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Confesiones (09)

en Confesiones

Confesiones, Serie

Capítulo IX

Novena entrega de la serie acerca de las confesiones de mis amigas o ex amantes

Estela o "amigos de la infancia"

Ansioso la esperaba en la cama, ella no acababa de salir de la ducha. Lo cierto era que Estela siempre se tardaba demasiado en prepararse para el amor. Al paso del tiempo pasó de ser una chica un tanto temerosa y tímida para convertirse en una amante exigente y abierta, capaz de pedir las cosas por su nombre, y hablar de sexo con desenvoltura y sin aspavientos. Estela estaba por cumplir sus 36, estaba casada y la conocí durante un viaje a Puebla, ella atendía una tienda de artesanías donde elaboraban muñecas y juguetes infantiles, y empezamos a salir por insistencia mía, al paso del tiempo fue surgiendo la atracción mutua y acabamos en la cama, como suele suceder con los amigos que día a día se hacen más y más cercanos, o íntimos. En eso pensaba cuando la ví aparecer en la puerta del baño, enfundada en unas coquetas medias blancas de lencería que terminaban en su cintura diminuta y atrás el coqueto diseño moldeaba y dejaba al descubierto sus nalgas bien formadas, entre las cuales asomaba el fino hilo de una tanga, también blanca, en tanto que por el frente un pequeño triángulo de tela transparente de color blanco, bordado de encaje, no alcanzaba a cubrir la tupida pelambre de vellos castaños, recortados, pero abundantes. Me sorprendió su apariencia, su maquillaje era ligero pero suficiente para hacerla lucir bella, sobre todo su lencería no opacaba su piel blanca, casi lechosa, firme, sus chiches sin ser grandes tenían forma de pera, y las aureolas de sus pezones cafés parecían dos limones cortados por la mitad y pegados en las tetas, eran hinchados, sobresalían de la delicada piel de sus senos; sus piernas eran largas y bien formadas, y sus nalgas, ¡ay qué nalgas!, duras y paradas, en estos pensamientos estaba cuando habló:

--"¿Te gustó mi amor?, anda dime, no te parezco ridícula con estas cosas, tú lo insinuaste el otro día y quise darte la sorpresa, anda dime, se franco".

--"La verdad luces espectacular, muy excitante, muy bella, luce muy bien tu hermoso cuerpo", dije inspirado, sintiendo que mi pene se ponía más erecto de lo que ya estaba.

--"Exageras, ¿no crees?, pero bueno, al menos no hiciste cara de fuchi cuando salí vestida así, como puta, ahora quiero que me complazcas tú…".

--"Pide lo que quieras, soy tu esclavo sexual mamacita", dije suspirando.

--"Ay, si no es para tanto, bueno, quiero que me dejes jugar contigo, quiero ser yo quien imponga el ritmo de nuestros ricos juegos, ¿aceptas?".

No hizo falta que dijera nada, momentos después Estela estaba en la cama, acostada boca abajo, entre mis piernas abiertas, y sin ningún acto de delicadeza quitó la sábana para verme desnudo, su mirada chocó en el acto con la protuberancia de mi erección, hizo un gesto de admiración y dijo: "¡¿qué grande?!, todo eso me voy a comer", y sin dejarme añadir nada se acercó lo suficiente como para que su rostro quedara a centímetros de mi verga, su pequeña mano derecha tomó el pito por la mitad y lo acercó a su cara, más bien a su nariz para luego decir "huele rico, me encanta como huele tu pinga papacito", y luego de forma inocente le dio dos o tres besos, breves, con los labios cerrados, apenas tocando el prepucio que en ese momento cubría el glande congestionado, y añadió "y tu sabor, sabe rico, delicioso ese líquido que sale de tu pene cuando estás excitado, es delicioso, huy, me lo voy a comer, pero tú no hagas nada, déjame a mi, yo hago toda la tarea esta noche, ¿eh?, voy a masturbarte, quiero hacerte una chaqueta, ¿eh?" y acomodando su cuerpo en la cama y sus brazos sobre mis piernas atenta fue siguiendo cada uno de sus movimientos; su diestra mano recorría el lomo de la verga con delicadeza, rozando nomás la piel, casi sin apretar el duro émbolo de carne, con lentitud, mirando atenta cuando la piel del prepucio dejaba asomar la húmeda cabeza de la verga, así estuvo, moviendo su mano sobre mi pito, luego su mano fue aferrándose al pito, aplicando más fuerza, pelando todo el tronco con lentitud extrema, dejando expuesta la roja cabeza del pito que brillaba de humedad, me pareció que su miraba se transformaba, de picardía a lujuria, que siguió fiel a su plan, deleitándose y provocando que mi excitación creciera más aún, en eso de forma sorpresiva abrió sus labios para posarlos sobre el glande, comiéndoselo parcialmente, como jugando, pero sólo fue un momento pues al momento dijo coqueta:

--"¿Te gusta cómo te masturbo?".

--"Si, claro, lo haces muy bien".

--"¿Te gusta cómo te hago la chaqueta?".

--"Si, pero continúa, quiero venirme así".

