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Recuerdos del barrio. Quinta Entrega

en Grandes Series

Recuerdos del barrio

Quinta entrega

XIX

El retorno del Wafles. Aquella noche regresaba del trabajo en la mueblería. El mueblero seguía ausente y tal vez sin querer me hice el empleado indispensable de la señora esposa del español. Una mujer joven aún, paralítica desde hacía 10 años, pero bella y sin hijos. Para variar se llamaba Carmen –Mita se llama María del Carmen--; doña Carmen era diferente que su pinche marido, pues al hacer cobros a domicilio y llegar con dinero al negocio, la doña siempre me daba una comisión, "yo no soy igual de miserable que mi marido" y me entregaba unos billetes; en pocos días me gané su confianza y ya le urgía que aprendiera a manejar su carro para que yo la llevara a su casa por las noches, luego de cerrar la mueblería; en ocasiones toma una siesta, la llevo en su silla de ruedas hasta el privado y ahí la dejo no sin antes recibir instrucciones: "hazte cargo de la caja, y no dejes acercar a nadie ahí, ¿entiendes?, me despiertas a las seis, para ver mi telenovela"; otras veces me compartía sus antojos: "se me antojó un chocolatito caliente con leche y unos churros, vete por dos órdenes y dos tazas de chocolate, yo invito".

Eso rememoro cuando me acerqué a la tienda y escuché un estruendo de música norteña, procedía de una camioneta pick up, grande, de modelo reciente, sin placas, de claro origen extranjero; pasos adelante descubro a los vagos –el Moco, el Chuperto, el Burro, el Tupi y otros--, algunos dentro de la camioneta, otros fuera, todos con botellas de cerveza en la mano, y un personaje conocido, "el Wafles", Víctor, que seguro acaba de regresar de los EU, pues allá trabaja de mojado y por lo que se ve le ha ido muy bien.

Nos saludamos afectuosos, un abrazo fuerte palmeando las espaldas, me ofrece una cerveza y acepto. Me entero que acaba de llegar y que trae dólares, la camioneta, regalos para la familia y "unas armitas, a ver si las vendo", dice alegre el Wafles, que debe su apodo a la viruela que le dejó el rostro marcado, la piel del rostro parece el empedrado de una calle. Andará por los 25 y siempre fue un muchacho trabajador y empeñoso, su único defecto fue haberse casado con Teresa, chamaca marrullera que embarcó al Víctor con un embarazo de seis meses cuando se casó con él, pese a ello el Wafles se hizo cargo del bebé, que resultó niña; luego le hizo dos hijos suyos a la Tere, durante el tiempo que trabajó aquí siempre fue chofer y por temporadas trabajó para doña María, una de las "riquillas" de la colonia –de muy mala fama, por cierto--, hasta que se hartó y se fue de "mojado".

Quizá el festejo con los vagos sea para celebrar su regreso o… porque se enteró que su mujer está embarazada por cuarta vez… y éste no es hijo suyo… al menos que Teresa lo haya concebido por inseminación artificial o algo parecido. Al menos parece contento y por supuesto los chicos evitan cualquier comentario respecto a su familia, pues la maldita Tere se anduvo cogiendo a medio barrio mientras él, allá lejos, trabajaba para mandarle dinero a ella y a sus hijos. Cosas del destino.

Una cerveza después Víctor me pregunta: "oye chamaquito, tú que eres el estudioso del rumbo… ¿puedo preguntarte algo?... como están las cosas por aquí… con lo que pasa con Tere… con los empleos mal pagados… ¿crees que sea buena idea que me quede en México"; mi respuesta es inmediata: "mira, si allá estás mejor que aquí… pues… mejor vete ¿no?".

--"Tienes razón carnalito… tómate otra chela a mi salud", y me entrega otra botella.

Media hora después me enfrento con mi hermana que descubre mi aliento alcohólico: "¡mira nada más cómo vienes!, ¡el niñito ya se emborracha!, ¿dónde estuviste?, ¿eh, chamaco cabrón?, ¿con quién?", trato de ser condescendiente y le explicó lo del Wafles y las chelas, eso la tranquiliza y me deja en paz. Coincide conmigo en que hubiera sido mejor que Víctor no regresara.

