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Recuerdos del barrio. Sexta Entrega

en Grandes Series

Recuerdos del barrio

Sexta entrega

XXIII

Un 69 con Mita. Llevo más de media hora mamando el sexo de Mita; ambos acostados de lado sobre su cama que cruje, en sentido inverso; tengo dolorida la verga de tanto que ella me ha mamado, me vine dos veces en su boca, y ella ya lleva tres orgasmos, toda mi cara esta embarrada de sus olorosos jugos, dos dedos de una mano juegan dentro de su culo y huelen mucho a caca, y yo ahí, succionando, lamiendo la enorme abertura en que se ha convertido la linda puchita de la mujer; en eso ella protesta: "¡ya bebito!, no puedo venirme más, ya déjame, estoy dolorida, mucho…", suspendo mis juegos y ella suspira, cuando se levanta trastabillando me acerca una toalla para limpiar de mi cara y manos los viscosos líquidos, ella huye hacia el baño.

Minutos después entra trayendo un vaso con coca cola y me lo ofrece, doy pequeños sorbos para quitarme de la garganta el áspero sabor a Mita, luego descansamos soñolientos, ella se acurruca junto a mi pero no duerme, empieza a contar:

--"Me estrenaron a los 14. Tal vez por curiosidad o por calentura, no lo se bien; yo era una chiquilla como las demás, inocente, a veces romántica, mis ideas sobre los chicos se limitaban a imaginar besos y abrazos tiernos, miraba a los chicos de reojo imaginando su boca sobre la mía, quizá una que otra idea atrevida, pero sobre todo tenía miedo, un temor desconocido a lo que tuviera que ver con el sexo. Entonces me fui con mis tíos de vacaciones al campo y ahí ocurrió. El tío tenía una casa de campo, en provincia, era como una pequeña granja, había vacas y caballos, gallinas y patos y todo eso".

Se endereza sobre su cama, recargándose sobre la cabecera y sigue: "era una granja muy bonita, muy grande… había varios empleados… una chica, joven, quizá de 18 o 19 años, aunque parecía más joven, tipo campesina, pequeña y morena, de largas trenzas negras y faldas hasta los tobillos, silenciosa y muy eficiente al poner orden en la casa y preparar la comida; también un tipo alto y de apariencia ruda, muy moreno y musculoso, con cara de mal humor; una mañana en que soñolienta bajaba a la cocina a desayunar escuché el murmullo de una voz, femenina: "no, estate quieto, ahora no, espera, que no, alguien puede venir, que no", cuando entré ambos me miraron sorprendidos: la sirvienta y el señor ese, el tipo salió y yo me senté a almorzar, deduje que entre ambos existía algo, no sabía precisarlo".

--"A medio día estaba en el establo, entretenida jugando con los polluelos que acababa de tener una gallina; escuché algunas voces y pasos apurados, me oculté entre la paja y percibí la voz de la chica de la cocina: "hazlo rápido, no tardes que tengo que regresar a la cocina", se alzó las faldas dándole la espalda al campesino; y ocurrió aquello que sólo imaginaba: el tipo rudo la obligó a doblar el cuerpo, la chica se apoyó en unos maderos, de entre sus ropas el hombre sacó el miembro que me dejó estupefacta, enorme, grandísimo y sin más le abrió las nalgas a la chica para sepultárselo en el sexo, la cocinera apenas logró decir: "¡oh, todo no, no!" y un quejido lastimero, pero el hombre ya había iniciado la copulación, rápida, agitada, los cuerpos brincaban, la mujer en completo abandono, el hombre arremetiendo con fuerza contra las nalgas morenas de la chica, todo fue breve, luego ambos se quedaron quietos, y cuando el tipo sacó el miembro algo blancuzco escurría de entre las piernas de la muchacha, mientras él se guardaba el miembro colgante y lustroso, ella se limpiaba los jugos con su falda, y sin decir nada salieron del granero", bebe un poco de refresco y continúa:

--"Yo estaba asustada, muy asustada, no encontraba respuestas para lo que había ocurrido, sobre todo me preguntaba ¿cómo fue posible que aquel hombre metiera su gran miembro en el sexo de aquella muchacha tan pequeña?... y es que… si bien al principio la sirvienta parecía sufrir con la penetración, momentos después su rostro tenía una expresión de placer infinito… tal vez, no se, quizá ellos tenían tiempo de hacer aquello y la chica estaba acostumbrada al tamaño del pene de ese hombre… no lo sabía en aquel momento… pero yo estaba en un permanente estado de ansiedad, por haber presenciado esas cosas prohibidas… a la mañana siguiente esperé en el granero a la pareja… y como suponía volvieron a hacerlo… ahora acostados, el campesino sobre la chica, que mantenía sus piernas abiertas y alzadas, sosteniéndolas con ambas manos, ahora el acto tuvo mayor duración, pues la chica, creo, tuvo varios orgasmos, y el rudo hombre gimió varias veces, señal que había eyaculado, al final, lo mismo, sin decir palabra, la muchacha se limpió el semen del sexo y las piernas, se acomodó la ropa y salió del granero", dice Mita y noto el nerviosismo en su voz, mira hacia la pared y continúa:

