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Recuerdos del barrio. Tercera Entrega

en Grandes Series

Recuerdos del barrio

Tercera entrega

XIII

Peleas. Una noche llego tarde del trabajo y veo a Paty la tetona platicando con los vagos en la esquina, trae algo bajo el brazo que reconozco, mi libreta de apuntes; la chica sale a mi encuentro: "¡hola bebito!, te he andado buscando, pero como te haz vuelto muy importante nomás no te encuentro, que no te despegas de la vieja esa… loca, que no… que hoy le tocó a la gorda de Ludy, no "bebito", así no se puede… ten, aquí está tu cuaderno, ya pasé la materia, ¿eh?, gracias por los apuntes… y dime "bebé" ¿cuándo me toca a mí?, ¿eh?", dice con una sonrisa cínica pintada en la cara, le quito la libreta de los brazos preguntándome cómo es que sabe que Mita me dice "bebé" o "bebito".

--"Luego te busco", le digo para deshacerme de ella y camino hacia los chamacos que parecen esperarme y de reojo veo a Ludy parada junto a la tienda, no se que hacer: ir con mi "novia" o ver qué quieren los vagos; uno de ellos me dice: "¿qué, tú también?"; lo miro extrañado e insiste "si buey, ¿también te premió la Paty?"; sigo sin entender y otro trata de aclarar: "¡no te hagas!, si supimos que te cogiste a la Patricia, esa vieja no es capaz de mantener el hocico cerrado, pues… ¡aguas!, la gordita ya hizo un contagiadero de la chingada, trae una venérea bien cabrona, más de diez compas andan que no se la acaban con la gonorrea y con las inyecciones y ¡con lo caras que están las medicinas!, y dicen que hasta el director de tu escuela también salió afortunado" y los demás sueltan la ruidosa carcajada; sin decir nada muevo la cabeza, como para darles a entender que a mí –gracias al cielo-- no me tocó "premio" y voy hasta dónde está Ludivina; con los ojos inyectados de coraje me jala del brazo y a media cuadra me suelta: "¿quién es esa pinche vieja puta?, anda… dime quién es, ¿qué tiene que ver contigo?, ¿te la andas cogiendo?, ¿verdad?, ¡eres un cabrón!, ¿no te importa que otros se la anden empinando?, ¿y yo contigo, qué?, ¡a mí las puras sobras!, ¿verdad?, ¿para que cuando tengas tiempo vengas a buscarme?, ¡qué poca madre!" y suelta el ruidoso llanto.

La dejo que gimotee un poco y luego, mirándola fijamente, le dijo: "mira Ludivina, esa pinche vieja puta se llama Patricia, es compañera de la escuela y le presté unos apuntes para que hiciera un examen que reprobó, y no se si sea puta o no, a mi no me ha dado las nalgas, ¿entiendes? –miento, tratando de ser convincente--, y mira… la verdad ya me estás cansando con sus celos pendejos, ¿eh?, será mejor que pienses bien en que sigamos como novios, ¡me tienes hasta la madre!". El comentario surtió su mágico efecto:

--"¿Entonces?... ¿ella y tú… nada?... es que muchos hablan mal de ella y pensé…", dice limpiándose los mocos con el pañuelo, ya calmada de su ataque.

--"Pues no pienses…", le digo con aires de macho perdona vidas o como actor de película de charros mexicanos.

--"Perdona cariño… es que… luego me cuentan cosas de ti o te veo con alguien… y no puedo aguantar los celos, que tú… te vayas a meter con otra…", y vuelve a soltar el llanto lastimero, con algo de teatralidad.

--"Mira, piensa lo que quieras… y si te dicen algo de mí, pues… ahí tú sabes", sigo con mi actitud pendenciera.

--"Ya perdóname, corazón mío, es que a veces soy muy tonta… pero tú eres todo para mi, te quiero mucho… anda ya… vamos a olvidar esto, ¿sí?, acompáñame a la casa", dice con esperanza, tratando de abrazarme.

--"Mira, para empezar ya no llores, luego, deja de decir y pensar estupideces, ¿entiendes?, además medita sobre nuestra relación, ¡y no tengo ganas de acompañarte a tú casa!", le sentencio.

--"No…, si ya no lloro, ¿ves?, y ¿qué tiene de malo que me acompañes?, casi no te veo… te extraño mucho… y ahora con tu trabajo pues menos tienes tiempo…, sólo quiero estar contigo, aunque sea unos minutos, ¿sí?", dice suplicante, aunque no creo nada de su actitud.