Al día siguiente me entero del fin de la fiesta del Wafles, en voz del Moco: "mira lo llevamos a su casa, ya iba bien pedo, guardamos la camioneta y lo dejamos en su camita, la Tere nos echaba tremendos ojotes, y ya, nos fuimos, hoy nos enteramos que de madrugada el Víctor se paró a buscar una cerveza para la cruda y como no había sacó la troca y se fue a la calle, fue a buscar un expendio abierto, que los hay, ya sabes, y pues, nada… ahí se encontró con el buey que embarazó a la Tere, el Ranulfo, el Rana; me contaron que no le dijo nada, ni reclamó ni nada, compró las cervezas y regresó a la pick up, sacó una pistola y regresó para meterle tres balazos al Rana, así, tranquilo y sin decirle nada, luego se fue en la camioneta y nadie lo ha visto, al tipo lo están velando y hoy lo entierran, la Tere anda bien asustada, tiene miedo de que el Wafles vaya a buscarla y la mate también, ¡son chingaderas!". Coincido con él.

Por la tarde voy a trabajar y me cruzo con Ludy: "¡hola papacito!, ¿nos vemos hoy en la noche?, ¿sí?", nos besamos a la carrera y le digo que tal vez, a lo mejor, dependiendo si no salgo tarde. Ya en la mueblería doña Carmen me manda a hacer varios cobros y otros encargos, regreso como a las siete de la noche, los empleados me esperan para que haga cuentas con la señora, el chofer la lleve a su casa y podamos todos irnos a las nuestras.

La doña debe estar viendo telenovelas en el privado, pienso; llego a la oficina y entro, la señora, recostada sobre el sofá ve la tv distraída, me mira y ordena: "dile a los otros que cierren, que vamos a hacer cuentas tú y yo mientras llega el chofer para llevarme a la casa, avísales y regresas", en tono que intenta ser indiferente. Cuando terminamos de cerrar, dejando sólo la puerta de salida abierta, regresó para avisarle y empezar a hacer cuentas, pero: "deja el dinero en mi bolsa, mañana checamos y anotamos los pagos, ¿sí?, ve a esperar al chofer afuera, déjame aquí un rato, ¿sí?", noto cierta ansiedad en su voz y algo extraño en su mirada. Minutos más tarde la curiosidad me hizo regresar y espiar por la cortina de la oficina, la actitud de doña Carmen había despertado dudas en mi; no fue difícil hallar una rendija para ver el interior, ahí estaba la señora recostada sobre el sofá, su cabeza recargada sobre el descansa brazos del sillón, una expresión de placer iluminaba su lindo rostro, más abajo su mano derecha se agitaba bajo su vestido negro y aseñorado, me sorprendí al comprender que la señora se estaba masturbando, apenado regresé a esperar al chofer y cuando éste llegó no tuve más remedio que ir a interrumpir a la doña en su sesión masturbatoria; al entrar a la oficina noté un ligero olor a sexo, la encontré ya enderezada y apoyada sobre el respaldo del sillón, su rostro tenía un leve tono rojizo, la ayudé a subir a su silla de ruedas y cuando ya estaba en su silla descubrí sobre el sillón una gruesa vela de cera, de color rojo y con la punta redondeada, al verla doña Carmen exclama presurosa: "¡dame eso, inmediatamente, por favor!" y la guardó dentro de su bolso de cuero con cara apenada, había descubierto el "juguetito" de doña Carmen. Si, la señora se masturbaba con una vela; mientras la llevo en su silla de ruedas hasta el auto noto cierta sustancia pegajosa en mi mano y el olor a sexo femenino, guardé silencio, la doña siguió con el rostro sonrojado.

XX

Quien busca encuentra. Siempre lo supuse, sólo eso. Pensaba que era algo natural en todas las chicas, sobre todo en aquellas que no tenían pareja o no estaban casadas. Eso suponía de mi hermana, el amor filial siempre evitó que pensara en ella de forma morbosa. Al paso de los años ese lazo de cariño y amor fraterno se hizo más fuerte, por ello me parecía una cosa normal encontrar en el bote del baño, envueltas en bastante papel higiénico, las toallas sanitarias que utilizaba cuando tenía su periodo, era normal, pensaba. Pero nunca tuve la idea clara de que ella también se masturbaba, ni lo pensaba, posiblemente sólo lo suponía; y jamás me atreví, por morbo, a espiarla para verla desnuda, sólo suponía que ella se hacía chaquetitas. Hasta que ocurrió aquello.