--"No, eso no, todavía no te vengas, quiero hacerte gozar más, pero antes quiero que me digas algunas cosas", y su mano volvió a la actividad, acariciando ahora mis huevos, de forma delicada y placentera.

--"¿Qué cosas?".

--"¿De chiquillo te hacías chaquetas, a qué edad?".

--"Si, pero no lo recuerdo bien…, creo…, sigue, sigue… como a los once o doce años, sentía unas ganas enormes de acariciarme, pero sigue, dale unas chupaditas a mi pito, anda mamacita".

--"Si, pero antes dime, ¿cómo te lo hacías, o con qué?".

--"Ay, no me atormentes, con la mano, la derecha…, frotando mucho sobre el pito".

--"¿Cada cuándo?".

--"A veces todos los días, a veces no, en otras ocasiones hasta dos veces al día, no lo recuerdo bien", dije sintiendo que el semen estaba a punto de explotar en la cara de Estela.

Ella lo percibió pues detuvo su interrogatorio, para acto seguido hacer más activa su mano y tragarse media verga con su boca succionante, y lamió, chupó, succionó, lengüeteó, y volvió a chupar, así hasta que la leche me abandonó, y las palpitaciones pausadas y continuas de mi pito se hacían más intensas con las deliciosas mamadas de Estela, quien no dejó de succionar hasta que mi verga quedó seca, todavía se mantuvo con el palo dentro de su boca, comiéndose el semen, disfrutando las escasas palpitaciones del miembro, relamiéndose de placer y dejando que reposara, recreando el placer que esa chica me había procurado.

Un rato después, mientras trataba de recuperar fuerzas para seguir cogiendo con Estela, ella, inquisitiva volvió al ataque: "cuéntame más".

--"¿De qué?".

--"De cuando te masturbabas, de cómo conociste el sexo, de cómo empezaste a descubrir a las mujeres, quiero saber", insistió.

--"Ya te dije, era un chiquillo, y ya me pajeaba, al principio aún no eyaculaba semen, luego si, y como suele suceder, uno empieza a descubrir lo que tiene a mano, empecé a ver diferente a las mujeres que me rodeaban, cierta vez me atreví a espiar a mi hermana, que era unos años mayor que yo; por la cerradura del baño la fisgue cuando se bañaba, fue algo increíble, ahí estaban sus tetas, sus nalgas, sus piernas, y entre ellas los mechones de vellos que no dejaban ver más, eso me produjo mucha excitación, tanta que me robaba sus calzones para masturbarme con ellos, todo eso me causaba sentimientos encontrados, por una parte estaba conciente de que ella era mi hermana, la quería mucho, era muy buena conmigo y me cuidaba, pero por la otra estaban las ganas, el deseo, el sexo, la curiosidad de saber de eso; luego voltee a ver otras mujeres, una de mis primas, Lourdes, casi de mi edad, un poco mayor, iba a mi casa a bañarse de vez en cuando, creo que sospechaba que yo la espiaba, porque se bañaba con el calzón puesto, pero cuando se lo quitaba, ahí estaba aquello, la mata de pelos, el vello muy tupido que tapaba esa zona misteriosa, donde suponía yo estaba el sexo, que había visto en alguna revista porno en la escuela, una vez que un chico mayor llevó una de esas revistas gringas, así seguí un tiempo, pajeándome con las pantys de mi hermana, o pensando en Lulú mientras se bañaba para hacerme la paja; tal vez fue la insistencia con que la veía cuando platicábamos que mi prima sospechó que la deseaba, y cierta vez que fuimos en grupo a pasear a un balneario, se portó diferente, cariñosa, de hecho hicimos juntos el viaje de regreso en un autobús alquilado, ya de noche, ahí se dejó fajar, fingió que estaba dormida, recargó su cabeza en mi hombro, y en la penumbra del camión me atreví a poner una mano sobre sus muslos, ella abrió las piernas y dejó que mi mano avanzara bajo su falda, luego como dudando me ofreció su boca y nos besamos mientras le tocaba el sexo, hice a un lado su panty y mis dedos alcanzaron por fin aquello tan deseado, le estuve dando dedo mientras nos besábamos, ella gimiendo casi en silencio, hasta que creo que tuvo un orgasmo, no lo supe en ese momento, pero las señales eran inequívocas, cerró los muslos y suspiró profundamente.

