orgasmo, pero al percatarse de ello él se detuvo, enderezó su cuerpo y acercó su miembro a mis nalgas, contuve la respiración temerosa del dolor que me iba a causar, pensando que me iba a penetrar contra natura, pero no, sólo deslizaba el duro palo entre los labios de mi pucha, jugando a entrar, dándome deliciosos piquetitos en la entrada de la vagina, deslizando apenas el glande, para luego recorrer la raja viscosa, así por minutos interminables en los que estuve punto de llegar al paraíso.

"--Todo mi cuerpo era presa de sensaciones maravillosas, por ello cuando por fin puso la cabeza de su miembro sobre mi conducto trasero, duro y cerrado, sólo suspiré profundo y en ese momento sentí que su pito apretaba con fuerza allá atrás, sentí que el cuerpo se me partía en dos, pero me sentía completamente a merced de mi hombre, me abandoné por completo a él que siguió presionando con fuerza, entrando en mí de esa forma tan antinatural causándome un dolor intenso pero diferente, era algo desconocido, algo que nunca antes había sentido, pues a la vez que aquello me generaba una dolorosa punzada en toda mi parte trasera, sentía oleadas de placer que nacían de mi ano y se expandían por todo mi cuerpo, así seguí sintiendo

como mi cuerpo se llenaba de aquella carne intrusa, dura y caliente, hasta que por fin sentí que su cuerpo quedaba pegado al mio, y así se quedó por momentos interminables, tal vez procurando que yo pudiera recuperarme de ese asalto, de aquella violación consentida de mi culo, desfallecida le supliqué "por favor termina, me lastimas mucho" y mi amante inició una lentísima cogida, moviendo apenas su miembro dentro de mi intestino, sacando apenas milímetros de pinga, luego un poco más, no supe cuanto, pero ya su pija entraba y salía, con cierto trabajo, pera ya se deslizaba en mi culo destrozado y aunque me seguía causando molestias tener esa carne ardiente en mi interior percibí que mi ano se distendía, se aflojaba poco a poco, permitiendo que la verga entrara con poco a poco mayor facilidad, así me siguió cogiendo mi macho, que agarrado a mis caderas arremetía contra mi ano dolorido, hasta que toda su verga entraba en mi produciendo mayor placer que dolor, en minutos de éxtasis antinatural, hasta que sentí que su pinga ardiente palpitaba y él contenía la respiración hasta que un hondo suspiró y las rítmicas pulsaciones de su verga me anunciaron que se estaba viniendo, estaba eyaculando dentro de mi colita destrozada, despertando en todo mi ser sensaciones de placer desconocido pero indescriptible, así seguí sintiendo cada palpitación en mi intestino, hasta que terminó de eyacular aunque su pija siguió palpitando dentro mío, en oleadas que poco a poco iban disminuyendo, al terminar le supliqué que sacara su miembro, pues las ganas de ir al sanitario me apremiaron, además hasta ese momento me percaté del penetrante olor a sexo mezclado con el feo aroma a excremento, olor a mi ano, eso me generó una repentina vergüenza, por ello deseaba refugiarme en el baño para lavar mi cuerpo y para expulsar de mi intestino el semen de mi hombre.

--"Más tarde, ya tranquilos, mi amante colocó en mi ano un poco de crema humectante para piel, y comentamos sobre lo ocurrido, y tuve que aunque dolorosa la experiencia me había gustado, contra lo que me había ocurrido en el pasado, cuando algún novio me intentó hacer sexo anal y fue algo bastante frustrante y molesto. En los siguientes días repetimos esa forma de placer hasta que mi estancia en aquella ciudad terminó y tuve que regresar a mi país".

 

 

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