Era de madrugada cuando me despertó una pesadilla, más bien un sueño extraño y contradictorio, me levanté a orinar al baño y al regresar a mi cuarto me pareció escuchar un leve quejido, algo como "aaahhh"; agucé el oído y de nuevo escuché el "aaaahhhh", seguido de un "mmmmm", lento y apagado. Regresé sobre mis pasos hasta la puerta de la recámara de mi hermana, que estaba apenas emparejada, del interior procedían los gemidos y el sonido de una respiración agitada, "¿mi hermana?, ¿ella… se masturba?", pensé y la sola idea me llenó de vergüenza, cuando iba rumbo a mi cuarto, tratando de no hacer ruido, los gemidos aumentaron de volumen, tal vez estaba teniendo un orgasmo, pensé y de nuevo sentí vergüenza y más cuando descubrí que tenía una erección.

Ya en mi cama no pude conciliar el sueño, por eso me quedé dormido ya casi de mañana y llegué tarde a la escuela.

Días después investigué con Mita sobre la masturbación femenina y sus palabras: "creo, casi estoy segura, que todas… jóvenes o viejas, casadas o solteras, viudas o divorciadas… todas se hacen o se han hecho chaquetitas…". También Ludy me había comentado algo al respecto: "¡ay… cariño!, cuando pasan días y no te veo me entra una calentura que para qué te cuento, me despierto a media noche con unas ganas terribles de estar contigo… y me entran ganas de acariciarme la cosita… pero como duermo en el cuarto de mis papás… no puedo hacer nada… voy al baño, que está fuera de la casa y me toco tantito…pensando en ti…"; luego está lo que descubrí con la esposa del mueblero.

Lo anterior sirvió para justificar a mi hermana, era algo normal, me repetía. Días después, ayudé en casa con el aseo, y en el cuarto de ella encontré algunas cosas que me confirmaron sus actividades nocturnas, al principio me sorprendí, pero recordando a Mita: "las mujeres podemos tener una imaginación terrible" en cuestiones masturbatorias, caí en cuenta que mi hermana utilizaba el tubo de acondicionador para el pelo, ¿que cómo lo deduje?, porque encontré el tubo en su recámara, en el cajón de su buró que hallé abierto, y porque… tenía un condón puesto, en otras palabras ella le ponía el condón al tubo de gel para masturbarse de esa forma. No era un tubo grande ni muy grueso, digamos tamaño mediano, de superficie redonda, la tapa curva, cóncava y la superficie liza. Pese a la erección traté de seguir con mis quehaceres.

También me pregunté si ella había descubierto que yo me masturbaba, no tanto ahora, sino hace tiempo en que las ganas eran irrefrenables y me hacía pajas a todas horas. Creo que sí, ella lo descubrió, creo, no estoy tan seguro. Aunque en ocasiones dejaba los calzones embarrados de semen y ella era quien lavaba la ropa sucia, seguro se dio cuenta, o cuando dejaba las sábanas manchadas. Últimamente no tanto. Tal vez por ello mi hermana intuye que me ando cogiendo a Mita o a Ludy, y ya no necesito de chaquetas. Pero ella… tal vez sí, sobre todo porque no le conozco novio, eso creo.

Una tarde tuve la confirmación. Llegó Vicky, su amiga inseparable, que a mi me cae en el hígado, sobre todo porque intuyo que su amistad no es sincera, pero bueno allá mi hermana y su amiga. Como siempre la gordita estuvo hablando de sexo: que se andaba cogiendo a tal y a tal, que a veces se hacía chaquetas, hasta que: "oye, no lo haz intentado con un plátano?", le preguntó: "¡estás loca!, ¿cómo con un plátano?, ¿yo?, ¡ni loca!", contestó; "pues si, ¿qué tiene de malo?, ¿a poco no utilizas juguetitos?, ¡no te creo!, ¿a poco puro dedo?"; creo que mi hermana se sonrojó apenada, porque la Vicky: "¡ah, verdad!, ¿qué te metes?, anda dime, ¿qué tiene de malo?"; y desde mi cuarto vi que mi hermana se levantó del sillón, fue al baño y trajo el tubo del gel en la mano, se lo mostró a la gorda amiga y ella, en tono sorprendido: "¡ay mana!, ¡pero si es perfecto!, nunca se me había ocurrido, mira, ni chico ni grande, el tamaño y la forma perfectos, y… ¿cada cuándo?", preguntó; "¡ya deja de hablar babosadas!, además no soy tan caliente como tú… lo hago… digamos… de vez en cuando… cuando se me acumulan las ganitas". Así pues, también mi hermana; sigo pensando que es algo normal.