--"Desde esa experiencia Lourdes se convirtió en la fuente de todas mis fantasías y deseos, pero ella no volvió a aceptar que repitiéramos el faje, hablé con ella y se negó a que fuéramos novios o algo parecido, de momento no podía comprender porque me rechazaba, hasta que supe que andaba de novia con un chico mayor que ella y seguro a él le daba lo que a mi me negaba, me llené de coraje y frustración, así anduve varios días o semanas, no lo recuerdo bien, hasta que de pronto, sin que yo lo buscara, ni imaginara con quien, llegó el sexo a mi vida. Una prima lejana que yo ni conocía llegó a vivir a mi casa, más bien a trabajar como sirvienta, y cómo no había lugar donde durmiera le colocaron un camastro en mi cuarto, pese a mi oposición, pues eso me restaba intimidad para chaquetearme por las noches; ella se llamaba Amada, no era fea, y sobre todo tenía muy buenas nalgas. Pasaron algunas noches, ella durmiendo en su cama y yo en la mía, hasta que en una ocasión, lleno de nerviosismo fui a acostarme con ella, no se si estaba dormida o despierta, pero no dijo nada, dejó que me metiera bajo las cobijas junto a ella, y pese a mis temores, más bien mi terror porque se espantara e hiciera el escándalo, pegué mi cuerpo al de ella, que se mantuvo quieta, como dormida, luego fui más atrevido y la acaricié por encima de su bata de dormir, sus muslos duros, sus nalgas carnosas, sus pequeños senos firmes, así estuve acariciándola y llenándome de excitación y cuando acerqué mi erección, que guardaba bajo mi calzón, eyaculé pegado a sus nalgas, creo que lo sintió, pero me permitió que terminara, me abracé un rato a su cuerpo pero unos minutos después me fui a mi cama. Al día siguiente buscaba su mirada como para confirmar que si me había sentido cuando estuve en su cama, pero ella fingía muy bien.

A la siguiente noche hice la misma operación y para mi sorpresa bajo las sábanas la encontré desnuda, era obvio que ambos deseábamos lo mismo, me quité el calzón y empezamos a fajar, nos besamos yo con torpeza, ella con excitación, la acariciaba a placer, sobre todo su sexo lleno de vellos, mojado y caliente, mientras que Amada me frotaba la pinga con furia, con urgencia, ambos queriendo alcanzar el clímax, la cima del placer que al menos yo apenas imaginaba en brazos de una mujer; esa noche Amada no se dejó penetrar, eso sí me chaqueteó la pinga hasta que no pude venirme más, en tanto que ella quedó desfallecida del orgasmo producido por mis torpes dedos; yo apenas estaba aprendiendo sobre eso, pero era claro que también las mujeres sentían algo parecido a cuando se vienen los hombres, pronto confirmé que así era. Así nos hicimos amantes secretos, de día ni siquiera cruzábamos palabra pero de noche nos transformábamos en amantes incansables. Noches después Amada se dejó penetrar, estaba acostada de lado, dándome la espalda, le dirigí la verga entre las nalgas y ella entendió, alzó un poco la pierna derecha y con su mano dirigió el miembro hasta los labios de su pepa, presioné un poco y el pito fue entrando, todo, completo, pero cuando empezaba a moverme ella aclaró "por favor no te vengas adentro", eso intenté esa vez y más o menos funcionó, porque cuando me llegó la leche le saqué el pito, pero al terminar se la volví a meter y ella protesto, pero de todas formas me la cogí hasta terminar entre gemidos de ambos, luego me reclamó no haber aguantado para eyacular fuera de ella la segunda vez que me la cogí. Yo me sentí en las nubes, por fin había conocido a una mujer, había hecho el amor y Amada me correspondía, me complacía, pese a mis atrevimientos e imprudencias, pero así como llegó la felicidad a mi vida, así se fue. Una noche antes de hacer el amor Amanda me anunció que su madre había mandado por ella y que tenía que regresar a su pueblo, cogimos y lloramos, o lloramos y cogimos, no lo recuerdo bien, pero esa noche luego de dejarme chuparle la pucha mucho rato, Amanda se dejó coger por el culo, no resultó tan complicado sobre todo porque ella cooperó bastante, así me pude venir dos veces dentro de su ardiente ano, apretado y justo. Al día siguiente se fue dejando en el cajón de mi ropa una de sus pantaletas, con la que durante muchas veces me hice la paja. Bueno ya está, te conté lo que querías saber, ¿satisfecha?", le dije a Estela que en silencio me miraba fijamente para luego decir:

--"Ay chiquito lindo, eso que me contaste me ha puesto ardiendo, anda hazme el amor, quiero que me hagas todo lo que quieras, todo eso que le hacías a tu prima", y se lanzó sobre mi que apurado trataba de responder a sus exigencias.

Cogimos muy muchas ganas, cambiando de posición en ocasiones, cambiando de agujero, pues le gustaba venirse con mi pinga dentro de su pucha, pero luego me pedía "ahora te quiero sentir en mi chiquito, anda apúrate" y me ofrecía el agujero de sus nalgas. Cuando conocí a Estela no le gusta el sexo anal, por malas experiencias con sus novios anteriores, como se atrevió a confesar cierta vez, pero conmigo fue diferente, fue cosa fácil y bastante placentera. Culeabamos de formas diferentes, una de ellas era de su predilección: yo, acostado de espaldas en la cama, ella, en cuclillas sobre mi dándome la espalda, se dejaba caer lo suficiente para que mi pito se deslizara entre sus nalgas, y empezaba la operación: dirigía el pene con su mano al punto exacto y se dejaba caer poco a poco, hasta que el glande de mi verga presionaba en el culo, y entraba, al principio con cierto dolor de ambos, por lo cerrado de su ano, pero ella seguía dejándose caer hasta quedar empalada. En ese momento empezaba la verdadera culeada, pues Estela, siempre con sus pies bien plantados en la cama, y apoyando sus manos sobre mis pantorrillas, se balanceaba, arriba y abajo, moviendo con maestría su glorioso nalgatorio, girando, en remolino, de izquierda a derecha, luego de arriba abajo, sin hacer caso a mis esfuerzos por contener la eyaculación, hasta que por fin me "permitía" llegar y inundarle el culo de semen. Otra de sus técnicas era acostarse sobre mi, me cabalgaba a ahorcadas frente a frente, colocando el pene erecto entre sus nalgas, ya con el pito metido en el culo subía y bajaba sobre el falo, pero de una forma especial, sólo movía sus caderas, de forma acompasada, incrementando el ritmo, de tal manera que aunque ella se abrazaba a mi, sus caderas seguían el sube-baja furioso y armónico, hasta terminar con dos orgasmos mientras yo repasaba la tabla del 9 –de atrás para adelante, como cierta vez me recomendaron— para retrasar la eyaculación. Esa deliciosa manera de mover las caderas la aprendió bailando danzas asiáticas, como el hawiano, según me platicó.