Y caminamos por la calle medio oscura, ambos en silencio, al llegar frente a su casa veo a uno de sus hermanos que está fuera fumando "algo de olor raro" acompañado de otro que no conozco y le comento a Ludy: "mira, esa es una de las razones por las que no te traigo hasta aquí: tus hermanos; se sienten superiores, como si a parte de sentirse dueños de ti, fueran dueños del mundo; me miran con desprecio, con superioridad, los muy… cabrones, si no son más que albañiles, pero eso si, nomás me ven contigo y me lanzan sus pinches miradas retadoras, como queriendo pelea… no les digo nomás para evitarte dificultades", digo y me siento como un falso personaje de lucha libre.

--"No papacito… no te enojes y menos les digas nada… mira ayer mi mamá habló con ellos… no creas, pero mi madre te defiende, les dijo que tú eres un chico estudioso, que trabaja para ayudar en los gastos de tu casa y que… me quieres y me respetas… que no eres como los chamacos de por aquí… mi hermana –que sabe de lo nuestro-- le echaba unos ojotes… que no veas, pero se quedó callada, los otros nomás agacharon la cabeza… bueno, los tres estaban medio borrachos y así no pueden decir ni pío, pues mi papá se los suena… que no veas!, ji, ji, ji, así que ya no te enojes, mira… espérame tantito voy a dejar el pan para la cena y salgo un ratito contigo, ¿sí?".

Medité un instante sobre la propuesta, pero no tenía ganas de fajar con Ludy, además me sentía enojado con ella, bueno, creo que esto más bien fue un pretexto.

Finalmente: "no… mejor otro día, vengo cansado del trabajo, tengo cosas que hacer y pensar… luego te veo", y vi la mirada triste de Ludy y su voz en igual tono: "¡ay Beto!, ¿cómo eres?, ya te pedí perdón por lo de hace rato, quiero estar contigo… y que me beses y hagas esas cosas… que me haces, pero… ¡creo que tú ya no me quieres!" y se metió a su casa con sollozos fingidos.

Mientras camino a la casa pienso que la situación entre Ludy y yo se va complicando más y más; no se, me gusta la gordita, fajamos muy rico y cualquier día de estos le dejo ir la verga, pienso, pero a la vez siento que la chica se ha encariñado mucho conmigo y yo la quiero, pero no con locura y apasionamiento, como supongo debe ocurrir en una pareja; además está Mita que me da lo que quiero sin celarme, sin preguntas, sin reproches, todo como una mutua entrega de placeres compartidos; pero a la vez pienso que lo que ambas me ofrecen tiene un precio, no se cual, pero que a final de cuentas tendré que pagar… y no se cómo.

Una cuadra antes de llegar al edificio, justo donde varios puestos ambulantes, abandonados y metálicos, obstruyen la circulación y la calle carece de alumbrado público, entreveo una cara conocida, más bien un cuerpo conocido: Claudia La Borrega, señora que ya pasa de 40 y con cuerpo abundante por todos lados, que parece esperar algo o alguien. Segundos después un auto grande y blanco y con ruidosa canción de Los Alegres de Terán se detiene, varios tipos van en el interior, La Borrega se acerca y apoyándose en una ventanilla abierta empieza a platicar con los sujetos adentro, a los que parece conocer, momentos después la portezuela se abre y Claudia sube al auto, al parecer hubo arreglo, el auto se va raudo con todo y canción ranchera, rechinando llantas sobre el pavimento.

A Claudia, La Borrega, le dicen así por su cabello ensortijado en extremo y por la facilidad con la que cualquiera se la "monta". Ella se casó con un tipo, al parecer, insignificante, fabricante de maletas de hule, y tiene una hija que sigue los pasos de la madre: cuerpo abundante: chiches, nalgas, muslos llenos, y la misma actitud cínica y provocadora. La Borrega tiene "padrote" de planta: un tipo que por una cantidad fija al mes administra a la señora para que "trabaje" la calle, haciéndose cargo de los "pequeños inconvenientes" del trabajo, como cuidarla de la policía. Por sus labores La Borrega recibe lo suficiente para darse sus gustos: maquillajes, vestuario, zapatos y otros "gustitos", como joyería de "fantasía" y así, pues a la señora le gusta vestir bien, aunque sea con vestidos del mercado Mizcalco; lo curioso del caso es que el "cornudo" marido está al tanto de los arreglos de La Borrega, pero aparentan ser una "familia feliz".