Como para completar el cuadro de las actividades sexuales de mi hermana, cierta vez me encargó de la tienda un rastrillo desechable, no se me hizo raro, las chicas se depilan las axilas, es normal; lo raro ocurrió cuando encontré el rastrillo en el baño y… tenía varios vellos públicos adheridos, o sea, mi hermana se depilaba la… el… sexo, ¿para qué?, me pregunté, no lo sabía o no podía imaginarlo, o si, pero ¿mi hermana tiene sexo con alguien?, ¿con quién? La respuesta la obtuve al día siguiente; llegué temprano del trabajo y hallé el departamento silencioso, fui al baño a orinar y encontré la puerta entre cerrada, el apagado ruido del agua de la regadera me indicó que dentro estaba ella bañándose; no se si fue curiosidad o morbosidad, o ambas cosas, por la abertura atisbé la mirada: mi hermana saliendo de la regadera secándose el cabello con la toalla blanca, sus pechos firmes, los pezones erectos, su vientre plano y más abajo, una tira de vellos recortados arriba de la raja que carecía de vello alguno, los labios expuestos, cerrados, un poco morenos, pero sin un solo pelo, impresionado me alejé y nervioso me senté en el sillón y encendí la tv; ella salió minutos después enfundada en la toalla blanca: "¡ay!, no te escuché llegar, ¿ya tienes rato aquí?", no esperó respuesta, se fue casi corriendo a su recámara. No entendía por qué se había bañado a esa hora, cuando salió vestida y arreglada para salir me aclaró: "voy a ir al cine con Vicky, ¿eh?, te dejé tu cena en la cocina, no llego muy noche", y salió tomando su bolso. Me quedé rumiando la duda: mi hermana… de verdad iría al cine con su amiga o… saldría con alguna otra persona, quizá, no lo supe, pero… bueno, es normal, me dije, sintiendo celos.

XXI

¿Ludy, aprende a mamar? Una noche estaba yo un poco desencantado. Fui a buscar a Mita y tardó en llegar y cuando la veo cruzar la avenida me sonríe y ya frente a mi dice: "hoy no bebé, es que… no puedo, no se si entiendas… pero yo… bueno a veces… me baja la… regla. Hay meses que desaparece y de pronto ahí está importunando… hoy en la mañana me desperté toda… mojada, la cama hecha un asco… perdona bebé ¿sí?, dos o tres días nomás, ¿sí?, yo te busco" y a modo de despedida me besa la mejilla y se va dejándome con mi excitación, Sin más voy a buscar a Ludy a su casa, sale su hermana y me mira como retándome y sin esperar a que le pregunte, se asoma por la puerta entreabierta y dice en voz alta: "¡gorda!, aquí te busca éste" y sin dejar de verme con recelo camina por la banqueta, en eso sale Ludy, me ve y descubro que ya no está enojada: "¡hola mi amor!, ¿cómo estás?" y me da un beso rápido en la boca, le pregunto si puede salir; "¿ahorita?, ay, no se si me dejen, ya es un poco tarde, mejor mañana, ¿sí?"; insisto y se mete a su casa a pedir permiso, alcanzo a oír a su madre: "diez minutos, ¿eh Ludivina?, diez minutos".

Vamos al baldío e intentamos un faje rápido, recargado en una pared empiezo a besar a la gordita mientras le acaricio las chiches encima de la blusa, ella responde a los besos y su mano derecha frota encima de mi pantalón, donde ya abulta mi erección, seguimos con las bocas pegadas y Ludy ya logró sacar mi verga del pantalón y acaricia el tronco con suavidad, mi mano le aprieta la chiche izquierda por encima del brasiere, en eso separa la boca para decir: "ay cariño, hoy estás más excitado que nunca, mira, te siento muy caliente y tu… pajarito está muy crecido y grueso, ay cariño, qué grande se te puso, ¿quieres terminar con mi manita?"; una inesperada idea me llega: "no, mamacita, quisiera que lo besaras ¿sí?".

Ludy guarda silencio unos segundos mientras me sigue frotando la verga, luego se decide a hablar: "¿quieres sexo oral?, ¡ay no!, no se hacer eso… pienso que me daría asco… no sabría qué hacer, y aquí es peligroso, podría pasar alguien y vernos…. mejor con mi mano, ¿si, cariño?"; no le contesto.