A la mañana siguiente, luego del almuerzo, me tocó interrogarla:

--"Bueno chiquita, ahora te toca a ti sacar esos pensamientos prohibidos".

Estela fumó y aspiró lentamente el humo del cigarro y añadió: "sabía que terminarías preguntándome de eso", se detuvo pensativa depositando la ceniza del cigarro en el cenicero y dijo: "¿sabías que en toda mujer hay una puta escondida?, pues, bueno ahí te va mi historia, si no te gusta ahí tu sabrás", he inició su relato:

--"Hay experiencias que marcan tu existencia, las recuerdas como si hubieran ocurrido ayer. Tenía escasos cinco años y mi madre sin hacer caso a mi llanto, me inscribió en el jardín de niños. Yo no comprendía ese terror por quedarme en ese lugar desconocido y extraño, lloraba y lloraba, y junto con nosotros había dos señoras más que también llevaban a sus hijos, que como yo, también lloraban asustados. No hubo opción, nos inscribieron a los tres. Creo que el haber pasado por la misma experiencia provocó que nos hiciéramos muy amigos. Uno se llamaba Pablo, morenito y de pelo lacio; el otro era José, de piel blanca y delgado. Siempre andábamos juntos, como para protegernos, hacíamos todo juntos, estudiar, jugar, tomar el almuerzo en la escuela, yo me sentía tranquila y segura, protegida por mis amiguitos.

Luego terminó el ciclo y las mamás acordaron inscribirnos en la misma escuela primaria, seguimos siendo inseparables, muy unidos. Por esa época Pablo se hizo más gordito, subió de peso, no era guapo, además sus desordenados cabellos sobre la frente le daban un gesto de descuido y su gordura le ahuyentaba las amigas de la escuela; José siguió siendo delgado, pero era el más guapo de los dos, tenía unos enormes ojos color café claro y como sus padres tenían más recursos el niño siempre iba bien arreglado a la escuela; por mi parte era la más alta de los dos, pero mi flacura parecía aumentar mi estatura, aunque los tres tuviéramos la misma edad. Pasó el tiempo y empezaron los juegos infantiles, hay uno, no se si recuerdes, le decían "jugar a las escondidas", en el que un grupo de chicos corre a esconderse y el elegido tiene que adivinar donde está escondido cada uno de los demás, si no acierta pierde, así más o menos, ¿recuerdas?, ¿lo jugabas tú?, bueno, la cosa es que siempre que jugábamos eso Pablito corría a esconderse conmigo, yo no lo entendía, pero siempre se iba conmigo a los lugares más insospechados; cierta vez nos metimos tras el tinaco del agua, junto a los lavaderos, y Pablo estaba tras de mi, pegado a mi cuerpo, yo no entendía nada, creí que era como un juego, pero el niño se pegaba a mis caderas, no me molestaba, pero me hacía sentir nerviosa, luego fue más osado y mientras afuera nos buscaban él me tocaba el trasero, por encima de mi vestido, así varias veces; José creo que se percataba de que algo ocurría entre nosotros cuando corríamos a escondernos y se enojaba, pues Pablo siempre quería estar junto a mi en ese juego, yo le permitía que se pegara tras de mi y que hasta me tocara las diminutas caderas, pero no más, sentía algo diferente, como curiosidad, no se. Así seguimos hasta que José se enojó y ya no quiso jugar con nosotros, se alejaba enojado, rumiando sus celos, lo comprendí después, por ello a partir de entonces acordé con Pablo que me escondería con uno en cada turno del juego, yo no quería perder a mis amigos.