--"A partir de entonces, quizá de forma involuntaria y pese a mi inmenso temor, miré de forma diferente al hombre, yo no sabía entonces que las mujeres tenemos una silenciosa forma de dar a conocer nuestros deseos; una tarde me crucé con el campesino, nos miramos y eso fue todo, el caminó hacia el establo, volteó a verme un momento y siguió caminando, yo como autómata lo seguí, no sabía exactamente para qué, pero lo seguí. En silencio dejé que me acostara sobre la paja, no fue rudo y yo evitaba su mirada, yo me dejé, luego subió mi vestido y cerré los ojos, dejé que me tocara el sexo con los dedos y cuando sentí la punta de su miembro recordé su gran tamaño y como había hecho la sirvienta pude musitar: "no, todo no"; el tipo no dijo nada, se contentó en repasar su verga en la raja de mi sexo y luego lo empezó a meter, no todo, sólo la punta, gruesa, gorda, muy dura, yo no sabía que hacer, quería gritar que se detuviera y me dejara ir, pero de mi boca no salía nada, luego sentí que esa cosa me penetraba, no todo, solamente una parte, y se empezó a mover, yo sentía que algo ardiente me cortaba, esa cosa me estaba lastimando, me dolía, pero seguía con los ojos cerrados y mordiéndome los labios para no gritar, él siguió cogiéndome, lento, suave, pero yo no sentía más que dolor, mucho dolor y mucho miedo, cuando eyaculó sacó el pene y los chorros de semen empaparon mi pucha, luego se fue, yo me quedé ahí, tirada sobre la paja, con las piernas abiertas, gimiendo, ya no sabía de si dolor o placer, no lo recuerdo bien; cuando iba a subirme el calzón noté la inmensa cantidad de semen; mi puchita estaba abierta y sobre mis pelitos grandes chorros de algo blanco y pegajoso, era el semen, utilicé mi panty para limpiar mi sexo, y me extrañé porque no había sangre ahí, no entendía, me habían desvirgado, pero no había sangre. Luego de que ocurrió aquello me entró un gran sentimiento de culpa y casi no salía de mi habitación, días después, por curiosidad revisé mi sexo, estaba como siempre, apenas peludito e inocente, pero algo había cambiado, pude meter uno de mis dedos en la vagina, entonces confirmé, sí, aquel hombre horrible me había quitado la virginidad y volví a sentirme estúpida, tonta, por haberlo permitido".

--"Tiempo después regresamos de vacaciones a la granja del tío, me sorprendí cuando supe que el campesino rudo ya no estaba, averigüé que lo habían corrido por alguna cosa mala que había hecho, luego me enteré que el tío había descubierto que ese tipo se andaba fornicando a la tía, ¡vaya sorpresa para mi!, aunque no tanto, conociendo cómo era de ardiente esa señora; bueno, no se, pero de alguna forma abrigaba la esperanza de volver a ver al hombre que me había desvirgado, no tanto para volver a tener sexo con él, sino que… quizá, bueno no se, tal vez tenía la idea de acostarme otra vez con él, aunque no lo aceptara realmente".

Y acurrucándose en mi pecho prosigue: "pensé que esas vacaciones serían aburridas, pero no, una mañana mi tío me preguntó: "oye Mita… ¿quieres ir a pescar?", la idea me entusiasmo, nunca había hecho eso y pensé que sería divertido, pero resultó que el tío no me iba a acompañar, llamó a un chico, joven, también campesino, algo tímido y muy moreno, total que fuimos a pescar a un río cercano, el chico me enseñó que tenía que hacer y estuvo un rato conmigo a la orilla del río, siempre silencioso y apenado, hacía mucho calor; propuso que mientras yo trataba de atrapar un pez, él se daría un baño en el río, no supe que decirle; se alejó un poco y momentos después lo descubrí dentro del río, nadando despreocupado, creo que sólo tenía puesto su calzoncillo, y cuando salió un poco del agua descubrí que si, tenía puesto su calzón pero por el agua se traslucía su sexo y… ¡tenía una erección!, apurada miré hacía otra parte, pero la curiosidad me hizo regresar la mirada y si, se notaba su miembro crecido, bastante crecido, tuve un acceso de vergüenza, o pudor, pero al mismo tiempo cierta excitación, no lo sé; un rato después el chico se recostó cerca de mi, que no sabía si atender la caña de pescar o mirar el bulto que formaba su calzón en la entrepierna, total que aquella vez no pesqué nada, me sentía excitada y nerviosa, y así regresé a la granja, no se… tal vez esperaba que ocurriera algo, no se… tal vez sólo lo imaginaba".