--"¡Ay papacito, se te ocurre cada idea!… de verdad… ¡no se cómo hacer eso!, además, si eyaculas en… mi boca… ¡ay no, que asco!, no insistas, por favor, mejor otro día, déjame pensarlo, ¿sí?", dice Ludy; sigo sin contestar; "pero… ¿qué hago?, tú me dices cómo…, pero nomás tantito, ¿sí?, y no termines en mi boquita, por favor, ¿sí?", y se inclina un poco, le digo que se ponga de rodillas frente a mi, un poco renuente obedece y cuando acerca su cara a mi entrepierna dice en voz baja "pero no me veas… siento pena", no le contesto, siento su boca que besa la punta, dos o tres veces, luego abre los labios y siento la calidez de su boca que rodea el glande, vuelve a besar la punta y a meterse el glande dos o tres veces, se saca el pito y pregunta: "¿así?, ¿lo hago bien?, tú me dices, ¿eh?", le acaricio el pelo y le meto la pinga un poco, y siento que la gordita empieza a chupar el pito metido hasta la mitad, me siento en la gloria, y Ludy mamando, apretando los labios sobre el glande y chupando deliciosamente, en eso se saca la verga y dice "sabe a chis, huele a chis, no termines así ¿eh?, en mi boca no ¿eh?".

Vuelve a mamar y pienso: "para ser su primera mamada… lo hace bastantes bien" y ella sigue chupando verga, veo su cara que se acerca y se aleja, el pito entra y sale lustroso de su saliva, conforme pasan las chupadas siento que Ludy perfecciona su técnica: su mano agarrando el garrote por la base, los labios rodeando el lomo de la verga succionando, su lengua que titila el glande, demasiada iniciativa para una mamadora amateur, me digo; y ella suspira mientras chupa el garrote, gira el rostro cuando se mete el palo, titila con la lengua, siento que ella también disfruta de la mamada y cuando siento que me llega el semen, ella se quita de inmediato, rodea con su mano mi verga y me acaricia suavemente con la lengua en la punta, mi semen sale pausadamente y le empapa la mano que ella mueve, frotando, apretando, hasta que los mocos dejan de salir, al terminar Ludy se limpia la mano con su pañuelo y dice: "huele mucho, no puedo llegar así a la casa, todos se van a dar cuenta de que huelo a semen, me tengo que lavar las manos", vamos a la tienda y pedimos permiso al dueño para que se lave las manos, nos mira inquisitivo y acepta.

Mientras caminamos agarrados de las manos rumbo a su casa Ludy platica: "¿sabes cariño?... ¿quieres saber una cosa?... siempre quise saber cómo era eso del sexo oral… es que… bueno… mi hermana… ¿guardarás el secreto?... bueno… es que ya sabes, mi hermana está casada, pero su marido es un patán… cuando llega borracho termina de pleito con mi hermana… en uno de esos pleitos escuché que le reclamaba ser… tan…mamona… al principio no entendí… hasta que caí en cuenta que se refería a que ella… le chupaba el… miembro… eso me asustó… nunca pensé que mi hermana fuera capaz… de eso…, cierta noche regresaba del baño y… escuché ruidos en su recámara, era mi cuñado que le decía… cosas… como "sigue mamando, así, te gusta… sigue, más, todo, cómete todo el pito" y… los ví… por la ventana que estaba abierta… mi santurrona hermana pegada del pene de su marido… tenía una expresión de… intenso placer… lo hacía por placer… una y otra vez… metiéndose todo el palote de ese tipo horrible… ¡ay!... nunca lo pensé de mi hermana… hasta se embarraba el semen en la cara y lamía y chupaba, ¡ay!, una cosa horrible… luego pensé en eso, creo que hacer esas cosas feas le causaban mucho placer a mi hermana, no se, pero creo que si, por eso tenía curiosidad de que me pidieras una cosa así… chuparte el… pito… ahora se que es una cosa normal y… muy rica… ¡papacito lindo!", y me da un beso de lengua que sabe a chis y a algo amargo. Sólo sonreí por el secreto compartido.

Cuando la llevo a su casa me comenta: "sentí muy rico… al hacerte eso, cariño, pensé que me daría asco, pero me gusto hacerlo, me excité mucho, cariño mío", nos besamos frente a su casa, me atrevo a preguntar "¿cuándo lo hacemos otra vez?", sonríe con picardía y dejo que se meta.