--"En una ocasión hubo una comida en casa de mi abuela, y claro insistí en llevar a Pablo y a José a la fiesta. Ahí encontramos otros niños de nuestra edad y jugamos a las escondidas. José me escogió a mi y nos metimos en un cuarto que quedaba en el desnivel del piso, o sea un piso debajo de la casa de la abuela, ahí había muchos libros viejos y enormes cajas llenas de cosas desconocidas, ahí estamos Pepe y yo, hojeando revistas de muñequitos, muy viejas, esperando a que llegaran a encontrarnos, en eso escuchamos que alguien abría la puerta y nos ocultamos detrás de las cajas, ambos pensamos que habían llegado a encontrarnos, pero no fue así, quien entró fue la sirvienta de la casa, una chica joven, de menos de 20 años, y detrás de ella, mi abuelo Benito, algo se decían, mi abuelo forcejeaba con la sirvienta, quien reía nerviosa, cerraron la puerta detrás de ellos e inició algo que nunca hubiéramos imaginado: el bueno y bondadoso abuelo fornicando con la muchacha de la limpieza. Primero forcejeaban, ella tratando de librarse del abrazo forzudo del viejito a la vez que trataba de mantener abajo su vestido; el viejo apurado en alzarle el vestido y desabotonarse el pantalón; luego la sirvienta cooperaba pero con cierta timidez, ya con el vestido a la altura de la cintura, y Benito con algo fuera del pantalón, ni yo ni José entendíamos que era aquello que le colgaba y que el hombre frotaba con fuerza hasta que adquirió proporciones bastante respetables, al menos para nuestra corta edad; momentos después el abuelo había logrado sentar a la chiquilla en un mueble con las piernas muy abiertas y él entre ellas, arrempujando su cosa dura, y nosotros conteniendo el aliento llenos de espanto, oyendo suplicar a la chica: "no, por ahí, no, me vas a embarazar, así no, mejor del otro lado, como la otra vez, por favor, así no", sin entender que iban a hacer, en eso el hombre arremetió y algo debió suceder por el grito lastimero de la chamaca, fue un largo "aaaayyyy, no", y luego todo ese trajín, el abuelo yendo y viniendo entre las piernas de la muchacha, hasta que su semblante de dolor cambio, ella seguía quejándose pero su rostro denotaba otra cosa diferente, de repente se quedaron quietos, él viejo suspirando en el hombro de la sirvienta, ella abrazada a su cuello buscando la boca de Benito para besarla, y cuando se separaron aquella cosa grande del abuelo parecía colgando, como vencida y algo le escurría por la punta, y así como entraron volvieron a salir. Cuando la pareja salió, José y yo tratamos de controlar nuestro miedo y salimos, sólo para encontrar a mi madre que nos buscaba "¿dónde andaban chamacos de porra? los ando buscando para que vayan a comer", y nos llevaron al comedor, pero no pudimos probar bocado por la fuerte impresión vivida minutos antes".

--"Aquella experiencia en casa de los abuelos nos mantuvo mudos, sin hablar del tema, por varios días, hasta que una tarde le contamos todo eso a Pablo. El, inocente, nos contó que sus papás también lo hacían, que su padre montaba a su mamá por las noches, y que ella también se quejaba, mientras su papá se movía sobre ella, pero que al parecer aquello les gustaba pues lo repetían con cierta frecuencia, que era como un juego entre las personas mayores, entonces caí en cuenta que algo parecido ocurría con mis padres; así empezamos a jugar al "papá y a la mamá". En ocasiones era Pablo quien la hacía de "papá" y José de "hijo", luego cambiaban de rol; el momento cumbre de ese juego era cuando se tenía uno que ir a la cama con "el papá", entonces a quien le tocara se abrazaba a mi, me besaba con sus labios fríos y lisos, a boca cerrada, mientras su mano buscaba mi entrepierna y yo le frotaba el "pajarito" guardado bajo el pantalón, así empezaron mis experiencias y mi aprendizaje. Pablo tenía una pinga corta, pero gruesa, con el paso del tiempo aunque le creció aquello, siempre tuvo el pene corto pero muy grueso; José en cambio tenía el pito delgado pero largo. Les conocí desde aquella tierna edad su pene, su pinga, su palo, su pito o como quieras llamarle. Al paso del tiempo mis hermanas mayores me recomendaron que ya no era correcto seguir jugando al "papá y a la mamá" con mis amiguitos, y empezaron a cuidarme, ya no me dejaban jugar a solas con ellos; luego comprendí que ellas habían pasado por experiencias similares. El tiempo pasó y cambiaron nuestros intereses, pero seguimos siendo amigos inseparables. Ya en la escuela secundaria seguíamos juntos, y aunque a mi me gustaran otros chicos ellos siempre estaban presentes para ahuyentarme a futuros "novios", así las cosas no me quedaba otra opción que no fueran Pablo o José para mi primer novio, a ambos los quería, pero no me decidía por alguno en particular. Empecé a salir con Pablo, fue mi primer novio aunque nunca le haya dado el anhelado "si", eso si fue mi primer faje, mi primer "caldo", iba a buscarme a mi casa por las noches y salía a besarme con él, a veces me trataba de acariciarme de forma atrevida pero lo contenía, lo más que le permití fue agarrarme las tetas mientras nos besábamos con pasión pero torpemente. Eso causó un grave conflicto con José que se enojó conmigo y me reclamó no haberlo aceptado a él, así las cosas también salí con Pepe, y hacíamos las mismas cosas. Ambos me pidieron que me decidiera por uno de los dos, pero a los dos los quería y no quería hacerlos sufrir, al principio no entendían, pero poco a poco acordamos que los días lunes, miércoles y viernes saldría con Pablo a platicar, y los martes, jueves y sábados le tocaba a José su turno. Claro que no todos los días "fajábamos", a veces sólo nos besábamos y platicábamos un rato, siempre con la velada amenaza de que mi madre fuera a aparecer de improviso, quien no comprendía que yo saliera con los dos. Poco a poco nuestros juegos de "novios" se hicieron más atrevidos, así aprendí a hacerles "pajas" a mis amiguitos. El primero fue José, quien cierta noche que me llevó al cine se desabrochó el pantalón y se sacó la pinga para, acto seguido, llevar mi mano hasta ella; yo llena de espanto no comprendía qué tenía que hacer, hasta que él con su mano fue guiando la mía, por la excitación se vino casi al momento, suspirando y gimiendo cerca de mi oído.