Ambos nos quedamos callados unos minutos, sobre mi pene siento la suave caricia de la mano derecha de la mujer, y sobre mi pecho su respiración acompasada y en voz baja continúa recordando: "días después, a instancias del tío, salimos el chico y yo al río a pescar, de nuevo mientras yo intentaba atrapar un pez el campesino se bañó en el río, es esa ocasión se metió desnudo al río, pese a mi vergüenza lo vi varias veces y de nuevo tenía el sexo erecto, aquellas visiones estaban generando en mi una especie de excitación y temor, mucho temor, pero seguí mirando su cuerpo desnudo y la erecta tranca que se cargaba el campesino; un rato después llegó hasta mi, ya tenía su calzón de manta puesto, pero mantenía erecto su miembro, luego, como había ocurrido con el señor que me desvirgó me abandoné, recosté mi cuerpo sobre el pasto verde, mis ojos miraban las copas de los árboles y entre ellos las nubes que cruzaban el cielo azul; sentí sus dedos acariciar mis pantorrillas y mis muslos, me deje hacer, luego fue más osado, una mano se metía entre mis piernas y la otra acariciaba mis senos; me alzó el vestido y me bajó el calzón, luego se montó encima mío y me penetró con su enorme pene; fue algo diferente a la primera vez, quizá estaba yo excitada y él no tenía tan grande el pito, pero fue diferente; cuando me tenía bien cogida se empezó a mover y yo a sentir cosas extrañas, mucho calor y sensaciones deliciosas en todo mi cuerpo; cuando eyaculó sentí los chorros de semen, pero no dejó de moverse y yo tuve, creo, un intenso orgasmo; pero él seguía metido en mi cuerpo, moviéndose agitadamente y terminó de nueva cuenta, creo que yo también, sólo sentía palpitar dentro su pene y mis ojos seguían el rumbo de las nubes en el cielo y las ramas de los frondosos árboles; ya para entonces también yo participaba del acto, movía el cuerpo como buscando el placer, al final quedamos exhaustos, yo sintiendo todavía estrellitas en el estómago".

Mita calla y suspira, su mano se afana sobre mi pito dolorido y me jala hacia ella, "ven bebé, móntame, ponte encima mío y méteme la verga, humm, sssiiii, así, quédate así, dentro, todo dentro, no te muevas, quiero sentirme tuya, toda tuya, tu verga bien clavada en puchis, si…", y como para asegurarse sus piernas rodean mi cintura y me atenazan con fuerza, nos besamos con pasión, mis manos revuelven su pelo y ella aferra las suyas en mis nalgas, y nos quedamos quietos, sintiendo yo las pausadas palpitaciones de su vagina y ella trata de continuar: "luego de aquello volví a hacerlo con el chico rústico, no se por qué no me embarazó, porque siempre me echó el semen dentro, pero fueron días gloriosos, de sexo desenfrenado, una pasión que no tenía fin, pues lo hacíamos en cualquier parte y a cualquier hora… Tiempo después me enteré, cuando los tíos tuvieron una discusión, que mi pariente había propiciado aquellos encuentros y que él me espiaba cuando cogía con el chico aquel, me sentí extraña, decepcionada, avergonzada, defraudada por el tío… una semana después regresé a vivir con mi padre", y suspende sus recuerdos para volver a besarme, su pucha aprieta mi verga a pausas y siento que voy a eyacular de nuevo y me muevo un poco, sobre ella que ofrece sus senos a mi boca, y le muerdo los pezones y ella se queja, gime, suspira, se queja ruidosamente y nos movemos y ella se viene moviendo su pelvis, sus piernas, todo su cuerpo, y mi pito brinca dentro de su mojada vagina que chapalea viscosa, eyaculo con furia, aunque no me sale ya leche, creo.

 

XXIV

No estaba muerto. Si, como aquella canción "no estaba muerto, andaba de parranda". Hay personas que de tanto verlas se convierten en parte del paisaje urbano y pasan desapercibidas; por el contrario las hay que desaparecen y nadie nota su ausencia. Ambos preceptos bien se podrían aplicar a don James, el viejo Jaime, alcohólico empedernido que alguna vez tuvo fama y fortuna, familia, esposa e hijas, pero cuando dejó a la esposa que le había sido infiel perdió todo; por compañía la botella de alcohol y por casa la calle, así por años.

No había notado la ausencia de don Jaime hasta que una noche, que llevaba a Ludy al baldío a echarnos un faje rápido, Alfredo el Moco me preguntó: "oye buey, ¿no haz visto a don James?", fue entonces que caí en cuenta que tenía días que el viejo borracho no salía a mi encuentro para pedirme dinero. Ludy también me comentó "¡qué extraño!, ya tiene días que no lo veo, ¡ay pobre!, que no le haya pasado nada malo". La preocupación fue pasajera pues en cuanto llegamos al baldío nos pusimos algo románticos, sólo que luego de los primeros besos Lucy empezó a contar: "¿sabes?, ayer me pelee con mi hermana… fue de chismosa con mi madre… y tú tienes la culpa, sólo tú".

--"¿Yo, por qué", le pregunto intrigado.