XXII

Época de exámenes. Reviso mi boleta de calificaciones y todo parece ir bien, o casi todo. Tengo tres materias exentas, quizá cuatro con química, haciendo cuentas la salvo y… un gran problema: física, pero vayamos por partes: la maestra de química es casi un genio, pero tiene una gran falla, no sabía dar clase y media hora después de explicaciones incomprensibles y monótonas muchos alumnos dormíamos la siesta, hasta que cierto día se hartó de alumnos dormidos en su clase y nos corrió: "¡largo de aquí!, ¡no los quiero volver a ver en mi clase!". Me costó trabajo, pero logré que me volviera a aceptar en su materia. Ella empezó a cambiar, haciendo más interesante su clase con ejemplos y ensayos, y yo puse mi parte, me hice participativo, cumplía con sus tareas, iba al pizarrón a resolver problemas y las calificaciones empezaron a mejorar, por ello pensaba que obtendría el exento en su materia, sumando y dividiendo sacaría poco más de ocho, pero, bueno siempre hay peros, tenía fama de ser un alumno inconforme, poco tolerante, a veces irritante con los maestros, muy crítico y a veces burlón, casi siempre solitario, pero que participaba de las "travesuras" que hacíamos en los pasillos.

En la última clase, justo cuando empezarían los exámenes la profesora Martha, al final de clase anunció: "bueno jovencitos, vamos a revisar los promedios para averiguar si alguno de ustedes está exento del examen, a ver quién crea tener buen promedio alce la mano y veremos sus calificaciones parciales", y así fueron desfilando los "cerebritos" del salón, al final me atreví a levantar la mano, la maestra me miró son sorpresa diciendo: "¿tú, Alberto?, ¿crees alcanzar el promedio?", los demás soltaron la carcajada, pero ella diligente revisó sus listas de calificaciones, una vez, dos veces, tres veces y al final: "pues si, Alberto, es de no creerse, pero estás exento, felicidades", mis compañeros guardaron silencio y yo me sentí feliz.

El caso de física era diferente. De hecho esa materia, junto con matemáticas y química, era el "coco" de los alumnos, no sólo por su dificultad, sino por el terrible maestro que teníamos, un ingeniero gordo y bajo de estatura, moreno hasta casi parecer negro, al que bautizamos con el apodo de "El Apagón" --por su ausencia de "blancura"--, quien se deleitaba, sonriendo con sorna, cada vez que entregaba calificaciones: "fulano 2.3; perengano 3.5; aquel 1.9; ese otro 4.2" y así, raro era aquel que sacaba un seis salvador, y que era considerado un genio, y de esos había pocos. Y yo era uno más de los condenados al examen final, con pocas esperanzas de salvarla.

Por más que estudiaba y trataba de memorizar la enorme cantidad de fórmulas, definiciones y procedimientos, al final seguía sin entender nada o casi nada. Ante la amenazadora perspectiva de reprobar recordé algo que alguna vez me dijo mi cuñado, marido de mi hermana mayor que vivía desde hacía años muy lejos: "mira, cuando las condiciones de la materia se conviertan en algo insalvable, trata de pasar el examen como sea, a como de lugar, ¿entiendes?, ¡a como de lugar!, pero debes pasar el obstáculo", de ahí surgió la idea de hacer trampa, utilizar un "acordeón", un diminuto papel doblado en forma de acordeón donde, con letra pequeñita pero clara, se anotaban los datos principales o fórmulas del examen, para utilizarlo en caso de extrema dificultan en plena prueba, y lo hice luego de largas y tormentosas horas, hasta que quedó listo, era un magnífico "acordeón".

La fecha de la prueba de física llegó y yo nervioso con mi acordeón dentro de la manga de la camisa. Ya en el salón el asistente distribuyó las bancas, dejando una vacía entre cada dos alumnos, para evitar que nos copiáramos, yo al fondo del salón, en un rincón. Luego repartieron el fólder con el examen y… entró el temible "Apagón": "a ver jovencitos… vamos a ver…, a ver…" y nos empezó a cambiar de lugar, hasta… que me descubrió: "a ver tú…, ¿qué haces allá al fondo?, vente para acá, al frente, quiero tenerte aquí cerquita de mi, hazme ese favor". Y allá voy, rumbo al cadalso, tomé el fólder con la prueba dentro y… con el "acordeón" que ya había colocado entre las hojas, me levanto y… "¡maldición!" musito cuando algo cae al suelo, quedo paralizado, sin saber que hacer, el silencio invade el salón y luego la voz del profesor maldito: "¿qué es eso?, ¿eh Alberto?, ¿qué traes ahí?, ¿qué se te cayó?, ¡mira nada más!, otro tonto que me quiere ver la cara de tonto, ¿eh?, a ver, vamos a ver…, vente para acá con todo y acordeón, ¿si?, anda, hazme ese favor", la burla pintada en su negra cara.

