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Tina

en Hetero: General

Recordando a Tina

Tomé un largo sorbo de mi cuba y mientras el líquido bajaba por mi garganta --y saboreaba el delicioso sabor de la mezcla de ron con cocacola y unas gotas de limón--, escuché la voz de José "el Erizo": "oye, ¿te acuerdas de Tina?". Fingí no haber escuchado, pero luego la sonrisa entre socarrona y pícara me traicionó. Mi amigo también sonrió y agregó "ya ni chingas". Lo que él ignoraba es que luego de aquellas experiencias de juventud, unos años después Ernestina o Tina había sido mi novia, más bien mi amante, por largo tiempo, primero cuando ya era una mujer casada, luego cuando vivía con sus dos hijos y ya sin marido.

Pero en aquel momento, tomando cubas con mi amigo de la infancia, volví a recordar a aquella chiquilla regordeta, pecosa, con unas ridículas trenzas de poco pelo, a quien parecían quedarle grandes los vestidos de sus hermanas mayores, compañera de la escuela primaria, que fue, por así decirlo, nuestra cómplice en aquellos primeros juegos sexuales de la pubertad.

Estábamos en quinto grado y ya desde el tercero Tina era el blanco de nuestras bromas, durante el descanso de media mañana nos dedicábamos durante esa media hora a molestarla: la correteábamos por el patio, o disimuladamente al pasar la empujábamos para que se cayera, o bien en la formación le tocábamos el culo con el pretexto de que alguien nos había empujado, en fin, estrategias nos sobraban. Tina por su parte tenía que soportar nuestras bromas y más de una vez la hicimos llorar, ella nos acusaba con el maestro y éramos castigados. Cuando pasamos a sexto las cosas empezaron a cambiar, en principio Tina ya no se dejaba tocar y cuando intentábamos algo la emprendía a golpes contra nosotros; luego algo le empezó a pasar al cuerpo de Ernestina, no era que hubiera engordado sino que ya se le empezaban a notar las chiches, como pequeñas protuberancias en el pecho, que antes no estaban ahí, además de que a pesar de su exceso de peso su cuerpo empezó a tener forma de mujer, pero sobre todo era algo en su mirada: como curiosidad, como calentura, quien sabe, pero la Tina se miraba diferente. Aquellos cambios provocaron que nuestras travesuras tomaran sin querer otros rumbos, por ejemplo cuando jugábamos a las "escondidas" siempre nos peleábamos por "escondernos" con Tina, al final José y yo nos la turnábamos: escogíamos los tinacos de la basura como escondite y ahí nos poníamos detrás de la gordita para repegarnos a su trasero y pese a su resistencia levantábamos su vestido para tocarle el culo por encima del calzón. En aquellos años todo se centraba en esa zona: las nalgas de las niñas, no nos imaginábamos que hubiera algo más. Ya para terminar el curso de plano Tina se negó a seguir jugando con nosotros, una tarde nos enfrentó: "no sean niños, ya no sigan con esos juegos, que no ven que ya somos grandes, ustedes nomás quieren estarme cachondeando", y se levantó dejándonos sin saber que decir, sobre todo porque ya en esa época Tina lucía su primer sostén, su primer chichero que le sostenía aquellos meloncitos en que se habían convertido sus diminutas tetas.