--"Es que… ya tenía días de no estar contigo… y tenía muchas ganas… de verte… por eso digo que tú tienes la culpa…es que… bueno ayer me estaba bañando, por la tarde y… ya cuando casi terminaba me… excité… pensando en ti… y me estaba acariciando la cosita y en eso… la babosa de mi hermana abre la puerta y ve que… me estaba acariciando allá… abajo, creo que iba a hacer del baño y como yo estaba adentro… a la mensa se le hizo fácil meterse… vieja taruga, luego mientras me secaba el pelo en el cuarto ahí va la chismosa: "mamá, mamá, la gorda estaba haciendo cosas sucias en el baño, se estaba tocando la zorra, ¡la muy cochina!", me dieron ganas de agarrarla a golpes y seguía: "si mamá, fui a hacer del baño cuando ella estaba dentro y se lo estaba haciendo", le grité que se callara y del coraje le aventé el cepillo del pelo… me dio una vergüenza… mi madre nos gritó que nos calláramos las dos, al final la muy… nomás se reía, por eso digo que tú tienes la culpa… te deseo mucho papacito", y volvemos a pegar las bocas con ansia.

En eso una inesperada idea me hizo proponerle a Ludy: "oye mamita, ¿me dejas besarte la cosita?", como siempre ocurría con mis ideas eróticas, la gordita guardó silencio unos segundos para luego decir:

--"¡Ay Beto!, ¡estás bien loco!, ¿y si alguien nos ve haciendo eso?, además vengo un poco sucia, me bañé en la mañana, pero ya para esta hora la cosita huele mucho, ¡ay Beto, qué ideas se te ocurren!, mejor otro día ¿sí?". Ante mi insistencia, la gordita cede poco a poco: "pero es que… ¿cómo lo hacemos?, mira que nos van a ver Beto…, puede pasar uno de mis hermanos y si… me ve… así…, ay Betito… ¿y si alguien pasa y nos ve haciendo eso?, ¡ay papito!". Le propongo que se quite el calzón y yo me arrodille en el suelo, ella me tape con su vestido y alce una pierna; algo renuente acepta. Luego siento en las rodillas las filosas piedras que impiden acomodarme entre los carnosos muslos de Ludivina; resulta incómodo, pero las ganas son muchas; luego ella coopera, alza una pierna, las abre un poco y mi cara es atrapada por las carnes suaves y satinadas de mi gordita cariñosa, que se deja hacer, cachonda y caliente, a que su noviecito le mame la pucha en plena calle, y ese pensamiento me anima, ya caliente, a lamer, chupar, la salada pepa de Ludy.

En mi boca siento los ásperos vellos de la pepa húmeda y tibia, y el sabor salobre de su intimidad; la excitación me hace abrir más sus piernas, Ludy gime y se ofrece, su pelvis se refriega en mi cara, y yo lamo, succiono esa carne que descubro grande, desmesurada, parece que la pucha de la gordita es más carnosa de lo que suponía, y mientras Ludy suspira y se agita, y yo mamo la pucha abierta y jugosa, y su cuerpo se posesiona de espasmos deliciosos mis dedos recorren la raja abierta, descubro los labios carnosos, muy carnosos, de la pepa, y mi lengua titila, y ella mueva la pelvis y suspira, y mis dedos se meten entre sus nalgas, y uno de ellos se desliza en el culo, y ella gime y grita "¡ay Beto!, ¡ya!, ¡ay Beto!, ¿qué… haces?, ¡sí!, ¡más!", y en mi dedo y en mis labios siento su orgasmo, las contracciones deliciosas, las contorciones de su cuerpo que se tambalea, y mi boca que sigue succionando la pucha, y sus piernas que aprisionan mi rostro, y sus manos que aprietan mi cabeza metida entre sus muslos ardientes, y sus gemidos, así en instantes eternos, la primera mamada que le hago a mi gordita, y mientras Ludy disminuye sus gemidos y la presión de sus muslos recuerdo algo que me dijo el Wafles hace años: "mira carnalito, cuando le mames la panocha a una vieja y le provoques de esa forma el orgasmo, ella jamás te olvidará, y hagas lo que hagas la vieja no te dejará, porque nunca podrá olvidar la mamada que le diste… y siempre va a querer más".

Ya cuando nos vamos, intento retirar con mi lengua y uno de mis dedos, los vellos de Ludy que quedaron atrapados entre mis dientes.

Más tarde, cuando regresaba de dejar a mi novia gorda en su casa, encontré a Ruperto y a Javier el Burro, también andaban buscando al viejo alcohólico: "a lo mejor andaba pedo y lo atropelló un carro y está en un hospital, o murió atropellado, recogieron el cuerpo y como nadie va a recoger el cadáver, seguro lo tiran a la fosa común", dijo el Ruper; "pa´mi que no, ese viejo tiene más de siete vidas, ¿se acuerdan cuando se chupó una botella de perfume?, estuvo medio muerto una semana en el hospital con las tripas cocidas por el etanol, hasta que lo corrieron porque andaba agarrándole las nalgas a las enfermeras, ¡pinche buey!, viejo pero no pendejo, por ahí debe andar", dijo Javier.