Estela se quedó callada, encendió otro cigarro y sirvió vino en dos copas, me entregó una de ellas y bebimos un sorbo, luego continuó: "Como supondrás esa experiencia me llenó de excitación y cuando me toco ver a Pablo, creo que era el más inocente de los dos, aunque aparentara ser más atrevido, nunca llegó a entender mis secretas señales, cosa contraria a José, que con solo mirarme siempre supo que andaba caliente. Con Pablo fue diferente, cuando salí con él a la noche siguiente le puse mi mano sobre su pierna y él indiferente, él muy tonto; luego me besó he intentó meter su mano bajo mi vestido pero me negué; volví a tocarle la pierna, ahora más cerca, casi podía sentir su erección, y fue hasta que nos besábamos con pasión y Pablito me acariciaba las chiches que me atreví a poner mi mano sobre su verga, hasta entonces entendió, raudo se sacó el miembro del pantalón y empecé a frotársela con urgencia, Pablo estaba en las nubes, fue la primera vez que una chica le hacía una primera chaqueta y excitado se vino al momento, mi mano quedó impregnada de semen, pero su verga, gorda y algo corta, seguía erecta, le seguí haciendo la "paja" y volvió a eyacular, ya más calmado intento interrogarme –como hacen muchos hombres con sus novias— sobre si José me había enseñado aquello y aprendí a mentir diciéndole que ansiaba tocarle el carajo, que eso era todo, puro deseo.

A partir de entonces José y Pablo me hicieron "una experta pajera", les encantaba que les acariciara el pito, para goce y placer de los tres. Claro que tenía que haber cierta reciprocidad, como podrás suponer, y entonces empecé a dejar que me metieran el dedo en la panocha; mi excitación parecía desbordarse cuando sus torpes dedos me frotaban la raja por encima del calzón, y casi me venía al momento en que uno de sus deditos se deslizaba entre mi carnosa pepita, eso sí, sin penetrar, pues en cuando intentaban meter el dedo más allá de lo establecido cerraba las piernas y me sacaba su mano de entre las piernas, como sea me procuraban unos orgasmos muy intensos. En poco tiempo aquellas experiencias fueron afectando mi forma de ser con ellos, por un tiempo me la pasaba esperando el momento oportuno para salir con Pablo o José para darnos placer, me hice poco a poco más atrevida. Todo empezó cuando una noche en que ya le había sacado la leche a Pablito me sentía extrañamente excitada, creo que de más, así que cuando él intentó meter su mano bajo mi vestido al momento abrí las piernas y dejé que me manoseara a placer, hasta llegar a mi calzoncito rosa, intentó meter el dedo bajo la orilla y me negué pero insistió y claro que se lo permití, pues lo deseaba. Pese a su torpeza Pablo fue quien me ayudó a conocer lo que era un orgasmo, fue un placer diferente, más intenso, a cuando en ocasiones me acariciaba la pepita a la hora de dormir. Esa vez fue totalmente diferente. Y a partir de entonces me deje "dedear" por mis amiguitos queridos, yo les pajeaba el pito y ellos jugaban furiosamente con mi conchita, sólo por fuera, frotando los labios y dedeando la entrada de la vagina, sin entrar, pues cuando sentía que el dedo había avanzado lo suficiente apretaba los músculos de mi pucha para impedir el acceso del curioso intruso en mi cuevita viscosa. Al paso del tiempo ambos se hicieron a la idea de que me tenían que compartir, y fuera de los fogosos "caldos" seguíamos teniendo una amistad completa y sincera.

--"Casi cumplía 16 años cuando Pablito me llevó a su casa, sus padres no estaban y me llevó a la recámara de sus progenitores, ambos nerviosos y excitados, casi temblando de la emoción; ahí fajamos largo rato y fue tan insistente que le permití quitarme la panty y colocar su pito corto y grueso entre los labios de mi pucha. Ambos estábamos acostados de lado, frente a frente, y yo sintiendo como su verga me frotaba la gatita de forma increíble, así me sacó dos orgasmos fabulosos, luego le froté la pinga un rato pero no se venía, no entendía por qué, hasta que sin decirme nada fue acercando mi cabeza a su palo y yo sin entender para qué, le besé el miembro, una, dos, tres veces, luego presionó su verga en mis labios cerrados para obligarme a abrir la boca, eso hice, y se la empecé a mamar. Al principio su pito tenía un sabor salado, como a orines, es más su pinga olía a pis, pero lo peligroso de la situación y nuestra mutua excitación hicieron que mis besos sobre su miembro fueran poco a poco más intensos, minutos después él insistía en que me metiera su palo en la boca y lo chupara; con torpeza y miedo hice lo que me pedía y le empecé a lamer el palo, a besarlo con los labios abiertos y a chupar la roja cabezota del miembro; Pablo estaba en las nubes disfrutando de la primera mamada que experimentábamos juntos, nuestro placer no duró mucho pues instantes después sentí que su carajo palpitaba, como cuando iba a venirse por los efectos de mi mano, entonces me saqué el pito de la boca y rodee la punta con mi mano frotándole la cabezota que escurría mi saliva y sus propios jugos, en ese instante su pito empezó a eyacular en mi mano, que rodeaba su palote, seguí acariciando aquello con pasión y furia hasta que terminó de echar leche.