Antes de terminar el primer grado de la secundaria, durante las vacaciones, nos dimos a la tarea de averiguar donde vivía Ernestina y fue El Erizo quien lo averiguó, claro fue el quien se la fajó por primera vez y como no se pudo aguantar las ganas de compartir su travesura me lo platicó, al siguiente día los dos fuimos a verla. La Tina vivía en una casucha muy pobre, muros de adobe y techo de lámina, tanto su padre como su madre trabajaban para mantener a la prole de diez chiquillos incluida Ernestina. Aquella primera visita fue crucial, la chiquilla nos vio en la calle y supo a lo que íbamos, pero no fue fácil. José fue a hablar con ella y la Tina más o menos le dijo que una cosa era que se dejará fajar por él y otra muy distinta que los dos quisiéramos hacer lo mismo, total que al final dejó que primero mi amigo la besara y luego yo, pero sin meter mano ni nada de esas "cochinadas" dijo ella. Por supuesto que al día siguiente regresamos, pero ya casi de noche; esa vez mi amigo le agarró las tetas mientras Tina le agarraba el miembro por encima del pantalón, según dijo él, luego de unos minutos me tocó a mi y ya cuando intentaba desabrocharle la blusa para agarrarle las chiches Tina tomó mi mano para meterla bajo su vestido y ponerla sobre su calzón para luego cerrar las piernas fuertemente, en ese momento me besó de una forma desconocida: con toda la boca, abriendo los labios, succionando, torpemente traté de secundar sus esfuerzos pues no comprendía de que se trataba todo eso y sobre todo qué tenía Tina bajo su pantaleta "¿eran pelos?, ¿por qué estaba caliente y mojada de ahí?, ¿por qué suspiraba moviendo sus muslos y apretando mi mano con ellos?", luego de unos minutos ella se separó diciendo "ya vete, que puede salir mi mamá, oye, mejor no vengas mañana, nos vemos el viernes", o sea al tercer día. Así se estableció una especie de pacto: cada quien se "caldeaba" a la Tina cada tercer día. El acuerdo nos pareció satisfactorio. Pero al paso de los días empezaron las dificultades: ninguno de los dos quería compartir a Ernestina, y ella lo comprendió: una noche cuando por fin me había dejado meterle los dedos en su puchita mojada y ella me frotaba deliciosamente la pinga hasta casi hacerme terminar se detuvo de pronto para soltarme: "ya déjame, no quiero que vuelvas a venir, ya no quiero salir contigo, es lo mejor", traté de que me diera una explicación y pues "no está bien que hagamos esto así, ustedes son amigos, no puedo ser la novia de los dos, los dos me gustan y me hacen rico, pero así no quiero nada", "¿y por qué yo?", le pregunté, y Tina sólo dio media vuelta y se fue para su casa sin decir palabra, dejándome desconsolado.

Mi enojo acabó con la amistad del Erizo, que luego me presumía que Tina lo había preferido a él porque ya desde nuestro primeros encuentros había logrado que la gordita abriera las piernas para meterle el pájaro y "le gusta mucho" decía orgulloso, aquella confesión me enfureció aún más y estuvimos a punto de terminar a golpes.

De nuevo en la escuela siempre evitaba cruzarme con Tina y cuando eso era imposible mis ojos llenos de coraje la asustaban. Más tarde las circunstancias nos hicieron coincidir en la clase de taller, ella me miraba de soslayo y yo le lanzaba furiosas miradas, hasta que cierta vez que salíamos todos en bola del salón ella dejó un papel doblado en mi mano: "ya terminé con José, quiero que seamos amigos, ya no estés enojado conmigo". Ese día por la noche fui a buscarla a su casa, la vi que regresaba de comprar el pan, Tina me hizo una seña de que la esperara y a los pocos minutos salió, caminamos juntos hasta unos árboles y ahí nos abrazamos, no la dejé hablar, tenía mucho coraje, nos besamos y le empecé a agarrar las nalgas, ella se negaba, pero yo insistía, así logré bajar sus calzones para agarrarle a placer las nalgas al desnudo, y mientras seguíamos fajando me saqué el pito del pantalón, Tina trató de cerrar las piernas pero le encajé la verga en el pubis, me empecé a mover con furia hasta que momentos después me venía sobre sus vellos rasposos, ella me dejó terminar abrazada a mi y recargando su rostro en mi hombro, luego me dijo con voz apagada: "¿ya se te quitó el coraje?".

--"No".

--"Ya no seas enojón, aunque enojado te ves más guapo, quita esa cara, tú me gustas más".

--"¿Por qué?".

--"Porque si".

--"Ya no quiero que salgas con aquel, quiero que seas nomás mía".

--"Soy tuya, toda tuya".

--"¿Toda mía?".

--"Toda, todita".

--"¿Para hacer qué?"

--"Todo lo que quieras, todo".

--"¿Todo lo que te hacía José?".

--"No se que te haya dicho, como sea es un mentiroso, no quiero hablar de él".

--"El presumía que ya te la había metido".

--"Eso es mentira, nomás lo dejaba hacer como tú, por afuera, nomás eso, bueno otras cosas feas, pero ya no quiero hablar de eso, mejor bésame".