Por ellos supe que habían ido al basurero del mercado, pues ahí el viejo acostumbraba dormir y que no encontraron nada, que también habían ido al grupo AA, donde a veces le daban asilo para tratar de desintoxicarlo, pero tampoco sabían de él, finalmente: "El Tupi sabe donde viven sus hijas, dijo que iba a ir a preguntar a ver qué saben", dijo el Chuperto. Fuimos a buscar al Tupi a la tienda.

Respecto al mentado Tupi nunca supe porque le decían así, a veces los vagos modificaban el apodo de Tupi por Estupi, por aquello de "estúpido", que de estúpido no tenía nada, era el típico vago sin oficio ni beneficio, con una marcada aversión por el trabajo y de quien se decía era el amante "ocasional" de algunas maduras del barrio –de ahí venían sus escasos ingresos, pensé--, además muy aficionado a la marihuana y al alcohol y a cantar desafinadas canciones acompañado de su destartalada guitarra.

Al respecto, a mi me causaba mucha gracia una de sus tonadas, "de día y de noche he trabajado… y siento satisfacción, porque tengo mis millones y chamacas de a montón… ahora soy un hombre respetable, que les causa admiración", y cosas así. Y pensaba "el Tupi… ¿trabajar de día y de noche?, ¿un hombre respetable?, ¿qué causa admiración?, ¿qué tiene sus millones y chamacas de a montón?, ¡si, cómo no!" y me reía solo.

Encontramos al Tupi cantando en un inglés incomprensible su versión a "No te cases con un ferrocarrilero", rasgando su guitarra desafinada, al terminar dio un sorbo a su caguama y: "pues no cabrones, no hay rastro de don James; hace como una semana me eché unas teporochas con él y estaba bien, bueno… bien pedo, se entiende, pero bien; sus hijas tampoco saben nada, sólo fui a preocuparlas… me dijeron que van a ir a los hospitales a preguntar y al forense, a ver si no lo hallan ya bien frío, pero bueno, que lo van a buscar", dejé a mis amigos con el mentado Tupi.

Luego algo me hizo olvidar la misteriosa desaparición de don Jaime: el retorno del mueblero. Nomás entré a la mueblería y noté algo extraño en el ambiente, sería el olor penetrante a tabaco quemado o la tensión que generaba el viejo refugiado en los empleados, o todo a la vez. "¡Se les acabaron sus vacaciones!, ¡bola de holgazanes, ya estoy aquí!", gritó hacia nosotros, si, había regresado el patrón; un rato después me llamó: "ya revisé los libros con mi mujer, y bueno, ¡joder!, supe que te dio propinas por los cobros, vas a seguir haciendo eso, pero yo… ¡carajo!, no te voy a dar un quinto más que tu sueldo, ¿entiendes?", y cuando me retiraba me detuvo: "¡oye, ven acá!, ¡urge que aprendas a manejar!, mi mujer ya corrió al chofer y no tiene quien la lleve y traiga de sus cosas, que el médico, que sus parientes y esas mamadas, así que ten, busca quien te enseñe a manejar" y me entregó las llaves del automóvil –un añoso Valiant café, pero en muy buenas condiciones-- diciendo: "no regreses si no haz aprendido y menos si chocas mi carro, ¡joder!", y chupando su habano se alejó. Por supuesto, nadie aprende a manejar un coche en un día, pero al menos con ayuda de Javier el Burro aprendí a encenderlo, a meter las velocidades, a llevarlo por varias calles entre enfrenadas y sustos, y sobre todo aprendí en que lugar quedaba el motor, fue un día provechoso, digo. Aquella tarde salí temprano de la mueblería, le entregué intacto su carro al español y me dejó ir.

Como era temprano busqué a Mita, nos miramos y supo lo que buscaba, pero no lo hicimos en su casa, eso me extrañó, más por algunas cosas: mientras platicábamos ella tomó una sábana limpia, algunas hojas de papel periódico y me pidió que tomara el gran espejo que estaba recargado sobre el sillón; "¿a dónde vamos?", le pregunté; "no seas preguntón, sígueme", y subimos la escalera del viejo edificio, en el siguiente piso entramos a un departamento deshabitado, casi en penumbras, "todos los cuartos están vacíos, nadie vive aquí, pero a veces algunas parejas se meten a hacer sus cosas, los he escuchado varias noches", y procedió a colocar el papel sobre el polvoso piso, sobre las hojas la sábana limpia y recargado en la pared el espejo, procurando que la luz exterior nos alumbrara, luego se empezó a quitar la ropa, no sin antes decirme: "asegúrate que la puerta esté bien cerrada, no vaya a querer entrar alguien"; ya desnuda ella propuso: "oye bebé, ¿me concedes un deseo?, quiero montarte, hace mucho que no tengo sexo de esa forma, quiero cabalgar sobre ti, ¿me dejas?", entre besos ansiosos acepté.