En fin que mientras medito sobre las obras y quehaceres de La Borrega choco con alguien; tropiezo y casi caigo sobre don James, más bien don Jaime, distinguido integrante del Escuadrón de la Muerte de la colonia, alcohólico al que no le quedan muchas semanas para morir en medio del arroyo, como tantos y tantos otros. Don James me alcanza a reconocer y suelta el "sablazo": "qué onda Beto, suelta unas monedas pa´la cruda", siento lástima y coraje y le aviento una moneda de a cinco y "ande don James, muérase a gusto". Cuando llego al departamento no encuentro a mi hermana, sólo un mensaje: "llego un poco tarde, te dejé la cena en la cocina", me voy a dormir.

XIV

Mita: "llévame al baldío". Caminamos sobre Reforma, Mita me lleva de la mano, como si fuera mi mamá, la tarde es fresca, ha llovido hace rato, mientras estábamos en el Castillo; luego recorrimos una enorme exposición de fotos antiguas, colocadas sobre las añejas rejas de Chapultepec, pero ya vamos de regreso a la colonia, no se si tomaremos un camión suburbano o el metro, da igual, pienso. Más adelante nos sentamos en una banca y miramos a las parejas que pasan abrazadas, por lo general las chicas tienen aspecto de sirvientas en su día de descanso, los tipos pueden ser albañiles o bien chamacos que "andan gateando", esto es, buscando gatas –sirvientas-- para fajar o llevárselas a un hotel, pienso divertido.

Mita también observa a las parejas de enamorados, algunas muy jóvenes e inicia su relato: "¿sabes?, de chica tenía una amiga, hija de una ex compañera de escuela de mi tía, la señora estaba casada y vivía en una enorme casa con jardín, y dos hijos: mi amiga y un chico un poco mayor. Me gustaba ir a esa casa, pues la chica tenía una enorme colección de muñecas y juguetes y pasábamos horas jugando en el jardín, mientras mi tía y su amiga compartían sus chismes. En aquella época yo tendría once o doce años, mi cuerpo apenas estaba cambiando, ya tenía una ligera pelusita en la puchis, mi amiga también andaba en esa transición, creo; su hermano, un poco más grande, ya casi era un adolescente, a veces me miraba de una forma extraña que me hacia sentir nerviosa, no sabía interpretar entonces esas miradas, que luego supe eran de deseo… sexual", dice Mita.

--"En una de esas visitas ocurrió lo mismo: el chico me miraba, parecía comerme con los ojos; en cierto momento lo vi caminar por el jardín hasta que desapareció entre unos grandes arbustos, mi amiga se había metido unos minutos a la casa y sin poder contener mi curiosidad caminé hacía donde estaba el chico; procuré no hacer ruido y lo encontré de espaldas, algo hacía pues su cuerpo se movía, tenía bajado un poco el pantalón, rodee un poco por el jardín y pude ver su rostro, parecía sufrir, sus gestos parecían de dolor y movía su mano con rapidez; al acercarme descubrí que se frotaba el pajarito, lo tenía muy crecido y un líquido blanquecino le escurría por el pájaro y le mojaba la mano, en cierto momento abrió los ojos y nos miramos sorprendidos, él detuvo sus movimientos y yo me quedé quieta, no se por qué le pregunté: ¿te duele mucho?; el tardo en contestar un ¡sí!, sofocado y sin dejar de mirarme siguió haciéndose la paja".

La mujer me mira como buscando mis reacciones, la veo atento sintiendo que mi erección crece, Mita continúa: "yo entonces no sabía que aquello se llamaba masturbación, y menos que los chicos de esa forma encontraban satisfacción a sus deseos sexuales, pero ver al hermano de mi amiga que se masturbaba me gustaba, creo que me generaba excitación; de esa forma algunas veces cuando iba a esa casa, me miraba de la misma forma y yo lo seguía poco después para verlo hacerse la chaqueta, hasta que una ocasión me pidió que me alzara el vestido y le enseñara la gatita, le pregunté ¿para qué?, pero sin contestar volvió a insistir en lo mismo y lo complací, pero sólo un momento, pues un temor repentino me invadió, sólo le enseñé parcialmente mi sexo, apenas peludito y salí corriendo en busca de mi amiga, mientras, desesperado, se seguía frotando la pinga".