Y volvimos a fajar, pero de manera más intensa, pues cuando ella sintió que mi pito estaba de nuevo parado me dijo: "espera, ahora déjame a mi", abrió las piernas y su manita dirigió el duro palo a su entrepierna y mientras suspiraba sentí que la carne de su sexo envolvía mi verga erecta, luego de "tú no te muevas, déjame a mi" Tina se empezó a mover delicadamente, moviendo como en círculos su pelvis, haciendo danzar mi verga en el caliente canalito de su sexo, pero sin dejarme penetrar, y mientras con las bocas pegadas Tina metía su lengua en mi boca --su respiración caliente, casi bufando--, me enseñó otra cosa: "las mujeres también se vienen", me dije mientras Tina casi gritaba de placer. Así reiniciamos Tina y yo nuestros eróticos juegos y al paso del tiempo la gordita ya se dejaba que le mamara las chiches cuando nos besábamos, y lo mejor: una noche bien calientes los dos, cuando mi verga resbalaba por su pucha de repente sentí como mi verga entraba y a pesar de que ella se despegó para decir un largo "no, eso no", ya no la solté, la tenía bien prendida y no la iba a soltar hasta venirme, así estuvimos cogiendo parados, ella recargada sobre el árbol con las piernas abiertas, yo entre ellas agarrado a su cintura metiendo y sacando la pinga, pero en el momento preciso de la eyaculación Tina reculó para hacer que mi verga saliera de su cálida pepa dejándome terminar entre los gordos labios de su puchita. Cuando todo acabó Tina me dijo al oído: "es mi primera vez, me desvirgaste, así no podemos hacerlo, me puedes embarazar"; no creí haber sido el primero, sobre todo porque al meterle el garrote no sentí ningún obstáculo y aunque estaba apretada de la pucha la verga entró fácilmente, tal vez porque estaba muy mojada, pero tenía serías dudas sobre su supuesta virginidad. Luego de aquella primera cogida Tina me hizo comprar condones, de esa forma si me dejaba meterle la verga a placer, claro que los sitios en los que hacíamos el amor no eran del todo confortables, pero por aquellos tiempos eso no me importaba pues poco a poco descubrimos otras formas de darnos placer. Por ejemplo la gordita me enseñó cómo debía acariciar su pepa para que tuviera un orgasmo: "pon tu dedo arriba, donde empieza la puchita y muévelo suavemente, siente esa cosita dura, es mi clítoris, trátalo con cariño y dame placer", de esa forma Tina casi gritaba de placer.

Al paso de las semanas noté algo extraño: Tina me fue poniendo plazos, no quería que fuera a verla todos los días y una noche para confirmar mis sospechas fui a su casa cuando no me esperaba y la encontré con "El Erizo" fajando o cogiendo con ella junto al mismo árbol donde Tina me dejaba meterle el palo. Mi furia y mi decepción casi hicieron que fuera hasta ellos para agarrarlos a golpes a los dos, pero me contuve. Dejé de verla, mi alejamiento le confirmó a la gorda que la había descubierto con mi amigo. Días después empecé a salir con otra chica, mi vecina Socorro o Coco, era una jovencita delgada y morenita de pelo negro y muy largo, ella hizo que empezara a olvidarme de Tina, cuando una tarde apareció mi amigo el Erizo y como ya se me había pasado el coraje platicamos como en los viejos tiempos, oyendo discos de rock aunque él prefería de la Sonora Santanera, más tarde aprovechando que no había nadie en mi casa entre los dos completamos el dinero para comprar unas cervezas, y entre canción y canción y sorbos de cerveza salió el tema de Ernestina a relucir; el Erizo propuso "oye güey, vamos a ver a la Tina y nos la cogemos los dos", envalentonado por las cervezas acepté, llegamos a su casa y mi amigo habló con ella, minutos después él regresó animado y riendo: "órale, pásale tú primero ¿traes condones verdad?, vete por atrás de la casa, Tina va a estar en el lavadero, pero apúrate ¿eh? que luego voy yo". Obediente hice lo que mi amigo había propuesto y cuando llegué al lugar ella estaba ahí, de pie junto al lavadero, en silencio mirándome con ojos de coraje y sin más me dio la espalda, metió sus manos bajo el viejo vestido rosa y se bajó parcialmente los calzones, aquello despertó mi excitación y sacando el pito del pantalón me fui sobre ella, que se reclinó sobre el lavadero parando más sus lindas y firmes nalgas, pero antes de metérselo ella pasando su mano hacia atrás comprobó que ya tenía puesto el condón, volvió a su posición reclinada y yo busqué con la pinga erecta dónde metérselo, Tina estaba apretada, muy apretada, o bien ella a voluntad apretaba la pucha como para no dejarme entrar, presioné con mayor fuerza y le fui metiendo el pito, poco a poco, y cuando ya la tenía bien cogida la inesperada eyaculación se anticipó a todo lo que le pensaba hacer, dejé que mi venida terminara y luego me la empecé a coger con fuerza, casi con violencia, adentrándome en ella con metidas rápidas, así hasta que Tina empezó a murmurar "aaahhhh, aaahhhh, aaaahhhh, mmmmmmáaaaassss", hasta que me volví a venir sintiendo a la vez que las contracciones en la pucha de Tina me anunciaban que ella también se había venido, cuando terminamos y le sacaba la pija de la conchita sentí a mis espaldas la presencia de el Erizo, tapándose la boca para no carcajearse. El ni siquiera dejó que Tina se enderezara, se fue sobre ella nomás le dejé el espacio disponible y yo me alejé del lugar quitándome de paso el condón para tirarlo en la calle. Minutos después salió mi amigo riendo a carcajadas y diciendo: "ya ni chingas!, mira que hacerle eso a Tinita sabrosita, te mandó a decir que eres un maldito, bueno que los dos somos unos malditos, ja, ja, ja. Además ya ni chingas, tú saliste ganando, dice que le echaste dos palos, que te viniste dos veces, ja, ja, ja… ya ni chingas, me la dejaste bien abierta de la panocha, ja, ja, ja, y dijo que ni se te ocurra volver a venir, bueno ni tú ni yo, ja, ja, ja". Y nos fuimos caminando por la oscura calle en la resonaban las estruendosas carcajadas del Erizo.