Ya desnudo me acostó boca arriba sobre la sábana mirando hacia el espejo, como para que nos viéramos en el mientras cogíamos y me dispuse a ser el juguete sexual de la madura, que ahora salía con querer montarme.

Pero, como era su costumbre, primero me chupó la verga, como para asegurarse que la pinga estuviera bien erecta. Luego de tantas mamadas y cogidas no acabo de comprender cómo es que la lujuria se posesiona de esta mujer: al tener a la vista mi garrote lo cogía con la mano con un gesto de infinito cariño, como si fuera su posesión más valiosa; con ansia tal que apretaba la mano sobre el garrote como para evitar que el pito saliera huyendo; y empieza besar y lamer la punta suspirando como si su anhelo más deseado se hubiera hecho realidad; abría sus ojos que pudorosa había mantenido cerrados, para mirarme y contagiarme su lujuria, luego se comía el tronco y su lengua jugueteaba con el glande, chupando con delectación como disfrutando del más preciado manjar; luego su boca hacía actos de magia: desaparecer el pito erecto y en el acto hacerlo aparecer, intacto y lustroso, para luego volver a desaparecerlo, todo, todo dentro de ella, dentro de su boca golosa que convertía esos instantes en eternidades, así fue esta vez y detuvo la mamada cuando sintió la ligera palpitación del pito, el preludio de mi eyaculación.

Y la miro suspender sus chupadas acostado de espaldas sobre el piso, la miro mirarme con la cara lujuriosa, la miro mirar nuestro reflejo en el espejo y montarme ahorcadas, las piernas abiertas a los costados de mi cuerpo, su vientre plano que baja poco a poco, su mano que dirige la verga al sitio exacto, pero no se mete el pito, se contenta con jugar, desliza el cuerpo para que el garrote recorra su raja entreabierta, así varias veces en las que leves murmullos salen de su boca y en el momento exacto empieza a empalarse en el garrote erecto, la voy penetrando con lentitud, viendo como el palo es tragado por esa caverna cálida y ajustada y cuando su sexo queda pegado al mio exhala un "aaahhh" de satisfacción y así se queda, mirándome como puta, con cara de puta, mirando nuestros cuerpos en el espejo, luego apoya sus manos sobre mi torso y su cuerpo, formando un ángulo recto con el mío, se balancea suavemente, adelante y atrás, arriba y abajo, adelante y atrás, de forma delicada. De repente se acuesta sobre mi y me abraza entre besos ensalivados y murmulla "¡ay bebé!, te monto, ay bebé, estoy cabalgando, cabalgando sobre mi caballito, montada, cabalgando, hummm, ¡bebé!, ¡qué rico siento!, cabalgo, ¡cabalgo rico, muy rico!", y se mueve, pero no toda, ahora sólo sus caderas, ella mantiene su cuerpo pegado al mío, y sus caderas suben y bajan, empalándose en el miembro, sus caderas culebreando, subiendo y bajando con lentitud, los murmullos se convierten en un bufido profundo y caliente al acelerar los movimientos de sus nalgas que suben y bajan, en sincronía, perfectas y exactas, pues Mita nunca permite que la verga escape de su pucha. Sólo se escuchan sus gemidos y el "plaf, plaf" de los cuerpos al chocar.

Y la miro cabalgar sobre mi, sus caderas subiendo y bajando cada vez más rápido, su respiración cada vez más caliente, y me agarro sus nalgas gloriosas, dejándome llevar por la cabalgada, mientras ella bufa y dice algo como "¡te monto bebé!, monto mi caballito, ¡arre, arre caballito!, ¡llévame lejos, más lejos, más rápido!, corre caballito, arre caballito, hummmm, ¡mi semental!, anda caballito sigue corriendo", entonces uno de mis dedos alcanza su culo apretado y cuando la penetro así, sus gemidos aumentan, ya con mi dedo dentro de su culo puedo sentir como mi verga entra y sale, puedo tocar mi pito que está dentro de su intestino, mientras ella acelera su cabalgata, hasta que ambos nos soltamos, mi leche inunda su panocha y la vagina aprieta mi verga en sincronía, y ella gime, bufa, se contorsiona, aprieta sus brazos en mi cuerpo y yo sigo tocándole el culo, sintiendo como mi verga sigue inyectando semen en su pepa ardiente, y mojada y suave y… deliciosa.