--"Luego de aquello procuré no separarme de mi amiga cuando jugábamos en el jardín, pero cuando estaba sola pensaba en aquel chamaco, masturbándose, con su pito erecto, y me excitaba mucho, todavía no sabía jugar con mi puchis, además mi tía me lo tenía prohibido, ¡ay bebé!, me excité contándote todo esto, mejor ya vámonos", y nos levantamos para caminar hasta la parada del camión, ahí Mita me pregunta: "¿y tú cómo descubriste la masturbación?".

Dudo en contestar, trato de recordar: "creo que empecé muy chico, como a los once años, más o menos, ya sentía una enorme curiosidad sexual, miraba a las mujeres de forma muy insistente, y me acariciaba en el baño de la casa…, mi excitación me hacía cometer muchas imprudencias… espiaba a mis primas u otras chicas y me hacia intensas chaquetas… pero sobre todo hubo alguien especial, una prima que fue mi principal fuente de mi naciente erotismo: Amada".

Dejamos pasar un camión que lanza una espesa nube de humo, a pesar de que se supone de deben "regular" sus "emisiones contaminantes", Mita sigue atenta mis palabras: "ella vivió un tiempo en mi casa, yo era pequeño, siete u ocho años; ella tendría ya doce o trece años y era un poco precoz pues ya tenía casi cuerpo de mujer, era muy linda; una de sus tareas era bañarme cada tercer día, a mi aquello me generaba mucha vergüenza, pero tenía que acatar la orden de mi madre. Una de esas ocasiones, mientras Amada me bañaba tuve una erección, ella se dio cuenta y volteó a ver a otro lado, pero mientras me enjabonaba las piernas una de sus manos subió a mi entre pierna y me acarició el pene, puso jabón ahí y siguió lavando en ese lugar, luego sus dedos me frotaron delicadamente, ya miraba mi erección mientras pelaba mi pajarito, varias veces, luego me enjuagó, sin decir nada y terminó de bañarme. Varias veces hizo lo mismo: acariciarme el pito hasta ponerlo erecto, yo sentía algo extraño, como placer o algo así, al poco tiempo ella regresó a vivir a su casa y dejé de verla un tiempo", le cuento y sigo:

--"Tiempo después descubrí la masturbación y pensaba en mi prima para excitarme. Luego se casó con un tipo que la maltrata, tiene tres hijos, y pese a ello sigue estando muy hermosa; en ocasiones la he visto, en reuniones familiares; cuando nuestras miradas se cruzan creo que ella recuerda nuestros juegos a la hora del baño, su rostro se sonroja y una leve sonrisa ilumina su rostro", Mita sigue mis palabras y suspira, en eso llega el camión y subimos. Durante el trayecto vamos en silencio y al llegar cerca del barrio Mita me pide en voz baja: "¿oye bebé?, quiero que me lleves al baldío, ¿sí?, hoy quiero jugar contigo como si fuéramos novios, ¿sí?".

La propuesta parece atrevida, pues alguien puede reconocernos, sobre todo porque noto la ansiedad en la mujer, Mita anda excitada y nerviosa. Para nuestra fortuna la calle parece desierta, el escaso alumbrado público también nos ayuda a pasar desapercibidos, cuando llegamos a la pared de ladrillos rojos --de lo que hace años se conocía como "la casa colorada" y siempre estuvo abandonada, hasta que empezaron a derrumbarla-- me percato de la respiración agitada de la argentina, se apoya en la pared y me jala para abrazarme, nuestras bocas inician los apasionados besos y mientras refriega su cuerpo sobre el mío una de sus manos se afana en desabrochar mi pantalón, cuando ya tiene mi verga erecta en la mano se sube un poco el vestido y abre las piernas, con urgencia coloca el pito entre sus piernas haciendo a un lado su panty y se mantiene así, abierta parcialmente de piernas; me empiezo a mover sobre ella que gime sin soltar mi boca, trato de penetrarla pero ella recula y cuando encuentro la entrada de la vagina y presiono algo me impide entrar en ella, es como si Mita apretara la pucha para impedir la penetración, lo intento varias veces y sólo logro aumentar la excitación de la mujer.