Esa experiencia puso fin a nuestras incursiones con Tina, que no nos quería ver ni en fotografía. Tiempo después José entró a ingeniería en el Poli, en tanto que yo, enamorado de mi maestra de química, preferí estudiar ciencias químicas. Ni él ni yo volvimos a ver a Tina, hasta que una noche… la volví a encontrar. Regresaba del trabajo, pues estudiaba por las mañanas, y en el autobús colectivo vi a una señora joven cargando un bebé de brazos y la bolsa pañalera, avanzando con dificultad entre la gente, me levanté para ofrecerle el asiento y nuestras caras casi chocaron, era Tina, Ernestina con un bebé, con su hijo. Al principio ocultó el rostro y no respondió al saludo, pero luego, siempre mirando de lado, supe que se había casado y tenía un niño y otro que venía en camino, la felicité por su matrimonio aunque su semblante me dijera que no le había ido bien con el casorio, como sea Ernestina había cambiado, a pesar del semblante triste su cuerpo había mejorado, y ya no estaba gorda, cuando el camión llegaba a la terminal y yo tenía que bajar me despedí de ella, que no me contestó.

Semanas después, un sábado por la tarde en que estudiaba para los exámenes finales, mi hermana fue a avisarme que alguien me buscaba "es Tina, tu compañera de la escuela, que si puedes salir un momento", acudí presuroso pensando por qué me buscaba Ernestina. Minutos después la vi alejarse por la calle llevándose mis únicos 200 pesos que antes estaban en mi cartera, en resumen: Tina estaba pasando por una mala situación, su marido la había abandonado, como vivía con sus suegros ellos decidieron echarla a la calle con todo e hijo, vivía de nuevo con sus padres, pero no tenía dinero siquiera para comprar la leche de su bebé. Y los "sablazos" continuaron, cada semana Tina venía por el "gasto" a mi casa, y aunque era poco lo que podía ofrecerle de algo le servía el dinero que le daba, además de que ya trabajaba como empleada doméstica en una casa, con ello mantenía a su niño y a ella misma. Esa situación extraño a mi familia, que veía mal que esa "señora" me fuera a buscar cada sábado por la tarde.

Meses después Tina lucía una enorme panza producto de lo avanzado de su embarazo, en aquella ocasión la note más tranquila, se estaba atendiendo de su embarazo en un dispensario gratuito; ya había logrado rentar un pequeño cuarto; seguía trabajando pese a su enorme barriga, en fin, sus problemas se estaban resolviendo. Pero había cosas que la inquietaban: "oye, ¿puedo decirte algo, sí?, es que verás, el doctor me dice que es algo normal, pero ahora que estoy embarazada, no se por qué, pero me entran muchas ganas de sexo, hay días que me la paso bien caliente, nomás pensando cosas de esas, ¿oyes?, ay no se, y es que antes no era así, con mi marido lo hacíamos cuando él quería y eso era de vez en cuando, ni creas que era caliente, no, para nada, ay, no se que hacer, ¿qué piensas?". La confesión de Tina me sorprendió, y dudando, con la vista en su crecido vientre, le propuse que fuéramos a coger, ella me miró con ojos sorprendidos "¿crees que se pueda?, bueno, haciéndolo con cuidado no me lastimarás, al menos eso dijo el doctor, pero… ¿tú quieres?, podríamos ir a donde vivo, ahorita no hay nadie, además quien se va a fijar en un hombre con una mujer panzona entrando ahí, y mi hijo esta con su abuela, ¿quieres ir, de verdad?", me dijo con ojos anhelantes.