Cuando termina de venirse alza el torso y vuelve la mirada al espejo, se mira lujuriosa, montada sobre mi, atenazando sus piernas a los costados de mi cuerpo, yo la veo, me ve, nos vemos con ternura o lujuria y ella empieza a cabalgar de nuevo, subiendo y bajando el cuerpo, una y otra vez, y otra y otra vez, hasta suspender su cabalgata; con lentitud se desmonta y gira su cuerpo, dándome ahora la espalda, se acomoda sobre la pinga y su panocha me traga, todo el pito, entero y viscoso, antes de moverse dice en murmullo: "¡mírame bebé!, mira como cabalgo sobre el caballito, mira como puchis cabalga sobre tu pinga gorda y dura, ¡mírame bebé!", y apoya sus manos sobre el piso y de nueva cuenta sus caderas suben y bajan sobre mi pito, es una visión maravillosa, siento que la verga se me pone más dura cuando veo como entra la pinga en su pucha viscosa, y sube y baja, una y otra vez, y ella gime gustosa y caliente, y sigue cabalgando, más y más, y más y más, su pucha aprieta el palo que se sumerge en la floja caverna de su vagina, y acelera sus meneos, sus nalgas brincan de gusto, se bambolean, arriba y abajo, a los lados y la verga desaparece y vuelve a aparecer al momento y ella se viene ruidosa, gritando "¡bebé!, ¡me viene, más, más, me viene mucho!, ¡ay bebé dame leche, quiero más leche, toda tu leche!" y su vagina palpita y sus nalgas se bambolean y ella brinca sobre la verga que la lleva hasta el cielo, lejos muy lejos, y me voy con ella, que sigue cabalgando, nos vamos lejos muy lejos, entre nubes siento como mi pito escupe su ofrenda dentro de esa caverna que parece tener vida propia y sigue palpitando y sacándome semen cuando ya no tengo nada en los huevos.

Un rato después ella sigue mirando en el espejo nuestros cuerpos unidos, uno sobre otro, su cara pegada a la mía, miro su mirada lujuriosa, su sonrisa descarada, la delicada curva de su espalda, el inicio de la comba armoniosa de sus nalgas y sus pantorrillas alzadas moviendo los pies con cierta coquetería; mi verga yace floja y escurrida entre charcos de líquidos olorosos, entre sus piernas que Mita aprieta sobre el flácido pito, ella me besa las orejas y el cuello, y uno de sus dedos insiste en tocarme el culo, pero lo evito, ella sonríe amorosa.

Cuando por fin salgo del edificio siento la verga dolorida y ya es de noche, tengo ganas de rascarme la comezón que escose mi pito, pero algo lo evita, en medio de la penumbra de la calle distingo algunas sombras, quizá conocidas; cuando nos acercamos el Tupi grita: "¡oye buey, te andamos buscando!, y tú allá arriba, bien montado con la argentina, ¡ya ni chingas!", y me ofrece una Tecate de bote, bien fría por cierto.

Doy un sorbo al bote y la cerveza me sabe a gloria, luego: "¿qué pedo traen?".

--"Pues nada que don James ya apareció, así, de la nada, luego de casi dos semanas… se aparece el muy cabrón, como si nada, bien pedo, como siempre, pero así, contento y feliz el muy… cabrón, ¿y nuestras preocupaciones?, ¿y el tiempo que perdimos buscándolo?, ¿y las misas que ya le habían organizado las viejas mochas de la colonia?, ¡ya ni chinga!", bromea el Moco.

--"¿Y dónde está?", me apuro a preguntar.

--"¿Dónde?, donde va a ser, en el mercado, chupando teporochas con sus cuates, trae un rollo bien fantasioso, que se encontró una lana, que se fue de vacaciones, que estuvo en Veracruz hasta que se le terminó el dinero y cosas así, yo… la verdad… no le creo ni madres", dice el Tupi.

--"Bueno y ¿y para qué me quieren?", pregunto extrañado.

--"Tú lo conoces mejor, a ti te dice la verdad, vamos al mercado a platicar con él", propone el Tupi.

--"¿Y para qué?, ¿nos interesa saber dónde anduvo don Jaime?, qué bueno que no se murió, ¿no?, si se fue de vacaciones o si se encontró una lana, pues qué bueno, allá él, ¿no?, si quieren vayan ustedes a verlo, yo me voy a dormir", y les doy la espalda, dejándolos ahí, parados sin decirme nada.

XXV

Lecciones I. Aquella mañana fui a recoger mi boleta de calificaciones tranquilo, sabiendo de antemano que nada se oponía para que pasara de semestre, cuando tuve un encuentro inesperado, como suele suceder. Al llegar al grueso portón de madera de la entrada casi choco con alguien gordo y negro, de traje gris: el "Apagón"; nos reconocimos enseguida, luego la negra y abotagada cara me grita: "¡mira nada más!, ¡eres tú!, el cabroncito del "acordeón" que sacó diez haciendo trampa, ¿eh?, a ver dime ¿qué se siente ser tan famoso?, ¿eh?, ¡por tú culpa tuve un serio disgusto con el director!, dice que serás el ejemplo para que todos traten de vernos la cara haciendo chapuzas en los exámenes, ¡no tienes vergüenza de venir a la escuela!".