--"¡Déjame entrar mamita!" le suplico; ella responde gimiendo: "no bebé, los novios no hacen eso, hacen cositas, pero sin penetrar, sigue así bebito lindo, que ya siento que me viene", y vuelve a besarme y a mover su pelvis frotando la verga en su pucha caliente y babosa de jugos, seguimos así, yo tratando de meterle la verga, ella jugando, frotándose la pepa sobre el garrote pero sin dejarme entrar, hasta que gime: "hummmm ¡bebé!, me viene, me viene, aaayy, bebito lindo, aaahhhh" y su pelvis arremete contra la verga que juega sobre la raja de su sexo.

Nos quedamos así, pegados unos momentos, luego Mita sin decir palabra desliza su cuerpo hasta quedar de rodillas en el piso, su boca busca mi verga y la empieza a mamar, mientras ella se traga la verga le acaricio el cabello y miro hacia la calle, no pasa nadie; Mita sigue mamando, luego despega la boca de la verga y pregunta amorosa: "¿quieres venir así o quieres en mis pompis?", no se que contestarle, sigue mamando un poco más, luego se levanta y me da la espalda, le alzo un poco el vestido y le bajo su panty rosa de satén, mi verga se desliza entre sus nalgas gloriosas, va y viene entre sus nalgas, varias veces, primero lentamente, luego más rápido, mi excitación se hace insoportable, estoy por eyacular, ella lo sabe: "ponlo ahí, la cabecita ahí", dice entre gemidos y le apunto la verga en el ano, pero sin penetrar, o casi, pues cuando el semen escapa siento como si el culo se abriera un poco, sólo un poco, creo que le estoy echando los mocos en la cola, y me sigo viniendo, mis piernas parecen doblarse y ella se mantiene así, ofrecida, abandonada, dejando que le eche los mocos sobre el culo, agitado respiro sobre su nuca y ella pasa sus brazos hacia atrás para repegarme más a ella, hasta que la verga deja de palpitar, musita: "¡ay bebé te vino mucho semen!, ¡una cantidad!, y tu palo sigue duro, queriendo más guerra, ¡el bribón!, como si su mamacita no le hubiera dado ya de comer", y gira lentamente el cuerpo, mientras intenta subirse el calzón, la detengo: "no, espera, quiero que me regales tu panty, ¿sí?".

--"¡Ay bebé!, ¿mi panty?, ¿para que la quieres?, mmm, déjame lavarla, está muy sucia, de tus cosas y las mías, debe estar empapada de lechita, luego te la doy, ¿sí?", dice con voz coqueta, ante mi negativa se quita el calzón y me lo entrega diciendo: "¿viste?... ahora voy a llegar a casa sin calzones, y escurriendo tus juguitos por mis piernas, ¡qué locuras bebito!". Sobra decir que ambos estamos impregnados de olor a sexo.

Caminamos hacia la banca, la encontramos disponible. "¿Sabes bebé?, así jugaba con mis novios, bueno no fueron muchos, pero de esa forma teníamos sexo, sin que me penetraran, eran muy insistentes, pero sólo los dejaba poner su palo en la puchis hasta que nos llegaba el orgasmo, otras veces lo hacía oral o se venían en mis pompis…", dice apoyando su cabeza en mi hombro y suspirando.

--"¿Todavía eras virgen?", me atrevo a preguntar.

--"No, bebé, eso lo perdí muy joven".

--"¿Quién fue?".

--"¿Quién?, fue una tontería, como tantas veces ocurre, me desvirgaron muy joven, yo quería saber qué era eso, trato de recordar y no creo haber sentido placer", dice murmurando.

--"¿Cuándo fue?", insisto.

--"Te contaré algún día, bebé, sólo si tu me cuentas con quién lo hiciste tú por primera vez, ¿fue con tu prima Amada?", pregunta presurosa.

--"No… nunca lo hice con ella, al menos hasta ahora, no se si ocurra… pero… bueno fue otra persona… luego te cuento", y nos levantamos, al llegar a la calle Mita me besa la mejilla y se va oliendo a semen.

XV

Encuentros inesperados I. Si hay algo que me enfurece es que mi hermana haga de mí un "mandadero", ir a traer o comprar cosas. No comprendo como es que a mis 16 años ella insiste en mandarme a comprar el mandado a San Juan. Y es que no le basta con darme la lista de compras y el dinero, haciendo caso omiso de mi coraje, sino que "vas a visitar a tía Chucha, le preguntas cómo está, como está el tío, y no vayas con esa cara de funeral ¿eh?, saludas a todos, ¡ah!, no dejes de ir a visitar a tu padrino Carlos, le das mis saludos".