La perspectiva no era muy alentadora, pero no podía echarme para atrás y por lo que notaba Tina andaba ardiendo. Cuando llegamos a su "hogar" –cuatro paredes y ventana cubierta por un pedazo de sabana, una cama desvencijada y una mesita de madera que ya había visto pasar sus mejores años, ni hablar de baño o cocina— nos sentamos en la cama, que "rumió" por el sobre peso y Tina se puso romántica: "¿recuerdas cuando nos besábamos y me acariciabas ahí", y me ofreció su boca carnosa y su aliento agitado y caliente, y luego de varios besos Ernestina me empezó a frotar la entre pierna, donde apenas lograba una erección mediana; al ver que la verga no lograba levantar propuso "¿me dejas hacer algo?, ¿si?, siempre quise hacerlo, pero me daba pena contigo, o con mi marido, ¿si?", ni siquiera contesté. Y con todo y panza Tina se arrodilló en el piso de tierra del cuarto para de inmediato bajar mi pantalón y sacarme el pito del calzón negro, miró mi pene un tanto arrugado y dijo "no importa, siempre me gusto tu palito", y me empezó a besar el pito con besos suaves, delicados, para luego ir a cosas más "serias" como lamer el palo o dar lengüetazos al glande que ya había logrado pelar del prepucio, luego se lo empezó a "comer", poco a poco, mamando lento, emitiendo apagados sonidos guturales, algo así como "hummmm, hummmm, huuummmm"; para entonces la verga ya lucía "decente", erecta y gruesa y dura, o bien parada y caliente, o todo a la vez, como debe ser un garrote al momento de coger, y cuando Tina se levantó luciendo la mejor de sus sonrisas lujuriosas pensé en cómo me iba a coger semejante vieja panzona; ella resolvió todo: primero no se desnudó por completo, sino sólo se quitó la camisa holgada; luego se acostó de lado en la vieja cama, bajándose la pantaleta y poniendo a mi disposición sus nalgas blancas, diciendo "hazlo así, de lado, despacito" y me acosté junto a ella que cuando sintió la punta de la verga en la pucha suspiró hondo "haaaaa" y la verga fue entrando, poco a poco, en tanto le sobaba las gordas tetas; Tina estaba muy mojada y caliente, así fue fácil sepultarle todo el tronco, luego todo fue ir y venir, sacándole gemidos que parecían incrementar las protestas de la cama, luego el primer orgasmo "aaaaahhhhhh, yyaaaaaaaa, dale, dale más", y yo bien caliente ya, cogiéndome a Tina embarazada de siete meses y medio, sorprendido de meterle todo el pito sin causarle la menor molestia; luego le vino otra vez cuando ella gritaba ruidosa "dame más verga cabrón, quiero más, más fuerte, aaaayyyy, más que me viene, aaaahhhhh"; y yo ahí empujando tratando de llegar también, y justo cuando mi pinga palpitó Tina se vino de nuevo en medio de gritos de placer y le dejé ir toda la leche, mi semen llenando su vientre, ahí donde se estaba formando un nuevo ser, ambos suspirando, gimiendo, yo arremetiendo contra sus nalgas brinconas, aunque un poco asustado pero sumamente satisfecho.

Luego de aquello varias veces fui a visitar a Tina y su enorme panza, esquivando apenado las miradas extrañadas de las vecinas, para cogerme a la embarazada dispuesta siempre a ensayar nuevas posiciones al momento de coger, como ponerse a cuatro patas, o de espaldas a la vieja cama con sus sabrosas piernas alzadas hacia en techo, como tratando de protegerse de un inminente derrumbe, para que yo le metiera el pito en esa pepa hambrienta y siempre gustosa, hasta que… hasta que una semana después le llegó el momento del parto. Situación que yo no compartí, pues su familia se hizo cargo de ella, además de que el marido apareció como resucitado para al menos hacerse cargo de los gastos del hospital, y dejé de ver a Ernestina algún tiempo. Hasta que ella misma me llamó por teléfono "hola, soy Tina, ¿cómo estás?, ¿bien?, ¿sabes?, ya no vino ahí donde conoces, me cambié a otra colonia, quisiera platicar contigo", pero las cosas se complicaron, primero porque en la escuela tenía más responsabilidades, luego porque tenía que hacer prácticas en provincia y tenía que estar fueras varios días, y finalmente porque tuve que dejar el trabajo y de esa forma la fuente de mis únicos ingresos económicos. Como sea sobreviví a la situación y al alejamiento con Tina.

Ocho meses tarde, ya sintiéndome más estable, pues había logrado un empleo en una empresa textil, sin dejar los estudios, y me había independizado del hogar paterno volví a saber de Tina, pero eso es cuestión de otro relato.

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