Cuando Pablito terminó de venirse quiso que volviera a chuparle el palo de esa forma, pero el miedo a que alguien nos fuera a sorprender hizo que me negara y nos fuimos, a tiempo, creo yo, porque cuando ya estábamos en la calle iba llegando su madre en su auto; ambos nos miramos como confirmando mi temor de ser sorprendidos. Esa fue mi primera mamada. Pero cuando le hice eso mismo a José fue diferente, creo que más excitante, pues Pepito aguantaba más tiempo en venirse, por otra parte la pinga de José era más delgada y larga que la de Pablito, con lo que tenía más facilidad para maniobrar con su pija en mi boca. La primera mamada a José ocurrió una tarde en la azotea de su casa, era nuestro sitio preferido para "fajar", claro que hacíamos eso con tomando las debidas precauciones, pues como Pepe tenía hermanos más pequeños teníamos que evitar que los chiquillos fueran a encontrarnos en pleno "faje", pero bueno lo que pasó esa vez es que José estaba necio en poner su pinga erecta entre mis nalgas para venirse así, a mi eso me daba cierto temor por aquello de que en plena pasión intentara penetrarme por atrás, ante mis constantes negativas le propuse otra cosa, fue fácil; le acaricié la verga un buen rato mientras nos besábamos con muchas ganas, entonces, mirando siempre en dirección a la escalera –por si alguien subía a la azotea--, me fui agachando hasta quedar de rodillas entre sus piernas, así le fui acariciando la polla con suavidad, de forma delicada, a la vez que le daba uno que otro beso en la punta de la pinga, José estaba en los cielos, con los ojos cerrados, incapaz de comprender que su novia le estuviera besando el pito, luego fui más atrevida: le daba besos con la boca abierta sobre el glande rosado y en punta, José gemía, y yo besando y chupándole la cabeza de la verga, entonces me animé a meterme su glande en la boca y a succionarlo, con pasión, con mucha excitación pero con delicadeza, disfrutándolo paso a paso, además con Pepe era más fácil: como tenía la verga delgada no tenía que hacer esfuerzo alguno para meterme su pija en la boca, eso sí, como era más larga al principio sólo le chupaba la punta y a lo más media pinga, por ello aprendí en ese momento a agarrar su verga con mi mano por la base para luego meterme lo que quedaba de pija en la boca, así le inicié la más rica –y en ese momento única mamada— que Pepe haya disfrutado, fue muy rico y yo traté de esmerarme en mis juegos, por ello José se vino dos veces en mi boca, claro que cuando se vino aguanté su semen en la boca para luego escupirlo en el suelo, sería después que aprendí a tragarme la leche, no sólo de ellos, sino de uno que otro novio fanático de las chupadas, pero fue así como aprendí más sobre el sexo y sus innumerables variantes.

--"Así seguimos por un tiempo, mis amiguitos estaban conformes con compartirme entre ambos siempre y cuando no hubiera nadie más de por medio. En todo ese periodo fueron lo suficientemente prudentes para aceptar lo que yo quisiera hacer con ellos, por ello seguía siendo virgen, aunque de sexo ya supiera más que algunas mujeres casadas. Entonces terminó el bachillerato y llegaron las vacaciones.

Mis padres insistieron en llevarme a vacacionar a un puerto pero me negué, no quería dejar solos a mis amigos, por fin aceptaron en dejarme en casa a condición de que durmiera en casa de unos familiares, pero de día estaría en mi casa solita y mi alma, bueno no tan sola con ellos pensarían. Un día después de que mi familia salió de vacaciones vinieron a visitarme Pablo y José, escuchamos música y tomamos algunas cervezas, en eso Pablo empezó a ponerse romántico, me abrazaba y me daba besitos tiernos en la oreja, José sólo miraba y cuando por fin me atreví a besar a Pablo en la boca, José dijo: "bueno, par de calientes, si quieren estar solos mejor me voy", entonces suspendimos nuestros besos y pese a mi insistencia José se fue, me sentí contrariada no quería que él se fuera pero a la vez tenía ganas de estar a solas con Pablo, minutos después subimos a mi cuarto y empezamos a "caldear", ambos teníamos muchas ganas de sexo y por ello, pensando que estábamos solos dejamos la puerta abierta, pasó un buen rato hasta que Pablito me pidió que le mamara el pito, yo lo ansiaba tanto como él, y arrodillada entre sus piernas se la empecé a mamar, y como estaba de espaldas a la puerta nunca me percaté que alguien nos miraba, fue hasta que le saqué la leche a mamadas que sin querer voltee la cara y sorprendí a José, de pie junto a la puerta, que se frotaba el miembro que tenía erecto y fuera del pantalón, me asusté y quise reclamarle "¿qué haces aquí?, vete, ándale", pero él siguió frotándose el miembro frente a nosotros, nos quedamos quietos, yo con la mano escurriendo el semen de Pablito con la mirada sobre su erección, sin respirar, sin poder mirar a otro lado, así me percaté que ya estaba cerca de la cama, junto a mi, ofreciéndome su miembro erecto, Pablo se recorrió sobre la cama para dejar que José se sentara donde él estuvo antes, no dijimos nada, siempre en silencio tomé la pinga de José y empecé a hacerle sexo con mi boca, me sentía nerviosa pero excitada por lo inconveniente de la situación, pese a ello seguí con mis juegos sobre el pene de Pepe que poco después eyaculó entre mis labios parcialmente abiertos y ante la atenta mirada de su amigo, al terminar todo me sentí sumamente avergonzada, confundida, así fue nuestra primera experiencia sexual juntos, los tres.