Y allá voy encabronado, con las bolsas de hule enrolladas bajo el brazo, tratando de evadir a los vagos que ya saben a dónde voy. Y es que no sólo es ir a comprar cosas al mercado y llegar con las bolsas llenas, sino que visitar a la tía implica ver a los antipáticos de mis primos, sobre todo Chencho, que se cree millonario, y es déspota, prepotente, se cree dueño del mundo, y sus hijos son igual de creídos, esa familia controla el mercado de carnes de ese lugar, de ahí su riqueza.

De mis tíos no tengo queja, pues como somos parte de la familia "pobre", la tía Chucha me carga de cosas: "llévale esto a tu hermana" y toma esto y esto, ante mi vergüenza, porque su desprendimiento aumenta sin querer mi miseria, la clara convicción de nuestra situación, sin salida, sin opción: la miseria en pocas palabras. Sobre el padrino Carlos ni hablar, desde chiquillo iba a su tienda, llena siempre de cosas sorprendentes, los envases de vidrio llenos de chocolates: "conejitos", "exóticas", "balones de rompope", mil y una figuras sorprendentes y de sabores indescriptibles; el señor al notar mi sorpresa siempre decía: "toma lo que quieras, anda, come lo que quieras", salía de ahí con la panza llena de chocolates y un tesoro: una hermosa moneda de cinco pesos, la enorme cantidad que me duraba para gastar toda la semana. Ahora sigue siendo igual de amable, aunque ya no "atraco" los frascos de los chocolates ni me da cinco pesos.

Una de esas ocasiones iba ya cargando las dos bolsas llenas de "mandado" y regalos de tía Chucha, con rumbo a la parada del camión, cuando al doblar la esquina choco con alguien, una mujer embarazada; luego de la torpeza la reconozco, es Yola, Yolanda, mi amor imposible en la secundaria, todavía con su largo pelo sedoso y rubio, su tez blanca, sus mejillas encendidas y sus tetas llenas y paradas, pero… con un embarazo de… siete ocho meses.

Ambos avergonzados, evitando las miradas, pero ante lo inevitable: "¡hola!, ¿cómo estás?, ¿bien?, ¿te casaste?", le pregunto; ella: "nnnnnno, este… bueno… si… ¿y tú qué tal?"; luego su mano que apenas toca la mía en señal de saludo-despedida y nos vamos, cada quien por su lado, llenos de pena: yo por andar de "mandadero", ella por su vientre prominente, ¿casada?, claro que no, por acá las chicas quedan panzonas antes de los 15, o más o menos…

Y así voy, cargando más de 25 kilos de "madres" y recordando los reiterados "desdenes" de Yola y mi enamoramiento… y su sonrisa coqueta…, su bien planchado uniforme, su falda arriba de la rodilla, sus muslos llenos y su culo parado, como desafiando la gravedad, y sus chiches abundantes, que parecían conos perfectos, erectos apuntando siempre al frente, como pegados a su cuerpo con "cola loca", pues nunca se balanceaban, y ella caminando derechita, luciendo su belleza… y yo con mi timidez y mi loco y desesperado amor de secundaria, mientras ella aceptaba hacerse novia de alguno de mis compañeros de salón, ignorándome, como si yo no existiera.

No se por qué, pero de repente me siento satisfecho, como si en el balance hubiera yo salido ganador: ella "panzona", yo "mandadero"; como reprochándole su desliz, como diciéndole "mírate tú, embarazada de quien sabe quien, cuando antes me despreciaste", y me llega un repentino sentimiento de pudor o pena ajena, y así subo al camión atestado con mis bolsas de mandado.

Mientras el camión desvencijado avanza dando tumbos por los hoyos de la avenida siento tristeza por Yola y su embarazo, la recuerdo tan linda, tan hermosa… que pienso que merecía algo mejor que ser madre soltera, condenada a la marginación, a que algún rufián la haga su amante y la llene de hijos… y se ponga fea y panzona y triste, pero al mismo tiempo confirmo que a fin de cuentas la vida de esa chica es como la de muchos, yo incluido: tratar de sobrevivir a esta pinche miseria.

 

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