Cuando tomo asiento llevo mi trampa en la mano, me siento condenado a reprobar y el "Apagón": "mira chiquillo tonto, hoy vengo de buen humor, voy a hacer una excepción contigo, ¿sabes qué calificación tiene quien hace trampas en el examen?, ¡cero!, tiene cero de calificación, pero como estoy de buen humor, vamos a hacer un trato tú y yo: contestas la prueba, utilizando si quieres el acordeón, pero yo sólo puedo ponerte una de dos calificaciones: cero o diez, ¿entiendes?, si tu examen es perfecto tienes diez, de lo contrario reprobarás con cero, cualquiera de las dos opciones es humillante, ¿verdad?, si sacas diez, yo me sentiría humillado; pero si sacas cero, el humillado serías tú, que dices ¿aceptas?", no tenía yo otra opción, no dije nada.

Y el martirio inició, todos en silencio empezamos a contestar la prueba; conforme fui contestando las preguntas y problemas, mi temor fue desapareciendo para dar lugar a una profunda sorpresa: ¡no tenía necesidad de usar el acordeón!, lo guardé en el bolsillo procurando que el profesor me viera y seguí atacando una pregunta y luego otra, siempre revisando cada respuesta una y otra vez, revisando las fórmulas y cifras de cada problema, me sentía seguro, como nunca antes, con cierta rabia o enojo, ¡tenía que chingarme al Apagón!, me decía, al final repasé todo el examen y según yo, mis respuestas eran correctas y entregué el examen contestado junto con el acordeón ante la fiera mirada del "Apagón". Cuando todo terminó los compañeros me consolaban palmeando mi espalda, creían de antemano que había reprobado con cero.

Al día siguiente tuve una maravillosa sorpresa. Sobre el tablero de anuncios estaban las listas de calificaciones de los exámenes del día anterior, los alumnos nerviosos buscaban su número de matrícula, su nombre y la calificación obtenida, por sobre los hombros de los demás busqué mi nombre y la calificación de física: ¡diez!, si, diez, ¡por todos los santos! –si es que hay alguno, me dije-- ¡le había sacado un diez al Apagón! Mi incredulidad se contagió, quienes me rodeaban veían la cifra mágica: diez, y me miraban sorprendidos. Los comentarios surgieron espontáneos: "¿diez?, ¿cómo que diez?", "así quién no, con acordeón", "uso acordeón, el Apagón le dio chance", "que lo uso", "no lo uso, yo lo vi", "qué si", "qué no", y yo: "¿saben qué, cabrones?, pues no utilicé el acordeón, para que lo sepan", y caminé orondo por el estrecho pasillo escuchando a mis espaldas los gritos: "¡tramposo"; "¡culero!"; "pinche transa"; "¡Cálmense bueyes, si no hizo trampa!"; "¡qué si!"; "¡qué no!"; y una voz conocida: "¡tranquilos cabrones!, no se metan con mi prometido, ¡nos vamos a casar!", era Paty la tetona que provocaba las carcajadas de la raza. El orgullo no me cabía en el pecho, más cuando mi proeza se esparció por la escuela.

Pero ese día era yo un héroe. El único que hasta entonces le había sacado un diez al Apagón. Cuado salí de la escuela apenas era medio día y tenía hambre, cerca vendían quesadillas y fritangas, caminé unos pasos y una voz: "¡Beto!, ¡oye Beto!, espera", giré el cuerpo pensando que era Paty la tetona, pero ¡oh!, sorpresa, era Verónica, mi prima –minifalda de cuero, muslos enfundados en mallas de red, botas altas, blusa escotada, pechos llenos, esclava, collar, reloj y anillos de metal amarillo--, que corría presurosa para alcanzarme: "oye, espera, caminas muy rápido, tengo dos horas esperando a que salgas" y un beso en la boca. Mi sorpresa pasó para soltarle ciertas preguntas: "¿qué haces aquí?, ¿por qué viniste?, ¿qué no ves que te pudieron asaltar los porros?, eres una inconciente, ¿para qué viniste?"; y ella amorosa tomando mi brazo sigue mis pasos: "tenia ganas de verte… y platicar contigo, ¿los porros?, me pidieron una cooperación y les di 50 pesos, ¡pobres!, a lo mejor no habían desayunado, ¿o si?", y otro beso a boca abierta, y su perfume me llega delicioso, ¿será Chanel?, imagino.