--"A partir de entonces me entró temor de volver a quedarme a solas con mis amigos, cuando coincidíamos evitaba cualquier comentario respecto a lo ocurrido, pero en su mirada encontraba que ellos querían volver a repetir aquello, que me causaba temor, nerviosismo y vergüenza. Hasta que no posible que soportara mi lujuria, mis ganas de sexo. Mis amigos me citaron en casa de uno de ellos, en la de José, sus padres habían salido a visitar a unos parientes. Cuando estuve con ellos no podía soportar mi nerviosismo, todo mi cuerpo temblaba de… no se, una mezcla de temor y excitación. Por fin se animaron a sentarse junto a mi, yo sólo cerré los ojos, al momento sentí sus caricias, sus manos sobre mis pechos, sobre mis piernas, entre ellas que trataba de cerrar con fuerza, minutos después ya me habían bajado mi pantaleta y hurgaban con sus dedos en mi pucha pegajosa y caliente; Pablito fue el primero en ponerse encima de mi y colocar su gorda pinga sobre mi pepita mojada, mi excitación se estaba desbordando al sentir como su cosa dura se frotaba sobre los labios viscosos de mi panocha, no lo metió, sólo se estuvo frotando contra mi sexo hasta que sentí que eyaculaba; luego fue Pepe, él si intentó meterlo, intenté cerrar las piernas y le dije: "no, eso no, por favor", entendió e hizo lo mismo que su amigo, frotar su verga sobre mi sexo, yo estaba sumamente excitada, muy caliente, y cuando sentí mi orgasmo José metía la cabeza de su pija entre los labios de mi pucha, ahí se vino, con el glande dentro de mi vagina, yo sentí delicioso, muy rico. Luego de un rato ambos insistieron en besarme el sexo, primero José, luego Pablo, me vine delicioso con ambos, al terminar querían que les chupara el miembro pero me negué.

Días después repetimos aquello, hasta que pasó lo que tenía que pasar: José me penetró con su verga larga y delgada, tal vez por mi excitación no sentí el dolor de la penetración y así estuvimos cogiendo un rato hasta que estaba por venirse y apurada me saque su verga para que no echara el semen dentro de mi. Luego fue Pablo, él me puso como perrita y desde atrás me estuvo cogiendo mucho rato, también me penetró pero como se había puesto un condón lo dejé terminar dentro de mi, fue maravillosa la experiencia. Después de todo aquello tuvimos que hablar los tres, así quedamos que nadie diría nada de lo que hacíamos, que podíamos tener sexo los tres pero que todo sería un secreto. Así me convertí en amante de mis amiguitos, por varios meses, hasta que tuvimos que separarnos, mi padre había conseguido un buen trabajo en provincia y teníamos que mudarnos, aquello me dolió en el alma, pues nunca me había separado de mis amigos, como sea dejé de verlos casi dos años, durante ese tiempo tuve varios novios, con los que me permitía algunas libertades en cuanto al sexo, pero no me dejaba penetrar, hasta que uno de ellos me pidió en matrimonio, no se por qué acepté, no lo amaba lo suficiente. José y Pablo vinieron a mi boda y me recriminaron mi actitud, pero todo estaba preparado y me casé.

--"Pasaron los años, tuve dos hijos, era una esposa ejemplar. Hasta que por motivos de trabajo vine con mi esposo a la capital del país, él estaría varios meses en la ciudad reemplazando a un funcionario en una dependencia gubernamental. Por supuesto que mis amigos se enteraron que había regresado y quisieron verme, yo me negué al principio. José ya se había casado, Pablo se mantenía soltero. Así, una tarde nos citamos en una plaza comercial y fuimos los tres al departamento de Pablo y revivimos las experiencias pasadas: tener sexo con ellos dos, al mismo tiempo, uno por la vagina y el otro en mi ano; o uno me montaba mientras le hacía sexo oral al otro, en fin muchas locuras, así durante semanas, hasta que mi esposo y yo tuvimos que regresar a provincia y dejé de ver a mis amigos sexuales. Años después me divorcié a causa de una infidelidad de mi marido, pero ya no volví a ver ni a estar a solas con José y Pablo.

 

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