Luego de la negra impresión, me recupero y le digo con seriedad: "disculpe profesor, pero usted sabe que no utilicé el "acordeón" en el examen, usted vio cuando lo guardé en la bolsa de mi camisa, y se lo entregué al final junto con el examen, ¿ya se le olvidó?, por lo demás yo obtuve el diez y usted cumplió su promesa, se lo agradezco", y trato de seguir caminado, pero el Apagón me retiene el brazo:

--"Pues si jovencito, pero tengo una sorpresa para ti, nos veremos en el próximo semestre y hagas lo que hagas te voy a reprobar, ¡te lo juro!, ¡a mi nadie me ve la cara de pendejo!", y se va hecho una furia, balanceando su gorda figura negra y azotando el negro portafolio contra la pared de la escuela, al momento pienso que el Apagón a mi… "¡me pela la verga!". Me siento tan seguro que sería capaz de volver a hacer el examen y… ¡vuelvo a sacarle diez!, ¡al hijo de la chingada!

Ya con la boleta en la mano me encuentro con los compañeros de clase, "nos vemos en el salón, hay festejo", dice uno de ellos, y allá voy. Camino por el pasillo cuando los veo tragando plátanos de forma despreocupada, echando las cáscaras al jardín que queda un piso abajo y me entero: el Puck y el Vistalegre se robaron unas pencas de plátanos de un camión que transportaba frutas, me integro al grupo y empiezo a comer plátanos; en eso aparece el "prefecto" –tipo encargado de cuidar el orden en los pasillos--, un sujeto fortachón, moreno y de pelos lacios que presume de haber sido campeón de lucha libre; el prefecto nos mira con ojos amenazantes y va a nuestro encuentro cuando ve que tiramos las cáscaras al jardín, pero el Puck me alerta: "deja que se acerque el buey, le tenemos una sorpresa".

Como apunte cabe aclarar que las bancas en esa escuela están atornilladas en el piso, para evitar que alguno las quiera mover, y siempre en orden, en fila y fijas al piso, en fin, en esa escuela todo es orden: nadie puede salir a mear entre clase so pena de ser amonestado por los prefectos; tampoco están permitidos los silbidos ni los gritos ni las palabras altisonantes y menos aún que los alumnos lleven el pelo largo. Total que sigo con la mirada al enfurecido prefecto que viene a nuestro encuentro, cuando sale a su paso el "Ufo".

Otro apunte: El Ufo era un alumno medio loco, excelente jugador de béisbol en el equipo de la escuela, y el mejor picher que tuvo el Poli, delgado y de risa ruidosa, pero pelado totalmente a rape, de ahí el mote: Ufo, creo que eran las siglas para "objeto volador no identificado" en inglés –luego el Ufo moriría a causa de la amibiasis que le había carcomido el cerebro. Y vimos al Ufo que le grita al prefecto: "¡oiga, tiene que venir!, estos malditos ya quitaron las bancas de su lugar y las amontonaron en un rincón del salón".

El prefecto adopta una actitud furiosa y a zancadas llega hasta el salón y entra y se percata de que, efectivamente, los mesa bancos fueron quitados de su lugar y lucen como una extraña montaña de madera y fierros allá, al fondo del salón; acto seguido entran todos los compañeros –cerca de treinta-- y uno de ellos cierra la puerta, todos guardamos silencio, la furia del prefecto desaparece al momento, ahora una mueca de espanto pinta su rostro y: "no, muchachos, ¿qué van a hacer?, no hagan cosas de las que se pueden arrepentir, no, muchachos, podemos ser buenos amigos, este… que van a hacer, cálmense, podemos ser amigos…".

Un alumno gordo y fornido, integrante del equipo de americano le suelta: "¡quítate la ropa!, ¡ya!, en este momento, si no te la quitamos nosotros"; el prefecto duda, pero ante la determinación de todos empieza a despojarse de la ropa, cuando queda en calzoncillos, otro le exige: "todo, ¡quítate todo!", el tipo obedece con el terror en el rostro. Al final tratamos de contener las carcajadas, más Paty la tetona, que ríe tapándose la boca, el prefecto se ve perfectamente estúpido sin ropa, más con la mueca de terror en el rostro, y las manos tratando de cubrir sus "miserias": el Puck le sentencia: "bueno señor, aquí se va a quedar quietecito, sin hacer escándalo, y para que no haga ruido le vamos a poner cinta adhesiva en la boquita, y vamos a amarrar sus manitas, ¿eh?, luego se quedará aquí hasta que alguien venga a rescatarlo, que puede ser más tarde, cuando vengan a hacer el aseo, o si no… pues hasta mañana, ¿eh?, y le recomendamos que no haga pleito de todo esto, usted no supo nada, ni se dio cuenta de quien le ordenó quitarse la ropa ¿eh?, ¡ah!, como explicación: esto es porque usted es un perfecto ojete, y merece una lección, ¿entendió?".

Luego salimos del salón, todos muy quietos y serios, alguien colocó el candado en la puerta –otra aclaración, en la escuela los prefectos cierran los salones cuando no hay clases y les colocan candados, para que nadie se vaya a meter--, ya fuera el Ufo se metió a los baños y echó la ropa del prefecto en un bote de basura y todos salimos en fila india de la escuela, muy quitados de la pena, sin hacer aspavientos, unos comiendo plátanos.

 

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