Mientras caminamos hacia el puesto de fritangas pienso qué asunto trae la prima. Llega sin avisar ni nada, muy amorosa y dando besos, algo trae entre manos –o entre piernas, me digo--, y luego de algunas quesadillas de queso y de huitlacoche caminamos y le suelto: "y bien, ¿qué te trajo aquí?, supongo que deberías estar en tu escuela, tomando clases ¿o no?".

--"Quería verte", dice cariñosa.

--"¿A mi?, ¿por qué?", pregunto.

--"Si, tontito, a ti, ni modo que viniera a ver a tus amigos los porros", contesta.

--"Yo no tengo amigos aquí, y menos porros, a ver contesta, ¿a qué viniste?", reviro.

--"¡Oh, pues!, ya te dije, quería verte… y darte un beso… y tomarte de la mano… y caminar contigo, así, como lo estamos haciendo, quiero que sepan en tu escuela que tienes novia… ¿ya se te olvidó lo que me hiciste aquella noche?… cosas prohibidas… pero muy sabrosas", y entorna los ojos más que amorosa.

Y antes que yo pregunte, ella agrega: "en la mañana fui a tu casa a preguntar por ti, estaba tu hermana, por cierto me vio feo, pero me dijo que estas en exámenes y… aquí estoy, por cierto… si tienes novia en la escuela más vale que la cortes, porque aquí me verán seguido, aunque tenga que lidiar con tus amigos los porros".

Como sin querer llegamos a su auto, un hermoso Mustang azul metálico, nuevecito, todavía sin placas, y ya no soporto más: "mira Vero, tu me gustas mucho, eres una chica muy guapa y muy linda, pero… bueno, lo que pasó esa noche fue… algo indebido… bueno… en pocas palabras nos echamos un faje… un rico caldo… amistoso, me sentí muy bien y… tú también… tú tienes novio y eso es lo correcto… yo también tengo novia… además somos primos, ¿ya se te olvidó?, así que… pues… no debemos darle vueltas al asunto… te veo… digamos… entusiasmada… pero… no podemos hacer nada… somos primos, somos diferentes, tenemos vidas diferentes… no se… vamos a dejarlo así, como amigos… nada más… no podemos ser novios ni nada que se le parezca, ¿entiendes?".

Y ella gime, o finge o algo así, mientras se recarga en mi hombro –algunas caras me observan desde la entrada de la escuela: "no tenías que decir todo eso… ya se que somos primos y todo ese rollo, ¿si?, pero… siento cosas… extrañas… nunca antes me besaron como tu lo hiciste… me tocaste de una forma que… ¡me volviste loca Alberto!... de verdad… no se… si se lo haz echo a otras… pero te sentí… tan cerca… tan mío… que… ¡ay Beto, te deseo!, y bueno… si no podemos ser novios, vamos a ser amigos, digamos… amigos íntimos… muy íntimos, ¿sí?".

--"No Verónica, eso no funciona, lo mejor será que sigas con tu novio y yo siga con mi novia, así todos contentos y sin problemas, ¿entiendes?".

--"¡Pues no papacito!, voy a venir a verte y vamos a caminar tomados de la mano y me vas a besar y todo eso… aunque seamos amigos… si quieres no le decimos a nadie, será nuestro secreto… anda dí que sí Betito…".

--"No lo se Verónica, no quiero que si sucede algo… luego te arrepientas o me reproches por lo que pasó, o que andemos juntos y luego tu familia lo sepa y nos metamos en problemas… además, no se, pero si tenemos relaciones debes cuidarte, no se, utilizar alguna protección, pero ante todo debemos ser sinceros los dos, y tomar las cosas con calma", le digo.

--"Te lo prometo Betito, seré niña buena, calladita me veo más bonita, nadie sabrá nada, en cuanto al sexo… tú debes enseñarme… yo casi no se nada de esas cosas y trataré de ser sincera contigo en todo… dime… cuándo empezamos", dice algo ansiosa.

--"Mira piénsalo bien, luego platicamos, y… si vienes a la escuela procura venir más normalita, no tan arreglada… por aquí las cosas a veces se ponen feas… puede pasarte algo malo, ¿entiendes?".

--"Si mi vida, pero dime cuándo nos vemos, quiero abrazarte mucho y besarte y todo eso, ¿si?".

No digo nada, subimos a su lujoso auto y nos vamos por la calzada Tacuba, cuando me deja cerca del barrio pregunta: "¿cuándo nos vemos?"; "la semana que entra… en la escuela", le contesto y bajo del carro, tal vez para quitármela de encima o quizá… no se.

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